Capítulo 6

Wolverhampton.

La casa de As Landin era un segundo punto de reuniones después del local subterráneo RAGNARÖK.

Detrás del jardín que se mezclaba con el bosque colindante, y los bancos y mesas de piedra, detrás del altar donde a Caleb se le ejecutó un peanás follaiseach por haber tratado tan mal a Aileen, se alzaba una preciosa casa victoriana.

La majestuosa fachada se contraponía con la exquisita calidez del interior. En la construcción destacaban la madera, el parqué y la piedra.

Nanna entró con Nora en brazos. Noah y Adam iban delante, asombrados con la rápida conexión entre la chiquilla y aquella estilizada valkyria.

La guerrera de Freyja se sintió fuera de lugar, pero rápidamente sus analíticos ojos decidieron estudiar aquel hogar y las personas que se habían reunido bajo el mismo techo.

Y las conocía a todas. Las había visto en sus viajes relámpago a la Tierra, o en los maratones sexuales de Ethernet que emitía Freyja en el salón central del Víngolf para todas sus valkyrias vírgenes.

Alrededor de la mesa central del salón, iluminado por el fuego de la chimenea, estaban sentadas Ruth, María, Tea, Dyra y Amaya. Tras ellas, As Landin les guardaba las espaldas; alto moreno, de ojos muy verdes y barba oscura. Estaba cruzado de brazos con las piernas semiabiertas, vestido con ropa de capoeira, como Adam y Noah.

Al verla entrar, el líder del clan berserker arrugó el ceño, para después, fruto de una extraña iluminación, relajar el rostro como si comprendiera perfectamente cuál era el motivo por el que Nanna estaba ahí con ellos.

La más joven de las sacerdotisas, Ruth, era la Cazadora de Almas, famosa por su Sylfingir, el arco de los elfos cuyas flechas aniquilaban a las almas oscuras que poblaban aquel reino. Además, también era un faro para las almas perdidas, y abría la puerta al otro lado, un puente que los espíritus debían cruzar para descansar en paz.

A su lado, María Dianceht, la sacerdotisa matrona, pareja del líder, y fiel apoyo de Ruth, los observaba con atención, como si quisiera unir las piezas del puzle que tenía ante ella, mientras hacía bailar entre sus dedos las runas ancestrales.

Y después estaban las sacerdotisas ancianas, que, elegantes a su modo, todavía daban mucha guerra y ayudaban en temas de adivinación, conjuros y también iniciaciones.

—Hola —los saludó Nanna.

Todos le contestaron con educación, mirando sus ropas de cuero y titanio con curiosidad, mientras Nora todavía le acariciaba las trenzas, embobada con su peinado.

—Tía Ruth, quiero su pelo —anunció la pequeña.

—Te haré trenzas después, cielo.

Ruth se levantó y caminó hacia Adam. Él la besó en el cuello, en su marca, y ella le sonrió al tiempo que cogía a Nora en brazos.

—Eres una valkyria, supongo —dijo hablándole a Nanna.

—Soy Nanna —se presentó ella.

—Yo, Ruth.

—Sé quién eres. —Sonrió tal y como le había sonreído a Adam hacía unos momentos, como diciéndole: «Te he visto en cueros; no eres ningún misterio para mí».

Ruth arqueó las cejas caoba y miró a su noaiti, que se encogió de hombros.

—A mí me ha mirado igual.

—Por favor, pasad y contadnos cómo están las cosas en Escocia. —María hizo de anfitriona desde la mesa, mirando de reojo a As, que seguía con la vista verde fija en la amarilla de Noah.

—Escocia se cae a pedazos. Ése es el resumen. Casi que prefiero ahorrarme las explicaciones —contestó Noah, sin parpadear.

Su objetivo era As Landin. Todo lo demás, todo aquello que había a su alrededor, desapareció.

Noah se abalanzó sobre As, dando un único salto para llegar hasta él; pasó por encima de las cabezas de las sacerdotisas e impactó contra el fornido cuerpo del líder, que lo esperaba sereno y preparado para su ataque.

El rubio se colocó a horcajadas encima de As, que no se defendía, como si supiera que se merecía la ira de su guerrero.

Adam, asombrado por la visceralidad de su amigo, fue a separarlos, pero As levantó una mano y gritó:

—¡No! ¡Déjale, Adam!

Noah, ajeno a la sorpresa del resto, asió del cuello de la camiseta de tirantes a As y lo zarandeó.

—No acepto ni una excusa más —le enseñó los dientes—. No vuelvas a darme largas. Dime ahora mismo quién se supone que soy.

—Eres uno de los míos, ¡¿no es suficiente para ti?!

—¡Maldita sea, As! ¡Gungnir me atravesó el corazón! ¡Durante unos instantes estuve muerto y después… resucité! ¡Sigo vivo! —Un silencio aplastante cayó como una pesada losa en el salón.

—Dioses… —murmuró María.

—¡Freyja habla conmigo en futhark a través de la hoja de mi puñal guddine! —continuó el bengala—. ¡Podía sentir el tótem y lo podía tocar sin morir por ello! ¡El puñal guddine de Hummus captaba a los semidioses, y por eso me encontró en Wiltshire cuando Eon se metió en mi maletero! —Noah se sentía frustrado y fuera de control—. ¡Hummus me dijo que tú tenías que saber quién era yo!

—En realidad, yo no sé quién eres… —confesó As—. Pero puedo decirte de dónde vienes. Es por eso por lo que te esperábamos —añadió, calmado, cogiéndolo de las muñecas—. Las runas han hablado. Yo no sé más de lo que me dijo él.

—¿Él? ¿Quién?

—Odín.

—¿Odín? ¡Dime la verdad! —gritó. Quería respuestas.

Anonada, Nanna analizaba el comportamiento de Noah, al igual que todos los demás. ¿Qué pintaba Odín en aquella inesperada discusión?

—Noah. —María se levantó de la silla y apoyó las manos en la mesa—. Deja al leder y nosotras te ayudaremos.

Los ojos amarillos del berserker se dilataron cuando miró a la sacerdotisa. Estaba cansado de sentirse perdido. Necesitaba ayuda y le irritaban las ambiguas respuestas de As.

—Suéltalo, por favor —repitió María.

Sus palabras cayeron como un bálsamo sobre él, y, poco a poco, relajó los dedos sobre su camiseta y lo dejó ir.

—¿Qué quieres decir con eso de que las runas han hablado sobre mí? —preguntó en tono calmado a María.

—Bueno, todavía no lo han hecho explícitamente —aclaró ella—, pero lo harán. Nos han sugerido una constelación alrededor del Niño Perdido. —Levantó una runa.

—¿Una constelación? ¿Niño perdido? ¡¿De qué hablas?!

—Sí. —María señaló una silla alrededor de la mesa para que él tomara asiento—. Esta mañana, durante una sesión, las runas nos han dicho que vendría un muerto en vida acompañado de una valkyria —dejó las runas futhark en el centro de la mesa—, antes de que cayera el sol del atardecer. Y después la adorable Nora nos hizo ese dibujo, y resultó que uno de esos cuatro guerreros eras tú, con tu valkyria. Acabas de admitir que moriste y resucitaste. Te esperábamos.

—Ya se lo dije yo a Freyja —susurró Nanna, que tomó asiento alrededor de la mesa—. Es un zumbi.

Ruth la escuchó a la perfección, sonrió y la observó como si fuera una rareza.

Cuando todos, inclusive As, estuvieron reunidos en la mesa, la hermosa María les explicó el significado de las runas. Colocó seis runas frente a ellos y las señaló una a una.

—¿Qué es lo que dicen? —preguntó Noah, intrigado.

—«Llegada inminente de un muerto en vida: un niño perdido. Las constelaciones le marcarán el camino que seguir a las puertas del Final de los Tiempos».

Nanna asentía con la cabeza.

—Perdonad que os interrumpa, pero ¿qué es una constelación?

—Es una lectura de runas de vida y destino en la que participan las personas cercanas al sujeto que vamos a leer.

—¿Y vais a leer a Noah?

—Sí —asintieron las más ancianas.

—La constelación se crea con las figuras paternas. —María señaló a As—. Los hermanos. —Miró a Adam—. Los niños de su vida. —Sonrió a Nora—. Y el… ¿amor? —Clavó la vista en Nanna.

—No la miréis así —protestó Noah—. Sí, Nanna es mi kone.

—Pero ambos sabemos que no estamos enamorados, ¿verdad? —le dijo Nanna a modo de confidencia. Pero, en realidad, la escuchó todo el mundo.

—Dame tiempo —contestó él sin mirarla.

—Bueno —sonrió ella, nerviosa—, digamos que nos estamos conociendo —aseguró aclarando su situación.

—No hace falta conocer nada —la cortó él—. Cuando solucionemos nuestro problema pendiente —sus ojos amarillos se la comieron—, podré demostrarte cuál es la naturaleza de nuestra relación. Te aseguro que no tendrás ninguna duda.

Nanna parpadeó pasmada por la seguridad de aquel hombre cuando hablaba de ellos dos.

—¿Te refieres a nuestro pequeño problema? —preguntó inclinándose hacia él—. Porque yo no sé si puedo ver una solución al hecho de que para mí seas como un matamoscas para los mosquitos.

Adam se rio por lo bajo y miró hacia otra lado. Ruth le dio un codazo para que se comportara. Estaba claro que aquella pareja tenía claras diferencias.

—Dejemos este tema aparcado, ¿quieres? —le pidió Nanna lo más amablemente que le permitían sus dientes apretados. Centró su mirada almendrada en las tres sacerdotisas de pelo blanco—. ¿Y ellas qué papel se supone que juegan en la lectura de Noah? ¿El de sus antepasados?

María soltó un carcajada, pero enseguida se tapó la boca con la mano.

—¿De qué te ríes, hermana María? ¿Te parece graciosa la valkyria? —dijo la más alta de las tres, mirándola con cara de pocos amigos.

Nanna alzó la comisura de los labios y las miró de reojo.

María encendió las velas y removió el humo del incienso.

—Para la constelación necesitamos colaboración total de los pilares de Noah. Sus vínculos, su grupo, afectarán también al comportamiento de las piedras. Concentraos. Tomemos aire y dejemos que el don de las runas ilumine esta constelación. —La italo-argentina cerró sus ojos negros como la noche y animó a todos con un gesto a que se tomaran de las manos.

Las runas yacían boca abajo en el centro de la mesa.

Nanna hizo lo propio, cerró los ojos y le dio las manos a Ruth y a Adam.

—La vida de Noah se representa ante ti, diosa madre —exclamó María en voz alta—. Toca con tu magia sus runas y muéstrale el camino. Ayúdale en su búsqueda; ayúdanos a ayudarle.

Todas las velas del salón se apagaron, víctimas de una misteriosa brisa. Solo una siguió prendiendo; la que estaba en el centro de la mesa circular.

Los voluptuosos labios de María se estiraron en una sonrisa.

—La diosa ya está aquí —anunció Dyra.

Una energía a la que no se le podía poner nombre arrolló a los presentes. Era una fuerza divina, una entidad descomunal que hizo que los demás, mágicos como eran, se sintieran pequeños.

De repente, las runas ahuesadas se dieron la vuelta; pero no todas, solo siete. Algunas aparecían invertidas, otras aún temblaban por la sacudida.

Todavía con las manos cogidas, María abrió los ojos y procedió a la lectura de las piedras.

—La primera es Ansuz: una revelación, un misterio que sale a la luz. Perth: una iniciación privada; un asunto confidencial; es la llamada de la magia, una cita con ella. Raidho: la runa de los viajes inminentes y de la migración a otras culturas, pero parece invertida y quiere decir que es un viaje definitivo para ti, posiblemente de no retorno… Aquí tenemos a Pear. —Pasó el índice por encima de la runa—. Un reencuentro. Aquello que se te resiste estará por fin a tu alcance y vendrá de parte de una persona que no ves desde hace tiempo. —María tragó saliva, intimidada por la siguiente runa—. Ehwaz: representa un conflicto entre fuerzas opuestas. Es la runa del enfrentamiento y la muerte. Daeg —tocó la runa con admiración— es la runa del regreso, de la luz… Y la última es la runa blanca. —Señaló una piedra vacía, sin señal ni letra—. Las cualidades y las sentencias de las demás runas están supeditadas al significado de esta última.

—¿Y qué sugiere? —preguntó Noah.

—Que no hay nada escrito. La runa blanca, que también es la aliada de Odín, sugiere que todo puede pasar, dependiendo de las acciones que tú realices, pero sobre todo dependiendo del movimiento de las demás fichas en acción. Tal vez tu viaje de no retorno no sea tal —dijo de modo enigmático.

—¿Y qué fichas son ésas que están en acción?

María se inclinó hacia delante y entrelazó los dedos de sus manos.

—Solo las fichas que están jugando lo saben. Tú únicamente debes concentrarte en tu camino.

Noah comprendió que había más guerreros involucrados en su destino.

Adam, por ejemplo, recibió una profecía de la völva que se había ido cumpliendo una a una hasta encontrar las fichas esenciales para que el mensaje de las nornas se cumpliera. Las almas puras y brújulas; Nora y Liam. La velge: la vaniria Daanna. El magiker: Cahal, el druida del clan vanirio.

Tal vez, después de todo, él tuviera relación directa con el regreso del dios dorado. Tal vez, su viaje tenía que ver con encontrarlo y ayudarlo a volver.

—Las constelaciones me marcan un camino que debo seguir, ¿verdad? —Noah se levantó de la mesa y miró a As.

—Sí —aseguró María.

—¿En orden?

—Sí. Son correlativas. —María se levantó y caminó hacia él—. De esta lectura, Noah, debe quedarte clara tu misión a partir de ahora. Necesitas una revelación y una iniciación mágica para empezar tu viaje. ¿Tienes claro lo que debes hacer?

Noah asintió, más seguro de sí mismo que nunca.

La revelación vendría de la mano de As Landin, no tenía ninguna duda.

Había llegado el momento de hablar cara a cara con su líder.

Era la hora de descubrir los misterios.

—Salgamos afuera, Noah —pidió As, conciliador.

—¿Serás sincero?

—Sí.

—Ya me has negado la verdad varias veces. No aceptaré una tercera, sobre todo cuando todos aquí hemos llegado a la conclusión de que es imposible que reviviera después de que lanza de Odín me atravesara el corazón. O me dices la verdad, o te retiraré mi fidelidad.

As apretó los dientes y aceptó la amenaza.

Las runas eran el medio a través del cual se comunicaban los dioses.

Tiempo atrás, alguien le dijo que, cuando Noah fuera herido por un tótem divino, él podría revelarle todo lo que sabía sobre su procedencia. Y eso significaba que la guerra había empezado y el Ragnarök tomaba el Midgard.

Había llegado el momento de hablar con Noah.

Se habían dirigido al tótem de piedra con cabeza de lobo.

Ambos lo miraban en silencio; los dos tan altos, fuertes y guerreros, se mantenían en silencio admirando aquella figura atávica que tanto tenía que ver con ellos.

Noah esperaba que el mayor hablase. Le daría su tiempo, aunque él cada vez tenía menos paciencia para el suspense.

—Sabes que soy el único berserker que ha tenido contacto directo con Odín, ¿verdad? —dijo As finalmente, con la cabeza alzada, analizando la piedra del tótem.

—Sí. —Noah miró su perfil recortado por la oscura noche.

—En esa primera visita, él me legó el bastón del concilio para mediar entre vanirios y berserkers.

—Lo sé.

—Pero ésa no fue la última visita que tuve por su parte.

El bengala frunció el ceño.

—También te contactaron para darte una información sobre la velge y así actuar como puente para mediar con Daanna y lograr que perdonara al sanador, ¿no?

—Exacto. Pero antes de ésa, hubo otra.

—¿Otra? ¿Cuál?

—Un día, siglos atrás, justo en este mismo lugar que ahora pisamos, él volvió a aparecerse ante mí. —Se puso las manos en el interior de los anchos pantalones y cogió aire por la nariz—. Me entregó un bebé envuelto en una tela y me dijo que lo protegiera con mi vida, porque, en un futuro, ese niño sería un excelente guerrero, clave para salvar a la humanidad del fin del mundo.

Noah ni siquiera parpadeó cuando As se giró para mirarlo a la cara.

—Dijo que eras un niño robado y que esperaba que esto le diera una lección a Loki: le iba a dar donde más le dolía, me contó. —Le puso una mano sobre el hombro para obtener toda su atención—. Me dijo: «Cuídalo y quiérelo como si fuera tu hijo, As. Y solo cuéntale tu secreto cuando sea herido con un tótem divino, pues eso será señal de que el Ragnarök ha llegado al Midgard, y de que es tiempo de que él despierte. Nunca antes».

—¿Insinúas que ese niño que te entregó Odín era yo?

—Sí.

—Pero tú… Tú me dijiste que era hijo de berserkers. Que eran amigos tuyos y que…

As esperó a que su joven guerrero comprendiera por qué había hecho lo que había hecho y por qué le había ocultado esa información.

Cuando Noah se calmó, murmuró:

—Me mentiste, As.

—Te protegí de ti mismo. Era peligroso que supieras que te había entregado Odín.

Noah se pasó las manos por la cabeza y le dio la espalda a As. Estaba nervioso. Quería mutar, correr, huir de toda aquella mentira.

—As…, ¿soy hijo de Odín?

El otro se encogió de hombros y lo miró compasivo.

—No lo sé. No me lo dijo, Noah. Solo me pidió que cuidara de ti y que mantuviera el secreto.

—Si el puñal guddine me detecta es porque soy hijo de un dios —aclaró él, con rotundidad—. ¿De quién?

—Ojalá lo supiera. Odín me dio algo más para ti. —As se llevó la mano al bolsillo del pantalón. Sacó una caja circular y dorada, y se la entregó.

—¿La has abierto? —Noah se la quitó de las manos.

—No. —Negó con la cabeza—. Te pertenece. Es tuya. No violaría jamás tu intimidad.

Noah acarició la caja con sus dedos y agachó la cabeza.

—Ábrela a solas, no tienes por qué enseñármela, ¿de acuerdo? Pero, Noah, atiende a mis palabras. —Cuando el otro levantó su mirada, le dijo—: Tus padres no eran berserkers, de acuerdo. Pero yo te he criado y te tengo desde hace siglos. Para mí eres como un hijo y nada ni nadie podrá borrar eso.

—Odín te obligó a acarrear conmigo —gruñó Noah, furioso.

—Odín me dio responsabilidades. Las mismas responsabilidades que conlleva ser el líder de sus guerreros. Por supuesto que le iba a obedecer. Pero debe quedarte claro algo.

—¿Qué?

—Odín no me obligó a quererte ni a respetarte, Noah. Eso te lo ganaste tú.

El bengala sintió que una bola de pena atoraba su garganta.

—Eres de mi familia. De los míos. No lo olvides. Y cualquiera que sea tu travesía, si me necesitas, ahí estaré.

—No tengo ni puta idea de quién soy, leder —reconoció, abatido—. No sé qué es lo que debo de hacer…

—Entonces —As lo agarró de la nuca y le dijo— ése es tu viaje. Las runas han hablado, la diosa te necesita y Odín también. Ésta es la revelación que esperabas, eso es lo que decía Ansuz, la primera runa que se volteó. Lo que sea que hay en esa caja es importante para ese viaje.

—¿Por qué estás tan seguro? ¿Por qué confías tanto en Odín? —le replicó él, todavía incrédulo—. Por lo que a mí respecta, según lo que he visto hasta ahora, de esta caja puede salirme un payaso partiéndose de risa al verme. No me gustan sus juegos ni sus bromas.

—Todo tiene una razón de ser. Hay un motivo y una explicación.

—Sí —dijo Noah—, el jodido aburrimiento de los dioses. Ésa es la explicación para sus intrigas y sus juegos.

—Si fueron juegos o no, solo lo sabremos si seguimos vivos después de este infierno en el que se ha convertido la Tierra, ¿no crees?

Noah no dijo ni que sí ni que no. Para él, los dioses habían jugado y todavía lo hacían; eso no quería decir que no les tuviera respeto. Pero ya no creía en ellos tan a ciegas.

Él siempre había pensado que el bien debía triunfar sobre el mal y que los dioses tenían que decantar esa balanza.

Tal vez estaba equivocado al ser tan benevolente.

—Necesito estar solo. —Se dio la vuelta con el obsequio en mano y caminó hasta sentarse en el tótem.

—Por supuesto —accedió As—. Cuando hayas asimilado toda la información, vuelve con nosotros.

—¿As?

—Dime. —Se detuvo y lo miró por encima del hombro.

—Gracias por cuidar de mí todo este tiempo.

Los labios de As, enmarcados por la negra barba, se alzaron sonrientes, pero con pesar.

—Noah… No has sido una carga. ¿O acaso crees que no noto lo empático que eres y lo que irradias a los demás? Tú calmas a las personas, mientras que nosotros nos dejamos llevar por nuestros instintos bélicos. Cuidaste de Aileen. Cuidaste de Adam cuando la furia lo obcecó y quiso matar a la Cazadora. Ayudaste a proteger a Mizar… Y cuidaste de Heimdal cuando era Eon. ¿Y tú me das las gracias a mí? —Se rio sin ganas, negando con la cabeza—. No, Noah. Te las doy yo a ti. Has sido una bendición para todos. Te dejo solo, pero reponte, y ven: no tardes mucho.

Y con esas palabras, As Landin desapareció del claro del tótem.

Noah esperó hasta que el jefe berserker desapareciera para abrir con manos temblorosas el obsequio que el dios Aesir Odín había dejado para él.

¿Qué habría en su interior?

¿Qué significaría para él?

—¿Quién soy para los dioses?

Nanna se sentía terriblemente conectada con Noah.

Después de hablar con As y las sacerdotisas, y sugerir qué era lo que podía significar la runa de la iniciación, había ido a buscar al berserker entre el bosque que rodeaba aquel inmenso terreno.

No le hizo falta indagar mucho, pues su olor, su esencia, la guio hasta él.

Noah tenía una peculiaridad. Su perfume personal la atraía y, aunque en cierto modo seguía enfadada con él por haber roto su palabra y haber provocado que Freyja la castigara, el enfado se desvanecía cuanto más rato pasaba a su lado. Era como si, estando uno al lado del otro, todos los males parecieran menores.

El rubio platino manoseaba una misteriosa caja que a Nanna le recordaba a las pequeñas urnas que Odín había mandado crear a los enanos para proteger a las handbök, unas guías aladas que eran como brújulas y que llevaban hasta un objeto de valor oculto por los dioses.

Nanna se acuclilló sobre la rama del árbol en el que se ocultaba y afinó su visión, pero de nuevo el rostro apenado de Noah la absorbió por completo.

No quería molestarlo. El guerrero parecía ofuscado, pero, a la vez, lleno de curiosidad por aquello que tenía entre las manos.

La joven se tocó el centro del pecho. ¿Por qué le dolía ahí al verlo así?

¿Por qué podía sentir lo que él? ¿Era el supuesto kompromiss que debía crearse entre ellos?

Dioses, ese hombre se sentía tan solo que hasta a ella la embargaba la soledad. Los árboles, las plantas y las estrellas tenían que sentir su tristeza; la oscuridad y el silencio lo rodeaban como si estuviera en un funeral. ¿Cómo era posible?

—Te huelo, valkyria. Sal de donde sea que estés —dijo él de repente.

Nanna dio un respingo. Claro, si ella lo olía a él, era de suponer que él también podía hacerlo. El vínculo iba en ambas direcciones.

—Olvidaba que los canes tenéis el olfato muy fino. —Dio un salto y cayó a cuatro patas, delante de él.

—¿A qué has venido? —preguntó obviando su pulla.

—A buscarte. Llevas un buen rato aquí solo. La paciencia no es la mejor virtud de las sacerdotisas, ¿sabes? Están impacientes.

Esta vez, pudo ver mejor la caja y no tuvo ninguna duda de lo que era.

—Oye, llevas mucho rato dando vueltas a esa cosa como si quisieras montar un burricub.

Noah sonrió y dejó caer la cabeza, rendido ante las palabras de Nanna.

—Se dice «rubicub».

—Como sea. ¿Sabes cómo se abre?

—No tengo ni idea. Llevo un buen rato intentando abrir la tapa, pero…

—¿Qué tapa? No tiene tapa —le explicó Nanna acercándose. Arqueó las perfectas cejas y lo miró como si ella fuera la más lista de la clase—. ¿Acaso no sabes lo que es?

Noah parpadeó una sola vez.

—¿Tengo cara de saberlo?

—Deberías.

—¿Por qué?

—Porque los cofres de los dioses solo responden a aquéllos a los que van dirigidos.

—Pues no sé cómo hacerlo… ¿Sabes tú lo que es?

—Claro que sí —dijo—. En el Asgard, el entretenimiento oficial entre los dioses de todos los reinos es jugar a encontrar tesoros. Hay un torneo para eso.

—¿Me lo dices en serio?

—Sí. Se hace la noche en la que celebramos el destierro del Trickster.

—El Trickster… ¿Loki?

—Sí. Para celebrar el momento en el que Odín desterró a Loki, los dioses esconden objetos de valor por todo el Asgard, y todos sus ejércitos van en su busca. Al final, gana el ejército que más objetos de valor consiga. Y para encontrarlos, antes, hay que localizar los handbök. Yo soy una fanática de la noche del Trickster. Me encanta encontrar cosas —aseguró, como si fuera una niña ansiosa.

Noah escuchaba atentamente a Nanna, mientras daba vueltas al cofre liso, metálico y de color oro.

—¿Esto es una handbök?

—No. El handbök es lo que hay dentro y te llevará directamente a un objeto divino. Frota una de las caras del cubo con tus dedos; si es para ti, una pregunta en letras rúnicas emergerá en el metal —le aconsejó Nanna pegando su nariz a la caja.

Noah la miró y después la obedeció. Frotó la cara caliente del cubo con sus dos pulgares y sintió que las runas salían a la superficie.

—Mira… —susurró Nanna, emocionada—. La caja te habla, Noah. —Se apoyó en su hombro y, por un momento, se olvidó del rencor que casi ya no sentía.

Noah miró de reojo sus dedos medio enguantados con los protectores metálicos, y percibió el calor de sus yemas sobre su piel. Luchó por controlarse, porque el menor contacto de la valkyria hacía que le picaran los colmillos por querer marcarla.

Nanna no se daba cuenta de que en realidad la miraba a ella, a esos ojazos que las larguísimas pestañas enmarcaban y ocultaban para todos los que no estuvieran tan cerca como él.

Noah se concentró en la frase que aparecía en la cara que había en la parte posterior.

—«Doy vueltas y no soy tiempo, un secreto sé guardar; si no me cuidan, me pierdo. ¿Con mi nombre sabrás dar?».

Nanna aplaudió, feliz.

—¡Es una adivinanza! ¡Los dioses adoran las adivinanzas! Muchos guerreros, durante el torneo, tienen que dejar sus cofres porque no saben las respuestas y deben esperar a que otros la abran.

El berserker sonrió al ver lo contenta que estaba.

—Te gustan los juegos, ¿eh?

—¡Por supuesto! —Abrió los ojos de par en par—. Las valkyrias adoramos las competiciones. Pero, oye…, si quieres que se abra el handbök tienes que dar una respuesta correcta —aclaró, animándolo a que se diera prisa—. A poder ser, ya mismo.

Noah se concentró y repitió para sí mismo:

—Doy vueltas y no soy tiempo… No es un reloj. Un secreto sé guardar; es decir, oculta cosas. Si no me cuidan, me pierdo… Es manejable y fácil de extraviar.

—Sí, continúa… —lo animó sin perder de vista la caja—. No puedes fallar.

—Cuánta presión.

—Síííí… ¿A que es emocionante?

Él la volvió a mirar.

Nanna parecía llena de luz en ese momento. Sus ojos marrones y muy abiertos se asemejaban a los de una niña llena de curiosidad. Y algo, algo en ese momento de contemplación le golpeó el centro del pecho, como si lo llevara a otro momento o a otro lugar… «Qué extraño», pensó.

—Es una llave —contestó él finalmente.

La caja se elevó de la palma de Noah y levitó frente a sus rostros, dando vueltas sobre sí misma. Después, las esquinas empezaron a separarse y, lentamente, se abrió como si fuera una flor, para que algo brotara y se elevara procedente de su interior.

—¿Qué es esto? —preguntó Noah observándolo bien.

—Éste es tu guía —le explicó Nanna con voz sonriente.

Noah no se lo podía creer.

Ante él, en posición fetal, hecha un ovillo, vio una especie de hada diminuta con alas doradas. Toda ella relucía.

Tenía el pelo corto y negro. Era una mujer. Una mujer de no más de tres centímetros de alto.

—Es… ¿Esto es un hada? —preguntó, atónito.

—Es tu guía. Y no es un hada cualquiera.

—¿Ah, no?

—No. Las hadas de su categoría, mujeres y de pelo corto y negro, tienen dos misiones. Deben guiar a dos personas.

—¿Nosotros dos? —preguntó sin comprender.

—No. Tú y otra persona más. Otro ser especial como tú. Por ahora, ella nos llevará hasta el objeto que debes encontrar.

La diminuta hada abrió sus alas y, sin dejar de moverlas, bostezó y parpadeó soñolienta mirando al berserker. Le sonrió, como si le saludara, y dio una vuelta sobre sí misma. Parecía encantada de estar fuera del cubo.

—¿Un hada?

—Sí. Son muy preciadas por los dioses, dicen que nacieron del mismo polvo de la creación. El mismo que creó a los dioses… No me mires así. De algún lugar tenían que salir ellos también, ¿no? Solo las valkyrias y los bardos pueden hablar con ellas —le dijo en voz baja.

—Un hada —repitió Noah, atónito. Y entonces cayó en lo que Nanna acababa de decir: que el hada «les» llevaría hasta el objeto que debía encontrar. De repente, la valkyria quería ir con él…, voluntariamente.

—¿Nos? ¿Has dicho «nos»? —Levantó las cejas.

—Sí, bengala. —Ella torneó los ojos—. No me pierdo una competición ni muerta, ¿vale?

—Entonces… —Su mirada relució con interés y agradecimiento—. ¿Me ayudarás a encontrarlo, Nanna?

Ella escuchó una petición en su masculina voz. Aquel modo de hablar la cautivó y la hizo sentir vulnerable.

—Sí. Te ayudaré, Niño Perdido.

—Bien.

—Bien.

Ambos se quedaron mirando, hasta que Nanna, incómoda, rompió el contacto visual y dijo:

—Debemos regresar. Las sacerdotisas deben empezar a trabajar y están ansiosas por jugar de nuevo con sus poderes. Quieren hacer una iniciación contigo, bengala.