Capítulo 7
Trata de los navíos que componen la Flota de Indias; los cuales son unos de guerra y otros mercantes; y de las leyes de la Casa de Contratación sobre el tonelaje, las armas y las mercancías.
Atendiendo a lo que vuestra excelencia me pidió antes de partir en mi viaje a las Indias Occidentales, puse mucha atención en los navíos que componen la flota. Mientras estuve en el puerto de Sevilla, hice mis averiguaciones y me informé acerca de los barcos.
Antes que nada, se hace necesario diferenciar entre las diversas clases de buques, pues los hay de guerra unos y mercantes otros. Los primeros componen la llamada Armada de Guardia y el más importante de ellos es la Capitana, donde va el oficial que gobierna toda esta flota, y la Almiranta, donde se embarca el almirante. Cada uno de estos barcos de guerra debe llevar a bordo una tripulación de cien marineros y otros tantos mosquetes. Y mandan las leyes que ambas naves tengan un porte de al menos trescientas toneladas, porque van armadas con ocho cañones de bronce, cuatro de hierro y veinticuatro piezas menores.
En todos los navíos de guerra va al frente de la tripulación un capitán de la mar, que se ocupa de mandar sobre las cosas de la navegación y responde del estado del navío, y otro se ocupa de mandar a la soldadesca de guerra, respondiendo ante el almirante de los hombres a su cargo, armamentos e infantería. Los buques de guerra tienen prohibido llevar mercancías; para que no les impida maniobrar con rapidez frente al enemigo el peso excesivo de las bodegas. Pero en casos de necesidad, como cuando se hallan en la singladura cargamentos de navíos perdidos, se les permite llevar carga.
También mandan las leyes que los buques mercantes sean nuevos; es decir, con menos de dos años desde que fueron botados y con más de 300 toneladas de arqueo. Y cada mercante debe llevar dos piezas de artillería de bronce que se devuelve al regreso. Pero estas disposiciones casi nunca se cumplen, porque en el tornaviaje los navíos deben subir por el río Guadalquivir hasta Sevilla, remontando la barra de Sanlúcar de Barrameda, y esto les obliga a los maestres a limitar el tonelaje. Y tampoco es fácil conseguir buques nuevos y es frecuente aprovechar los viejos un par de viajes más, al cabo de los cuales son desguazados en los puertos de las Indias.
Estos buques que hacen la carrera de Indias se construyen unos en el norte de España y otros en los astilleros que se van estableciendo en La Española, Portobelo o Veracruz.
Pero las armas que llevan a bordo son hechas en las reales fábricas de armamento de la Cavada, allá en las montañas de Burgos. Y ha de hacerse constar que es el cañón de a 36 libras el arma básica de cualquier barco de guerra de la armada de Indias. Aunque los hay de diferentes calibres que van desde los de 8 libras los más pequeños, hasta esas 36 libras de los más grandes.
Es lo primero que aprendí nada más subir al barco. Se carga por la boca el cañón y, en caso de tener que disparar, se aplica fuego mediante una mecha. Una bala de cañón de 36 libras (más o menos una arroba de peso, para hacernos comprender) puede abrir un boquete en los macizos costados de los navíos que pueden llegar a tener hasta media vara de grosor. En España se fabrican excelentes piezas en la Real Fábrica de Cañones de La Cavada, y se dice con orgullo que son las mejores del mundo; envidia de la armada inglesa.
Para el manejo de estos cañones, pueden ser servidos desde solo seis hombres en los cañones de a 8 libras, hasta doce o catorce artilleros en las piezas de calibres más altos.
Aunque debe tenerse en cuenta que de todos los hombres que sirven en el barco para cada cañón varios están destinados a otros menesteres en combate. Hay gente de esta que también se emplea en caso de abordaje, contra los incendios que puedan originarse; para halar, bracear y demás maniobras de los marineros; para retirar a los heridos o a los muertos, o auxiliar a la tripulación según las necesidades. Por lo tanto, de esos catorce hombres que manejan un solo cañón de a 36 van disminuyendo por diferentes causas a lo largo de un combate, con lo que esto conlleva para el disparo y manejo de la pieza. De ahí que los navíos vayan con muchísima más tripulación en tiempo de guerra que cuando se navega en tiempo de paz.