Notas Sección 4

1 El valor del jornal medio se determina por lo que el obrero necesita «para vivir, trabajar y procrear». (W. Petty, Political Anatomy…, p. 64.) «El precio del trabajo está constituido siempre por el precio de los medios de subsistencia imprescindibles.» El obrero no percibe el salario correspondiente «siempre que… el salario del obrero no alcance para mantener —conforme a su bajo rango y a su posición social de obrero— una familia tal como la que a menudo a muchos de ellos les toca en suerte». (J. Vanderlint, Money Answers…, p. 15.) «El simple obrero, que no posee nada más que sus brazos y su diligencia, no tiene nada mientras no logra vender su trabajo a otros… En todo tipo de trabajo debe ocurrir, y efectivamente ocurre, que el salario del obrero se reduzca a lo que necesita para procurarse la subsistencia.» (Turgot, Réflexions…, Œuvres, ed. por Daire, t. I, p. 10.) «El precio de los medios de subsistencia es igual, de hecho, al costo de producción del trabajo.» (Malthus, Inquiry into… Rent, Londres, 1815, p. 48, nota.) <<

2 «Cuando las industrias se perfeccionan, esto no significa otra cosa que el descubrimiento de nuevas vías por las que se puede producir una mercancía con menos gente o (lo que es lo mismo) en menos tiempo que antes.» (Galiani, «Della moneta», pp. 158, 159.) «La economía en los gastos de producción no puede ser otra cosa que la economía en la cantidad de trabajo empleado para producir.» (Sismondi, Études”…, t. I, p. 22.) <<

3 «Si el fabricante […], gracias al mejoramiento de su maquinaria […], duplica sus productos… sólo ganará (al fin de cuentas) en la medida en que ello le permita vestir más barato al obrero… y de este modo recaerá en el obrero una parte menor del ingreso total» [147]. (Ramsay, An Essay…, pp. 168, 169.) <<

[147] En TI 316 la cita de Ramsay dice así: «Supongamos… que gracias a mejoras en la maquinaria se duplican… los productos… del manufacturero… Podrá vestir a sus obreros utilizando una parte menor del ingreso total… y de esta suerte aumentará su ganancia. Pero la misma no se verá afectada de otra manera.» — 384. <<

3bis «La ganancia de un hombre no depende de que pueda disponer del producto del trabajo efectuado por otros hombres, sino de que pueda disponer del trabajo mismo. Si puede vender sus mercancías a un precio más alto, manteniéndose inalterados los salarios de sus obreros, obviamente se beneficiará con ello… Para poner el trabajo en movimiento bastará una parte menor de lo que él produce, y en consecuencia quedará para él una parte mayor.» ([John Cazenove,] Outlines of Political Economy, Londres, 1832, pp. 49, 50.) <<

4 Si mi vecino, haciendo mucho con poco trabajo, puede vender barato, tengo que darme maña para vender tan barato como él. De este modo, todo arte, oficio o máquina que trabaja con la labor de menos brazos, y por consiguiente más barato, engendra en otros una especie de necesidad y emulación o de usar el mismo arte, oficio o máquina, o de inventar algo similar para que todos estén en el mismo nivel y nadie pueda vender a precio más bajo que el de su vecino.” (The Advantages of the East-India Trade to England, Londres, 1720, p. 67.) <<

5 «Cualquiera que sea la proporción en que se reduzcan los gastos de un obrero, en esa misma proporción se reducirá también su salario, siempre que al mismo tiempo se supriman las limitaciones a la industria.» (Considerations Concerning Taking off the Bounty on Corn Exported…, Londres, 1753, p. 7.) «El interés de la industria exige que el trigo y todos los medios de subsistencia sean lo más baratos posible, pues cualquier cosa que los encarezca encarece también el trabajo… En todos los países en que la industria está exenta de restricciones, el precio de los medios de subsistencia afecta necesariamente al precio del trabajo. Éste disminuirá siempre que se abaraten los medios de subsistencia.» (Ibídem, p. 3.) «Los salarios decrecen en la misma proporción en que se acrecientan las fuerzas productivas. La maquinaria, es verdad, abarata lo medios de subsistencia imprescindibles, pero también abarata al obrero.» (A Prize Essay on the Comparative Merits of Competition and Co-operation, Londres, 1834, p. 27.) <<

6 «Ils conviennent que plus on peut, sans préjudice, épargner de frais ou de travaux dispendieux dans la fabrication des ouvrages des artisans, plus cette épargne est profitable par la diminution du prix de ces ouvrages. Cependant ils croient que la production de richesse qui résulte des travaux des artisans consiste dans l’augmentation de la valeur vénale de leurs ouvrages.» (Quesnay, Dialogues sur…, pp. 188, 189.) <<

7 Esos especuladores, tan ahorrativos del trabajo de los obreros que tendrían que pagar.” (J. N. Bidaut, Du monopole qui s’établit dans les arts industriels et le commerce, París, 1828, p. 13.) «El empresario hará siempre todos los esfuerzos posibles para economizar tiempo y trabajo.» (Dugald Stewart, Works, ed. por sir W. Hamilton, t. VIII, Edimburgo, 1855, Lectures on Political Economy, p. 318.) «El interés de ellos» (de los capitalistas) «es que las fuerzas productivas de los obreros que emplean sean lo mayor posibles. Su atención se centra, y se centra casi exclusivamente, en promover esa fuerza.» (R. Jones, Textbook of Lectures…, lección III.) <<

8 «No cabe duda de que en lo que respecta a la fuerza, la destreza y la diligencia, existen considerables diferencias entre el trabajo de un hombre y el de otro hombre. Pero yo, fundándome en mis concienzudas observaciones, estoy completamente seguro de que cinco hombres cualesquiera, en su conjunto, proporcionan una cantidad de trabajo igual a la de otros cinco cualesquiera, dentro de las edades que he indicado; es decir, que entre esos cinco hombres habrá uno que posea todas las cualidades de un buen obrero, uno será un mal obrero, y los otros tres, medianos, oscilarán entre el primero y el último. De modo que en un grupo tan pequeño como ese de apenas cinco, se encontrará el complemento pleno de todo lo que cinco hombres pueden rendir.» (E. Burke. Thoughts and Details…, [p] p. [15,] 16.) Cfr. Quételet acerca del individuo medio. <<

(1) En la 3.ª y 4.ª ediciones sigue: «dividida por el número de los obreros». <<

9 El señor profesor Roscher pretende haber descubierto que una costurera a la que emplea la señora profesora durante dos días, rinde más trabajo que dos costureras empleadas un mismo día por la señora profesora [148]. El señor profesor no debería efectuar en el cuarto de los niños sus observaciones sobre el proceso capitalista de producción, ni bajo circunstancias en que falta el personaje principal: el capitalista. <<

[148] (W) W. Roscher, Die Grundlagen der Nationalökonomie, 3.ª ed., Augsburgo, 1854, pp. 88-89. — 394. <<

(2) En la 4.ª edición: «a la primera sección del libro tercero». <<

10 Concours de forces. (Destutt de Tracy, «Traité de…», página 80.) <<

11 «Hay muchas operaciones de índole tan sencilla como para no admitir una división en partes, que no pueden ser ejecutadas sin la cooperación de muchos pares de brazos. Por ejemplo cargar un gran tronco en un carro… en suma, todo lo que no puede hacerse sin que una gran cantidad de brazos se ayuden recíprocamente en la misma ocupación indivisa y a un mismo tiempo.» (E. G. Wakefield, A View of the Art of Colonization, Londres, 1849, p. 168.) <<

11bis «Mientras que un hombre no podría levantar un peso de una tonelada y 10 hombres tendrían que esforzarse para hacerlo, 100 hombres, en cambio, pueden levantarlo sólo con la fuerza de un dedo de cada uno de ellos.» (J. Bellers, Proposals for Raising…, p. 21.) <<

12 «Existe también» (cuando un agricultor emplea la misma cantidad de hombres en 300 acres que 10 agricultores en 30 acres cada uno) «una ventaja en la proporción de los peones, ventaja que no es fácil de comprender para quienes no sean hombres prácticos; pues se dirá, naturalmente, que 1 es a 4 como 3 es a 12, pero esto no se confirma en la práctica, ya que durante las cosechas y muchas otras actividades que requieren una premura análoga, el trabajo se efectúa mejor y más rápidamente mediante la cooperación de muchos brazos; en la cosecha, por ejemplo, 2 carreteros, 2 cargadores, 2 lanzadores, 2 rastrilladores y el resto en las parvas o en el granero, ejecutan el doble de trabajo que si el mismo número de brazos estuviera repartido en diferentes cuadrillas atareadas en granjas diferentes.» ([J. Arbuthnot,] An Inquiry into the Connection between the Present Price of Provisions and the Size of Farms, By a Farmer, Londres, 1773, pp. 7, 8.) <<

13 La definición de Aristóteles es, en realidad, la de que el hombre es por naturaleza un miembro de la ciudad. Esa definición es tan característica de la Antigüedad clásica como lo es de la yanquidad la definición de Franklin, según la cual el hombre es por naturaleza un fabricante de instrumentos. <<

14 «Se debe subrayar aun que esta división parcial del trabajo puede tener lugar, incluso, aunque los obreros ejecuten una misma faena. Cuando los albañiles, por ejemplo, se pasan de mano en mano los ladrillos hasta un andamio más elevado, efectúan todos la misma tarea, y sin embargo existe entre ellos una especie de división del trabajo, consistente en que cada uno hace que el ladrillo adelante cierto espacio y que entre todos lo hagan llegar mucho más rápidamente al lugar de destino que si cada cual, por separado, llevara su ladrillo hasta el andamio más alto.» (F. Skarbek, Théorie des richesses sociales, 2.ª ed., París, 1839, t. I, pp. 97, 98.) <<

15 «Si se trata de ejecutar un trabajo complicado, hay que efectuar diversas cosas a la vez. Uno hace una de ellas y otro hace otra, y todos contribuyen a un resultado que no habría podido alcanzar un hombre solo. Uno rema mientras otro gobierna el timón y un tercero echa las redes o arponea un pez, y la pesca obtiene así un éxito que habría sido imposible sin ese concurso.» (Destutt de Tracy, Traité de la volonté…, p. 78.) <<

16 «Ejecutarlo» (al trabajo agrícola) «en el momento crítico tiene un efecto tanto mayor.» ([J. Arbuthnot,] An Inquiry into…, p. 7.) «En agricultura, no hay factor que sea más importante que el factor tiempo.» (Liebig, Über Theorie und Praxis in der Landwirtschaft, Brunswick, 1856, p. 23.) <<

17 «El mal siguiente es uno que difícilmente esperaríamos encontrar en un país que exporta más trabajo que cualquier otro en el mundo, a excepción tal vez de China e Inglaterra: la imposibilidad de procurar el número suficiente de brazos para la recolección del algodón. La consecuencia de ello es que grandes cantidades de la cosecha quedan sin recoger, mientras que otra parte del algodón se junta del suelo una vez que ha caído, con lo cual, por supuesto, está descolorido y en parte echado a perder; de modo que, por falta de trabajo en la estación apropiada, el plantador está realmente obligado a conformarse con la pérdida de una gran parte de esa cosecha tan ansiada por Inglaterra.» (Bengal Hurkaru. Bi-Monthly Overland Summary of News, 22 de julio de 1861.) <<

18 «Con el progreso de los cultivos, todo el capital y el trabajo —y quizás más— que antes ocupaban holgadamente 500 acres, se concentran ahora para la labranza más intensiva de 100 acres». Aunque «en comparación con el monto del capital y trabajo empleados el espacio esté concentrado, se trata de una esfera ampliada de la producción si se la compara con la esfera de producción ocupada o trabajada anteriormente por un agente de la producción solo e independiente». (R. Jones, An Essay on the Distribution of Wealth, [I parte,] On Rent, Londres, 1831, p. 191.) <<

19 «La fuerza de cada hombre es mínima, pero la reunión de las fuerzas mínimas constituye una fuerza total mayor aún que la suma de esas mismas fuerzas, de modo que las fuerzas, por estar reunidas, pueden disminuir el tiempo y ampliar el espacio de su acción.» (G. R. Carli, nota a P. Verri, Meditazioni sulla…, t. XV, p. 196.) <<

20 «Los beneficios… son la única finalidad del negocio.» (J. Vanderlint, Money Answers…, p. 11.) <<

21 Un periódico filisteo inglés, el Spectator, informa el 26 de mayo de 1866 que tras establecerse una especie de asociación entre un capitalista y sus obreros en la «Wirework Company of Manchester», «el primer resultado fue una súbita disminución del desperdicio, ya que los obreros no veían por qué habrían de dilapidar su propiedad más que cualquier otra propiedad del patrón, y el derroche es talvez, junto a las cuentas incobrables, la principal fuente de pérdidas en la industria». El mismo periódico descubrió que el mayor defecto de los «Rochdale cooperative experiments» [148bis] era el siguiente: «They showed that associations of workmen could manage shops, mills, and almost all forms of industry with success, and they immensely improved the condition of the men, but then they did not leave a clear place for masters». («Demostraron que las asociaciones de obreros podían administrar con éxito tiendas, fábricas y casi todas las formas de la industria, y mejoraron inmensamente la condición de los operarios, pero, ¡pero!, no dejaron un lugar libre para los patrones». Quelle horreur!) <<

[148bis] Rochdale cooperative experiments. —En 1844 un grupo de discípulos de Robert Owen fundó en la ciudad inglesa de Rochdale, Lancashire, la Society of Equitable Pioneers, una cooperativa de consumo que más tarde fue también cooperativa de producción. En el congreso de 1866 de la Internacional se reconoció al «movimiento cooperativo como una de las fuerzas transformadoras de la sociedad presente», pero se señaló, además, que «es impotente por sí mismo para transformar la sociedad capitalista», tarea que requiere el empleo de «las fuerzas organizadas de la sociedad». — 403. <<

21bis Una vez que el profesor Cairnes ha expuesto la «superintendence of labour» [supervisión del trabajo] como una de las principales características de la producción esclavista en los estados norteamericanos meridionales, prosigue; «El propietario rural» (en el Norte) «se apropia del producto íntegro de su tierra [149], y de ahí que no necesite ningún estímulo para esforzarse. La supervisión está aquí totalmente de más». (Cairnes, The Slave Power, páginas 48, 49.) <<

[149] En Cairnes, «toil» (trabajo) en vez de «soil» (tierra, suelo). — 404. <<

22 Sir James Steuart, escritor en general excelente por su perspicacia para distinguir las diferencias sociales que caracterizan a diversos modos de producción, observa: «¿Por qué las grandes empresas manufactureras arruinan la industria de los particulares, sino porque aquéllas se aproximan a la simplicidad del régimen esclavista?» (Principles of Political Economy, Londres, 1767, vol. I, pp. 167, 168.) <<

22bis Auguste Comte y su escuela habrían podido demostrar la necesidad eterna de señores feudales, del mismo modo que lo han hecho en el caso de los señores capitalistas [150]. <<

[150] (R) En la primera edición alemana esta nota proseguía con la siguiente observación: «Si se examina a fondo la “filosofía positiva”, se descubre que pese a sus aires “librepensadores” hunde profundamente sus raíces en la tierra católica. Al método de síntesis enciclopédica se debe el éxito de Auguste Comte en Francia. En comparación con la “Enciclopedia” de Hegel, la síntesis comtiana es un trabajo de escolar, de importancia local.» — 404. <<

[151] En Richard Jones, según TI 333, es así el comienzo de este pasaje: «En tiempos pasados ocurría que estos estados orientales, luego de cubrir los gastos de sus instituciones civiles y militares, se encontraran en posesión de un excedente que podían destinar a obras suntuarias o útiles; en la construcción de éstas, el hecho de que pudieran disponer de las manos y brazos de casi toda la población no agrícola produjo monumentos estupendos que todavía hoy revelan el poder de dichos estados. El feraz valle del Nilo… producía alimentos para una hormigueante población no agrícola, y esos alimentos, pertenecientes al monarca y a los sacerdotes, proporcionaban los medios para erigir los imponentes monumentos que colman el país…». — 405. <<

23 R. Jones, Textbook of Lectures…, pp. 77, 78. Las colecciones paleoasirias, egipcias, etc., en Londres y otras capitales europeas nos convierten en testigos oculares de esos procesos cooperativos de trabajo. <<

23bis Quizás no esté equivocado Linguet, en su Théorie des lois civiles, cuando afirma que la caza es la primera forma de la cooperación y la caza de hombres (la guerra) una de las primeras formas de la caza. <<

24 Ambas, la economía campesina en pequeña escala y la empresa artesanal independiente, que en parte forman la base del modo de producción feudal y en parte aparecen tras la disolución de éste a la vera de la industria capitalista, constituyen a la vez la base económica de la comunidad clásica en sus mejores tiempo, cuando la propiedad comunal, originada en Oriente, se había disuelto ya y la esclavitud aún no se había apoderado realmente de la producción. <<

25 «¿No es acaso la unión de destreza, industriosidad y emulación de muchos, reunidos en la misma obra, la manera de hacerla adelantar? ¿Y acaso a Inglaterra le hubiera sido posible, de otro modo, llevar su manufactura lanera a una perfección tan grande?» (Berkeley, The Querist, Londres, 1750, SS 521, p. 56.) <<

26 Para brindar un ejemplo más moderno de este tipo de formación de la manufactura, permítasenos la siguiente cita. La hilandería y tejeduría de seda de Lyon y Nîmes «es enteramente patriarcal; emplea muchas mujeres y niños, pero sin agotarlos ni corromperlos; los deja que permanezcan en sus hermosos valles del Drôme, del Var, del Isère, de Vaucluse, dedicados a criar los gusanos y devanar sus capullos; […] nunca pasa a ser una verdadera fábrica. Para estar tan bien observado… el principio de la división del trabajo asume aquí un carácter especial. Hay, sin duda, devanadores, torcedores, tintoreros, encoladores y además tejedores, pero no están congregados en un mismo establecimiento, no dependen de un mismo patrón: son todos independientes». (A. Blanqui, Cours d’économie industrielle, recopilado por A. Blaise, París, 1838-1839, p. 79.) Desde que Blanqui escribió estas líneas, los diversos obreros independientes, en parte, han sido reunidos en fábricas. {F. E. Agregado a la 4.ª edición. — Y desde que Marx escribió lo precedente, el telar mecánico ha sacado carta de ciudadanía en esas fábricas y desplaza rápidamente al telar de mano. La industria sedera de Krefeld tiene también algo para contarnos a este respecto.} <<

27 «Cuanto más se distribuya y asigne a diferentes artesanos una manufactura de mucha variedad, tanto mejor y con más rapidez habrá de efectuarse, con menos pérdida de tiempo y de trabajo.» (The Advantages of the East India Trade, Londres, 1720, p. 71.) <<

28 «El trabajo efectuado fácilmente es […] destreza trasmitida». (Th. Hodgskin, Popular Political Economy, [Londres, 1848,] página 48.) <<

29 «También las artes… han alcanzado en Egipto el debido grado de perfección. Ya que sólo en este país los artesanos de ningún modo pueden mezclarse en los negocios de otra clase de ciudadanos, sino reducirse a practicar la profesión hereditaria asignada por ley a su tribu… En otros pueblos, vemos que quienes practican los oficios dispersan su atención en muchos objetos… Ya prueban con la agricultura, ya se lanzan a las actividades comerciales, ya se ocupan en dos o tres artes a la vez. En los estados libres, las más de las veces frecuentan las asambleas populares… En Egipto, por el contrario, incurre en severas penas todo artesano que se entremeta en los asuntos del estado o desempeñe a la vez varios oficios. Nada, pues, puede perturbar su dedicación profesional… Además, así como disponen de muchas reglas heredadas de sus antepasados, cuidan celosamente de descubrir nuevos perfeccionamientos.» (Diodorus Siculus, Historische Bibliothek, lib. I, capítulo 74.) <<

30 Historical and Descriptive Account of British India…, por Hugh Murray, James Wilson, etc., Edimburgo, 1832, vol. II, pp. 449, 450. El telar indio es de lizos altos, es decir, la urdimbre se estira verticalmente. <<

31 En su obra sobre El origen de las especies, que ha hecho época, Darwin observa con respecto a los órganos naturales de plantas y animales: «Mientras un mismo órgano tiene que ejecutar diversos tipos de trabajo, tal vez pueda encontrarse un motivo de su mutabilidad en el hecho de que la selección natural conserva o suprime toda pequeña variación formal, en este caso, menos cuidadosamente que cuando aquel órgano está destinado a un solo propósito especial. Del mismo modo, los cuchillos que están adaptados para cortar todo tipo de cosas pueden ser, en líneas generales, de una misma forma; pero un instrumento destinado a que se lo utilice exclusivamente de una manera, es necesario que tenga una forma diferente para cada uso diferente». <<

[62] Membra disiecta (miembros dispersos), disiecta membra poetæ (miembros dispersos del poeta). — Dice Horacio que aun en su estado fragmentario se reconocen los miembros (la obra) de un poeta como Enio. «Sátiras», libro I, sátira 4, V. 62. — 131; 417; 443. <<

32 En 1854 Ginebra produjo 80.000 relojes, ni siquiera un quinto de la producción relojera del cantón de Neuchâtel. Chaux-de-Fonds, a la que se podría considerar como una sola manufactura de relojes, suministra anualmente, ella sola, el doble de esos aparatos que Ginebra. De 1850 a 1861 esta última ciudad produjo 750.000 (3) relojes. Véase «Report from Geneva on the Watch Trade», en Reports by H. M.’s Secretaries of Embassy and Legation on the Manufactures, Commerce…, n.º 6, 1863. La falta de conexión entre los procesos en que se descompone la producción de obras meramente ensambladas, ya dificulta, en sí y para sí, la transformación de tales manufacturas en la empresa maquinizada característica de la gran industria; pero en el caso de los relojes se superponen otros dos obstáculos; la pequeñez y delicadeza de sus elementos y su carácter suntuario, y por tanto su variedad, de tal modo que en las mejores casas de Londres, por ejemplo, a lo largo de todo un año apenas se fabrican doce relojes cuyo aspecto sea similar. La fábrica relojera de Vacheron & Constantin, que emplea con éxito maquinaria, a lo sumo entrega 3 o 4 tipos diferentes por su forma y tamaño. <<

(3) En la 4.ª edición: «720.000». <<

33 En la fabricación de relojes, ese ejemplo clásico de la manufactura heterogénea, se puede estudiar con gran exactitud la diferenciación y especialización recién mencionadas de los instrumentos de trabajo, las cuales se originan en la desintegración de la actividad artesanal. <<

34 «Cuando las personas están tan estrechamente agrupadas, el transporte necesariamente tiene que reducirse.» (The Advantages…, p. 106.) <<

35 «El aislamiento entre las diferentes fases de la manufactura, debido al empleo de trabajo manual, acrecienta inmensamente el costo de producción; en lo fundamental, la pérdida obedece a los simples desplazamientos de un proceso a otro.» (The Industry of Nations, Londres, 1855, parte II, p. 200.) <<

36 La división del trabajo «genera, pues, una economía de tiempo al separar el trabajo en sus diferentes ramos, todos los cuales pueden ser ejecutados en el mismo momento… Al efectuarse simultáneamente todos los diferentes procesos que un individuo tendría que haber ejecutado por separado, surge la posibilidad de producir una multitud de alfileres, completamente terminados, en el mismo tiempo en que podía cortarse, o bien aguzarse, un solo alfiler». (Dugald Stewart, Works, p. 319.) <<

37 «Cuanto mayor sea la variedad de artesanos en una manufactura… tanto mayores serán el orden y la regularidad de todos los trabajos; éstos tendrán que hacerse necesariamente en menos tiempo y habrá de reducirse el trabajo.» (The Advantages…, página 68.) <<

38 Con todo, en muchos ramos la empresa manufacturera sólo alcanza imperfectamente ese resultado, porque no sabe controlar de manera segura las condiciones químicas y físicas generales del proceso de producción. <<

39 «Cuando la experiencia, según la naturaleza especial de los productos de cada manufactura, ha dado a conocer cuál es la manera más ventajosa de dividir la fabricación en operaciones parciales, así como el número de obreros necesarios para las mismas, todos los establecimientos que no empleen un múltiplo exacto de ese guarismo producirán a costos más altos… Es ésta una de las causas de la colosal expansión experimentada por los establecimientos industriales.» (Ch. Babbage, On the Economy of Machinery and Manufactures, Londres, 1832, cap. XXI, pp. 172, 173.) <<

40 En Inglaterra el horno de fundición está separado de aquel en que se elabora el vidrio, mientras que en Bélgica, por ejemplo, el mismo horno sirve para ambos procesos. <<

41 Puede verse esto, entre otros, en William Petty, John Bellers, Andrew Yarranton, The Advantages of the East-India Trade y Jacob Vanderlint. <<

42 Aun a fines del siglo XVI se empleaban en Francia morteros y zarandas para triturar y lavar el mineral. <<

43 La historia de los molinos cerealeros permite recapitular la historia entera del desarrollo de la maquinaria. En inglés la fábrica se sigue denominando mill [molino]. En obras tecnológicas alemanas de los primeros decenios del siglo XIX todavía se encuentra el término Mühle [molino], aplicado no sólo a toda la maquinaria impulsada por fuerzas naturales, sino incluso a todas las manufacturas que emplean aparatos de naturaleza mecánica. <<

44 Como veremos más en detalle en el libro cuarto de esta obra, Adam Smith no formula ni siquiera una sola tesis nueva con respecto a la división del trabajo. Pero lo que lo distingue como el economista en que se compendia el período manufacturero es el énfasis que pone en dicha división. El papel subordinado que asigna Smith a la maquinaria dio pie a la polémica de Lauderdale en los inicios de la gran industria, y de Ure en época más avanzada. Adam Smith confunde además la diferenciación de los instrumentos —en la cual los obreros parciales de la manufactura intervinieron muy activamente— con la invención de la maquinaria; no son los obreros manufactureros, sino sabios, científicos e incluso campesinos (Brindley), etc., quienes desempeñan aquí un papel. <<

45 «Como el trabajo se divide en varias operaciones diferentes, cada una de las cuales requiere grados diversos de destreza y fuerza, el patrón manufacturero puede procurarse la cantidad exacta de fuerza y destreza que es necesaria para cada operación. Si, por el contrario, un obrero tuviera que ejecutar todo el trabajo, el mismo individuo tendría que poseer la destreza suficiente para las operaciones más delicadas y la fuerza bastante para las que requieren más esfuerzo.» (Ch. Babbage, op. cit., cap. XIX.) <<

46 Desarrollo muscular unilateral, deformaciones óseas, etc., por ejemplo. <<

47 Tiene toda la razón el señor William Marshall, general manager [director general] de una manufactura de vidrio, cuando responde a la pregunta que le formulara un comisionado de investigación acerca de cómo se mantiene la laboriosidad entre los jóvenes obreros: «Les resulta imposible descuidar el trabajo. Una vez que han empezado a trabajar tienen que proseguir; es exactamente lo mismo que si fueran piezas de una máquina». (Children’s…, Fourth Report, 1865, p. 247.) <<

48 En su apoteosis de la gran industria, el doctor Ure pone de relieve las características de la manufactura con más perspicacia que los economistas precedentes —que carecían del interés polémico de Ure por el tem-a e incluso que sus contemporáneos, por ejemplo Babbage, quien aunque sin duda lo supera como matemático y mecánico, en el fondo sólo concibe la gran industria desde el punto de vista de la manufactura. Ure observa a este respecto: «La asignación del obrero a cada operación especial constituye la esencia de la división del trabajo». De otra parte, califica esta división de «adaptación de los trabajos a las diversas capacidades humanas» y, por último, caracteriza todo el sistema manufacturero como «sistema de gradaciones según el rango de la habilidad»; de «división del trabajo conforme a los diversos grados de destreza», etcétera. (Ure, Philosophy…, pp. 19-23 y pássim.) <<

49 «Todo artesano al que… se lo ponga en condiciones de perfeccionarse por la práctica en una operación parcial, se convierte… en un obrero más barato.» (Ibídem, p. 19.) <<

50 «La división de trabajo tiene su punto de partida en la separación de las profesiones más diversas y prosigue hasta esa división en la cual varios trabajadores se distribuyen en la confección de un mismo producto, como en la manufactura» (Storch, Cours d’économie politique, París, t. I, p. 173.) «Entre los pueblos que han llegado a cierto grado de civilización encontramos tres tipos de división de la industria: la primera, que denominaremos general, lleva a la diferenciación de los productores en agricultores, manufactureros y comerciantes y corresponde a los tres principales ramos de la industria nacional; la segunda, que se podría llamar especial, es la división de cada género de industria en especies…; la tercera división de la industria, finalmente, a la que se debería calificar de división de la faena o división del trabajo propiamente dicha, es la que se establece en las artes y oficios separados…, la que se establece en la mayor parte de las manufacturas y talleres.» (Skarbek, Théorie des richesses, pp. 84, 85.) <<

50bis {F. E. Nota a la 3.ª edición. — Estudios posteriores sobre la situación del hombre primitivo, muy sistemáticos y profundos, llevaron al autor a la conclusión de que originariamente no fue la familia la que se desarrolló hasta convertirse en tribu, sino que, a la inversa, fue la tribu la forma natural y primitiva de la asociación humana fundada en la consanguinidad, de tal modo que sólo más tarde, cuando comenzaron a disolverse los vínculos tribuales y a partir de esa disolución, se desarrollaron las variadísimas formas de la familia.} <<

(4) Véase aquí, vol. I, p. 107. <<

51 Sir James Steuart es quien ha dilucidado mejor este punto. Lo poco conocida que es hoy su obra, editada diez años antes que la Wealth of Nations, lo demuestra entre otras cosas el que los admiradores de Malthus ni siquiera sepan que en la primera edición de su libro sobre la Population, si prescindimos de la parte puramente declamatoria, éste casi no hace otra cosa que plagiar a Steuart, y por añadidura a los curas Wallace y Townsend. <<

52 «Existe cierta densidad de población que es la conveniente tanto para el trato social como para la combinación de fuerzas gracias a la cual se acrecienta el producto del trabajo.» (James Mill, Elements…, p. 50.) «Al acrecentarse el número de trabajadores, la capacidad productiva de la sociedad aumenta en razón compuesta a ese incremento, multiplicado por los efectos de la división del trabajo.» (Th. Hodgskin, Popular Political Economy, página 120.) <<

53 A causa de la gran demanda de algodón que se dio a partir de 1861, en algunos distritos densamente poblados de las Indias Orientales se extendió la producción del textil a expensas de la de arroz. El resultado fue que surgieron hambrunas localizadas, pues, por falta de medios de comunicación, y por tanto de conexiones físicas, la escasez de arroz en un distrito no se podía compensar con el aporte de otros distritos. <<

54 Así, por ejemplo, en Holanda la fabricación de lanzaderas constituía ya durante el siglo XVII un ramo industrial especial. <<

55 «¿Acaso la manufactura lanera de Inglaterra no está dividida en varias partes o ramos, asignados a lugares particulares que son los únicos o los principales donde se los explota, como paños finos en Somersetshire, paños bastos en Yorkshire, telas de doble ancho en Exeter, media seda en Sudbury, crespones en Norwich, tejidos de lana con algodón o lino en Kendal, frazadas en Whitney, etcétera?» (Berkeley, The Querist, 1750, SS 520.) <<

(5) En la 4.ª edición: «Constituimos una nación». <<

56 A. Ferguson, History of Civil Society, Edimburgo, 1767, parte IV, secc. II, p. 285. <<

57 En las manufacturas propiamente dichas, dice Smith, la división del trabajo parece ser mayor, porque «a menudo los que trabajan en cada ramo laboral diferente pueden estar reunidos en el mismo taller, y puestos a la vez bajo la vista del observador. En esas grandes manufacturas (!), por el contrario, destinadas a satisfacer las principales necesidades de la mayor parte de la población, cada ramo laboral diferente da ocupación a un número tan elevado de obreros que es imposible reunirlos en el mismo taller…, la división del trabajo no es ni con mucho tan obvia». (A. Smith, Wealth of Nations, lib. I, cap. I.) El célebre pasaje de ese mismo capítulo que comienza con las palabras: «Obsérvese el alojamiento del artesano o jornalero más modesto en un país civilizado y floreciente», etc., y que luego se explaya acerca de cómo múltiples y variadas industrias cooperan para satisfacer las necesidades de un obrero corriente, está copiado casi literalmente de las Remarks [notas] de Bernard de Mandeville a su Fable of the Bees, or Private Vices, Publick Benefits. (Primera edición sin las Remarks, 1705; con las Remarks, 1714.) <<

58 «Ya no hay nada que podamos denominar la remuneración natural del trabajo individual. Cada obrero no produce más que una parte de un todo, y como cada parte carece por sí misma de valor o de utilidad, no hay nada que el obrero pueda tomar y decir: éste es mi producto, con esto me quedaré.» (Labour Defended Against the Claims of Capital, Londres, 1825, p. 25.) El autor este excelente trabajo es el ya citado Thomas Hodgskin. <<

58bis Nota a la 2.ª edición. — «Los yanquis han podido comprobar de manera práctica esa diferencia entre división social y división manufacturera del trabajo. Uno de los nuevos impuestos ideados en Washington durante la guerra civil fue el gravamen del 6% sobre “todos los productos industriales”. Pregunta: ¿qué es un producto industrial? Responde el legislador: una cosa está producida “cuando está hecha” (when it is made), y está hecha cuando está lista para la venta. Damos un ejemplo, entre muchos. Antes las manufacturas de Nueva York y Filadelfia “hacían” paraguas con todos sus accesorios. Pero como un paraguas es un mixtum compositum [mezcla dispar] de partes completamente heterogéneas, poco a poco estas últimas fueron convirtiéndose en artículos mutuamente independientes, cuya producción estaba a cargo de ramos industriales ubicados en diferentes lugares. Los productos parciales de esos ramos confluían ahora, como mercancías independientes, en la manufactura de paraguas, que se limitaba a combinarlos en uno de estos artículos. Los yanquis bautizaron “assembled articles” (artículos combinados) a los productos de esta índole, nombre que merecían literalmente por estar sujetos a una combinación de impuestos. El paraguas, de este modo, “combinaba” un gravamen inicial del 6% sobre el precio de cada uno de sus elementos y un 6% adicional sobre su propio precio total.» <<

[152] Bellum omnium contra omnes. — Marx cita a Thomas Hobbes, para el cual «el estado de los hombres fuera de la sociedad civil […] no era otro que una guerra de todos contra todos». (De Cive, prefacio; cfr. también Leviathan, or the Matter, Form and Power of a Commonwealth, Ecclesiastical and Civil, parte I, cap. IV.). — 434. <<

59 «Se puede… formular como regla general que cuanto menos regida por la autoridad esté la división del trabajo dentro de la sociedad, tanto más se desarrollará la división del trabajo dentro del taller, y tanto más estará sometida allí a la autoridad de uno solo. De manera que la autoridad en el taller y la que existe en la sociedad, en lo tocante a la división del trabajo, están en razón inversa.» (K. Marx, Misère de la philosophie…, pp. 130-131.) <<

(6) Unas 40 hectáreas. <<

60 Teniente coronel Mark Wilks, Historical Sketches of the South of India, Londres, 1810-1817, vol. I, pp. 118-120. Un buen compendio acerca de las diversas formas de la entidad comunitaria india se encuentra en George Campbell, Modern India, Londres, 1852. <<

61 «Los habitantes del país han vivido… bajo esta sencilla forma desde tiempos inmemoriales. Rara vez se modifican los límites entre las aldeas, y aunque en ocasiones la guerra, el hambre y las epidemias las han azotado e incluso devastado, el mismo nombre, los mismos límites, los mismos intereses e incluso las mismas familias, se han mantenido a través de las edades. A los aldeanos no les preocupan la ruina y división de los reinos; mientras la aldea se conserve intacta no les importa a qué poder es transferida, o devuelta a qué soberano; su economía interna se mantiene inalterada.» (Th. Stamfort Raffles, ex teniente gobernador de Java, The History of Java, Londres, 1817, vol. I, página 285.) <<

[153] Verleger. — El término alemán no tiene, que sepamos, un equivalente castellano exacto. El Verleger es un empresario que encarga a artesanos la producción de mercancías, de cuya venta se ocupa; los productores trabajan en pequeños talleres o incluso en sus casas y el Verleger les suministra o no, según los casos, herramientas y materias primas. (La palabra alemana significa hoy, casi exclusivamente, editor, a lo que no ha de ser ajeno el hecho de que la industria editorial actual mantenga diversas características de la actividad desplegada por los viejos Verleger.) En TFA 265 se traduce Verleger por débitant, pero éste es más bien un commerçant qui vend au détail; en Justo 274: «almacenista»; Pedroso 264: «vendedor»; Roces 292: «editor»; Mazía 352: «distribuidor». Salvo la de Roces, insostenible, las otras traducciones del término no son incorrectas, pero sí incompletas. — 437. <<

62 «No basta que el capital necesario» (debería decir: que los medios de subsistencia y de producción necesarios) «para la subdivisión de los oficios esté disponible en la sociedad; se requiere, además, que esté acumulado, en las manos de los empresarios, en masas suficientemente grandes para permitirles hacer trabajar en gran escala… A medida que aumenta la división, la ocupación constante de un mismo número de obreros exige un capital cada vez más considerable en materias primas, herramientas, etc.» (Storch, Cours d’économie politique, París, pp. 250, 251). «La concentración de los instrumentos de producción y la división del trabajo son tan inseparables entre sí como lo son, en el dominio de la política, la concentración de los poderes públicos y la división de los intereses privados.» (K. Marx, Misère de la philosophie, página 134.) <<

63 Dugald Stewart llama a los obreros manufactureros «autómatas vivientes… empleados en los detalles del trabajo». (Works, página 318). <<

[154] En el año 494 a. n. e. los plebeyos romanos se habrían retirado al Monte Sacro («primera secesión») como manera pasiva de terminar con la opresión y explotación a que los sometían los patricios. El ex cónsul Menenio Agripa, prototipo (casi seguramente ficticio) de incontables charlatanes posteriores, para convencerlos de que regresaran les habría contado la fábula de los miembros y el estómago: aquéllos eran los plebeyos; éste, los patricios; al negarse a alimentar al estómago, los miembros también languidecían y morían. Según la leyenda, los plebeyos se dejaron persuadir. Se ha sostenido que la fábula atribuida a Agripa es la adaptación de un cuento alegórico elaborado por sofistas griegos. — 439. <<

64 En los corales cada individuo constituye, en realidad, el estómago de todo el grupo. Pero le aporta sustancias nutritivas, en vez de quitárselas como el patricio romano. <<

65 «El obrero que lleva en sus brazos todo un oficio puede ir a cualquier lado a ejercer su industria y encontrar sus medios de subsistencia; el otro» (el obrero manufacturero) «no es más que un accesorio que separado de sus compañeros ya no tiene ni capacidad ni independencia, hallándose obligado por tanto a aceptar la ley que se juzgue adecuado imponerle.» (Storch, Cours d’économie politique, San Petersburgo, 1815, t. I, p. 204.) <<

66 A. Ferguson, History of…, p. 281: «Puede haber ganado uno lo que el otro ha perdido». <<

67 «Se opera una separación radical entre el sabio y el trabajador productivo, y la ciencia, en vez de estar en manos del obrero para acrecentar sus propias fuerzas productivas […], en casi todos lados se le enfrenta… El conocimiento deviene un instrumento que se puede separar del trabajo y contraponerse a éste» [155]. (W. Thompson, An Inquiry into the Principles of the Distribution of Wealth, Londres, 1824, p. 274.) <<

[155] En Thompson, según TI 361, este pasaje presenta algunas diferencias, especialmente en su parte final: «El hombre de ciencia y el trabajador productivo terminan por quedar sumamente separados entre sí, y la ciencia, en vez de ser la asistenta del trabajo que en manos del trabajador acrecienta las fuerzas productivas de éste, se ha puesto en orden de batalla contra el trabajador… engañándolo y extraviándolo para hacer que las fuerzas musculares de éste se vuelvan completamente mecánicas y obedientes.»— 440; 917. <<

(7) En la 4.ª edición esta frase de la cita de Ferguson comienza así: «Las manufacturas, en consecuencia, prosperan más allí donde más se prescinde del espíritu,». <<

68 A. Ferguson, op. cit., p. 280. <<

69 J. D. Tuckett, A History of the Past and Present State of the Labouring Population, Londres, 1846, val. I, p. 148. <<

70 A. Smith, Wealth of Nations, lib. V, cap. I, art. II. Como discípulo de Adam Ferguson, quien había expuesto las consecuencias negativas de la división del trabajo, Smith veía este punto con toda claridad. En la introducción de su obra, en la que celebra ex professo la división del trabajo, se limita a anotar de pasada que la misma es fuente de las desigualdades sociales. Sólo en el libro V, sobre los ingresos del estado, reproduce las tesis de Ferguson. En Misére de la philosophie he dicho lo pertinente sobre la conexión histórica entre Ferguson, Adam Smith, Lemontey y Say, en lo referente a su crítica de la división del trabajo, y presentado también allí, por primera vez, la división manufacturera del trabajo como forma específica del modo de producción capitalista. (Ibídem, p. 122 y s.) <<

71 Ferguson dice ya en la obra citada, p. 281: «E incluso el pensar, en esta era de separaciones, puede convertirse en un oficio especial». <<

72 G. Garnier, t. V de su traducción, pp. 4-5. <<

73 Ramazzini, profesor de medicina práctica en Padua, publicó en 1713 su obra De morbis artificum, traducida en 1777 al francés y reimpresa en 1841 en la Encyclopédie des sciences médicales. 7e. Div. Auteurs Classiques. El período de la gran industria, por supuesto, ha ampliado considerablemente su catálogo de las enfermedades obreras. Véanse, entre otras obras, Hygiène physique et morale de l’ouvrier dans les grandes villes en général, et dans la ville de Lyon en particulier. Por el doctor A. L. Fonteret, París, 1858, y [R. H. Rohatzsch,] Die Krankheiten, welche verschiednen Ständen, Altern und Geschlechtern eigentümlich sind, 6 tomos, Ulm, 1840. En 1854 la Society of Arts [156] designó una comisión investigadora de la patología industrial. La lista de los documentos reunidos por dicha comisión se encuentra en el catálogo del Twickenham Economic Museum. Muy importantes son los Reports on Public Health, de carácter oficial. Véase también Eduard Reich, doctor en medicina, Über die Entartung des Menschen, Erlangen, 1868. <<

[156] La Society of Arts arld Trades (Sociedad de Artes y Oficios), fundada en 1754, tenía por finalidad la «promoción de artes y oficios y del comercio» y efectuaba investigaciones sobre la situación fabril. — 442; 457 <<

74 «To subdivide a man is to execute him, if he deserves the sentence, to assassinate him, if he does not… The subdivisión of labour is the assassination of a people.» (D. Urquhart, Familiar Words, Londres, 1855, p. 119.) Hegel tenía opiniones extremadamente heréticas sobre la división del trabajo: «Por hombres cultos debemos entender, ante todo, aquellos que pueden hacer todo lo que hacen otros», dice en su Filosofía del derecho [157]. <<

[157] Georg Wilhelm Hegel, Grundlinien der Philasophie des Rechts, oder Naturrecht und Staatswissenschaft im Grundrisse, Berlín, 1840, SS 187, agregado. Véase también, sobre la división del trabajo, el § 198. — 443. <<

[62] Membra disiecta (miembros dispersos), disiecta membra poetæ (miembros dispersos del poeta). — Dice Horacio que aun en su estado fragmentario se reconocen los miembros (la obra) de un poeta como Enio. Sátiras, libro I, sátira 4, V. 62. — 131; 417; 443. <<

75 La campechana creencia en el genio inventivo que, a priori, desplegaría el capitalista en la división del trabajo, únicamente se encuentra entre los profesores alemanes. Como por ejemplo el señor Roscher, quien a modo de recompensa dedica «diversos salarios» al capitalista, de cuya cabeza jupiterina surge ya pronta y acabada la división del trabajo. La aplicación más amplia o más exigua de la división del trabajo depende del tamaño de la bolsa, y no de la magnitud del genio. <<

76 Escritores anteriores como Petty, como el anónimo autor de las Advantages of the East-lndia Trade, etc., exponen mejor que Adam Smith el carácter capitalista de la división manufacturera del trabajo. <<

77 Una excepción entre los modernos la constituyen algunos escritores del siglo XVIII, como Beccaria y James Harris, que en lo tocante a la división del trabajo casi se limitan a repetir a los antiguos. Beccaria, por ejemplo: «Cualquiera comprueba, por la experiencia, que si siempre se aplican la mano y el ingenio al mismo género de trabajos y de productos, se obtienen resultados más fáciles, más abundantes y mejores que si cada cual hiciese por separado todas las cosas necesarias para sí mismo, y solamente esas cosas… De este modo, para utilidad pública y privada, los hombres se dividen en varias clases y condiciones». (Cesare Beccaria, Elementi di economia pubblica, col. Custodi cit., parte moderna, t. XI, p. 28.) James Harris, más tarde conde de Malmesbury, célebre por los Diaries escritos durante su embajada en San Petersburgo, llega a decir en una nota a su Dialogue Concerning Happiness [158], Londres, 1741, reimpreso luego en Three Treatises…, 3.ª ed., Londres, 1772: «Toda la argumentación para demostrar que la sociedad es algo natural» (esto es, por la «división de las ocupaciones») «está tomada del segundo libro de la República de Platón». <<

[158] El Dialogue Concerning Happiness (1741) es de James Harris (1709-1780), no de James Harris (1746-1820), conde de Malmesbury, a quien se deben los Diaries a los que se refiere Marx, y que éste citara extensamente en sus manuscritos sobre Polonia. (Véase Karl Marx, Beiträge zur Geschichte der polnische Frage, Varsovia, 1971, p. 456 y ss.). — 445. <<

78 Así, por ejemplo, en la «Odisea», XIV, 228: «Pues cada hombre se regocija en trabajos diferentes», y Arquíloco, en Sexto Empírico: «Cada cual recrea sus sentidos en otro trabajo» [159]. <<

[159] (W) Marx cita esta frase de Arquíloco según la obra de Sexto Empírico Adversus mathematicos, libro XI, 44. — 445. <<

79Πολλ᾽ ἠπίστατο ἕργα, κακῶς δ᾽ ἠπίστατο πάντας») [«Él sabía muchos oficios, pero todos los sabía mal.»] El ateniense, en cuanto productor de mercancías se sentía superior al espartano, porque en la guerra el lacedemonio podía disponer de hombres, sin duda, pero no de dinero. Así se lo hace decir Tucídides a Pericles en el discurso en que éste incita a los atenienses a la guerra del Peloponeso: «Los que producen para sí mismos están más dispuestos a hacer la guerra con sus cuerpos que con dinero». (Tucídides, lib. I, cap. 141.) No obstante, también en la producción material seguía siendo su ideal la αὐταρκεία [autarcía], que se contrapone a la división del trabajo, «pues con ésta hay bienestar, pero con aquélla también hay independencia». Debe tenerse en cuenta, a este respecto, que aun en tiempos de la caída de los Treinta tiranos [160] no llegaban a 5.000 los atenienses que carecían de tierra. <<

[160] Treinta tiranos. — Junta oligárquica que ejerció el poder en Atenas (404 a. n. e.) al término de la guerra del Peloponeso. Los Treinta tiranos, que gobernaron despóticamente en interés de los ciudadanos ricos y con apoyo militar espartano, fueron derribados en 403 por la acción conjugada de los partidarios de la democracia (esclavista), acaudillados por Trasíbulo, y de los oligarcas moderados. — 445. <<

80 Para Platón, la división del trabajo dentro de la entidad comunitaria deriva de la multilateralidad de las necesidades y de la unilateralidad de las dotes del individuo. En Platón, el criterio fundamental es que el trabajador tiene que ajustarse a la obra, y no la obra al trabajador, lo que sería inevitable si éste ejerciera varias artes a la vez, y por tanto la una o la otra quedara relegada a la condición de accesoria. «Puesto que el trabajo no ha de esperar a que tenga tiempo libre el que lo hace, sino que el trabajador debe dedicarse a la obra, y no de un modo despreocupado. —Esto es necesario—. De ello se desprende que se producirá más de todo, y mejor y más fácilmente, si cada uno sólo hace una cosa, conforme a su talento natural y en el momento oportuno, libre de toda otra actividad.» (De Republica, I, 2.ª ws., Baiter, Orelli, etcétera) [161]. Análogamente en Tucídides, obra citada, capítulo 142: «La navegación es un arte como cualquier otro, y no se lo puede practicar ocasionalmente, como actividad accesoria, sino que, antes bien, no se puede ejercer ninguna otra como ocupación accesoria junto a ella». Si la obra, dice Platón, tiene que esperar al obrero, a menudo pasará el momento crítico de la producción y se echará a perder el trabajo, «ἕργου καιρὸν διόλλυται» [«se perderá el momento oportuno para el trabajo»]. En la protesta de los propietarios ingleses de blanquerías contra la cláusula de la ley fabril que fija una hora determinada para la comida de todos los obreros, volvemos a encontrar la misma idea platónica. Su industria no podría ajustarse a la conveniencia de los obreros, ya que de «las diversas operaciones de chamuscar, lavar, blanquear, satinar, calandrar y teñir, ninguna puede suspenderse en un momento dado sin riesgo o daño… Imponer la misma hora de comida para todos los obreros puede, ocasionalmente, hacer que valiosos bienes corran riesgo de ser dañados por operaciones incompletas». Le platonisme où va-t-il se nicher! [¡Adónde ha ido a cobijarse el platonismo!] <<

[161] En la versión de La república de Platón realizada por Antonio Camarero y anotada por Luis Farré (Eudeba, Buenos Aires, 1963, pp. 161-162) este pasaje (libro II, 370, b) dice así: «Porque cada trabajo, a mi juicio, no puede supeditarse al momento en que el trabajador esté desocupado, y éste no debe considerar su obra como algo accesorio, sino consagrarse de verdad a ella. —Es preciso que así sea —dijo. —Por consiguiente, se rinde más y mejor, y con mayor facilidad, cuando cada individuo realiza un solo trabajo, de acuerdo con sus aptitudes, y en el momento exigido, sin preocuparse de otros trabajos». — 446. <<

81 Jenofonte narra que no sólo era honroso alimentarse en la mesa del rey de los persas, sino que los manjares que allí se servían eran también mucho más sabrosos que los demás. «Y esto no es de asombrarse, pues así como las demás artes se perfeccionan especialmente en las grandes ciudades, las comidas regias se preparan de una manera muy especial. Ya que en las ciudades pequeñas el mismo hombre hace camas, puertas, arados, mesas; suele construir casas, por añadidura, y se siente contento cuando de esta manera encuentra una clientela suficiente para su sustento. Es enteramente imposible que un hombre que se dedica a tantas cosas las haga todas bien. En las grandes ciudades, empero, donde cada individuo encuentra muchos compradores, basta también un oficio para sustentar a un hombre. E incluso, a menudo, ni siquiera le corresponde a éste un oficio entero, sino que uno hace zapatos de hombre, el otro zapatos de mujer. Aquí y allá, un hombre vive sólo de coser zapatos, el otro de cortarlos; el uno sólo corta las piezas para los vestidos, el otro se limita a coserlas. Ahora bien es inevitable que quien ejecuta el trabajo más simple también lo efectúe de la mejor manera. Lo mismo ocurre con el arte culinario.» (Jenofonte, Cyropædia, lib. VIII, cap. 2.) Jenofonte se atiene aquí exclusivamente a la calidad del valor de uso que se desea alcanzar, aunque sabe ya que la escala de la división del trabajo depende de la amplitud del mercado. <<

82 Busiris «los dividió a todos en castas particulares… Ordenó que siempre los mismos individuos ejerciesen los mismos oficios, porque sabía que quienes cambiaban de ocupación no se capacitaban en ninguna; aquellos, en cambio, que constantemente desempeñan las mismas actividades, ejercen cada una de la manera más perfecta. Encontramos, en realidad, que en lo que respecta a las artes y oficios, han sobrepujado a sus rivales más de lo que el maestro supera al chapucero; y en lo concerniente a la institución en virtud de la cual conservan la monarquía y el resto de la constitución estatal, son tan sobresalientes que los filósofos célebres que han analizado el punto elogian la constitución de Egipto por encima de las demás». (Isócrates, Busiris, cap. 8.) <<

83 Cfr. Diodoro Sículo. <<

84 Ure, Philosophy…, p. 20. <<

[162] En TI 367 la cita de Ure es como sigue: «Debido a la fragilidad de la naturaleza humana, ocurre que el obrero, cuanto más diestro, tanto más susceptible es de volverse terco e intratable, y por supuesto tanto menos apto como componente de un sistema mecánico en el cual… puede infligir gran daño al conjunto». — 448. <<

85 Lo indicado en el texto se aplica mucho más a Inglaterra que a Francia, y más a Francia que a Holanda. <<

[163] Los editores de Werke dan como fuente de esta cita A. Ure, The Philosophy of Manufactures, Londres, 1835, p. 22; Marx utilizó aquí, como en otras partes, la versión francesa de la obra de Ure. En TI 368: «Una fábrica maquinizada, dice Ure, “despliega la división del trabajo en múltiples gradaciones: la lima, el taladro, el torno, cada uno con su obrero diferente, conforme al orden de destreza”.». — 448. <<

86 «It is questionable, if all the mechanical inventions yet made have lightened the day’s toil of any human being.» Mill debió haber dicho: «of any human being not fed by other people’s labour» [«de cualquier ser humano no alimentado por el trabajo de otros»], pues es incuestionable que la maquinaria ha aumentado considerablemente el número de ociosos distinguidos. <<

87 Véase, por ejemplo, el Course of Mathematics de Hutton. <<

88 «Desde este punto de vista, en efecto, puede trazarse una frontera precisa entre herramienta y máquina: palas, martillos, escoplos, etc., aparatos de palanca y de tornillo cuya fuerza motriz, por artificiosos que sean en lo demás, es el hombre… todo esto cae bajo el concepto de herramienta; mientras que el arado, con la fuerza animal que lo mueve, los molinos de viento, etc., han de contarse entre las máquinas.» (Wilhelm Schulz, Die Bewegung der Produktion, Zurich, 1843, p. 38.) Se trata de una obra encomiable, en más de un respecto. <<

89 Ya antes de él, y probablemente por primera vez en Italia, se emplearon máquinas para torcer el hilo, aunque las mismas eran muy imperfectas. Una historia crítica de la tecnología demostraría en qué escasa medida cualquier invento del siglo XVIII se debe a un solo individuo. Hasta el presente no existe esa obra. Darwin ha despertado el interés por la historia de la tecnología natural, esto es, por la formación de los órganos vegetales y animales como instrumentos de producción para la vida de plantas y animales. ¿No merece la misma atención la historia concerniente a la formación de los órganos productivos del hombre en la sociedad, a la base material de toda organización particular de la sociedad? ¿Y esa historia no sería mucho más fácil de exponer, ya que, como dice Vico, la historia de la humanidad se diferencia de la historia natural en que la primera la hemos hecho nosotros y la otra no? La tecnología pone al descubierto el comportamiento activo del hombre con respecto a la naturaleza, el proceso de producción inmediato de su existencia, y con esto, asimismo, sus relaciones sociales de vida y las representaciones intelectuales que surgen de ellas. Y hasta toda historia de las religiones que se abstraiga de esa base material, será acrítica. Es, en realidad, mucho más fácil hallar por el análisis el núcleo terrenal de las brumosas apariencias de la religión que, a la inversa, partiendo de las condiciones reales de vida imperantes en cada época, desarrollar las formas divinizadas correspondientes a esas condiciones. Este último es el único método materialista, y por consiguiente científico. Las fallas del materialismo abstracto de las ciencias naturales, un materialismo que hace caso omiso del proceso histórico, se ponen de manifiesto en las representaciones abstractas e ideológicas de sus corifeos tan pronto como se aventuran fuera de los límites de su especialidad. <<

[164] Las máquinas calóricas —que tuvieron una aplicación limitada a principios y mediados del siglo pasado— se fundaban en el principio de la dilatación y contracción del aire por calentamiento y enfriamiento. — 453; 560. <<

90 En la forma originaria del telar mecánico, particularmente, se reconoce a primera vista el telar antiguo. Bajo su forma moderna se presenta en cambio esencialmente modificado. <<

91 Sólo desde hace 15 años (8), poco más o menos, en Inglaterra se fabrica con maquinaria una parte cada vez mayor de las herramientas pertenecientes a las máquinas de trabajo, aunque no lo hacen los mismos fabricantes que producen dichas máquinas. Entre las máquinas para la fabricación de tales herramientas mecánicas se cuentan, por ejemplo, la automatic bobbin-making engine [máquina automática para hacer bobinas], la card-setting engine [máquina de colocar cardas], la máquina de hacer lizos, la soldadora de husos para mules [hiladoras mecánicas alternativas] y throstles [telares continuos automáticos]. <<

(8) En la 4.ª edición: «desde 1850». <<

[165] Jenny. — Máquina de hilar inventada hacia 1764 y patentada en 1770 por el mecánico James Hargreaves, que la denominó así en honor de una hija. — 455. <<

92 Moisés el Egipcio dice: «No pondrás bozal al buey cuando trillare» [166]. Los filántropos cristiano-germánicos, por el contrario, a los siervos que empleaban como fuerza motriz en la molienda les colocaban un gran disco de madera a modo de collar, para que no pudieran llevarse harina a la boca. <<

[166] Deuteronomio, XXV, 4, la recomendación mosaica reaparece en I Corintios, IX, 9 y I Timoteo, V, 18. — 455. <<

93 La inexistencia de caídas naturales de agua, en parte, y en parte la lucha contra el exceso de agua, obligaron a los holandeses a emplear el viento como fuerza motriz. De Alemania les llegó el molino eólico, donde este invento había suscitado una pintoresca querella entre nobleza, clero y emperador acerca de a cuál de los tres «pertenecía» el viento. «El aire hace siervo», se decía en Alemania, pero el viento hizo libres a los holandeses. Al que en este caso hizo siervo no fue al holandés, sino al suelo, en beneficio del holandés. Todavía en 1836 se empleaban en Holanda 12.000 molinos de viento de 6.000 caballos de fuerza para impedir que dos terceras partes del país volvieran a convertirse en marismas. <<

94 Sin duda fue muy perfeccionada ya por la primera máquina de vapor de Watt, denominada de efecto simple, pero bajo esta última forma siguió siendo nada más que una máquina para elevar agua y agua salina. <<

95 «La unión de todos estos instrumentos simples, puestos en movimiento por un solo motor, es lo que constituye una máquina.» (Babbage, On the Economy… [, p. 136.]) <<

96 En diciembre de 1859, John Chalmers Morton leyó ante la Society of Arts [156] un artículo en torno a «las fuerzas empleadas en la agricultura». Se dice allí, entre otras cosas: «Toda mejora que promueva la uniformidad del suelo hace que la máquina de vapor sea más aplicable a la producción de fuerza mecánica pura… La fuerza equina se requiere allí donde los cercos irregulares y otros obstáculos impiden una acción uniforme. Estos obstáculos desaparecen de día en día. En el caso de operaciones que exigen un mayor ejercicio de la voluntad y menos fuerza real aplicable es aquella que la mente humana controla en cada instante: en otras palabras, la fuerza del hombre». El señor Morton reduce luego la fuerza del vapor, la equina y la humana a la unidad de medida que se aplica habitualmente a las máquinas de vapor, o sea, la fuerza necesaria para levantar 33.000 libras a un pie de altura (9) en un minuto, y calcula que los costos de un caballo de fuerza de vapor son de 3 peniques en el caso de la máquina de vapor, y de 5½ peniques por hora en el del caballo. Además, si se quiere que un caballo se conserve plenamente sano, no se lo puede emplear durante más de 8 horas diarias. Merced a la fuerza del vapor es posible prescindir de 3 de cada 7 caballos utilizados durante todo el año en las tierras de labranza, a un costo no mayor que el que los caballos remplazados insumirían durante los únicos 3 o 4 meses en que se los usa efectivamente. En las tareas agrícolas en que se puede emplear la fuerza de vapor, finalmente, la misma perfecciona, con respecto a la fuerza equina, la calidad del trabajo. Para ejecutar el trabajo de la máquina de vapor habría que emplear 66 obreros a un costo total de 15 chelines por hora, y para efectuar el trabajo de los caballos, 32 hombres a un costo total de 8 chelines por hora. <<

(9) 14.969 kg, aproximadamente, a 0,305 m de altura. <<

[156] La Society of Arts arld Trades (Sociedad de Artes y Oficios), fundada en 1754, tenía por finalidad la «promoción de artes y oficios y del comercio» y efectuaba investigaciones sobre la situación fabril. — 442; 457 <<

97 Faulhaber, 1625; De Cous, 1688 [167]. <<

[167] De Cous, 1688. — Marx alude a la publicación póstuma de un escrito del ingeniero y arquitecto normando Salomon De Cous (o Caus, o Cauls, o Caulx, o Caux, ¿1576?-1626), precursor de Newcomen y Watt; Hero Alexandrinus, Buch von Lufft- und Wasser-Künsten… Und mit einem Anhang von allerhand MühlWasser- und Grotten-Wercken aus Salomon de Cous…, Francfort, 1688. — 458. <<

98 Gracias a la invención moderna de las turbinas, la explotación industrial de la fuerza hidráulica se ha visto liberada de muchas de las trabas anteriores. <<

99 «En los albores de la manufactura textil, la ubicación de la fábrica dependía de la existencia de un curso de agua que tuviese derrame suficiente para hacer girar una rueda hidráulica; y aunque el establecimiento de los molinos hidráulicos significó para el sistema doméstico de manufactura el comienzo de la disolución, sin embargo los molinos, necesariamente situados junto a los curso de agua y a menudo separados unos de otros por considerable distancias, formaban parte de un sistema rural, más que urbano; y no fue hasta la introducción de la fuerza del vapor, como sustituto del curso de agua, que las fábricas se congregaron en ciudades y en localidades donde el carbón y el agua necesarios para la producción de vapor se encontraban en cantidades suficientes. La máquina de vapor es la madre de las ciudades industriales.» (A. Redgrave, en Reports… 30th April 1860, p. 36.) <<

[168] Boulton & Watt. — Firma fundada en 1775 por Matthew Boulton y James Watt; el hijo de éste, el segundo James Watt, un ingeniero naval que diseñó e instaló las máquinas del primer barco de vapor que zarpó de un puerto inglés, había muerto en 1848, poco antes de la exposición mencionada por Marx. — 459. <<

100 Desde el punto de vista de la división manufacturera, el tejer no era un trabajo simple sino, antes bien, un complicado trabajo artesanal, y de esta suerte el telar mecánico es una máquina que ejecuta operaciones harto disímiles. Constituye un error, en general, la idea de que al principio la maquinaria moderna se apoderó de aquellas operaciones que la división manufacturera del trabajo había simplificado. Durante el período manufacturero fueron divididas en nuevas categorías la hilandería y la tejeduría y se perfeccionaron y diversificaron sus herramientas, pero el proceso mismo de trabajo, que en modo alguno se dividió, siguió siendo artesanal. El punto de partida de la máquina no es el trabajo, sino el instrumento de trabajo. <<

101 Con anterioridad a la época de la gran industria, la manufactura lanera era la predominante en Inglaterra. Fue en ella, por consiguiente, donde durante la primera mitad del siglo XVIII se efectuaron la mayor parte de los experimentos. Los ensayos hechos con lana de oveja redundaron en provecho del algodón, cuya elaboración mecánica requiere preparativos menos fatigosos, así como más adelante, y a la inversa, la industria lanera mecanizada se desarrolló sobre la base de la hilandería y tejeduría mecánicas del algodón. Hasta los últimos decenios no se habían incorporado al sistema fabril elementos aislados de la manufactura lanera, como por ejemplo el cardado. «La aplicación de fuerza mecánica al proceso de cardar lana… que se ha generalizado desde la introducción de la “máquina cardadora”, y en especial de la de Lister… tiene indudablemente como resultado el echar a la calle a un grandísimo número de obreros. Antes la lana se cardaba a mano, y por lo general en la choza del cardador. Ahora la carda se practica de manera generalizada en la fábrica, con lo cual, si se exceptúan ciertos tipos especiales de trabajo en los cuales todavía se prefiere la lana peinada a mano, ha quedado suprimido el trabajo manual. Muchos de los cardadores han encontrado empleo en las fábricas, pero el producto de los cardadores manuales es tan pequeño, comparado con el de la máquina, que un número muy grande de estos operarios quedaron desocupados.» (Reports… 31st October 1856, p. 16.) <<

102 «El principio del sistema fabril consiste entonces en sustituir… la división o gradación del trabajo entre artesanos por la partición del proceso en sus partes componentes.» (Ure, Philosophy of Manufactures, Londres, 1835, p. 20.) <<

103 En su forma originaria, el telar mecánico se compone principalmente de madera; en su forma moderna y perfeccionada, de hierro. La comparación más superficial entre el telar moderno de vapor y el antiguo, entre las modernas máquinas soplantes utilizadas en las fundiciones de hierro y la inicial y desmañada palingenesia mecánica del fuelle común y —quizás sea éste un ejemplo más ilustrativo que todos los demás— entre las locomotoras modernas y otro modelo probado con anterioridad, dotado en verdad de dos patas que levantaba alternativamente como si fuera un caballo, muestra, entre otras cosas, hasta qué punto la forma antigua del medio de producción determina, en un principio, su forma moderna. Tan sólo después de un desenvolvimiento adicional de la mecánica y de acumularse suficiente experiencia práctica, la forma pasa a ser cabalmente determinada por el principio mecánico, emancipándose así por entero de la forma física tradicional característica de la herramienta que se ha metamorfoseado en máquina. <<

104 Hasta hace muy poco la cotton gin [desmotadora de algodón] del yanqui Eli Whitney había experimentado menos modificaciones, en lo esencial, que cualquier otra máquina del siglo XVIII. Sólo en los últimos decenios (10) otro norteamericano, el señor Emery, de Albany, Nueva York, logró, con un perfeccionamiento tan sencillo como eficaz, que la máquina de Whitney se volviera anticuada. <<

(10) En la 4.ª edición, después de «decenios»: «(antes de 1867)». <<

105 The Industry of Nations, p. 239. En el mismo lugar se dice también: «Por simple e insignificante —en lo externo— que parezca ser este accesorio del torno, no creemos exagerar si decimos que su influencia en el perfeccionamiento y difusión del empleo de la maquinaria ha sido tan grande como la ejercida por las mejoras de Watt a la máquina de vapor. Su introducción ocasionó de inmediato el perfeccionamiento y abaratamiento de toda la maquinaria y estimuló las invenciones y mejoras». <<

106 Una de estas máquinas, empleadas en Londres para forjar paddle-wheel shafts [árboles para ruedas de paletas] lleva el nombre de «Thor». Forja un eje de 16½ toneladas con la misma facilidad que el herrero una herradura. <<

(11) 2,13 m. <<

107 Las máquinas que trabajan la madera y que pueden emplearse también en pequeña escala, son en su mayor parte de invención norteamericana. <<

[168bis] Hechura de mano humana (Gebild von Menschenhand). —Modificándola ligeramente, Marx tomó esta cita (de la que en ediciones anteriores de El capital no se indica fuente) de la Canción de la campana, de Schiller, versos 167-168: «Ya que los elementos aborrecen la hechura de la mano humana» (Denn die Elemente hassen das Gebild der Menschenhand). — 470. <<

108 La ciencia no le cuesta absolutamente «nada» al capitalista, lo que en modo alguno le impide explotarla. La ciencia «ajena» es incorporada al capital, al igual que el trabajo ajeno. Pero la apropiación «capitalista» y la apropiación «personal», ya sea de la ciencia, ya de la riqueza material, son cosas absolutamente distintas. El propio doctor Ure deploraba la crasa ignorancia de que adolecían, con respecto a la mecánica, sus queridos fabricantes explotadores de máquinas, y Liebig ha podido hablarnos de la horripilante incultura de los empresarios ingleses de la industria química en lo que a química se refiere. <<

109 Ricardo pone tanto énfasis en este efecto de la maquinaria —por lo demás tan insuficientemente analizado por él como la diferencia entre proceso de trabajo y proceso de valorización— que por momentos se olvida del componente de valor que las máquinas transfieren al producto, confundiéndolas por entero con las fuerzas naturales. Así, por ejemplo, «Adan Smith en ninguna parte subestima los servicios que los agentes naturales y la maquinaria nos prestan, pero distingue muy justamente la naturaleza del valor que agregan a las mercancías… Como efectúan su trabajo gratuitamente, la asistencia que nos prestan no agrega nada al valor de cambio». (Ricardo, Principles of…, pp. 336, 337.) La observación de Ricardo, naturalmente, es correcta en cuanto se opone a Jean-Baptiste Say, quien, en su desvarío, supone que las máquinas prestan el «servicio» de crear un valor que formaría parte de la «ganancia». <<

(12) En la 4.ª edición: «1857». <<

109bis {F. E. Nota a la 3.ª edición. — Un «caballo de fuerza» es igual a la fuerza de 33.000 libras-pie por minuto, esto es, a la fuerza necesaria para levantar en 1 minuto 33.000 libras (13) a un pie (inglés) (14) de altura o 1 libra (15) a 33.000 pies (16). Es éste el caballo de fuerza mencionado en el texto. En el lenguaje corriente de los negocios, y ocasionalmente también en citas de este libro, se distingue sin embargo entre caballos de fuerza «nominales» y «comerciales» o «indicados» de una misma máquina. Los caballos de fuerza antiguos o nominales se calculan exclusivamente por la carrera del émbolo y el diámetro del cilindro, dejándose enteramente a un lado la presión del vapor y la velocidad del émbolo. De hecho, lo que expresan esos caballos de fuerza es: esta máquina de vapor tiene, por ejemplo, 50 caballos de fuerza siempre que funcione con la misma baja presión del vapor y la misma escasa velocidad del émbolo que en tiempos de Boulton y Watt. Pero desde entonces los dos últimos factores se han desarrollado de enorme manera. En nuestros días, para medir la fuerza mecánica suministrada realmente por una máquina se ha inventado el indicador, el instrumento que indica la presión del vapor. La velocidad del émbolo es fácil de determinar. De modo que la medida de los caballos de fuerza «indicados» o «comerciales» de una máquina es una fórmula matemática que toma en cuenta al mismo tiempo el diámetro del cilindro, la carrera recorrida por el émbolo, la velocidad de éste y la presión del vapor, e indica con ello cuántas veces desarrolla realmente la máquina una fuerza de 33.000 libras-pie por minuto. Un caballo de fuerza nominal puede, en la realidad, rendir tres, cuatro y hasta cinco caballos de fuerza indicados o reales. Sirva esto para aclaración de diversas citas que aparecen más adelante.} <<

(13) 14.969 kg, aproximadamente. <<

(14) 0,305 m. <<

(15) 0,453 kg. <<

(16) 10.058 m. <<

(17) 1,02 m, aproximadamente. <<

[169] (W) J. B. Baynes, The Cotton Trade. Two Lectures on the Above Subject, Delivered before the Members of the Blackburn Literary, Scientific and Mechanic’s Institution, Blackburn-Londres, 1857, P. 48. — 484. <<

110 El lector imbuido de concepciones capitalistas echará de menos aquí, por supuesto, el «interés» que la máquina, proporcionalmente al valor de su capital, agrega al producto. Es fácil de comprender, no obstante, que como la máquina —al igual que los demás componentes del capital constante— no produce valor nuevo alguno, mal puede agregar al producto ese valor bajo la denominación de «interés». Es evidente, asimismo, que analizándose aquí la producción de plusvalor, no es posible suponer a priori ninguna parte del mismo bajo el nombre de «interés». El modo de calcular capitalista, que prima facie parece absurdo y en contradicción con las leyes que rigen la formación del valor, encuentra en el libro tercero de esta obra su explicación. <<

111 Este componente de valor agregado por la máquina disminuye, en términos absolutos y relativos, allí donde la misma desplaza a los caballos, o en general a las bestias de labor utilizadas únicamente como fuerza motriz, no como máquinas que provocan un intercambio de sustancias. Con su definición de los animales como simples máquinas, Descartes, dicho sea incidentalmente, da pruebas de ver con los ojos del período manufacturero, por oposición a la Edad Media, época en que se consideraba a la bestia como auxiliar del hombre (tal como más tarde la considera el señor von Haller en su Restauration der Staatswissenschaften). Que Descartes, al igual que Bacon, veía en la configuración modificada de la producción, así como en el dominio práctico de la naturaleza por el hombre, un resultado de las modificaciones operadas en el método de pensar, lo muestra su Discours de la méthode, donde se dice entre otras cosas: «Es posible» (gracias al método introducido por él en la filosofía) «adquirir conocimientos muy útiles para la vida, y que en lugar de esa filosofía especulativa que se enseña en las escuelas, se pueda hallar una filosofía práctica por cuyo intermedio, conociendo la fuerza y los efectos del fuego, del agua, del aire, de los astros y de todos los demás cuerpos que nos rodean, y conociéndolos tan precisamente como conocemos los diversos oficios de nuestros artesanos, podríamos emplearlos de la misma manera para todas las aplicaciones que les son propias, convirtiéndonos así en dueños y señores de la naturaleza» y, de este modo, «contribuyendo al perfeccionamiento de la vida humana». En el prefacio a los Discourses upon Trade de sir Dudley North (1691), se afirma que la aplicación del método cartesiano a la economía política ha comenzado a liberarla de viejas consejas y nociones supersticiosas acerca del dinero, el comercio, etc. Por lo general, no obstante, los economistas ingleses de la primera época siguieron los pasos de Bacon y Hobbes en filosofía, mientras que en un período posterior fue Locke quien se convirtió en «el filósofo» κατ᾽ ἐξοχήν [por antonomasia] de la economía política inglesa, francesa e italiana. <<

112 Con arreglo a una memoria anual de la Cámara de Comercio de Essen (octubre de 1863), en 1862 la fábrica Krupp produjo 13 millones de libras (18) de acero fundido, empleando para ello 161 hornos de fundición, de reverbero y de cemento, 32 máquinas de vapor (en 1800 era éste el número total de las máquinas de vapor empleadas en Manchester) y 14 martinetes de vapor que en total representan 1.236 caballos de fuerza, 49 hornazas, 203 máquinas-herramientas y alrededor de 2.400 obreros. Por cada caballo de fuerza no llega a haber 2 obreros. <<

(18) 5.900.000 kg, aproximadamente. <<

113 Babbage calcula que en Java el trabajo de hilar, casi exclusivamente, agrega un 117% al valor del algodón. En la misma época (1832) el valor total que la maquinaria y el trabajo agregaban al algodón en Inglaterra, en la hilandería fina, ascendía aproximadamente al 33% de la materia prima. (On the Economy…, pp. 165, 166.) <<

114 En el estampado a máquina, además, se economiza color. <<

115 Cfr. Paper Read by Dr. Watson, Reporter on Products to the Government of India, before the Society of Arts, 17 de abril de 1860. <<

116 «Estos agentes mudos» (las máquinas) «son siempre el producto de mucho menos trabajo que el que desplazan, aun cuando tengan el mismo valor dinerario.» (Ricardo, Principles of…, p. 40.) <<

116bis Nota a la 2.ª edición. — Por eso, en una sociedad comunista la maquinaria tendría un campo de acción muy diferente del que tiene en la sociedad burguesa. <<

117 «Los patrones no retendrían, sin necesidad, dos turnos de niños menores de 13 años… Hoy en día un grupo de fabricantes, los de hilo de lana, de hecho raras veces emplean niños de menos de 13 años, esto es, de los que trabajan media jornada. Han introducido diversos tipos de maquinaria nueva y perfeccionada, la cual hace totalmente innecesaria la utilización de niños» (es decir, de menores de 13 años); «para ilustrar esa reducción en el número de chicos, mencionaré por ejemplo un proceso en el cual, gracias a la adición a las máquinas existentes de un aparato llamado máquina de añadir, un muchacho» (de más de 13 años) «puede ejecutar el trabajo de seis o cuatro de los que trabajan media jornada… El sistema de la media jornada» estimuló «la invención de la máquina de añadir.» (Reports… 31st October 1858[, páginas 42, 43].) <<

118 «A menudo… mientras no aumenta el trabajo» (quiere decir wages [el salario]) «no es posible emplear maquinaria.» (Ricardo, Principles of…, p. 479.) <<

119 Véase Report of the Social Science Congress at Edinburgh. October 1863. <<

120 Durante la crisis del algodón provocada por la guerra civil norteamericana, el gobierno inglés envió al doctor Edward Smith a Lancashire, Cheshire, etc., para que informara acerca de la situación sanitaria entre los obreros elaboradores de aquel textil. Smith informó, entre otras cosas, que desde el punto de vista de la higiene la crisis, aun dejando a un lado el hecho de que alejara de la atmósfera de la fábrica a los obreros, presentaba otras muchas ventajas. Las obreras disponían ahora de ratos libres para amamantar a sus pequeños, en vez de envenenarlos con Godfrey’s cordial (19). Disponían de tiempo para aprender a cocinar. Este arte culinario, por desgracia, lo adquirían en momentos en que no tenían nada que comer. Pero puede verse cómo el capital, con vistas a su autovalorización, ha usurpado el trabajo familiar necesario para el consumo. La crisis, asimismo, fue aprovechada para enseñar a coser a las hijas de los obreros, en escuelas especiales. ¡Para que unas muchachas obreras que hilan para el mundo entero aprendiesen a coser, hubo necesidad de una revolución en Norteamérica y de una crisis mundial! <<

(19) En la 3.ª y 4.ª ediciones se agrega: «(un opiáceo)». <<

121 «El aumento numérico de los obreros ha sido considerable, debido a la creciente sustitución del trabajo masculino por el femenino, y sobre todo del adulto por el infantil. Tres muchachas de 13 años, con salarios de 6 a 8 chelines semanales, han remplazado a un obrero de edad madura cuyo salario oscilaba entre 18 y 45 chelines.» (Th. de Quincey, The Logic of Political Economy, Londres, 1844, nota a la p. 147.) Como no es posible suprimir totalmente ciertas funciones de la familia, como por ejemplo las de cuidar a los niños, darles de mamar, etc., las madres de familia confiscadas por el capital tienen que contratar a quien las remplace en mayor o menor medida. Es necesario sustituir por mercancías terminadas los trabajos que exige el consumo familiar, como coser, remendar, etc. El gasto menor de trabajo doméstico se ve acompañado por un mayor gasto de dinero. Crecen, por consiguiente, los costos de producción de la familia obrera y contrapesan el mayor ingreso. A esto se suma, que se vuelven imposibles la economía y el uso adecuado en el consumo y la preparación de los medios de subsistencia. Acerca de estos hechos, encubiertos por la economía política oficial, se encuentra un abundante material en los «Reports» de los inspectores fabriles y de la «Children’s Employment Commission» y, particularmente, también en los Reports on Public Health. <<

122 En contraste con el hecho fundamental de que la limitación del trabajo femenino e infantil en las fábricas inglesas fue una conquista arrancada al capital por los obreros varones adultos, en los informes más recientes de la «Children’s Employment Commission» encontramos entre los padres obreros dedicados al cambalacheo de sus hijos rasgos realmente vergonzosos, dignos por entero de tratantes de esclavos. Pero el fariseo capitalista, como puede apreciarse en los mismos Reports, denuncia ese bestialismo creado, perpetuado y explotado por él, al que bautiza en otras ocasiones con el nombre de «libertad de trabajo»”. «Se ha recurrido al trabajo de niños pequeños… incluso para que trabajen por su propio pan diario. Sin fuerzas para soportar una labor tan desproporcionada, sin instrucción que pueda guiar su vida en el futuro, se los ha arrojado a una situación física y moralmente corrompida. Con respecto a la destrucción de Jerusalén por Tito, el historiador judío ha observado que no cabe extrañarse de que la ciudad fuera destruida, y destruida de manera tan terrible, cuando una madre inhumana había sacrificado a su propio retoño para saciar los impulsos de un hambre apremiante.» (Public Economy Concentrated, Carlisle, 1833, p. 66.) <<

123 A. Redgrave, en Reports… 31st October 1858, pp. 40, 41. <<

124 Children’s…, Fifth Report, Londres, 1866, p. 81, n.º 31. {F. E. Agregado a la 4.ª edición. La industria sedera de Bethnal Green actualmente ha sido destruida casi por completo.} <<

125 Children’s…, Third Report, Londres, 1864, p. 53, n.º 15. <<

126 Children’s…, Fifth Report, p. XXII, n.º 137. <<

[45] Niveladores (Levellers). — Partido que durante la Revolución Inglesa de 1648-1650 sostuvo posiciones pequeñoburguesas radicales. Algunos de sus integrantes, como los diggers («cavadores») anticiparon ciertas tesis del socialismo utópico y una concepción limitada pero revolucionaria, materialista, de la libertad: «Libertad es el disfrute libre de la tierra» (Gerrard Winstanley). — 104; 161; 484. <<

(20) En Werke: «9.085». <<

127 Sixth Report on Public Health”, Londres, 1864, p. 34. <<

(21) En la 3.ª y 4.ª ediciones: «natural.» <<

128 La investigación de 1861 «mostró, además, que así como bajo las circunstancias descritas los pequeños perecen debido al descuido y el maltrato derivados de las ocupaciones de sus madres éstas se vuelven atrozmente desnaturalizadas con respecto a su prole; es común que la muerte de sus vástagos las deje indiferentes, e incluso que a veces… adopten medidas directas para provocarla». (Ibídem.) <<

129 Ibídem, p. 454. <<

130 Ibídem, pp. 454-462. Reports by Dr. Henry Julian Hunter on the Excessive Mortality of Infants in Some Rural Districts of England. <<

131 Ibídem, p. 35 y pp. 455, 456. <<

132 Ibídem, p. 456. <<

133 Al igual que en los distritos fabriles ingleses, en los distritos rurales se extiende día a día el consumo del opio entre los obreros y obreras adultos. «El principal objetivo de algunos mayoristas emprendedores es… promover la venta de opiáceos. Los farmacéuticos los consideran como el artículo más solicitado.» (Ibídem, p. 460.) Los lactantes a los que se suministraban opiáceos, «se contraían, convirtiéndose en canijos viejecitos, o quedaban arrugados como monitos». (Ibídem, p. 460.) Véase cómo la India y China se vengan de Inglaterra. <<

[107] El Privy Council (Consejo Privado), compuesto de dignatarios de la corte, grandes señores, prelados y (desde los Tudores) también de jurisconsultos y otros especialistas, desempeñó en ciertos períodos de la historia inglesa las funciones de gabinete ministerial, pese a que nominalmente no era más que un cuerpo asesor del monarca. En tiempos de Marx la importancia de la institución era ya escasa. — 293; 486; 566; 817. <<

134 Ibídem, p. 37 <<

135 Reports… 31st October 1862, p. 59. Este inspector fabril había sido médico. <<

136 Leonard Horner, en Reports… 30th April 1857, p. 17. <<

(22) Forma coekney de something (algo, un poco). <<

137 Horner, en Reports… 31st October 1855, pp. 18, 19. <<

(23) Aproximadamente 4,50 m por 3 m. <<

138 Sir John Kincaid, en Reports… 31st October 1858, páginas 31, 32. <<

139 Leonard Horner, en Reports… 30th April 1857, pp. 17, 18. <<

140 Sir John Kincaid, [en] Reports… 31st October 1856, p. 66. <<

141 A. Redgrave, en Reports… 31st October 1857, pp. 41-43. En los ramos de la industria inglesa en los que desde hace mucho tiempo rige la ley fabril propiamente dicha (no la Print Works Act, que es la recién mencionada en el texto), durante los últimos años han sido superados, en cierta medida, los obstáculos opuestos a las cláusulas educacionales. En las industrias no sometidas a la ley fabril prevalecen aún, en medida muy considerable, los criterios del fabricante de vidrio J. Geddes, quien adoctrinó sobre el particular al comisionado investigador White: «Hasta donde puedo juzgar, el mayor volumen de educación que la clase obrera ha disfrutado durante los últimos años, constituye un mal. Es peligroso porque los vuelve demasiado independientes». (Children’s…, Fourth Report, Londres, 1865, p. 253.) <<

142 «El señor E., un fabricante […], me informó que para manejar sus telares mecánicos empleaba exclusivamente mujeres […], daba la preferencia, decididamente, a las mujeres casadas, y en especial a las que tenían en su casa familiares que dependieran de ellas; son más atentas y dóciles que las solteras y están obligadas a los esfuerzos más extremos para procurarse el sustento. De este modo las virtudes, esas virtudes peculiares del carácter de la mujer, se desnaturalizan en detrimento de ella; así, todo lo que es más moral y tierno en su naturaleza se convierte en medio para esclavizarla y atormentarla.» (Ten Hours Factory Bill. Tke Speech of Lord Ashley, March 15th, Londres, 1844, p. 20.) <<

143 «Desde la introducción general de una costosa maquinaria, se ha forzado la naturaleza humana para que rinda mucho más de lo que permite su fuerza media.» (Robert Owen, Observations on the Effects of the Manufacturing System, 2.ª ed., Londres, 1817, página 16). <<

144 Los ingleses, que gustan de tomar la primera manifestación empírica de una cosa por su causa, suelen considerar que el gran robo de niños que en los comienzos del sistema fabril practicó el capital, a la manera de Herodes, en asilos y orfanatos —robo mediante el cual se incorporó un material humano carente por entero de voluntad propia—, fue la causa de las largas jornadas laborales en las fábricas. Así, por ejemplo, dice Fielden, fabricante inglés él mismo: «Las largas jornadas laborales […], es evidente, tienen su origen en la circunstancia de que se recibió un número tan grande de niños desvalidos, procedentes de las distintas zonas del país, que los patrones no dependían ya de los obreros; en la circunstancia de que una vez que establecieron la costumbre gracias al mísero material humano que habían obtenido de esa manera, la pudieron imponer a sus vecinos con la mayor facilidad». (John Fielden, The Curse of the Factory System, Londres, 1836, p. 11.) En lo tocante al trabajo femenino, dice el inspector de fábricas Saunders en el informe fabril de 1844: «Entre las obreras hay mujeres a las que durante muchas semanas seguidas, excepto unos pocos días, se las ocupa de 6 de la mañana hasta medianoche, con menos de 2 horas para las comidas, de tal modo que en 5 días de la semana sólo les restan 6 horas de las 24 para ir a casa, volver de ella y permanecer en la cama». <<

145 «Causa… del deterioro de las delicadas partes móviles del mecanismo metálico es la inactividad.» (Ure, Philosophy…, página 281.) <<

146 El «Manchester Spinner» al que ya aludimos con anterioridad (24) (Times, 26 de noviembre de 1862), incluye entre los costos de la maquinaria el siguiente: «Aquél» (esto es el «descuento por el desgaste de la maquinaria») «tiene también como finalidad la de cubrir la pérdida que surge, constantemente, del hecho de que máquinas de construcción nueva y mejor desplacen a las antiguas antes que éstas se hayan desgastado». <<

(24) Véase en el volumen I, pp. 250, n.º 23. <<

147 «Se calcula, grosso modo, que construir una sola máquina conforme a un modelo nuevo cuesta cinco veces más que la reconstrucción de la misma máquina según el mismo modelo.» (Babbage, On the Economy…, pp. 211, 212.) <<

148 «Desde hace algunos años, se han introducido tantas y tan importantes mejoras en la fabricación de tules, que una máquina bien conservada cuyo costo original había sido de £ 1.200, se vendió pocos años después a £ 60… Los perfeccionamientos se sucedían con tal rapidez que las máquinas quedaban sin terminar en las manos de sus constructores, porque inventos más afortunados las habían vuelto anticuadas.» De ahí que en este período revuelto, turbulento, pronto los fabricantes de tules extendieran la jornada laboral de las 8 horas originarias a 24, con dos turnos de personal. (Ibídem, p. 233.) <<

149 «Es de todo punto evidente que con las alzas y bajas del mercado y las expansiones y contracciones alternadas de la demanda, constantemente se darán ocasiones en que el fabricante podrá emplear capital circulante adicional sin que tenga que emplear capital fijo adicional… siempre que se pueda elaborar cantidades adicionales de materia prima sin gastos adicionales en edificios y maquinaria.» (R. Torrens, On Wages and Combination, Londres, 1834, p. 64.) <<

150 Únicamente para hacer más completa la exposición aludimos a la circunstancia mencionada en el texto, ya que hasta el libro tercero no analizaremos la tasa de ganancia, esto es, la proporción entre el plusvalor y el capital global adelantado. <<

151 «When a labourer», said Mr. Ashworth, «lays down his spade, he renders useless, for that period, a capital worth 18 d. When one of our people leaves the mill, he renders useless a capital that has cost £ 100.000» [170]. (Senior, Letters on the Factory Act”… Londres, 1837, p. 14.) <<

[170] En Senior (según nota de Werke al pie de página), ese capital es más modesto: £ 100. — 494. <<

152 «La gran preponderancia del capital fijo, en proporción al capital circulante, hace deseable una larga jornada laboral». Con el uso acrecentado de maquinaria, «se intensifican los estímulos para prolongar la jornada laboral, ya que es éste el único medio de volver lucrativa una gran masa de capital fijo». (Ibídem, páginas 11-14.) «En una fábrica existen ciertos gastos que se mantienen constantes aunque la fábrica trabaje más tiempo o menos, como por ejemplo el alquiler por los edificios, los impuestos locales y nacionales, el seguro contra incendios, el salario que perciben diversos trabajadores permanentes, el deterioro de la maquinaria, además de otras varias cargas cuya proporción con respecto a la ganancia decrece proporcionalmente al aumento del volumen de la producción.» (Reports… 31st October 1862, p. 19.) <<

[171] Cita ligeramente modificada de Schiller, Canción de la campana, versos 78-79. «¡Oh, si se mantuviera eternamente fresco el bello tiempo del amor juvenil!». — 495. <<

153 En los primeros capítulos (25) del libro tercero habremos de ver por qué el capitalista individual, así como la economía política imbuida en las concepciones del mismo, no tiene conciencia de esa contradicción inmanente. <<

(25) En la 3.ª y 4.ª ediciones: «en las primeras secciones». <<

154 Uno de los grandes méritos de Ricardo es haber comprendido que la maquinaria no sólo era un medio para la producción de mercancías, sino también para producir «redundant population» [población excedentaria]. <<

155 F. Biese, Die Philosophie des Aristoteles, t. II, Berlín, 1842, págína 408. <<

156 Doy aquí la traducción [alemana] del poema, hecha por Stolberg, porque caracteriza, exactamente como en citas anteriores sobre la división del trabajo, la antítesis entre la concepción antigua y la moderna:

«Schonet der mahlenden Hand, o Müllerinnen, und schlafet Sanft!

es verkünde der Hahn euch den Morgen umsonst!

Däo hat die Arbeit der Mädchen den Nymphen befohlen,

Und itzt hüpfen sie leicht über die Räder dahin,

Dass die erschütterten Achsen mit ihren Speichen sich wälzen,

Und im Kreise die Last drehen des wälzenden Steins.

Lasst uns leben das Leben der Väter, und lasst uns der Gaben

Arbeitslos uns freun, welche die Göttin uns schenkt.»

[«¡Dejad reposar la mano que muele, oh molineras, y dormid plácidamente! ¡Que el gallo en vano os anuncie la aurora! Deo ha encomendado a las ninfas el trabajo de las jóvenes y ahora brincan ligeras sobre las ruedas, para que los estremecidos ejes den vueltas con sus rayos y hagan rotar el peso de la piedra giratoria. Dejadnos vivir la vida de nuestros padres y disfrutar, liberados del trabajo, los dones que la diosa nos concede.»]

(Gedichte aus dem Griechischen übersetzt von Christian Graf zu Stolberg, Hamburgo, 1782.). <<

157 En general se dan diferencias, como es natural, entre la intensidad de los trabajos correspondientes a diversos ramos de la producción. Las mismas se compensan en parte, como ya lo ha expuesto Adam Smith, por las circunstancias accesorias propias de cada tipo de trabajo. Aquí, sin embargo, sólo se produce una incidencia en el tiempo de trabajo como medida del valor, en tanto las magnitudes de intensidad y extensión se representan como expresiones contrapuestas y recíprocamente excluyentes de la misma cantidad de trabajo. <<

158 Principalmente mediante el trabajo a destajo, una forma que analizaremos en la sección sexta. <<

159 Véanse Reports… 31st October 1865. <<

160 Reports of the Inspectors of Factories for 1844 and the Quarter Ending 30th April 1845, pp. 20, 21. <<

161 Ibídem, p. 19. Como el salario a destajo se mantenía incambiado, el volumen del salario semanal dependía de la cantidad del producto. <<

162 Ibídem, p. 20. <<

163 Ibídem, p. 21. El elemento moral desempeñó un papel considerable en el experimento mencionado arriba. «Trabajamos con más entusiasmo», le dijeron los obreros al inspector fabril; «pensamos continuamente en la recompensa de salir más temprano por la noche, y un espíritu activo y alegre impregna toda la fábrica, desde el ayudante más joven hasta el operario más antiguo, y además podemos ayudarnos mucho unos a otros.» (Ibídem.) <<

(26) En la 3.ª y 4.ª ediciones: «a mediados del decenio de 1850». <<

164 J. Fielden, The Curse…, p. 32. <<

(27) Casi 13 km. <<

(28) Unos 32 km. <<

165 Lord Ashley, Ten Hour’s Factory Bill, Londres, 1844, pp. 6-9 y pássim. <<

166 Reports… 30th April 1845, p. 20. <<

167 Ibídem, p. 22. <<

(29) Debería decir: «1/9». <<

168 «Reports… 31st October 1862», p. 62. <<

169 Esto ha cambiado con el Parliamentary Return de 1862. Aquí se toman en consideración los caballos de fuerza reales de las máquinas de vapor y ruedas hidráulicas modernas, en lugar de los nominales (30). Tampoco se mezclan en el mismo rubro los husos de torcer con los de hilar propiamente dichos (como sí se hacía en los Returns de 1839, 1850 y 1856); además, en el caso de las fábricas laneras se incluye el número de las gigs [máquinas cardadoras], se distingue entre las fábricas que elaboran yute o cáñamo, por una parte, y las que, por otra, trabajan con lino, y, finalmente, por primera vez figuran en el informe las fábricas de medias. <<

(30) En la 4.ª edición se agrega: «véase nota 109 bis, p. 352». (Véase aquí, p. 473). <<

(31) 67,10 m. <<

170 Reports… 31st October 1856, pp. 14, 20. <<

171 Ibídem, pp. 14, 15. <<

172 Ibídem, p. 20. <<

173 Reports… 31st October 1858, p. 10. Cfr. Reports… April 1860, pp. 30 y ss. <<

[172] En Werke este párrafo se corrige de la siguiente manera: «Cómo se intensifica el enriquecimiento de los fabricantes con la explotación más intensiva de la fuerza de trabajo lo demuestra la mera circunstancia de que el incremento medio de las fábricas algodoneras, etc., inglesas ascendió de 1838 a 1850 a 32 por año, y en cambio de 1850 a 1856 a 86 por año». Los editores de Werke fundan esa modificación en los datos del Report of the Inspectors of Factories for 31 st October 1856, Londres, 1857, p. 12, que es la fuente casi seguramente usada por el autor. En un artículo de éste para la New-York Daily Tribune («El sistema fabril inglés» publicado el 28 de abril de 1857), Marx cita datos de ese informe coincidentes con la modificación de Werke: en 1838 las fábricas textiles eran 4.217; en 1850, 4.600; en 1856, 5.117; «el incremento medio de fábricas», comentaba Marx allí, «que de 1838 a 1850 había ascendido a 32 por año, subió de 1850 a 1856 a casi el triple, alcanzando a 86 por año» (MEW, t. XII, p. 187.) En efecto:

(4.600-4.217): (1850-1838) = (aprox.) 32;

(5.117-4.600): (1856-1850) = (aprox.) 86.— 507. <<

174 Reports… 31st October 1862, pp. 100, 103, 129, 130. <<

175 Con el telar moderno de vapor un tejedor fabrica hoy, trabajando 60 horas semanales y atendiendo 2 telares, 26 piezas de cierta clase y de determinada longitud y ancho, de las cuales sólo podía fabricar 4 con el telar antiguo de vapor. Los costos de tejeduría de una de esas piezas habían decrecido, ya a comienzos del decenio de 1850, de 2 chelines y 9 peniques a 5 1/8 peniques.

Agregado a la 2.ª edición. — «Treinta años atrás» (en 1841) «no se exigía de un hilandero de algodón, con 3 ayudantes, más que la vigilancia de un par de mules con 300 a 324 husos. Con 5 ayudantes tiene ahora» (fines de 1871) «que vigilar mules cuyo número de husos asciende a 2.200, y produce cuando menos siete veces más hilado que en 1841.» (Alexander Redgrave, inspector fabril, en Journal of the Society of Arts, 5 de enero de 1872.). <<

176 Reports… 31st October 1861, pp. 25, 26. Las leyes de protección contra la maquinaria peligrosa han ejercido un influjo benéfico. «Pero… ahora hay otras fuentes de accidentes, que 20 años atrás no existían, y especialmente una, la velocidad incrementada de la maquinaria. Ruedas, cilindros, husos y lanzaderas son impulsados ahora con una potencia mayor y siempre creciente; los dedos deben atrapar con más rapidez y seguridad la hebra rota, porque si se los pone con vacilación o descuido, se los sacrifica… Gran cantidad de accidentes se deben al ahinco de los obreros por ejecutar rápidamente su trabajo. Debe recordarse que para el fabricante es de máxima importancia que su maquinaria esté ininterrumpidamente en movimiento, esto es, produciendo hilado y tejidos. Cada detención de un minuto no sólo significa una pérdida de fuerza motriz, sino de producción. De ahí que los capataces, interesados en la cantidad de los artículos producidos, acucien a los obreros para que mantengan la maquinaria en movimiento, y esto no es menos importante para los obreros a quienes se les paga por peso o por pieza. Por consiguiente, aunque en la mayor parte de las fábricas está formalmente prohibido limpiar la maquinaria mientras se halla en marcha, esta práctica es general. […] Sólo esa causa ha producido durante los últimos 6 meses la cantidad de 906 accidentes… Aunque las operaciones de limpieza se efectúan todos los dias, por lo general es el sábado cuando se limpia a fondo la maquinaria, y en la mayor parte de los casos esto ocurre con la misma en movimiento… Es una operación no remunerada, y por eso los obreros procuran terminarla con la mayor rapidez posible. De ahí que los viernes, y muy particularmente los sábados, el número de accidentes sea mucho mayor que en los demás días de la semana. Los viernes se produce, aproximadamente, un 12% más de accidentes que el promedio de los 4 primeros días de la semana, y los sábados el exceso de accidentes por encima del promedio de los 5 días anteriores es del 25; pero si se tiene en cuenta que la jornada fabril sabatina es sólo de 7½ horas, y en los demás días de la semana de 10½ horas, el excedente aumenta a más del 65%». (Reports… 31st October 1866, pp. 9, 15, 16, 17.) <<

107 Entre los obreros fabriles de Lancashire ha comenzado en estos momentos (1867) la agitación por las ocho horas. <<

178 Los pocos guarismos siguientes ilustran el progreso que las «factories» [fábricas] propiamente dichas han alcanzado en el United Kingdom [Reino Unido] desde 1848:

(Véanse los libros azules: Statistical Abstract for the United Kingdom, números 8 y 13, Londres, 1861 y 1866.)

En Lancashire el número de fábricas aumentó entre 1839 y 1850 sólo en un 4%; desde 1850 hasta 1856, en 19%; de 1856 a 1862 en 33%, mientras que en ambos períodos oncenales la cantidad de personas ocupadas creció en términos absolutos, pero decreció relativamente. Cfr. Reports of the Inspectors of Factories for 31st October 1862, p. 63. En Lancashire predominan las fábricas algodoneras. Pero qué lugar ocupan proporcionalmente las mismas en la fabricación de hilado y tejidos, en general, lo muestra el hecho de que de todas las fábricas del mismo tipo en Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda, 45,2% están en ese distrito, de todos los husos, el 83,3%; de todos los telares de vapor, el 81,4%; de todos los caballos de fuerza de vapor, el 72,6%, y del número global de personas ocupadas, el 58,2%. (Ibídem, pp. 62, 63.). <<

(32) Hemos corregido algunos datos con arreglo a la 4.ª edición <<

(33) 1846. <<

(34) Libras. <<

179 Ure, Philosophy…, p. 18. <<

180 Ibídem, p. 20. Cfr. K. Marx, Misère de la philosophie, páginas 140, 141. <<

181 Característico de las intenciones que inspiran el fraude estadístico —intenciones que podríamos demostrar en detalle, también en otros casos— es el hecho de que la legislación fabril inglesa excluya expresamente de su esfera de acción, como personas que no son obreros fabriles, a los que acabamos de citar en el texto, mientras que por otra parte los Returns publicados por el parlamento incluyan no menos expresamente en la categoría de los obreros fabriles no sólo a los ingenieros, mecánicos, etc., sino también a los directores de fábricas, viajantes, mensajeros, vigilantes de los depósitos, enfardadores, etc.; en una palabra, a todo el mundo, salvo al propietario mismo de la fábrica. <<

(35) En la 3.ª y 4.ª ediciones: «técnica». <<

182 Ure conviene en ello. Dice que «en caso de necesidad», los obreros «pueden desplazarse de una máquina a otra, a voluntad del director», y exclama en tono triunfal: «Tal cambio está en contradicción flagrante con la vieja rutina que divide el trabajo y asigna a un obrero la tarea de moldear la cabeza de un alfiler, a otro la de aguzar su punta» [173]. Ure debió preguntarse, más bien, por qué en la fábrica automática sólo «en caso de necesidad» se abandona esa «vieja rutina». <<

[173] (W) A. Ure, The Philosophy of Manufactures, Londres, 1835, p. 22. [Véase nuestra nota 101.]. — 513. <<

183 En casos de emergencia, como por ejemplo durante la guerra civil norteamericana, el burgués, de manera excepcional, utiliza al obrero fabril para los trabajos más toscos, como construcción de calles, etc. Los «ateliers nationaux» [talleres nacionales] ingleses del año 1862 y siguientes, instituidos para los obreros algodoneros desocupados, se distinguen de sus similares franceses de 1848 en que en éstos los obreros efectuaban a expensas del estado trabajos improductivos, mientras que en aquéllos tenían que ejecutar trabajos urbanos productivos en beneficio del burgués, y cobrando menos que los obreros normales, contra los que se los lanzaba a competir. «El aspecto físico de los obreros algodoneros ha mejorado, sin duda. Lo atribuyo…, en lo que respecta a los hombres, al trabajo efectuado al aire libre en las obras públicas.» (Trátase aquí de los obreros fabriles de Preston, ocupados en el «Preston Moor» [pantano de Preston].) (Reports… 31st October, 1863, p. 59.) <<

184 Un ejemplo: los diversos aparatos mecánicos introducidos en las fábricas laneras, desde la promulgación de la ley de 1844, para suplir el trabajo infantil. No bien los hijos de los señores fabricantes mismos tuvieran que cursar como peones en «la escuela» de la fábrica, ese dominio de la mecánica, casi inexplorado, experimentaría rápidamente un auge asombroso. «Las self-acting mules [hiladoras alternativas automáticas] son posiblemente una maquinaria tan peligrosa como cualquier otra. La mayor parte de los accidentes ocurren a niños pequeños, y precisamente porque se arrastran bajo las mules, para barrer el suelo, mientras aquéllas están en movimiento.» Los inspectores fabriles «han acusado ante los tribunales y multado a diversos “minders”» (obreros que manejan las mules) «por esas transgresiones, pero sin beneficio general alguno. Si los constructores de máquinas quisieran tan sólo inventar una barredera automática, cuyo uso evitara a estos niños pequeños la necesidad de deslizarse bajo la maquinaria, contribuirían felizmente a nuestras medidas protectoras». (Reports… 31st October 1866, p. 63.) <<

(36) En la 3.ª y 4.ª ediciones: «técnico». <<

185 Admírese, por consiguiente, la fabulosa ocurrencia de Proudhon, quien «construye» la maquinaria no como síntesis de medios de trabajo, sino como síntesis de trabajos parciales al servicio de los obreros mismos [174]. <<

[174] En todo el tomo I, es éste el único caso en que una referencia a Proudhon es más severa en la versión francesa que en el original alemán. En aquélla, en efecto, la nota dice así: «Después de esto se podrá apreciar la ingeniosa idea de Proudhon, que no ve en la máquina una síntesis de los instrumentos de trabajo sino “una manera de reunir diversas partículas de trabajo que la división había separado”. Efectúa además el descubrimiento, tan histórico como prodigioso, de que el “período […] de las máquinas se distingue por una característica particular, a saber: el régimen salarial”». Marx cita aquí el Système des contradictions économiques ou philosophie de la misère; había sometido a crítica esas mismas tesis prudonianas en Misère de la philosophie, II, 2. — 515. <<

186 F. Engels, Die Lage…, p. 217. Incluso un cultor optimista y completamente ordinario del librecambio, el señor Molinari, observa: «Un hombre se desgasta más rápidamente vigilando durante quince horas diarias el movimiento uniforme de un mecanismo que ejerciendo, en el mismo espacio de tiempo, su fuerza física. Ese trabajo de vigilancia, que talvez sirviera como útil gimnasia a la inteligencia si no fuera demasiado prolongado, destruye a la larga, por su exceso, tanto el intelecto como el cuerpo mismo.» (G. de Molinari, Études économiques, París, 1846[, página 49].) <<

187 F. Engels, op. cit., p. 216. <<

188 «The factory operatives should keep in wholesome remembrance the fact that theirs is really a low species of skilled labour; and that there is none which is more easily acquired or of its quality more amply remunerated, or which, by a short training of the least expert can be more quickly as well as abundantly acquired… The master’s machinery really plays a far more important part in the business of production than the labour and the skill of the operative, which six months’ education can teach, and a common labourer can learn». (The Master Spinners’ and Manufacturers’ Defence Fund. Report of the Committee, Manchester, 1854, p. 17.) Se verá más adelante que el «master» cambia de tonada no bien se ve amenazado de perder sus autómatas «vivos». <<

189 Ure, Philosophy…, p. 15. Quien conozca la biografía de Arkwright, nunca arrojará la palabra «noble» al rostro de ese barbero genial. De todos los grandes inventores dieciochesco era, indiscutiblemente, el mayor ladrón de inventos ajenos y el sujeto más ordinario. <<

190 «La esclavitud en que la burguesía mantiene sujeto al proletariado, en ninguna parte se presenta más claramente a la luz del día que en el sistema fabril. Toda libertad queda aquí en suspenso, de derecho y de hecho. El obrero debe estar en la fábrica a las 5.30 de la mañana; si llega un par de minutos tarde, se lo castiga; si se presenta 10 minutos después de la hora, no se lo deja entrar hasta después del desayuno y pierde entonces la cuarta parte del jornal. Tiene que comer, beber y dormir a la voz de mando. La despótica campana lo saca de la cama y le hace terminar su desayuno y su almuerzo. ¿Y qué ocurre en la fábrica misma? Aquí el fabricante es el legislador absoluto. Promulga los reglamentos fabriles que le placen; modifica y amplía su código según se le antoje, y aunque incluya en él las cosas más descabelladas, los tribunales dicen al obrero: Como has concertado voluntariamente este contrato, ahora estás obligado a cumplirlo… Estos obreros están condenados, desde que cumplen 9 años hasta su muerte, a vivir bajo la férula espiritual y física.» (F. Engels, op. cit., p. 217 y ss.) Dos ejemplos ilustrarán al lector acerca de lo que «los tribunales dicen». El primer caso tiene lugar en «Sheffield», a fines de 1866. Un obrero había firmado contrato por dos años en una fábrica metalúrgica. A causa de un altercado con el patrón, abandonó la fábrica y dijo que bajo ninguna circunstancia trabajaría más para él. Acusado de violación de contrato, se lo condenó a dos meses de cárcel. (Si el fabricante viola el contrato sólo se lo puede acusar civiliter [por lo civil], y no se arriesga más que a una multa.) Transcurridos los dos meses, el mismo fabricante lo cita para que se presente a trabajar a la fábrica conforme al viejo contrato. El obrero responde que no: ya ha cumplido su condena por violación contractual. El fabricante vuelve a denunciarlo y el tribunal a condenarlo, aunque uno de los jueces, Mr. Shee, denuncia públicamente como monstruosidad jurídica este fallo, según el cual podría condenarse periódicamente, una y otra vez, a un hombre durante toda su vida por la misma falta o el mismo delito. No dictaron esta sentencia los «Great Unpaid» [«grandes impagos»] (37), los Dogberries [175] de provincia, sino uno de los tribunales superiores con sede en Londres.

{F. E. Agregado a la 4.ª edición. — Actualmente esta práctica ha sido abolida. Excepto algunos casos por ejemplo en las empresas públicas de gas hoy en día el obrero está equiparado al empleador en caso de violación contractual y sólo se lo puede demandar por lo civil}. El segundo caso ocurre en Wiltshire, a fines de noviembre de 1863. Unas 30 tejedoras que manejaban telares de vapor en la empresa de un tal Harrupp, fabricante de paños en Leower’s Mill, Westbury Leigh, declararon una strike [huelga] porque este Harrupp tenía la agradable costumbre de hacerles descuentos en los salarios, si llegaban tarde por la mañana, conforme a la siguiente escala: 6 peniques por 2 minutos, 1 chelín por 3 minutos y 1 chelín y 6 peniques por 10 minutos. Esto equivalía a 9 chelines por hora o 4 libras y 10 chelines diarios, pese a que su salario medio nunca pasaba en el año de 10 a 12 chelines semanales. Harrupp, asimismo, había encomendado a un joven que indicara con un silbato la hora de entrar a la fábrica, lo que éste a veces hacía antes de las 6 de la mañana, y si las operarias no estaban presentes apenas terminaba de sonar la señal, se cerraban las puertas y las que quedaban fuera tenían que pagar multas; como en todo el edificio no había reloj alguno, las infortunadas operarias estaban en poder del juvenil guardián del tiempo, inspirado por Harrupp. Las obreras que se lanzaron a la «strike», madres de familia y muchachas, declararon que volverían al trabajo cuando se remplazara al guardián del tiempo por un reloj y se introdujera una tarifa de multas más racional. Harrupp demandó a las 19 mujeres y muchachas por ruptura de contrato. Fueron condenadas cada una a 6 peniques de multa y a pagar costas por 2 chelines y 6 peniques, fallo que provoó la ruidosa indignación del auditorio. Harrupp se retiró del tribunal acompañado por una multitud que lo silbaba. —Una operación predilecta de los fabricantes es castigar a los obreros con descuentos de salarios por las fallas del material que se les suministra. Este procedimiento provocó en 1866 una strike general en los distritos alfareros ingleses. Los informes de la Children’s Employment Commission (1863-1866) registran casos en que el obrero, en vez de percibir salario por su trabajo, debido al reglamento de castigos se convierte por añadidura en deudor de su ilustre «master». La recentísima crisis algodonera suministra edificantes ejemplos de la sagacidad con que los autócratas fabriles practican descuentos de salarios. «Yo mismo», dice el inspector fabril Robert Baker, «hace poco demandé judicialmente a un fabricante algodonero porque dicha persona, en estos tiempos difíciles y de penuria, descontaba a algunos de los obreros “jóvenes”» (mayores de 13 años) «10 peniques por el certificado médico de edad, que a él sólo le cuesta 6 peniques y por el cual la ley sólo autoriza un descuento de 3 peniques y la costumbre ningún descuento en absoluto… Otro fabricante, para alcanzar el mismo objetivo sin entrar en conflicto con la ley, a cada uno de los pobres niños que trabajan para él le descuenta un chelín, en concepto de estipendio por la enseñanza del arte y oficio [176] de hilar, no bien el certificado médico los declara aptos para esa ocupación. Existen, pues, corrientes subterráneas sobre las que es preciso estar al tanto si se quiere comprender fenómenos tan extraordinarios como las strikes en tiempos como los actuales» (se trata de una strike en la fábrica de Darven, en junio de 1863, declarada por los tejedores mecánicos). (Reports… 30th April 1863, pp. 50, 51.) (Los informes fabriles van siempre más allá de su fecha oficial.) <<

(37) Véase aquí, vol. I, p. 348, n.º 157. <<

[175] Alusión al personaje shakespiriano Dogberry (véase vol. I, p. 102); el término se usa para designar a un funcionario ignorante y fatuo. — 518; 744. <<

[176] Marx traduce «art and mystery» por «Kunst und […] Mysterium», «arte y misterio». El arcaísmo inglés «mystery» deriva del latín medieval misterium, contracción de ministerium (oficio). A la confusión con mysterium (en inglés, también mystery) contribuyó sin duda el secreto que rodeaba las actividades técnicas, etc., de los distintos oficios. Evolución similar ocurrió en francés (mystère). — 520. <<

(38) Figura aquí, en la 3.ª y 4.ª ediciones, la nota 190 bis, cuyo texto es igual al de la nota 176 (véase p. 519) a partir de la segunda frase <<

191 En el capítulo I (39) del libro tercero, aportaré información acerca de una campaña recentísima de los fabricantes ingleses contra las cláusulas de la ley fabril que protegen de la maquinaria peligrosa los miembros de la «mano de obra». Baste aquí con una cita, tomada de un informe oficial redactado por el inspector fabril Leonard Horner: «He oído hablar a fabricantes, con inexcusable ligereza, de algunos de los accidentes; la pérdida de un dedo, por ejemplo, sería una fruslería. La vida y el futuro de un obrero dependen a tal punto de sus dedos, que tal pérdida constituye para él un asunto gravísimo. Cuando oigo esas charlas tan desaprensivas, suelo plantear esta pregunta: Supongamos que usted necesita un obrero adicional y que se ofrecen dos, ambos igualmente capacitados en los demás aspectos, pero que uno de ellos ha perdido el pulgar y el índice de una mano, ¿por quién optaria? Mis interlocutores nunca vacilaban un instante al decidirse por el que tenía todos los dedos… Estos señores fabricantes tienen falsos prejuicios contra lo que denominan Legislación seudo-filantrópica» (Reports… 31st October 1855[, pp. 6, 7].) ¡Estos señores son «gente despabilada» [177], y no en vano se han entusiasmado por la rebelión de los esclavistas! [21]. <<

[21] «Proslavery rebellion» («rebelión a favor de la esclavitud»). — Se alude aquí a la insurrección y guerra de los esclavistas sureños contra el gobierno federal norteamericano (1861-1865). — 32; 345; 520. <<

[177] «Gescheite Leute», dice Goethe, «sind immer das beste Konversationslexikon» («la gente despabilada es siempre el mejor diccionario enciclopédico»). Goethe, Máximas y reflexiones, 3. — 520. <<

(39) En la 3.ª y 4.ª ediciones: «primera sección». <<

192 En las fábricas sometidas desde hace más tiempo a la ley fabril, con su restricción coactiva del tiempo de trabajo y sus demás regulaciones, no pocos de los viejos abusos han desaparecido. El propio perfeccionamiento de la maquinaria exige, al llegar a cierto punto, una «construcción mejorada de los edificios fabriles», lo que redunda en beneficio de los obreros. (Cfr. Reports… 31st october 1863, p. 109). <<

[178] Fourier (La fausse industrie morcelée, répugnante, mensongère, et l’antidote, l’industrie naturelle, combinée, attrayante, véridique, donnant quadruple produit, París, 1835, vol. I, p. 59) habla de «bagnes», término que tanto puede designar las cárceles en general como cierto tipo de ellas en particular. Es esto último lo que supone Marx, y de ahí que traduzca «bagnes» por «Bagnos», no por «Gefängnisse». La Real Academia define el baño (del árabe bunnaya, edificio) como «una especie de corral grande o patio con aposentillos o chozas alrededor, en el cual los moros tenían encerrados a los cautivos», de la contrapartida cristiana nos informan, por ejemplo, Bloch y von Wartburg («Dictionnaire étymologique de la langue française», París, 1964): bagne (del italiano bagno) era el nombre dado a «cuevas de la fortaleza de Liorna que se encontraban por debajo del nivel del mar y en las que se mantenía encerrados a los esclavos turcos». — 521. <<

193 Véanse, entre otros, John Houghton, Husbandry and Trade Improved, Londres, 1727; The Advantages of the East India Trade, Londres, 1720; John Bellers, Proposals for Raising a Colledge of Industry, Londres, 1696. «Los patrones y los obreros se hallan, desgraciadamente, en una perpetua guerra entre sí. El objetivo invariable de los primeros es obtener el trabajo de éstos lo más barato posible, y para alcanzar su propósito no se abstienen de ninguna artimaña, mientras que los últimos están igualmente atentos para no dejar pasar ocasión alguna de imponer a sus patrones la aceptación de demandas más elevadas.» (An Inquiry into the Causes of the Present High Price of Provisions, 1767, pp. 61, 62. El autor es el reverendo Nathaniel Forster, completamente de parte de los obreros). <<

194 El molino de cintas se inventó en Alemania. El clérigo italiano Lancellotti narra en una obra aparecida en Venecia en 1636: «Anton Müller, de Danzig, vio en esta ciudad, hace unos 50 años» (Lancellotti escribía en 1579) «una máquina muy ingeniosa que hacía de 4 a 6 tejidos de una vez; pero como el concejo temió que ese invento convertiría en mendigos a gran cantidad de trabajadores, lo suprimió e hizo estrangular o ahogar secretamente al inventor» [179]. En Leyden se empleó esa misma máquina por primera vez en 1629. Las revueltas de los galoneros forzaron al ayuntamiento a prohibirla; diversas ordenanzas de los Estados Generales —en 1623, 1639, etc—, procuraron limitar su uso, hasta que, finalmente, el mismo fue autorizado, bajo ciertas condiciones, por la ordenanza del 15 de diciembre de 1661. «En esta ciudad», dice Boxhorn (Institutiones Politicæ, Leyden, 1663) refiriéndose a la introducción del molino de cintas en Leyden, «ciertas personas inventaron hace aproximadamente veinte años un instrumento para tejer, con el que un individuo podía producir más tejidos y hacerlo más fácilmente que varios hombres sin dicho instrumento en el mismo tiempo. Esto fue causa de tumultos y quejas de los tejedores, hasta que el ayuntamiento prohibió el uso de dicho instrumento.» La misma máquina fue prohibida en 1676 en Colonia, mientras que su introducción en Inglaterra provocó, contemporáneamente, disturbios protagonizados por los trabajadores. Un edicto imperial proscribió, el 19 de febrero de 1685, su uso en toda Alemania. En Hamburgo la máquina fue quemada públicamente por orden del ayuntamiento. Carlos VI renovó el 9 de febrero de 1719 el edicto de 1685, y el electorado de Sajonia no permitió hasta 1765 su uso público. Esta máquina, que tanto alboroto provocó en el mundo, fue en realidad la precursora de las máquinas de hilar y de tejer, y por tanto de la revolución industrial del siglo XVIII. Posibilitó que un muchacho carente de toda experiencia en tejeduría, simplemente tirando de una palanca y empujándola, pusiera en movimiento un telar completo con todas sus lanzaderas; en su forma perfeccionada la máquina producía de 40 a 50 piezas por vez. <<

[179] En Werke se anota aquí: «Marx cita la obra de Secondo Lancellotti, L’Hoggidì overo gl’ingegni non inferiori a’passati, según Johann Beckmann, Beyträge zur Ceschichte der Erfindungen, t. I, Leipzig, 1786, pp. 125-132. Los demás datos de la nota 194 han sido tomados, asimismo, de ese libro». Sin indicarlo en una nota, los editores de Werke corrigen la fecha en que, según Marx, redactó la obra Lancellotti: donde decía «1579» (data imposible, el autor italiano nace en 1575) ponen «1629». Con arreglo a la edición italiana de El capital publicada por Editori Riuniti, la cita de Lancellotti ha sido tomada de la segunda edición de L’Hoggidì overo il mondo non peggiore nè più calamitoso del passato…, 1658, parte II, t. II, p. 457, SS 36. — 522 <<

[180] Movimiento ludista. — En noviembre de 1811 se produjo en Nottinghamshire la primera acción importante de los ludistas (luddites), obreros destructores de máquinas. La severa represión no impidió que en 1815 y sobre todo en 1816, luego de cosechas desastrosas, el movimiento cobrara nuevos bríos en los condados del centro y norte de Inglaterra. El nombre de los ludistas deriva al parecer del de Ned Ludd, o Lud, no un jefe sino un precursor del movimiento, un trabajador que en 1779 habría roto telares de medias para protestar contra la mecanización de la industria. — 523. <<

195 En las manufacturas al estilo antiguo se reitera aun hoy, en ocasiones, la forma burda de las revueltas obreras contra la maquinaria. Así ocurrió, por ejemplo, en la industria del pulido de limas en Sheffield, en 1865. <<

196 Sir James Steuart también concibe en este sentido, por entero, el efecto de la maquinaria. «Considero las máquinas como medios de aumentar (virtualmente) el número de personas industriosas a las que no hay obligación de alimentar… ¿En qué difiere el efecto ejercido por una máquina del que ejercen nuevos habitantes?» (Principles of…, trad. francesa, t. I, lib. I, cap. XIX.) Mucho más ingenuo es Petty, según el cual la maquinaria sustituye a la «poligamia». Este punto de vista, a lo sumo, es adecuado para algunas partes de los Estados Unidos. Al contrario: «Raras veces puede usarse con éxito la maquinaria para abreviar el trabajo de un individuo; se perdería en su construcción más tiempo que el ahorrado con su aplicación. Sólo es realmente útil cuando actúa en grandes masas, cuando una sola máquina puede coadyuvar al trabajo de miles. De ahí que abunde más en los países más populosos, donde existen más personas sin trabajo… No se la utiliza porque escaseen los obreros, sino por la facilidad con que se los puede hacer trabajar en masa». (Piercy Ravenstone, Thoughts on the Funding System and its Effects, Londres, 1824, p. 45.) <<

196bis {F. E Agregado a la 4.ª edición. — Esto también reza para Alemania. Allí donde en nuestro país existe la agricultura en gran escala en el este ante todo, pues la misma sólo se volvió posible a consecuencia de la «Bauernlegen» [expulsión de los campesinos], práctica que alcanzó gran difusión a partir del siglo XVI, y en especial desde 1648.} <<

197 «La maquinaria y el trabajo están en competencia constante.» (Ricardo, Principles of…, p. 479.) <<

198 La competencia entre la tejeduría manual y la mecánica se prolongó en Inglaterra, antes de la promulgación de la ley de pobres de 1834, gracias a que se complementaban con socorros parroquiales los salarios, ya muy por debajo del mínimo vital. «El reverendo Turner era en 1827 párroco en Wilmslow, Cheshire, un distrito industrial. Las preguntas de la Comisión de Emigración y las respuestas del señor Turner muestran cómo se logra mantener la competencia entre el trabajo manual y la maquinaria. “Pregunta: ¿El uso del telar mecánico no ha hecho que caiga en desuso el telar manual? Respuesta: Indudablemente, y lo habría hecho caer en desuso mucho antes si a los tejedores manuales no se los hubiera puesto en condiciones de someterse a una reducción de sus salarios”. “Pregunta: ¿Pero al someterse, el tejedor manual no ha aceptado salarios que son insuficientes para subsistir y aspira a la contribución parroquial para complementar su mantenimiento? Respuesta: Sí, y en realidad si la competencia entre el telar manual y el telar mecánico se mantiene, es gracias a la asistencia parroquial a los pobres”. De esta manera, el pauperismo degradante o la emigración son los beneficios que la introducción de la maquinaria depara a las personas laboriosas; se los ha reducido de artesanos respetables y hasta cierto punto independientes, a envilecidos pordioseros que viven del degradante pan de la caridad. ¡Y a esto se llama un inconveniente temporal!» (A Prize Essay…, p. 29.) <<

199 «La misma causa que puede hacer que aumente el rédito del país» (o, como explica Ricardo en el mismo pasaje, los réditos de los terratenientes y capitalistas, cuya wealth [riqueza], desde el punto de vista económico, es en general = wealth of the nation [riqueza de la nación]), «puede al mismo tiempo convertir a la población en superflua y deteriorar la situación del obrero». (Ricardo, Principles of…”, p. 469.) «La finalidad constante y la tendencia de todo perfeccionamiento introducido en la maquinaria es, en realidad, prescindir enteramente del trabajo del hombre o reducir su precio, sustituyendo el trabajo de los varones adultos por el de las mujeres y los niños, o el de los obreros calificados por el de los no calificados». (Ure[, Philosophy…, p. 23].) <<

200 Reports… 31st October 1858, p. 43. <<

201 Reports… 31st October 1856, p. 15. <<

202 Ure, op. cit., p. 19. «La gran ventaja de la maquinaria utilizada en la fabricación de ladrillos consiste en volver enteramente independiente de los obreros calificados a quien la emplea.» (Children’s…, Fifth Report, Londres, 1866, p. 130, n.º 46.)

Agregado a la 2.ª edición. — El señor A. Sturrock, superintendente del departamento de máquinas del Great Northern Railway, dice con respecto a la construcción de máquinas (locomotoras, etcétera): «Cada dia se utilizan menos los costosos (expensive) obreros ingleses. La producción […] aumenta gracias al uso de instrumentos perfeccionados, y estos instrumentos, a su vez, son servidos por un tipo inferior de trabajo (a low class of labour)… Anteriormente, el trabajo calificado producía necesariamente todas las piezas de las máquinas de vapor. Trabajo menos calificado, pero con buenos instrumentos, produce ahora esas partes… Entiendo por instrumentos las máquinas empleadas en la construcción de máquinas». (Royal Commission on Railways. Minutes of Evidence, Londres, 1867 n.º 17.862 y 17.863.). <<

203 Ure, op. cit., p. 20. <<

204 Ibídem, p. 321. <<

205 Ibídem, p. 23. <<

206 Reports… 31st October 1863, p. 108 y ss. <<

207 Ibídem, p. 109. El rápido perfeccionamiento de la maquinaria durante la crisis algodonera permitió a los fabricantes ingleses, inmediatamente después de la finalización de la guerra civil norteamericana, abarrotar nuevamente y en un abrir y cerrar de ojos el mercado mundial. Ya durante el último semestre de 1866 los tejidos eran casi invendibles. Comenzó entonces la consignación de mercancías a China y la India, lo cual, naturalmente, sólo sirvió para que la «glut» [saturación] fuera más intensa. A comienzos de 1867 los fabricantes recurrieron a su medio habitual para zafarse de la dificultad, rebajando los salarios en un 5%. Los obreros se opusieron y declararon —con toda razón desde el punto de vista teórico— que el único remedio era trabajar menos tiempo, 4 días por semana. Tras prolongada resistencia, los autodesignados capitanes de la industria debieron aceptar esa solución, en algunos lugares con rebaja de jornales en un 5% y en otros sin esa merma. <<

(40) En la 4.ª edición figura a continuación este texto:

«La tabla siguiente muestra el resultado total de los perfeccionamientos mecánicos introducidos en la industria algodonera inglesa a causa de la guerra civil norteamericana [181]:

»De 1861 a 1868, pues, desaparecieron 338 fábricas algodoneras; esto es, una maquinaria más productiva y más amplia se concentró en las manos de un número menor de capitalistas; el número de los telares de vapor disminuyó en 20.663, pero al mismo tiempo aumentó su producto, de tal modo que un telar perfeccionado producía ahora más que antes uno viejo. Por último, el número de husos aumentó en 1.612.547, mientras que disminuía el de obreros ocupados en 50.505. El progreso rápido y sostenido de la maquinaria acrecentó y consolidó, pues, la miseria “temporal” con la que la crisis algodonera abrumó a los obreros». <<

[181] (W) El cuadro está confeccionado con datos de los tres informes parlamentarios siguientes, que llevan el título común Factories: Return to an Address of the Honorable the House of Commons dated 15 April 1856; ídem, dated 24 April 1861; ídem, dated 5 December 1867. — 529. <<

208 «La relación entre patrones y obreros en las fábricas de botellas de cristal soplado consiste en una huelga crónica.» De ahí el auge de la manufactura de vidrio prensado, en la cual la maquinaria efectúa las principales operaciones. Una firma de Newcastle que antes producía anualmente 350.000 libras (41) de cristal soplado, produce ahora, en vez de eso, 3.000.500 libras (42) de vidrio prensado. (Children’s…, Fourth Report, 1865, pp. 262. 263.) <<

(41) Aproximadamente 159.000 kg. <<

(42) Aproximadamente 1.361.000 kg. <<

209 Gaskell, The Manufacturing Population of England, Londres, 1833, pp. 11, 12. <<

210 A causa de strikes declaradas en su propia fábrica de máquinas, el señor Fairbairn descubrió algunas aplicaciones mecánicas muy importantes para la construcción de maquinaria. <<

(43) En la 4.ª edición figura aquí el siguiente texto:

«En su declaración ante la Trade’s Unions Commission, Nasmyth, el inventor del martinete de vapor, informa en estos términos acerca de los perfeccionamientos de la maquinaria introducidos por él a consecuencia de las grandes y prolongadas strikes de los obreros constructores de máquinas en 1851: “El rasgo característico de nuestros modernos perfeccionamientos mecánicos es la introducción de máquinas-herramientas automáticas. Lo que tiene que hacer ahora un obrero mecánico, y lo que puede hacer cualquier muchacho, no es trabajar él mismo, sino vigilar el espléndido trabajo de la máquina. Toda esa clase de obreros que depende exclusivamente de su destreza, está actualmente marginada. Antes yo empleaba cuatro muchachos por cada mecánico. Gracias a estas nuevas combinaciones mecánicas, he reducido el número de obreros adultos de 1.500 a 750. La consecuencia fue un considerable aumento de mis ganancias”» [182]. <<

[182] (W) Tenth Report of the Commissioners Appointed to Inquire into the Organization and Rules of Trades Unions and other Associations; together With Minutes of Evidence, Londres, 1868, PP. 63-64. — 531. <<

(44) En la 4.ª edición: «táctica mecánica». <<

211 Ure, op. cit., pp. 367-370. <<

(45) En la 4.ª edición: «en 1835». <<

(46) En la 4.ª edición Engels, que utiliza la versión inglesa de la obra de Ure en vez de la francesa, corrige esta última frase: «Pero las máquinas acrecientan la demanda de trabajo infantil y hacen que aumente, con ello, la tasa del salario de aquéllos». <<

212 Ibídem, pp. 368, 7, 370, 280, 321, 281, 475. <<

213 Ricardo originariamente compartía esa opinión, pero más tarde, con su característica imparcialidad científica y amor por la verdad, se retractó expresamente de ella. Véase Principles of…, cap. XXXI, «On Machinery». <<

214 Nótese que doy este ejemplo enteramente a la manera de los economistas susodichos. <<

(47) En la 3.ª y 4.ª ediciones se intercala aquí el siguiente párrafo:

«Con todo, si supusiéramos además que la construcción de la nueva maquinaria significa ocupación para un número mayor de mecánicos, ¿constituiría ello una compensación para los productores de papel de empapelar, lanzados a la calle? En el mejor de los casos, la construcción de esas máquinas ocupa menos obreros que los que desplaza su utilización. La suma de £ 1.500, que sólo representaba el salario de los papeleros despedidos, representa ahora lo siguiente, bajo la figura de maquinaria: 1) el valor de los medios de producción requeridos para construirla; 2) el salario de los mecánicos que la producen; 3) el plusvalor que recae en el “patrón” de éstos. Además, una vez construida, la máquina no necesita ser renovada hasta su muerte. Por tanto, para que la cantidad adicional de mecánicos esté ocupada de manera duradera, un fabricante de papel de empapelar tras otro habrá de desplazar por máquinas a sus obreros». <<

[183] Nominibus mollire licet mala (es lícito atenuar con palabras el mal). Ovidio, Arte amatoria, libro II, V. 657. — 535. <<

(48) En la 3.ª y 4.ª ediciones se agrega este párrafo:

«Conforme a esta teoría, los medios de subsistencia por valor de £ 1.500 eran un capital valorizado por los 50 obreros productores de papel pintado despedidos. Ese capital, en consecuencia, queda sin ocupación no bien los cincuenta comienzan sus vacaciones y no descansa ni reposa hasta encontrar una nueva “inversión” en la cual los mencionados cincuenta puedan de nuevo consumirlo productivamente. Tarde o temprano, pues, el capital y lo obreros tienen que reencontrarse, y es entonces cuando ocurre la compensación. Los padecimientos de los obreros desplazados por la maquinaria son tan perecederos, pues, como las riquezas de este mundo.» <<

215 Un ricardiano observa a este respecto, refutando las sandeces de Jean-Baptiste Say: «Donde la división del trabajo está bien desarrollada, la destreza de los obreros sólo encuentra aplicación en aquel ramo particular en que la adquirieron: ellos mismos son una especie de máquinas. No sirve absolutamente de nada repetir como un papagayo que las cosas tienen una tendencia a encontrar su nivel. Mirando a nuestro alrededor, es imposible dejar de ver que durante mucho tiempo son incapaces de encontrar su nivel y que, cuando lo encuentran, dicho nivel es más bajo que al comienzo del proceso». (An Inquiry into those Principles…, Londres, 1821, p. 72.) <<

(49) En la 3.ª y 4.ª ediciones lo que va de este párrafo dice así:

«Los hechos reales, disfrazados por el optimismo económico, son éstos: a los obreros desplazados por la maquinaria se los arroja del taller al mercado de trabajo, donde aumentan el número de las fuerzas de trabajo ya disponibles para la explotación capitalista. Este efecto de la maquinaria, al que se nos presenta aquí como una compensación para la clase obrera, es para los obreros por el contrario el peor de los flagelos, tal como habremos de ver en la sección séptima. Baste aquí con decir lo siguiente: los obreros expulsados de un ramo de la industria pueden, sin duda, buscar ocupación en otro ramo. Si la encuentran y se restablece el vínculo entre ellos y los medios de subsistencia liberados junto a ellos, esto ocurrirá por medio de un capital nuevo, suplementario, que pugna por encontrar colocación, pero en modo alguno por medio del capital que ya funcionaba con anterioridad y que ahora está transformado en maquinaria. E incluso entonces, ¡qué míseras son sus perspectivas! Mutilados por la división del trabajo, estos pobres diablos valen tan poco fuera de su viejo círculo de trabajo que sólo pueden tener acceso a unos pocos ramos laborales inferiores y por tanto siempre saturados y mal retribuidos 215. Por lo demás, todo ramo industrial atrae año tras año una nueva corriente humana que le proporciona el contingente necesario para remplazar las bajas y crecer de manera regular. No bien la maquinaria libera una parte de los obreros ocupados hasta entonces en determinado ramo industrial, se distribuye también el personal sustitutivo, al que absorben otros ramos del trabajo, mientras que las víctimas originarias languidecen y sucumben, en su mayor parte, durante el período de transición». <<

215 Nota idéntica a la 215 de la 2.ª edición. <<

(50) En la 3.ª y 4.ª ediciones esta frase comienza así: «Es un hecho indudable». <<

216 Un virtuoso en este petulante cretinismo es, entre otros, MacCulloch. «Si es ventajoso», dice afectando el candor de un niño de ocho años, «desarrollar más y más la destreza del obrero para que pueda producir una cantidad siempre creciente de mercancías con la misma cantidad de trabajo, o con menos, también tiene que ser ventajoso que se sirva de la ayuda de la maquinaria que, de la manera más efectiva, contribuya con él a la obtención de ese resultado.» (MacCulloch, The Principles…, p. 182.) <<

(51) Sigue aquí en la 3.ª y 4.ª ediciones:

«El economista burgués no niega, en modo alguno, que con ello se produzcan también algunos inconvenientes temporales, ¡pero qué medalla habrá que no tenga reverso! Otro empleo de la maquinaria que no sea el capitalista, es para él imposible. La explotación del obrero por la máquina es por eso, a su juicio, idéntica a la explotación de la máquina por el obrero. Por tanto, quien descubra cuál es la realidad en lo que respecta al empleo capitalista de la maquinaria, ¡ése se opone a su empleo en general, es un enemigo del progreso social! 216. Exactamente el razonamiento del celebrado degollador Bill Sykes: “Señores del jurado: Es cierto que ese viajante de comercio ha sido degollado. Pero no soy yo el que tiene la culpa de este hecho, sino el cuchillo. ¿Debemos, a causa de estos inconvenientes temporales, suprimir el uso del cuchillo? ¡Reflexionad en ello, simplemente! ¿Dónde estarían la agricultura y la industria sin el cuchillo? ¿Acaso no es tan curativo en la cirugía como sapiente en la anatomía? ¿Y, por si fuera poco, no es un ayudante servicial en el alegre festín? ¡Suprimid el cuchillo, y nos habréis arrojado de vuelta a los abismos de la barbarie!”216bis

»Aunque en los ramos de trabajo en los que se la introduce, la maquinaria necesariamente desplaza obreros, puede provocar, sin embargo, un aumento de ocupación en otros ramos laborales. Pero este efecto no tiene nada en común con la llamada teoría de la compensación». <<

216 Nota idéntica a la 216 de la 2.ª edición. <<

216bis [Nota 216 bis de la 3.ª y 4.ª ediciones:] «El inventor de la máquina de hilar ha arruinado a la India, lo que, por otra parte, poco nos importa». (A. Thiers, De la propiété, [París, 1848, p. 275].) El señor Thiers confunde aquí la máquina de hilar con el telar mecánico, «lo que, por otra parte, poco nos importa». <<

217 Según el censo de 1861 (vol. II, Londres, 1863) el número de los obreros ocupados en las minas de carbón de Inglaterra y Gales ascendía a 246.613, de los cuales 73.546 eran menores de 20 años y 173.067 mayores. Al primer grupo pertenecían 835 niños de 5 a 10 años, 30.701 de 10 a 15 años y 42.010 muchachos de 15 a 19 años. El número de las personas ocupadas en minas de hierro, cobre, plomo, estaño y otros metales se elevaba a 319.222. <<

218 En Inglaterra y Gales estaban ocupadas en la producción de maquinaria, en 1861, 60.807 personas, entre ellas los fabricantes con sus viajantes de comercio, etc., amén de todos los agentes y comerciantes en este ramo; se exceptúan, en cambio, los productores de máquinas menores, como máquinas de coser, etc., así como los productores de herramientas para las máquinas de trabajo, como husos, etc. El número de todos los ingenieros civiles alcanzaba a 3.329. <<

219 Como el hierro es una de las materias primas más importantes, consignemos aquí que en 1861 había en Inglaterra y Gales 125.771 fundidores de hierro, de los cuales 123.430 eran varones y 2.341 mujeres. De los primeros, 30.810 eran menores de 20 años y 92.620 mayores. <<

[184] Estados esclavistas limítrofes. — Se trataba de Maryland, Virginia, Kentucky. Como explica Marx en su artículo «La guerra civil norteamericana» (véase MEW, t. XV, p. 336), el cultivo extensivo practicado bajo el régimen esclavista arruinaba el suelo y hacía que estados «que antaño empleaban esclavos para producir artículos de exportación» se convirtieran en «estados que crían esclavos para exportarlos a las regiones ubicadas más al sur». — 540. <<

(52) En la 4.ª edición: «desde 1845». <<

220 «Una familia compuesta de 4 personas adultas» (tejedores de algodón), «con 2 niños como winders [devanadores] ganaba a fines del siglo pasado y principios del actual £ 4 semanales por 10 horas diarias de labor. Si el trabajo era muy urgente, podían ganar más… Antes de eso, siempre padecían por el suministro deficiente de hilado.» (Gaskell, The Manufacturing…, pp. 34, 35.) <<

221 Friedrich Engels, en Die Lage…, pone de relieve la situación deplorable en que se halla sumida, precisamente, gran parte de los obreros productores de artículos suntuarios. Enorme cantidad de nuevos datos documentales, respecto a este punto, figura en los informes de la Children’s Employment Commission. <<

222 En 1861 había en Inglaterra y Gales 94.665 personas ocupadas en la marina mercante. <<

(53) Dato corregido según Werke (en Marx: 20.066.244, total que no coincide con los sumandos siguientes). <<

223 Entre ellos, sólo 177.596 varones de más de 13 años. <<

224 De ellos, 30.501 personas de sexo femenino. <<

225 Entre ellos, 137.447 personas de sexo masculino. De los 1.208.648 está excluido todo el personal que no sirve en casas particulares.

Agregado a la 2.ª edición. — Desde 1861 hasta 1870 el número de los sirvientes varones casi se ha duplicado, alcanzando al guarismo de 267.761. En 1847 había 2.694 monteros (para los cotos de caza aristocráticos), en 1869, en cambio, su número era de 4.921. El lenguaje popular denomina «little slaveys», esclavitas, a las adolescentes que prestan servicios en las casas de la clase media baja londinense. <<

226 Ganilh, por el contrario, considera que el resultado final de la industria maquinizada consiste en la reducción numérica absoluta de los esclavos del trabajo, a costa de los cuales vive y desarrolla su «perfectibilité perfectible» [185] una cantidad acrecentada de «gens honnêtes» [gente de pro]. Por poco que comprenda el movimiento de la producción, al menos vislumbra que la maquinaria sería una institución extremadamente funesta si su introducción transformara en indigentes a obreros ocupados y su desarrollo hiciera surgir más esclavos del trabajo que los que liquidó anteriormente. El cretinismo de punto de vista personal sólo puede expresarse con sus propias palabras: «Las clases condenadas a producir y a consumir disminuyen, y las clases que dirigen el trabajo, que asisten, consuelan e ilustran a toda la población, se multiplican… y se apropian de todos los beneficios resultantes de la disminución de los costos del trabajo, de la abundancia de los productos y de la baratura de los artículos de consumo. Avanzando en esta dirección, la especie humana se eleva a las más altas concepciones del genio, penetra en las profundidades misteriosas de la religión, establece los principios saludables de la moral» (consistente en «apropiarse de todos los beneficios», etc.) «las leyes tutelares de la libertad» (¿libertad para «las clases condenadas a producir»?) «y del poder, de la obediencia y la justicia, del deber y la humanidad». Tomamos esta jerigonza de Ch. Ganilh. Des systèmes…, 2.ª ed., París, 1821, t. I, p. 224. Cfr. Ibídem, p. 212. <<

[185] En la versión francesa se agrega, después de «perfectibilité perfectible»: «ridiculizada con tanta chispa por Fourier». La expresión figura repetidamente, en efecto, en obras de Charles Fourier como Traité de l’association domestique agricole, París, 1822, y La fausse industrie morcelée…, París, 1835-36. — 545. <<

(54) Véase en el presente volumen, pp. 507-508. <<

227 Reports… 31st October 1865, p. 58 y s. Simultáneamente, empero, en 110 fábricas nuevas con 11.625 telares de vapor, 628.576 husos y 2.695 caballos de fuerza de vapor e hidráulicos, se echaban también las bases materiales para la ocupación de un número creciente de obreros. <<

228 Reports… 31st October 1862, p. 79.

Agregado a la 2.ª edición. — A fines de diciembre de 1871 el inspector Alexander Redgrave dijo en una conferencia celebrada en Bradford, en la «New Mechanics’Institution»: «Lo que me ha sorprendido desde hace algún tiempo es el aspecto cambiado de las fábricas laneras. Antes estaban colmadas de mujeres y niños; ahora la maquinaria parece efectuar toda la labor. El fabricante, a mi solicitud, me dio la siguiente explicación: “Bajo el sistema antiguo yo ocupaba a 63 personas; luego de introducir la maquinaria perfeccionada, reduje mi mano de obra a 33, y recientemente, a consecuencia de nuevos y grandes cambios, quedé en condiciones de reducirla de 33 a 13 personas”». <<

229 Reports… 31st October 1856, p. 16. <<

230 «Los sufrimientos de los tejedores manuales» (de algodón y de sustancias mezcladas con ese textil) «fueron objeto de investigación por una comisión de la corona, pero aunque se reconoció y deploró la miseria de dichas personas, la mejora (!) de su situación se dejó librada al azar y a la mudanza de los tiempos, y puede esperarse ahora (¡20 años después!), “que esas miserias casi (nearly) se hayan extinguido, a lo cual, con toda probabilidad, ha contribuido la gran expansión actual de los telares de vapor.”» (Ibídem, p. 15.) <<

231 En el libro tercero nos referiremos a otros procedimientos mediante los cuales la maquinaria influye en la producción de la materia prima. <<

232 Exportación algodonera de las Indias Orientales a Gran Bretaña

1846 34.540.143 libras 1860 204.141.168 libras 1865 445.947.600 libras

Exportación lanera de las Indias Orientales a Gran Bretaña

1846 4.570.581 libras 1860 20.214.173 libras 1865 (55) 20.679.111 libras
<<

(55) Fecha corregida según la 4.ª edición. <<

233 Exportación lanera del Cabo De Buena Esperanza a Gran Bretaña

1846 2.958.457 libras 1860 16.574.345 libras 1865 29.920.623 libras (56)

Exportación Lanera de Australia a Gran Bretaña

1846 21.789.346 libras 1860 59.166.616 libras 1865 109.734.261 libras
<<

(56) Dato corregido según la 4.ª edición. <<

234 El desarrollo económico de Estados Unidos es, a su vez, producto de la gran industria europea, y más particularmente de la gran industria inglesa. En su forma actual (57), debe considerárselo todavía como país colonial de Europa. {F. E. Agregado a la 4.ª edición. — Desde entonces Estados Unidos se ha desarrollado hasta convertirse en el segundo país industrial del mundo, sin que por ello haya perdido totalmente su carácter colonial.}

Por moción del señor Gladstone, la Cámara de los Comunes ordenó el 18 de febrero de 1867 que se efectuara una estadística de todos los granos, cereales y harina de diversos tipos importados y exportados por el Reino Unido entre 1831 y 1866. Doy a continuación la síntesis de los resultados. La harina está reducida a quarters de trigo [186] (59) [Véase cuadro de pág. 563.] <<

(57) En la 4.ª edición: «(1866)». <<

(58) Un quintal inglés (hundredweight) equivale a 50,802 kg. <<

(59) Dato corregido según Werke. <<

[186] (W) Marx tomó los datos del informe parlamentario Corn Grain and Meal. Return to an Order of the House of Commons, Dated 18 February 1867. — 551. <<

(60) En la 4.ª edición este párrafo figura en el texto. <<

235 En un llamamiento a las «Trade Societies of England», lanzado en julio de 1866 por los obreros que un «lock-out» de los fabricantes de calzado de Leicester había dejado en la calle, se dice entre otras cosas: «Hace unos 20 años, la fabricación de calzado en Leicester se vio revolucionada por la introducción del claveteado en vez del cosido. En ese entonces se podía ganar buenos salarios. Pronto la nueva modalidad industrial se extendió considerablemente. Una gran competencia se entabló entre las diversas firmas en torno a cuál podía suministrar el artículo más elegante. Poco después, sin embargo, surgió un tipo peor de competencia, a saber, el de vender en el mercado por debajo del precio (undersell). Las perniciosas consecuencias se manifestaron pronto en la reducción de salarios, y tan rápida y precipitada fue la baja de los precios del trabajo, que actualmente muchas firmas pagan apenas la mitad del salario original. Y no obstante, aunque los salarios siguen reduciéndose más y más, las ganancias parecen aumentar con cada alteración en la tarifa de los salarios». — Los fabricantes aprovechan incluso los períodos desfavorables de la industria para obtener ganancias extraordinarias mediante exorbitantes reducciones de salarios, esto es, por medio del robo directo en perjuicio de los medios de subsistencia más imprescindibles para el obrero. Ofrezcamos un ejemplo. Se trata de la crisis en la tejeduría sedera de Coventry: «Según informaciones que he recibido tanto de fabricantes como de obreros, no cabe duda de que los salarios han sido rebajados en una medida mayor de lo que imponía la competencia de productores extranjeros u otras circunstancias. La mayor parte de los tejedores trabaja con salarios reducidos en un 30 a 40%. Una pieza de cinta por la que cinco años atrás se pagaba al tejedor 6 o 7 chelines, ahora sólo le rinde 3 chelines y 3 peniques o 3 chelines y 6 peniques; otro trabajo, por el que antes se pagaban 4 chelines y hasta 4 chelines y 3 peniques, ahora sólo se remunera con 2 chelines o 2 chelines y 3 peniques. La rebaja de salarios es mayor de lo que se requiere para estimular la demanda. De hecho, en el caso de muchas clases de cintas la reducción salarial ni siquiera estaba acompañada de una rebaja en el precio del artículo». (Informe del comisionado F. D. Longe en Children’s…, Fifth Report, 1866, p. 114, n.º 1.) <<

[187] Los trade-unions desde sus orígenes en la segunda mitad del siglo XVIII, fueron durante más de medio siglo asociaciones secretas, perseguidas por la policía. Las leyes represivas de 1799-1800 contra las coaliciones obreras fueron derogadas en 1824, pero de hecho no pocas de sus disposiciones siguieron en vigor hasta mucho más tarde. — 553. <<

(61) Algunos datos de la tabla han sido corregidos según Werke. <<

[128] En su campaña contra los aranceles que impedían la importación de trigo a Gran Bretaña, la AntiCorn-Law League (véase nuestra nota 10) aseguraba a los obreros que si eran derogadas las leyes cerealeras se duplicaría el tamaño del pan. La era del librecambio no mejoró, sin embargo, el salario real de la clase obrera. — 340; 554. <<

236 Cfr. Reports… 31st October 1862, p. 30. <<

237 Ibídem, pp. 18, 19. <<

[187bis] Variedad de algodón producida en las Sea Islands, cadena de islas menores que se extiende desde el río Santee, en Carolina del Sur, hasta la desembocadura del San Juan, al norte de Florida. — 555. <<

238 Reports… 31st 1863, pp. 41-45, 51. <<

239 Ibídem, pp. 41, 42. <<

240 Ibídem, p. 57. <<

241 Ibídem, pp. 50, 51. <<

[188] Fortunato (Fortunatus) es el protagonista de un libro popular alemán del siglo XVI (la primera impresión es de 1509). El personaje posee un bolso de dinero que nunca se agota (el «saco de Fortunato») y un sombrerito de los deseos, que lo traslada adonde se le antoja. — 557; 808. <<

(62) En Werke se corrige: «20». <<

242 Ibídem, pp. 62, 63. <<

243 Reports… 30th April 1864, p. 27. <<

244 De una carta del chief constable [jefe de policía] de Bolton, Harris, en Reports… 31st October 1865, pp. 61, 62. <<

[189] No sabemos a qué autor cita Marx. En la versión inglesa (II 459), el traductor Samuel Moore o (más probablemente) Engels agregaron aquí entre paréntesis: «la extinción total de los tejedores indios que empleaban el telar de mano», Pero la extinción de los tejedores de la India estaba en curso mucho antes de 1833, la fecha que da Marx en el texto. (De 1824 a 1837 la exportación de muselina inglesa a la India pasó de menos de 1.000.000 de metros a casi 60.000.000; en el mismo período, según Palme Dutt, la población de Dacca, emporio textil indio, se redujo de 150.000 a 20.000 habitantes.) Esta «destrucción de la raza humana» es, sin duda, la perpetrada por el opio. En 1833 se abolió el monopolio que del comercio con China ejercía la Compañía de las Indias Orientales, y muchos comerciantes ingleses procuraron tener éxito allí donde la compañía había fracasado parcialmente: la introducción forzada del opio indio en el Celeste Imperio. La resistencia de las autoridades chinas llevó a la Primera Guerra del Opio (1839-1842); China, vencida, tuvo que admitir la libre importación de la droga, abrir cinco grandes puertos a Inglaterra, ceder en perpetuidad a Hong-Kong, otorgar la extraterritorialidad a los europeos y destruir su propia industria, esto es, comprometerse a no gravar las mercancías británicas con tasas superiores al 5%. — 568. <<

245 En un llamamiento de los obreros algodoneros (primavera de 1863) para formar una sociedad de emigración, se dice entre otras cosas: «Pocos negarán que hoy en día es absolutamente necesaria una gran emigración de los obreros fabriles […]. Pero que en todos los tiempos es necesaria una gran corriente emigratoria y que sin la misma es imposible mantener nuestra posición en tiempos normales, es algo que los hechos siguientes demuestran: en el año 1814, el valor oficial» (que no es más que un índice de la cantidad) «de los artículos de algodón exportados fue de £ 17.665.378; su valor real de mercado, de £ 20.070.824. En 1858 el valor oficial de los artículos de algodón exportados ascendió a £ 182.221.681; su valor real de mercado sólo a £ 43.001.322, de tal suerte que la decuplicación de la cantidad apenas trajo aparejada algo más de la duplicación del equivalente. Diversas causas concomitantes produjeron este resultado tan funesto para el país en general y los obreros fabriles en particular […]. Una de las más obvias es la constante superabundancia de trabajo, indispensable en este ramo industrial que, so pena de aniquilación, requiere una expansión constante del mercado. Nuestras fábricas algodoneras podrían verse paralizadas por el estancamiento periódico del comercio, estancamiento tan inevitable, bajo el ordenamiento actual, como la propia muerte. Pero no por ello descansa el ingenio humano. Aunque 6 millones —quedándonos cortos— han abandonado este país durante los últimos 25 años, hay un elevado porcentaje de varones adultos que a causa […) del continuo desplazamiento de obreros para abaratar el producto está imposibilitado de conseguir ocupación de ningún tipo en las fábricas, bajo cualesquiera condiciones, ni siquiera en las épocas de prosperidad máxima». (Reports… 30th April 1863, pp. 51, 52.) En un capítulo posterior se verá cómo durante la catástrofe algodonera los señores fabricantes procuraron, por todos los medios, recurriendo incluso a la fuerza estatal, impedir la emigración de los obreros fabriles. <<

246 Children’s…, Third Report, 1864, p. 108, n.º 447. <<

[164] Las máquinas calóricas —que tuvieron una aplicación limitada a principios y mediados del siglo pasado— se fundaban en el principio de la dilatación y contracción del aire por calentamiento y enfriamiento. — 453; 560. <<

247 En Estados Unidos es frecuente esta reproducción del régimen artesanal sobre la base de la maquinaria. Precisamente por ello la concentración, cuando se verifique el inevitable pasaje a la industria fabril, avanzará allí con botas de siete leguas, en comparación con lo que ocurre en Europa e incluso en Inglaterra. <<

248 Cfr Reports… 31st October 1865, p. 64. <<

249 El señor Gillott instaló en Birmingham la primera manufactura en gran escala dedicada a producir plumas de acero. Ya en 1851 suministraba más de 180 millones de plumas y consumía 120 toneladas anuales de chapa de acero. Birmingham, que en el Reino Unido monopoliza esta industria, produce hoy miles de millones de plumas de acero por año. Según el censo de 1861 el número de personas ocupadas ascendía a 1.428, inclusive 1.268 obreras de 5 años de edad en adelante. <<

250 Children’s…, Second Report, 1864, p. LXVIII, n.º 415. <<

251 ¡Y hasta niños en los talleres de tajar limas, en Sheffield! <<

251bis Children’s, Fifth Report, 1866, p. 3, n.º 24; p. 6, n.º 55, 56; p. 7, n.º 59, 60. <<

252 Ibídem, pp. 114, 115, n.º 6-7. El comisionado observa, con acierto, que si bien lo habitual es que la máquina sustituya al hombre, aquí es el adolescente el que verbatim [literalmente] sustituye a la máquina. <<

253 Véase el informe sobre el comercio de trapos y abundante documentación en Public Health, Eighth Report, Londres, 1866, apéndice, pp. 196-208. <<

(63) En la 4.ª edición: «(1866)». <<

(64) Unos 9 m. <<

(65) 65 m, aproximadamente. <<

254 Children’s…, Fifth Report, 1866, pp. XVI-XVIII, n.º 86-97 y pp. 130-133, n.º 39-71. Cfr. también Children’s…, Third Report, 1864, pp. 48, 56. <<

[107] El Privy Council (Consejo Privado), compuesto de dignatarios de la corte, grandes señores, prelados y (desde los Tudores) también de jurisconsultos y otros especialistas, desempeñó en ciertos períodos de la historia inglesa las funciones de gabinete ministerial, pese a que nominalmente no era más que un cuerpo asesor del monarca. En tiempos de Marx la importancia de la institución era ya escasa. — 293; 486; 566; 817. <<

(66) En el original, por error, «1863». Véase en este mismo párrafo, más arriba. <<

255 Public Health, Sixth Report. Londres, 1864, pp. 29, 31. <<

256 Ibídem, p. 30. Observa el doctor Simon que la mortalidad de los sastres e impresores londinenses de 25 a 35 años es en realidad mucho mayor, pues sus patrones de Londres obtienen en el campo un gran número de jóvenes de hasta 30 años, a los que hacen trabajar como «aprendices» e «improvers» (personas que quieren perfeccionarse en su oficio). Éstos figuran en el censo como londinenses, hacen que aumente el número de personas sobre el que se calcula la tasa de mortalidad de la capital, pero sin contribuir proporcionalmente al número de defunciones londinenses. Gran parte de ellos vuelve al campo, en efecto, y muy especialmente en caso de enfermedad grave. (Ibídem.) <<

257 Se trata aquí de clavos hechos a martillo, a diferencia de los tajados a máquina. Véase Children’s…, Third Report, páginas XI, XIX, n.º 125-130, p. 52, n.º 11; pp. 113-114, n.º 487; p. 137, nota 674. <<

258 Children’s…, Second Report, p. XXII, n.º 166. <<

[105bis] Marx juega aquí con el nombre del economista vulgar Julius Faucher (1820-78). El verbo alemán fauchen significa «resoplar, jadear, bufar, echar pestes». — 288; 568. <<

(67) De 14 a 17 m3, aproximadamente <<

(68) Unos 34 m3. <<

(69) 1,9 a 2,8 m3, aproximadamente. <<

(70) 3,75, aproximadamente. En Marx, en vez de «12 pies de lado», «12 pies cuadrados» (véase nuestra «Advertencia», p. XXV). Nuestra versión coincide con el original inglés, según TI 467: «a small room of, perhaps, not more than 12 feet square». <<

259 Ibídem, pp. XIX, XX, XXI. <<

(71) Unos 128 Km. <<

260 Ibídem, pp. XXI, XXII. <<

(72) De 32 a 48 Km, aproximadamente. <<

(73) 0,93 m3, aproximadamente. En la 2.ª edición. En la 2.ª edición, «35 pies cúbicos» (0,99 m3). <<

(74) 0,69 m3, aproximadamente. <<

261 Ibídem, pp. XXIX, XXX. <<

(75) En el original, «40.043». Dato corregido según Werke. <<

(76) 27,42 m. <<

(77) 8,49 m3. <<

(78) 0,36, 0,48, 0,52 y menos de 0,62 m3. <<

(79) 0,91 m. <<

262 Ibídem, pp. XL, XLI. <<

263 Children’s…, First Report, 1863, p. 185. <<

264 Aunque en rigor la millinery sólo tiene que ver con el adorno de la cabeza, comprende también la confección de mantos y mantillas, mientras que las dressmakers son idénticas a nuestras modistas. <<

[62] Membra disiecta (miembros dispersos), disiecta membra poetæ (miembros dispersos del poeta). — Dice Horacio que aun en su estado fragmentario se reconocen los miembros (la obra) de un poeta como Enio. «Sátiras», libro I, sátira 4, V. 62. — 131; 417; 443. <<

265 En Inglaterra, la millinery y la dressmaking se ejercen en la mayor parte de los casos en locales de los patrones; en parte están a cargo de obreras contratadas que viven allí mismo, y en parte a cargo de jornaleras que viven fuera. <<

266 El comisionado White visitó una manufactura de indumentaria militar que ocupaba entre 1.000 y 1.200 personas, casi todas de sexo femenino; una manufactura de calzado en la que trabajaban 1.300 personas, casi la mitad de las cuales eran niños y adolescentes, etc. (Children’s…,Second Report, p. XLVII, n.º 319.) <<

267 Demos un ejemplo. El 26 de febrero de 1864 figuran 5 casos de muerte por hambre en el informe semanal de mortalidad editado por el Registrar-General [director del Registro Civil]. El mismo día el Times informa de un nuevo caso de muerte por esa causa. ¡Seis víctimas fatales del hambre en una semana! <<

268 Children’s…, Second Report, 1864, p. LXVII, n.º 406-409; p. 84, n.º 124; p. LXXIII, n.º 441; p. 68, n.º 6; p. 84, n.º 126; p. 78, n.º 85; p. 76, n.º 69; p. LXXII, n.º 438. <<

269 «El alquiler de los locales de trabajo parece ser, en última instancia, el factor decisivo, y de ahí que sea en la metrópoli donde se haya conservado más el viejo sistema de dar trabajo a pequeños empresarios y a sus familias, y donde se ha vuelto más pronto a él.» (Ibídem, p. 83, n.º 123.) La afirmación final se refiere exclusivamente a la producción de calzado. <<

270 No ocurre esto en la producción de guantes, etc., donde la situación de los obreros apenas se distingue de la de los indigentes. <<

271 Children’s…, Second Report, 1864, p. 83, n.º 122. <<

272 Sólo en las fábricas de botas y zapatos de Leicester funcionaban, en 1864, 800 máquinas de coser. <<

273 Children’s…, Second Report, 1864, p. 84, n.º 124. <<

274 Así ocurre, por ejemplo, en el almacén de indumentaria militar de Pimlico, Londres, en la fábrica de camisas de Tillie y Henderson en Londonderry, en la fábrica de vestidos de la firma Tait, en Limerick, que utiliza 1.200 «brazos». <<

275 «Tendencia hacia el sistema fabril.» (Ibídem, p. LXVII.) «Toda la industria ee encuentra en este momento en una fase de transición y experimenta las mismas modificaciones que han experimentado la industria puntillera, la tejeduría, etc». (Ibídem, n.º 405.) «Una revolución completa.» (Ibídem, p. XLVI, nº. 318.) En la época del Children’s Employment Commission de 1840, la confección de medias era todavía un trabajo manual. A partir de 1846 se introdujo maquinaria de distintos tipos, actualmente movida por el vapor. El número global de las personas de uno u otro sexo y todas las edades, desde los 3 años en adelante, ocupadas en la confección de medias era en Inglaterra, en 1862, de aproximadamente 120.000. De éstas, según el Parliamentary Return del 11 de febrero de 1862, sólo a 4.063 se aplicaban las disposiciones de la ley fabril. <<

276 Así, por ejemplo, en lo tocante a la alfarería, la firma Cochran, de la «Britannia Pottery, Glasgow», informa: «Para seguir produciendo la misma cantidad, ahora hacemos uso extensivo de máquinas manejadas por obreros no calificados, y cada día que pasa nos convencemos más de que podemos producir una cantidad mayor que aplicando el método antiguo». (Report… 31st October 1865, p. 13.) «El efecto de la ley fabril es contribuir a una introducción adicional de maquinaria.» (Ibídem, pp. 13, 14.) <<

277 Así, luego de la implantación de la ley fabril en las alfarerías, se verifica un gran aumento de los power jiggers [tornos mecánicos], que sustituyen a los handmoved jiggers [tornos movidos a mano]. <<

278 Reports… 31st October 1865, pp. 96 y 127. <<

279 La introducción de estas y otras máquinas en una fábrica de fósforos hizo que en un departamento de la misma 32 muchachos y chicas de 14 a 17 años pudieran remplazar a 230 adolescentes. En 1865, la aplicación de la fuerza del vapor llevó más adelante ese ahorro de obreros. <<

280 Children’s…, Second Report, 1864, p. IX, n.º 50. <<

281 Reports… 31st October 1865, p. 22. <<

(80) En la 4.ª edición: «ce bête». <<

282 «[…] En muchas antiguas manufacturas… no pueden introducirse las mejoras necesarias sin una inversión de capital que no está al alcance de gran número de sus propietarios actuales… Una desorganización transitoria acompaña necesariamente la introducción de las leyes fabriles. El volumen de esa desorganización está en razón directa a la magnitud de los abusos que se procura remediar.» (Ibídem, pp. 96, 97.) <<

283 En los altos hornos, por ejemplo, «hacia el fin de la semana se prolonga muy considerablemente la duración del trabajo, consecuencia del hábito de los obreros de descansar los lunes y en ocasiones también durante todo el martes o parte de él». (Children’s…, Third Report, p. VI.) «Los pequeños patrones generalmente cumplen horarios muy irregulares. Pierden dos o tres días, y después trabajan toda la noche para resarcirse… Cuando los tienen, emplean siempre a sus propios hijos.» (Ibídem, p. VII.) «La falta de regularidad para comenzar a trabajar, estimulada por la posibilidad y la práctica de compensarla trabajando luego en exceso». (Ibídem, p. XVIII.) «En Birmingham […] se pierde una enorme cantidad de tiempo… holgando parte del tiempo y trabajando el resto como esclavos.» (Ibídem, p. XI.) <<

284 Children’s…, Fourth Report, p. XXXII. «La extensión del sistema ferroviario, según se afirma, ha fomentado en gran medida esa costumbre de formular pedidos súbitos, cuyas consecuencias para los obreros son el apresuramiento, que se descuiden las horas de las comidas y que se trabaje hasta horas avanzadas.» (Ibídem, p. XXXI.) <<

285 Ibídem, p. XXXV, n.º 235 y 237. <<

286 Ibídem, p. 127, n.º 56. <<

287 «En lo que concierne a la pérdida de negocios por no cumplir a tiempo con los pedidos de embarque, recuerdo que éste era el argumento predilecto de los patrones fabriles en 1832 y 1833. Nada de lo que se pudiera hoy alegar tendría la fuerza que tenía entonces, antes que el vapor redujera a la mitad todas las distancia y estableciera nuevas normas para el tránsito. Sometido a verificación en ese tiempo de prueba, el argumento falló por su base, y fallaría seguramente una vez más si volviera a sometérselo a prueba.» (Reports… 31st October 1862, pp. 54, 55.) <<

288 Children’s…, Third Report, p. XVIII, n.º 118. <<

289 Ya en 1699 observaba John Bellers: «La inseguridad de las modas aumenta el número de los indigentes. Ocasiona dos grandes males: 1.º) los oficiales pasan miseria en el invierno por carencia de trabajo, ya que los merceros y los maestros tejedores, mientras no llegue la primavera y sepan cual será entonces la moda, no se arriesgan a invertir sus capitales para mantener a los oficiales en actividad; 2.º) en la primavera los oficiales no son suficientes, y los maestros tejedores se ven obligados a tomar numerosos aprendices para poder dar abasto al mercado del reino en un trimestre o un semestre, lo que priva de manos al arado, despoja de jornaleros al campo, en gran parte colma de pordioseros a la ciudad, y en invierno mata de hambre a algunos que se avergüenzan de mendigar». ([John Bellers], Essays about…, p. 9.) <<

290 Children’s…, Fifth Report, p. 171, n.º 34. <<

291 Así se afirma, por ejemplo, en las declaraciones testimoniales de exportadores de Bradford: «Bajo estas circunstancias, obviamente, no es necesario que en los grandes almacenes se haga trabajar a los muchachos más que de 8 de la mañana a 7 o 7.30 de la noche. Es, simplemente, un problema de brazos adicionales y de más inversiones. Los muchachos no tendrían que trabajar hasta tan tarde por las noches si sus patrones no tuvieran tal avidez de ganancias; una maquina adicional no cuesta más que £ 16 o £ 18… Todas las dificultades derivan de la insuficiencia de instalaciones y de la falta de espacio». (Ibídem, p. 171, n.º 35, 36 y 38.) <<

292 Ibídem, [p. 81, n.º 32]. Un fabricante londinense, que por lo demás considera la regulación coactiva de la jornada laboral como medio que protege de los fabricantes a los obreros, y del comercio al por mayor a los fabricantes mismos, declara: «En nuestro negocio, la presión es ejercida por los exportadores que, por ejemplo, quieren enviar mercancías en un velero para que alcancen su destino en determinada estación, y al mismo tiempo pretenden embolsarse la diferencia de fletes entre el velero y el vapor, o que entre dos vapores optan por el que zarpa en primer término, para presentarse en el mercado extranjero antes que sus competidores». <<

293 «Esto se podría evitar», dice un fabricante, «a costa de ampliar las instalaciones, bajo la presión de una resolución parlamentaria de validez general.» (Ibídem, p. X, n.º 38.) <<

(81) En la 4.ª edición, falta «inminente». <<

294 Ibídem, p. XV, n.º 72 y ss. <<

295 Reports… 31st October 1865, p. 127. <<

(82) Aproximadamente 14,16 m3. <<

296 Se ha encontrado experimentalmente que un individuo medio, en buen estado de salud, consume unas 25 pulgadas cúbica (83) de aire en cada respiración de intensidad media y respira alrededor de 20 veces por minuto. El consumo de aire de un individuo, en 24 horas, ascendería pues aproximadamente a 720.000 pulgadas cúbicas o 416 pies cúbicos (84). Pero como es sabido, el aire ya respirado no puede servir en el mismo proceso antes de purificarse en el gran laboratorio de la naturaleza. Según los experimentos de Valentin y Brunner, al parecer un hombre sano espira alrededor de 1.300 pulgadas cúbicas (85) de anhídrido carbónico por hora, lo que equivale aproximadamente a 8 onzas (86) de carbón sólido, expelidas en 24 horas por los pulmones. «Cada persona tendría que disponer por lo menos de 800 pies cúbicos (87)». (Huxley.) <<

(83) Unos 410 cc. <<

(84) Alrededor de 11,80 m3. <<

(85) 21.300 cc, aproximadamente. <<

(86) 227 g. <<

(87) 22,65 m3 <<

297 Conforme a la ley fabril inglesa, los padres no pueden enviar a las fábricas «controladas» los niños menores de 14 años sin hacer que al mismo tiempo se les imparta enseñanza elemental. El fabricante es responsable del cumplimiento de la ley. «La educación fabril es obligatoria y está incluida entre las condiciones de trabajo.» (Reports… 31st October 1865, p. 111). <<

298 Acerca de los ventajosísimos resultados de la combinación de la gimnasia (y en el caso de los varones también de los ejercicios marciales) y la instrucción obligatoria de los chicos de las fábricas y escolares pobres, véase el discurso de Nassau William Senior ante el séptimo congreso anual de la «National Association for the Promotion of Social Science», en Report of Proceedings…, Londres, 1863, pp. 63, 64, así como el informe de los inspectores fabriles para el 31 de octubre de 1865, pp. 118, 119, 120, 126 y ss. <<

299 Reports… 31st October 1865, pp. 118, 119. Un candoroso fabricante sedero declara a los comisionados investigadores de la «Children’s Employment Commission»; «Tengo la seguridad absoluta de que el verdadero secreto de cómo producir obreros eficientes ha sido descubierto, y consiste en la unión entre el trabajo y la educación desde el período de la infancia. Naturalmente, el trabajo no debe ser excesivo, ni repugnante, ni insalubre. Desearía que mis propios hijos alternaran el trabajo y el juego con la escuela». (Children’s…, Fifth Report, p. 82, n.º 36.) <<

300 Senior, Report of Proceedings…, p. 66. Hasta qué punto la gran industria, una vez que ha alcanzado cierto nivel, al trastocar el modo de producción material y las relaciones sociales de producción trastueca también las cabezas, lo muestra de manera contundente la comparación entre el discurso de Senior en 1863 y su filípica contra la ley fabril en 1833, o una confrontación de las opiniones del mencionado congreso con el hecho de que en ciertas comarcas rurales de Inglaterra a los padres pobres les esté prohibido, so pena de morirse de hambre, educar a sus hijos. Así, por ejemplo, el señor Snell informa que la práctica usual en Somersetshire es que cuando un pobre solicita un subsidio parroquial deba forzosamente retirar sus chicos de la escuela. Así, también, el señor Wollaston, párroco de Feltham, cuenta de casos en que se negó todo apoyo a ciertas familias ¡”porque enviaban sus chicos a la escuela”! <<

(88) En la 4.ª edición: «técnicamente». <<

301 Allí donde las máquinas de tipo artesanal, impulsadas por la fuerza humana, compiten directa o indirectamente con maquinaria más desarrollada —que por tanto presupone la existencia de una fuerza motriz mecánica—, se opera una gran transformación en lo que respecta al obrero que impulsa la máquina. En un principio la máquina de vapor sustituía a ese obrero; ahora es éste quien sustituye a la máquina de vapor. La tensión y el gasto de su fuerza de trabajo cobran características monstruosas, ¡especialmente en el caso de los niños condenados a esa tortura! Así, por ejemplo, el comisionado Longe encontró en Coventry y sus alrededores muchachos de 10 a 15 años empleados en hacer girar los telares de cintas, para no hablar de chicos menores que debían impulsar telares de dimensiones más reducidas. «Es un trabajo extraordinariamente fatigoso. El muchacho es un mero sustituto de la fuerza de vapor.» (Children’s…, Fifth Report, 1866, p. 114, n.º 6.) Acerca de las consecuencias homicidas de «este sistema de esclavitud», como lo denomina el informe oficial, véase Ibídem. <<

302 Ibídem, p. 3, n.º 24. <<

303 Ibídem, p. 7, n.º 60. <<

304 «Según el Statistical Account, en algunas partes montañesas de Escocia… se presentaban muchos pastores y cotters [braceros], con sus mujeres e hijos, calzando zapatos hechos por ellos de cuero que habían curtido ellos mismos, con ropa que no había tocado ninguna mano salvo la suya, y cuyo material lo habían esquilado ellos de las ovejas u obtenido de los campos de lino que cultivaban. En la confección de la vestimenta no entraba casi ningún artículo adquirido comercialmente, excepto la lezna, la aguja, el dedal y poquísimas partes del artefacto de hierro utilizado para tejer. Las mujeres mismas obtenían de árboles, arbustos y hierbas las tinturas, etc.» (Dugald Stewart, Works, pp. 327-328). <<

305 En el célebre Livre des métiers de Étienne Boileau se preceptúa, entre otras cosas, que un oficial, al ser admitido entre los maestros, debe prestar juramento de «amar fraternalmente a sus hermanos y asistirlos, cada uno en su métier [oficio], […] no divulgar voluntariamente los secretos del oficio e incluso, en interés de la colectividad, no llamar la atención a un comprador sobre los defectos de la obra ajena para recomendar su propia mercancía». <<

[190] Como hemos indicado en nuestra nota 176, tanto mystery como mystère en el sentido de oficio no derivan de mysterium (misterio) sino de misterium (contracción de ministerium, oficio, ocupación; cfr. el francés métier y el español antiguo menester que tienen el mismo origen). Al cruzamiento entre ambos términos contribuyó, no cabe duda, el carácter secreto, misterioso, de los oficios con anterioridad a la Revolución Industrial. — 592. <<

306 «La burguesía no puede existir sin revolucionar continuamente los instrumentos de producción, por tanto las relaciones de producción, y por tanto todas las relaciones sociales. La conservación inalterada del viejo modo de producción era, por el contrario, la primera condición de existencia de todas las clases industriales anteriores. El trastocamiento continuo de la producción, la conmoción ininterrumpida de todas las condiciones sociales, la inseguridad y el movimiento perennes distinguen la época burguesa de todas las precedentes. Todas las relaciones fijas y enmohecidas, con su comitiva de ideas y concepciones arcaicas y consagradas, se disuelven, y las recién surgidas envejecen antes de poder osificarse. Todo lo sólido y fijo se evapora, todo lo sagrado es profanado, y finalmente los hombres se ven obligados a contemplar con mirada impasible su posición en la vida y sus relaciones recíprocas.» (F. Engels y K. Marx, Manifest der Kommunistischen Partie, Londres, 1848, p. 5.) <<

307 «Me quitáis la vida si me quitáis los medios por los cuales vivo.» (Shakespeare) [191]. <<

[191] Shakespeare, El mercader de Venecia, acto IV, escena I, versos 375-376. — 593. <<

308 Un obrero francés escribe a su regreso de San Francisco: «Nunca hubiera creído que sería capaz de ejercer todos los oficios que he practicado en California. Estaba convencido de que, salvo en tipografía, yo no servía para nada… Una vez en medio de ese mundo de aventureros, que cambian más fácilmente de oficio que de camisa, a fe mía que hice lo mismo que los demás. Como el trabajo en las minas no era bastante remunerador, lo abandoné y me dirigí a la ciudad, donde fui por turno tipógrafo, techador, fundidor de plomo, etc. Después de haber hecho la experiencia de que soy apto para todo tipo de trabajo, me siento menos molusco y más hombre». (A. Corbon, De l’enseignement professionnel, 2.ª ed., [París, 1860], p. 50.) <<

[192] Ne sutor ultra [o mejor, supra] crepidam! (¡Zapatero, a tus zapatos!). — El pintor griego Apeles, después de aceptar las observaciones de un zapatero acerca de cómo pintar unas sandalias, habría rechazado con aquellas palabras la pretensión del artesano de juzgar otros detalles de la obra. (Atribuido por Plinio el Viejo, Historia natural, XXXV 85.). — 594. <<

[36] Nec plus ultra (extremo insuperable). —La expresión, que se cita más frecuentemente bajo la forma de non plus ultra (literalmente, «no más allá»), se remonta a los Cánticos triunfales de Nemea, de Píndaro: «No más allá de las columnas de Hércules débese navegar por el intransitable mar». — 84; 594; 1002. <<

309 John Bellers, verdadero fenómeno en la historia de la economía política, vio ya a fines del siglo XVII, con la claridad más absoluta, la necesidad de abolir el sistema actual de educación y división del trabajo, sistema que engendra hipertrofia y atrofia en uno y otro extremo de la sociedad, aunque en sentido opuesto. Dice certeramente, entre otras cosas; «Aprender ociosamente es poco mejor que aprender la ociosidad… El trabajo físico es, en su origen, una institución divina… El trabajo es tan necesario para la salud del cuerpo como lo es el alimento para su subsistencia, pues los dolores que un hombre se evita gracias a la ociosidad, los encontrará en la enfermedad… El trabajo echa aceite en la lámpara de la vida y el pensamiento la enciende… Una ocupación puerilmente estúpida» (afirma Bellers, lleno de presentimientos sobre los Basedows y sus chapuceros imitadores modernos) «deja sumidas en la estupidez las mentes infantiles». (Proposals for Raising…, pp. 12, 14, 16, 18.) <<

310 La misma, por lo demás, en gran parte se efectúa también en talleres pequeños, tal como lo hemos visto en los casos de la manufactura de puntillas y del trenzado de paja, y como también podría exponerse, más en detalle, en el caso de las manufacturas metalúrgicas de Sheffield, Birmingham, etcétera. <<

311 Children’s…, Fifth Report, p. XXV, n.º 162, y Second Report, p. XXXVIII, n.º 285, 289, pp. XXV, XXVI, n.º 191. <<

312 «El trabajo fabril puede ser tan puro y excelente como el trabajo hecho en el domicilio, tal vez más.» (Reports… 31st October 1865, p. 129.) <<

[192bis] En la versión francesa (véase TFA 352), Marx agrega aquí: «En la historia, como en la naturaleza, la podredumbre es el laboratorio de la vida». — 596. <<

313 Ibídem, pp. 27, 32. <<

314 Gran cantidad de datos al respecto se encuentra en los Reports of the Inspectors of Factories. <<

315 Children’s…, Fifth Report, p. X, n.º 35. <<

316 Ibídem, p. IX, n.º 28. <<

317 Ibídem, p. XXV, n.º 165-167. Cfr., respecto a las ventajas de las industrias en gran escala sobre las pequeñas industrias, Children’s…, Third Report, p. 13, n.º 144; p. 25, n.º 121; p. 26, n.º 125; p. 27, n.º 140, etcétera. <<

318 Los ramos industriales que la comisión propone reglamentar son los siguientes: manufactura de puntillas, confección de medias, trenzado de paja, manufactura de wearing apparel [indumentaria] con sus numerosas subdivisiones, confección de flores artificiales, fabricación de calzado, de sombreros y de guantes, sastrería, todas las fábricas metalúrgicas —desde los altos hornos hasta las fábricas de agujas, etc.—, fabricación de papel, manufactura de vidrio, de tabaco, fábricas de India rubber [goma], fabricación de lizos (para la tejeduría), tejido manual de alfombras y tapices, manufactura de paraguas y sombrillas, fabricación de husos y lanzaderas, imprenta, encuadernación, producción de artículos de escritorio (stationery, en la que están incluidas la confección de cajas de cartón, la de tarjetas, colores para papeles, etc.), cordelería, manufactura de adornos de azabache, ladrillerías, manufactura de tejidos de seda a mano, tejeduría de Coventry, salinas, fábricas de velas de sebo, fábricas de cemento, refinerías de azúcar, elaboración de bizcochos, diversos trabajos en madera y otros trabajos varios. <<

319 Ibídem, p. XXV, n.º 169. La Factory Act Extension Act [ley ampliatoria de la ley fabril] fue aprobada el 12 de agosto de 1867. Regula todas las fundiciones, forjas y manufacturas metalúrgicas, inclusive las fábricas de máquinas, y también las manufacturas de vidrio, papel, gutapercha, caucho y tabaco, las imprentas, la encuadernación y además todos los talleres en los que se ocupa a más de 50 personas. La Hours of Labour Regulation Act [ley reguladora del horario de trabajo], aprobada el 17 de agosto de 1867, reglamenta los talleres pequeños y la llamada industria domiciliaria. Me ocuparé nuevamente de estas leyes, de la nueva Mining Act [ley de minas] de 1872, etc., en el tomo II. <<

(89) En la 3.ª y 4.ª ediciones figura aquí la llamada 319 bis; la nota correspondiente es idéntica a la 319 de la 2.ª edición, excepto la primera frase de la misma, que en aquellas ediciones conserva el número 319. <<

(90) En la 4.ª edición las tres últimas frases de esta cita (desde «Esos horrores persisten hoy») dicen así: «Desgraciadamente, existen informes de que esos horrores persisten hoy, tan intensos como otrora. Un folleto publicado hace dos años por Hardwicke declara que los abusos censurados en 1842 florecen hoy» (1863) «plenamente… Ese informe» (de 1842) «pasó inadvertido a lo largo de veinte años, durante los cuales se permitió a esos niños —criados sin la menor vislumbre de lo que llamamos moral, ni de formación escolar, religión o amor natural por la familia—, se permitió a esos niños convertirse en los padres de la generación actual» [192bis2]. <<

[192bis2] La corrección de Engels ajusta el texto al original inglés (véase TI 492). — 596; 600. <<

320 Senior, Social Science Congress, pp. 55-58. <<

321 El último libro azul sobre las minas, el Report from the Select Committee on Mines Together with… Evidence, 23th July 1866, es un grueso volumen en folio pero sólo contiene el interrogatorio a los testigos. El informe de la comisión, designada de su propio seno por la Cámara de los Comunes, consta ni más ni menos que de 5 (cinco) líneas, en las que se afirma que la comisión no tiene nada que decir y que debería interrogar a más (!) testigos. En la industria minera, advirtámoslo, los intereses de los terratenientes y los de los capitalistas industriales coinciden ampliamente. La manera de interrogar a los testigos recuerda las cross examinations [repreguntas] ante los tribunales ingleses, en las que el abogado, por medio de preguntas desvergonzadas, equívocas, imprevistas y embrolladas procura intimidar y desconcertar al testigo e interpretar capciosamente las palabras que éste ha pronunciado. Los abogados son aquí los propios interrogadores parlamentarios, entre los que figuran propietarios de minas y explotadores; los testigos son obreros mineros, en su mayor parte de las minas de carbón. La farsa entera caracteriza demasiado bien el espíritu del capital como para que no ofrezcamos aquí algunos extractos. Observemos previamente que por la ley de 1842 se prohibía que las mujeres y todo niño menor de 10 años trabajaran en las minas. Una nueva ley, The Mines Inspecting Act [ley de inspección de las minas], promulgada en 1860, además de preceptuar la realización de inspecciones en las minas, prohibía que se diera ocupación a los niños de 10 a 12 años que carecieran de certificado escolar o no asistieran a la escuela determinada cantidad de horas. Debido al número ridículamente pequeño de los inspectores, a la invalidez de sus poderes y a otras circunstancias que se verán más abajo, la ley en su conjunto es una nulidad. Para que este sumario sea más comprensible, agrupo en diversos rubros los resultados de la investigación, etc. Recordemos que en los Blue Books [libros azules] ingleses tanto las preguntas como las respuestas, que son obligatorias, están numeradas, y que los testigos cuyas declaraciones reproducimos aquí son obreros de las minas de carbón.

1. Ocupación de los muchachos de 10 y más años en las minas. El trabajo, sumándole el tiempo insumido forzosamente en ir a las minas y volver de ellas, dura de 14 a 15 horas, excepcionalmente más. Comienza a las 3, 4 o 5 de la mañana y finaliza a las 4 o 5 de la tarde (n.º 6, 452, 83). Los obreros adultos trabajan en dos turnos, o sea 8 horas, pero para economizar en los costos el relevo no comprende a los jóvenes (n.º 80, 203, 204). A los niños de menos edad se los emplea principalmente en abrir y cerrar las puertas de ventilación en los diversos compartimientos de la mina; a los de más edad, en trabajos más pesados, trasporte de carbón, etcétera (n.º 122, 739, 740). El horario prolongado de trabajo bajo tierra dura hasta que los jóvenes cumplen 18 o 22 años, edad a la que pasan a efectuar el trabajo de mineros propiamente dichos (n.º 161). Hoy en día a los niños y adolescentes se los hace trabajar más ruda y excesivamente que en cualquier período anterior. (Notas 1663-1667.) Los mineros exigen, casi por unanimidad, que una ley del parlamento prohíba el trabajo en las minas a los menores de 14 años. Y es ahora cuando Hussey Vivian (él mismo un explotador de minas) pregunta: «¿Ésa exigencia no depende de la mayor o menor pobreza de los padres?» Y Mr. Bruce: «¿No sería excesivamente riguroso, cuando el padre ha muerto, o es un lisiado, etc. […] privar a la familia de este recurso? […] Y sin embargo, debe imperar una norma general. […] ¿Ustedes quieren que en todos los casos se prohíba a los niños menores de 14 años que trabajen bajo tierra?» Respuesta: «En todos los casos». (N.º 107-110.) Vivian: «Si se prohibiera el trabajo en las minas antes de los 14 años […], ¿los padres no enviarían a los chicos a la fábrica, etc.? —Por regla general, no». (N.º 174.) Un obrero: «Abrir y cerrar las puertas parece fácil. Pero es un trabajo muy penoso. Aun prescindiendo de la corriente permanente de aire, el muchacho está prisionero, exactamente lo mismo que si estuviera en un calabozo oscuro». El burgués Vivian: «¿El muchacho no puede leer mientras vigila la puerta, si tiene una luz? —En primer lugar, tendría que comprarse las velas […]. Pero además no se lo permitirían. Él está allí para atender a su trabajo, tiene un deber que cumplir. […] Nunca he visto a un muchacho leyendo en la mina.» (N.º 139, 141-160.)

2. Educación. Los mineros exigen una ley que establezca la educación infantil obligatoria, como en las fábricas. Declaran que la cláusula de la ley de 1860, que exige un certificado educacional para emplear a muchachos de 10 a 12 años, es puramente ilusoria. El «escrupuloso» procedimiento que siguen en sus interrogatorios los jueces capitalistas de instrucción se vuelve aquí verdaderamente cómico. (N.º 115.) «¿La ley es más necesaria contra los patrones o contra los padres? —Contra ambos.» (N.º 116.) «¿[…] Más contra unos que contra otros? —¿Cómo podría contestar eso?» (N.º 137.) «¿Los patrones han mostrado alguna intención de adaptar los horarios de trabajo a la enseñanza escolar? —[…] Nunca […]. (N.º 211.) “¿Los mineros mejoran, posteriormente, su educación? —En general empeoran […]; adquieren malas costumbres, se dedican a la bebida y al juego y cosas por el estilo y se echan a perder totalmente.» (N.º 454.) «¿Por qué no envían a los chicos a escuelas nocturnas? —En la mayor parte de los distritos carboneros las mismas no existen. Pero lo principal es que están tan extenuados, debido al exceso de trabajo, que se les cierran los ojos de cansancio». «Pero entonces», concluye el burgués, «¿ustedes están contra la educación? —De ningún modo, pero, etc.» (N.º 443.) «¿Los propietarios de minas, etc., cuando emplean niños de 10 y 12 años, no están obligados por la ley de 1860 a exigir certificados escolares? —Según la ley, sí, pero los patrones no los exigen.» (N.º 444.) «En su opinión, ¿esa cláusula de la ley no se aplica en general? —No se aplica en absoluto.» (N.º 717.) «¿Los obreros de las minas se interesan mucho por el problema de la educación? —En su gran mayoría.» (N.º 718.) «¿Desean ansiosamente que se aplique la ley? En su gran mayoría.» (N.º 720.) «¿Por qué, entonces, no imponen que se aplique la misma? Más de un obrero procura que se rechace a los muchachos sin certificado escolar, pero se convierte en un hombre señalado (a marked man).» (N.º 721.) «¿Señalado por quién? —Por su patrón.» (N.º 722.) «¿Pero usted no creerá que los patrones irían a perseguir a un hombre porque éste acata la ley? —Creo que lo harían.» (N.º 723.) «¿Por qué los obreros no se niegan a emplear a esos muchachos? —No es asunto que se deje a su elección.» (N.º 1634.) «¿Exigen ustedes la intervención del parlamento? —Si se ha de hacer algo efectivo por la educación de los hijos de los mineros, tendrá que ser hecho coactivamente, por una ley del parlamento.» (N.º 1636.) «¿Esto debería aplicarse a los hijos de todos los obreros de Gran Bretaña, o sólo a los de los mineros? —Estoy aquí para hablar en nombre de los mineros.» (N.º 1638.) «¿Por qué diferenciar de los demás a los niños mineros? —Porque son una excepción a la regla.» (N.º 1639.) «¿En qué aspecto? —En el físico.» (N.º 1640.) «¿Por qué la educación habría de ser más valiosa para ellos que para los muchachos de otras clases? —Yo no digo que sea más valiosa para ellos, sino que tienen menos posibilidades, a raíz de su trabajo excesivo en las minas, de recibir educación en escuelas diurnas y dominicales.» (N.º 1644.) «¿No es cierto que es imposible tratar de una manera absoluta los problemas de esta índole?» (N.º 1646.) «¿Hay suficientes escuelas en los distritos? —No […].» (N.º 1647—) «Si el estado exigiera que se enviase a la escuela a todos los niños, ¿de dónde habrían de salir entonces las escuelas para todos esos chicos? —Creo que, no bien las circunstancias lo impongan, las escuelas surgirán por sí mismas». «La gran mayoría, no sólo de los niños, sino también de os mineros adultos, no sabe leer ni escribir.» (N.º 705, 726.)

3. Trabajo femenino. Desde 1842 ya no se utiliza bajo tierra a las obreras, pero si sobre la superficie, para cargar carbón, etc., arrastrar las cubas hasta los canales o hasta los vagones de ferrocarril, clasificar el carbón, etc. Su número ha aumentado muy considerablemente en los últimos 3 o 4 años. (N.º 1727.) En su mayor parte son esposas, hijas o viudas de mineros, y sus edades oscilan entre los 12 y los 50 o 60 años. (N.º 647, 1779, 1781.) (N.º 648.) «¿Qué opinan los mineros acerca de la utilización de mujeres en las minas? —La condenan, en general.» (N.º 649.) «¿Por qué? —Porque consideran que esa actividad es degradante para ese sexo… Visten algo así como ropa de hombre. En muchos casos se deja a un lado todo pudor. […] No pocas mujeres fuman. […] El trabajo es tan sucio como el que se efectúa dentro de la propia mina. […] Entre ellas hay muchas mujeres casadas, a las que les es imposible cumplir sus deberes domésticos.» (N.º 651 y ss., 701.) (N.º 709.) «¿Las viudas podrían encontrar en otra parte una ocupación tan rendidora (de 8 a 10 chelines semanales)? —Nada puedo decir al respecto.» (N.º 710.) «¿Y sin embargo» (¡corazones de piedra!), «ustedes están resueltos a despojarlas de ese modo de ganarse la vida? —Sin duda.» (N.º 1715.) «¿En qué se funda esa actitud? —Nosotros, los mineros, sentimos demasiado respeto por el bello sexo para verlo condenado a trabajar en la mina… Este trabajo, en gran parte, es muy pesado. Muchas de esas muchachas levantan 10 toneladas por día.» (N.º 1732.) «¿Cree usted que las obreras ocupadas en las minas son más inmorales que las que trabajan en las fábricas? —[…] El porcentaje de las depravadas es mayor […] que entre las muchachas de las fábricas.» (N.º 1733.) «¿Pero usted, entonces, tampoco está conforme con el nivel de moralidad imperante en las fábricas? —No.» (N.º 1734.) «¿Quiere, pues, que también se prohíba en las fábricas el trabajo femenino? —No, no quiero eso.» (N.º 1735.) «¿Por qué? —Porque es una ocupación más honorable y adecuada para el sexo femenino.» (N.º 1736.) «Sin embargo, ¿es nociva para la moral de las mujeres, según dice usted? —No, mucho menos que el trabajo en la mina. Además, yo no hablo sólo de razones morales, sino también de razones físicas y sociales. La degradación social de las muchachas es deplorable y extrema. Cuando estas […] muchachas se convierten en mujeres de los mineros, los hombres padecen muchísimo por esa degradación, y por eso se van de sus casas y se dedican a la bebida.» (N.º 1737.) «¿Pero no ocurrirá lo mismo con las mujeres que trabajan en los establecimientos siderúrgicos? —No estoy en condiciones de hablar de otros ramos industriales.» (N.º 1740.) «¿Pero qué diferencia existe entonces entre las mujeres que trabajan en los establecimientos siderúrgicos y las que lo hacen en las minas? —No me he ocupado de esa cuestión.» (N.º 1741.) «¿Podría descubrir alguna diferencia entre una clase y la otra? —No me he cerciorado de que exista, pero conozco, por mis visitas de casa en casa, el deplorable estado de cosas en nuestro distrito […].» (N.º 1750.) «¿No le causaría un gran placer abolir el trabajo femenino en todos los lugares donde es degradante? —Sí… los mejores sentimientos de los niños se adquieren por la crianza materna.» (N.º 1751.) «¿Pero esto no se aplica igualmente a las ocupaciones agrícolas de las mujeres? —Esta ocupación sólo dura dos estaciones; entre nosotros las mujeres trabajan las cuatro estaciones enteras, y no pocas veces de día y de noche, caladas hasta los huesos, con su constitución debilitada y la salud deshecha.» (Nota 1753.) «¿Usted no ha estudiado la cuestión» (esto es, la del trabajo de la mujer) «en términos generales? —He mirado a mi alrededor, y lo que puedo decir es que en ninguna parte he encontrado nada que se compare, en materia de ocupación femenina, a lo que ocurre en las minas de carbón. [N.º 1793, 1794, 1808.] Es un trabajo para hombres […] y para hombres vigorosos. […] El sector mejor de los mineros, los ue procuran elevarse y humanizarse, en vez de encontrar algún apoyo en sus mujeres, se ven empujados por ellas hacia abajo.» Después que los burgueses siguieran lanzando preguntas a diestra y siniestra, finalmente sale a luz el misterio de su «compasión» por las viudas, las pobres familias, etc.: «El propietario de la mina de carbón designa a ciertos gentlemen [caballeros] como capataces y la política de los mismos, para ganarse la aprobación del empresario, consiste en hacer la máxima economía posible. A las muchachas se les paga a razón de 1 chelín y 6 peniques por día, mientras que un hombre tendría que cobrar 2 chelines y 6 peniques.» (N.º 1816.)

4. Jurados de autopsias. «En lo que respecta a las coroner’s inquests [investigaciones del forense] en los distritos de usted, ¿los obreros están conformes con el procedimiento judicial que se aplica cuando ocurren accidentes? —No, no lo están.» (N.º 361-375.) «¿Por qué no? —Ante todo, porque la gente que se elige para los juries [jurados] no sabe absolutamente nada de minas. Nunca se convoca a obreros, salvo como testigos. En general se designa a los tenderos de la vecindad […], que están bajo la influencia de los propietarios de minas […], sus clientes, y que ni siquiera comprenden los términos técnicos empleados por los testigos. […] Nosotros exigimos que los mineros formen parte del jury [jurado]. […] Término medio, el dictamen está en contradicción con lo declarado por los testigos.» (N.º 378.) «¿Pero los jurados no deben ser imparciales? —Sí.» (N.º 379.) «¿Los obreros lo serían? —No veo ningún motivo para que no fueran imparciales. […] Tienen un buen conocimiento de causa.» (N.º 380.) «¿Pero no tendrían una tendencia a emitir fallos injustamente severos, en interés de los obreros? —No, no lo creo.»

5. Pesos y medidas falsos, etc. Los obreros reclaman que el pago sea semanal en vez de quincenal, que la medición se efectúe por el peso, y no por la medida de capacidad de las cubas, que se los proteja contra el empleo de pesos falso, etc. (N.º 1071.) «Si las cubas se agrandan fraudulentamente, ¿el obrero no puede abandonar la mina, con 14 días de preaviso? —Pero si va a otro sitio, se encuentra con lo mismo.» (N.º 1072.) «¿Pero puede dejar el lugar donde se comete el abuso? —Ese abuso se practica de manera general.» (N.º 1073.) «¿Pero el obrero puede abandonar cada vez el lugar donde está, tras 14 días de preaviso? —Sí.» ¡Después de esto, más vale pasar a otra cosa!

6. Inspección de minas. Los padecimientos de los obreros no sólo se deben a los accidentes provocados por gases explosivos. (N.º 234 y ss.) «Debemos quejarnos, asimismo, de la ventilación de las minas de carbón, tan mala que los hombres apenas pueden respirar; a causa de ello quedan incapacitados para toda clase de ocupación. Así, por ejemplo, precisamente en la parte de la mina en que estoy trabajando, el aire pestilente ha obligado a mucha gente […] a guardar cama durante semanas. Los pasadizos principales, en su mayor parte, están bastante aireados, pero no, en cambio, precisamente los lugares donde trabajamos. […] Si un hombre se dirige al inspector para quejarse por la ventilación, se lo despide […] y se convierte en un hombre “señalado”, que tampoco encuentra ocupación en otros lugares. La Mining Inspecting Act de 1860 no es más que un pedazo de papel. Los inspectores, cuyo número es reducidísimo, quizás efectúen una visita formal cada 7 años. Nuestro inspector es un hombre de 70 años, completamente incapaz, que tiene a su cargo más de 130 minas de carbón. Necesitamos más inspectores, y además subinspectores.» (N.º 280.) «Entonces, ¿el gobierno debería mantener tal ejército de inspectores que pudiera hacer por sí mismo, sin información de los obreros, todo lo que exigen ustedes? —Eso es imposible, pero deberían venir a las minas mismas para recoger en ellas la información.» (N.º 285.) «¿No cree usted que el resultado […] sería transferir a los funcionarios gubernamentales la responsabilidad (!) por la ventilación, etc., responsabilidad que hoy corresponde a los propietarios de minas? —De ningún modo; el cometido de los inspectores tendría que ser imponer el acatamiento a las leyes ya vigentes.» (N.º 294.) «Cuando usted habla de subinspectores, ¿piensa en gente con un sueldo menor y de categoría inferior a la de los inspectores actuales? —De ninguna manera deseo que sean inferiores, si ustedes pueden conseguir mejores.» (N.º 295.) «¿Usted quiere más inspectores o un tipo de gente inferior a los inspectores? Necesitamos gente que se las arregle para meterse directamente en las minas, personas que no teman por su pellejo.» (N.º 297.) «Si se cumpliera su deseo de que se designen inspectores de un tipo inferior, ¿la falta de capacidad de éstos no resultaría peligrosa, etc.? —No; es asunto del gobierno designar personas aptas.» Al final, este género de interrogatorio resultó demasiado absurdo incluso para el presidente de la comisión investigadora. «Lo que ustedes quieren», interrumpió, «es gente práctica que observe lo que pasa en las minas mismas […] e informe al inspector, que luego podrá emplear su ciencia superior.» (N.º 531.) «La ventilación de todas esas viejas minas, ¿no aumentaría mucho los costos? —Sí, probablemente los costo aumentarían, pero se protegería la vida humana.» (N.º 581.) Un minero del carbón protesta contra la sección decimoséptima de la ley de 1860: «Actualmente, cuando el inspector de minas encuentra que una parte de la mina no está en condiciones de que se trabaje en ella, debe elevar un informe al propietario y la ministro del interior. Después de ello, se le conceden 20 días al propietario para que reflexione; al término de los 20 días puede negarse a efectuar cualquier modificación. Pero si se niega, tiene que escribirle al ministro y proponerle 5 ingenieros de minas, entre los cuales el ministro […] debe elegir los árbitros. Sostenemos que, en este caso, el propietario de minas virtualmente designa a sus propios jueces.» (N.º 586.) Interrogador burgués, propietario de minas él mismo: «[…] Ésta es una objeción puramente especulativa». (N.º 588.) «Entonces, ¿usted tiene una opinión muy pobre acerca de la integridad de los ingenieros de minas? —Digo que eso es muy injusto y poco equitativo.» (N.º 589.) «¿Los ingenieros de minas no poseen una especie de carácter público, que pone sus decisiones por encima de esa parcialidad temida por usted? —Prefiero no contestar preguntas sobre el carácter personal de esa gente. Tengo la convicción de que actúan, en muchos casos, de manera muy parcial y creo que allí donde estén en juego vidas humanas habría que despojarlos de esa facultad.» El mismo burgués tiene la desvergüenza de preguntar: «¿No cree usted que también los propietarios de minas sufren pérdidas con las explosiones?» Por último (n.º 1042): «¿No pueden ustedes, los obreros, salvaguardar sus propios intereses sin recurrir a la ayuda del gobierno? —No.»

En 1865 existían en Gran Bretaña 3.217 minas y… 12 inspectores. Hasta un propietario de minas de Yorkshire (Times, 26 de enero de 1867) calcula que, prescindiendo de esas actividades puramente burocráticas de los inspectores que les absorben todo su tiempo, cada mina sólo podría ser visitada una vez en diez años. Nada de extraño, pues, que en los últimos años (sobre todo en 1866 y 1867) las catástrofes hayan aumentado progresivamente en número y magnitud (a veces con el sacrificio de 200 a 300 obreros). ¡He aquí las bellezas de la «libre» producción capitalista!” (91) <<

(91) En la 4.ª edición se agregan aquí estos dos párrafos:

«Por defectuosa que sea, la ley de 1872 es en todo caso la primera que reglamenta el horario de trabajo de los niños ocupados en las minas y que, en cierta medida, hace responsables de los llamados accidentes a los explotadores y propietarios de minas.

»La comisión real de 1867, cuyo cometido era investigar la ocupación de niños, adolescentes y mujeres en la agricultura, ha publicado varios informes muy importantes. Se han efectuado diversos intentos de aplicar a la agricultura, en forma modificada, los principios de la legislación fabril, pero hasta el presente todas esas tentativas han fracasado de manera rotunda. No obstante, sobre lo que quiero llamar aquí la atención es sobre el hecho de que existe una tendencia irresistible a la aplicación general de esos principios». <<

(92) En la 4.ª edición, en lugar de las dos frases precedentes, figura este pasaje:

Entretanto, la situación social ha experimentado un cambio. El parlamento no se atrevió a rechazar las propuestas de la comisión de 1863, como lo había hecho, en su época, con las de 1842. Por eso, ya en 1864, cuando la comisión apenas había publicado una parte de sus informes, la industria de la cerámica (inclusive la alfarería), la fabricación de papel pintado, de fósforos, de cartuchos y pistones para escopeta y el tundido de terciopelo fueron puestos bajo las leyes vigentes en la industria textil. En el discurso de la corona pronunciado el 5 de febrero de 1867, el gabinete tory de ese entonces anunció nuevos bills [proyectos de ley] fundados en las propuestas finales de la comisión, que entretanto, en 1866, había concluido su tarea.

El 15 de agosto de 1867 la corona ratificó la Factory Acts Extension Act [ley ampliatoria de las leyes fabriles], y el 21 de agosto la Workshop’s Regulation Act [ley de reglamentación de talleres]; la primera ley regula los grandes ramos industriales, la segunda los pequeños.

La Factory Acts Extension Act reglamenta los altos hornos, las fábricas que trabajan el hierro y el cobre, las fundiciones, fábricas de máquinas, talleres metalúrgicos, fábricas de gutapercha, papel, vidrio, tabaco, las imprentas y encuadernaciones y en general todos los talleres industriales de este tipo en los que se emplean simultáneamente 50 o más personas durante por lo menos 100 días en el año.

Para dar una idea de la amplitud del campo abarcado por esta ley, incluimos aquí algunas de las definiciones establecidas en ella:

«Se entiende» (en esta ley) «por trabajo artesanal cualquier trabajo manual ejercido como negocio o con fines de lucro, u ocasionalmente la confección, reforma, ornamentación, reparación o terminación para la venta de cualquier artículo o de una parte del mismo.»

«Se entiende por taller cualquier espacio o local, techado o al aire libre, en el que cualquier niño, obrero adolescente o mujer ejerza ‘un trabajo artesanal’, y sobre el cual tenga el derecho de acceso y el control la persona por cuenta de la cual está empleado ese niño, adolescente o mujer.»

«Se entiende por estar empleado ejercer un ‘trabajo artesanal’, con salario o sin él, bajo un patrón o uno de los padres, tal como más adelante se especifica.»

«Se entiende por padres el padre, la madre, el tutor o cualquier otra persona que ejerza la tutela o potestad sobre cualquier… niño u obrero adolescente.»

El artículo 7, que castiga a quienes empleen a niños, adolescentes o mujeres en violación de lo dispuesto por esta ley, estipula multas no sólo para el titular del taller, ya sea éste o no uno de los padres, sino también para «los padres u otras personas que ejerzan la tutela sobre el niño, el adolescente o la mujer o que obtengan de su trabajo cualquier beneficio directo».

La Factory Acts Extension Act, que afecta a los grandes establecimientos, es inferior a la ley fabril debido a una multitud de míseras disposiciones de excepción y cobardes compromisos con los capitalistas.

La Workshop’s Regulation Act, deplorable en todos sus detalles, fue letra muerta en manos de las autoridades urbanas y locales encargadas de su aplicación. Cuando el parlamento, en 1871, las privó de esas facultades y se las transfirió a los inspectores fabriles, cuyo campo de actividad se amplió así de un solo golpe en más de 100.000 talleres y además 300 ladrillerías, con la más exquisita solicitud aumentó en ocho ayudantes solamente el personal inspectivo, que ya era a todas luces insuficiente 321.

Lo que sorprende, pues, en esta legislación inglesa de 1867 es, por una parte, la necesidad, impuesta al parlamento de las clases dominantes, de adoptar en principio medidas tan extraordinarias y amplias contra los excesos de la explotación capitalista; por otra parte, las medias tintas, la renuencia y mala fides [mala fe] con que dicho parlamento lleva efectivamente a la práctica esas medidas.

La comisión investigadora de 1862 propuso, asimismo, una nueva reglamentación para la industria minera, una industria que se distingue de todas las demás por el hecho de que en ella coinciden ampliamente los intereses de los terratenientes y los de los capitalistas industriales. La antítesis entre los intereses de unos y otros favorece a la legislación fabril; la ausencia de esa antítesis basta para explicar el retardo y las triquiñuelas que caracterizan a la legislación minera.

La comisión investigadora de 1840 había hecho revelaciones tan terribles y sublevantes, y desencadenado tal escándalo ante los ojos de Europa entera, que el parlamento se vio obligado a tranquilizar su conciencia con la Mining Act [ley minera] de 1842, en la cual se limitó a prohibir que trabajaran bajo tierra las mujeres, así como los niños de menos de 10 años.

Vino luego, en 1860, la Mines’ Inspection Act, según la cual debían inspeccionar las minas funcionarios públicos designados especialmente a tales efectos y no se podría ocupar a chicos de 10 a 12 años de edad, salvo si tenían un certificado escolar o asistían cierta cantidad de horas a la escuela. Esta ley quedó en letra muerta, por entero, debido al número ridículamente exiguo de los inspectores designados, a la insignificancia de sus atribuciones y otras causas que veremos en detalle más abajo.” [Al llegar a este punto en la 4.ª edición se inserta, dentro del texto, la nota 321 de la 2.ª edición (p. 610 de la presente edición), en cuyo primer párrafo se introducen algunas modificaciones estilísticas menores, suprimiéndose, además, la frase «En la industria minera… ampliamente» y el pasaje que va desde «Observemos previamente» hasta «se verán más abajo».] <<

321 El personal de la Inspección Fabril se componía de 2 inspectores, 2 inspectores auxiliares y 41 subinspectores. En 1871 se designaron 8 subinspectores más. El total de gastos que insumió en 1871-1872 la aplicación de las leyes fabriles en Inglaterra, Escocia e Irlanda fue de apenas 25.347 libras, sin excluir las costas generadas por procesos contra transgresores. <<

322 Robert Owen, el padre de las fábricas y tiendas cooperativas —quien sin embargo, como ya hemos observado, en modo alguno compartía las ilusiones de sus seguidores con respecto a la trascendencia de esos elementos aislados de transformación—, en sus experimentos no sólo partía prácticamente del sistema fabril, sino que lo consideraba teóricamente como punto de partida de la revolución social. El señor Vissering, profesor de economía política en la Universidad de Leyden, parece haber sospechado algo de eso cuando en su Handboek van praktische Staathuishoudkunde, 1860-1862, que expone de la manera más adecuada las trivialidades de la economía vulgar, se pronuncia ardorosamente por la industria artesanal y contra la gran industria. {F. E. Agregado a la 4.ª edición. — El «nuevo embrollo jurídico» (p. 264 (93)) urdido por la legislación inglesa a través de leyes recíprocamente contradictorias como las Factory Acts, Factory Acts Extension Act y Workshops’ Act, a la postre se volvió intolerable, por lo cual se llevó a cabo, con la Factory and Workshop Act de 1878, una codificación de todas las leyes relativas a esta materia. No podemos desarrollar aquí, naturalmente, una crítica pormenorizada de este código industrial, hoy vigente en Inglaterra. Basten, por tanto, los apuntes siguientes: la ley comprende: 1) Las fábricas textiles. Aquí todo queda, prácticamente, como antes: para los niños de más de 10 años el tiempo de trabajo permitido es de 5½ horas diarias, o de 6 si el sábado es libre; adolescentes y mujeres: 10 horas los 5 primeros días laborables de la semana, y como máximo 6½ los sábados. — 2) Fábricas no textiles. En este caso las disposiciones se aproximan más que antes a las que rigen para 1), pero subsisten aún no pocas excepciones favorables a los capitalistas, y no es infrecuente que permisos especiales del ministro del interior las amplíen aún más. — 3) Workshops [talleres], definidos aproximadamente como en la ley anterior; si trabajan en ellos niños, adolescentes o mujeres los workshops son asimilados hasta cierto punto a las fábricas no textiles, pero, una vez más, aquí las exigencias en algunos aspectos son menos severas. — 4) Workshops en los que no trabajan niños ni adolescentes, sino exclusivamente personas de uno u otro sexo mayores de 18 años; para esta categoría las disposiciones son aún más tolerantes. — 5) Domestic Workshops [talleres domiciliarios], en los que sólo trabajan miembros de la familia y en la vivienda familiar; disposiciones aún más elásticas, y a la vez la limitación de que el inspector, sin autorización ministerial o judicial expresa, sólo puede visitar los espacios que no se utilicen al mismo tiempo como habitaciones; y por último, liberación irrestricta para el trenzado de paja, confección de encajes de bolillos, así como de guantes, en el ámbito de la familia. Pese a todas sus deficiencias esta ley, junto a la ley fabril promulgada por la Confederación Helvética el 23 de marzo de 1877, sigue siendo con mucho la mejor disposición legal en este terreno. Un cotejo de la misma con la citada ley federal suiza es de particular interés, porque pone muy de relieve tanto las ventajas como los defectos de los dos métodos legislativos: el inglés, «histórico», que interviene primero en un caso, luego en otro y así sucesivamente, y el método continental, fundado en las tradiciones de la Revolución Francesa, más generalizador. Lamentablemente el código inglés, en cuanto a su aplicación a los workshops, sigue siendo en gran parte letra muerta… por falta del suficiente personal inspectivo.} <<

(93) Véase p. 362 de la presente edición. <<

323 Una descripción pormenorizada de la maquinaria utilizada en la agricultura inglesa encuéntrase en Die landwirtschaftlichen Geräte und Maschinen Englands, del doctor Wilhelm Hamm, 2.ª edición, 1856. En su bosquejo acerca de la evolución de la agricultura inglesa, el señor Hamm sigue demasiado acríticamente al señor Léonce de Lavergne. {F. E. Agregado a la 4.ª edición. — Actualmente, como es natural, esta obra se ha vuelto anticuada.} <<

324 «Ustedes dividen al pueblo en dos campos hostiles, el de los rústicos patanes y el de los enanos afeminados. ¡Santo cielo, que una nación dividida en intereses agrícolas e intereses comerciales se considere sana, es más, que se dé el título de ilustrada y civilizada, y no a pesar de esa división monstruosa y antinatural, sino a causa de ella!» (David Urquhart, Familiar Words, p. 119.) Este pasaje muestra, al mismo tiempo, la fuerza y la debilidad de un tipo de crítica que sabe enjuiciar y condenar el presente, pero no comprenderlo. <<

325 Cfr. Liebig, Die Chemie…, y en particular, también, la Introducción a las leyes naturales de la labranza, en el tomo I. Haber analizado desde el punto de vista de las ciencias naturales el aspecto negativo de la agricultura moderna, es uno de los méritos imperecederos de Liebig. También sus aperçus [bosquejos] históricos, aunque no estén exentos de errores gruesos, muestran felices aciertos. Es de lamentar que lance al acaso afirmaciones como la siguiente: «Gracias a una pulverización más intensa y a las aradas más frecuentes, se promueve la circulación del aire dentro de las partes de tierra porosas y aumenta y se renueva la superficie del suelo expuesta a la acción del aire, pero es fácil de comprender que el mayor rendimiento del campo no puede ser proporcional al trabajo gastado en dicho campo, sino que aumenta en una proporción mucho menor». «Esta ley», agrega Liebig, «fue enunciada por primera vez por John Stuart Mill en sus Principles of Political Economy, vol. I, p. 17, de la siguiente manera: “Que el producto de la tierra aumenta, cæteris paribus [si las demás condiciones se mantienen iguales], en razón decreciente al aumento de los trabajadores empleados”» (el señor Mill, incluso, repite la ley de la escuela ricardiana en una fórmula falsa, pues como en Inglaterra «“the decrease of the labourers employed”, la disminución de los trabajadores empleados, ha ido siempre a la par de los progresos de la agricultura, tendríamos que esta ley descubierta para Inglaterra y en Inglaterra no tendría aplicación alguna por lo menos en dicho país), “es la ley general de la agricultura”, lo cual es bastante notable, ya que a Mill le era desconocida la razón de dicha ley.» (Liebig, op. cit., t. I, p. 143 y nota.) En todo caso, y prescindiendo de la acepción equívoca de la palabra «trabajo», que para Liebig no designa la misma cosa que para la economía política es «bastante notable» que convierta al señor John Stuart Mill en el primer proponente de una teoría que James Anderson expuso por primera vez ya en tiempos de Adam Smith, y que reiteró en diversos escritos hasta comienzos del siglo XIX; una teoría que Maltus, en general un maestro del plagio (toda su teoría de la población es un plagio desvergonzado), se apropió en 1815; que West desarrolló por esa misma época, e independientemente de Anderson; que Ricardo vinculó en 1817 a la teoría general del valor y que desde entonces ha dado la vuelta al mundo bajo el nombre de Ricardo; que James Mill (el padre de John Stuart Mill) vulgarizó en 1820, y que finalmente, ya convertida en lugar común, es repetida por el señor John Stuart Mill como un dogma escolar. Es incuestionable que John Stuart Mill debe casi exclusivamente su autoridad, en todo caso «notable», a quidproquos semejantes. <<