20 El llanto
Los niños lloran. Y algunos lloran mucho. Es su forma de comunicarse y de manifestar sus problemas. Un recién nacido no puede hablar o hacer señas ni comunicarse de ninguna manera que no sea con el llanto. Un bebé que llora puede estar indicando que tiene frío, calor, necesidad de que le cambien pañal, dolor, picor, aburrimiento, sueño, etcétera. Lo mismo que ocurre con los adultos, ocurre con los niños: unos son más llorones y más irritables, y otros más tranquilos.
A medida que pasan los días irás aprendiendo a manejar la situación e irás conociendo mejor a tu bebé: reconocerás distintos tipos de llanto, cómo responde al cogerlo, etcétera.
Normas fundamentales de actuación
Primera norma
Has de mantenerte tranquila. Inicialmente hazle caricias, o cógelo en brazos, sin hacer movimientos bruscos. Háblale de forma pausada, serena, sin gritos ni nervios, para que se vaya calmando. Como ya hemos dicho, los bebés captan el nerviosismo en el ambiente: por el tono de voz, por los movimientos bruscos y nerviosos, por los gritos de los adultos, etcétera.
Segunda norma
Cuando un bebé llora debes ir junto a él y tratar de calmarlo.
Pero no lo calmarás si tú no estás tranquila. A todos los pediatras los han llamado alguna vez desde la maternidad para asistir a un bebé que llora y no se calma. A veces, al llegar se encuentran a cinco o seis familiares, todos muy nerviosos y chillando, mientras el niño llora a todo pulmón. «Doctor, el niño tiene algo, porque llora mucho y no hay forma de calmarlo.» Exploran al bebé y todo parece normal. Lo cogen en brazos, lo mecen con calma y con suavidad, y ¡milagro!, se calla. O ven que chupa con ansiedad y que tiene hambre: se le da la toma y se calla. No es tan raro como podría parecer que los padres lleven a un bebé al servicio de urgencias porque llora y el llanto desaparezca en cuanto se le da un biberón.
Por tanto, si tu bebé llora, trata tranquila y serenamente de consolarlo, de calmarlo, al mismo tiempo que tratas de averiguar cuál es el problema. ¿Tiene el pañal sucio? ¿Tiene hambre? ¿Tiene sueño? ¿Le duele algo? ¿Tiene fiebre?
No pasa nada si llora un ratito, mientras tratas de consolarlo, ya sea cogiéndolo en brazos, bañándolo, sacándolo a pasear, etcétera. Pero si el llanto es continuo y no se calma, desnúdalo y fíjate en si notas algo anormal: bultos en la zona inguinal o en los testículos, hematomas, sangrados, heridas, etcétera. También debes revisarle los dedos de las manos y los pies, porque un hilo del pijama, del calcetín, o incluso un pelo, puede habérsele enrollado y estarle estrangulando un dedo, o incluso los genitales: es el famoso síndrome del torniquete.
Y si el llanto inconsolable persiste debes acudir al médico. El dolor de oídos o el dolor abdominal pueden ser causa de un llanto inconsolable; en esos casos, a veces se logra consolarlo y duerme un ratito, pero pronto despierta otra vez llorando fuerte.
Hay un tipo de llanto que siempre es preocupante y que significa que el niño está enfermo: es el llanto quejumbroso o quejido. Es un llanto débil, sin fuerza, lastimero, rítmico, como quejándose. Si tu bebé tiene quejido, debe verle el médico sin demora.
Otra causa muy frecuente de llanto es el cólico del lactante (véase el capítulo 37).