Samuel

Segunda carta al maestro

El dentista

No preciso decirte cuánto me desilusionó que me abandonaras en Baltimore en ese pequeño y triste cementerio. Me recosté y oí tus pasos estaba seguro de que regresarías. La desilusión me dolía en los nudillos no sabes por cuánto tiempo lloré cuando entendí que no me querías más contigo. Vergüenza.

Dijiste que nadie me encontraría y que no me mandarían a la plantación y eso fue verdad. Nadie sabía si yo era blanco o negro yo no era nada una categoría única dijiste. Durante muchos años viajé por América y traté de olvidarte, pero recordaba tus historias. Me vestí como un mendigo de ningún lado anduve por las calles soy tan bajo que no me ven. Cuando te encontré en Baltimore en Richmond en Filadelfia te seguí como una sombra agazapada no dije nada no era nadie adoraba verte y seguirte.

Cuando vi tus historias publicadas en periódicos y revistas me alegré. Las leo mejor que nadie sir soy tu único lector verdadero.

Ahora comprendí que todo esto será real y que eso es bueno.

Cuando tu terror se haga realidad América podrá cambiar.

Llegué a Nueva York desde Filadelfia y la ciudad se abrió como un sueño. Viajaron sobre mares enormes para llegar aquí a la gran confusión. Mendigos malabaristas granjeros con grandes sueños escandinavos piadosos e irlandeses con sal en los ojos. Llegaron tras la felicidad salieron de las planchadas a través de las calles pero terminaron en las villas de emergencia. El frío de la noche entró en sus tiendas a la mañana se despertaron en el suelo con las manos congeladas. Todas las personas aquí. Hombres ricos con sombreros altos. Carteristas borrachines bomberos con puños como cuero quemado. Anduve por la ciudad y vi las caras de las vendedoras en el mercado bomberos niños irlandeses sucios con los ojos brillantes de alcohol vi la ciudad que crecía alrededor de ellos. Caminar para mí es un oficio.

Mi tarea quedó clara enseguida cuando leí tu novela Berenice. La escribiste para mí, ¿no es cierto, maestro?, me diste una indicación. Les mostraré cómo terminará su nuevo mundo.

Les mostraré el miedo.

Con Berenice comenzó mi lección para que entiendan tu mundo. En cuanto vean el terror comenzarán a repensar su plan para el mundo.

Antes de encontrarla tuve que aprender y entre una y otra cosa leí el Tratado sobre los dientes humanos de R. C. Skinner has leído este libro maestro es interesante. Entiendes Skinner está preocupado por el estado de la profesión de los dentistas. En los pueblos hay mecánicos viajantes que sacan dientes y barberos dentistas aficionados sin los conocimientos necesarios sobre limpieza extracción reemplazos trasplantes fabricación de prótesis dentarias sí sin nada de la higiene necesaria. Recorrí la ciudad y busqué el dentista apropiado pero lamentablemente descubrí que muchos de estos tipos eran incompetentes además de muy poco amables. Cuando me presenté para ofrecer mi asistencia gratis me respondieron ya con un portazo en la cara o me hicieron ver algo que yo no tenía ganas de ver. Skinner escribió acerca de cuán importante es que no haya mucha suciedad bacterias cerca de la boca del paciente es por las malditas bacterias que a la gente le duelen los dientes una vez que han ido al dentista.

El único que me aceptó fue un dentista viejo con cataratas en los ojos. Aprendí tanto del doctor Flagger entre otras cosas a utilizar diferentes instrumentos. Una vez me llevó a una demostración que un doctor Gardener hizo para mostrar los buenos efectos de un anestésico el gas nitrógeno. Señoras elegantes aspiraban el gas de botellitas marrones sir era gracioso ver el efecto un muchacho se puso tan contento que se arrojaba sobre los bancos y los árboles para mostrar que no sentía ningún dolor. Desde ese día el doctor Flagger comenzó a usar el gas en sus pacientes estaban estirados en la silla sin sentir nada parecía que dormían. Yo estaba al lado del doctor Flagger y le alcanzaba los instrumentos escuchaba su voz amistosa.

Cuando aprendí lo que necesitaba saber del oficio blanco empecé a buscar un trabajo en donde pudiera llevar a cabo tu fantástica novela. Caminé por los cementerios de Nueva York y pregunté si necesitaban ayuda pero como de costumbre me echaron al final encontré un hombre un rapavelas muy delgado que se llamaba Stroke y necesitaba la ayuda que yo podía darle.

Soy fuerte le dije y después de unos días pudo ver lo fuerte que era.

Te cuento todo esto para que entiendas que no me tomo nada a la ligera sino que trabajo mucho para hacer honor a tu estándar.

Encontré a Berenice frente a una tienda de vestidos en una calle lateral de Broadway estaba parada y admiraba un vestido en una ventana pero enseguida reconocí su cara por la novela maestro era ella.

Le gusta el vestido, señorita, le pregunté.

¿Perdón?

Disculpe señorita no era mi intención molestarla sólo quería decir que ese vestido le va a sentar muy bien.

Le hablé muy educado para que entendiera que yo no era peligroso.

Pero de todos modos se volvió y se alejó rápido por el callejón.

Al día siguiente la esperé en uno de los portales oscuros. Cuando pasó debajo de mí salté la barandilla. Le puse la mano en la garganta y apreté el pañuelo con nitrógeno líquido contra la nariz y la boca.

Sus ojos se volvieron pesados y soltó el paquete con el vestido, le cayó entre los pies como una bolsa de manzanas podridas. La arrastré hasta una entrada. La puse en un saco. Busqué la carretilla. Puse unas tablas sueltas sobre el saco. La llevé hacia el río en la carretilla. La cargué dentro del viejo depósito donde había reunido todo lo que precisaba. Cuando la arrastré dormía todavía, parecía hacerlo sin ninguna preocupación. Ahora era mía.

La despertó un ruido fuerte y sé que sintió la presión en la mandíbula cuando abrió los ojos no vio nada estaba oscuro dentro del cobertizo. Estuve largo rato mirando su cara. Mi querida quería ponerse de pie pero descubrió que no podía el torso los brazos estaban atados al banco no podía ni mover la cabeza. La cabeza estaba fija a una máscara que estaba afirmada al banco ella estaba acostada parecía una muñeca en una trampa para zorros.

Quería decir algo pero no salían ruidos normales de su boca se oía como un bebé o un animal que trata de hablar. Estaba oscuro en el cuarto. No me veía. Los ojos recorrían el cuarto. La lengua quieta anestesiada.

Mi amada no vio nunca mi cara. Vio la luz directamente arriba y oyó el ruido de las tenazas en mi mano y entonces sintió que los muslos se le calentaban y se le mojaban de pis. Me incliné sobre ella vio las tenazas en la mano las miró con fijeza y esperó el dolor una presión fría sobre la lengua y entonces el dolor le llegó como un balde de agua hirviente y todo el cuerpo delgado se sacudió. Cuando comprendió que ya no tenía lengua toda la cara comenzó a sacudirse calambres en el cuerpo y entonces los ojos se volvieron blancos.

Estuvo así durante varias horas no sé cuánto durmió.

Entonces volvió el dolor en la boca y mi amada abrió de nuevo los ojos la anestesia había pasado y la boca se sentía como un cráter activo. En la luz vio los dientes que arranqué uno por uno de su boca trabajé con tranquilidad. Las tenazas aparecieron delante de sus ojos y desaparecieron de nuevo. Mi preciosa Berenice podía gritar pero no podía hacer nada con el dolor que la comía viva.

Yo era su salvador y su renovador sir. Salí del cementerio con el corazón aliviado. Al principio el criptograma los confundiría. Después entenderían. Pronto la encontrarían y el miedo se extendería por el mundo.

Y así llega el tiempo del cambio.

Sir ¿no le llena de felicidad leer esto?

Unos días después apareció en el Sun el artículo sobre el «espantoso hallazgo en el cementerio».

Oh yo estaba orgulloso como un gallo sir ése era un buen signo. Mi primera lección en los periódicos esto era de veras el comienzo. Lo arranqué con cuidado y lo plegué lo puse en un sobre y se lo envié al importante redactor Rufus Griswold.