Capítulo 18
Para asombro de Claire, Nick, completamente calado, comenzó a andar de un lado a otro por la orilla. Se pasaba la mano por el pelo repetidamente. Ella se imaginó que necesitaba asimilar el dolor por la pérdida de su hidroavión, y lo dejó tranquilo durante unos minutos.
- ¿Nick? -dijo finalmente.
- Estoy bien. Vamos a estar bien los dos -respondió él, con la voz ronca, furioso-. Me ocuparé de las cosas. De ti.
Se acercó a ella y se sentó a su lado pesadamente. Estaba exhausto, y sin embargo, irradiaba tensión y energía.
- ¿Cómo tienes el tobillo?
- Creo que no está roto. Sólo será un esguince.
- Voy a buscar algo para vendártelo -dijo Nick. Se lo tocó, y ella hizo un gesto de dolor-. De todos modos, te va a resultar difícil andar sin los zapatos.
- Siento muchísimo lo de tu avión, Nick. No ha sido culpa tuya.
- Estoy intentando averiguar como lo han hecho. Han cortado parcialmente el conducto del aceite para que se escurriera del depósito y nos quedáramos sin nada cuando lleváramos un rato en el aire. Hice el control preliminar en el aeropuerto, y el conducto estaba perfectamente. Pero antes de que tú llegaras, yo entré al servicio del bar, y después me tomé un café y hablé con el camarero durante unos minutos… Quizá pasé unos diez minutos lejos del avión. Pero ése era todo el tiempo que necesitaban.
- ¿Crees que alguien ha saboteado el hidroavión?
- Sé que lo han hecho. No tenía ni idea de lo grave que era la situación, pero alguien estaba jugando con tu vida, y ahora también con la mía.
- ¿Crees que alguien… quiere matarme? -preguntó ella, temblando.
Sin embargo, ya conocía la respuesta. Aparte de la obsesión de DeeDee, era Claire, y no Nick, el denominador común de todo lo que había ocurrido desde la muerte de Keith.
- Entonces, Keith no era el único objetivo -razonó ella en voz alta-, sino sólo el objetivo principal.
- A menos que tú tengas algún secreto, sí, Keith era su principal objetivo. Pero después, el que se deshiciera de él se dio cuenta de que tú no ibas a dejar las cosas así.
- Quizá por eso me está acosando su asesino -dijo Claire, encajando algunas de las piezas del pasado reciente-; piensa que yo tengo algo suyo, o sé algo de Keith que le interesa. ¡Oh, Nick, siento mucho que te hayas visto en medio de todo esto!
- Gracias a Dios que estoy en medio. Es donde tengo que estar. Ahora, lo que tenemos que hacer es averiguar qué era lo que tenía o sabía Keith, tan importante como para que alguien tuviera que matarlo. El asesino debe de ser alguien que lo conocía, porque es muy improbable que Keith saliera sigilosamente de vuestra casa a mitad de la noche para encontrarse con un extraño. Tenemos que averiguar quién es.
- Pero primero tenemos que secarnos y lograr que nos rescaten -señaló ella, cuando los dientes comenzaron a castañetearle de frío.
- Está bien. Lo primero es lo primero -dijo él, y se puso en pie para ayudarla a incorporarse-. Hablando de lo cual, no puedo creerme que te las hayas arreglado para salvar tu bolso.
- Instinto femenino. Deberías darme las gracias -le dijo ella, intentando ser valiente cuando lo único que quería era echarse a llorar-. Mi teléfono móvil ha muerto, pero tengo dos pequeñas rebanadas de pan de arándanos y unas cuantas galletas, todo envuelto en plástico de cocina, que había traído como tentempié. Eso puede servirnos de comida hasta que nos rescaten. Al menos, cuando no lleguemos y Howard Chin llame al aeropuerto para preguntar, aún quedarán horas de luz para que nos busquen.
- No quiero estropear tus planes de picnic -le dijo Nick mientras la tomaba en brazos-, pero nuestra excursión aérea nos apartó unos quince kilómetros del plan de vuelo que yo había entregado en Portfalls. Dejaré un S.O.S con piedras de ostras, pero no hay hidroavión ni fuselaje visible. No habrá rastros de aceite en el agua porque no teníamos aceite. Estábamos fuera del campo del radar, y el transmisor de emergencia no funcionará bajo el agua. Yo te agarré a ti en vez de agarrar la pistola de fogueo. En resumen, pueden pasar días antes de que nos encuentren.
- ¿Días?
- Sí. Quizá estemos aquí un poco más que durante la comida.
Nick se la llevó hasta unas peñas rocosas que había a poca distancia.
- ¿Por qué venimos aquí?
- Estas rocas que están al sol harán que nos sequemos más rápidamente. Me da la impresión de que mi entrenamiento en técnicas de supervivencia nos va a resultar muy útil.
Nick la dejó en el suelo y se alejó.
- Nick, ¿adónde vas?
- Voy a concederte privacidad -respondió él, sin dejar de caminar-. Tienes que desnudarte completamente y extender la ropa sobre las rocas para que se seque antes de que cambie el sol y quedemos a la sombra. Túmbate tú también sobre las rocas, porque han absorbido el calor del sol. Te avisaré cuando vuelva.
- ¿Quieres decir cuando vuelvas del otro lado de las rocas?
- Ah -dijo él-, es agradable ser deseado. Sí, de allí mismo. Pero recuerda que a los animales les gusta calentarse sobre las rocas durante el día, así que ten cuidado con las serpientes.
A ella no le gustaban las serpientes, pero después de todo lo que había tenido que pasar últimamente, aquello era la menor de sus preocupaciones. Era la serpiente humana que estaba escondida entre la hierba la que le producía terror.
Una hora y media después estaban secos, vestidos y juntos de nuevo. Nick estuvo a punto de reírse. Además de peinarse, era evidente que Claire se había pintado los labios. Pero cuando estaba felicitándose a sí mismo por que ella quisiera estar guapa para él incluso allí, Claire dijo:
- Supongo que no querrás carmín de labios. Los tenía muy agrietados y no tengo bálsamo labial.
- Creo que no, gracias. Volvamos al lago, y formaré una señal de auxilio en el suelo. Después, comeremos un poco de tu pan. Esta tarde podemos sentarnos cerca de la señal, y yo buscaré el arroyo que nutre al lago para que podamos beber. Haré un campamento en la orilla para pasar la noche. Pero mañana tendremos que tomar una decisión importante.
Sus miradas se cruzaron. Ambos entrecerraron los ojos bajo el sol mientras se miraban.
- ¿Y cuál es? -preguntó ella en un susurro.
- Si quedarnos en el lago o intentar caminar para encontrarnos a alguien. Toda esta zona está llena de fincas públicas y privadas, y podríamos encontrarnos a muchos senderistas, navegantes, piragüistas… Pero creo que lo mejor que podríamos hacer es dirigirnos a un aserradero que hay por aquí. Hoy es sábado, pero si esta zona es activa, podrían seguir aquí mañana domingo.
- Y si no, quizá haya un teléfono… -Él asintió-. El único problema con ese plan es que tendrías que llevarme. Nick, no me dejarías aquí, ¿verdad?
- Ni hablar -le prometió él, tomándola en brazos para llevarla de vuelta al lago-. Te llevaré a caballo si decidimos irnos, pero estamos juntos en esto.
Ella sonrió de agradecimiento.
En la estrecha playa del lago, con piedras, Nick formó una señal de socorro seguida por sus iniciales. Después, se comieron una de las rebanadas de pan que ella llevaba en el bolso, y Nick recorrió el contorno del lago hasta que encontró el arroyo, puesto que no podían beber directamente del lago debido a la gasolina que había escapado del depósito del hidroavión.
- ¡Agua! -gritó Nick, agitando los brazos.
Aunque Claire tenía tanta sed que estaba dispuesta a beber del lago envenenado, esperó pacientemente a que él volviera.
- Haremos el campamento junto a la corriente -le dijo él-, y dejaré otra señal de socorro idéntica allí, por si acaso los equipos de búsqueda vienen por aquella dirección.
Mientras él la llevaba hacia el lugar que había elegido, las botas de Nick aplastaban conchas en la arena con chasquidos rítmicos. Ella se agarraba de su cuello con el brazo derecho, y la parte lateral de su pecho se frotaba contra su torso. Era casi como si estuviera sentada en su regazo y él la estuviera acunando. Claire se imaginaba sentada con él en el columpio de un porche de algún lugar seguro, ambos contentos con sus vidas…
- Claire -dijo él de repente, interrumpiendo sus pensamientos-, mientras caminaba en busca del arroyo, estaba pensando en que quizá los Nance tengan algo que ver con esto. Tienen dinero suficiente como para contratar a alguien que les haga el trabajo sucio. ¿Tú crees que se podrían tomar como un insulto personal que alguien dejara su empresa?
Ella se quedó sorprendida.
- ¡Haces que Howard Chin parezca un mafioso! Además, los Nance están en Seattle, y se supone que nosotros estamos en Xanadú ahora. La única noche que me he sentido completamente segura en la cabaña estas últimas semanas, aparte de la que tú pasaste en el sofá del salón, ha sido cuando Diana y Ethan han estado de visita. Han sido comprensivos y me han apoyado, igual que cuando Keith dejó ChinPak.
- Cuéntame más cosas sobre la empresa. ¿Cómo ganan el dinero? ¿Y qué hacía Keith para ellos? Importan arte chino, ¿verdad?
- Sí, jarrones, recipientes de porcelana, figuras de marfil de gente y animales, incensarios de la dinastía Ching y muchas otras cosas de valor. A propósito, Diana compró un caballo de la dinastía Tang auténtico en la tienda de Noah. ¿Y sabías que la artesanía de los balleneros, si es en marfil, puede ser ilegal hoy día?
- Veo que tienes tus sospechas sobre Noah, pero sigue hablándome de ChinPak, ya que soy un espectador tan atento -le dijo él. Tenía una expresión tan intensa en el rostro que ella supo que no estaba bromeando-. Una vez me dijiste que Keith había ido a Pekín y a Hong Kong varias veces. ¿Hablaba chino?
- Siempre iba con Ethan, que sí lo habla. Diana también, por supuesto. Yo diría que Keith se defendía con el idioma.
- Entonces, ¿cuál era su trabajo?
- Financiero. No era exactamente un contable, sino que supervisaba las leyes nacionales e internacionales y la regulación de importaciones.
- ¿Pero no era abogado?
- Estaba licenciado en Empresariales, y tenía un especial interés en Oriente. Digamos que era el factorum de su jefe.
Él se quedó callado y le dio un bote en los brazos para colocarla mejor. Continuaron en silencio durante un rato.
- Tú no crees que yo tenga nada que ver con la muerte de Keith, ¿verdad? -le preguntó ella, súbitamente.
- No, no creo que le hicieras daño. No quiero que estés asustada por nada.
Ella asintió, sin poder decir nada. Lo que sí la asustaba era que, cuando volvieran a la civilización, quizá quisiera seguir abrazada a él de aquel modo.
Claire y Nick estaban nerviosos, exhaustos y hambrientos cuando se hizo de noche. Nick hizo unas camas de hojas y cortó unas ramas de abeto para taparse durante la noche.
- Nos quedemos o no aquí mañana, voy a atrapar un pez para comer -le prometió-. Gracias por el salmón y por que sea su época de remonte.
- Creo que a pesar de mi pie, deberíamos intentar caminar en vez de esperar aquí. Si como tú dices, el plan de vuelo ha enviado en otra dirección a los equipos de búsqueda.
- Si te llevo a hombros todo el camino, me deberás una por el sueldo de portador.
- Ya te debo una -le dijo Claire, y cuando él la miró con una ceja arqueada, ella soltó-: Harán falta muchas cenas en la cabaña para que estemos en paz.
- Sí -respondió Nick-. Bueno, a dormir. Mañana nos espera un día muy largo de camino. Espero llegar al aserradero y no tomar un camino equivocado.
Mientras se acostaban en las camas, el sol se ponía dejando un rastro naranja y morado. Era una escena muy romántica y ambos se quedaron observándola en silencio. Después, con un crujido de hojas, se tumbaron e intentaron acomodarse.
- Nick, sé que ya te lo he dicho antes -dijo ella, después de unos instantes de silencio-, pero siento mucho que hayas perdido la avioneta y que yo haya insistido en que te involucraras en todo esto. Y que tengas que llevarme mañana a hombros.
- Llevé a un tipo que pesa el doble que tú por el desierto de Kuwait una vez, bajo fuego enemigo. A él lo tuve que llevar agarrado de mi hombro, sin embargo. Y como ya te he dicho, estamos juntos en esto. De todos modos, debería haberle cambiado el nombre al hidroavión hace mucho tiempo. Ahora que lo he perdido, el siguiente no será el Susan II.
Más silencio embarazoso.
- Hay una cosa que he aprendido, una cosa a la que he tenido que enfrentarme como consecuencia de todo esto -dijo ella, vacilante-. Es que no tenía ni idea de lo que significaba el matrimonio. Keith y yo éramos compañeros, pero no formábamos un equipo, en realidad.
- A Susan y a mí nos ocurrió lo mismo. Yo creía que la quería, pero, ¿cómo era posible, si en realidad no la conocía? Era una persona muy introvertida, y supongo que nunca me quiso lo suficiente como para que tuviéramos un matrimonio de verdad. Ella no confió en mí para que la acompañara durante los tiempos difíciles, y eso me duele mucho.
- Es evidente que Keith también me ocultó muchas cosas. Me pregunto si fue culpa suya o mía. Y en cuanto a los sentimientos profundos, la pasión compartida… No lo teníamos. Yo ni siquiera sabía que lo habíamos perdido, porque nunca lo había sentido, o al menos, sólo lo había experimentado de una manera abstracta, o al verlo en otros matrimonios.
- Supongo que yo estaba más casado con mi trabajo y con una avioneta llamada Susan que con la mujer de carne y hueso que era mi mujer -dijo él con un suspiro-. Bueno, será mejor que intentemos dormir un poco. Saldremos en cuanto amanezca.
- Está bien, jefe -dijo ella.
Sin embargo, comenzó a moverse nerviosamente en la cama de hojas.
- ¿Estás bien?
- Sí, de verdad.
Ninguno de los dos consiguió conciliar el sueño. Ella se dio cuenta por la respiración de Nick. Pese al aislante que él había creado con las ramas de abeto, a medida que la noche avanzaba hacía más y más frío. Un rato más tarde, ella ya estaba dormida, pero soñó que la disparaban con una pistola Taser y caía a un lago…
- ¿Claire? Estabas gritando -le dijo alguien, y le tocó el hombro.
Claire volvió a la realidad. Habían tenido un accidente. Estaba perdida en algún lugar cerca de las Cascades, con Nick.
- ¡Oh… he tenido una pesadilla! Tengo mucho frío.
- Yo también. ¿Quieres que compartamos el calor corporal? Usaremos mi hoyo, porque es más grande.
Ella se dio cuenta de que él no había dicho cama.
- Está bien.
Se tumbaron, ella con la espalda hacia su torso, con el trasero cerca de su regazo, pero sin tocarlo, y el tobillo que se había torcido estirado, lejos de él. Cuando Nick la abrazó y ella posó la mejilla contra su duro bíceps, colocando la cabeza bajo su barbilla, pensó que aquello era infinitamente mejor.
Mejor, pero peor también. Estaba más a salvo de los peligros del bosque, pero no de sus sentimientos, cada vez más intensos, por Nick Braden.