15

Xhex estaba sentada en el sillón, junto a la ventana, cuando oyó los ruidos en el techo. Los golpes amortiguados eran lo suficientemente fuertes como para sacarla de aquella gimnasia mental en que se sumía para mantenerse en buena forma.

Miró hacia el cielo raso…

Abajo, el sistema de seguridad se apagó y su aguzado oído alcanzó a oír el bip-bip-bip que hacía la alarma cuando se desactivaba. Después oyó los pasos del restrictor que le traía la comida…

Algo raro estaba pasando. Algo no iba bien.

Xhex se enderezó en la silla, tensó todos sus músculos, desde el cuello hasta los pies, y aguzó sus antenas mentales. Aunque no podía enviar señales symphath y su capacidad para percibir las emociones estaba disminuida, ésta todavía funcionaba en cierta medida… y así fue como supo que en la casa había alguien más, aparte de aquel asesino.

Varios cuerpos. Dos atrás. Tres en la parte frontal. Y las emociones de los individuos que rodeaban la mansión parecían propias de soldados: tensión contenida, una serenidad letal, plena concentración.

Y no se trataba de restrictores.

Xhex se puso de pie de un salto.

Dios. La habían encontrado. Los hermanos la habían encontrado.

Y la emboscada se estaba desarrollando en el momento oportuno. Abajo, Xhex oyó un grito de sorpresa y un ruido de cuerpos que forcejeaban. Luego, las pisadas de unas botas en medio de un combate cuerpo a cuerpo, y la llegada de refuerzos que venían desde otro lugar.

Aunque el único que podía oírla era Lash, Xhex comenzó a gritar con todas sus fuerzas, con la esperanza de que, aunque fuera por una vez, su voz pudiera sobrepasar las paredes invisibles de su jaula.

‡ ‡ ‡

John Matthew no podía creer que el restrictor no se hubiese dado cuenta de que ellos estaban en la casa. A menos que el maldito estuviera enfermo o algo así, debería haberse percatado de que había vampiros por todas partes. Pero no, el maldito siguió adelante con sus asuntos, y hasta dejaba la puerta abierta.

Lo primero que había que hacer en una maniobra de infiltración era dominar el terreno asaltado. En cuanto John atravesó el umbral, redujo al restrictor, agarrándole los brazos por detrás, obligándolo a tumbarse boca abajo en el suelo y sentándose encima. Entretanto, Rhage entró con pies sorprendentemente ligeros, mientras V y los chicos llegaban a la cocina desde el comedor.

Inspeccionaron rápidamente el primer piso de la casa. John sintió un cosquilleo que le bajaba por la espalda… como si lo acariciaran con un cuchillo. Al mirar a su alrededor, no pudo descubrir el origen de la sensación, así que decidió hacer caso omiso de sus instintos.

—Al sótano —susurró Rhage.

Vishous bajó acompañado de Rhage.

Mientras sus amigos le cubrían la espalda, John pudo concentrarse en el restrictor que tenía debajo. El maldito estaba muy callado, muy quieto. Seguía respirando, pero eso era todo.

¿Acaso se había golpeado con algo al caer? ¿Estaría sangrando? Por lo general los asesinos solían forcejear.

Se resistían como demonios.

Después de buscar señales de sangre o cualquier tipo de herida, John le movió la cabeza sin darle la oportunidad de zafarse. Le dio un violento tirón del pelo.

Encontró algo, sí, pero con seguridad aquello no había sido causado por su ataque. En el lado izquierdo del cuello del asesino había dos pinchazos y un moretón circular, producto de una succión.

Qhuinn se acercó y se puso de rodillas.

—¿Quién ha estado trabajando en tu cuello, grandullón?

El restrictor no contestó.

Rhage y V se desmaterializaron desde el sótano y se dirigieron al segundo piso.

Mientras los hermanos se movían sigilosamente por la casa, Qhuinn agarró la barbilla del asesino.

—Estamos buscando a una hembra. Y puedes evitarte muchos y muy graves problemas si nos dices dónde está.

El restrictor frunció el ceño y levantó lentamente los ojos. Parecía señalar hacia arriba.

Aquello era todo lo que John necesitaba.

Agarró la mano de Blay y la puso sobre el asesino. En cuanto el rehén cambió de manos, John se levantó de un salto y atravesó el comedor y el vestíbulo corriendo. La escalera era amplia y estaba alfombrada. Subió de tres en tres. Cuanto más avanzaba, su instinto se ponía más alerta.

Xhex estaba en aquella casa.

Al llegar arriba, Rhage y V aparecieron frente a él y le cortaron el paso.

—La casa está vacía…

John interrumpió a Rhage con enérgicas señas.

—Ella está aquí. Está aquí, en alguna parte. Lo sé.

Rhage lo agarró del brazo.

—Bajemos e interroguemos al restrictor. Así podremos saber más…

—¡No hace falta! ¡Ella está aquí!

Vishous se situó frente a John. Sus ojos de diamante relampaguearon:

—Escúchame, hijo. Te aseguro que tienes que bajar.

John entornó los ojos. No sólo querían que bajara. No querían que estuviera allí arriba.

—¿Qué habéis encontrado?

Ninguno respondió.

—¿Qué habéis encontrado?

Se zafó por sorpresa de los dos hermanos. Oyó que Rhage maldecía, al tiempo que V se situaba frente a una puerta.

La voz de Hollywood resonó con resignación.

—No, V, déjalo entrar. Déjalo entrar… su odio a Lash no puede crecer, nada cambiará.

Los ojos de V relampaguearon como si estuviera a punto de protestar, pero luego sacó un cigarro de su chaqueta y se hizo a un lado.

Rígido como si de repente se hubiera transformado en una estatua, John abrió la puerta y se detuvo en seco. La tristeza que se respiraba en la habitación formaba una especie de umbral que había que obligarse a atravesar. El cuerpo de John penetró la fría pared de desolación sólo porque sabía que tenía que hacerlo.

Ella había estado encerrada allí.

Xhex había estado allí… y le habían hecho daño allí.

John abrió la boca y comenzó a respirar ansiosamente mientras sus ojos recorrían los desconchados y los arañazos de las paredes. Había cientos, junto con manchas negras… y otras manchas de sangre seca.

Una sangre de un color rojo profundo.

John se acercó y pasó la mano por una hendidura profunda. El papel de la pared estaba roto y se podía ver el yeso debajo.

Su respiración se fue agitando más y más a medida que recorría la habitación. La cama era un absoluto desastre, había almohadas tiradas por el suelo y el cobertor estaba enredado…

Había sangre por todas partes.

John se agachó, recogió una almohada y se la llevó a la nariz. Recibió una fuerte bocanada de aquello con lo que soñaba todas las noches: el aroma de Xhex.

Sintió que las rodillas se le aflojaban y cayó como una piedra sobre el colchón. Hundió la cara en la almohada y aspiró ansiosamente el aroma de Xhex. Su fragancia flotaba en el aire como un recuerdo tangible y esquivo al mismo tiempo.

Xhex había estado allí. Recientemente.

Miró de reojo las sábanas llenas de sangre. Y las paredes ensangrentadas.

Había llegado demasiado tarde.

John sintió que la cara se le humedecía y que algo bajaba por su barbilla, pero en realidad no le importó llorar. Se sentía consumido por la idea de haber estado tan cerca de salvarla… y no haber llegado a tiempo.

El sollozo que subió hasta su garganta produjo, asombrosamente, un gemido audible.

‡ ‡ ‡

A lo largo de toda su vida, el corazón de Xhex había demostrado ser prácticamente inexpugnable. Desde hacía mucho tiempo sospechaba que eso era resultado de su naturaleza symphath, una especie de rasgo congénito que la hacía más resistente a ciertas cosas que hacían desmoronarse a la mayoría de las hembras.

Sin embargo, su suposición resultó errada.

Al ver a John Matthew y observar cómo su enorme cuerpo se desplomaba sobre la cama, aquel órgano que latía detrás de su esternón se rompió en pedazos, como si fuera un espejo caído.

Quedó hecho trizas.

Xhex se sintió totalmente hundida al ver cómo John acunaba esa almohada entre sus brazos, como si fuera un recién nacido abrazando su peluche. Y en ese momento de absoluta desesperación, habría hecho cualquier cosa para aliviar el dolor de John. Aunque no tenía idea de por qué él sentía lo que sin duda sentía, las razones eran lo de menos.

El sufrimiento de John era lo primordial.

Sintiéndose débil, Xhex se arrodilló junto a él, mientras grababa en su mente aquella imagen trágica.

A Xhex le pareció que hacía siglos que no lo veía. ¡Dios! Seguía siendo muy apuesto, incluso más de lo que ella recordaba en sus momentos de recogimiento. Con aquel perfil fuerte y de rasgos duros y esos extraordinarios ojos azules, la cara de John era la de un guerrero. Y además tenía un enorme cuerpo que no desentonaba con el rostro, con unos hombros en los que cabrían tres hembras como ella. Toda la ropa que llevaba era de cuero, a excepción de la camiseta que tenía debajo de la chaqueta. Llevaba, en fin, la cabeza rapada, como si hubiese dejado de preocuparse por el peinado y sencillamente se la rasurara con una maquinilla.

Tenía sangre de restrictor en la parte delantera de la chaqueta y en la camisa.

Se veía que había matado a alguno esa noche. Y tal vez ésa era la razón por la cual la había encontrado.

Bueno, la razón por la que casi la había encontrado.

—John —dijo con suavidad una voz masculina.

Xhex miró hacia la puerta, aunque él no lo hizo. Qhuinn estaba de pie, junto a los hermanos Rhage y Vishous.

De inmediato, Xhex notó la expresión de asombro que tenían los hermanos en la cara y se dio cuenta de que seguramente hasta entonces no habían tenido conciencia de la conexión tan seria que existía entre ella y John. Pero ahora ya lo sabían. Y no les quedaba ninguna duda.

Cuando entró en el cuarto y se acercó a la cama, Qhuinn volvió a llamar a John con voz suave:

—John, ya llevamos media hora aquí. Si vamos a interrogar a ese restrictor que tenemos allá abajo para obtener pistas sobre ella, necesitamos moverlo rápido. No queremos hacerlo aquí y sé que tú quieres estar a cargo de todo.

NO, por Dios, no podían marcharse.

—Llévame contigo —susurró Xhex con desesperación—. Por favor… no me dejes aquí.

Abruptamente, John levantó la vista hacia ella, como si hubiese escuchado su súplica.

Pero no. El joven sólo estaba mirando a su amigo a través de ella.

Al ver que asentía, Xhex memorizó los rasgos de la cara de John, pues sabía que era la última vez que lo vería. Cuando Lash se enterara de aquella infiltración, o bien la mataría de inmediato, o la trasladaría a otro lugar, y lo más seguro era que no pudiese sobrevivir hasta que volvieran a encontrarla.

Xhex levantó la mano. Aunque no sirviera de nada, la puso sobre la cara de John y acarició con su pulgar el rastro que habían dejado las lágrimas. Se imaginó que podía casi sentir la tibieza de su piel y la humedad de sus mejillas.

Habría dado cualquier cosa por poder abrazarlo. Y todavía más por poder marcharse con él.

—John… —gimió Xhex—. Ay, Dios… ¿por qué te estás haciendo esto?

John frunció el ceño, pero sin duda se debía a lo que Qhuinn estaba diciendo. Pero él también levantó la mano y la puso justamente encima de donde ella lo estaba acariciando.

Sin embargo, fue sólo para secarse las lágrimas.

Cuando se puso de pie, John agarró la almohada y pasó a través de su invisible amada.

Xhex observó cómo desaparecía la espalda de John y sintió cómo palpitaba la sangre en sus oídos. Aquello era el preludio de la muerte, pensó. Poco a poco, centímetro a centímetro, todo lo que la unía a la vida se estaba yendo, alejándose, marchándose. Con cada paso que John daba hacia la puerta, Xhex sentía que el aire abandonaba sus pulmones, que su corazón dejaba de palpitar. Que su piel se enfriaba.

La oportunidad de que la rescataran se estaba desvaneciendo. La oportunidad de…

Fue en ese momento cuando se dio cuenta de qué era lo que había estado combatiendo toda la vida, y por primera vez no se sintió inclinada a ocultar sus emociones. No tenía necesidad de hacerlo. Él estaba con ella, pero ella estaba totalmente sola y separada de él. Hizo un supremo esfuerzo para comunicarse, para expresar por primera vez en su vida sus sentimientos.

—John —dijo Xhex en voz baja.

Él se detuvo y miró hacia atrás, hacia la cama.

—Te amo.

Aquel atractivo rostro se contrajo de dolor. John se frotó el pecho, como si alguien le estuviese apretando el corazón hasta casi matarlo.

Y luego dio media vuelta.

El cuerpo de Xhex se sobrepuso a su mente. Con un movimiento frenético, la hembra corrió hacia la puerta abierta, con los brazos extendidos y la boca abierta.

Al estrellarse contra los confines de su prisión, Xhex oyó un ruido fuerte, como una sirena… o el silbido de los fuegos artificiales cuando salen hacia el cielo… o tal vez la alarma se había disparado.

Pero no era nada de eso.

Eran sus propios gritos desesperados.