XXIX

2 de abril de 1971

Querido Miguel:

Acabo de recibir tu carta, y me ha dejado una sensación de angustia. Resulta evidente que eres muy desgraciado.

Quizá tendría que desdramatizar esta carta tuya. Quizá tendría que decirme a mí misma que todo puede consistir en que hayas discutido un poco con tu mujer y te sientas solo. Pero no logro desdramatizarla. Estoy asustada.

Podría ir a verte, si no puedes venir tú. No me resulta fácil, porque no sé cómo dejar a la niña y a Orestes, y además no tengo dinero. Pero esto sería lo de menos, porque se lo pediría a mamá. Mamá no acaba de encontrarse bien, sigue teniendo un poco de fiebre de vez en cuando, y no le voy a decir, por supuesto, que he recibido una carta tuya que me ha asustado. Si decido hacer el viaje y le pido dinero, le diré que, ya que no puedes venir tú por razones de trabajo, se me ha ocurrido a mí hacerte una visita.

Me dices que en estos momentos no te apetece sentir sobre tu persona la mirada de la gente que te quiere. De hecho, los ojos de la gente que nos quiere son difíciles de soportar cuando estamos pasando por trances difíciles. Pero es un escollo que se supera rápidamente. Los ojos de la gente que nos quiere pueden ser, al juzgarnos, sumamente límpidos, misericordiosos y exigentes; y aunque pueda ser duro, en última instancia resulta saludable y beneficioso para nosotros afrontar la claridad, la exigencia y la misericordia.

Tu amiga Mara ha dejado a Colarosa y se ha ido. Me ha escrito. Está viviendo en Novi Ligure, en casa de una criada de sus primos. Se encuentra en una situación desesperada, sin encontrar un sitio para vivir y sin tener nada en el mundo, excepto un quimono negro con girasoles, un abrigo de visón y un niño. Pero tengo la impresión de que todos nos las arreglamos con un arte especial para meternos en callejones sin salida, de los que nadie va a ser capaz de sacarnos, y que no nos permiten andar ni para adelante ni para atrás.

Escríbeme, aunque sólo sean unas líneas, para decirme si puedo ir a hacerte una visita. No quiero ir si la idea de volver a verme te resulta intolerable.

Angélica