Capítulo 24
Apuntándola con la Taser, Ethan obligó a Claire a que se tendiera en el suelo boca abajo, y después, sujetándola con la rodilla sobre la espalda, le ató las manos fuertemente con tres corbatas de Keith, que debía de haber anudado en forma de cuerda mientras la estaba esperando en la cabaña.
- Olvidé traer cuerdas, así que estas corbatas me han venido muy bien -murmuró, mientras la amarraba con fuerza, pasando la cuerda por sus muñecas. Después hizo que se levantara y le pasó la atadura por la cintura para rodearle todo el cuerpo, hablando nerviosamente-. Si la policía, encuentra e identifica las corbatas, quizá piense que las llevaste al puente para colgarte, pero que te caíste -siguió farfullando, como si estuviera razonando en voz alta.
La empujó hacia las escaleras, deteniéndose sólo a recoger la Taser, que había depositado en el suelo para atarla; se metió el arma en la cintura de los pantalones y la llevó escaleras abajo.
- ¿Sabes? -le preguntó-. Cuando encuentren tu cuerpo, con tu suicidio tendrán suficiente para desmantelar ese puente que has pintado tantas veces.
- Tú le ordenaste a Joel que tomara mis cuadros del cobertizo.
- Y que pusiera el ciervo muerto en tu terraza trasera, cuando él sugirió que podría crearte más desconfianza hacia ese viejo indio, sí -confirmó, y se rió de su propia broma-. Incluso vi al indio paseando por el río el día que pasé aquí registrando la cabaña. Estaba furioso porque no encontré ni los disquetes ni el dinero que le pagué a Keith por ellos.
- Deberías haberlo dejado con vida para que te lo dijera.
- No. Tenía que desaparecer. Yo no podía controlar lo que iba a contar por ahí, incluso quizá a la policía.
En cuanto Ethan abrió la puerta corredera de la terraza, Claire oyó el ruido de los rápidos del río, y más allá, como siempre, el sonido de las cataratas. Sonaban extrañamente reconfortantes, casi atrayentes. Claire comenzó a sentirse mareada.
Pero, ¿acaso se había vuelto loca? ¿Acaso quería escapar de todo aquello a través de la horrible caída a la que Ethan iba a empujarla? ¿Quería seguir los pasos de su madre y de Keith? Sería mucho más fácil que seguir teniendo miedo, que seguir luchando…
No, se negó a rendirse. Ethan era el que estaba loco, no ella. Ella quería vivir, tener tiempo para descubrir si podía tener una existencia junto a Nick. Y quería aquella vida para estar allí, junto al río que había terminado por amar, en el cual, incluso en aquel momento, los salmones seguían su remonte.
- ¿Qué significa eso de que no sabes dónde está? -rugió Nick.
Peggy se estremeció.
- Quiero decir -respondió la telefonista, retorciéndose las manos-, que me telefoneó para decirme lo que acabo de explicarle sobre Joel, y después me dijo que nos veríamos pronto en casa de Mike Woods.
- ¡Pero allí no hay nadie!
- Quizá esté de camino… No, ha pasado demasiado tiempo. Bueno, no creo que haya vuelto a la cabaña. No puedo enviar allí a Mike, porque está en la granja de arándanos. Claire dijo que Joel estaría allí, pero parece que se ha marchado.
Nick se hundió en la butaca que había junto al mostrador de Peggy. Le dolía todo el cuerpo, y se mantenía en pie a base de adrenalina. Ni siquiera sabía si era capaz de pensar con coherencia. Sólo sabía que quería a Claire Malvern y que le daba mucho miedo perderla.
- Ya me he despedido del taxista, así que tendrás que conducir -le dijo a Peggy.
Sabía que con aquella decisión estaba arriesgando toda su carrera; si alguien llamaba al nueve-uno-uno, se encontraría con la comisaría no operativa, porque él se había llamado a la telefonista y no había nadie más de servicio allí que pudiera ayudarlo… pero la nueva telefonista del turno de noche llegaría pronto. Nick estaba completamente seguro de que Claire lo necesitaba, y él no podía conducir.
- ¿Quieres decir que conduciré un coche de policía? -preguntó Peggy, animándose un poco-. Siempre he querido hacerlo.
- No, tu coche. Ahora mismo.
Se puso en pie de nuevo mientras Peggy tomaba su bolso. Nick pensaba que sabía dónde debía buscar a Claire, si Joel había ido tras ella, o había alguien más involucrado.
Claire no tuvo otro remedio que subir por el camino del río delante de Ethan, con la esperanza de que él bajara la guardia. Al menos, no la estaba apuntando con la Taser. Estaba lloviendo, pero el agua la refrescaba y la espabilaba.
Podía intentar atraer la atención de alguien gritando; sin embargo, no vio a ningún pescador porque llevaba todo el día lloviendo. Además, probablemente, las cataratas ahogarían sus gritos. Sin embargo, no iba a permitir que la ahogaran a ella.
- Los pilotos del helicóptero que envió a buscarnos Howard Chin, en realidad tenían órdenes de matarnos, ¿no es así? -le preguntó a Ethan-. Nick Braden vio que nos apuntaban con un rifle, pero cuando apareció el helicóptero forestal, lo cambiaron por un megáfono. Eso pondrá a Nick sobre aviso contra Howard Chin y contra ti.
- No estés tan segura de que lo sabrá. Hay muchas formas de distraerlo, y el dinero de Howard puede hacer maravillas. Pero sí, cuando los pilotos vieron al otro helicóptero, tuvieron que disimular.
- Me pareció que te disgustabas cuando te pregunté si Diana está metida en todo esto. Noah Markwood testificará que estaba involucrada cuando se sepa lo de las bases de diez centímetros y los disquetes que iban escondidos en ellas. Tú podrás decir que no estaba involucrada, pero acabará en la cárcel cuando…
Ethan le tiró de los brazos hacia detrás con tanta fuerza que el dolor estuvo a punto de hacerla perder el conocimiento.
- Ella sólo sabía que habíamos cambiado las bases de tamaño, pero no el motivo. Y como ya te he dicho, fue Keith quien tuvo la idea. Estoy protegiendo a Diana. Ella no puede saber esto de su padre y de mí. La noche en que Keith murió, ella pensaba que yo estaba en casa de su padre. Él me cubrió. Y también me está encubriendo esta noche.
- Los delitos de Howard Chin se publicarán en la prensa internacional. Será tratado como un traidor a su país.
- ¡El país que permitió que se ahogara su único hijo! -gritó Ethan, para que ella pudiera oírlo por encima del estruendo de las cataratas, según salían del bosque, junto al puente mismo-. Su hijo estaba bañándose con el hijo de un senador de los Estados Unidos en la playa, cuando el senador vio que la resaca los arrastraba a los dos. Él rescató primero a su hijo, y cuando supuestamente, se volvió a ayudar al hijo de Howard, el niño se había hundido en el agua. Un hombre como ése representa a un país donde no hay honor ni sacrificio. Así es como lo ve Howard Chin.
Claire no tuvo tiempo para seguir discutiendo con Ethan Nance. Él la empujó hacia el puente. Cuando ella se resistió, él tiró de ella, saltando sobre las traviesas medio podridas.
Claire sintió el mismo terror frío que había sentido la noche en que se había despertado sobre aquellas traviesas. Le temblaban las rodillas, y todo el peso de su cuerpo se apoyaba en sus pies; el tobillo le latía de dolor, pero el miedo le hizo olvidar aquel dolor a cada paso que daba. Al menos, Ethan tendría que desatarla antes de empujarla hacia el río, y quizá entonces pudiera luchar con él…
- ¿Sabes, Claire? De veras siento todo esto. Keith era un traidor…
- Tú sí sabes de eso…
- Pero tú sólo eras una buena esposa que intentabas averiguar lo que le ocurrió. Una buena esposa para un hombre que no te merecía. Eres lista y valiente, y te juro que siento que tengas que terminar así. Para que no tengas que sufrir en el río, te voy a disparar con la Taser, como hice con él, para que todo termine más rápidamente. Él me trajo a este puente porque me mintió, diciéndome que los disquetes y el dinero estaban aquí escondidos; pero lo que no sabía era que yo había venido hasta aquí para matarlo.
- ¿Y si no te estaba mintiendo y el dinero está aquí de verdad? ¿Y si yo sé dónde está? No quería compartirlo contigo, pero ahora estoy dispuesta a negociar -le dijo ella, haciendo un último intento por salvarse.
- Una vez más -gritó Ethan-, no dejas de sorprenderme.
La obligó a darse la vuelta y comenzó a aflojar las corbatas de Keith de sus muñecas y su cintura. Después la obligó a volverse de nuevo, de cara a la barandilla del puente, y Claire supo que iba a empujarla.
Aunque quiso cerrar los ojos para no ver la escena que había abajo, no pudo evitar quedar hipnotizada por la profundidad del río y sus cataratas. Sin embargo, más allá de los árboles, se imaginó la cabaña, iluminada, esperando su regreso.
Sería tan fácil rendirse… Pero ella deseaba desesperadamente vivir, ver aquella escena a la luz del día de nuevo. Y verla con Nick Braden.
Nick estaba enloquecido de pánico. La cabaña estaba cerrada. Con una de las sillas de la terraza, rompió uno de los cristales y entró en la casa.
Los cuatro salmones disecados estaban separados de sus placas de madera, y cada uno tenía espacio para esconder algo parecido a un disquete de ordenador. El ordenador del despacho estaba encendido. Y como si el fantasma de Keith hubiera ido de visita a la casa, había una corbata tirada en el suelo, cuya etiqueta indicaba que se había fabricado en Hong Kong, y que tenía bordadas las iniciales K. M.
- Pero, ¿por qué hay aquí tirada una corbata de un hombre que ha muerto? -le preguntó Peggy a Nick.
- Quizá Claire estuviera dejándonos un rastro para que la sigamos. Ve al teléfono y llama a Mike Woods, y a Aaron también, si puedes localizarlo, para que se encuentren conmigo en el puente.
- ¿En el puente de los suicidios?
- ¡Y diles que es un código ocho!
Con la corbata agarrada, bajó de tres en tres los escalones. Cada paso hacía que su hombro vibrara dolorosamente, tanto que tuvo que apretar los dientes.
Se maldijo por no haber tomado alguna linterna en la cabaña, pero pronto, sus ojos se adaptaron a la oscuridad. Miró hacia el suelo intentando encontrar otra corbata por el camino, pero no vio ninguna. Intentó mantener el brazo en el cabestrillo mientras corría, y se dio cuenta de que no sólo no tenía linterna, sino tampoco arma. No tenía ayuda, ni resistencia, ni fuerza. Sólo la desesperación y el amor que sentía por Claire. Y cada vez más miedo de perderla, tal y como había querido y perdido antes a otra mujer.
Pese al estruendo de las cataratas, Claire oyó que alguien la llamaba. En su corazón y su mente, le pareció que era la voz de Nick.
Miró hacia el camino y vio a alguien que se acercaba corriendo… Sí, era Nick.
- ¡Viene la policía! -le gritó a Ethan.
A él no debió de importarle, o no la creyó. Ella tampoco lo creía; debía de haber soñado que era Nick. Sin embargo, el hombre seguía acercándose por el camino del río, corriendo.
Ethan le apoyó el cañón de la Taser en el cuello, y ella notó el frío del metal. Claire intentó apartarla moviendo la cabeza, y al hacerlo se dio cuenta de que él tenía tanta prisa que le había dejado las corbatas enredadas en las manos.
Claire se giró e intentó darle una patada en la ingle a Ethan. Él soltó un gruñido y dejó caer la Taser al río. Asombrada, Claire se dio cuenta de que él se había puesto un verdugo negro; sólo se le veían los ojos y la boca, como si fuera una forma sin rostro que había emergido de la noche. Él maldijo y la empujó con fuerza. Claire intentó agarrarse a la viga de metal más cercana y abrazarse a ella.
Pero cayó al vacío.
Parecía que el captor de Claire no tenía rostro. No, pensó Nick, el hombre llevaba una máscara negra, pero aun así, él sabía quien era. Lo había entendido todo antes, pese a las piezas perdidas del rompecabezas. Detrás de todo aquello estaba Ethan Nance, un hombre al que él nunca había visto.
En el mismo instante en que él llegaba al puente, Claire cayó.
Nick gritó desgarradoramente.
Pero ella no se precipitó al río. De un tirón, se detuvo, y se quedó suspendida a algunos centímetros del puente, como si estuviera colgando de una cuerda que le conectaba las muñecas.
Nick bloqueó su dolor. Echó a correr por el puente para empujar con todas sus fuerzas al hombre que la había intentado matar, a pesar de que sabía que si Nance tenía un arma, Claire y él estaban muertos.
Cuando Nance se volvió y vio por fin a Nick, éste lo empujó con el brazo sano y lo derribó. Tenía que incapacitarlo rápidamente y subir a Claire al puente. Mataría a aquel hombre si era necesario con tal de salvarla.
Claire no podía creerse que Nick estuviera allí, luchando con Ethan para salvarla. Ella seguía colgada del puente; no sabía cómo había conseguido enroscar las corbatas de seda alrededor de la viga antes de que Ethan la empujara. Era el último regalo de Keith, pese a todo lo que él había hecho.
Aún tenía una corbata anudada a la muñeca derecha; con la mano izquierda se agarraba al otro extremo. Si pudiera balancearse hasta alguno de los soportes inferiores del puente… Pero la seda de las corbatas podía rasgarse. Además, tenía las manos húmedas a causa de la lluvia y del agua que se desprendía de las cataratas, y quizá resbalara si intentaba moverse.
Gritó cuando vio un cuerpo pasar a su lado hacia las profundidades del río. ¿Quién? ¿Quién de los dos había caído?
Claire miró hacia arriba, aterrorizada por si las heridas de Nick habían permitido que aquel loco lo derrotara y lo lanzara a las cataratas. Si Ethan se inclinaba hacia ella para intentar cortar sus ataduras, quizá se dejara caer.
Sin embargo, fue Nick quien se asomó. Fue Nick quien le tendió el brazo.
- No creo que pueda subirte -le gritó-, pero voy a bajar el cabestrillo de mi brazo para que te metas en él. Yo lo sujetaré desde aquí arriba hasta que lleguen a ayudarnos.
Ella se preguntó cómo se las habría arreglado para sacarse el cabestrillo. Era evidente que debía de estar sufriendo muchos dolores, pero sin embargo, lo dejó bajar hasta ella. Ella se lo pasó por debajo de los brazos para que le ayudara a aliviar algo de su peso de las corbatas.
Sí, pensó, mirándolo a los ojos. Mientras él la sujetara, ella nunca tendría miedo de nada nunca más. Además, él necesitaba que ella lo cuidara.
- Sé que sólo nos conocemos desde hace tres semanas -dijo Nick con los dientes apretados-, pero me gustaría que me invitaras a esa cena que me prometiste en la cabaña. La comida del hospital no es precisamente buena.
- Y que lo digas. ¿Estás libre mañana?
- Mañana está bien.
- ¡Perfecto! ¿Qué más?
- Me gustaría decirte lo mucho que has cambiado mi vida, y lo mucho que te quiero.
Al oír aquello, a ella le pareció que casi podía volar.
- Creo que me quedaré por aquí para oír más de eso -consiguió decir.
- Sé que todo es muy rápido…
- ¿Después de todo lo que nos ha ocurrido? -interrumpió ella-. ¡Tres vidas en tres semanas!
- Yo te ayudaré con la cabaña, y tú puedes ayudarme con mi trabajo. Después de todo, me has estado diciendo cómo hacerlo desde el principio.
- ¡Me gustaban mucho más los cumplidos, Nick Braden!
- ¡Eso era un cumplido!
Los dos estaban llorando, pero seguían hablando, gritando. Toda su conversación estaba llena de valor y de amor.
Aun así, pasó una eternidad hasta que los iluminaron con haces de luz y oyeron gritos. Pronto, Aaron y Mike le pasaron una cuerda a Claire por debajo de los brazos, y estuvo sobre el puente en brazos de Nick, en el brazo sano, al menos, sobre el fuerte desafío del rugido de las cataratas.