La sociedad española del siglo XVII
Al heredar Felipe III, junto al inmenso territorio español, los conflictos que tanto en el interior como en el exterior del país se habían iniciado durante los reinados anteriores empezó pronto a sentir la incapacidad real de poner orden en tan vastos dominios. El monarca buscó compartir el peso de un gobierno tan complejo y convirtió al duque de Lerma en su hombre de confianza, hasta el punto de atribuir a la firma de este el mismo valor que a la suya; aparece así la figura que se conoció en la época con el nombre de privado, que venía a ser ministro universal.
No hay recuentos fiables ni censos completos, pero parece ser que la población española sufrió un descenso notable en el siglo XVII. Para algunos historiadores, disminuyó en un veinticinco por ciento entre 1600 y 1650. Hay textos literarios que dan cuenta de este hecho. En una obra de Tirso de Molina leemos:
Dinos: ¿en qué tierra estamos, qué rey gobierna estos reinos y cómo tan despoblados tienen todos estos pueblos?
La sociedad española del siglo XVII se presenta con un carácter estamental muy claro: la nobleza, el clero, los militares y la clase inferior.
Los hidalgos constituían el eslabón más bajo de la nobleza; algunos pertenecían a familias que habían recibido el título por méritos en la Reconquista y otros habían ascendido a la nobleza en fechas posteriores por servicios u otros méritos. Pero en esta época se había producido ya un paulatino empobrecimiento de los mayorazgos hasta llegar a distinguirse por su orgullo y por su pobreza.
Los hijos de los hidalgos buscaban acomodo en el clero y en las tropas. Sobre todo los segundones, es decir, los que no heredaban, se alistaban en la milicia, ambiciosos de aventura y deseosos de obtener por méritos alguna prebenda. Era este también un cauce fácil para «pasarse a las Indias», es decir, obtener la posibilidad de embarcarse hacia el Nuevo Mundo para hacerse allí una vida privilegiada en las colonias que administraban los nuevos dominios.
Como una consecuencia más de la crisis del siglo, hay que destacar el progresivo relajamiento de las tropas. Llegó a extenderse la figura de los soldados españoles como fanfarrones, picaros e indisciplinados.
La situación de crisis es total Esto produce un desengaño de la vida presente que provoca la valoración de lo trascendente, el deseo de escapar al engañoso mundo. Por eso el barroco se caracteriza por una constante tensión entre vida y espíritu. Hay un hombre que busca la vida con sus placeres, pues la sabe breve; otro que tiende al ascetismo, que mira hacia arriba, al sacrificio por causas grandes y nobles, al optimismo y a la fe. Así es el arte en esta época; un contraste entre dos fuerzas poderosas: una que le invita a ascender y otra que le retiene.