EN EL MUNDO
Siempre a instancias de Rodero, Berganza sigue repasando sus notas manuscritas.
—Y en esta misma línea de tendencia a la verborrea, tenemos sobre todo a un tal Blas Montero Salas, más conocido como Betoven, ya les he hablado de él: el de Guy de Maupassant… Inconfundible, parece un einstein con melenas y bigote; bancario jubilado, separado de su mujer desde el 90, un hijo al que no ve desde hace años… Es igual de extravagante que el resto de los que han ido a parar allí pero bastante más ilustrado; le gusta gusta beber güisqui y chismorrear con el primero dispuesto a escucharlo. Llegamos al extremo de evitarlo, era capaz de tenernos entretenidos con naderías durante horas, pero puede ser interesante si uno dispone de tiempo.
—A ése sí lo conocí —dice el comisario, que desde hace un rato parece algo más interesado en la reunión—, tomamos un café en uno de los bares y me estuvo explicando no sé qué historia de los buenos y los malos…
—Sí —dice Berganza—, según él la humanidad se divide en un noventa y dos cincos por ciento…, los buenos, los malos y los normales…