Capítulo Ocho

EL lujoso hotel de Milán estaba repleto de guardaespaldas. Unas zonas acotadas separaban a los ricos y famosos de los menos ricos y famosos.

A Liam no le avergonzaba usar contactos para mejorar sus perspectivas profesionales. Pero en aquella ocasión, había un motivo mucho más personal para acudir a la fiesta.

Quería saber qué había sido de Victoria Rutherford. Aunque había sabido que estaría en el pase de modelos, no había calculado el impacto que iba a producirle. Quizás se debía al sexy y austero conjunto que llevaba. En menos de un segundo, el deseo había estallado con toda su fuerza, como hacía tiempo.

Apretó los dientes, diciéndose que solo la encontraba tan atractiva porque era la única mujer con curvas en aquel lugar; y porque él llevaba varios meses sin sexo. Además, experimentaba la excitación del éxito. Todo valía como excusa para justificar la constante erección que sufría.

No podía evitar mirar a Vivi. Seguía teniendo la misma figura, el pecho voluminoso, la cintura estrecha, las caderas perfectas. Con la camisa y la falda pretendía proyectar una imagen de eficiente y frígida institutriz, pero conseguían el efecto contrario. La falda a la altura de las rodillas enfatizaba sus piernas y hacía que los dedos de todo hombre cosquillearan por subírsela para exponer sus muslos; y la forma en que le abrazaba las caderas le proporcionaba una suave curva que Liam encontraba mucho más atractiva que los planos y rectas de las modelos.

En los pies llevaba unos altísimos tacones. Liam no sabía cómo podía caminar con ellos, pero le encantaba que pusieran su rostro a la misma altura que el de él, dejando sus labios prácticamente a nivel. Eran un cambio respecto al pasado, cuando solo llevaba zapatos cómodos y planos. Como lo era el cabello, que se había cortado en una radical melena a la altura de la barbilla, eliminando las ondas rubias que solía tener. Con ello había ganado en sofisticación y había perdido inocencia. A lo que contribuía el nuevo nombre: Vivi.

Pero nada de eso borraba de su mente la imagen de ella desnuda, jadeante después del clímax. La mujer más hermosa que había visto en su vida, y eso que en los últimos años había conocido a muchas. Sin embargo, ninguna le había dejado huella, ninguna le había hecho perder la cabeza como temía perderla en aquel instante. Victoria Rutherford convertía su sangre en lava. Demasiado ardiente para manejarla. Demasiado ardiente como para durar.

Por un momento los recuerdos le nublaron la mente, y no pudo hablar. Sentía que apenas había pasado una hora desde que Victoria se entregara a él plenamente, sin barreras. La dulzura y la pasión de Victoria lo habían tomado por sorpresa y, no siendo capaz de resistirse, había tomado lo que ella le ofrecía. Estúpidamente, había sentido unos intensos celos retroactivos hacia Oliver. Victoria lo había abierto en canal, exponiendo lo más íntimo de sí, hasta que Liam se había sentido inseguro. Entonces había hecho preguntas estúpidas, indiscretas, necesitando convencerse de que lo que había entre ellos era mejor que lo que había tenido con Oliver.

Pero lo que los había llevado a huir juntos, una desenfrenada atracción, se había deteriorado a la misma velocidad que se había producido. Victoria lo abandonó y él no solo había perdido el corazón, sino todo aquello que había conseguido hasta entonces: sus contactos profesionales, su trabajo, su mundo. Victoria no tenía ni idea de cómo le había afectado su marcha. Había tenido que empezar de cero, porque tuvo que restablecer su reputación y superar el ostracismo. Había traicionado al que era como un hermano para él. Él, que nunca había tenido un hermano, ni siquiera una familia como tal. Y así seguiría: sin un amor duradero, sin casarse. Tendría que conformarse con la satisfacción profesional.

Lo que no significaba que no disfrutara del sexo. Tenía todo el que quería, y más desde que había vuelto a tener dinero y estatus. Por eso mismo desconfiaba de las mujeres.

Liam dio un sorbo a su copa e intentó frenar su imaginación y su pulso, diciéndose que Victoria en realidad no le había roto el corazón; solo había sido la tentación de lo prohibido combinada con una fantasía alimentada por las hormonas. Quizá en el fondo había sido lo mejor que le había pasado. Y todo ello lo había hecho solo. Tal y como pretendía seguir. Siempre.

Por el momento, se ocuparía de cerrar el trato para el reportaje fotográfico. Podría aguantar algunos encuentros con Victoria y conseguiría satisfacer su curiosidad.

Miró al otro lado del local, donde Victoria hablaba por teléfono, y asumió que era una forma de evitar relacionarse, especialmente con él. Pero no le serviría de nada. Había llegado la hora de una de esas escenas que ella detestaba.

Victoria sintió un cosquilleo y, al volverse, vio a Liam acercarse con una de esas miradas que le provocaban escalofríos. En cuanto había tenido un momento, se había documentado y había descubierto que tenía una exitosa empresa constructora de veleros de lujo, establecida en Italia.

—¿Estás seguro de que quieres organizar tú mismo el reportaje? ¿No prefieres que ultime los detalles con tu secretaria?

—¿Tanto te inquieta tratar directamente conmigo? —preguntó él a su vez, deteniéndose a una distancia al límite de lo socialmente aceptable.

—En absoluto —dijo ella, reprimiendo el impulso de retroceder—. Solo me extraña que puedas perder el tiempo en algo tan pequeño.

—Es un velero muy valioso y todavía no lo he estrenado —dijo él, sin dejar de mirarla—. Está bajo estricta vigilancia hasta la presentación de Génova en un par de semanas. Es una prioridad.

—¿No crees que has dejado la promoción para muy tarde?

—Ya he hecho la promoción. Pero no puedo rechazar la oferta de la mejor modista del mundo y de su modelo.

—Tienes razón —dijo Vivi, sintiendo crecer su irritación—. Siempre se te dio bien aprovecharte de las circunstancias.

—Es una de mis habilidades. Y seguiré practicándola hasta conseguir lo que quiero.

—¿Y qué quieres? —preguntó Vivi con arrogancia—. ¿Dominar el mundo?

—¿Por qué no?

—Claro —dijo ella, forzando una risita—. Todo el dinero, los viajes...

—No olvides las mujeres —dijo él un destello de frialdad en los ojos.

—Es verdad. Fama, fortuna y mujeres sumisas.

—¿Eso eres tú? —preguntó Liam con sorna.

Victoria logró contener la ira bajo una máscara de total compostura.

—En absoluto. Yo soy la titiritera que ha organizado esta fiesta y bajo cuyas órdenes baila este decadente circo.

—¿De verdad?

Victoria creyó intuir un tono paternalista que la hizo reaccionar, Cuadrándose, dijo:

—Así es. Lo cierto es que debía darte las gracias. Este trabajo, mi vida... —con un ademán incluyó todo lo que los rodeaba—, lo he logrado por haberte dejado. Marcharme de mi casa y dejarte a ti es lo mejor que he hecho nunca.

Hubo un instante de silencio tras el que Liam se limitó a decir:

—Enhorabuena.

Pero algo en su tono y en el cambio en la expresión de su rostro puso a Victoria en alerta.

—Quiero verte mañana a primera hora —dijo Liam.

—No es posible —dijo ella, con una fingida sonrisa de disculpas. Afortunadamente, tenía unos días libres—. Voy a...

—Gia dijo que te ocuparías de todo y que te adaptarías a mis necesidades —dijo él, abriendo los ojos con expresión de inocencia.

Vivi contó hasta cinco porque reconoció la obstinación que se ocultaba bajo aquella amable fachada. No podía permitir que le causara un problema con Gia, y sabía que era capaz de hacerlo.

—Y así será, siempre que tus necesidades sean puramente profesionales —replicó, sonriente.

—¿Acaso lo dudas? —susurró él, inclinándose hasta casi rozarle la oreja con los labios.

Vivi ignoró el escalofrío que le recorrió la espalda.

—Creo que en tu caso, lo profesional y lo personal se mezclan —dijo entre dientes.

—¿Ah sí? —Liam dio un paso adelante y ella retrocedió otro.

—Lo profesional es lo más importante y estás dispuesto a ayudarte por lo personal para conseguirlo —explicó Vivi, a la vez que batallaba en su interior con el dilema que siempre la asaltaba con Liam: huir o dejarse llevar por el deseo.

Pero aquella noche no haría ni una cosa ni otra. Conseguiría mantener el control y reinar sobre sus emociones.

—Entonces es una suerte que sigas tan dispuesta a agradar, ¿no crees? —Liam ladeó la cabeza hasta quedarse a una distancia más personal que profesional. La distancia de un beso—. Qué curioso que la mujer que tanto luchaba por ser independiente haya acabado siendo una esclava.

Vivi parpadeó.

—¿Disculpa? —habían sido unas palabras crueles, pero peor aún era la verdad que contenían. Años atrás lo había amado tanto que habría sido su esclava. Por eso mismo se había tenido que marchar al darse cuenta de que sus sentimientos no eran correspondidos—. Yo nunca seré tu esclava.

—¿De verdad? —Liam alzó la mano y le acarició el mentón antes de decir, a la vez que se alejaba—. Siete y media de la mañana en mi hotel.

Liam se marchó antes de hacer algo estúpido, como empujarla contra la pared y besarla hasta enmudecerla. ¿Desde cuándo tenía Victoria Rutherford una lengua tan viperina? Tal y como él siempre había sospechado, lo había usado para escapar de la vida que sus padres habían proyectado para ella.

Si creía que podía estar cerca de él y mantener aquella fachada de indiferencia estaba muy equivocada. Él había leído los signos, había oído la ronquera en su voz, había observado la tensión en su cuerpo, el rubor, la tensión sexual. La atracción seguía ahí; las hormonas habían vuelto a revolucionarse. Pero él podía controlarlas. Y lo demostraría.

Sonrió para sí mientras se servía algo para picar, aunque era otro tipo de apetito el que planeaba saciar. Hacía tiempo que no se enfrentaba a un reto y aquel era irresistible. En menos de una semana, Victoria le suplicaría que la hiciera suya.

Vivi intentó no fijarse en él, pero le oyó reír con Alannah y Gia.

Ella no era esclava de nadie. Cobraba un sueldo astronómico y lo merecía. Gia tenía suerte de contar con ella. Pero por una vez, no quiso mantenerse en un segundo plano, sobria y discreta. Tomó una copa de un camarero que pasó a su lado y dio un paso adelante, decidida a demostrar que podía participar del glamour de aquella gente.

Oyó una carcajada y al volverse vio a Nico, uno de los fotógrafos de Gia, observándola.

—Estás de un humor extraño, Vivi —comentó, acercándose.

—¿Tú crees? —preguntó ella, dando un prolongado sorbo al champán.

—Tienes una luz especial —dijo él, observándola—. Estás cargada de energía. De hecho, pareces liberada.

—Será porque no llevo sujetador. Se lo he tenido que dejar a Alannah y ahora está hecho jirones.

—En este momento, Alannah parece interesada en otra de tus posesiones.

Vivi siguió la mirada de Nico y vio a Alannah, absorta en lo que Liam contaba.

—No tiene nada que ver conmigo —dijo, encogiéndose de hombros.

—Vivi, no olvides que vivo de fotografiar expresiones faciales. Y mi dedo de disparar me dice que eres dueña de ese tipo —dijo Nico con una sonrisa burlona.

—Tú creas la expresión que quieres gracias al maquillaje, la luz y los efectos digitales —bromeó Vivi.

Nico rio.

—¿Ves? Estás cambiada. Algo te ha cambiado.

—Ya te he dicho que es porque no llevo sujetador —dijo Vivi.

—Desnuda, Victoria es una persona distinta —oyó la voz aterciopelada de Liam a su espalda.

—¿Victoria? —Nico rio—: ¿Quién es Victoria?

Liam se interpuso entre Nico y Vivi.

—La mujer con la que quiero hablar —dijo.

Nico arqueó las cejas y, alzando la copa en un silencioso brindis, se marchó.

—¡Muy gracioso! —protestó Vivi—. ¿Y si llega a ser mi novio?

—Se habría quedado —dijo Liam—. Además, por cómo me ha mirado, deduzco que le intereso yo más que tú —concluyó con una amplia sonrisa.

—¿De qué querías hablar? —preguntó Vivi, impaciente.

—He tenido una idea respecto al reportaje.

—Podemos hablarlo en la reunión de mañana.

Liam la sujetó por la muñeca para impedir que se fuera y le susurró.

—Me han dicho que trabajas toda la noche. Aunque quizá prefieras hacer algo más personal...

—¿Ves como hay cosas que no cambian nunca? —preguntó, poniendo los ojos en blanco.

—¿Como qué?

—Ya sabes, aunque la mona...

—Tampoco las leyes de la física —apuntó Liam—. Por ejemplo, la atracción magnética.

—Tampoco la repulsión —dijo Vivi, sonriendo con envenenada dulzura.

Liam dejó escapar una genuina carcajada, y Vivi no hizo el menor ademán de separarse de él, porque, junto al deseo, recordó aquello que más le había atraído de él: su sentido del humor.

—Sigues siendo un arrogante —dijo ella, sacudiendo la cabeza.

—¿Arrogante yo? —preguntó él con fingida inocencia—. Solo era un joven imberbe consumido por su primer amor.

—¿Primero? —preguntó Vivi, entre indignada y divertida.

—El primero importante —dijo él con ojos brillantes.

—¿Ha sido alguno de ellos importante? —preguntó ella con escepticismo.

—Has cambiado. Tienes una lengua muy afilada.

—Ya ves. Tengo cinco años más.

—Eres más sabia, tienes más experiencia —Liam le guiñó un ojo—. Y estás empeñada en demostrar que tu vida es perfecta.

—Porque lo es.

Liam escudriñó su rostro antes de comentar, con una sonrisa provocativa:

—Siempre hay posibilidades de mejora.

—¿Estás coqueteando conmigo? —preguntó ella con desconfianza—. Te recuerdo que tenemos una relación laboral.

—¡Qué manía con los límites! Hace cinco años no te importaban tanto.

Eso era un golpe bajo.

—Haz lo que quieras, pero no pienso seguirte el juego.

—¿Me estás retando? —preguntó Liam, riendo.

—¿Quieres decir que no has cambiado? Creía que eras más maduro, más sabio y más experimentado.

—Probablemente —dijo Liam con una sonrisa sensual—. Por eso mismo, estoy deseando verte mañana por la mañana y ponernos al día.

Vivi sintió un escalofrío. Por mucho que quisiera negarlo, la atracción entre ellos seguía tan viva como cinco años atrás. Por unos segundos se miraron fijamente en silencio. Hasta que, afortunadamente, Liam se alejó y ella lo siguió con la mirada. Luego, se obligó a parpadear y a girarse para mirar en otra dirección. Para su sorpresa, Alannah estaba a su lado.

—¿Cómo consigues que te mire de esa manera? —preguntó esta, perpleja.

Vivi temió que la diva fuera a sufrir una pataleta, pero se dio cuenta de que sentía una genuina curiosidad.

—Porque en una ocasión lo até y le di de latigazos —dijo.

—No sé qué le has dado, pero si yo fuera tú, le daría a él las riendas y el látigo —le guiñó el ojos y se fue.

Vivi pensó que ya lo había hecho y que conocía las consecuencias.

Durante años había ejercitado su mente para no pensar ni en él ni en ningún hombre, porque en su vida no había cabida para ellos. Había aprendido que ella pasaba a segundo plano cuando mantenía una relación. Así había sucedido con Oliver; también con Liam. Por eso mismo su carrera profesional era su primera y única prioridad.