TRECE
El grueso cristal distorsionaba las aguas turbias del exterior. Ninguna luz se filtraba a través del Támesis, por lo que la pared de cristal devolvía el reflejo del Doctor y Repple mirándola. La habitación era un cuadrado uniforme, una parte bloqueada del metro que conectaba el sótano de la casa adquirida de Melissa Heart y la esclusa de aire de la nave espacial que había escondido en el lecho del río.
A punta de pistola, ella y el Mecánico se habían llevado al Doctor y a Repple del Club Imperial. El otro Mecánico estaba esperándoles en la casa. Contó un titubeante relato de cómo Rose, Freddie y Crowther habían escapado. Melissa rechazó eso como irrelevante. Tenía a quienes quería. Ahora, mientras enviaba mensajes para concertar una escolta y daba instrucciones a los Mecánicos para comenzar los procedimientos de encendido, el Doctor y Repple estaban recluidos en el espacio entre el sótano y la nave.
—Un acuario —dijo el Doctor enojado. Había esclusas de aire en ambos extremos y dos paredes de cristal. Por encima de ellos, cristal, por debajo de ellos, el lecho del río visto a través de cristal. Como estar bajo el agua. Dio un golpe en la pared transparente que tenía en frente. Podía sentirla ceder bajo sus manos, el reflejo rieló al moverse el cristal.
—No creo que puedas romperlo para salir —dijo Repple.
—No sin crear un punto débil de alguna manera. Se necesitaría algo afilado para arañarlo o fuerte para aporrearlo. Preferiblemente ambas cosas.
—No hay escapatoria —sentenció Repple. Se quedó mirando su reflejo—. Afrontaré mi juicio y mi ejecución con la dignidad de un noble katuriano.
—Melissa parece pensar que eres de todo menos noble —señaló el Doctor.
—Propaganda. Los revolucionarios tienen que justificar la toma del poder de alguna manera. Hacen eso para culpar al régimen anterior —culparme— de fechorías imaginarias.
—¿Fechorías?. Estaba hablando de genocidio. Comunidades enteras erradicadas para preservar tu imperio. Planetas asolados por cuestionar tu autoridad. Miles de personas desaparecidas simplemente para satisfacer un propósito político.
—Hay dos versiones en todo suceso —replico Repple ferozmente—. Sí, hubo rebeliones que se reprimieron. Sí, planetas que intentaron separarse del imperio. Pero fue por su propio bien, para seguir formando parte de la alianza y eso es lo que la mayoría de sus poblaciones querían.
—¿Así que los aniquilaste? —el Doctor negó con la cabeza, incrédulo.
—Por supuesto que no. Exagera. No hubo represalias, no hubo ejecuciones innecesarias. Todo se hizo con honor y justicia El imperio se desmoronaría si no estuviera basado en la justicia y la lucha por hacer lo que es mejor. Se desmoronará ahora que esos asesinos y mercenarios tienen el control.
—¿Realmente crees eso? —preguntó el Doctor en voz baja.
Repple estaba mirándole directamente en el cristal, su mirada reflejada mantuvo la del Doctor.
—Sí. Viste lo que le hizo a Aske.
—Trataba de matarla.
—Trataba de salvarnos a todos —Repple apartó la mirada—. Debería haber muerto yo en su lugar.
El Doctor chasqueó la lengua y se puso a pasear por la celda de paredes de cristal.
—Descubrir la verdad es muy difícil cuando tanta gente está mintiendo —dijo—. Incluso más duro si no saben que están mintiendo.
—¿Qué significa eso?
—Que realmente crees que Shade Vassily, gobernante de Katuria con todos esos títulos y grandes palabras detrás de su nombre, es un hombre honorable. Noble.
—¿Cómo sino podría vivir conmigo mismo?
—Pero obviamente Melissa piensa de forma diferente. ¿Cómo podéis tener razón los dos?
—Está mintiendo —dijo Repple—. O está equivocada. O ambas cosas.
—Sí, y todo se reduce a quien creer. Ella tiene la pasión, detrás de esa máscara. La ira, el resentimiento y la entrega. Sin embargo tu... —hizo una pausa, dio la vuelta y volvió a pasear—. Te quedaste para intentar ayudarme. Insististe en que Freddie no se pusiera en peligro. Sufriste por tu amigo, que también era tu carcelero y podría haber sido tu verdugo.
—Gracias, Doctor.
—¿Por qué?
—Por creer en mí.
La sonrisa del Doctor se le congeló en la cara.
—No me lo agradezcas todavía. Tus acciones no se corresponden con la descripción de Melissa. Sin embargo no quiere decir que esté equivocada.
Repple se apartó del cristal y señaló al Doctor.
—Entonces, ¿crees que he cambiado?. ¿Qué me he apaciguado en mi exilio?. ¿Crees que soy un asesino de masas reformado?
—Es una posibilidad. Pero como la verdad acerca de Aske y de ti, varias teorías encajan con los mismos hechos. Quizá ninguna de ellas sea la correcta.
—Ella piensa que fui un gobernante injusto —dijo Repple con vehemencia—. Simplemente no es verdad. Fui depuesto por extremistas, terroristas con su propio plan retorcido.—golpeó con el dedo el pecho del Doctor—. No era un déspota.—otro golpe—. No era un tirano —avanzaba, haciendo que el Doctor retrocediese hasta la pared de cristal que tenía detrás.
Al siguiente golpe, el Doctor agarró la mano de Ripple con la suya. Con la otra mano, le devolvió el golpe en el pecho de Repple.
—No eras un gobernante en absoluto —dijo.
—¿Me estás llamando mentiroso? —grito Repple—. ¿Crees que quizá Aske era Vassily?
—No —la voz del Doctor era ahora calmada, casi relajante—. Por supuesto que no. Sabía que eras Shade Vassily. Murió por esa creencia, por su fe en ti. Estaba tan seguro de que eras Shade Vassily como lo estás tú. Después de todo, había sido enviado a protegerte y defenderte, enviado a vigilarte en el exilio. Dándole todos los hechos —el Doctor sacudió tristemente la cabeza—. Excepto uno.
—¿Qué quieres decir?
—¿Sabes? —dijo el Doctor, reanudando su paseo—. A veces solo aprecias algo cuando te lo arrebatan.
—¿Quieres decir mi libertad?
—Quiero decir más como el zumbido de la calefacción central o el aire acondicionado. Sólo notas que estaba allí cuando se para. Mientras es constante, parte de la naturaleza de las cosas, pasa desapercibido. Sólo la manera cómo funcionan las cosas. Tu cerebro ni siquiera se molesta en informarte de ello, a no ser que haya un cambio que podría ser importante.
—¿Es esto importante?
—Como los Mecánicos de Melissa —continuó el Doctor—. Si estas con ellos el tiempo suficiente, ni siquiera notas que están haciendo el chasquido.
—¿A qué te refieres?—preguntó Repple.
—Me refiero a que es como el tictac de un reloj. No lo oyes, pero está ahí. Sólo que tengo el problema opuesto.—inclinó su cabeza hacia un lado—. ¿Lo oyes?
—¿Oír qué? —Repple escucho por unos instantes, después negó con la cabeza—. No hay nada.
—Oh. ¿Ves?, yo sí puedo oírlo cuando me molesto en escuchar. Puedo oír el tictac de un reloj. Lo que es extraño. Porque... —hizo una pausa, alentando a Repple para que acabase la reflexión.
—Porque no hay ningún reloj aquí dentro.
—Exactamente. Y he estado en esta situación anteriormente. Muchas veces recientemente.—dio un paso hacia delante, permaneciendo de pie frente a frente con Repple, mirándole a la cara—. Y siempre que he estado contigo.
Repple no dijo nada. Su cara estaba blanca como una máscara, carente de expresión.
—No eres Shade Vassily —dijo el Doctor—. Sólo crees que lo eres.—le quitó la cara a Repple—. Lo siento.—se apartó a un lado, permitiendo que Repple viese su propio reflejo en la pared de cristal de detrás—. Realmente lo siento.
Repple solo se quedó mirando. Se quedó mirando la masa de ruedas dentadas que daban vueltas chasqueando rítmicamente.
—Tardé un tiempo —admitió el Doctor.
Diminutos engranajes y palancas trabajaban frenéticamente.
—Pero me di cuenta de que nunca te había visto sonreír. O fruncir el ceño. O reír.—dobló la cara postiza y se la metió en el bolsillo—. Un poco como Melissa, en realidad.
Los engranajes giraban y los mecanismos chasqueaban.
—Oh, tu voz lo hace. Hay inflexión y emoción. Muy inteligente.
Donde debería haber estado la frente, un gran cristal de múltiples facetas sobresalía ligeramente del mecanismo, captando la luz reflejada del cristal y de la ondulación del agua del exterior.
—Comes, bebes y duermes. Pero todo bastante mecánico, ¿verdad?.
Como el mecanismo enjoyado de un reloj, la cara mecánica de Repple no se correspondía con la atormentada aspereza de su voz.
—Sigo sin poder oírlo.
—Vives con ello todo el tiempo. Quizá te programaron para no hacerlo.
La cara se volvió despacio hacia el Doctor. Cada parte de ella parecía estar viva. Sólo el cristal no se movía, pero lo parecía cuando se reflejaba la luz.
—¿Qué soy? —preguntó Repple. Agarró firmemente al Doctor por los hombros arrastrándole más cerca—. ¡¿Quién soy?!
Con un zumbido de engranajes y un angustiado grito, Repple soltó al Doctor y cayó de rodillas. Todo su cuerpo estaba sacudiéndose, como si estuviese sollozando. Pero no había lágrimas ni ojos para llorarlas.
—Oh, levántate —dijo el Doctor—. Hay trabajo que hacer.
—No hay nada que hacer. No hay un propósito. No hay una razón —continuaba sacudiéndose.
El Doctor le miró.
—No tenemos tiempo para berrinches.
—¿Qué más puedo hacer?
—O sentir pena de ti mismo.
La cara mecánica levantó la mirada hacia el Doctor.
—Toda mi vida es una mentira. No soy… nadie.
—Puedes no ser Vassily. Pero todavía eres Repple.
—¿Y quién es ese?. ¿Por qué debería continuar?
—Porque si Melissa tiene razón, en algún lugar cercano hay un poderoso y loco maniaco homicida con un complejo de superioridad que no dejará ni la más pequeña materia de la raza humana en su camino para escapar de este planeta. Y ahora que la única cosa que lo mantenía a raya ha sido probablemente dañada sin remedio, probablemente estará haciendo planes muy desagradables para escapar o para gobernar o ambas cosas.
Repple lo consideró, despacio se puso en pie. Su cara chasqueaba entre opciones y posibilidades.
—Debemos decírselo a Melissa Heart. Nos ayudará.
El Doctor suspiró.
—O decidirá que soy el malo después de todo y que tú eras mi carcelero. No, tenemos que salir de aquí.
Repple se volvió y se examino de cerca en el cristal. Una masa de ruedas dentadas y engranajes le devolvían la mirada, el cristal en forma de diamante que regulaba los mecanismos brilló de forma incongruente en medio de la máquina.
—¿Y cómo haremos eso? —parecía cansado y poco entusiasta.
El Doctor le miró.
—Usa la cabeza —dijo.
No espero respuesta. Dio un paso adelante, puso ambas manos detrás de la cabeza de Repple y la embistió violentamente contra el cristal. El cristal se rajó en la superficie de la resistente ventana. El Doctor agarró firmemente la cabeza de Repple, arrastrándola hacia abajo y en diagonal.
—¿Qué? —jadeó Repple tan pronto el Doctor le liberó.
Pero incluso antes de que hubiese acabado de hablar, el Doctor le había vuelto a agarrar y estaba estrellando su cabeza en el cristal de nuevo, arrastrándola hacia abajo y en diagonal por el otro lado atravesando la profunda raya que ya había hecho.
Cuando el Doctor le volvió a liberar, Repple se apartó hacia atrás. En frente, en el cristal, podía ver sonreír al Doctor, su regocijo empañado sólo por una profunda equis marcada que atravesaba su reflejo.
—El punto más débil —dijo el Doctor—, será aquí —avanzó hacia el cristal y dio unos golpecitos en el centro de la equis dónde las dos líneas se cruzaban. Se volvió y le guiñó un ojo a Repple—. Prepárate —dijo—. Ahora es mi turno.
Se volvió hacia el cristal y palpó con cuidado la ventana. Ambos podían ver que el cristal estaba ligeramente abultado por donde había sido debilitado. Se oía un sonido como de hielo quebrándose. El Doctor asintió contento y dio un par de pasos atrás alejándose del cristal. Después corrió hacia la ventana. Saltó con las piernas extendidas y ambos pies se estrellaron en la pared al mismo tiempo, justo en el centro de la equis. Estrellándose en ella y atravesándola.
La fría y turbia agua del Támesis fue arrastrada dentro, golpeando a un lado los restos de la ventana y llevándose al Doctor con ella. Chocó con Repple y ambos cayeron al agua que subía con rapidez.
—¿Ahora qué? —gritó Repple con la voz prácticamente perdida entre el trueno del agua que les aporreaba.
—Puedo contener la respiración durante mucho tiempo —jadeo el Doctor—. Y tú no necesitas respirar.
Una de las esclusas de aire, la puerta que daba al interior de la casa, no construida para soportar las presiones del espacio profundo, se abolló bajo la arremetida del agua. Estaba hundiéndose, doblándose, rompiéndose bajo la presión del agua. De repente cedió, explotando hacia dentro para permitir al agua atravesar el corto pasillo del otro lado hacia los sótanos de la casa.
El pasillo se inclinó hacia arriba, recordó el Doctor mientras Repple y él eran arrollados por la inmensa ola. Si podían sobrevivir al varapalo, si podía contener la respiración el tiempo suficiente, podrían ser arrastrados dentro de la casa. Se golpeó dolorosamente el hombro contra una pared, el agua le estaba subiendo por la cara y las luces se desvanecían. Cuando la negrura se cerró sobre su cabeza, sintió el fuerte peso del agua abalanzándose sobre él y empezó a perder la consciencia. Podría no necesitar respirar mucho, pero aún podía morir ahogado, pensó… cuando la oscuridad se apoderó de él.