Capítulo 20

—Eh, Kherion. —Miya llamó al elfo en medio de tamaño ritual energético—. Ven aquí, queremos comprobar algo.

Kherion se acercó a ellos sin dejar de beber linie y los miró uno a uno.

—¿Qué disponéis?

—Escucha esto —le aconsejó Ardan—. Miya, haz los honores.

El samurái obedeció y se aclaró la garganta.

—Dos elfas están paseando por el bosque —contaba Miya a Kherion, moviendo su recuperada mano. El hudriel no sonreía—. Entonces, de repente, un grupo de orcos, que nunca habían estado con una mujer, las divisan entre los árboles. Los orcos van a por ellas para violarlas, así que las elfas huyen despavoridas, corriendo todo lo que pueden y más. Al cabo de las horas, se detienen cansadas de tanto correr, mientras los orcos, incansables, están a punto de alcanzarlas. Y le dice una a la otra: «No te pares o nos cogerán». La otra, agotada, la mira casi sin aire y le suelta: «Prefiero tener un orquito a tener un infarto».

Kherion parpadeó, sus labios no se elevaron ni medio milímetro. Sus ojos verdes titilaron.

Ardan lloraba de la risa.

—¡Qué cabrón! —decía.

Miya, al que le encantaba provocar, miró de reojo a Kherion y probó con otra broma.

—Imagínate a Aragorn vigilando el Muro del Abismo de Helm. Entonces, a lo lejos, ve una terrible polvareda. Como no ve nada, coge a Legolas y le dice: «Legolas, amigo, tú que tienes los ojos penetrantes de la hermosa gente, dime ¿qué ves tras aquella polvareda?». Legolas mira al frente y le contesta: «Veo un gran ejército de hombres». Aragorn asiente y le pregunta de nuevo: «Pero ¿vienen en son de paz o de guerra?». Y Legolas contesta: «Pues yo creo que vienen de fiesta y cachondeo porque llevan la cara pintada, gritan y van dando saltos».

Ardan, Gabriel y Noah se echaron a reír con fuerza, mientras que el hudriel los miraba como si tuvieran algún problema mental.

—¿Y… decís que sois guerreros? —preguntó con aquella voz que ponía la piel de gallina a los hombres, y la sangre caliente a las mujeres.

Los cuatro asintieron, seguros de su naturaleza.

—Es solo un experimento —dijo Noah poniendo paz—. Los elfos decís que os lo pasáis bien en estas fiestas, pero no veo a ninguno reírse. No sonreís.

Hudriel miró al berserker, a ése que había venido a proteger.

—Espero no ver yo tampoco a ningún jotun reírse cuando vengan hacia ti, no vaya a ser que me confunda y crea que vienen de fiesta, y permita que te metan un lanza por el culo —contestó con una educación y una serenidad portentosa. Dicho esto, se dirigió a Miya—. ¿Cuál es el país que primero ríe y después explota? —dijo de golpe.

—¿Eh? —repuso Miya frunciendo el ceño.

—Ja… pón.

Después de esas palabras, el hudriel se reunió con su gente y siguió obteniendo energía de la música y sus bailes.

Gabriel y Ardan no podían dejar de reírse de sus respuestas.

—¿Lo tienes? —preguntó Róta, oculta en el baño del hotel.

Nanna entró con la llave daeg de Noah en la mano. Se la había quitado mientras bailaba con él el Never be alone, de Deepside Deejays.

—Lo tengo.

—¿No se ha dado cuenta? —Se bajó de la pila de madera y mármol.

—Ahora está hablando con los demás. Va de activia hasta las cejas. Está tan borracho que si le dijeras que su padre es Drácula y su madre Morcilia se lo creería.

Róta se rio. No hizo falta rectificarla sobre el nombre de la bebida ni de la mujer del vampiro. La había entendido perfectamente. Estaba acostumbrada a sus libres cambios morfológicos.

—En realidad —dijo la que todo lo ve—, yo no hacía esto antes. Encontraba personas a través de sus objetos. Pero la sangre de mi Kenshin, el descendiente de Susanoo, me ha hecho más fuerte y ha multiplicado mi capacidad. —Se frotó las manos.

La puerta de roble se abrió. Tras ella aparecieron Gúnnr y Bryn, con las mejillas ligeramente rosadas y los ojos soñolientos.

—¿Lo tienes? —le preguntaron.

—Lo tiene —contestó Róta abriendo la mano para que Nanna se lo diera.

—Os dije que escupierais las bebidas —las regañó Nanna dándole la llave esférica a la del pelo rojo—. ¿No os han enseñado nada las películas que os subía al Valhall? El alcohol no se ingiere, se escupe en otra botella que finges beber.

—Nos pediste que les hiciéramos beber para que no se dieran cuenta de nuestro ardid. —Bryn puso los ojos en blanco—. Solo se nos ha ido la mano un pelín. ¿Estás segura de que quieres hacer esto? —le preguntó.

No estaba segura. Estaba segurísima.

Y sus amigas la comprendían perfectamente, por eso la ayudaban con su desafío.

Ellas habían pasado por dificultades con sus parejas.

Gabriel se creía que Gúnnr no sabía luchar y que era débil. La valkyria lo pasó realmente mal hasta demostrarle que estaba equivocado.

Miya pensaba que Róta era la encarnación del mal (y de eso no había duda), pero su amiga tenía la suficiente fuerza como para contraponerse a ese lado oscuro y darle una lección de fidelidad, amor y amistad no solo al samurái, sino a todos los que alguna vez dudaron de ella.

Ardan se pasó una eternidad en el Midgard deseando vengarse de Bryn, odiándola con todas sus fuerzas, porque no sabía la verdadera razón por la que Bryn lo desterró. Y Bryn lo dio todo por él y por soportar sus castigos.

Así que si había mujeres empáticas con ella en ese reino, ésas eran sus nonnes, por eso estaban dispuestas a echarle una mano, aún a sabiendas de que eso la pondría en peligro. Y por eso ella las amaba con todo su corazón.

Sólo tenía aquella oportunidad, aquella vida en el Midgard antes de que el Ragnarök clavara las fauces en su destino. Su decisión era jugárselo con Noah.

Ella estaba dispuesta a luchar por él y por su propia credibilidad.

Y se lo demostraría al bengala.

—Haz tu magia, Róta —le pidió, nerviosa—. No tengo mucho tiempo. Debo darme prisa.

La valkyria asintió. Cerró los ojos y acarició el círculo dorado con la runa grabada en el centro, que sobresalía ligeramente de la superficie lisa del objeto.

Róta se puso muy tensa mientras viajaba hacia donde la llevaba su don.

—Un enorme fiordo… Recorre el Jotunheim y…

—Sé más concreta —la animó Nanna—. Estamos en Noruega.

—Lo rodean muchos acantilados… —continuaba Róta con los ojos completamente negros, perdida en su visión—. Es un glaciar enorme, tan grande… Esperad… Hay algo… Son túneles de hielo, cuevas subterráneas. —Róta cogió aire—. Lo tengo. Estoy en la cima. La entrada está ahí.

—¿Dónde? —Nanna se sentía inquieta y ansiosa.

Róta salió de su visión y sus ojos se tornaron turquesa de nuevo. Poco a poco recuperó la normalidad. Suspiró y se apoyó en la pila del baño, un tanto mareada.

—¿Qué? ¿Qué has visto?

La valkyria hija de la Sibila sonrió a Nanna.

—Lo que buscáis está en Jostedalsbreen. En sus entrañas.

Nanna parpadeó.

—¿Has visto lo que era?

—No —negó ella, con las manos en el estómago. Ese tipo de visiones le revolvían las tripas—. Sea lo que sea lo que abra esta cosa, está sellado. Muy bien sellado.

—¿Y ahora qué? —preguntó Gunny.

—Ahora —Nanna se guardó la llave en el chaleco, se recolocó bien las bue y se recogió el pelo trenzado en un moño alto— salgamos y bailemos. Necesito que me cubráis. Gunny.

—¿Sí? —Gúnnr estaba preocupada por Nanna. Sabía que lo que tenía que hacer era algo que no podía evitar, pero no por eso dejaría de sentir miedo por su hermana.

—Los huldres ya casi están recuperados. No tardarán nada en quitarles la borrachera a los guerreros. En cuanto me enviéis lejos, tienes que convocar la tormenta.

Bryn la tomó por el hombro.

—¿Estás segura de que esto es lo que debes hacer?

Nanna asintió con convicción.

—No se me ocurre otra cosa. No voy a abandonar solo porque él crea que es lo mejor.

—Pero, Nanni… —Los ojos de la Generala se entristecieron—. ¿Y si Noah tiene razón? Que una persona sueñe algo malo puede ser una pesadilla. Pero que dos personas sueñen exactamente lo mismo puede ser una profecía.

Nanna lo asumía. Había llegado a la misma conclusión que su líder, pero no se iba a echar atrás.

—He vivido rodeada de muerte, recogiendo a seres que perecían en la Tierra, sin una oportunidad de salvarse, pero que luchaban con gallardía. Ésta es la primera vez que vivo de verdad. Si muero, que sea rodeada de vida, asomándome al precipicio y estando en mi lugar. Y siento que mi lugar está al lado de él.

Las tres valkyrias se miraron las unas a las otras y no osaron a contradecirla, porque ninguna de ellas concebía la batalla final estando separadas de sus guerreros.

Eran uno.

Y ellas la ayudarían a que Nanna y Noah lo siguieran siendo.

En el Valhall, cuando Nanna estaba junto a ellas y los dioses convocaban un torneo de buscadores de tesoros, las cuatro valkyrias participaban juntas y se convertían en las cabecillas de todas las guerreras.

Una vez que adivinaban hacia dónde debían ir y dónde se ocultaba el tesoro, hacían una piña, con una de ellas en el centro. Entonces activaban su energía eléctrica, que circulaba alrededor de ellas e iba a parar, condensada, a la valkyria que estaba en el medio: en el pilar.

Después, las tres que formaban el triángulo, impulsaban al pilar con sus rayos y la alzaban tanto como podían, a través de los cielos. Ésta se iluminaba como una estrella y servía de guía a las demás valkyrias. Así las conducía hasta el objeto buscado.

Los elfos bailaban en éxtasis. Ardan, Gabriel, Miya y Noah brindaban los unos con los otros y gritaban como salvajes, como si se dieran ánimos para el último combate, como si entre ellos buscaran el modo de hacerse más fuertes, de llegar a ser invencibles.

Las valkyrias se miraron las unas a las otras. Se pusieron a bailar en círculo, cantando y moviendo sus caderas al ritmo de una música que solo ellas conocían, su himno.

La tarareaban en silencio, para que solo ellas se escucharan.

De fondo, otra canción sonaba, pero no la oían bien enfrascadas la una en la otra como estaban.

—Cuando sientas que tu corazón está escondido —cantaban mirándose las cuatro, con Nanna en el centro, controlando de reojo para no llamar demasiado la atención de los einherjars—, y veas que se está rompiendo… Cuando las nubes se hayan ido…, estarás bien aquí conmigo.

Nanna cerró los ojos, agradecida de tener unas hermanas de orejas puntiagudas tan especiales y leales como ellas.

No las quería mirar a los ojos porque sabía que las tres estaban tan acongojadas como ella.

Tal vez nunca se volvieran a ver.

Tal vez Nanna se quedara a medias de su viaje y no podría demostrarle a Noah que era la mejor compañera para encontrar lo que estaba buscando.

Tal vez su aventura acabara ahí.

Pero mientras sentía las hebras de electricidad de sus nonnes inundándola, bañándola de fuerza y cariño, no pensó en nada de lo que perdía si eso no salía bien.

Se sentía tan llena de amor que pensó que no había mejor modo de vivir su vida que amando a todos con la misma intensidad.

Lo que había ganado esos días en el Midgard era impagable.

Quería ayudar a Noah porque lo amaba.

Y lo amaba con la certeza de alguien que sentía que podía pasar mil vidas eternas más al lado de la persona que mejor conocía. Y esa persona era él, aunque, en realidad, no sabían casi nada el uno del otro. Y, sin embargo, tenía la sensación de que nunca se habían separado, de que siempre habían estado juntos.

—Yo estaré aquí, justo a tu lado, en cada paso que des —cantaban cada vez más alto. Nanna se iluminó: una onda expansiva creció alrededor del círculo. Abrió los ojos y, con el Daeg en la mano, las sonrió—. Seré tu fuerza y tu escudo. Seré quien te proteja de la lluvia.

Nanna parpadeó con los ojos llenos de lágrimas.

Se debían separar. Ellas irían a Escocia, pero ella se quedaría en Noruega, ayudando al hombre a quien amaba.

Bryn tragó saliva y, con labios temblorosos, le preguntó:

—¿Estás lista, nonne?

Nanna asintió con la cabeza.

Róta y Gúnnr sonreían y lloraban a la vez.

—Estaremos ahí, justo a tu lado. Aunque no nos veas —repitió Róta—. Jeg I hjertet, nonne mi.

Jeg… Jeg I hjertet —repitió con una bola de congoja atravesada en la garganta—. Os quiero.

—Y nosotras a ti —respondió Gúnnr, emocionada—. Mantente con vida, Nanni.

—Sí.

—Te veremos al final del camino —aseguró Bryn, que le ofreció toda la energía de su corazón.

—Ahí os espero.

De repente, Nanna absorbió tanta luz y energía que se elevó como un cohete en el cielo y desapareció entre las nubes. Tras ella dejó una estela eléctrica, a ella, a sus amigas y a su amor en Tierra.

—¿Eh, sabes qué? —le dijo Ardan, que tenía el brazo por encima de Noah—. Steven me contó otro chiste sobre los elfos.

Cuando Noah vio la estela de Nanna entre ellos y después fijó su mirada amarilla en sus amigas, que no paraban de llorar, supo que algo raro había pasado.

Se apartó de Ardan y caminó hasta ellas, que se pusieron en alerta cuando lo vieron aparecer.

—¿Adónde ha ido? —preguntó con los ojos rojos por el alcohol y las pupilas dilatadas.

Róta contestó por sus hermanas.

—Ahora volverá. Ha ido a… a buscar una cosa.

Noah achicó los ojos y les cortó el paso a las tres guerreras.

—Apártate, Noah —le ordenó Bryn.

—No. No hasta que me digáis adónde ha ido —repuso.

Gúnnr se escapó y corrió a hablar con Hudriel y Gabriel, para pedirle al elfo que les quitara la resaca, pues iba a abrir un portal para salir de allí y regresar a Escocia.

—Te hemos dicho que enseguida volverá —contestó Bryn, seria.

—¿Se ha ido? —Noah sintió que le invadía la ansiedad—. ¡¿Se ha ido?! ¡¿Dónde está?! —rugió. Miró por encima de su hombro y vio a Gúnnr y a Gabriel, que hablaban entre sí. Gabriel parecía plenamente recuperado del linie. La valkyria le decía que iba a convocar la tormenta dentro de unos minutos. Pero no podía convocar nada si Nanna no estaba ahí. Corrió hacia ellos como alma que lleva el diablo—. ¡Eh! ¡No puedes crear la tormenta!

—¿Ah, no? —preguntó Gúnnr.

—¡No hasta que Nanna regrese! ¡Tiene que irse con vosotros!

—Nanna no está aquí —contestó la hija de Thor—. No quería acompañarnos.

Noah no supo qué hacer, dominado por la rabia. Eso no podía estar pasando. Pensaba que Nanna quedaría a salvo, protegida de él y su destino. Pero, en vez de eso, con ayuda de sus amigas, se había escapado.

—¡Esto no tenía que ser así!

—Ya ves, berserker. —Bryn se colocó al lado de Gúnnr—. A veces las cosas no son como uno ordena. Cuando das órdenes debes asegurarte de que el otro te va a obedecer y quiere hacer lo que tú indicas.

—¡Me dijo que lo haría!

—Te mintió —repuso Róta, franqueando a sus hermanas—. Y si vieras de verdad cómo es Nanna, te darías cuenta de que ella no dejaría nunca su labor a medias.

—¿Su labor? —Noah se abalanzó sobre ellas, pero Ardan lo retuvo y lo separó—. ¡Su labor es mantenerse viva! ¡Es su obligación! Y por vuestra culpa, por dejarla aquí, ¡morirá!

—¡Es su decisión! —replicó Bryn—. Nadie puede hacer nada contra eso. ¿No lo entiendes? —Lo miró, condescendiente—. Os pensáis que protegidas estamos mejor. Pero somos valkyrias. Nuestro hábitat natural es el campo de batalla. No huimos de él. Y menos cuando nuestros einherjars luchan en nuestro nombre.

—¡¿Dónde está?! —exigió saber, con los colmillos expuestos y el rostro cubierto por la desesperación.

Daeg —Hudriel utilizó su voz calmante—, si la portadora del Brisingir sigue en el Midgard, la encontraremos.

—¡¿Cómo?! —replicó Noah, fuera de sí—. ¿Dónde se supone que ha ido? ¡Soy yo quien tiene la llave! —Buscó en el bolsillo interior de su chaleco—. Soy yo quien posee el objeto que… —Su rostro palideció. Cuando se dio cuenta de lo que había pasado, apenas pudo moverse—. No me lo puedo creer.

Las valkyrias sintieron lástima por él.

Gúnnr se colocó en su posición, preparada para la descarga de Bryn, decidida a convocar la tormenta sin la presencia de Nanna.

—¿Qué sucede Daeg? —preguntó Kherion, que pareció solidarizarse con él.

—La valkyria me ha engañado. Me ha robado. Lleva el objeto.

—Noah…, Nanna quiere quedarse aquí —aclaró Róta, que parecía compadecerse de él—. Si quieres ir tras ella y acompañarla en el viaje, que es el mismo que el tuyo, debes encontrarla. Se dirige a Jostedalsbreen. Ella va hacia allí, dispuesta a demostrarte que no es un estorbo.

—¡Claro que no lo es! —contestó él.

—¡Le dijiste eso! —exclamó Bryn—. ¡Mide tus palabras de ahora en adelante! Nanna es tan valiosa como tú. No rechaces su ayuda. —Calentó sus manos, dispuesta a lanzar su potencia contra la hija de Thor—. Síguela y continuad juntos. Y cuida de ella.

—¡Vosotras la habéis abocado a la muerte! —gritó, seguro de sus palabras.

—Es su decisión —dijo Bryn de nuevo—. Nosotras sólo la hemos ayudado a cumplir su deseo. Incluso una guerrera debe decidir al lado de quién quiere morir. Y ha decidido morir a tu lado. A no ser que tú lo evites. Y eso, Noah, es lo que esperamos todos. Los dos debéis sobrevivir.

Noah se pasó los dedos por el pelo, despeinándose. Frotó su cara con desesperación. Necesitaba estar sereno.

Sentía tanta impotencia y tanta rabia que tenía la sensación de que iba a explotar.

—Kherion.

—¿Sí, Daeg?

—Ayúdame a encontrarme mejor.

Kherion le puso la mano en la sien y Noah relajó el rostro. La resaca y el dolor de cabeza desaparecieron al instante, pero no así la ira, que se hacía a fuego lento en su interior.

—Prepara a tu pueblo —le pidió con serenidad, mirando al cielo de estrellas, nublado y gris—. Nos vamos inmediatamente. —Abrió sus alas, pero Kherion lo detuvo.

—No debes hacer eso, Daeg.

—¿Por qué no?

—Porque toda esta tierra está vigilante. Los jotuns se ocultan y controlan todos los frentes. La portadora del Brisingir no debió utilizar los rayos de las valkyrias para viajar.

—Y no lo ha hecho —repuso Bryn con calma—. Solo ha utilizado nuestra energía para dar un salto de espacio. Nada más.

Hudriel la escuchó, y después se giró hacia Noah.

—No debes viajar con tus alas. Iluminan la noche y estos cielos nevados son reflectantes y espesos. Sabrán que te acercas y te cogerán.

—¡¿Y cómo la alcanzo?! —dijo impotente—. Me llevará mucha ventaja. ¡A saber dónde está!

Kherion asintió. Entendía bien su ansiedad.

—Mi pueblo tiene otros recursos. Te acompañaremos y te ayudaremos.

La noche había transcurrido, empezaba un nuevo día sin Nanna. Iría a buscarla. Y cuando la encontrara le daría su merecido.

Noah era bueno, hasta que algo le molestaba de verdad. Y nunca se había sentido tan ofendido como en ese momento, cuando Nanna había traicionado su confianza riéndose de él y robándole en su cara.

Por otro lado, sabía que era el peor día para pelearse con ella, pues, cuando la nueva noche cayera, habría luna llena.

Y las lunas y los berserkers eran aliados terribles para sus parejas.