Capítulo Nueve

SUS labios rozaron los de ella levemente. Ella ladeó el rostro y oyó un ronroneo escapar de la garganta de él. El beso se hizo más profundo. Ella abrió los labios y él reclamó su lengua, le acarició el paladar.

La había seducido. Había sido suya desde el instante en que lo vio en el cuarto de baño, cuando ella salía de la ducha y él emergió del vapor, todo fuerza, todo masculinidad. Y diversión. El beso había comenzado con una sonrisa y una intimidad a la que no había podido resistirse.

Él acompañó el beso con sus manos, que recorrieron su cuerpo. Con una mano la empujó contra sí a la vez que le hacía retroceder hasta chocar contra la pared. Con la otra mano le cubrió uno de los senos, acariciándole el pezón con el pulgar. Entonces fue ella quien gimió, quien se arqueó contra él, alzándose sobre los dedos de los pies para acercarse aún más.

Quería más. Mucho más.

Vivi abrió los ojos y contempló el techo. No era solo un sueño. Era un recuerdo.

Aquel primer beso había tenido lugar al lado de un restaurante de carretera. Ella se sentía a un tiempo libre y asustada. Hasta aquel momento, solo había besado a Oliver.

Una vez liberada la pasión, todo lo demás pasó a un segundo plano. Pasaron en una habitación de hotel tres días. Luego viajaron hacia el sur, hasta que encontraron el siguiente hotel, donde pasaron varios días. Luego a otro. Siempre explorando y buscando la satisfacción física.

Vivi salió de la cama con un resoplido de frustración y sacó una botella de agua fría del minibar. Sus recuerdos tenían que estar teñidos de nostalgia. No era posible que hubiera sido tan increíble. Después de todo, habían pasado cinco años.

Y sin embargo, cinco años ya no parecían tanto tiempo.

Consiguió dormirse cinco minutos antes de que sonara la alarma. Mientras se duchaba, se dio una charla, diciéndose que podría manejar a Liam, que mantendría una reunión profesional. En menos de media hora habrían acabado, y se aseguraría de no tener que volver a verlo. Iba a ser muy sencillo.

El hotel de Liam quedaba cerca, pero Vivi tomó un taxi para evitar llegar al encuentro acalorada.

Liam la esperaba en el restaurante y la recibió con una sonrisa felina.

—¿Quieres comer algo?

—No, gracias, me basta con un zumo de naranja.

Mientras Vivi se sentaba, Liam pidió el zumo.

Liam la descubrió observándolo y enarcó una ceja.

—¿Cómo hacemos esto?

—Básicamente, tú me dices lo que quieres, y yo lo organizo —dijo ella, intentando no distraerse con la sonrisa que desplegó Liam—. Gia me ha dicho que haga lo que sea necesario para que esto salga adelante.

—¿Lo que sea?

—Está claro que no cambias —dijo Vivi con un suspiro—. Vamos, dime qué quieres.

—¿Así que esto es lo que haces? ¿Organizar la vida de Gia? —preguntó él sin perder la sonrisa.

—Es mi trabajo.

—Debe de ser agotador —Liam se reclinó en el respaldo mientras el camarero les servía dos vasos de zumo—. ¿Y cuáles son los beneficios? Está claro que no incluyen vestir sus diseños —añadió, mirándola de arriba abajo con obvia desaprobación.

Eso era precisamente lo que Vivi pretendía, pero no pudo evitar reaccionar a la defensiva.

—No necesito resultar llamativa, sino ser eficiente.

—¿Y por qué no las dos cosas?

—Tengo que pasar lo más desapercibida posible.

Liam rio.

—Te pongas lo que te pongas, jamás pasarás desapercibida.

Liam lo estaba logrando de nuevo. Le provocaba risa, le hacía sentir viva.

—¿Y no hay nadie en tu vida? —preguntó Liam.

Vivi entornó los ojos. Era tentador mentirle e inventar un amante apasionado. Pero su cuerpo dominó a su mente, y contestó por ella cuando todavía barajaba distintas opciones. Negó con la cabeza.

—No me digas que has vivido como una puritana todo este tiempo —dijo él, riendo—. ¿Todavía te sientes culpable por lo que pasó?

Vivi clavó en él la mirada. ¿Sabía que se había sentido culpable?

—Eras una niña buena, Victoria —continuó él con una dulce sonrisa—. Nunca contradecías a tus padres.

—Aquel día destrocé las expectativas de todo el mundo —dijo ella, acalorándose.

—Así es, pero no tienes por qué sentirte culpable. No engañaste a Oliver.

Desde el momento en que miró a Liam por primera vez, empezó a engañarlo.

—Rompiste con él antes de que pasara nada. La primera vez, me rechazaste.

Pero no había tardado en cambiar de idea.

—No te preocupes. Lo que pasó entre nosotros no me ha dejado una marca de por vida —dijo ella, riendo—. Lo he superado más que de sobra.

—Así que has tenido otros novios.

—Claro.

—¿Pero nada serio? —Liam no esperó a que contestara—. ¿Y ninguno en este momento?

—Nunca salgo con nadie durante la temporada de desfiles —dijo ella, acariciando el frío vaso—. Los hombres se quejan de que no les dedico suficiente tiempo, me acusan de desatenta.

Liam rio.

—¿Tú, desatenta? Me cuesta imaginarlo. Siempre fuiste una amante muy generosa.

Vivi pasó por alto el comentario.

—Sabes a lo que me refiero: a la gente no le gusta estar con alguien volcado en su trabajo.

—Pensaba que un buen compañero apoyaría a su pareja, y le ofrecería un masaje al final de un día agotador.

—¿Es eso lo que hacen tus novias? —preguntó Vivi con una exagerada dulzura.

—No, estoy tan soltero como tú —dijo él—. Las relaciones duraderas no encajan con mi personalidad —añadió con indiferencia.

—Pensaba que preferías seguir disfrutando de la variedad que te proporciona tu estilo de vida.

—Ya sé que imaginas lo peor de mí, pero no tengo nada de promiscuo.

—¿Quieres decir que no te acuestas con mujeres para conseguir tus objetivos?

Liam hizo una mueca.

—¿No te estás esforzando demasiado en meterte conmigo?

—Me limitaba a hacer un comentario. ¿No es verdad que el sexo es una extensión de los negocios?

—Estás decidida a tener una opinión deplorable de mí, ¿verdad? —dijo Liam, más divertido que molesto—. ¿Por qué este empeño en que te caiga mal? Lo siento, pero no voy a ayudarte. Soy un tipo legal y me gusta el sexo.

—No lo dudo —dijo Vivi, sarcástica.

—Ni yo que cualquier hombre que salga contigo es muy afortunado.

Vivi se mordió la lengua. Tenía que volver a un terreno neutro.

—¿O es que te estás reservando para tu hombre ideal? —preguntó Liam.

—Eso no existe —dijo Vivi con un resoplido—. Ni caballeros andantes, ni grandes amores —solo sexo y buena compañía. Y Vivi no tenía tiempo para ninguna de las dos cosas.

—Tienes razón —dijo Liam.

Y a pesar de que Vivi también lo pensara, se sintió herida.

—¿Podemos hablar de negocios? Tenemos tiempo limitado. Alannah tiene una sesión fotográfica en Venecia mañana y Gia va a tomarse unos días de vacaciones en un spa.

—Puedes retrasar el viaje de Gia, y yo mandar un avión privado a Alannah para que llegue a tiempo.

—¿Tanto te interesa?

Liam miró a Vivi fijamente.

—Quiero sus fotografías para la compañía.

Ningún hombre estaba interesado en Alannah solo sobre el papel.

—Además, no creo que sea su tipo. Ayer me miraba con una expresión extraña.

—¿Porque no te miraba con adoración? Me temo que está acostumbrada a que los hombres caigan rendidos a sus pies y no viceversa —dijo Vivi, esbozando una sonrisa—. Es el perfecto reto para ti.

—Te equivocas. No me parece que tenga la menor personalidad.

—Pues la tiene, aunque oculta. ¿Así que solo te interesan las mujeres que son un reto?

—Así es: me interesan las mujeres que me retan tanto física como intelectualmente.

—¡No vas conseguir que te crea, Liam!

Este miró a Vivi prolongadamente, hasta incomodarla.

—Puede que Alannah te mirara raro porque le dije que te gustaba que te atara y te diera de latigazos —dijo ella.

—En parte es verdad. Fui un juguete en tus manos —dijo él.

—Perdona, pero fue al revés —dijo ella, haciendo un esfuerzo sobrehumano por mantener la calma—. Querías ser aceptado, integrarte.

—Robarte de tu familia y de tu novio no fue la mejor manera de ser aceptado —dijo Liam con frialdad—. No fui más que el chico malo de tus fantasías. Pero cuando descubriste la realidad, huiste. Me usaste para escapar de tu prisión de clase media y de un matrimonio que te hacía sentir atrapada. Fui tu vía de escape, nada más.

Vivi no daba crédito a lo que oía.

—No tienes ni idea de lo que me costó abandonar mi hogar para irme contigo. Lo dejé todo, y eso era lo que tú querías —dijo ella con firmeza.

—Era lo que querías tú.

—¿Estás seguro? —preguntó Vivi, indignada. Liam nunca se lo había preguntado—. No te interesaba nada de lo que quería hacer. Asumiste que me adaptaría a tus planes, que te esperaría tumbada en la playa mientras tú navegabas. Solo te importaban tus sueños; nunca te molestaste en saber cuáles eran los míos —Vivi no quería entrar en recriminaciones—. Escucha: cambiaré la agenda de Gia y la de Alannah. Ya que no estás dispuesto a hablar de trabajo, será mejor que me vaya y te informe por correo electrónico —concluyó. Y, poniéndose en pie, fue hacia al puerta.

Liam la siguió fuera del restaurante.

—Solo quiero una cosa —dijo.

—¿Qué? —preguntó Vivi sin detenerse.

—Un beso de despedida.

Vivi se paró en seco y soltó una carcajada.

—No es lo normal en una relación meramente profesional.

—Sabes que es imposible que sea solo profesional —Liam dio un paso hacia ella—. Es mejor que lo aceptes —Vivi fue a protestar pero él le puso un dedo en los labios—: ¿No es mejor despedirse con un beso que con palabras ásperas?

Cinco años antes se habían despedido con una discusión monumental. Vivi no recordaba haber estado nunca tan enfadada. Había terminado perdiendo a Liam; y ya antes había perdido a su familia. Desde entonces, mantenía sus emociones bajo un férreo control.

—No es posible reavivar una llama —dijo, tratando de ignorar el cosquilleo que los dedos de Liam le provocaban en los labios.

—¿Tú crees? ¿No mejoran los sabores cuando han tenido tiempo de fusionarse? ¿No es esa la diferencia entre el mosto y el vino?

Vivi no podía permitirse el lujo de emborracharse de Liam.

—Eres incorregible.

—Pero sabes que tengo razón.

—No.

—Demuéstramelo.

—No vas a conseguir convencerme.

—¿No?

—Las demostraciones de afecto públicas son de mal gusto.

—No es cuestión de afecto.

—Entonces, ¿de qué?

Liam se movió con tal rapidez que no le dio tiempo a reaccionar. Tomándola por la cintura, la atrajo hacia sí y atrapó sus labios en un beso brusco, que pronto se dulcificó. Cuando alzó la cabeza e hizo ademán de retroceder, Vivi se resistió a dejarlo ir. Asiéndose a su nuca, lo besó, abriendo la boca a su lengua en busca de intimidad. Los recuerdos y la realidad se agolparon, sintió un rumor en el pecho de Liam antes de que este la estrechara con fuerza, haciéndole sentir su sexo endurecido.

Ningún hombre le había hecho sentir así. No era solo lascivia. Liam conseguía despertar en ella algo profundo, algo que desconocía que existiera hasta haberlo conocido. Y le hacía desear más.

Se separó de él, jadeante.

—Esto no debía haber sucedido —dijo ella con vehemencia.

Por una vez, Liam no sonrió, sino que la observó con expresión desafiante.

—Lo deseabas tanto como yo o más. Me deseas.

Era verdad, pero Vivi negó con la cabeza.

—No puede ser, Liam. No permitiré que suceda.

-No, necesitamos la muestra de la tela antes del martes. Si no, cambiaremos de distribuidor —Vivi colgó el teléfono y envío un mensaje al tiempo que hablaba con alguien por un pinganillo. Los clientes estaban sufriendo un ataque de nervios ante la perspectiva de que Gia prolongara su estancia en Italia, y una periodista estaba histérica porque no llegaría a tiempo a la entrevista con ella en Londres.

—¿No podría hacerla por Skype?

—No, lo siento. Tendrás que buscar otra fecha.

El reportaje fotográfico de Liam se había convertido en una pesadilla organizativa, pero Gia se había empeñado en hacerlo. Vivi estaba más ocupada que nunca, cuando se suponía que debía disfrutar de sus vacaciones. Estar ocupada no era lo malo. Lo peor era que, al ser un proyecto con Liam, no podía dejar de pensar en él. Especialmente durante las pocas horas que le quedaban para intentar dormir.

Había bastado una mirada, una sonrisa, para volver a caer. Pero no podía repetirse. Ella no había perdido solo a su familia, sino a sí misma. Por eso había tenido que huir. Lo que con Oliver había sido un apacible aburrimiento, con Liam se había transformado en pasión y frenesí. Pero ella se había sentido culpable, no tanto por lo que había abandonado, sino por la creciente obsesión que sentía por Liam. Confusa y asustada, no había encontrado en Liam el apoyo que necesitaba. Ni lo encontraría nunca.

El beso de despedida de unos días atrás había sido un aviso. No debía volver a tocarlo; debía evitar la tentación. No podía perder todo lo que había conseguido con tanto esfuerzo por un romance pasajero. Así que se concentró y le envió un correo escueto, poniéndolo al día.

Su respuesta llegó en menos de diez minutos. Ella dedicó veinte a mirarlo, enfurecida, antes de tomar el teléfono para llamarlo.

—No puedes llamarme «cariño» —dijo en cuanto él contestó.

—Creía que era lo habitual en el mundo de la moda —dijo él, riendo.

—No cuando hablan conmigo —contestó Vivi con frialdad.

—¿Y puedo mandarte un beso por escrito?

—Liam, eres mi ex y eso es lo que vas a seguir siendo —dijo ella, enfatizando las palabras.

—Esa no fue la impresión que tuve el otro día —dijo Liam con dulzura—. Estoy deseando verte.

-¿De verdad necesitas que vaya contigo? —preguntó Vivi a Gia aquella tarde, intentando disimular su ansiedad.

—Por supuesto —farfulló Gia.

Veinticuatro horas más tarde, aterrizaban en Génova, junto a Alannah, un par de modelos masculinos, Nico, un par de estilistas y cientos de bolsas.

La ciudad costera era preciosa, y los barcos del puerto, espectaculares. Cuando llegaron al barco de Liam, que estaba escondido a la vista, este los esperaba. Vivi intentó quedarse retrasada, ayudando a una de las estilistas con las bolsas. Pero no pudo evitar ver de reojo que Liam iba hacia ella. Con la mirada velada y el cabello largo, parecía un pirata. Intentó dominar el primario deseo que se apoderó de ella al instante. No era justo que Liam le resultara tan irresistible.

Vivi desvió la atención hacia Gia, que estaba entusiasmada con el barco; Nico ya se había convertido en la pesadilla habitual, dando órdenes y buscando los mejores ángulos. Vivi ni siquiera se había fijado en el barco hasta ese momento.

Subió a bordo y miró a su alrededor, admirada. ¿Liam había diseñado aquella belleza? No era de extrañar que se hubiera hecho famoso en tan poco tiempo. Lo merecía. Y Vivi descubrió, asombrada, que se sentía orgullosa de él.

Liam la miró, y al ver que le sonreía, sonrió a su vez y dijo:

—Te he sorprendido.

Ella asintió con la cabeza.

—No te ofendas, pero nunca supe de esta faceta de tu personalidad —e intuía que tampoco de muchas otras.

Liam asintió brevemente.

—¿Quieres ayuda con las bolsas?

—No hace falta, gracias —dijo ella.

Pero mentía. Gia, Nico y Alannah no paraban de dar órdenes o pedir cosas. Vivi habría necesitado una decena de ayudantes. Miró a Liam, que estaba demasiado cerca y que la miraba con una sonrisa burlona.

—¿Los chicos guapos pueden ayudar o temen romperse una uña? —bromeó Liam, refiriéndose a los modelos.

—Están maquillándose —dijo ella, soltando una carcajada.

Liam tomó una de las bolsas.

—¿Dónde quieres que la lleve?

Vivi decidió dejar que la ayudara, aunque prometiéndose al mismo tiempo no mirar sus músculos, ni su trasero, ni pensar en lo espectacularmente guapo que era sin necesidad de maquillaje.

Pasó una hora antes de que Alannah estuviera maquillada y peinada, y luciera un diminuto biquini. Mientras Nico tomaba las fotografías, Vivi organizó un almuerzo.

—¿Quieres ayuda? —preguntó Liam, apareciendo a su lado.

—¿No quieres ver a Alannah en acción?

—Preferiría revolcarme contigo en cubierta.

Vivi sintió que se ruborizaba y tuvo que contener la risa.

—Debemos darnos prisa.

—¿De verdad? ¡Qué lástima!

Liam era incorregible, y más descarado que años tras. También más irresistible.

—Te pasas la vida haciendo feliz a los demás. ¿Cuándo te toca a ti?

Vivi captó la velada crítica.

—Tengo todo lo que necesito.

—¿Está segura? —Liam sacudió un dedo ante ella—. Sin novio no hay orgasmo.

Vivi puso los ojos en blanco.

—¡Ah, se me había olvidado que sin sexo no hay vida! —dijo, sarcástica. Mirándolo con gesto de superioridad, añadió—: No es necesario un hombre para tener un orgasmo.

—¡Vaya, qué independiente! —dijo Liam, riendo. Se puso serio y continuó—. Eso no te libra de ser una esclava.

—Secretaria —corrigió Vivi, al tiempo que salía para recoger los cafés que había encargado.

—Es lo mismo —dijo él, siguiéndola.

—Insúltame todo lo que quieras. Me da lo mismo.

Liam se adelantó a ella y, sonriendo, tomó la bandeja con los cafés de las manos del chico que hizo la entrega, a la vez que hablaba en fluido italiano con él.

—¿Dónde fuiste después de que rompiéramos? —preguntó Liam, de camino a la cubierta, donde se tomaban las fotos.

—A Londres —Vivi le indicó que dejara la bandeja sobre una mesa—. No tenía ni dinero ni cualificaciones; solo una carrera a medias —había luchado mucho para abrirse camino. Tanto, que había conseguido no pensar apenas en Liam.

—¿Y tus padres? —Liam frunció el ceño—. ¿No volviste junto a ellos?

—¿Para qué? —preguntó Vivi. Después de lo que había hecho y con la experiencia de su hermana Stella al marcharse de casa de adolescente, sabía que la borrarían de sus vidas. Sus padres no perdonaban.

—Pero, ¿los ves de vez en cuando? —preguntó él, tomando una taza.

—Les mando una felicitación por Navidad —dijo Vivi, titubeante. Todavía le dolía.

—¿Y ellos a ti? —cuando Vivi no contestó, Liam la miró horrorizado—. ¿Así que te han excluido de sus vidas?

—Bueno... no pongo remitente —dijo ella, incómoda.

Liam alzó una ceja.

—¿No les has dicho ni dónde vives ni a lo que te dedicas?

—¿Para qué? —Vivi se pasó los dedos por su inmaculada melena—. Sé perfectamente lo que pasaría. Acuérdate de Stella.

—¿Y qué hay de ella? ¿La has buscado?

Vivi dio un paso atrás para impedir que los oyeran.

—Lo pensé —pero no había querido buscarla antes de tener algo que ofrecer. Pero para entonces, sus amigos se habían convertido en su familia y pensó que Stella no tendría el menor interés en verla. Después de todo, jamás había llamado a su hermana pequeña.

—Eres muy rencorosa —dijo Liam con gesto severo.

—No es verdad —dijo Vivi, cruzándose de brazos—. Stella nunca se puso en contacto conmigo; y mis padres me dijeron que no me molestara en volver —el propio Liam lo había oído cuando así se lo había dicho su madre.

—¿Tú no has dicho nunca nada espantoso en un momento de furia? —preguntó Liam con calma.

En el silencio que siguió, Vivi lo miró con gesto impasible. Luego, tras un sonoro suspiro, dijo:

—Te aseguro que les da lo mismo. Yo fui testigo de lo que hicieron cuando Stella se fue. No estoy dispuesta a llamar a su puerta para que me la cierren en las narices.

—Así que tienes miedo.

—No. No soy estúpida, que es distinto. Además, estoy demasiado ocupada.

—Haciendo todo lo que Gia te dice.

—Gianetta ha demostrado ser más amiga mía que nadie de mi familia —dijo Vivi, impacientándose—. Y te aseguro que sé que mi relación con ella es profesional. Si la irrito, me despedirá —sabía muy bien lo que tenía que hacer para sobrevivir. Y sobreviviría.

—¿Y qué haces por Navidades?

Vivi no pudo evitar una sonrisa teñida de culpabilidad.

—Trabajo. ¿Y tú?

—Trabajo.

Vivi rio. Las Navidades que habían pasado juntos había acabado con su espíritu navideño.

—¿Podéis hablar más bajo? —dijo Nico, malhumorado.

Vivi sonrió y fue a asegurarse de que el catering llegaba a tiempo. El monstruo necesitaba ser alimentado.

Una hora más tarde, estaba exhausta tras haberse asegurado de que todo el mundo tenía lo que quería. Liam había desaparecido y ella habría querido poder hacer lo mismo por un rato. Las exigencias de los famosos eran agotadoras.

—Toma esto —dijo Liam, apareciendo súbitamente con una taza humeante.

—Gracias —Vivi dio un sorbo y sonrió.

Pasó otra hora. Alannah se cambió una vez más de biquini y los hombres, de bañador. Vivi llevó, esperó, consiguió... con Liam todo el tiempo a su lado, sin cesar de hacer comentarios jocosos. Hasta que Nico volvió a disparar.

—Pensé que volverías junto a Oliver —comentó Liam en voz baja.

—No —Vivi sintió un escalofrío—. Claro que no.

Liam la miró fijamente.

—¿Te arrepientes de no haberle dicho que sí aquel día?

—No —contestó Vivi sin titubear—. Tampoco él era la persona adecuada para mí —añadió, manteniéndole la mirada.

—Yo coincidí con él hace poco —dijo Liam—. Compró uno de mis barcos.

—¿Está bien? ¿Es feliz?

Liam asintió.

—Está casado y a punto de convertirse en director de un banco de inversiones.

Ese era su plan ya en el pasado, recodó Vivi. Solo que lo había conseguido con otra mujer. Ella no le habría hecho feliz; ni él a ella.

—Me alegro —dijo Vivi con sinceridad, aunque le desconcertó que Liam y Oliver siguieran viéndose. Entonces recordó algo—: Claro, había olvidado que trabajaste para una familia amiga de él. Pero entonces, ¿cuándo te mudaste a Italia?

—Nunca llegué a hacer ese trabajo —dijo Liam, poniéndose serio.

—Claro que sí —lo contradijo Vivi—. Por eso viniste aquellas Navidades y conseguiste una visa de trabajo.

—Rescindieron el contrato y tuve que buscar otro trabajo.

—¿Cuándo? —preguntó Vivi, perpleja.

—Un par de días después de que nos fuéramos.

Vivi lo observó unos segundos con horror.

—Nunca me lo dijiste.

—No había visto a Oliver en todos estos años —comentó, volviendo al tema anterior—. Quería saber cómo te iba.

—¿Y qué le dijiste? —preguntó Vivi.

—La verdad: que no tenía ni idea. Después, te busqué en Internet, pero no averigüé nada. ¿Cómo conseguiste esconderte tan bien?

—Cambié de imagen, cerré mis cuentas, me inventé una nueva identidad; hasta me acorté el nombre. Aunque tardé un tiempo, al final conseguí un trabajo en la oficina de Gia.

—Y te hiciste notar.

—Así es. A base de trabajo —dijo Vivi, frunciendo el ceño—. ¿Cuándo viste a Oliver?

—Hace un par de meses.

—¿Por eso...? —el corazón de Vivi se aceleró.

—Siempre me había molestado la forma en que acabamos, y quise saber cómo te había ido —la interrumpió Liam.

—Así que esto es una combinación de negocios y asuntos personales, ¿simple curiosidad? —aunque fuera una tontería, Vivi no pudo evitar sentirse herida. ¿Qué pensaba hacer Liam, contarle a Oliver que la había visto?

Liam dio un paso hacia ella.

—Esto no tiene nada de simple.

En ese momento, Nico le pidió unas raquetas y Vivi fue a buscarlas. Luego evitó a Liam. Necesitaba tiempo para asimilar lo que había descubierto. Liam nunca le había dicho que había perdido el trabajo y ella sabía hasta qué punto debía haber sido un problema. Él no tenía ni dinero ni familia. No tenía nada.

Ocho horas más tarde estaba exhausta. El reportaje no tenía fin. Bajó a la segunda cubierta. Podía oír a Nico dando órdenes y a Gia haciendo sugerencias. Los estilistas revoloteaban como mariposas. Y ella tenía que ocuparse de que todo el mundo estuviera contento y tuviera lo que necesitaba.

Sin embargo en aquel instante, necesitaba un respiro. De Gia, de Alannah, de Liam. De la forma en que este la miraba y le hacía sentir. Era una locura. Se dejó caer sobre cabos enrollados en proa. Le dolía todo el cuerpo por culpa de la tensión y de la falta de sueño. Solo descansaría unos minutos. Luego estaría en condiciones de manejarlos a todos, incluido a Liam.