Capítulo Siete

ELLA dijo no

—No, no, no — dijo Vivi Grace a la mujer que la mantenía ocupada a todas horas.

—Lo siento —protestó Gianetta—. No hay elección. Le ha dado una pataleta de las suyas.

Los gritos se podían oír desde donde estaban. Riendo, Vivi se desabrochó el sujetador y se lo quitó por la manga de la camisa.

—Espero que valores las cosas que hago por ti —bromeó. Y por la niña mimada de turno.

—Para eso te pago un dineral —Gia tomó el sujetador y salió con él.

Vivi la siguió. Por muy insoportable que fuera, Gia era aún más fascinante que sus creaciones. Y Vivi, además de necesitar el dinero, disfrutaba de cada segundo de aquel enloquecido trabajo.

Así que si la niña mimada quería ponerse su sujetador, se lo dejaba, por más que fuera de las cosas más humillantes que le habían pedido en los últimos cuatro años. Para los mayores eventos de la temporada, Nueva York, París, Londres y en este caso, Milán, estaba dispuesta a lo que hiciera falta. Aquella noche, Alannah Dixon, la supermodelo de fama mundial, iba desfilar con los últimos diseños de alta costura de Gianetta Forli, la reina de la moda y jefa de Vivi. Estaban en la gran final de una colección espectacular, y nada podía ir mal.

Cuando Gia le dio a Alannah el sujetador de Vivi, esta no pudo evitar decir:

—Tendrás que ajustárselo; yo soy más ancha de tórax —cualquiera lo tendría mayor que una anoréxica.

—La cuestión es que tú tienes más pecho —dijo Gia, trabajando con la aguja—, que es lo que el vestido requiere.

¿Y por qué había elegido para lucirlo a Alannah la Plana?, se preguntó Vivi.

—¿Tenéis relleno? —preguntó Alannah.

—Todo el necesario. Has perdido peso, Alannah —comentó Gia.

—Es que no he podido comer casi nada en toda la semana —dijo la modelo.

Vivi puso los ojos en blanco. Eso significaba que estaba enamorada. Alannah era la reina del amor platónico, pero en cuanto conocía de cerca a los hombres, siempre se sentía desilusionada. Por eso era conocida como Alannah la Inalcanzable, y resultaba irresistible para muchos hombres ricos.

En cierta medida, Vivi podía haber recibido el mismo apelativo. No tenía relaciones duraderas, especialmente durante la Semana de la Moda de Milán; y los nervios le quitaban el hambre.

Sin sujetador, incómoda con la sensación de que los pechos le rebotaban, salió de la sala de pruebas para asegurarse de que todo lo demás estaba en orden. Algunas de las estilistas entraron en acción en cuanto la vieron.

Como ayudante personal de Gia tenía mucho poder. Era la responsable de que todo funcionara bien. Si alguien quería ver, impresionar o hablar con Gia, tenían que pasar su filtro. Ella era su acompañante de gimnasio, su terapeuta, su agente de viajes, su guardaespaldas, su chófer, su cocinera...

Vivi dejó trabajando a peluqueras y estilistas y empezó a pensar en la fiesta que seguiría al desfile. Una de sus obsesiones era presentar siempre la imagen inmaculada de una jefa severa y distante. La camisa blanca y la falda negra le daban aspecto de mujer de negocios, discreta y eficiente. No le correspondía a ella llamar la atención.

Mientras las modelos iban desfilando, ella, con una carpeta y el teléfono en la mano, las observaba en la pantalla de seguridad a la vez que seguía a los técnicos y hacía mentalmente la lista del orden en que recogerían.

En el monitor más próximo vio que las modelos desfilaban ya con vestidos de noche, lo que significaba que Alannah saldría en cualquier momento. Entonces volvió a la zona de pruebas para prepararse para la siguiente fase. El monitor que había allí no tenía sonido, pero los aplausos llegaron a través de la pared. Vivi detuvo por un segundo su acelerada recogida de papeles y sonrió a la pantalla, donde Gia salía junto a Alannah, agradeciendo los aplausos de sus admiradores.

Al oír que los aplausos se silenciaban, Vivi se dejó caer en un sofá y se dio cuenta de lo cansada que estaba.

—¡Vivi! —le llegó la estridente voz de Gia—. ¡Te necesito!

Naturalmente. Vivi tomó aire. Le llegaron otras voces y la risa de Alannah mezclada con la de un hombre. Vivi frunció el ceño. ¡Así que los invitados empezaban a llegar! Buscó con la mirada su chaqueta, pero no la vio. Y su sujetador seguía cosido al vestido de Alannah.

—¡Necesitamos una copa, Vivi! —dijo Alannah con voz cantarina—. Me he encontrado con un amigo.

Vivi sacudió la cabeza y, tomando una de las botellas de champán ya abiertas, llenó dos copas a la vez que se preguntaba cómo sería el hombre que le había quitado el apetito a Alannah. ¿Sería uno de sus habituales actores de moda, o un benefactor millonario?

La puerta se abrió.

—¿Champán? —preguntó.

Al volverse con las copas en la mano estuvo a punto de desmayarse.

En tensión, para evitar caer al suelo, Vivi miró a la figura masculina que entró detrás de Alannah.

—Gracias —dijo esta, al tiempo que le quitaba una de las copas de la mano. Pero Vivi no pudo responder porque estaba muda—. Esta es Vivi. Se ocupa de todo —añadió Alannah, pasando de largo y sin molestarse en decirle el nombre de su acompañante.

Pero no hacía falta. Era Liam Wilson. Su antiguo amante. El hombre que llevaba años tratando de olvidar. Sin embargo, todos los recuerdos y sensaciones estallaron en una fracción de segundo como las burbujas del champán.

Habían huido juntos, arrastrados por un apasionado impulso. Ella había dado la espalda a su familia, al hombre con el que estaba a punto de prometerse, al futuro que había planeado. ¿Y para qué?

Su romance con Liam Wilson le había cambiado la vida, en muchos casos para mejor. Pero también le había roto el corazón.

—Disculpa —ronroneó Alannah, pasando detrás un biombo para cambiarse. Gia la siguió.

Alannah no solía ocultarse para desnudarse, pero ante un nuevo amante, le gustaba preservar el misterio.

¿Era Liam el nuevo amor de Alannah? Encajaba a la perfección. No había nada que a Liam le gustara más que un reto.

Y eso a ella le daba lo mismo, porque se sentía a años luz de él. Excepto que teniéndolo delante y viendo aquella sonrisa que le curvaba los labios lentamente... La reacción de su cuerpo fue idéntica a la de hacía cinco años, cuando su corazón retumbaba al ritmo que Liam marcaba. Pero al contrario que entonces, ella no lo escucharía, y menos aún bailaría a su son.

Tuvo la tentación de beberse la copa de un trago, pero no estaba dispuesta a dar muestras de nerviosismo. Se negaba a que supiera hasta qué punto la aterraba, o cuánto daño le había hecho en el pasado. Y menos, cuando estaba allí por otra.

Se volvió a él y le tendió la copa.

—¿Champán? —repitió con voz serena.

Liam la estaba mirando fijamente.

—Gracias —dijo sin dejar de sonreír.

Al tomar la copa, rozó con sus dedos los de ella. Vivi disimuló un escalofrío sirviéndose una copa y bebiendo un trago lentamente, aunque el refrescante líquido no logró apagar el calor que súbitamente sentía. Tragó y se volvió de nuevo hacia él.

Alto y moreno, era más guapo que cualquiera de los modelos que acababan de desfilar.

Estaba algo más delgado que la última vez que se habían visto, llevaba el cabello más largo y sus facciones se habían endurecido. Su inteligencia seguía reflejándose en sus ojos marrones con toques dorados. Aunque más que inteligente, era calculador. Y cruel.

La había seducido, la había reclamado como suya y luego la había dejado plantada. Pero ella había avanzado y había llegado más lejos de lo que jamás hubiera imaginado. Podía estar orgullosa de sí misma.

—No te muevas —dijo Gia. Y se oyeron las tijeras cortando.

Liam y Vivi permanecieron inmóviles. Él la miraba con expresión risueña y Vivi pensó que era insoportablemente guapo.

—¿Te ha gustado el desfile? —preguntó ella en tono casual.

—Ha sido espectacular.

Vivi ya no sabía a qué se dedicaba. En el pasado, competía en regatas y daba cursos de navegación a personas ricas como Oliver. ¿Cómo habría conocido a Alannah? Vivi dudaba que a esta le interesara navegar.

Pero Liam tenía otros talentos, y por el traje que llevaba, era evidente que cualquiera que fuera su trabajo del momento, le iba bien.

Vivi desvió la mirada, indignándose por sentirse atraída por él como si fuera un imán. Pero era evidente que tenía memoria propia y no había olvidado el mejor sexo de su vida, la pasión incandescente teñida de culpabilidad de la que había disfrutado con aquel hombre. Tres semanas saltando de una cama a otra, de un hotel a otro. Unos días locos, enfebrecidos.

Pero no podía durar. Ella había roto todas las reglas y, finalmente, la duda se había hecho hueco en su corazón. Al final, el viejo cliché había resultado ser cierto: la lujuria no lo era todo. No se podía construir nada sólido sobre el sexo, ni aun cuando ella le hubiera dado a Liam todo, y lo hubiera abandonado todo por él.

Liam no lo había querido. Solo quería...

—No te muevas o lo romperás —se oyó a Gia. Y Vivi volvió al presente.

—El trabajo de Gia es increíble —comentó, ansiosa por romper la tensión que se mascaba—. También el de las modelos —añadió con un leve retintín.

—Desde luego —dijo él con voz sensual, la misma que la había seducido años atrás—. ¿Así que ahora eres Vivi?

—Sí —dijo, alzando la barbilla. Le había costado mucho llegar a serlo y se sentía orgullosa de lo que había logrado.

—Para mí, siempre serás Victoria —dijo él, mirándola fijamente.

Ella se quedó paralizada.

—Tú siempre has hecho lo que te ha dado la gana —dijo, disimulando el sarcasmo tras una amplia sonrisa.

—Será porque sigo siendo Liam —dijo él sin inmutarse.

Era la ayudante de una de las modistas más famosas del mundo, y estaba allí para hacer bien su trabajo, no para dejarse amilanar por alguien que pertenecía al pasado.

—Hace mucho tiempo... —dijo él.

Vivi decidió seguirle el juego y tratar el asunto como viejos conocidos.

—Así es —se limitó a decir.

—Has cambiado —dijo él, mirándola detenidamente—. Y, sin embargo, eres la misma —añadió, deslizando la mirada por su cuerpo—. Sigues siendo preciosa —susurró.

—Mientras que tú sigues pareciendo un depredador. ¿Todavía te gusta la caza?

—Es posible —contestó Liam, riendo—. Así que trabajas para Gia.

—Sí, soy muy afortunada —dijo ella, que había aprendido de las modelos a sonreír y a ocultar cualquier emoción.

Gia salió en ese momento con las tijeras en la mano.

—Cuéntame tus planes —le dijo a Liam.

Vivi aprovechó para ir tras el biombo donde Alannah estaba poniéndose en ese momento un vestido tan corto que parecía una camiseta.

—¿Dónde está mi sujetador? —preguntó en un susurro.

—¿Esa cosa horrible era un sujetador? —contestó Alannah elevando el tono—. Ni idea —y dirigiéndose a los demás, añadió—: En seguida vuelvo.

Vivi siguió buscando su sujetador mientras oía el murmullo de la conversación entre Gia y Liam. ¿Cómo se habían conocido? Ella llevaba la agenda de Gia y sabía siempre dónde estaba, ¿o no?

Finalmente encontró los restos de su sujetador esparcidos por el suelo, así que no tuvo más remedio que cuadrarse de hombros y salir sin él.

—Date prisa, Vivi —dijo Gia.

Vivi no pensaba ir a ninguna parte con ellos. Tenía mucho que hacer.

—Gia, tengo que supervisar...

—Ya lo hará una de las otras.

Vivi fue a protestar, pero percibió en la mirada de Gia el brillo de la creatividad. Por lo visto, la inspiración le había llegado. Así que Vivi recurrió a su voz apaciguadora: —Muy bien, pero antes tengo que pasar por el hotel para...

—No hay tiempo —dijo Gia—. Te necesito a mi lado.

Vivi reconoció el tono que no admitía discusión. Así que se la evitó, a pesar de la humillación que significaba ir a la fiesta vestida de institutriz, sin sujetador y con un examante que tenía el efecto sobre ella de un tsunami.

Un puñado de paparazzi rodeó la limusina y mientras Vivi protegía a Alannah, Liam les abrió la puerta. Una vez dentro, se sentó frente a ella y junto a la modelo. Y Vivi se preguntó si alcanzaría el éxito donde todos los demás habían fracasado.

—¿Qué tiene de especial el barco del que me estabas hablando? —preguntó Gia, retomando la conversación—. Véndemelo.

—Lo tiene todo: elegancia, lujo, sencillez. Alcanza una velocidad excepcional. No encontrarás nada igual —dijo Liam en tono profesional. Era evidente que los barcos seguían representando para él la libertad. Una libertad que no podía encontrar en tierra.

Mirando a Gia, Vivi vio que también caía rendida a su sonrisa y a ese tono siempre risueño que resultaba tan irresistible.

—¿Me llevarás algún día a navegar? —preguntó Alannah con coquetería.

—Me encantaría.

Vivi sintió que se le ponía la carne de gallina y se concentró en mirarse el regazo.

—Me gustaría verlo —dijo Gia.

Vivi se tensó. Si Gia estaba pensado en hacer un negocio con Liam, le tocaría a ella ocuparse de los detalles.

—Estamos pensando en usar un barco de Liam para un reportaje —dijo Gia, confirmando sus peores presagios—. Ocúpate de todo, Vivi.

Esta miró a Liam y se tensó al encontrarse con su mirada clavada en ella, en la que había una mezcla de sorna y determinación.

—Claro —dijo con una forzada sonrisa. Era una profesional y haría lo que Gia le pedía. Con suerte, solo tendría que tratar con la secretaria de Liam—. Tendrás que decirme con quién debo hablar, Liam.

—Nos será necesario —dijo él con una maliciosa sonrisa y un encogimiento de hombros—. Tendrás que tratar conmigo directamente.