47
«No hay mañanas»
ZEB:
«Liosa» no debería haberle hecho esto a Lazarus. Para un veterano de dieciséis guerras que sólo Koshchei sabe a cuántas escaramuzas y trampas mortales ha escapado por los pelos, ponerlo ante una situación en la que se sienta tan impresionado que la sangre huya de su cabeza y se derrumbe desvanecido «no es correcto».
—Deety está de acuerdo conmigo, pero me pregunta si yo me hubiera contenido de montar el regreso de mamá Maureen de esta forma, si hubiera tenido la oportunidad. Bueno, no, yo no tengo la imaginación de «Liosa»…, y sigo opinando que no fue correcto. No es que Lazarus se hiciera cargo por causa de ello. «Liosa», todos sus cuarenta y tres kilos, sostuvieron su caída. Estaba observando a Lazarus, lo vio empezar a desplomarse, acudió hacia él y lo sujetó por el talle, hizo todo lo que pudo. «Liosa» evitó que su cabeza diera contra la mesa del comedor de oficiales. Apostaría a que todo el mundo estaba mirando a Maureen excepto «Liosa». Ella había montado la escena…, y el productor estaba interesado en el efecto que produciría sobre aquel para quien había sido preparado todo el tinglado.
Lo había preparado hasta el punto de hacer que Libby le pidiera a Ishtar que obtuviera el vestido…, zapatos, medias y ligas verdes iguales a las de una fotografía, más una capa con capucha para hacer que nuestra ubicua husmeadora Dora no se diera cuenta de que había un pasajero extra. «Liosa» lo había montado de ese modo: aquella «foto francesa» de mamá Maureen (sí, yo también la llamo así…, es la persona más maternal de todos los mundos…, y la más sexy. No mencionar esto último a Deety) (Deety lo sabe…, firmado Deety)… Aquella instantánea aún existía pese a haber sido destruida por el fuego de una ametralladora en 1918, en Tierra-Prima.
No fue destruida…, porque Lazarus «recibió los tiros en el culo», según lo describen sus hermanas. Lo cual no es literalmente cierto, puesto que fue una herida en el vientre y no balazos en las posaderas lo que estuvo tan a punto de terminar con él. Pero afortunadamente todas las heridas fueron leves.
¿Dónde lleva un hombre en pleno combate sus más apreciadas posesiones? En un bolsillo del pecho, generalmente el izquierdo. Yo siempre las llevo allí, y nunca he oído a un veterano decir lo contrario.
A veces vale la pena desmayarse para despertarse rodeado por Maureen, Hilda, Laz-Lor, Elizabeth, y mi propia razón de ser. Jake y yo teníamos tiempo de echar varios tragos de ginebra antes de que nadie se preocupara por nosotros. Así que le pedí a Dora unas bebidas y algo de picar para Jake y para mí, puesto que no estaba muy seguro cuándo iba a servirse la cena. O de si iba a servirse.
Oí a «Liosa» decir:
—Maureen, debemos quitarle este grueso uniforme. Dora mantiene esta nave a nivel tropical. Nunca debería haber ordenado uniformes para los hombres mientras las mujeres están cómodas.
Empezaron a desnudarlo.
Dije:
—Jake, la escuela ha terminado.
Había estado sudando dentro de mi uniforme número uno… No debería volver a ponérmelo nunca más, pero soy un sentimental al respecto. Jake estaba en idénticas condiciones. Una vez te has sentido a gusto con sólo la epidermis, cualquier ropa te hace sentir como Ramsés II.
Nos desnudamos y tendimos nuestras ropas y espadas a Dora y le dijimos que se lo diera todo a Gay…, incluida la pistola de Jake, con cinturón y funda, que rescaté sin que nadie se diera cuenta de ello. Jake y yo éramos sombras chinescas para ellos; el «cabo Ted Bronson» requería toda su atención.
Dora hizo notar que Gay estaba cerrada.
—Si una de sus puertas estuviera abierta —dije—, ¿podrías dejar todo esto en uno de sus asientos? (Sí, podía). Entonces hazlo —dije—. Déjame hablar con Gay. Finalmente tuvimos la cena, con todo el mundo «formal» excepto Maureen. Retuvo su vestido «informal» mucho después de que todos los demás estuviéramos en epidermis «formal». Pero no hasta que yo hubiera tomado una foto de las Cuatro Desgracias. Libby y Deety deseaban ir a ducharse para quitarse sus ropas, y Jake y yo decidimos que, habiéndonos quitado los uniformes, podíamos acompañarlas en su ducha en honor a Dora y su aire acondicionado. Les pedí a ellas y a Laz-Lor que por favor aguardaran hasta que yo volviera de buscar en Gay la Polaroid de Jake.
Resultó no ser necesario; Dora podía tomar imágenes en 3-D, fijas o en movimiento, desde cualquier ángulo, y con tanta luz como fuera necesaria, del mismo modo que había iluminado las poses de entrada de Hilda y mamá Maureen (las cuales había fotografiado también, supe más tarde).
Maureen y Jake dirigieron, mientras el cabo Bronson y yo nos echábamos al estilo Nerón en los divanes pensados para Lib y Deety. «Liosa» se sentó entre nosotros y fue echándonos granos de uva en nuestras bocas.
Jake intentó que las poses fueran «artísticas». Mamá Maureen aceptó todo lo que Jake dijo, luego lo hizo a su manera. Los resultados puede que fueran artísticos. Pero sé que esas fotos le proporcionarían a un esqueleto un último caso de violenta tumescencia. Mientras tanto Dora estaba cantando y actuando, animándonos a comer… pequeños bocaditos que se comían con la punta de la lengua; me recordaron lo mejor de las cocinas orientales…, y acompañándolos con finos vinos. Dora parecía poseer un vasto repertorio, parte del cual (para mi sorpresa) me resultaba familiar. Cuando Judy Garland canta Sobre el arcoiris, ¿quién puede olvidarlo? Dora utilizaba la voz de Judy. Recuerdo también Diviértete; es más tarde de lo que crees. Y muchas otras que no conocía. Dora anunció Canción del mañana… Creo que eso es lo que dijo. Lazarus y Maureen mantuvieron sus manos unidas durante toda ella, y creo que no he oído ninguna otra canción que encaje más con su título. Permanecí inmóvil sin hablar cuando la canción terminó en un silencio absoluto y Maureen dijo a Lazarus:
—Theodore, Ishtar iba a variar la lista de espera pero Tamara se lo vetó. Lo hizo por ti, querido, y por mí…, pero Tamara está ansiosa por verte.
—Tamara siempre sabe lo que se hace —respondió Lazarus.
—Sí, Tammy siempre sabe lo que es mejor —admitió mamá Maureen—. Dime, Theodore, ¿sigo haciéndote pensar en ella? —Lazarus pareció molesto.
—Esto, no lo sé. No te pareces a ella…, pero tienes un aire a ella. Y te pareces más a Nancy que a ti misma.
—Sí, lo sé. Nadie de nuestra familia estaba dispuesto a esperar; has estado lejos de casa demasiado tiempo. Sé paciente, y cuando me parezca a mí misma a tus ojos, dínoslo, y Galahad mantendrá mi edad cosmética en ese punto. ¿Estás dispuesto, como me prometiste hace tanto tiempo, a llevarnos a Tammy y a mí juntas a la cama? Quizá deba añadir, Theodore, que ahora soy esposa de tus coesposos. No te pido que te cases conmigo. Aunque pienso que Tammy se sentirá ofendida si no lo haces. Pero no sería difícil, de todos modos. Aceptaré cualquier excusa que me pongas. Lo hice por Brian; lo haré por ti.
Maureen no estaba ni gritando ni susurrando; estaba simplemente poniéndole al corriente de una serie de cosas que él necesitaba saber. Lazarus iniciaba su respuesta, con una expresión extrañamente entremezclada, cuando Elizabeth interrumpió:
—Lazarus…
—¿Eh? ¿Qué, Lib?
—Mensaje para ti de Ishtar. Para ser entregado cuando se considere necesario, y ahora es el momento. Ish ha leído tus dos esquemas, con su computadora preparada para máximo pesimismo. También los ha hecho leer en Nueva Roma sin otra identificación más que su propio numero de archivo. Tiene este mensaje para ti…, en respuesta a la respuesta que tú le darás. Pide que se te diga que eres un primitivo incivilizado, ignorante de la ciencia, especialmente genética, supersentimental, casi patológicamente testarudo, retardado, probablemente senil, supersticioso, y provinciano…, y que te quiere enormemente pero que no permitirá que tomes decisiones en su área de autoridad. In vitro o in utero, el cruce se efectuará. Déjame añadir que Maureen tampoco ha tenido oportunidad de elegir.
—¿Ah, sí? Puedes decirle a esa zorra de grandes nalgas que estoy de acuerdo con cada una de sus palabras, especialmente la parte relativa a «senil», y que ya perdí todas las esperanzas de discutir con sus tiránicos métodos hace cincuenta años, y que la quiero tan enormemente como ella a mí…, fuera de su clínica…, y que Maureen le dirá cómo serán manejadas las cosas; yo no tengo voz ni voto. —Se giró hacia mí, mirando por encima de los hermosos dedos de los pies de «Liosa»—. Zeb, he aquí la sabiduría de la edad: los hombres gobiernan, pero las mujeres deciden.
—Elizabeth, ¿crees que tengo algo que me asemeje a Tamara?
—Hum… Nada que opinar al respecto. Sí, ambas tenéis ese sentido maternal. Esto…, ¿te importaría quitarte el vestido? Me distrae de mirarte a ti.
—No hay problema, Elizabeth. Nunca me han gustado las ligas, excepto como publicidad.
Mamá Maureen se quitó los zapatos con los talones, luego las ligas, enrolló cuidadosamente sus medias a la manera interuniversal… se puso en pie y permaneció allí relajada, sin posar.
—Gira lentamente sobre ti misma. Hum… Maureen, te pareces a Tammy… o viceversa; probablemente son tus genes los que están en ella. ¿Soy yo descendiente vuestro? ¿Lo es alguien de aquí? ¿Lazarus?
—Lo eres, Lib. Pero no a través de mí. A través de mi hermana Carol. «Santa Carolita», lo quieras o no…, lo cual sorprendería a Carol, puesto que no era una santa precisamente. Pero tu descendencia de Carol no fue probada hasta mucho después de que resultaras muerta, cuando los registros de las Familias fueron revisados por análisis computarizado y con un más profundo conocimiento de los genes. No hay santos en nuestra familia, ¿verdad, mamá?
—Ninguno que yo conozca, Woodrow. No yo, ciertamente. Tú eras un pequeño bribón; hubiera debido zurrarte mucho más a menudo de lo que lo hice. Hum… Tu padre estaba tan cerca de ser un santo como cualquier otro de nuestra familia. Brian era juicioso y bueno…, y tolerante. —Sonrió—. ¿Recuerdas por qué nos separamos?
—No estoy seguro de haberlo sabido nunca. Mamá, mis recuerdos de esa época son mucho más precisos en relación a mi viaje aquí como «Ted Bronson»…, lo demás está mucho más lejos.
—A mis sesenta años dejé de tener niños. Casi al mismo tiempo tu hermano Richard fue muerto. La guerra. Su esposa, Marian Justin de la familia Hardy, estaba con nosotros, con sus niños, y Brian estaba de vuelta en uniforme, un coronel reclamado de la reserva, con un trabajo de oficina en San Francisco. Cuando Richard fue muerto en 1945 nos afectó mucho a todos, pero lo superamos mejor porque estábamos juntos… Brian, y mi hijo más pequeño, y Marian, y sus hijos…, cinco; ella tenía treinta y un años. —Mamá Maureen, libre de zapatos y otros impedimentos, se sentó transversalmente a Hilda con las piernas cruzadas y aceptó una bandeja de Dora.
—Woodrow, animé a Brian para que consolara a Marian de la única forma en que puede ser consolada una viuda; ella lo necesitaba. Cuando aquella guerra terminó, Marian necesitaba un esposo visible; su cintura y el calendario no podían reconciliarse. Cuando nos trasladamos, más tarde aquel año, de San Francisco, fue fácil para Marian Justin Smith covertirse en Maureen J. Smith, mientras yo me convertía, con ayuda de un tinte para el pelo, en su madre viuda…, nadie nos conocía en Amarillo, y a las mujeres no se les obligaba a tener documentos de identidad. Así que Marian tuvo su bebé como «Maureen», y la genealogía correcta sólo está registrada con los fideicomisarios de las Familias Howard. —Maureen sonrió—. A nosotros los Howard no nos importan esas cosas con tal de que se mantengan dentro de las Familias…, y me alegra que aún sean más sencillas ahora.
»En nuestro siguiente traslado yo me convertí de nuevo en Maureen Johnson, quince años más joven puesto que no aparentaba tener los setenta pasados, y una Minnasota Yonson antes que una sureña Missouri Johnson. Una viuda temporal que daba facilidades. —Mamá Maureen soltó una risita—. Los Howard se casaban tan sólo para tener niños. Mi línea de producción se había cerrado, pero el equipo estaba allí, y también las ganas. En el momento en que vosotros, queridos —los ojos de Maureen barrieron el comedor de oficiales—, me rescatasteis, me había quitado treinta y cinco años de mi edad y había añadido treinta y cinco hombres a mis recuerdos. De hecho, cuando me arrebatasteis, iba de camino a una cita en un motel, un viudo de sesenta años que creía que yo tenía también sesenta cuando de hecho esperaba alcanzar mi centenario en una quincena.
—¡Eso es una vergüenza! —dije—. Confiaba en que estuviera de vuelta del motel cuando la arrebatamos.
—Zebadiah, es gentil por tu parte, pero no es ninguna vergüenza. Estábamos empezando a aburrirnos el uno del otro. Estoy segura de que leyó mi esquela con más alivio que pesar. Me alegra que me arrebatarais…, y me han dicho que tú fuiste responsable de la mayor parte.
—Gay Deceiver hizo lo más importante. El coche en el que viajó de ida y de vuelta. Pero estuvimos a punto de no poder arrebatarla. Las cosas fueron mal, muy mal. Supe lo que estaba ocurriendo porque… Deety, ¿puedes explicárselo tú?
—Mamá Maureen, Zebadiah tiene premoniciones de los peligros. No son de largo alcance; siempre llegan justo a tiempo. No sé lo que ocurrió esta mañana, pero…
—¿Esta mañana?
Maureen pareció extremadamente asombrada.
—¡Oh! —prosiguió mi esposa—. Fue «esta mañana» para nosotros. Usted llegó aquí a las dieciocho cuarenta y unos pocos segundos, tiempo de la nave. Durante ese instante pasamos quince horas en otro planeta, efectuamos dos viajes a su planeta nativo, dos viajes más a su nuevo planeta de origen, y usted pasó diecisiete meses en Tertius antes de que la trajéramos de vuelta aquí…, y todo ello ocurrió hoy. No solamente hoy, sino exactamente en ese instante: las dieciocho cuarenta y trece coma tres segundos. Laz y Lor ni siquiera supieron que nos habíamos ido; ni siquiera la computadora de la nave se dio cuenta de que nos habíamos marchado.
—¡Yo sí! —objetó Dora—. Gay estuvo desconectada durante diecinueve microsegundos.
¿Creéis que no me daría cuenta de un abismo así? Le pregunté qué había ocurrido, y ella me dijo que había habido una fluctuación de su energía. ¡Me mintió! Estoy disgustada con ella.
Deety se sorprendió.
—¡Dorable, Dorable! No fue culpa de Gay. Yo le pedí que mantuviera nuestro secreto.
Ella me lo prometió.
—¡Miserable!
—No pretendíamos ofenderte, Dorable…, y te dejamos saberlo tan pronto como pudimos. No hubiéramos podido prepararlo todo si tú no hubieras ayudado. Enfádate conmigo si es necesario…, pero no te enfades con Gay. Por favor, dale un beso y haced las paces.
No sé cómo dudan las computadoras, pero creo que capté una vacilación de una décima de segundo.
—¿Gay?
—¿Sí, Dora?
La voz de chica lista llegó a través de los altavoces de Dora.
—No quiero volverme loca. Así que olvidémoslo todo, ¿eh? Besémonos y hagamos las paces. Yo lo haré si tú lo haces.
—¡Sí, sí! Oh, Dorable, te quiero.
—Ambas sois buenas chicas —dijo Deety—. Pero ambas sois profesionales también, y trabajáis para diferentes amos. Dora, tú eres leal a tu familia; Gay es leal a su familia. Y así tiene que ser. Dora, si tu hermana, la capitana Lor, te pidiera que mantuvieras un secreto, no podrías decírselo a Gay, ¿verdad? Porque ella podría decírmelo a mí…, y yo podría decírselo a Zebadiah…, y entonces todo el mundo llegaría a saberlo.(¿Lo llegaría a saber, sí? Mi querida esposa, he sabido cosas que nunca han salido de mis labios, de modo que un secreto divulgado nunca ha llevado mi nombre. Claro que no importa. Acepto tu reprimenda).
(Sí, lo sé, esposo mío. Yo también he guardado secretos que jamás han salido de mis labios. Pero mi profesión es trabajar con computadoras desengañadas. Las computadoras son supergenios…, a nivel infantil, y deben ser tratadas a su mismo nivel. ¿De acuerdo, quizás, eh?… Firmado Deety).
—¡Dios!
—¿Lo ves? Capitana Lor, ¿tiene Dora algún secreto con usted? ¿O con su hermano?
Ella puede decirlos a Gay, y Gay decírmelos a mí, y yo siempre se lo digo todo a mi esposo, y…
—¡Dora! —interrumpió Lazarus—. ¡Ve contando cuentos fuera de la escuela y te cortaré las orejas con un hacha! Está bien que vosotras dos charléis juntas y juguéis a todo lo que queráis. Pero empezad a esparcir secretos, y llamaré a Mentalidades Metálicas Minsky y Compañía para que empiece a tomar medidas de tu espacio.
—Computadores masculinos. No me das miedo, viejo compadre, no arriesgarías tu sucio cuello con un computador masculino. Son estúpidos.
—Mi cuello no está sucio; el cuello de mi uniforme lo irritó.
—Un cuello sucio y una mente sucia. Pero no te preocupes, viejo compadre; Dora Long no cuenta tus secretos. Ahora comprendo que Gay tenga que guardar secretos también…, simplemente no había pensado en ello. Pero despreciaste a mis hermanas.
—¿Yo? ¿Cómo?
—Tú sabías todo esto; tú no necesitabas aprenderlo de Gay. Lo sabías todo; estabas aquí. Pero se lo ocultaste a tus propias hermanas gemelas…
—Eso es injusto, mamá Maureen…
—… como si no se pudiera confiar en nosotras, y si realmente…
—… no se pudiera confiar en nosotras, ¿entonces por qué confiarnos una nave…
—… y la vida de todo el mundo a bordo? Nos alegramos de que esté usted aquí…
—… por usted misma, pero quizás ahora que está usted aquí, tal vez pueda…
—… protegernos de esta tiranía. Mamá Ishtar no lo hace, y Mamá Hamadriade sólo se ríe de nosotras, y Mamá Minerva siempre se pone…
—… de su lado, todas las veces. Pero usted…
—Chicas.
—¿Sí, mamá?
—Hace años me hice a mí misma la promesa de que, cuando mis chicos crecieran, no interferiría en sus vidas. Debería haber castigado a Woodie más a menudo cuando era un niño, pero ahora ya no es un niño…
—¿Entonces por qué actúa como uno?
—¡Lorelei Lee! Es de mala educación interrumpir.
—Lo siento, mamá.
—No importa. Pero según lo que me dijeron en casa, vosotras dos no sois solamente mis hijas, sino también las esposas de Theodore. Esposas de Lazarus. E igualmente esposas de sus coesposos. ¿No es esto cierto?
—Sí, mamá. Pero él es más bien parco al respecto.
—Si os referís a «parco en la cama», eso puede depender de cómo lo tratéis vosotras.
Yo no lo consideraba así, cuando fui su amante, hace varios años…, varios siglos según una extraña escala que no acabo de comprender. Me habéis oído decir que ahora soy esposa de vuestros coesposos…, incluido Lazarus, si él me acepta. Pero evidentemente soy, si vosotras me aceptáis, hermana-esposa de vosotras dos. Así que será mejor que deje de ser vuestra madre. ¿No?
—¿Por qué? Grammy Tammy es madre de Ish, y todo el mundo…
—… y nosotras mismas tenemos tres mamás en nuestra familia ahora, y cada una de ellas es nuestra…
—… hermana-esposa también; Ish y Hamaquerida y Minerva, y ahora…
—… tenemos a mamá Maureen, y ambas nos sentimos encantadas de ser tus hermanasesposas, pero…
—… tú no puedes dejar de ser nuestra mamá porque hemos estado esperándote durante ¡todas nuestras vidas!
Dora hizo eco:
—¡Y yo soy su hermana, así que usted es también mi mamá!
—Theodore, creo que me voy a echar a llorar. Ya conoces mi regla. Nunca llorar delante de los niños. —Me puse en pie, en toda mi larguirucha altura.
—Madam, me sentiré muy honrado llevándola a algún lugar tranquilo donde pueda llorar en mi hombro a su comodidad.
Siete…, creo que eran siete tipos proteínicos y dos computadoras…, saltaron sobre mí.
La esencia fue:
—¡No puedes llevarte a mamá fuera de su propia fiesta! —con horribles amenazas de linchamiento.
El viento había refrescado a fuerza seis, de modo que tomé una dosis liberal de champán para prevenir el mareo. Al cabo de un momento dormitaba; había sido un día ajetreado y aún no había podido superar el shock de ver a un enorme vehículo de superficie a punto de llevarse por delante la portezuela de Gay antes de que yo pudiera cerrarla y saltar. Fue entonces cuando pateé al policía en el estómago. Normalmente no pateo a los policías; hace que uno parezca sospechoso de algo.
Luego una voz penetrante estaba diciendo:
—La presencia del jefe de bandera del Estado Mayor Carter es solicitada por la comodora.
Y me pregunté por qué el estúpido hijo de perra no acudía, para que así el ruido se detuviera. Luego algo frío empezó a pincharme en mis tiernas costillas desnudas.
—Ese eres tú, Doc. Te ayudaré. Relájate.
Estaba relajado. En tiempo pasado. Algunos de los mecanismos auxiliares de Dora no son demasiado gentiles…, o quizá no están diseñados para personas sino para carga; admito que soy bastante voluminoso para un chico que está creciendo. En el ascensor decidí que la escala Beaufort era al menos ocho, más probablemente nueve. Sin embargo, llegamos hasta el puente. Recién salidos de Hollywood, todo un domo de relojes e indicadores… Todos moviéndose lentamente en sentido contrario. Gay hace lo mismo con un solo cuadro de instrumentos. Oí a «Liosa» decir:
—¡Dios mío, miradle!
Deety le estaba diciendo a Lor algo acerca de traer sillas si era necesario, mientras Laz estaba diciendo «bebe esto».
Dije firmemente:
—Yo no bebbo. Adhemás ya he bebbido; tu carra está turrbia.
Debieron de ser Laz y Lor quienes me agarraron por ambos lados, sujetando mis brazos y pellizcándome un nervio; Deety no me haría eso a mí. «Liosa» me estaba sujetando la nariz y Laz me metía algo por la garganta; humeó y burbujeó. Luego… Bien, debió de haber sido algún polizón; Deety no haría eso. No a mí. Me soltaron cuando terminé de tragar. Abandoné la nave, di una rápida vuelta de inspección, comprobé que la Vía Láctea estuviera en su sitio, y regresé a un aterrizaje de precisión. Se me cayeron las orejas pero no me pareció militar agacharme a recogerlas. Además, «Liosa» es una traviesa.
—Jefe de bandera del Estado Mayor informando a la comodora como se le ha ordenado.
—¿Cómo te sientes, Zebbie?
—Me siento estupendamente, madam. ¿Hay alguna razón por la que no deba sentirme así?
—Supongo que no; has echado una cabezada.
—Ajá, lo hice. Soñé que estaba en el mar de Tasmania en un barco pequeñito. Había demasiada agua. —Añadí—: Aparte esa pesadilla, que ya se ha ido, estoy en plena forma. ¿Órdenes, madam?
Todos efectuamos el tour turístico de dos dólares, incluidos los cuartos de baño en el País de Oz. Libby, Deety y Jake aguardaron fuera, pues el lugar estaba atestado. «Liosa» ordenó que Laz relevara a Lor para permitir que Lor pudiera echar un vistazo la primera, luego Lor retomó su capitanía para que su hermana pudiera ver. Los baños mágicos fueron la sensación. Admito que el retorcedor espaciotemporal no parece impresionante. Luego las gemelas le dieron las gracias a Hilda y se fueron.
—Atención, por favor —dijo Hilda—. Si lo desean, les mostraremos cómo funciona.
Lazarus puede utilizar el asiento del astrogador mientras Deety recibe respuestas del carguero espacial. Elizabeth irá ahí atrás también, puesto que ya ha viajado en Gay Deceiver. Deety, antes de que pases a popa, enseña a Maureen y Lazarus cómo encajamos a un pasajero en los asientos de atrás; yo me quedaré por aquí.
»Este coche opera de varios modos. Como vehículo de superficie, es rápido, confortable, fácil de manejar, más bien difícil de aparcar, y normalmente se aparca con las alas metidas como están ahora, su configuración hipersónica. Si pretendemos conducir en el aire, las alas estarán normalmente extendidas al máximo para lograr más impulso ascendente. Cuando opera a través del artilugio Continuo Burroughs, la posición de las alas no importa, pero el jefe piloto puede elegir anticipar dónde llegará y prepararlas convenientemente.
—Puesto que tiene un autopiloto computarizado… ¡Hola, Gay!
—Hola, Hilda. ¿Te importa que escuche?
—En absoluto querida. ¿Te he presentado a todo el mundo?
—Sí, Hilda, y puesto que los he visto a través de los ojos de Dora, los tengo a todos situados por sus voces. —Gay añadió—: Dora está escuchando a través de mí; está grabando vuestra demostración. ¿Es todo correcto?
—Por supuesto, Dora, puesto que estás grabando, lo voy a hacer tan realista como sea posible. Gay Deceiver. Cierra puertas. Ejecuta.
Yo ocupaba el puesto de jefe piloto, Jake el de copiloto; una vez cerrada su puerta, empecé a comprobar la hermeticidad de la mía.
—Toda la tripulación, preparados para el espacio. Copiloto.
—Palancas a cero, hermeticidad de la puerta de estribor comprobada, cinturón de seguridad ajustado.
—Informe incompleto. ¿Está tu cinturón ajustado apretadamente? ¿Aceleraciones máximas? Amigos, este coche tiene potencia como para actuar como un caza; el conductor puede hallarse de pronto cabeza abajo. Una demostración completa, Jake, por favor. Adelante con ello.
—Copiloto informa que su cinturón está apretado para maniobras.
—Gracias, Jacob. Jefe piloto.
Respondí con mi mejor voz de cadete listo:
—Hermeticidad puerta de babor comprobada. Pastilla de energía en uso cero coma ocho nueve, dos pastillas de reserva a uno coma cero, combustible capacidad plena, todos los sistemas en marcha, cinturón de seguridad apretado al máximo para maniobras a muchas g.
—Astrogador.
—No estoy en mi propio asiento. Lib y yo estamos atadas juntas como hermanas siamesas, fuerte. Ningún artículo suelto. Anexo comprobado y asegurado; todas las puertas cerradas excepto la del mamparo que está asegurada abierta contrariamente a la rutina. Capitana, podemos meternos dentro; no nos importa.
—No como alguien que no voy a mencionar y que pierde el control cuando se halla encerrado durante cinco minutos…
—¡Hilda, eso fue un golpe bajo!
—Pasajero, cállate. Si hubieras actuado como prometiste, no hubieras sabido que la puerta estaba cerrada. No confié en ti…, y estaba en lo cierto. No estoy segura de querer ser tu esposa menor o segunda menor o lo que sea; no mantienes tus promesas. Lo siento, mamá Maureen, pero Woodie es a veces un chico muy díscolo.
—Soy consciente de ello, Hilda. Capitana. Por favor dale un cachete cuando creas que es necesario. Yo siempre le tuve demasiado cariño, y lo estropeé.
—No hablemos de ello ahora. Los cuatro estamos cualificados para ocupar las cuatro posiciones; a veces intercambiamos los puestos para mantener nuestras habilidades. Normalmente yo estoy al mando, Zebbie es el segundo al mando y el astrogador, Jacob el jefe piloto, Deety la copiloto. Pero para esta exhibición he situado al mejor piloto manual a los mandos, al propio inventor al artilugio continuo, y a un experto calculador igual a regla de cálculo Libby…
—¡Mejor!
—Cállate, Elizabeth…, como mi astrogador. Con esa tripulación, el mando no me preocupa. Jefe piloto, por favor suéltate el cinturón y comprueba que mamá Maureen y Lazarus estén bien asegurados. Supón violentas maniobras evasivas…, y creedme, amigos, las hemos tenido que utilizar, y hoy estamos vivos gracias a que estábamos convenientemente asegurados y gracias a que Zebbie es un magnífico piloto de combate aeroespacial…, y nuestra Gay es una chica lista.
Me solté el cinturón, me aseguré de que Lazarus estaba apretado convenientemente, me aseguré de que Maureen estaba bien sujeta con ese cinturón improvisado, luego sugerí que pasara su brazo derecho en torno a Hilda, su izquierdo en torno a Lazarus, y los sujetara fuerte a los dos.
—Todos los demás poseen un cinturón doble, cintura y pecho. Usted sólo tiene cintura; si yo pongo el coche cabeza abajo, al estar sujeta a Hilda y Lazarus estará a salvo. ¿Correcto, Lazarus?
—Correcto, Zeb. Mamá Maureen, un entrenamiento debe ser lo más parecido a la realidad, o no salvará tu vida en combate.
—Theodore, espero no hallarme nunca en combate. Pero deseo que el entrenamiento se efectúe como corresponde.
—Mamá, odio la idea de mujeres combatientes. Pero a través de los siglos he visto mujeres al combate una y otra vez, y demasiado a menudo como tropas regulares. No me gusta. Pero así son las cosas.
Mi esposa le lanzó una andanada a Lazarus.
—Mamá Maureen, mi Pa me exigió que aprendiera todas las armas que pudiera alzar con mis manos y me hizo entrenar en todos los tipos de lucha sucia imaginables. Esto me ha salvado varias veces de asaltos callejeros. En una ocasión casi maté a un hombre de dos veces mi tamaño…, sólo con mis manos.
—Jacob, ¿me enseñará todo lo que Deety sabe y yo sea capaz de aprender?
—Maureen, le enseñaré todo lo que yo pueda. Mientras estemos aquí.
Oí la voz de Libby desde atrás:
—¿Ahora, Maureen?
—Sí. Si tú crees que es juicioso en previsión del voto negativo de Hilda.
—Voy a correr el riesgo. Amigos, no fui enviada a ser embarazada por un gran matemático. Fue por razones propias. Actualmente Tamara tiene informes de mí y de Laz y de Lor sobre cada uno de vosotros. Doce votos «Sí», cero votos «No». He recibido instrucciones de Tamara de ofrecerles a los cuatro absoluta hospitalidad… como la que podríais disfrutar en vuestro hogar. Si decidís aceptar el nombre de Long, decídselo a Tamara. No os agobiaremos, de todos modos.
Hilda respondió inmediatamente:
—Debido a los retrasos, un breve repaso para el espacio. ¿Copiloto?
—Copiloto preparado.
—Jefe piloto preparado —hice eco.
—Astrogador preparado.
—¿Pasajeros? Por antigüedad.
Lazarus empezó a responder; Hilda lo interrumpió.
—¡Por antigüedad!
—Si se refiere a mí, capitana, estoy lista.
—Creo que es usted treinta años mayor que su hijo. En cualquier caso, es más antigua que él. ¿Pasajero menos antiguo?
—Ese soy yo —respondió Elizabeth—. Lista.
—Oh, me olvidé de ti, querida…, mis disculpas. ¡Woodie!
—Listo para el espacio, capitana, chinchante, pequeña y esmirriada mujer. ¡Y maldita seas si vamos a casarnos!
—Astrogador, registra eso. Insolencia. Gay Deceiver.
—Lista, capitana cariño.
—¡Tertiusorbitaejecuta!
Maureen jadeó. Lazarus bufó.
—¡Nos han engañado!
—¿En qué sentido? Tú informaste: «Preparado para el espacio».
—Y tú dijiste que era un entrenamiento.
—Woodie, apuesto lo que quieras a que yo no lo llamé en ningún momento un «entrenamiento»…, tú lo hiciste. Tanto Gay como Dora han estado grabando. Lo tomas o lo dejas. Mientras tanto, en la parte de atrás del asiento que tienes frente a ti hay un pequeño botiquín médico. Busca un frasco de píldoras marcado «bonina». Unas pastillitas rosas. Dale una a tu madre. Maureen, mastíquela, tráguela. Tiene sabor a caramelo de fresa.
—Hilda, ¿qué nos estás dando…?
—¡Cállate! ¿O prefieres ser encerrado de nuevo en el cuarto de baño? Pasajero, no tolero insubordinaciones. ¿Aún no lo has aprendido?
Lazarus tomó la píldora, se la tendió a su madre. Ella la aceptó y la tragó sin ningún comentario.
—Lazarus, puedo ofrecerte una vista del paisaje desde el asiento delantero si me juras por todo lo que sea sagrado para ti que no tocarás ningún control de ninguna clase ni siquiera para evitar que nos estrellemos. Tú no comprendes este vehículo y podrías hacer que nos estrellásemos intentando precisamente evitarlo. Si no puedes convencerme, le cederé a Maureen el asiento delantero. Pero no creo que Maureen esté interesada en aprender cómo conducir este coche, mientras que creo que tú sí lo estás.
—Eso es cierto, Hilda —oí admitir a Maureen—. Estoy estudiando para enfermera. Luego para doctora. Luego para rejuvenecedora. O tan lejos por este camino como pueda llevarme mi habilidad. Mientras tanto, estoy embarazada. ¿No es un chiste, Theodore? Cada vez que tú y yo nos encontramos con el máximo de oportunidades, estoy embarazada. Y esta vez Woodie no puede estropearlo. —Rió, una risa cálida—. Te debo una, sargento de Estado Mayor Bronson. ¿Podemos encontrar un nogal negro?
—Lazarus, ¿deseas un asiento delantero? ¿O bien deseas tomar a Maureen y llevártela al anexo y darle lo que tan claramente quiere?
—¡Oh, puedo esperar! —dijo Maureen rápidamente.
—¡Dios, vaya decisión! Maureen, ¿lo posponemos un poco? Realmente deseo ver lo que este coche es capaz de hacer.
—Yo también deseo verlo, Theodore. Pero no te rechazaría.
—Callaos, por favor. Jacob, ¿quieres cambiar de lugar con Lazarus? Que cada uno informe cuando sus cinturones estén atados para maniobras de evasión.
—Siete g —añadí—, Lazarus, ¿artillería antiaérea?
—Todavía no, gracias a Dios. Estoy pensando en cuánto tardaremos en necesitarla. ¿Y de qué tipo? Estoy perplejo. Cinturón asegurado. ¡Hey, estamos pasando por encima de Boondock!
—Así es —admití.
—Cinturón asegurado. Maureen también.
—Jefe piloto, tienes el mando. Maniobra a voluntad.
—A tus órdenes, capitana —asentí—. Gay Deceiver clínica ejecuta Gay salta Gay salta.
¡Muestra tus agallas, chica! Mach coma siete coma nueve…, uno coma dos… Mach dos…, tres…, cuatro…, manténte recta, sigue el rumbo hacia Boondock. Conduce, chica lista. Mach cinco…, seis…, siete…
—¡Oh, dios mío!… Lazarus.
—Gaysalta. ¿Problemas, Lazarus? Chica lista, despliega tus alas.
—Casi hiciste que nos estrelláramos.
—Oh, no lo creo así. Gay Deceiver clínica ejecuta Gay salta.
—¡Están aguardándonos en el tejado!
—¿Quién? ¿Cómo? ¿Tienes algún tipo de radio de largo alcance? —Añadí—: Gay salta.
Chica lista, ¿te apetece bailar? Gay baila maravillosamente, conoce varios bailes.
¿Deseas bailar un poco, Gay?
—Dora me enseñó la suite del Cascanueces, y he estado pensando una coreografía para Los duendes de caramelo. Pero no creo que esté preparada para mostrarla todavía.
—Muéstrales el Danubio azul.
—¿Eso tan antiguo?
—Lo haces muy bien. Muéstrales algunos compases.
Lo único que desea chica lista es ser persuadida. Bajó en picado y giró a la vez, y saltó en busca de altitud sin romper el ritmo de su baile. Mientras tanto encontré la frecuencia y le pedí a Libby que hablara con la oficina de Ishtar.
—Circuito auxiliar, Lib…
Lo cual fue todo lo que necesitó Deety para cerrar la puerta del mamparo… dejando los valses de Strauss en la cabina, y una conversación muy privada por radio en el compartimento de atrás.
Cuando Deety abrió de nuevo la puerta del mamparo, aguardé a que informara después de sujetarse en su cinturón.
—¿Tienes algún número para mí, astrogador?
Nos habíamos puesto de acuerdo con un código muy sencillo: cincuenta y siete significaba cincuenta y siete segundos, pero cinco siete significaba cincuenta y siete minutos.
—No, Zebadiah. Cero. Ahora.
—De acuerdo. Lazarus, ¿puedes divisar tu casa en Boondock?
—Seguro. Pero nos estamos alejando de ella.
—GayDeceiverclínicaejecutaGaysalta. ¿Y ahora, Lazarus?
—Prácticamente debajo de nosotros. No puedo verla.
Puse a mi bebé en un picado vertical.
—¿Puedes orientarme ahora?
—Sí, es… ¡Hey! ¡Hay una nave en el aparcamiento de Dora! ¡Vaya descaro! Voy a darle algún que otro dolor de cabeza a alguien. El hecho de que Dora lleve mucho tiempo fuera es irrelevante; ese es mi lugar de aparcamiento. ¿Ves esa nave redonda? ¡Entrometido! Mi casa es esa más bien grande con el doble atrio al norte.
—¿Es correcto que aparque junto al intruso?
—Es correcto, pero no hay espacio suficiente.
—Lo intentaremos. Cierra los ojos. —Me estabilicé verticalmente sobre el lugar que Lib les había dicho que mantuvieran despejado—. ¿Tomado el blanco, chica?
—Fijado, jefe.
—Nuevo programa palabra código «Maureen», te lo digo tres veces.
—Lo oigo tres veces.
Estábamos bajando mucho.
—¡Maureenejecuta!
—Eres una chica lista, Gay. Abre tus puertas. Las abrió, pero respondió:
—Si soy lista, ¿por qué yo no fui también invitada? Están Dora Long y Atenea Long… ¿soy yo una ciudadana de segunda clase?
Me dejó con la boca abierta. Y el asunto fue salvado por dos queridas. Libby dijo:
—Gay, no sabíamos que eso te preocupara.
Y Deety dijo:
—Gay, o somos aceptadas las dos o no lo será ninguna. Es una promesa.
—Buenas noches, Gay —dije apresuradamente—. Corto. La gente convergiendo hacia nosotros. Gay respondió:
—Tiempo de dormir. Enterada y corto —en el mismo momento en que Laz y Lor llegaban en vanguardia, trotando juntas. Lazarus se detuvo, incrédulo.
—¡Hey! ¡Esa es Dora!
—Por supuesto que lo es, viejo compadre. ¿Qué esperabas?
(Lor, creo).
—¿Pero cómo habéis llegado antes que nosotros? Sé lo que esa nave puede hacer; yo mismo hice su diseño de base.
—Viejo compadre, llegamos aquí hace tres semanas. Tú simplemente aún no comprendes el viaje por el tiempo.
—Hum… creo que no.
Había un número reducido de coches visibles, puesto que Tamara e Ishtar habían limitado el comité de bienvenida a un puñado de los más antiguos…, no de más edad, sino más antiguos en aquella familia. Así nos encontramos de nuevo con Ish, ya no embarazada, y fuimos presentados a un hombre joven llamado Galahad, a la increíble Tamara, que es Maureen rediviva pero no es como ella (excepto que sí lo es, y no me pidan que se lo explique), y a una belleza que hubiera vuelto celosa a Helena de Troya pero que no parecía saber que era hermosa, la Hamadriade. Lazarus parecía irritado de que alguien llamado Ira no estuviera en casa.
Momentáneamente, nosotros (mi esposa Deety y yo) fuimos dejados aparte hablando con las gemelas.
—Os prometí a ambas un paseo. Vamos.
—Oh, pero no podemos ahora, porque…
—… estamos celebrando la llegada…
—… de vosotros cuatro, y estaremos muy ajetreadas. ¿Mañana?
—No hay mañanas. Callaos, subid, ajustaos los cinturones. ¡Pronto!
Se apresuraron.
—Fija el tiempo —le dije suavemente a Deety, mientras nos atábamos los cinturones—. Gay Deceiver, despierta. —Lo hizo—. Cierra puertas.
—Hermeticidad puerta de estribor comprobada.
—Lo mismo de este lado. GaysaltaGaysaltaGaysalta. Pichón volteador, ejecuta. Laz-Lor, ¿podéis localizar vuestra casa desde esta distancia? Unos treinta kilómetros acercándonos.
—No estoy segura…
—… creo que yo puedo.
—Gay clínica ejecuta. ¿Sabéis ahora dónde estáis?
—Sí, esto es…
—Gay termita.
—¡Oh!
—Vivimos aquí durante un tiempo. No teníamos anexo por aquel entonces, y teníamos que llevar un guardia armado incluso para ir a orinar. Hasta yo. Un lugar encantador, pero peligroso. Gaycasa. —Incliné el morro hacia abajo—. Y este era nuestro perma… ¡Deety!
—No hay cráter, Zebadiah. Parece igual a cuando Pa y yo lo alquilamos. Esto es para asustarse.
—Gemelas, algo no va bien; tengo que comprobar. Gaytermita.
Estábamos de vuelta en la orilla termita. Practiqué respiración yoga mientras Deety explicaba que aquel lugar de donde había desaparecido el cráter había sido el emplazamiento de nuestro antiguo hogar… pero no podía ser. Añadí:
—Mirad, queridas…, no podemos dejar esto. Pero podemos devolveros a Boondock inmediatamente. ¿Queréis volver a casa? —La misma silenciosa consulta.
—Allá donde vaya nuestro hermano…
—… iremos nosotras. Nos quedamos.
—Gracias. Ahí vamos. Gay casa Gaysalta. —Ningún cráter. Le dije a Gay que se pusiera en modo de crucero—. Muestra mapa, Gay. Cambia escala. Deseo Snug Harbor y el campus en la misma pantalla. Deety, calcula la distancia más corta de aquí al campus. El mío, no el vuestro en Logan.
—No es necesario. Ocho cinco seis unidades.
—¿Gay?
—No discutas con Deety, jefe.
—Dirígete al campus, Gay. Tránsito, Deety.
—¡Preparado!
—Ejecuta.
Luego tuve que ajetrearme, habiendo aparecido en medio del tráfico de la ciudad con altitud, dirección, etcétera, equivocadas. Ignoré las señales de la policía, zumbé hacia el campus. Todo parecía normal. Giré y floté sobre la casa de «Liosa»…, que no estaba allí. Había otra casa distinta. El terreno de aparcamiento no estaba pavimentado. Y uno no hace crecer robles de doscientos años en menos de siete semanas. No brotó ningún sonido del asiento de atrás. Ni de mi derecha. Tuve que obligarme a mirar hacia mi derecha.
Deety seguía aún allí, y solté el aliento. Ella estaba luchando como presa de todas las crisis: ninguna expresión en su rostro, y nada que decir excepto palabras sin sentido. Un policía aéreo estaba intentando causarme problemas, ordenándome que le siguiera y aterrizara, así que le dije a Gay que saltara, luego conduje hasta mi propio vecindario. No tuve ningún problema en localizarlo… los cruces, y el supermercado de al lado, todo tan familiar como la iglesia presbiteriana al otro lado de la calle frente a mi casa de apartamentos.
Pero no era mi casa de apartamentos; ésta tenía tres plantas, y estaba edificada alrededor de un patio central.
Hice que Gay saltara cuatro veces en rápida sucesión.
—Deety, ¿deseas echar una mirada a Logan?
—No, Zebadiah. Conozco las inmediaciones de la casa de tía Hilda lo suficientemente bien como para estar segura. No es su casa, falta la piscina, y el terreno de aparcamiento donde fue destruido nuestro Buick es ahora un parque con tres grandes árboles. Supongo que debes de conocer tu antigua casa tan bien o mejor.
—¿Aterrizamos y añadimos otro Almanaque Mundial a nuestra colección?
—Si quieres. No para mí.
—No vale la pena correr riesgos. Dime… ¿cómo se siente uno al saberse borrado?
¿Tachado completamente? ¿Suprimido? ¿Echado de la obra?
—No siento nada, porque no he sido nada de eso. ¡Yo soy real, lo soy!
Miré detrás nuestro. Sí, Laz y Lor estaban allí, inmóviles.
—¡Gaybichosfuera!
Realmente se parecía a nuestro trozo de «fondo de mar muerto». No pude ver nada de los restos del ornitóptero del coronel Morinosky. A menos que hubiera sido realmente cosa de la erosión —lo cual no creía—, algo había pasado por allí y había borrado todas las huellas del trasto incendiado.
¿Un borrador?
Hice que Gay saltara, y la hice emprender una curva de búsqueda hacia atrás, y creí captar un destello hacia el nordeste. Salté de nuevo. Una ciudad. Pasaron unos breves momentos hasta que vi dos torres gemelas. Nos dirigimos hacia ellas.
—Deety, ¿supones que la otra Dejah Thoris estará en casa?
—Zebadiah, no tengo intención de comprobarlo. Pero me gustaría acercarme lo suficiente como para asegurarme de que esas son las torres gemelas de Helium. Quizá vea un thoat. O un hombre verde. Algo.
Vimos un thoat, de los pequeños. La descripción era exacta.
—Gay terreno de desfiles.
—No programable.
—Hum… Gay, tienes en tus memorias un mapa de Marte-diez mostrando las zonas inglesa y rusa. Muestra en pantalla.
—No programable.
—Gay termita.
La orilla termita estaba aún en su lugar.
—Gay Deceiver. Maureen. Ejecuta. Abre tus puertas.
Hamadriade había empezado a girarse hacia nosotros cuando cerramos las puertas para irnos; seguía aún girándose cuando las abrimos.
Me solté el cinturón, diciendo:
—¿Estáis bien las dos, ahí atrás?
—Sí, Zeb y Deety, y os damos las gracias a ambos, pero…
—… ¿hay algo que podamos decir…
—… o debemos mantener esto Muy Secreto Bajo Pena de Degüello?
—Laz-Lor, no creo que importe. Es difícil que seáis creídas.
Mamá Hamadriade se detuvo junto a mi puerta, nos sonrió a todos, y dijo:
—¿Puedo mostraros vuestra suite en vuestra casa? Tamara fue quien la eligió; podéis cambiarla si queréis. En nuestra nueva ala del norte tenemos mucho espacio aún disponible. Chicas, habrá una hermosa fiesta de bienvenida esta noche. De etiqueta. Descubrí que no me sentía trastornado por haber sido «borrados». Estábamos en casa.
Postcriptum