39
El equipo de soldados de las tropas de asalto condenado a perecer se adhirió a la pared del núcleo de energía de la Estrella de la Muerte que había sufrido una brecha, y todos empezaron a trabajar como autómatas. El núcleo estaba despidiendo chorros de radiaciones muy intensas, que oscurecían las placas faciales de sus trajes hasta el extremo de que los soldados apenas podían ver e iban saturando lentamente sus sistemas de apoyo vital.
Los soldados lucharon con las enormes planchas que debían colocar, moviéndose lentamente en la baja gravedad a causa del rápido debilitamiento producido por el castigo invisible que estaban sufriendo. Utilizaron soldadores láser de acción rápida para colocar parches sobre la brecha, y después los reforzaron para que pudiesen soportar una acumulación de energía.
La mochila de control del traje de un soldado empezó a despedir chispas cuando los circuitos dejaron de funcionar, y el soldado se debatió frenéticamente envuelto en un silencio fantasmagórico. Los movimientos de sus brazos se fueron haciendo cada vez más lentos hasta que su cuerpo acabó soltándose del casco y se alejó flotando a la deriva. Otro soldado ocupó su lugar sin prestar ninguna atención a su compañero caído. La dosis de radiación que habían recibido durante el tiempo que llevaban trabajando ya era más que letal. Todos lo sabían, pero su adiestramiento había sido tan concienzudo que sólo vivían para servir al Imperio.
Un soldado completó una última soldadura en el punto más radiactivo de la brecha. Su piel se estaba cubriendo de ampollas, y sus nervios ya habían dejado de funcionar. Sus ojos y sus pulmones estaban sucumbiendo a las hemorragias, pero el soldado se obligó a terminar la tarea.
El frío vacío del espacio solidificaba las soldaduras al instante. —Misión cumplida —jadeó el soldado por la radio de su casco, con la voz convertida en un gorgoteo a causa de los fluidos que estaban empezando a obstruir su garganta.
Después los soldados se soltaron del núcleo de energía moviéndose al unísono, con sus sistemas de apoyo vital y sus cuerpos acusando de una forma ya claramente visible los estragos de la radiación. Sus cuerpos flotaron a la deriva, y fueron cayendo lentamente hacia la deslumbrante descarga de energía como otras tantas estrellas fugaces que se precipitaran hacia la superficie de un planeta.
La reacción inicial de Tol Sivron ante la destrucción total de la Instalación de las Fauces y la pérdida del Gorgona de la almirante Daala fue de disgusto y desilusión.
—Se suponía que la Instalación era mi blanco —dijo mientras fulminaba con la mirada a sus líderes de división—. Condenada almirante Daala... ¿Cómo ha sido capaz de hacer algo semejante? Yo dispongo de la Estrella de la Muerte y ella no.
La onda expansiva y los ecos lumínicos de la enorme explosión fueron disipándose poco a poco, y Sivron pudo ver que la flota rebelde se estaba reagrupando para huir del cúmulo.
Sivron suspiró.
—Quizá deberíamos celebrar otra reunión para comentar y analizar nuestras opciones actuales —dijo.
—¡Señor! —El capitán de las tropas de asalto se había puesto en pie—. Nuestro reactor está temporalmente reparado, y he perdido a nueve buenos soldados para conseguir que el arma volviera a funcionar. Creo que deberíamos utilizarla. La flota rebelde está iniciando la retirada, y conseguirá escapar a menos que actuemos pronto. Ya sé que no es el procedimiento habitual, director, pero no disponemos del tiempo necesario para celebrar una reunión.
Sivron miró a un lado y a otro, sintiéndose repentinamente inseguro. Odiaba ser sometido a presión y verse obligado a decidir con rapidez. Si no tomabas en consideración todas las consecuencias de tus actos, siempre había demasiadas cosas que podían acabar saliendo mal: pero el capitán tenía razón.
—Muy bien... Tendremos que seguir un curso de acción temporal de emergencia, así que vamos a adoptar una decisión de comité lo más deprisa posible. ¿Debemos utilizar el superláser contra las fuerzas rebeldes? Su voto, Doxin...
—Estoy a favor de que lo utilicemos —dijo el achaparrado líder de división.
Tol Sivron se volvió hacia la mujer cuyo rostro parecía haber sido tallado a golpes de hacha.
—¿Golanda? —preguntó.
—Causemos unos cuantos daños.
—¿Yemm?
El devaroniano movió la cabeza en un asentimiento que hizo que sus cuernos bajaran y subieran lentamente.
—El informe tendrá mucho mejor aspecto si la votación es unánime —dijo.
Sivron pensó durante unos momentos.
—Wermyn ya no está con nosotros, por lo que actuaré en representación suya y uniré mi voto al de él —dijo por fin—. En consecuencia, el resultado de la votación celebrada es el de aprobación por unanimidad. Atacaremos a las fuerzas rebeldes. Tenga la bondad de consignarlo en el acta ahora mismo —añadió con una inclinación de cabeza dirigida a Yemm.
—La flota rebelde se está alejando, director —dijo el capitán de las tropas de asalto—. Una corbeta ya ha entrado en las Fauces.
—¡Qué impaciente es usted, capitán! —replicó secamente Sivron—. ¿No se ha dado cuenta de que ya hemos adoptado una resolución? Ahora ha llegado el momento de ponerla en práctica. Escoja su primer objetivo.
Sivron abrió y cerró sus ojillos en un veloz parpadeo, y acabó clavando la mirada en una corbeta corelliana que flotaba en el espacio.
—¿Qué le parece ésa? —preguntó—. Parece estar averiada, o quizá se trate de una trampa. Podemos utilizarla para calibrar nuestros sistemas de puntería..., ya que no debemos olvidar que la última vez consiguió fallar el blanco a pesar de que se trataba de todo un planeta.
—Como desee, director.
El capitán dio las instrucciones pertinentes al equipo de artilleros del puesto de disparo.
—Sugiero que hagamos un disparo a mitad de la potencia máxima, director —dijo Doxin mientras examinaba las lecturas técnicas. Su calva volvió a llenarse de arrugas—. El superláser de la Estrella de la Muerte es capaz de destruir un navío de combate incluso funcionando a potencia reducida. De esa manera podemos disparar muchas veces sin agotar nuestras reservas tan rápidamente, y no tendremos que esperar tanto tiempo entre disparo y disparo.
—Buena sugerencia, líder de división —dijo Sivron con una sonrisa de expectación—. Sí, creo que es preferible disparar más de una vez. De hecho, me gustaría muchísimo hacerlo...
Los artilleros se inclinaron sobre los gigantescos paneles de control del puesto de disparo, y sus dedos se movieron diestramente por encima de las hileras de cuadrados brillantemente iluminados para centrar la mira del superláser en la corbeta que acababa de ser condenada a la destrucción.
—Vamos, dense prisa —resonó la voz de Tol Sivron desde los intercomunicadores—. Queremos hacer un segundo disparo contra esas naves antes de que se vayan.
Los artilleros enfocaron los haces láser secundarios y tiraron de las palancas que liberarían la energía acumulada dentro del núcleo del reactor.
Un enorme haz de poder incinerante se deslizó a lo largo de los tubos de centrado. El chorro destructor atravesó el ojo de centrado y se convirtió en una lanza letal que dio en el centro exacto de su objetivo.
La corbeta corelliana averiada era un blanco tan diminuto que sólo pudo absorber una fracción muy pequeña de la potencia destructiva del superláser. El haz siguió avanzando a través de los restos semi-vaporizados y se dirigió hacia los telones gaseosos de las Fauces.
—¡Impresionante! —exclamó Sivron—. ¿Ven qué es lo que ocurre cuando se siguen los procedimientos adecuados? Bien, y ahora centren la mira en la fragata, o en lo que sea esa nave tan grande... Quiero verla estallar.
—Disponemos de reservas de energía suficientes para hacer varios disparos más —dijo el capitán de las tropas de asalto.
Un puntito luminoso surgió de la nada y empezó a moverse a través del visor de puntería. Parecía tan insignificante como un mosquito, pero se estaba aproximando a una gran velocidad. Su casco brillaba reflejando la luz de las Fauces, y la pequeña nave disparó sus ridículamente poco efectivos cañones láser defensivos contra la Estrella de la Muerte.
—¿Qué es eso? —preguntó Sivron—. Quiero un primer plano.
Golanda aumentó la imagen en su pantalla y frunció el ceño. La mueca hizo que su rostro, ya muy feo en circunstancias normales, pareciese capaz de destruir un planeta con la mirada.
—Creo que es uno de nuestros conceptos, director Sivron —dijo—. Quizá pueda reconocerlo.
Sivron contempló la nave en forma de astilla y sus colas cefálicas empezaron a estremecerse. Se acordaba de ella, naturalmente, y no sólo por el modelo de trabajo que había visto sino también por todos los informes de progreso y simulaciones de ordenador que Qwi Xux, su creadora, le había ido entregando durante los años que duró su proceso de desarrollo.
—El Triturador de Soles... —dijo—. ¡Pero si esa arma es nuestra!
El generador toroidal del campo de resonancia instalado en el extremo de la silueta puntiaguda estaba empezando a iluminarse con el fuego del plasma acumulado.
—Abra un canal de comunicación —dijo Tol Sivron—. Quiero hablar con quien quiera que vaya a bordo... ¿Oiga? ¿Me oye? Está utilizando de manera ilegal un arma que es propiedad de la Instalación de las Fauces, y exijo que la devuelva inmediatamente a las autoridades imperiales correspondientes.
Sivron cruzó los brazos sobre el pecho y aguardó una contestación.
El piloto del Triturador de Soles respondió lanzando un torpedo supernova contra la Estrella de la Muerte.
Kyp se sintió invadido por una oleada de satisfacción cuando presionó el botón de disparo ignorando las pomposas órdenes del administrador twi'lek. Contempló cómo el proyectil de alta energía salía disparado del extremo del Triturador de Soles y se enterraba en la compleja estructura de vigas metálicas que formaban las entrañas del prototipo.
El torpedo de resonancia fue vaporizando los soportes metálicos, profundizando cada vez más hasta que acabó chocando con vigas primarias más gruesas que se convirtieron en vapor espumeante al desintegrarse.
El torpedo descargó su energía en un diluvio letal que provocó una pequeña reacción en cadena dentro de la superestructura sólida, rompiendo núcleos atómicos y provocando un arco cada vez más amplio de disolución. Las vigas se vaporizaron dentro de un agujero en continuo crecimiento que fue royendo poco a poco la masa estructural.
Pero el júbilo de Kyp se desvaneció unos momentos después al ver que la velocidad de la reacción en cadena iba disminuyendo hasta acabar deteniéndose por completo. La estructura esquelética de la Estrella de la Muerte no tenía la masa suficiente para proseguir su propia desintegración.
Había destruido una gran parte de las estructuras de soporte de un sector del prototipo, pero no había devastado una zona lo suficientemente grande como para acabar con la Estrella de la Muerte.
Kyp volvió a conectar el panel de armamento y se preparó para disparar. Si era necesario, podía destruir la Estrella de la Muerte zona por zona..., pero cuando bajó la mirada hacia su panel, vio con consternación que ya sólo le quedaba un torpedo supernova.
Kyp apretó las mandíbulas y se acercó un poco más al prototipo. Tendría que sacar el máximo provecho destructivo a su último disparo.
Han Solo hizo retroceder el Halcón Milenario en un amplio arco e intentó averiguar qué daños habían causado los detonadores instalados en el núcleo de energía.
Se llevó una considerable decepción. Había esperado ver cómo toda la estructura esquelética del prototipo estallaba convirtiéndose en una fantástica flor de fuego, pero los detonadores parecían haber fallado y sólo habían producido un pequeño incendio central que ya se estaba disipando.
La nave flotó inmóvil en el espacio durante unos momentos mientras Mara y Lando se quitaban los trajes de vacío. Lando se secó el sudor de la frente y se limpió las manos mientras contemplaba el traje lleno de pelos que apestaba a wookie.
—¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó Han cuando se hubieron reunido con él en la cabina.
Lando volvió la mirada hacia la Estrella de la Muerte, que se iba empequeñeciendo en la negrura del espacio detrás de ellos.
—Quizá deberíamos ir a ver si Wedge...
Y de repente la Instalación de las Fauces y el Gorgona fueron engullidos por una bola de luz cegadora cuando todo estalló en el mismo instante.
—Demasiado tarde —dijo Mara.
—Oh, ¿y por qué no ha podido explotar así la Estrella de la Muerte? —preguntó Lando con voz abatida.
—Bueno, quizá le hayamos causado algunos daños permanentes —murmuró Han.
Pero unos instantes después los tres dejaron escapar un gemido de desilusión cuando vieron el haz verdoso que surgió de la Estrella de la Muerte y destruyó una de las corbetas de la flota de la Nueva República en retirada.
—Bueno, ya podemos ir olvidando nuestra esperanza de haberle causado daños permanentes... —dijo Mara Jade.
—¡Eh, esa Estrella de la Muerte sí que está causando muchos daños permanentes! —exclamó Lando.
—Espera un momento... —dijo Han mientras volvía la mirada hacia la Estrella de la Muerte y entrecerraba los ojos—. Acércate un poco más.
—¿Que me acerque? —preguntó Lando—. ¿Te has vuelto loco o qué?
—Es Kyp —dijo Han.
Un instante después el Triturador de Soles sobrevoló la superestructura de la Estrella de la Muerte a toda velocidad y lanzó uno de sus torpedos llenos de estática contra ella.
—Si Kyp está intentando destruir la Estrella de la Muerte... Bueno, creo que tenemos que ayudarle —dijo Han.
El Triturador de Soles estaba avanzando hacia los muros gravitacionales del cúmulo de las Fauces, y Tol Sivron dio la orden de que la Estrella de la Muerte siguiera a aquella nave pequeña pero letal.
—Centren la mira en ella —dijo—. La borraremos del espacio tal como hicimos con aquel navío rebelde.
—Pero centrar la mira en un blanco tan pequeño y que se mueve tan deprisa resulta casi imposible, señor —dijo el capitán de las tropas de asalto.
—Pues entonces acérquese lo suficiente para que no pueda fallar —replicó secamente Sivron—. ¡Uno de sus torpedos ha desintegrado el once por ciento de nuestra superestructura! No podemos permitirnos sufrir ese tipo de pérdidas... ¿Cómo vamos a explicarlo cuando volvamos al Imperio?
—Quizá ésa sea una buena razón para mantenernos lo más alejados posible del Triturador de Soles, señor —observó el capitán.
—¡Tonterías! ¿Cómo cree que quedaría eso en el informe? —preguntó Sivron inclinándose hacia delante—. Cumpla las órdenes que ha recibido, capitán.
Las unidades de propulsión ecuatoriales entraron en acción y aceleraron la gigantesca estructura esquelética de la Estrella de la Muerte, lanzándola en persecución de la superarma que huía ante ella.
—Dispare en cuanto haya conseguido fijar la puntería —dijo Sivron.
La Estrella de la Muerte seguía acelerando, y el diminuto Triturador de Soles había empezado a reducir la velocidad como si estuviera burlándose de ellos.
Los torbellinos de gases del perímetro exterior de las Fauces se fueron volviendo más y más calientes a medida que se aproximaban a una de las singularidades insondables. El Triturador de Soles bailoteaba de un lado a otro sin dejar de disparar sus diminutos cañones láser, destruyendo alguna que otra viga secundaria y causando daños de magnitud insignificante. La Estrella de la Muerte tenía que luchar contra la gravedad del agujero negro cercano.
—¿Qué ocurre? —preguntó Tol Sivron a los artilleros por el intercomunicador—. ¿Están esperando a que se encuentre lo bastante cerca para poder leer los números de serie de sus piezas o qué?
La Estrella de la Muerte volvió a hacer fuego. Su haz verdoso se abrió paso a través de las capas exteriores de gases del núcleo, disparado a una distancia minúscula contra el Triturador de Soles..., pero el chorro láser se curvó hacia la izquierda, atraído en esa dirección por la potente fuerza gravitatoria del agujero negro. El rayo verde acabó perdiéndose en una vertiginosa espiral descendiente, como si fuese un cojinete caído en un desagüe.
—¡Ha fallado! ¿Cómo ha podido fallar? —se enfureció Tol Sivron—. Páseme esos controles de vuelo ahora mismo, capitán... Voy a pilotar personalmente la Estrella de la Muerte. Estoy harto de su incompetencia.
Todos los líderes de división se volvieron hacia Tol Sivron y le contemplaron con expresiones asombradas. El capitán de las tropas de asalto hizo girar lentamente su asiento hasta quedar de cara al twi'lek.
—¿Está seguro de que es prudente dadas las circunstancias, director? Usted no tiene la experiencia...
Sivron cruzó los brazos encima del pecho.
—He leído todos los manuales y he estado observando lo que hacía —replicó—, sé todo lo que necesito saber, así que páseme los controles ahora mismo. ¡Es una orden directa de su superior ejecutivo!
Sivron sonrió con nerviosa impaciencia mientras empezaba a dar órdenes de pilotaje a los sistemas de la Estrella de la Muerte.
—Ahora por fin acabaremos con esta molestia tal como debe hacerse —dijo.
«Igual que un fluzam domesticado sujeto con una correa», pensó Kyp mientras volaba hacia el agujero negro. La Estrella de la Muerte seguía todos sus movimientos.
Invirtió el curso y se lanzó hacia el prototipo, aumentando la velocidad mientras conectaba sus controles de armamento. El laberinto de vigas metálicas y remaches estructurales giró debajo de él, y Kyp lanzó su último torpedo de resonancia. La nube de plasma llameante se fue abriendo paso a través de las capas exteriores del prototipo, sembrando círculos de destrucción que se iban ensanchando incesantemente.
El último disparo haría que sucumbieran al pánico. No destruiría por completo la Estrella de la Muerte, pero dejar inutilizado el prototipo nunca sería suficiente. Kyp sólo se conformaría con una victoria completa.
La reacción en cadena iniciada por su último torpedo se fue extinguiendo poco a poco, y Kyp aceleró sobre el horizonte metálico de la Estrella de la Muerte y puso rumbo hacia el agujero negro más cercano del cúmulo de las Fauces.
Utilizó sus sistemas tácticos para calcular la posición exacta del horizonte eventual, localizando el punto del que ninguna nave podría llegar a escapar por muy potentes que fuesen sus motores. Kyp se fue acercando más y más a ese punto..., con la Estrella de la Muerte aullando detrás de él.
—¡Kyp! ¡Kyp Durron! —gritó Han por el sistema de comunicación—. Respóndeme... No te acerques tanto, Kyp. ¡Ten cuidado! Pero no recibió respuesta.
El Triturador de Soles y la Estrella de la Muerte se habían enzarzado en un combate a muerte y no prestaban ninguna atención a las distracciones exteriores. El prototipo de la Estrella de la Muerte se encontraba cada vez más cerca del agujero negro, y el Triturador de Soles danzaba de un lado a otro martilleándolo con sus diminutas descargas láser.
—Creo que sé qué está haciendo —dijo Han, sintiéndose terriblemente preocupado—. El prototipo tiene una masa y un volumen mucho más grandes. Si Kyp consigue atraer a la Estrella de la Muerte hasta el punto de no retorno...
—Sin acabar siendo aspirado él también por el agujero negro —dijo Lando.
—Ése es el gran problema, ¿verdad? —respondió Han.
La Estrella de la Muerte volvió a disparar, y el haz del superláser se curvó de nuevo todavía más pronunciadamente que antes en el tremendo pozo gravitatorio, pero esta vez el artillero había compensado el efecto de curvatura al disparar. Un borde del haz llegó a rozar al Triturador de Soles, y la diminuta nave salió despedida dando tumbos en una trayectoria incontrolable.
Cualquier otra nave hubiese quedado vaporizada al instante, pero el blindaje cuántico protegió a la superarma de la destrucción..., aunque faltó muy poco para que el Triturador de Soles dejara de existir.
Estaba claro que los sistemas de propulsión de Kyp habían quedado averiados. El Triturador de Soles avanzó lentamente en un curso tangencial, haciendo desesperados esfuerzos para alejarse del horizonte eventual; pero se encontraba demasiado cerca de él y la gravedad era demasiado fuerte. La diminuta nave fue cayendo en una apretada órbita, hundiéndose cada vez más en las profundidades del abismo gravitatorio.
El piloto de la Estrella de la Muerte no pudo resistir la tentación de acabar con su presa, y el prototipo se aproximó un poco más. El Triturador de Soles y la gigantesca esfera esquelética orbitaron el agujero negro como los extremos de un bastón, moviéndose con creciente velocidad.
El piloto de la Estrella de la Muerte pareció comprender por fin el peligro que corría, y todos los impulsores ecuatoriales entraron en acción en el mismo instante y trataron de alejar al prototipo. Pero el gigantesco navío ya había atravesado el perímetro del agujero negro.
El Triturador de Soles tampoco logró alcanzar una velocidad lo suficientemente grande para escapar, y siguió a la Estrella de la Muerte en una apretada espiral sin ninguna esperanza de poder alejarse.
Han sentía como si su pecho estuviera siendo desgarrado por las fuerzas de marea estelares.
—¡Kyp! —gritó.
Una última línea de luz salió disparada del Triturador de Soles, y un instante después quedó claro que la diminuta superarma estaba condenada a la destrucción.
El prototipo de la Estrella de la Muerte se hundió en las cascadas de gases súper recalentados que se precipitaban hacia la nada y se iban espesando entre aullidos de fricción. La colosal esfera se deformó bajo las distintas presiones gravitatorias, adquiriendo la forma de un huevo. Las vigas curvas se rompieron, y un instante después quedaron aplastadas y formaron un cono que se fue estirando a lo largo del embudo del agujero negro.
Y el diminuto Triturador de Soles siguió a su némesis por el agujero negro, esfumándose con un último guiño luminoso.
Lando y Mara no dijeron palabra. Han inclinó la cabeza y cerró los ojos.
—Adiós, Kyp.
—Eh, eso es un cilindro de mensajes —dijo Mara, identificando el pequeño puntito luminoso que acababa de salir disparado del Triturador de Soles—. Será mejor que lo recojamos enseguida, porque también está cayendo hacia el agujero negro.
—¿Un cilindro de mensajes? —preguntó Han, irguiéndose en su asiento y tratando de recuperar su tono de entusiasmo habitual—. De acuerdo, vayamos a por él antes de que sea demasiado tarde.
El Halcón aceleró hacia el horizonte eventual. Lando y Mara trabajaron en colaboración, haciendo frenéticos esfuerzos para dirigir la nave por entre las temibles fauces de la gravedad. Detectaron el recipiente metálico, y Lando lo atrapó con el rayo de tracción unos instantes antes de que la pequeña cápsula de mensajes se precipitara al interior del pozo gravitatorio.
—¡Lo tengo! —exclamó.
—Muy bien, pues mételo dentro de la nave y salgamos de aquí —dijo Han con voz átona—. Al menos podré oír las últimas palabras de Kyp...