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LA EQUILIBRISTA
Cristina de Borbón y Grecia(1965)
—Valgo más por lo que callo que por lo que hablo…
Así de rotundo y enigmático se mostró Sabino Fernández Campo conmigo al preguntarle, a finales de 1999, si pensaba publicar algún día sus memorias.
El conde de Latores, secretario general y jefe de la Casa del Rey entre 1977 y 1993, fue hasta el mismo instante de su muerte, el 26 de octubre de 2009, un ejemplo vivo de honradez y lealtad acrisoladas. Falleció, fiel a su palabra, sin propalar sus recuerdos más íntimos.
Lo hizo en privado, eso sí, como aquella tarde en la que pude charlar con él de lo divino y de lo humano en un discreto rincón del Club Financiero Génova, en la última planta del Centro Colón de Madrid.
Salieron a relucir entonces, deshilvanadas, algunas de sus vivencias junto al rey. Supe así que, en cierta ocasión, estando en La Zarzuela, Su Majestad le apuntó en broma con una pequeña pistola adquirida por catálogo fuera de España, creyendo que no estaba cargada. El destino quiso que aquella vez el monarca no llegara a apretar el gatillo más que contra una de las paredes, desconchada por el proyectil.
Entre las anécdotas afloró también alguna divertida, como el día en que Sabino se quedó petrificado al ver con sus propios ojos un guepardo de carne y hueso recorrer a gran velocidad los amplios pasillos del palacio de La Zarzuela. Fue un regalo a los reyes durante un viaje a Etiopía, que provocó ya el estupor de Alfonso Armada, secretario entonces de la Casa del Rey, al recibir un télex que decía: «Vamos con un guepardo, preparad alojamiento para el animal». Hubo que pedir ayuda al zoo madrileño y todo.
Durante la animada conversación, Sabino me confirmó también el intento de secuestro de la infanta Cristina a manos de la banda terrorista ETA, en 1984; la hija del rey cursaba entonces primero de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense, donde se licenciaría cinco años después.
Cristina se convirtió así en la segunda infanta de su dinastía, junto con la infanta Isabel, la Chata, como vimos en su momento, que estuvo en el punto de mira de una banda de asesinos.
Doña Cristina, como sugiere el título de este retrato humano suyo, ha demostrado ser una especialista del trapecio que, a veces sin saberlo, ha caminado peligrosamente por la cuerda floja de la vida.
ALTA TENSIÓN EN ZARZUELA
El ex jefe de la Casa del Rey me corroboró aquella tarde, en líneas generales, la versión que Carmen Iglesias, antigua preceptora del príncipe Felipe y tutora de la infanta Cristina, contó a la periodista Pilar Urbano y que ésta recogió en su primer libro de conversaciones con la reina Sofía.
La «buena estrella» a la que alguna vez ha aludido don Juan Carlos y la eficaz actuación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado han hecho posible que la Familia Real y los españoles no hayan tenido que lamentar hasta hoy ninguna desgracia en este sentido.
ETA, como decimos, pensó en secuestrar a la infanta Cristina en el primer trimestre del curso 1984-1985. Acababan de ser asesinados el médico y dirigente de la izquierda abertzale Santiago Brouard y el senador socialista Enrique Casas; en ese momento la banda terrorista mantenía un pulso a muerte con los GAL.
El entonces jefe de la Casa del Rey, Sabino Fernández Campo, telefoneó a Carmen Iglesias, encargada de los estudios de la infanta:
—Carmen, ¿podrías venirte a Zarzuela, ahora mismo? La reina quiere verte.
—¿Ocurre algo?
—Bueno… Es que, al parecer, los de Seguridad han tenido noticias de algo raro, y están asustados. Quieren retener a la infanta Cristina en palacio, para que no vaya a clase.
Carmen Iglesias acudió de inmediato a La Zarzuela, donde se reunió con el coronel Manuel Blanco Valencia, del arma de Caballería, responsable de los servicios de seguridad, integrados sobre todo por miembros de la Guardia Civil y del Cuerpo Superior de Policía.
La reina quiso estar presente. Era partidaria de que su hija siguiese las clases como si nada sucediera, y en un momento determinado intervino:
—Pero vamos a ver, Blanco, ¿qué es lo que teméis?, ¿el tiro?, ¿una bomba?
Blanco contestó:
—No, señora. Ni el tiro, ni la bomba, porque eso para ETA sería echarse impopularidad encima.
—Entonces, ¿qué?
—Pues, por la información que tenemos, podrían estar planeando un secuestro. El secuestro de una hija de los reyes sería para ETA el mayor impacto jamás logrado…
—¿Cómo van a intentarlo, si la infanta va protegida por nuestra gente? —preguntó la reina.
—Es que, majestad, nuestra gente, los inspectores, se quedan fuera del aula. Dentro, en la clase, la infanta está sola. Y si ocurre algo ahí, nosotros no podemos hacer nada. Y la inspectora que va con ella es como si no existiera, porque una mujer sola, frente a un comando de ETA en acción, no puede actuar. La neutralizan en dos segundos. Eso es como nada.
—Pero, en esa aula, la infanta no está sola: están todos sus compañeros, ¿no?
—Sí…
—¡Pues ellos la defenderán!
AL BORDE DEL ABISMO
La infanta Cristina volvió a bordear peligrosamente el abismo sin darse cuenta.
Permítame el lector que haga un breve inciso antes de comentar la segunda ocasión en que su vida pendió nuevamente de un hilo.
Una tarde, su padre don Juan Carlos llevó a dar una vueltecita en su nuevo capricho de cuatro ruedas al entonces preceptor de su hijo Felipe, don José Antonio Alcina.
Se trataba de un precioso Porsche 959 plateado, con tapicería de cuero negro y maderas barnizadas en el salpicadero; probablemente el mismo o uno parecido al que el financiero catalán Javier de la Rosa había regalado al monarca por su cincuenta cumpleaños, utilizando el nombre de otro buen amigo de don Juan Carlos, el príncipe georgiano Zourab Tchokotua, casado con Marieta de Salas, amiga a su vez de la reina Sofía.
La joyita le salió al empresario por un pico: 24.499.930 pesetas de entonces, equivalentes a más de 300.000 euros de hoy.
En la factura, fechada el 10 de octubre de 1988, se detallaba el número de chasis del vehículo deportivo: WPQZZZ95ZJS9 00243. Y también se adjuntaba una nota especificando que la operación «está pendiente de importación (con el consiguiente pago del derecho arancelario e IVA) por efectuarse directamente por la Casa Real».
De la Rosa entregó primero una señal de 3.397.345 pesetas, mediante siete talones de la cuenta 595-41 de la oficina de La Caixa de la calle de Balmes, número 182, en Barcelona. Las restantes 21.102.585 pesetas se pagaron con un cheque bancario de Banca Catalana, ingresado en la cuenta de Porsche en el Deutsche Bank.
Los periodistas Manel Pérez y Xavier Horcajo revelaron estos detalles tras una admirable investigación recogida en su libro J. R., el Tiburón, en 1996.
Pues bien, una vez pagado el bólido real, don Juan Carlos, radiante de satisfacción, como si asistiese gozoso al alumbramiento de una nueva criatura de carne y hueso, invitó entusiasmado aquella tarde al preceptor de su hijo a probar el nuevo ingenio de la técnica.
—Ya verás qué virguería —le dijo el rey.
—¿Hay que llevar algo? —preguntó, candoroso, José Antonio Alcina.
—No, hombre. Sólo vamos a dar una vuelta por el recinto de palacio y enseguida volvemos. No cojas ni siquiera la gorra.
Alcina obedeció sin rechistar, como el mejor de los cortesanos.
Ocupó, resignado, el asiento del copiloto y se ciñó rápidamente el cinturón de seguridad, encomendándose al Altísimo («¡Que fuera lo que Dios quisiese!», recordaba en su valiosa biografía del príncipe Felipe).
En sólo diez segundos, el vehículo rebasó los 130 kilómetros por hora.
El guardia real que los vio partir ni siquiera tuvo tiempo de hacer el saludo militar. Don Juan Carlos iba sellado al asiento, sujetando con firmeza el pequeño volante forrado de cuero. Minutos después, miró el rostro pálido de Alcina con gesto triunfal:
—¡Qué!… ¿Qué te parece, eh? Es una maravilla. Fíjate qué estabilidad tiene y qué bien coge las curvas. Además, lleva doble carburador, doble sistema de escape y un doble circuito de frenos. ¿Qué te parece? —insistió, pletórico como un recién casado, don Juan Carlos.
El preceptor de su hijo sólo pudo asentir:
—Señor, me parece estupendo. Corre que se las pela. Pero… sólo tiene un asa para agarrarse uno…
«Regresamos a palacio —comentaba, años más tarde, el sufrido copiloto— después de algunos minutos de rectas y más curvas en las que, con una mano me así fuertemente al asa del techo y con la izquierda me agarraba de igual modo al asiento, mientras con los pies intentaba, inconscientemente, “frenar” la embestida del bólido real. En el fondo, creo que el Rey disfrutaba con el pánico de su acompañante pero, durante todo el regreso, no dijo ni una sola palabra más».
En honor a la verdad, diremos que José Antonio Alcina no era precisamente un miedica. Su formación y méritos militares le acreditaban, desde luego, como un hombre valeroso. Ingresó en el Cuerpo de Infantería de Marina en 1956 y, tras cinco años en la Escuela Naval Militar, ascendió a teniente y fue destinado al Grupo Especial de Infantería de Marina de San Fernando. Más tarde sería nada menos que el segundo jefe del Cuarto Militar del Rey.
La infanta Cristina no tuvo, en cambio, tanta suerte como Alcina en los gajes de copiloto: el mismo Porsche deportivo derrapó a causa de una placa de hielo cuando viajaba con su padre al volante hacia el Pirineo leridano, el 27 de diciembre de 1990.
El coche se salió de la carretera y los insignes viajeros abandonaron el vehículo sin sufrir, por fortuna, apenas un rasguño. Padre e hija fueron atendidos en un puesto cercano de la Cruz Roja, mientras aguardaban la llegada de los coches de la escolta, rezagada ante la gran velocidad a la que conducía el rey.
Con razón, Sabino Fernández Campo exclamaría al ver al monarca descender de un avión en camilla, tras sufrir un accidente deportivo: «¡Un Rey sólo puede volver así de las Cruzadas!».
A raíz del accidente con la infanta Cristina, los consejeros de don Juan Carlos le advirtieron que se alejase de toda muestra de ostentación y que pusiera fin a los deportes de riesgo, procurando conducir otro tipo de vehículos.
El Porsche había derrapado al pisar una placa de hielo, pero podía haberlo hecho también sobre asfalto mojado; no en vano, en el sector automovilístico sigue repitiéndose este sabio refrán: «Si tienes en el garaje un 600 y un Porsche y ese día llueve, utiliza sin dudarlo el Seat».
LA MANSIÓN DE LOS DUQUES
Para ostentaciones, sirva de muestra la espléndida mansión de 2500 metros cuadrados, incluido jardín, donde residieron los duques de Palma hasta su traslado a Washington, en 2009.
Enclavada en el exclusivo barrio barcelonés de Pedralbes, el matrimonio Urdangarín pagó por ella más de seis millones de euros al abogado Mario Herrera, a finales de 2004. Y su coste final fue aún mayor a causa de las obras de remodelación y mejora, que algunos medios estimaron en cerca de otros tres millones de euros.
La casa fue construida en 1952 por el arquitecto Vilallonga, quien treinta años después se la vendió a María Ventós, casada entonces con el abogado Mario Herrera; pero tras el divorcio de la pareja, la vivienda pasó a manos del letrado, que residió allí con algunos de sus hijos.
La mansión está situada en la calle Elisenda de Pinós, frente a la prestigiosa clínica de estética Planas y junto al colegio Frederic Mistral. Consta de tres plantas y originalmente poseía tres plazas de garaje, dos cocinas, amplios salones, e incluso una sala de cine. Desde su azotea se divisa el mar Mediterráneo. La mansión tiene 1300 metros cuadrados de jardín, así como piscina, zona deportiva y pista de baile.
Teniendo en cuenta que su primera residencia de casados costó a los duques de Palma alrededor de 540.000 euros en 1997, y que ese mismo piso de trescientos metros cuadrados, situado en la avenida de Pedralbes, se cotizaba años después en el mercado en más de 1,5 millones de euros, resulta evidente que su poder adquisitivo mejoró notablemente.
El sagaz periodista José García Abad calculaba que el ex jugador de balonmano cobraba alrededor de 600.000 euros anuales de ficha mientras estuvo en el Barcelona; sueldo que disminuyó sensiblemente luego al incorporarse a la sociedad Octagón, la división de marketing de la multinacional Interpublic, hasta el punto de no superar los 90.000 euros anuales.
La infanta Cristina, por su parte, percibía unos 1800 euros mensuales por su trabajo en la Fundación La Caixa. Con esos sueldos, ni el mejor prestidigitador del mundo podría haber financiado semejante mansión.
Pero sabemos al fin, gracias al denominado «caso Urdangarín», que la infanta percibió emolumentos más cuantiosos. Un documento fechado el 5 de noviembre de 2004 e incluido en el sumario judicial de la llamada «Operación Babel», revela ahora que doña Cristina percibió sólo ese año 72.000 euros en concepto de asignación de la Casa del Rey, además de otros 90.000 euros por su trabajo en La Caixa; en total, pues, 162.000 euros en 2004.
Por si fuera poco, en el mismo documento se detalla también la cuota trimestral que el matrimonio satisfacía, a partes iguales, para hacer frente al pago de la hipoteca de su casa: 39.000 euros él, y otros 13.000 euros ella.
La pareja había suscrito un préstamo de 3,4 millones de euros, así como un contrato de arras valorado en 400.000 euros y dividido también a partes iguales entre los esposos.
EL «CURRÍCULUM» DE LA INFANTA
Echemos un vistazo ahora, antes de proseguir con más historias curiosas, a la biografía de nuestra protagonista publicada en la página web de la Casa del Rey; ficha oficial que, a modo de currículum vítae, completamos con algún pequeño detalle anotado entre corchetes:
Su Alteza Real la Infanta Doña Cristina Federica [Victoria Eugenia de la Santísima Trinidad y de Todos los Santos] de Borbón y Grecia es la segunda hija de SS. MM. los Reyes de España, Don Juan Carlos y Doña Sofía.
Nació en Madrid el 13 de junio de 1965, y fue bautizada en el Palacio de la Zarzuela por el Arzobispo de Madrid [monseñor Casimiro Morcillo], siendo sus padrinos S. A. R. Don Alfonso de Borbón, Duque de Cádiz, y S. A. R. la Infanta Doña María Cristina de Borbón y Battenberg [ambos fallecidos].
Cursó sus estudios secundarios en el Colegio Santa María del Camino, y desde 1984 estudió Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid, donde obtuvo la licenciatura en 1989.
En 1990 realizó un máster en Relaciones Internacionales en la Universidad de Nueva York, y a partir de 1991 un período de prácticas en la sede de la Unesco en París.
Realiza numerosas actividades institucionales, culturales, académicas y de interés social, tanto en España como en el extranjero, especialmente en el ámbito europeo e iberoamericano.
Como Presidenta de Honor de la Comisión española de la Unesco, sigue vinculada a esta organización internacional y a varios de sus proyectos, especialmente educativos, con particular atención a sus actividades de protección del Patrimonio natural y artístico. En octubre de 2001 fue nombrada por la ONU Embajadora de Buena Voluntad de las Naciones Unidas para la II Asamblea Mundial del Envejecimiento. Asimismo, es miembro del Patronato de la Fundación Dalí.
Presta su apoyo a diversas entidades de carácter asistencial y participa personalmente en los Cursos de Vela Adaptada para personas con minusvalías. Actualmente preside la Fundación Internacional de Vela para Discapacitados IFDS.
Actualmente, es Directora del Área Social de la Fundación La Caixa, en Barcelona.
Contrajo matrimonio con don Iñaki Urdangarín el 4 de octubre de 1997, en la Catedral Basílica de Barcelona. Con tal motivo, S. M. el Rey le concedió el título de Duquesa de Palma de Mallorca.
Tiene cuatro hijos, Juan Valentín de Todos los Santos, que nació el 29 de septiembre de 1999; Pablo Nicolás, nacido el 6 de diciembre de 2000; Miguel de Todos los Santos, el 30 de abril de 2002, e Irene, el 5 de junio de 2005, todos en Barcelona. Desde 2009 residen en Washington.
Aunque practica varios deportes, como el esquí, su principal afición es la vela. Ha tomado parte en numerosas pruebas tanto nacionales como internacionales y fue miembro del equipo olímpico de esta especialidad en los Juegos de Seúl de 1988, donde desfiló como abanderada del equipo español.
Hablando de vela, la infanta Cristina es amiga de Pepe Barroso, accionista de la empresa de perfumes Myrurgia junto con la familia catalana Puig, amiga íntima a su vez del rey Juan Carlos.
No en vano, este destacado grupo de perfumería patrocinaba la Copa del Rey de Vela en Palma de Mallorca mediante su filial Agua Brava. Otra de sus marcas de colonia, Azur de Puig, financiaba los gastos del barco con el que regateaba la infanta.
DE «HOMBRE-ANUNCIO»…
Presentada ella, hagamos ahora lo mismo con él.
Tras su boda con la infanta, Iñaki Urdangarín Liebaert se convirtió en duque consorte de Palma de Mallorca y en responsable del Programa de Cooperación Internacional en la Fundación La Caixa, la misma entidad donde sigue trabajando hoy su esposa.
Por cierto, que cuando la infanta entró a formar parte de la plantilla de La Caixa, a José María de Juana, que dirigía entonces el desaparecido diario Ya, no le dolieron prendas al señalar literalmente en un artículo:
¿Quién puede evitar que un día se sospeche de tráfico de influencias cuando es la propia hija del Rey quien trabaja en una entidad bancaria? La sospecha, y por qué no, los recelos de otras cajas de ahorros, de Cataluña y del resto de España, siempre pueden aflorar.
Reflexiones como ésta, aparecidas en la prensa, movieron tal vez a la infanta a tomar otros derroteros en el organigrama de La Caixa, pasando a ser entonces coordinadora de los programas del Tercer Mundo.
«Chiqui» Urdangarín, como se le conoce familiarmente, apelativo que no deja de ser una pasmosa contradicción dada su elevada estatura y corpulencia, nació en Zumárraga (Guipúzcoa), el 15 de enero de 1968.
Aunque no terminó la carrera de Empresariales, este buen mozo, hijo del ingeniero industrial Juan María Urdangarín Berriochoa, antiguo presidente de la Caja Vital de Ahorros de Álava, hizo un máster MBA en la escuela privada Esade.
Al principio, algunos pensaron con razón que el recién casado con nuestra infanta era una especie de «hombre-anuncio». El propio Jaime Peñafiel lamentó en El Mundo: «La vulgaridad elevada al cubo: la infanta casada con un hombre anuncio».
Tras sorprenderse al verle posar como modelo para la firma japonesa Mizuno de ropa de deporte, muchos volvieron a asombrarse cuando comprobaron que aparecía también en un spot televisivo de Cola-Cao.
Como recordaba, irónico, Balansó, cuando la infanta presentó a su novio, la prensa comentó su enorme estatura; pero poco después, todo el mundo supo por qué había crecido tanto: tomaba Cola-Cao.
El esposo de la duquesa de Palma de Mallorca no tuvo, en efecto, reparos en promocionar este energético producto mientras jugaba en la selección española de balonmano. La empresa Nutrexpa pactó una serie de condiciones con la Casa del Rey, comprometiéndose a no realzar la presencia en el anuncio del nuevo miembro de la Familia Real. Pero, como era obvio, la sola aparición del yerno del rey en televisión acaparó todas las miradas, convirtiéndose éste, sin quererlo, en el gran protagonista del spot. Llegó a hablarse incluso del «efecto Urdangarín».
No era la primera vez que se recurría a miembros de la Familia Real española con fines publicitarios: en Oriente Próximo, su imagen se utilizó en 1980 para vender un producto tan natural como la leche. Increíble, pero cierto.
Una conocida marca americana de productos lácteos, Carnation, empleó como «carnaza» para captar clientes a don Juan Carlos, doña Sofía y las infantas Elena y Cristina. Sobre sus cabezas, la agencia hizo inscribir un largo eslogan en árabe que, traducido al castellano, decía:
Lo mejor que puedes ofrecer a tu hijo: cariño y Carnation, leche esterilizada. La leche con valor nutritivo completo, que ha conseguido las mayores ventas del mundo en leche evaporada.
La filial kuwaití del grupo Carnation era la Compañía Poland y Al-Garbaslala, que bajo la silueta de las personas reales hacía constar su apartado de correos, el 649, y su teléfono 3061.
El anuncio se publicó en revistas, e incluso en vallas publicitarias de Irak y del reino de Jordania regido por Hussein, amigo íntimo de don Juan Carlos.
¿Se empleó entonces de forma abusiva la imagen de la Familia Real española? En Zarzuela reinó, nunca mejor dicho, un sepulcral silencio.
… A POLÉMICO EMPRESARIO
Además de prestar su imagen con fines publicitarios, el yerno del rey Juan Carlos figuró como accionista de una empresa de asesoramiento y relaciones públicas denominada Namasté 97 S. L., constituida en Barcelona en 2002 con un capital de 3006 euros, que es el desembolso mínimo exigido legalmente para una sociedad limitada.
El propio Urdangarín suscribió 1000 acciones, su esposa otras 1000, y los dos hijos mayores del matrimonio, Juan y Pablo Nicolás Urdangarín y Borbón, 500 más cada uno. Curioso nombre el de Namasté, que aludía a un saludo tradicional empleado en Nepal, donde los duques de Palma celebraron su luna de miel. Para completar la simbología, Urdangarín eligió el número 97 en recuerdo del año en que contrajo matrimonio con la infanta Cristina. De ahí la sociedad Namasté 97.
Antes de constituirla, Urdangarín fue contratado como director de Planificación y Desarrollo por la empresa Octagón Esedos S. L., la división de marketing de la multinacional Interpublic, presidida por Javier Bartroli Trull; en 2003, el yerno del rey cesó en su cargo.
Igualmente aparecía como administrador del grupo editorial especializado Motor Press Ibérica S. A., dueño de revistas como Autopista, Coche actual, Automóvil, Autovía, Autoverde 4 × 4, Motor clásico, Motociclismo, La Moto, Ciclismo a fondo, Ecuestre, Navegar, Sport Life o Men’s Health. En noviembre de 2005 fue confirmado en su cargo de administrador por otros cinco años más.
Antes de casarse, constituyó junto con otros deportistas como Manuel Doreste la sociedad Avivó S. A., que explotaba el restaurante Pou de Barcelona, lugar de encuentro de la aristocracia catalana, situado en el pasaje de Lluís Pellicer.
Pero las dos sociedades que más quebraderos de cabeza judiciales siguen dando hoy al yerno del rey y a su esposa la infanta Cristina son Nóos Consultoría Estratégica S. L. y Aizoon S. L.
Como curiosidad, añadamos que la primera sociedad lleva por nombre el sustantivo griego nóos, que significa «intelecto»; mientras que la segunda se sirve del adjetivo «aizoon», procedente del término heleno aeizóon, que significa «siempre vivo».
Urdangarín constituyó la inmobiliaria Aizoon al cincuenta por ciento con la infanta Cristina, en febrero de 2003. Previamente, en octubre de 2001, había creado Nóos Consultoría Estratégica S. L., denominada antes Araujuzon S. L.
A principios de 2006, el diputado socialista en el Parlamento balear, Antonio Diéguez, destapó la caja de los truenos al anunciar, en rueda de prensa, que el Govern, presidido entonces por el ex ministro del PP Jaume Matas, había pagado 1,2 millones de euros a la Fundación Nóos para que celebrara en Palma de Mallorca un Foro sobre Turismo y Deporte entre los días 22 y 25 de noviembre del año anterior.
Curiosamente, la entidad encargada de celebrar el evento, y de facturar por tanto los 1,2 millones de euros, fue el Instituto Nóos de Estudios Estratégicos de Patrocinio y Mecenazgo, vinculado a la empresa matriz, cuyo presidente era entonces el propio Iñaki Urdangarín.
El escándalo estaba servido: nada menos que el yerno del rey había sido involucrado por los socialistas baleares en un turbio asunto, en el que aparecían llamativas cantidades de dinero que debían cobrar los organizadores del evento. El convenio suscrito presupuestaba así en 25.000 euros el dinero destinado a una «directora de comunicación», mientras que otros 40.000 euros debían ser para el «director de publicaciones». Además, para la edición de libros sobre las jornadas se requerían 46.000 euros, y otros 240.000 euros para viajes, alojamientos, comidas y regalos del centenar de invitados. Finalmente, 60.000 euros eran para el catering, y 18.000 euros más para el desarrollo y mantenimiento de una página web que, según el socialista Diéguez, «está tan escondida que de poco han servido esos tres millones de pesetas».
Para acabar de complicar las cosas, Diéguez denunció que ni la repercusión ni la relevancia de aquellas jornadas justificaban semejante gasto, añadiendo que se trataba de «un caso de pésima administración de recursos públicos».
Por si fuera poco, el Instituto Nóos apareció de nuevo involucrado en otro polémico asunto, esta vez en Valencia, donde la concejala socialista del Ayuntamiento, Mercedes Caballero, preguntó días después por el importe de los eventos Valencia Summit celebrados en octubre de 2004 y 2005 para promocionar la Copa América.
El propio concejal de Turismo, Alfonso Grau, había facilitado la cifra de 1,2 millones de euros, repartidos entre el canon de 450.000 euros anuales y los 363.000 euros destinados a desplazamientos y estancia de participantes. Y lo mismo que en el caso balear, el Instituto Nóos contaba con el beneplácito del presidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, pues el propio ejecutivo autonómico corrió con parte de los gastos, así como con el de la alcaldesa de la ciudad, Rita Barberá.
Todas estas denuncias provocaron la dimisión de Iñaki Urdangarín al frente del Instituto Nóos en la Semana Santa de 2006, y fue sustituido por su vicepresidente, Diego Torres.
Urdangarín se instaló tres años después con su familia en Washington, donde viajó convertido ya en flamante directivo de Telefónica.
La investigación judicial se puso finalmente en marcha.
Urdangarín y su socio Torres se sirvieron de una asociación sin ánimo de lucro como Nóos para desviar presuntamente fondos a otras empresas controladas por ellos mismos, radicadas incluso en paraísos fiscales; las cantidades evaporadas se elevarían, al parecer, a 5,8 millones de euros de fondos públicos y otros 4,4 millones de euros de entidades privadas.
De hecho, el fiscal Pedro Horrach consideraba que existían indicios suficientes para imputar al duque consorte de Palma nada menos que cuatro delitos: prevaricación, malversación, falsedad documental y fraude a la Administración.
El 2012 ha sido sin duda el peor año de Urdangarín.
Si a finales de diciembre de 2011 el rey vetó su presencia en cualquier acto oficial de la Casa Real, a principios de mayo Urdangarín sufrió otro revés aún más duro: la dolorosa muerte de su padre, Juan María Urdangarín, de setenta y nueve años. Toda la familia, empezando por su viuda, la belga Claire Liebaert, lloró su irreparable pérdida.
Y por si fuera poco, el sindicato Manos Limpias solicitó al juez instructor del caso, José Castro, que citase a declarar como imputada a su esposa la infanta Cristina, amparado, entre otras razones, en su palmaria vinculación accionarial con la polémica sociedad Aizoon.
Todavía en abril de 2012, el diario El Mundo se hizo eco de que Urdangarín había ocultado «al menos otros 150.000 euros en Suiza» mediante un nuevo testaferro. Al parecer, el magistrado Castro y la Fiscalía Anticorrupción habían descubierto un nuevo depósito bancario controlado por el marido de la infanta para ocultar a la Hacienda española las comisiones percibidas por sus trabajos de intermediación.
Paralelamente, la Agencia Tributaria había detectado que la infanta Cristina y Ana Isabel Wang Wu, esposa de su secretario particular y tesorero de Nóos, Carlos García Revenga, compartían al menos dos depósitos bancarios en el BBVA y en el Banco Santander Central Hispano.
La «infanta equilibrista» caminaba así, una vez más, peligrosamente sobre el alambre…