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La Fuerza se movía a través de todas las cosas, convirtiendo el universo en un tapiz invisible que unía a la criatura viva más pequeña con el cúmulo de estrellas más enorme. La sinergia hacía que el todo fuese mucho mayor que la suma de sus partes.

Y cuando una de esas hebras se rompió, las ondulaciones se fueron extendiendo por toda la estructura. Hubo un sinfín de acciones y reacciones, grandes oleadas de ondas expansivas que afectaron a todos los que podían oírlas...

La destrucción de Carida aulló a través de la Fuerza, acumulando energía e intensidad a medida que se iba reflejando en otras mentes dotadas de la sensibilidad necesaria para percibirla. Se transformó en un tumulto que se fue agitando en una incontrolable sucesión de choques...

Y que acabó provocando un despertar.

Las percepciones sensoriales volvieron a Luke Skywalker como una tormenta surgida de la nada, liberándole de aquel vacío asfixiante que le había atrapado y dejado paralizado. El último grito que había lanzado todavía resonaba en sus oídos, pero descubrió que se sentía extrañamente entumecido y confuso.

Lo último que recordaba era la presencia de los zarcillos serpentinos de Fuerza negra que se habían enroscado a su alrededor. Las serpientes de poder Sith habían surgido de las invocaciones de Exar Kun y de Kyp Durron, el estudiante Jedi de Luke que había escogido el camino equivocado, y habían hundido sus colmillos en él. Luke había sido incapaz de resistir su poderío combinado. Había intentado utilizar su espada de luz, pero ni siquiera la hoja de energía le había servido de nada.

Luke había caído en un pozo sin fondo más profundo que cualquiera de los agujeros negros del cúmulo de las Fauces. No sabía cuánto tiempo había permanecido impotente. Sólo recordaba un vacío, una frialdad... hasta que algo le había permitido recuperar la libertad sacándole de allí.

El repentino clamor de impresiones sensoriales se extendió por todo su ser, y Luke necesitó algún tiempo para examinarlas e ir asimilando poco a poco todo lo que podía ver: los muros de la gran sala de audiencias, las piedras romboidales, las baldosas traslúcidas colocadas formando dibujos casi hipnóticos, la larga avenida, y los bancos vacíos que se extendían sobre el suelo como olas congeladas, allí donde en tiempos pasados toda la Alianza Rebelde había celebrado su victoria sobre la primera Estrella de la Muerte.

Le zumbaba la cabeza, y se sentía débil y mareado. Se preguntó por qué debía sentirse tan curiosamente insustancial hasta que bajó la mirada..., y vio su cuerpo, yaciendo inmóvil debajo de él con los ojos cerrados y el rostro inexpresivo.

El asombro y la incredulidad le nublaron la vista, pero Luke se obligó a concentrarse en sus rasgos. Vio las cicatrices casi imperceptibles de su rostro, el recuerdo de las heridas que le había infligido el wampa, aquella criatura de los hielos que le había atacado en el planeta Hoth. Su cuerpo seguía envuelto en su túnica marrón Jedi, y tenía las manos cruzadas encima del pecho. La espada de luz estaba junto a su cadera, un silencioso cilindro de plastiacero, cristales y componentes electrónicos.

—¿Qué está ocurriendo? —gritó—. ¿Hay alguien ahí?

Oyó resonar las palabras dentro de su cabeza en forma de transmisiones vibratorias, pero no hubo ningún sonido perceptible en la atmósfera.

Luke por fin se miró a sí mismo. Examinó la parte de su ser que estaba consciente y vio una imagen carente de sustancia, como el reflejo fantasmal de su cuerpo, como si hubiera reconstruido un holograma utilizando su idea general del aspecto que tenía. Sus brazos y piernas espectrales parecían estar envueltos por los holgados pliegues de una túnica Jedi, pero los colores eran muy apagados. Todo estaba impregnado por un leve resplandor azulado que temblaba y oscilaba con cada movimiento suyo.

Y Luke comprendió de repente qué había ocurrido, y se sintió invadido por una oleada de asombro y perplejidad. Ya había tenido varios encuentros con los espíritus de Obi-Wan Kenobi y Yoda, así como con el de su padre, Anakin Skywalker.

¿Quería decir eso que estaba muerto? Parecía una idea ridícula, porque Luke no tenía la sensación de haber muerto..., pero tampoco había que olvidar que carecía de cualquier punto de comparación. Se acordó de que los cuerpos de Obi-Wan Kenobi, Yoda y Anakin se habían esfumado en el momento de su muerte. Obi-Wan y Yoda sólo habían dejado túnicas vacías, y de Anakin Skywalker sólo había quedado la armadura de Darth Vader, igualmente vacía.

¿Por qué seguía intacto su cuerpo entonces, y qué hacía yaciendo encima de aquel estrado? ¿Sería quizá porque aún no era del todo un Maestro Jedi completamente entregado a la Fuerza, o sería quizá que no estaba realmente muerto?

Luke oyó un débil zumbido que le indicó que el turboascensor se estaba aproximando a la gran cámara. El sonido parecía fantasmagórico y nada natural, como si estuviera utilizando un sentido distinto al oído para percibirlo.

Las puertas del turboascensor se abrieron. Erredós extendió su rueda delantera y salió de él, y después fue avanzando con una lentitud casi respetuosa a lo largo de la avenida de losas pulimentadas. El androide fue hacia la plataforma.

La imagen iridiscente de Luke se colocó delante de su cuerpo expuesto sobre la plataforma, y contempló con alegría cómo el pequeño androide astromecánico se acercaba a él.

—¡Cuánto me alegra verte, Erredós! —exclamó.

Luke esperaba que el androide lanzara un silbido de excitación, pero Erredós no dio ninguna indicación de que le hubiera oído o de que hubiese detectado la presencia de Luke.

—¿Erredós?

Erredós subió por la rampa hasta el cuerpo de Luke. El androide dejó escapar un pitido quejumbroso que expresaba una profunda pena, suponiendo que los androides fueran capaces de sentir tales emociones. Luke sintió una desgarradora punzada de dolor que atravesó su forma impalpable al ver cómo su amigo mecánico contemplaba el cuerpo. El receptor óptico de Erredós pasó del rojo al azul y volvió a ponerse rojo.

Luke comprendió que el androide estaba tomando lecturas para examinar el estado de su cuerpo. Se preguntó si Erredós detectaría alguna diferencia provocada por la liberación de su espíritu, pero el androide no dio ninguna señal de que hubiera notado algún cambio.

Luke intentó ir hacia Erredós y tocar el reluciente cuerpo en forma de barril. Necesitó unos momentos para averiguar cómo podía mover sus «piernas» fantasmales, y su imagen se deslizó sobre el suelo con una vertiginosa fluidez. Pero cuando intentó tocar a Erredós su mano atravesó al androide.

Luke no sintió ningún contacto con el plastiacero del cuerpo del androide, y tampoco podía percibir el roce del suelo en sus pies etéreos. Después intentó caminar a través del androide con la esperanza de que eso causaría alguna perturbación en los sistemas sensores de Erredós, pero Erredós siguió tomando lecturas sin inmutarse.

El androide emitió otro pitido como en señal de despedida, y después giró sobre sí mismo y fue lentamente hacia el turboascensor.

—¡Espera, Erredós! —gritó Luke.

Pero no tenía muchas esperanzas de que el androide pudiera oírle.

De repente tuvo una idea, y en vez de utilizar sus manos ilusorias lo que hizo fue desplegar un zarcillo de la Fuerza. Acababa de acordarse de cómo el y Gantoris habían utilizado suaves empujones con la Fuerza para hacer oscilar antenas metálicas en las ruinas flotantes de Tibanópolis, en Bespin.

Luke extendió su roce invisible hasta las placas de Erredós con la esperanza de producir un potente sonido metálico, suponiendo que al menos haría que el androide se diera cuenta de que allí ocurría algo raro. Se esforzó y empujó con toda su potencia intangible, y sólo consiguió producir lo que le pareció un golpecito casi imperceptible sobre las placas metálicas del androide.

Erredós se detuvo durante un momento, pero el androide enseguida pareció decidir que aquel sonido inexplicado no tenía ninguna importancia y entró en el turboascensor mientras Luke hacía acopio de energías para lanzar otro empujón con la Fuerza. Una vez dentro del ascensor Erredós volvió nuevamente su sensor óptico hacia el cuerpo de su amo y emitió un largo silbido quejumbroso antes de que se cerraran las puertas. Luke oyó el zumbido de la plataforma al ponerse en marcha para volver a los niveles inferiores del Gran Templo.

Luke permaneció inmóvil en el vacío lleno de ecos de la gran sala de audiencias, solo de nuevo y sintiéndose totalmente impotente. Había despertado, sí, pero carecía de sustancia y al parecer no podía hacer nada. Tendría que encontrar otra manera de salir de aquella apurada situación.

Volvió la mirada hacia los tragaluces del techo para contemplar la negrura de la noche sin luna de la jungla, y se preguntó qué podía hacer para escapar de aquella terrible trampa.