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Tomi está cuchicheándole algo a Nico. El árbitro toca el silbato para invitar al capitán a disparar el penalti. Tomi lleva la pelota al círculo de yeso.

El Gato se le vuelve a acercar.

—¿Nos apostamos otra naranjada?

—Vale —responde el número 9 de los Cebolletas—. Me ha entrado mucha sed…

El portero se pone de nuevo entre los palos, dobla ligeramente las rodillas y alarga los brazos, listo para tirarse. En las gradas todos retienen la respiración. Eva, para darse valor, aprieta la mano de Socorro, el esqueleto y el hincha «más viejo» de los Cebolletas.

El capitán de los Cebolletas da unos pasos hacia atrás, el árbitro pita, Tomi echa a correr y finge tirar hacia el ángulo derecho del Gato, que se lanza por ese lado, pero el balón, que ha recibido un golpe muy flojo, rueda un metro y se para.

Nico, que había urdido el plan con el capitán, salta antes que nadie, entra en el área y, con el portero por tierra, marca sin problemas en la portería vacía.

El árbitro toca el silbato: ha acabado el partido. ¡Los Cebolletas han derrotado al Real Baby por 2 a 1!

Tomi y Nico se «chocan la cebolla» antes de que los arrollen sus compañeros.

—¡Tomi más Nico igual a gol! —exclama matemáticamente el padre del número 10.

—¡Nunca había visto un penalti tirado por dos! —grita de alegría Champignon en el banquillo—. Superbe!

Como siempre, los Cebolletas se colocan en dos filas delante de los vestuarios y estrechan la mano de sus adversarios.

El Gato le dedica una sonrisa a Tomi:

—¿Cómo se te ha ocurrido un penalti así?

—Eres demasiado bueno. Para meterte gol no basta con un disparo, sino dos… —replica Tomás chocándole la mano.

—Nos hemos quedado sin portero. Si el próximo campeonato quieres jugar con los Cebolletas, te acogeremos con los brazos abiertos. Yo entre los palos me aburro como en el cole —añade Sara.

El Gato sonríe mientras se dirige al vestuario.

Tomi le llama:

—Se me olvidaba, Gato: a mí la naranjada me gusta dulce…

Es martes por la mañana. Otro hermoso día soleado. Lucía, la joven madre de Tomi, tiene una carta que entregar a Gaston Champignon. Es una carta muy elegante, escrita en francés con letras de oro. Lucía apoya su bici sobre la pata de cabra y entra en el restaurante Pétalos a la Cazuela. Los padres de Becan han colocado las sillas sobre las mesas y limpian el suelo. Se conceden un descanso para saludar a la madre de Tomi y hablar un poco de los niños y la escuela. Luego Lucía entra en la cocina, donde encuentra al cocinero, que está preparando las flores que cocinará para la comida.

—¡Qué hermosa sorpresa, querida Lucía! —exclama Gaston quitándose el sombrero en forma de hongo y haciéndole una elegante reverencia—. ¿A qué debo este honor?