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Nuevo plan de acción

Han transcurrido ya dos días desde la derrota del tirano de Zapp y de que su ejército al completo haya abandonado las armas y se haya establecido en Boma, después de haber mantenido una emotiva charla con Laima. Hace un día claro en la capital de los sutums, teniendo en cuenta que si en el hemisferio sur se vislumbra la luz del sol, ya se considera que es un día claro.

Una gran placa de detritus del tamaño de un campo de fútbol se desprende en ese mismo instante de la cúpula de Ereshkigal.

El osito de color rosa está sentado en el centro de la nueva mesa de juntas de los sutums, en el exterior de las cuevas de magma, y todos los asistentes a la reunión se han sentado también alrededor de dicha mesa, mientras que los xíbits juegan en el césped circundante persiguiéndose unos a otros, divertidos.

Al equipo que estuvo presente en Hurkel, se ha añadido la reina Laima, siempre con su inseparable Sasar, y Musnin, que ha llegado expresamente a Boma con Aku y Mirnin. También está Nimur, que ha hecho un alto temporal en la guerra que sigue desarrollándose en las inmediaciones de Boma entre tidnums y urgugs. Y no podía faltar el delegado Kingal, por supuesto. Para no perder la costumbre, preside la reunión el muy honorable Gran Consejero de Zink, Nakki.

—¡Que yo no quiero ser el señor de Zapp, caramba! —repite Golik, una vez más—. ¡Que no, que no y que no! ¡Que a mí estas cosas no me van! ¿Qué debo decir para que lo entendáis?

—Golik —reflexiona Nakki—, Mul brilló el día que tú y Usumgal nacisteis, por lo tanto los dos tenéis derecho a ser los líderes de los musdagurs. ¡Incluso pasasteis las pruebas del valle del Oráculo juntos! ¡¡Eres el único que puede llenar este vacío de poder!!

—¡Oh! ¡Y dale con el vacío de poder! ¿Y qué pasa con Musnin? —pregunta Golik señalándola—. Ella es la señora de Zapp, ¿no? ¡Pues que se encargue ella de los suyos!

La placa de detritus del tamaño de un campo de fútbol sigue acercándose a su destino.

—¡Ah, no! ¡Ni por todo el oro de Ki! —se defiende ella—. ¡Yo ya he cumplido con todos estos años de aguantar a aquel pelmazo! Ahora lo que quiero es estar con mi nieta y hacer vida normal. ¡¡Sólo accedí a ser la señora de Zapp para poder espiar a Usumgal!!

—Golik, sabes perfectamente que no se puede ser un líder si no ha brillado Mul el día de tu nacimiento.

—¡Sí se puede! ¡Mira si no a Kingal! ¡Él es el líder de los sutums por elección popular! ¡Ni chispitas de Mul, ni hostias! ¡Le han votado! ¡Democracia! Eso es lo que hace falta aquí. ¡Unas elecciones! ¡Eso siempre sale bien!

—Hombre, Golik… —masculla Ishtar—. En la Tierra tenemos algunos presidentes escogidos por el pueblo que déjalos correr, ¿eh? No creas que es un sistema infalible… A veces sale cada uno que flipamos todos.

—Da lo mismo. Yo no quiero el cargo. Y punto pelota.

Pronto, muy pronto, la gran placa de detritus del tamaño de un campo de fútbol llegará a su destino.

—Y ahora que resulta que los musdagurs y los sutums vuelven a ser amigos, ¿no podría gobernarlos a todos juntos la reina Laima? —propone Ishtar.

—¡Oh, Ishtar, Ishtar…! —dice Laima—. El poder tiende a la corrupción y el poder absoluto, a la corrupción absoluta. No creo que sea bueno reunir tanto poder en una sola persona.

—¡Pues que sean dos! —sugiere Nirgal—. O, mejor todavía… ¡Tres! ¡Gobernad en tripartito! Golik puede encargarse del ejército, Musnin del protocolo y de los asuntos exteriores de Ki y la reina Laima puede aportar… Bueno… Su particular visión de la vida al nuevo pueblo de musdagurs y sutums unidos.

—No es mala idea… —murmura Musnin—. ¡Así yo podría viajar por el resto de Ki y conocería mundo y a gente interesante!

—No es mala idea… —murmura Laima—. Podríamos crear una escuela de meditación.

—¡Qué mierda de idea! —dice Golik—. ¡No!

—Golik, deben tomarse decisiones importantes y por eso tenemos que designar un líder inmediatamente. En estos momentos Ereshkigal es un caos, y hemos de establecer un plan de acción. Deben resolverse un montón de cuestiones: el tema de la sucesión, la recuperación de las glimps, que Usumgal mandó lanzar al Risk, antes de que exploten, reconstruir Zapp… también es prioritaria la implantación de un plan hidrológico internacional para abastecer de agua a todo el hemisferio y…

Y justo en ese instante, una gran placa de detritus del tamaño de un campo de fútbol se estrella contra las calles de Boma y estalla en miles de pedacitos a tan sólo unos centenares de metros de donde se está celebrando esa reunión, tan importante para el futuro del hemisferio sur.

—… y se debe solucionar con urgencia el problema de la cúpula —añade el Gran Consejero, impertérrito como siempre.

—¡GROAAARRRG! —ruge Nimur, quien, con sus reflejos felinos, se ha puesto automáticamente en posición de defensa.

—¿Esto es normal? —pregunta Ishtar a Kingal al observar la colección de residuos sólidos caídos a pocos metros de su silla, y viendo cómo los xíbits, curiosos, se acercan a ellos para olerlos y tocarlos.

—Desde los últimos meses, debo decir que sí… Al principio sólo caían trozos de vez en cuando, una vez al año o así, pero la frecuencia de caída ha ido aumentando y ahora sucede cada dos o tres días… Pero al vivir en el subsuelo tampoco era éste un asunto demasiado prioritario para nosotros…

—¡Yo tengo ciertas ideas de cómo se podría solucionar este problema! —dice Galam levantando un dedo—. ¡Si me dejáis hacer unas pruebas creo que lo arreglaría!

—¿Tú? —se extraña Malag, que se sienta junto al sabio y que hasta entonces no ha dicho ni pío—. Más bien querrás decir que si te dejan hacer unas pruebas, acabaremos con la cúpula por sombrero, ¿no? ¡Cómo eres!

—¡Ja, ja, ja! Galam, ¡te ha salido competencia! —comenta Ishtar mientras observa divertida al joven aprendiz peleándose con el viejo sabio. Sin embargo, ella también es observada de reojo por Nimur, que piensa que aquel joven ziti no es sólo un competidor de Galam.

—Bien, sea como sea —prosigue Nakki—, hace falta tomar decisiones para reordenar Ereshkigal tanto en el aspecto social, como en el económico y el político.

—… y cultural —añade Laima.

—… y cultural —asume Nakki sin dudar—. ¡Pero no podemos perder tiempo; debemos empezar y tenemos que hacerlo ahora! ¡Ya no sólo por las placas de detritus que nos puedan caer encima, sino para evitar que vuelva a aparecer un nuevo Usumgal —dice señalando al osito de color rosa—, o que el pueblo pueda ser atacado por cualquier otro grupo, ya sean los piratas del Ksir, los urgugs de Grum, o cualquier otro de los que todos conocemos!

—¿Y pretendes hacerlo todo esta mañana o destinaremos un rato a comer? —pregunta Golik, que no quiere saber nada de esas cosas, pues tiene sus propios planes.

—No, Golik. Lo que pretendo es proponer la organización del Primer Simposio Internacional de Ki.

—¿Un simposio? —pregunta Ishtar—. ¿Qué quieres decir? ¿Una especie de encuentro de todas las razas?

—Exactamente. Las decisiones que se han de tomar no afectan solamente a los sutums y los musdagurs, sino a todas las razas y seres vivos que habitan el planeta. Y nosotros no tenemos autoridad moral para adoptar aquí, en esta mesa, decisiones que les afecten a todos ellos —afirma Nakki, y se levanta de su asiento.

Su voz seria y bien modulada consigue captar, como siempre, la atención de los presentes.

—A lo largo y ancho de la historia de Ki, las seis razas siempre hemos actuado de forma independiente y egoísta: los zitis, preocupados sólo por la tecnología; los kuzubis, neutrales pasara lo que pasara; los tidnums, viviendo en su mundo de guerra y relax; los anzuds, aislados en las alturas incluso entre ellos mismos, y los musdagurs y los sutums, dominantes y sometidos, viviendo aquí, en un hemisferio que, prácticamente, los demás desconocemos. Esto no puede seguir así. ¡Debemos trabajar juntos para forjar el futuro de Ki! ¡Ahora es el momento! ¡La derrota del último gran dictador de nuestra historia tiene que marcar una nueva etapa! ¡Una nueva era, en la que las nuevas generaciones —se dirige a Ishtar, Nimur y Laima— nos relevarán y conseguirán un planeta seguro, próspero y, sobre todo, un Ki donde todo el mundo pueda vivir en paz!

Y como si hubiera hablado la misma reina Laima, todos los asistentes aplauden y gritan al acabar Nakki su discurso. Algunos, emocionados por sus palabras, y otros, contentos al ver nuevamente al Gran Consejero ziti en acción.

—¡Oléééé! —grita Nirgal silbando, aplaudiendo y poniéndose de pie—. ¡¡Éste es mi Nakki!! ¡Ja, ja, ja! ¡No sabes cuánto he echado de menos tus discursos y planes de acción!

—La idea del simposio es muy interesante, Nakki —afirma Zuk levantándose también de su asiento—. Propondré al rey Kuzu que se celebre en Shapla, ya que es una región neutral. Sería más indicado que se hiciera aquí, en Boma, pero el peligro de los desprendimientos de la cúpula y la falta de agua potable, que todavía sufren los sutums, me dan pie a proponer que se celebre allí. Estoy seguro de que el rey Kuzu no verá en ello ninguna dificultad si sabe que Ishtar está de acuerdo, considerando especialmente los últimos sucesos acontecidos en Shapla —opina el kuzubi mirando a la reina de los zitis.

—¡Ah, sí! ¡Claro está! —afirma Ishtar—. ¡A mí me parece muy bien! ¡Así veré otra vez a mi amigo Kuzu! ¡Todavía es algo rancio, pobrecito, pero ya seguiré entrenándolo!

—¡Por cierto! Ahora que dices eso, Ishtar… ¡Te recuerdo que te faltan todavía tres factores de habilidad! Dos conceptuales y uno sensorial.

—¡Oh, nooo!

—¡Oh, síííí!

—Y esta vez ¿dónde me enviarás para conseguirlos? ¿A Hurkel? ¿Al Risk? —pregunta Ishtar, que teme cualquier disparate de su consejero.

—No. Te entrenarás en Zink con Galam. Te lo creas o no, ese viejo sabio tiene un nivel conceptual que nos deja a todos los demás en mantillas.

—¡Olééeééééééé! ¡Viva! ¡Viva! ¡Entrenaré en el castillo de Sata! ¡Con Galam y Malag! —chilla Ishtar dando saltos de alegría y abrazando a Nirgal.

—Muy bien, ¿podemos irnos ya? Me han entrado unas ganas terribles de romper cabezas —masculla Nimur mirando a Malag—, y creo que será mejor que lo haga en el campo de batalla.

—No tan rápido, Nimur —advierte Nakki—. Antes de cerrar la sesión, tenemos que hablar de un último tema que ha quedado pendiente… y es que aquí hay dos señoritas que nos deben ciertas explicaciones sobre sus respectivas desapariciones… Ejem… Reina Ishtar… Nirgal… ¿nos podríais ilustrar sobre qué demonios os ha pasado a las dos?

—¡Eso, eso! —grita Ullah—. Ishtar tiene pase porque sólo faltó unos días, pero lo de Nirgal no tiene perdón. ¡Que yo me he jorobado un montón buscándola por todo el Ksir!

—Y no sólo tú, Ullah —añade Zuk—. Montones de kuzubis hemos estado ocupados en esta búsqueda… Y yo todavía debo elaborar un informe para el rey Kuzu justificando nuestros trabajos y su aparición.

—¡Ah! ¿Sólo eso? —dice Nirgal, feliz—. ¡Nada más fácil, queridos! Es muy sencillo, veréis… Resulta que…

Todos los asistentes prestan la máxima atención a la explicación que han estado esperando tanto tiempo, pero en ese momento, uniéndose el espacio y el tiempo que conviven en dimensiones paralelas, se abre un portal a unos diez metros de altura del lugar en que están reunidos todos. Aunque esta vez no es ninguna persona ni animal lo que aparece, sino que un tráiler inmenso —de dieciséis metros de longitud, con el potente claxon de doble trompeta a todo sonar— cae justo encima de la nueva mesa de juntas de los sutums.

Tanto la cabina como la caja son de un negro intenso, pero aunque brille como si se acabara de limpiar y pulir con cera y resplandezcan todos los detalles cromados, también está lleno de barro, arañazos e impactos de bala; un faro está reventado, falta un retrovisor y un gran logotipo plateado, formado por una elipse oblicua y una extraña estrella de cuatro puntas, ocupa gran parte de la larga caja posterior. Y como no podía ser de otra forma, todos los xíbits, curiosos como son, se acercan a él dando saltitos.

Se abre la cabina y aparece Zidari, impoluto como siempre, vistiendo con elegancia extrema su uniforme de chofer.

—¡¡Ja, ja, ja!! ¡Les hemos bien jodido a esa pandilla de novatos! —ríe el veterano chofer, satisfecho—. ¡Creían que me atraparían! ¡A mí! ¡A Zidari Sartak! ¡El mejor conductor de los dos mundos! ¡Ja! ¡Pero si cuando yo luchaba en la Guerra del Tercer Día, esos criajos del ejército todavía llevaban pañales!

Y después de tales comentarios, pulsa un botón del salpicadero y se abre la puerta posterior de la caja, de donde sale el ingeniero termonuclear de la Corporación Kadingir, que a duras penas consigue mantener el equilibrio.

—¿Zidari? ¿Douglas? —insinúa Nirgal.

—¡¡Nirgal Sata!! —exclama Zidari, gratamente sorprendido al ver a la ziti—. ¡Caguendiós! Pero ¿dónde diablos te habías metido? ¡Si te dábamos por muerta! ¡Ja, ja, ja! Pero ¡ven a mis brazos, guapísima! ¡Estás espléndida! —se alborota abrazando a su vieja amiga—. ¡No sabes tú la que se ha liado en la Coka! ¡Madre mía! ¡Vaya follón! ¡Están como cabras estos zitis!

—Zidari, recuérdame que la próxima vez que nos persigan vaya a tu lado, de copiloto, con el cinturón de seguridad bien colocado y los airbags a punto. Creo que me he dislocado tres o cuatro vértebras —dice Douglas, exagerando, con una mano en la cadera y la otra en las costillas—. ¡Uy! Cuántos xíbits tenéis por aquí, ¿no?

—Pero… ¿Qué ha pasado exactamente, chicos? ¿Algún follón con el presidente? ¿O quizás con Itur? —pregunta Nirgal, interesada.

—Bueno, sí… Un pequeño golpe de estado —responde Douglas tratando de colocarse las vértebras de la columna en su sitio.

—¿Un golpe de estado? —pregunta Nakki, que se cuela en la conversación, todavía más interesado—. ¿Qué quieres decir?

—¡El mal nacido ése! ¡Saggin! —contesta Zidari—. ¡Pretendía convocar elecciones anticipadas y extraordinarias siendo él el único candidato!

—¿Saggin? Vaya, Nakki… Tu amigo, ¿eh? —ironiza Nirgal mirando al Gran Consejero.

—¿El general Saggin? —se sorprende Nakki—. ¿El delegado del ejército ziti en la Tierra?

—El mismo que viste y calza… ¡Pero cuando ha visto que nadie apoyaba su propuesta, ha convocado al ejército y se ha liado una buena! —explica Douglas—. Las tropas se han movilizado de forma instantánea ¡y se han presentado en plena asamblea! ¡Ya estaban preparadas! ¡No podía ser de otra forma! ¡Yo, por suerte, he podido salir por piernas y he avisado a Zidari!

—¡Ajá! —asiente Zidari, orgulloso—. ¡Y yo les he pateado el culo!

—A ver si lo he entendido bien… —interviene Ishtar, que se une también a la conversación—. Aquí tenemos un planeta en peligro inminente de explosión y, además, se está cayendo a trozos… y allí otro en el que a un general se le ha ido la olla y ha dado un golpe de estado, ¿no?

—Exactamente —responde Nakki.

—Y yo que pensaba que, hoy en día, la realeza no pegaba palo al agua.

… continuará en El caso Shapla