Capítulo Once

UNA semana más tarde, ya en Londres, Vivi sentía en los huesos el frío invierno que había llegado antes de lo habitual. Gia había entrado en una fase creativa, lo que significaba que la dejaba a ella al cargo de todo. Así que sus días eran una pesadilla; pero también sus noches, que pasaba en vela. El dolor que sentía en el pecho aumentaba día a día, incluso pensó que nunca se le pasaría.

Finalmente, una mañana, hastiada de la aburrida monotonía de su vestuario, se puso unos vaqueros y un jersey y fue directa a la sala de muestras. Allí encontró una camisa escarlata y se la puso. Luego fue al despacho de Gia y entró sin llamar. Esta alzó la cabeza y la miró con frialdad. Vivi dejó una grabadora sobre el escritorio y dijo: —Si necesitas tomar alguna nota para mí, el guardaespaldas puede llevar esto. No pienso levantarme nunca más a las tres de la madrugada. Necesito descansar —dijo precipitadamente.

Gia continuó mirándola, impasible.

—¿Algo más? —preguntó, finalmente.

Vivi continuó sin pensárselo:

—Necesito un asistente para trabajar en el nuevo proyecto de distribución online. Y quiero unos días de vacaciones. Siento no avisarte con más tiempo, pero las suspendí para el reportaje de Génova y necesito tomármelas ahora.

Si Gia reprobaba su comportamiento y la despedía, encontraría otro trabajo. Tenía un buen currículum y prestigio en la industria. Suspiró y esperó a que la bomba estallara. Pero Gia se limitó a parpadear y decir: —Muy bien.

—¿De verdad? —preguntó Vivi, perpleja.

—Claro —dijo Gia, riendo.

—Vale —dijo Vivi, yendo hacia la puerta antes de que Gia cambiara de opinión.

—El rojo te queda bien —comentó Gia—. Llevo tiempo esperando a que seas tan mandona conmigo como con los demás —añadió.

—No pretendo ser mandona —dijo Vivi con una risita—. Solo... equilibrar las cosas.

—Me gusta —dijo Gia con ojos chispeantes—. ¿Podrías traerme...?

Vivi alzó la mano. No pensaba ceder un segundo después de haber ganado una batalla.

—Te mandaré a alguien para que tome notas. Yo estoy libre por unos días, ¿te acuerdas?

Gia rio.

—Claro, claro. Pero no más de cuatro días. No puedo pasar más tiempo sin ti.

Vivi no había tenido tantos días seguidos de vacaciones desde hacía cuatro años, y aunque sonrió ante el reconocimiento de Gia de que era imprescindible para ella, pensó que se merecía aún más.

Ya en su despacho, suspiró profundamente, diciéndose que si podía manejar a Gia también podría poner el resto de su vida en orden.

—¿Puedes firmar esto, Vivi? —preguntó la recepcionista, asomando por la puerta.

Se trataba de dos paquetes. Vivi firmó y, ya a solas, abrió el más pequeño. Dentro había un sobre voluminoso, y el corazón se le aceleró al reconocer la letra de su madre.

Dentro, había un montón de cartas sujetas por un elástico. Cada sobre llevaba su nombre, pero no tenía dirección. Se le puso la carne de gallina y tuvo que sentarse porque le temblaban las piernas. Las cartas estaba firmada por sus padres. Eran las cartas que le habían escrito a lo largo de los años y que no habían sabido dónde enviar.

Vivi sintió que el corazón iba a estallarle. ¿Cómo habrían averiguado dónde localizarla? Quienquiera que los hubiera informado, también había especificado que se hacía llamar Vivi y no Victoria.

Dejó las cartas a un lado para leerlas con calma y abrió el otro paquete. Al ver que se lo enviaba Nico, frunció el ceño. No tenía interés en ver las fotografías de Génova. Pero en una esquina del sobre había escrito: «He pensado que querrías ver esto. La tomé el otro día, mientras descansabas».

Era una fotografía ampliada y enmarcada. Vivi estaba acurrucada en brazos de Liam. Retrataba el instante en que ella había despertado y miraba a Liam a los ojos. Un momento revelador.

Aquella fotografía era puro arte. Pero sobre todo era la prueba palpable del amor que ella sentía por Liam. ¿Y viceversa?

Vivi sintió una presión en el pecho. Quería creer en la imagen que tenía ante sí.

Había alcanzado una notoria posición personal y profesional habiendo partido de la nada; sin tan siquiera el amor de una familia. Ella no había llegado a comprender nunca hasta qué punto Liam había carecido de todo, cuánto había tenido que trabajar, apoyándose exclusivamente en sus habilidades deportivas y en su encanto. Y aun así, por ella, había renunciado a todo lo que tanto le había costado conseguir.

Vivi sintió un profundo dolor al darse cuenta de que Liam había querido ayudarla; que haberla puesto en contacto con sus padres era una prueba de generosidad y de afecto. Había sido su forma de demostrarle lo que sentía.

Liam la había escuchado. Pero, ¿ella a él? Vivi se puso en pie. Iría a ver a sus padres y se reconciliaría con el pasado, pero antes tenía que hacer otra cosa: reclamar su futuro.

Dieciocho horas más tarde, llamó a la puerta con piernas temblorosas y el sobre debajo del brazo. Estaba en Italia, y rezaba por que Liam estuviera en la oficina.

Una mujer con unas piernas increíbles abrió la puerta. Vivi preguntó por Liam.

La mujer la miró con curiosidad, llamó a otro empleado, intercambiaron unas palabras en italiano, y se fue.

—Creo que está en su despacho —dijo el hombre. Y tras una breve pausa, añadió—: Sígame.

—¿Liam? —el hombre empezó a hablar en italiano. Liam se puso de pie de un salto, y su empleado salió, cerrando la puerta.

—¡Victoria! —dijo Liam, esforzándose por mantener una expresión normal.

—Sí —dijo ella. Mirando a su alrededor, vio una pequeña bolsa de viaje—. ¿Vas a alguna parte?

Liam esbozó una sonrisa.

—Ya no.

Victoria exhaló el aliento sonoramente. Nunca se había sentido tan nerviosa. Ni siquiera cuando había dado la espalda a todo. Porque por primera vez en su vida sabía exactamente lo que quería y hasta qué punto le importaba.

—Me han mandado un paquete —se corrigió—: De hecho, dos —ante la mirada expectante de Liam, añadió—: Has sido tú quien les ha dado mis señas, ¿verdad?

Liam permaneció callado y ella continuó:

—Solo puedes haber sido tú —consiguió sonreír.

—¿Qué contenían?

Vivi sintió que se le humedecían los ojos.

—Todas las cartas que me han escrito mis padres a lo largo de los años y que no han podido mandar.

—¿Has ido a verlos?

Vivi negó con la cabeza.

—Antes tenía que verte a ti.

Liam escrutó su rostro ansiosamente.

Vivi dio un paso adelante.

—El segundo paquete era de Nico —carraspeó, sacó la fotografía y la dejó sobre el escritorio, ante Liam—. ¿Te la enseñó a ti?

Liam miró la foto largo rato. Vivi, con el corazón palpitante, decidió dar el último paso. Iba a decir lo que verdaderamente quería.

—He llamado a mis padres y les he ofrecido una rama de olivo —Vivi suspiró profundamente—. Pero ahora me faltas tú.

—¿Me estás tendiendo una rama de olivo?

—No, por ti... —Vivi hizo acopio de valor—, voy a luchar todo lo que haga falta.

Se acercó a Liam y este alzó la barbilla, observándola.

—Siento haberme enfadado —dijo Vivi.

—Nunca me ha importado ser la única persona con la que te atrevías a pelear —dijo él, esbozando una sonrisa.

—Tenía miedo —dijo ella con dulzura—. Por eso te dije que te fueras.

—Fue muy doloroso —dijo él.

—Lo siento —dijo ella.

—Me lo merecía —dijo él—. Tenías razón al acusarme de no escuchar. Estaba demasiado ocupado buscando soluciones, como acostumbro a hacer, y no tuve en cuenta tu opinión. Lo siento. Y cuando dijiste que yo no quería nada más de ti...

—Tú mismo me lo dijiste en una ocasión.

—Pero tengo derecho a cambiar de opinión —dijo él sonriendo—. Además, no se trata tanto de un cambio de opinión como de haber descubierto la verdad.

—¿Y cuál es la verdad? —preguntó Vivi, temiendo que el corazón fuera a estallarle.

—Que te amo, que siempre te he amado. Y por eso lo dejé todo por ti.

Y el error de Vivi había sido creer que solo era un reto para él; no haberse dado cuenta de que había renunciado a tantas cosas como ella.

Con los ojos llenos de lágrimas, miró la fotografía y luego a Liam.

—Todavía tengo miedo, Liam. Pero voy a pedirte algo: que te acerques a mí.

—No puedo.

—¿Por qué? —preguntó Vivi, desconcertada.

—Porque ya sabes lo que pasa si te toco.

Vivi se mordió el labio.

—Eso era lo que confiaba que pasara —dijo con picardía.

—Antes tenemos que hablar —dijo él.

—Te amo, siempre te he amado, y me aterroriza.

Liam dio el paso que los separaba y la abrazó.

—No tienes de qué tener miedo —dijo, contra su cabello. Y la besó con todo el amor que sentía—. No puedo perderte. Por eso iba a Londres, para decirte todo lo que sentía por ti, para recuperarte —la estrechó con fuerza contra sí—. Debía haberlo hecho hace años.

—No —dijo Vivi—, hasta ahora no estábamos preparados. Teníamos que madurar —sonrió—. Y tú tenías que montar un negocio. Ahora es el momento perfecto.

Pero de pronto la realidad interfirió con el sueño y no pudo evitar expresar un temor:

—¿Cómo podemos hacerlo? La última vez lo hicimos tan mal...

Liam le tomó el rostro entre las manos y dijo:

—No fue un fracaso, sino un error. No volverá a pasar porque siempre te escucharé.

—Y yo a ti —dijo Vivi, asiéndose a su camisa como si no quisiera dejarlo ir—. Podemos mantener una relación a distancia.

—No. No quiero pasar más noches sin ti. Voy a vender mi empresa y a empezar un nuevo proyecto allá donde tú estés.

Perpleja, Vivi retrocedió un paso.

—¡No puedes hacer eso!

—Claro que sí —contestó él, riendo—. Cariño, estoy aburrido; necesito nuevos retos —la miró fijamente y añadió precipitadamente—: Y no, de ti no me aburriré nunca.

Pero no era eso lo que preocupaba a Vivi.

—Tu carrera es importante. No quiero que la sacrifiques por mí. No me lo perdonaría.

—No es ningún sacrificio. No pienso perderte.

—Pero tu negocio...

—¿Qué te preocupa, la seguridad económica o yo? —preguntó Liam.

Vivi lo miró y vio en sus ojos la misma vulnerabilidad que había captado la fotografía. Entonces comprendió que también él tenía miedo.

—Tú —se abrazó al cuello de Liam—. Tú, tú, tú.

—Entonces todo irá bien. Tengo nuevos retos, empresariales y familiares —Liam sonrió de oreja a oreja—. Confía en mí, Vivi, mi Victoria, mi vida.

Vivi sonrió, consciente de que los unía mucho más que el sexo.

—Si me lo pides, hasta iré a correr contigo y con Gia —masculló Liam.

—No hace falta —dijo ella con orgullo—. Le he dicho que vaya con su guardaespaldas.

Liam rio y la besó.

—¿Cómo ha reaccionado? —preguntó, divertido.

—Encantada. Pero sigue habiendo un problema.

—¿Cuál? —preguntó Liam, inquietándose.

—Estoy tan acostumbrada a ejercitar mi cuerpo de madrugada, que voy a tener que sustituir esa actividad por otra igualmente intensa.

Liam sonrió con picardía y la tomó en brazos.

—Se me ocurren varias maneras de ayudarte —dijo.

Vivi rio, dejándose llevar a un sofá por el gran amor de su vida.

Un buen rato más tarde, Liam la miró fijamente y susurró:

—Siempre has sido tú.

—Y para mí, tú —dijo ella.

Finalmente. Siempre. Para toda la vida.

Si te ha gustado este libro, también te gustará esta apasionante historia que te atrapará desde la primera hasta la última página.

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Table of Content

Portadilla

Créditos

Prólogo

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

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