XIII

8 de enero de 1971

Querido Miguel:

Ayer se abrió el testamento de tu padre. Este testamento lo tenía Lillino. Tu padre lo redactó en cuanto empezó a encontrarse mal. Yo no tenía ni idea. Estuvieron conmigo en el despacho del notario Lillino, Matilde, Angélica, Elio y Viola. Orestes no pudo venir porque tenía no sé qué compromiso en el periódico.

Tu padre te deja a ti una colección de cuadros, los que pintó entre el 45 y el 55, la casa de la calle San Sebastianello y el torreón. Me da la impresión de que tus hermanas salen mucho más perjudicadas. A ellas les deja las tierras aquellas cerca de Spoleto. Algunas se habían vendido ya, pero todavía quedan. A Matilde y a Cecilia tu padre les deja un mueble, el aparador de estilo barroco piamontés. Matilde ha puntualizado enseguida que lo disfrutará Cecilia, porque ella no sabe qué hacer con semejante aparador. Pues lo que es Cecilia que está medio ciega y con la cabeza perdida, ya me dirás también qué disfrute va a ser el suyo.

La casa de la calle San Sebastianello me tienes que decir lo que quieres hacer con ella, si venderla, alquilarla o venirte a vivir. El torreón, como ya te dije, ese arquitecto había empezado a arreglarlo, pero ahora se ha paralizado todo. Los proyectos que tu padre había firmado suponen unos gastos por las nubes. Lillino dice que tendremos que ir él y yo a echarle un vistazo al tal torreón y a las obras que ya se han llevado a cabo. Lillino no ha visto nunca el torreón, pero dice que no puede ser una buena inversión porque habría que abrir un camino en la roca para poder llegar con el coche. Ahora solamente se puede llegar a pie trepando por un sendero entre peñas. Yo, la verdad, no tengo muchas ganas de escalar esas peñas con Lillino.

Me gustaría que vinieras tú a verlo y a decidir lo que sea. Yo no puedo decidir por ti. Cómo quieres que decida, si no tengo la menor idea de dónde quieres vivir ni cómo.

Tu madre