Deportaciones a ningún sitio
Desde la perspectiva histórica, el comienzo de la Segunda Guerra Mundial fue el hecho decisivo que desató el devastador potencial asesino de los nazis. Sin embargo, cuando el Reich lanzó el ataque contra Polonia en septiembre de 1939, las ideas nazis todavía se hallaban muy lejos del genocidio,75 y bien entrado el verano de 1941, el régimen todavía promovía la emigración. Pasarían dos años hasta que los nazis llevaran hasta sus máximas consecuencias el homicidio masivo.
Desde sus comienzos, no obstante, la guerra forzó al régimen a replantearse algunos asuntos. Las posibilidades de emigración judía se vieron reducidas significativamente por la prohibición de entrada de refugiados alemanes a los territorios británicos y de la Commonwealth; prohibición impuesta por sus respectivos gobiernos. Pero al caer Polonia, los nazis se vieron con una nueva «cuestión judía» entre manos: dos millones de hebreos más bajo su jurisdicción. ¿Qué hacer con todos ellos?
La respuesta surgió rápidamente, pese a que, en el contexto de otros cambios radicales que sufriría Polonia, los detalles fueran cambiando un poco a lo largo de las siguientes semanas. Las provincias occidentales de Polonia (gran parte de las cuales habían pertenecido a Prusia antes de 1918), serían anexadas al Reich. Muchos de los ciudadanos polacos que las habitaban serían expulsados a lo que quedaba de Polonia bajo administración alemana: el Generalgouvernement o Gobierno General de Polonia. En el sector Este del Generalgouvernement, entre el río Vístula y el Bug, se establecería una reserva. Allí serían acantonados todos los judíos: los polacos y los de la nueva Gran Alemania.
Dado que hubo muy poca, por no decir ninguna planificación, la velocidad con la que los hombres de Heydrich pusieron manos a la obra fue imponente. A los tres meses del comienzo de las hostilidades, Heydrich anunció a sus colaboradores que los judíos podían ser deportados al Generalgouvernement, y que también se los podía echar a otro lado, o sea, al territorio polaco bajo el mando ruso.76 Eichmann por su parte se aprestó para un programa inicial de deportaciones que movilizaría a unos setenta y cinco mil judíos. Pero casi más imponente que la velocidad de inicio del programa fue su fracaso. Hasta el verano de 1941 sólo se habían podido trasladar a Polonia unos cuantos miles de judíos provenientes de territorios ocupados por los alemanes. Incluso desde los territorios polacos anexionados —nombrados prontamente Wartheland77 y Prusia Occidental y limpios supuestamente de habitantes no germanos—, las deportaciones de judíos no alcanzaron el ambicioso número previsto y de los considerables traslados de polacos no judíos solamente se pudo cumplir con una fracción mínima.78
¿Por qué no lograron los nazis mejores resultados? De la prioridad que recibió la movilización no hay duda posible. Pero, pese a que el ejército había logrado hacerse con los escasos recursos ferroviarios, existía otro gigantesco programa de reasentamiento análogo que Himmler —ahora comisario político del Reich para el Fortalecimiento del Germanismo—, desplegó durante el período de 1939-1940. El régimen había accedido a una serie de acuerdos con poderes extranjeros para rescatar poblaciones de etnia alemana en tierras extranjeras y traerlos de vuelta «a casa». El destino de preferencia para aquellos asentamientos de alemanes étnicos, o Volksdeutsche, fueron justamente Prusia Occidental y Wartheland. Los granjeros polacos residentes en esas zonas serían expropiados y echados al otro lado de la frontera, al Gobierno General, mientras que sus casas y tierras pasarían a manos de los nuevos inmigrantes arios. Aunque algunos miles de judíos polacos se vieron sometidos a aquel proceso, el alcance del reasentamiento judío y sobre todo la deportación de judíos a Polonia desde otras zonas de Alemania se vio extremadamente restringido.
Los funcionarios de las zonas receptoras comenzaron a rebelarse. El gobernador del Gobierno General, Hans Frank, descontento por administrar un «vertedero social», aspiraba a crear una colonia modelo. Tal colonia no requería el reasentamiento de población judía, sino su expulsión lisa y llana; en parte por prestigio y razones raciales, y en parte también porque los expertos asesores en economía de Frank insistieron en la superpoblación de la zona. Frank presionó vigorosamente para frenar las deportaciones a su territorio, y cuando Göring finalmente le apoyó, preocupado por las consecuencias económicas de flujos de población descontrolados, la idea de usar Polonia de vertedero perdió ímpetu rápidamente. El 11 de marzo de 1940, Hitler declaró que el asunto judío era cuestión de espacio y que él no disponía de territorios suficientes. Por lo que se comprende que hasta el 15 de noviembre de 1940 hubieran sido deportados solamente cinco mil judíos de Praga, Viena y Mährisch-Ostrau, mil más de Stettin, y dos mil ochocientos gitanos.79
Si Polonia no podía absorber a los judíos de Alemania y los suyos propios tampoco les eran gratos a los alemanes, ¿qué iban a hacer con ellos? El acontecimiento más significativo fue un interludio cuasi fantástico durante el cual se propuso Madagascar como territorio alternativo para el reasentamiento. La idea, surgida por vez primera en los años treinta, fue propuesta nuevamente por Himmler en mayo de 1940. Entonces Fritz Rademacher, del Ministerio de Asuntos Exteriores, tomó la iniciativa. Pero la RSHA ya había realizado investigaciones preliminares en ese sentido en la década de los treinta, y se puso a trabajar frenéticamente para presentar un proyecto propio. En junio de 1940 Hitler dio a entender al almirante Raeder y a Mussolini que Madagascar podía transformarse en una colonia para judíos. Los colaboradores de Eichmann hicieron cursos de especialización tropical y fueron inoculados contra la malaria. Entre tanto, en Polonia Frank tomaba la iniciativa vislumbrando la posibilidad de librarse de todos los judíos autóctonos. Pero para agosto la imposible victoria naval sobre Inglaterra haría inviables aquellos planes.80
Aún, durante la primavera de 1941, en vísperas de la invasión de la Unión Soviética (Operación Barbarossa), los nazis seguían empeñados en encontrar un territorio donde deportar a los judíos europeos.81 Aquello concuerda con el argumento histórico de la falta de planificación nazi. Sin embargo, no deja de sorprender que una política territorial a gran escala improvisada en un par de semanas entre septiembre y octubre de 1939, y que hubiese fracasado a las pocas semanas, durase dieciocho meses.