Capítulo 4
A Gúnnr no le había sido nada difícil convocar una tormenta. El cielo de Escocia estaba completamente negro y de sus nubes caía una lluvia marrón y algo ácida, fruto de la mezcla de los gases subterráneos y de los incendios que arrasaban la corteza terrestre.
La valkyria morena de pelo liso había sido espoleada con los poderosos rayos de Bryn, que impactaban inclementes en su cuerpo. Había aprovechado la fuerza electromagnética para abrir un agujero cuántico en el cielo y utilizar la antimateria que se creaba sobre los cumulunimbus, un polvo dorado que podía conectarte a todas las tormentas alrededor del globo, y que obedecía a la intención de Gúnnr.
Antes de que Nanna partiera, Bryn acudió al lado de su amiga y le dijo en confidencia:
—Antes de irte, toma esto —le ofreció una riñonera de piel negra, en cuyo interior había un iPhone de último modelo—. Ardan y Gabriel intentarán conectarse a algún satélite que emita señales internacionales y que esté en pie en el Reino Unido. Tal vez podamos hacer algo con él. Si conseguimos conectarnos a su señal, podremos hablar entre nosotras con esto. —Agitó el teléfono frente a sus narices—. Espero que allá donde estés, tengas línea y haya cobertura.
—Sé lo que es un teléfono, Bryn… —aseguró Nanna mirándola como si fuera tonta y colgándose la riñonera alrededor de la cintura, como un pantalón caído.
El viento de la tormenta que se acercaba por orden de Gúnnr agitaba sus melenas sueltas y provocaba que tuvieran que gritarse para escucharse.
—Intentaremos hablar por mensaje, ¡¿de acuerdo?! —le dijo Bryn—. Te quiero, nonne. ¡Cuídate!
Nanna asintió y la abrazó con fuerza antes de agarrarse a una liana eléctrica después de gritar Asynjur.
—¡Nanna! —Róta saltó sobre su liana y fundiéndose en un abrazo le dijo al oído—: Oye, escúchame bien. El Ragnarök ya ha empezado y estamos en plena guerra… No seas tonta, y aprovecha el tiempo que te quede aquí. —Hizo un gesto obsceno con la mano y la boca, como si tuviera un palo introducido en su cavidad bucal y la lengua fuera el extremo de ese palo, que golpeaba inclemente el interior de su mejilla.
—¿Qué quieres que coma? —dijo Nanna sin comprender.
Róta puso los ojos en blanco.
—¿Me lo dices en serio?
Nanna sonrió y sus ojos pilluelos la delataron.
—Quieres que me convierta en Marifé Lacíon.
Róta soltó una carcajada.
—Quiero que seas feliz y que recuperes el tiempo perdido. Experimenta con el bengala, porque, aunque él no pueda hacerlo contigo, tú sí puedes magrearlo.
Nanna miró a Noah de reojo y después abrazó a Róta con todo su cariño.
—Eso haré.
—Mantente viva. Para siempre en mi corazón, Nanna.
—Para siempre en mi corazón, Róta. —Le dio un beso en los labios y se despidió de sus dos amigas valkyrias, las más queridas y respetadas por ella. Su familia.
En lo alto de aquel agujero cuántico, Gúnnr y Gabriel esperaban amarrados a la liana eléctrica de la hija de Thor.
Nanna tiró de la suya y esperó a que Noah reaccionara.
—¿Vienes? —le ofreció una mano.
Noah entrecerró lo ojos, perdido.
—No te puedo tocar. Creo que debes venir a recogerme tú. O, si quieres, salto y…
—No puedes tocar los rayos sin estar en contacto conmigo, a no ser que quieras que te frían. ¿Eso quieres?
—Apuesto a que te gustaría.
—No lo dudes ni un minuto, bengala.
—Nos vamos a llevar tan bien… —canturreó él dando a entender todo lo contrario—. Anda, baja y ven tú a buscarme.
Nanna no lo pensó dos veces. Se deslizó por su rayo, agarró a Noah por la cintura y lo cargó hasta alzarse entre las nubes y viajar por el cielo.
—Te cargo como a una princesita —dijo ella riéndose de él—. No te quejarás, ¿eh? Soy como tu príncipe azul.
—Los príncipes son unas mariconas. Pero acepto ser princesita siempre que tú seas una marimacho conmigo —le guiñó un ojo, amarillo y atrevido.
Nanna no quiso sonreír, pero sus labios se curvaron, desobedientes.
—Espero cogerte bien. No vaya a ser que te me resbales en algún lugar entre el Midgard y la nada.
Ambos ascendieron hasta el embudo tormentoso que los esperaba para engullirlos y llevarlos hasta la ciudad negra: la Black Country.
—¿Y dices que lo viste ahora? —le preguntó Adam a Nora.
La pequeña berserker rubia chupó su piruleta mientras se agarraba a la mano de su enorme tío moreno.
Adam, el noaiti del clan berserker, obedecía a sus sobrinos a ciegas, igual que lo hacía todo el clan. Uno de los gemelos era una brújula; la otra, una dibujante astral del futuro relacionada con todo lo que involucraba a Loki. Y todo lo que veían se cumplía.
Pero no solo Nora había soñado con aquello. María y las sacerdotisas habían leído en las runas que aquél sería un día de iniciación y revelación en el clan.
En esos momentos, Ruth y las cuatro mujeres esperaban pacientemente en el salón de la casa de As, reunidas alrededor de una mesa bajo la luz de las velas. Al parecer, esa revelación tenía que ver con Noah. Por eso el leder del clan berserker, As Landin, también se había unido a la espera.
Nora revisó su dibujo. En el cielo había un remolino; en medio de la tormenta, cuatro guerreros aparecían y descendían sobre el tótem de Wolverhampton.
—Tiene que llover —murmuró la preciosa niña con los dientes mellados y las mejillas sonrosadas. Lamió su piruleta de nuevo—. Cuando llueva, ellos vendrán —afirmó con una seguridad aplastante.
El cielo de la Black Country había enrojecido por completo. La Tierra había recibido leves sacudidas en Inglaterra, pero por ahora no se abría como había sucedido en Escocia.
Sin embargo, todos los guerreros estaban esperando una nueva batalla inminente. Los purs y los etones crecerían entre las placas tectónicas y el Midgard se abriría en canal.
El final se aproximaba dando pasos de gigante.
Lo único que les quedaba era encontrar el modo de detenerlo.
Nora alzó el rostro al cielo y cerró los ojos. Las perlas acuosas de lluvia motearon su cara.
Adam miró cómo las nubes se enrollaban las unas con las otras hasta dibujar un tornado que se iluminaba de manera parpadeante golpeado por los rayos y los truenos que lo hostigaban sin concesión.
—Ya vienen —susurró la niña abriendo los ojos como platos.
La tormenta llegó con fuerza. Adam cogió a Nora en brazos y la cubrió de la lluvia.
Del extremo del embudo, el mismo que quería tocar tierra, cuatro guerreros, dos hombres y dos mujeres, salieron disparados sobre Wolverhampton y cayeron sobre sus pies, justo en frente del tótem del clan de berserkers.
La niña aplaudió y zarandeó el dibujo frente a su tío.
—¿Has visto? ¡Lo diviné!
El hombre moreno, taciturno, sonrió con cariño a su sobrina, que era el vivo reflejo de su querida hermana gemela Sonja.
Ella estaría tan orgullosa de sus gemelos, pensó, melancólico.
—Eres la adivina más bonita del mundo —le aseguró besándola en la nariz con ternura.
Nanna y Noah se intentaron incorporar, pero, al hacerlo, caían mareados.
—¡Por Freyja, nonne! —exclamó Nanna—. ¡¿Quieres matarnos?!
Ella se echó a reír. Nanna nunca había viajado a través de la antimateria. Los efectos eran los mismos para todos los principiantes: mareos, ganas de vomitar, desorientación y vértigo.
—¿No creerás que viajar desde Escocia a Inglaterra en treinta segundos es fácil? —replicó retirándose su larguísimo flequillo—. Se te pasará.
Gabriel, que había desplegado sus alas tribales, saludó a Adam sujetándose de la liana de Gúnnr.
—¿Cómo vas, amigo? —preguntó Adam.
—¡¿Nos esperabas?! —gritó Gabriel.
Adam desvió la mirada negra hacia Nora.
—¡Ella nos avisó!
Gabriel sonrió a Nora y levantó el pulgar felicitando con ese gesto a la criatura.
Noah intentó ayudar a incorporar a Nanna, pero ésta se apartó antes de que él pudiera tocarla.
—¡No! —le gritó ella levantando una mano y deteniéndolo.
Noah se quedó de piedra al ver lo que había estado a punto de hacer otra vez. Se apartó de ella y permitió que la valkyria se recuperase a su ritmo.
Mientras él se acercaba a saludar a Adam y a Nora, Nanna miró hacia arriba y se despidió de Gúnnr.
Ésta bajó en un nanosegundo hasta donde ella estaba y se quedó a su misma altura.
—Conecta el teléfono y mantenlo encendido. En cuanto tengamos señal y línea, nos pondremos en contacto contigo.
—De acuerdo, Gunny.
—Oye, nonne…, ¿te puedo dar un consejo?
—Claro, espera a que eche el desayuno de esta mañana.
Gúnnr la ayudó a incorporarse con una sonrisita de disculpa.
—No desaproveches la oportunidad —le aconsejó—. Si Noah es tu einherjar, encontrará el modo de poder tocarte. Esto no durará para siempre.
—¿Cómo lo sabes? —dijo, triste por su situación. Con Gúnnr no podía fingir.
—Porque ni los castigos ni el odio duran eternamente.
—¿Cómo estás tan segura de eso?
—Míranos: Róta esperó una eternidad a Miya. Ardan intentó odiar para siempre a Bryn. Gabriel se negó a aceptar que me quería durante muchísimo tiempo… Y, al intentar creer eso, cometimos errores. Pero si te niegas esto, si te cierras en banda, cometerás el mayor error jamás cometido.
—¿Por qué?
—Porque, posiblemente, los peores errores de nuestra vida son aquéllos que, por miedo a intentarlo, no cometemos. Tienes que atreverte a cometer errores, si no jamás sabrás qué pudo haber sido.
Nanna parpadeó absorbiendo las palabras de su hermana, tan joven y tan sabia. Gúnnr había cambiado tanto… Estaba tan bonita y parecía tan fuerte que, por un momento, Nanna se sintió en inferioridad de condiciones.
—Gunny —Nanna la tomó de las mejillas—, Gabriel te ha hecho sabia.
—No. —Gúnnr sonrió y besó la palma de la mano de su amiga—. Yo ya era sabia. Gabriel solo me ha hecho feliz. Deja que Noah lo intente. Jeg I hjertet, nonne mi.
—Jeg I hjertet —repitió Nanna alzando el puño, viendo cómo su hermanita, la hija de Thor, desaparecía entre las nubes, con Gabriel precediéndola, con sus dedos entrelazados.
Noah abrazó a Adam y a Nora.
—¿Cómo ha ido todo, kompis? —El noaiti lo saludó con cariño, un poco estupefacto por lo que veían sus ojos. Las runas habían hablado sobre Noah en términos que él no comprendía. Y no habían fallado.
—¿Quieres el relato largo o el corto? —preguntó sosteniéndose el estómago con una mano.
—El leder y las sacerdotisas nos esperan. No tenemos mucho tiempo, así que dame el corto.
Noah se encogió de hombros, pero no pasó por alto el hecho de que As Landin debería recibirlo y responder a sus preguntas. No pensaba irse de ahí sin las respuestas que necesitaba.
—De acuerdo. Obedecí el mensaje de Freyja: fui a Escocia, recuperamos Gungnir, el tótem de Odín. Morí y resucité con una kone que echa rayos. —Alzó a Nora y le comió la barriguita a besos mientras ésta se partía de la risa.
—¿Te muriste? —preguntó Nora.
—Oh, ya lo creo que sí. La lanza me atravesó el pecho. —Indicó el punto justo por el que entró la punta metálica.
—¿La lanza de Odín? —preguntó Adam, atónito.
—Sí.
—¿Y quién es ella? —Nora señaló a Nanna, que miraba conmovida la escena entre Noah y la pequeña.
—Es mi pareja. Os presento a Nanna —dijo educadamente.
Nanna dio un paso al frente, puso los ojos en blanco y le dio la mano a Adam.
—Él dice que lo soy, pero no es verdad —aclaró.
—Soy Adam, el noaiti.
—Oh —sonrió Nanna de oreja a oreja—, sé perrrrrfectamente quien eres. —Le guiñó un ojo—. No podría olvidarme de ti jamás. —Se echó a reír. Ella lo recordaba desnudo, tomando a Ruth. Pero ninguno de ellos lo debería saber nunca.
Adam se sonrojó, sin comprender muy bien a qué se debía esa actitud.
—¿Os conocéis? —preguntó Noah, algo desorientado.
—Lo vi en la pira de Gabriel —mintió ella.
La niña la miraba como si Nanna fuera un sueño y entonces clamó:
—¡Tú eres la valeria que bajó del cielo!
—Nanna, ésta es mi sobrina Nora —la presentó Noah—. Sé que os llevaréis muy bien, pues casi habláis igual.
Nanna lo fulminó con los ojos medio rojos, pero se controló delante de su familia.
—¡Ése es el pelo que yo quiero! —gritó eufórica Nora—. ¿Sabes hacer trencitas? —le preguntó echándole los brazos para que la cogiera.
La valkyria, que jamás había cogido a un crío vivo entre sus brazos, sintió un afecto directo y sincero por aquella niña. En su corta estancia en el Midgard debía aprovechar el tiempo, tal y como le habían sugerido sus hermanas. Y eso haría.
—Sí. Sé hacerlas —contestó.
—¿Me harás?
—Claro —contestó ella empezando a caminar.
—¿Sabes adónde vas? ¿Conoces este bosque?
—No.
—Te llevo yo, ¿vale? Tú me odebeces.
Noah y Adam se miraron el uno al otro, mientras ellas se alejaban hablando.
—¿Problemas en el Paraíso, rubio? —Adam había sentido las malas vibraciones entre la joven y su hermano del alma.
—Digamos que no hemos empezado con buen pie.
—Entiendo. —Adam le pasó el brazo por encima y empezaron a caminar el uno al lado del otro—. Yo de eso sé un montón.