Capítulo IX Un viejo amor
Juan Antonio de la Gándara no se decidía a invitar a Janis a entrar en su cuarto. Ella tomó la decisión.
- He venido a hablar a solas contigo -dijo, cerrando la puerta.
Gándara pensó que Janis aún era una mujer muy hermosa, y lo habría sido más si su rostro hubiese estado libre de la máscara de odio que lo cubría.
- ¿Qué quieres de mí? -preguntó.
Janis le cogió de los brazos.
- John te devuelve en su testamento las tierras que fueron de tus padres. No sé por qué lo hizo. Es algo tan impropio de él, que casi creo en una trampa o en una falsificación.
- ¿Es que no te ha dejado lo suficiente para vivir como una reina? -preguntó Gándara-. Sólo así me explicaría tu presencia aquí.
- Has acertado; pero sólo en parte. Me deja muy poco o mucho, según el curso de los acontecimientos.
Explicó el contenido del testamento, y luego agregó:
- Beaver me quiere matar. Huí de la casa antes de que cometiera el crimen.
- A veces, Janis, pienso que mereces la muerte.
- Sólo por lo que hice contigo. Aquel pecado me atormenta el alma.
- ¿Desde cuándo tienes alma, Janis?
- ¡No me hables así! Veo que te olvidaste de las dulces horas que pasamos juntos hace quince años…
- Conservo muy buena memoria de las horas que pasamos juntos y de las que pasaste con Eider.
- Sólo te he amado a ti; pero fui una loca. Perdóname por haberte molestado. Veo claro que la felicidad nunca ha de ser para mí.
- Si la felicidad, para ti, es un puñado de dinero, la tendrás. Mataré a Beaver; pero no a traición, sino cara a cara, como los hombres matan a los hombres.
- ¿Lo harás por mí?
- No. Lo haré por Bonita. Por la parte de culpa que Beaver tuvo en su muerte. Si de rechazo te hago a ti un favor, agradécelo a tu prima.
- Yo te lo agradeceré a ti, con la esperanza de que un día vuelvas a mi lado…
Gándara la rechazó.
- No sé qué clase de mujer eres. Es decir, sí que lo sé; pero la educación me impide decirlo. Vete.
Janis insistió, segura de su poder sobre Juan Antonio:
- Sé que volverás a mí.
- Y yo sé que te importo tan poco como Beaver, como tu marido y como tu propio padre. Es mi venganza la que yo busco, no tu beneficio.
Janis salió del cuarto de Juan Antonio muy complacida consigo misma. Fuera como fuese y por el motivo que se quiera, ella quedaría dueña y señora de los millones de Eider. Ocultóse en un rincón detrás de su carricoche, y a poco vio bajar a Juan Antonio, en mangas de camisa, ajustándose el cinturón canana con el pesado Smith amp; Wesson del 44.
El último de los Gándara echó a andar hacia el centro de la población. Por frases sueltas y luego por medio de preguntas, supo lo ocurrido al sheriff. Advirtió que el miedo ganaba a muchos habitantes de San Ginés, y comprendió que Beaver estaba a punto de imponer su violenta autoridad en la población, a menos que alguien… le detuviera con un certero disparo.
«Yo lo haré», -se prometió mientras subía a la acera de la taberna y dirigíase hacia los tres que estaban debajo del porche, trazando un imposible plan de campaña.
Entonces dijo:
- Yo les acompaño. -Después agregó-: Seremos cuatro.
- Diez a uno es una buena proporción -dijo César de Echagüe y de Acevedo.
Juan Antonio de la Gándara tuvo una idea que consideró genial y que, en realidad, era todo lo contrario.
- La señora de Ortega quiere verte -dijo-. Está a punto de hacer algo que no sabe si es acertado o no. Te esperan en el rancho Teresa. -Como viera vacilar al muchacho, agregó-: Tienes tiempo de ir y volver.
- Te esperaremos -prometió Guzmán.
Cuando el muchacho fue en busca de su caballo, el español comentó, muy bajito:
- Hizo bien en mentirle, Gándara.
- Es muy joven para exponer su vida así.
- Y como nosotros ya somos muy viejos, nada nos impide exponer nuestras vidas -dijo Silveira-. Y eso -agregó, burlón- que la mía me hace mucha compañía, y la echaré de menos el día en que la pierda.
César de Echagüe pasó al galope frente a ellos, saludándoles con la mano.
- ¡Adiós! -le despidieron los tres amigos.
- El muchacho se enfadará -dijo Guzmán-. Y no sé si nosotros le echaremos de menos. Tiene una puntería instintiva, que supera a cuanto he visto en mi vida. Quizá nos hubiese sido útil.