Conocí a Jessy en un chat. En sitios como este es mucho más complejo y trabajoso identificar a qué te estás enfrentando. La conocí una tarde entre semana que estaba pasando una resaca lo mejor que podía. Me desperté, me tomé un par de pastillas de litio y me puse con el ordenador a curiosear por mis páginas porno favoritas. A veces esas fotos no son suficiente para mí y necesito hablar con alguien real de guarradas para masturbarme; a ser posible sin tener que pagar. Me metí en un chat. El chat que encontré era nuevo. Los tíos que estábamos allí éramos todos unos salidos y las tías eran bots que en cuanto les decías lo guapas que eran para romper el hielo, te soltaban una gilipollez sobre lo cachonda que estaban y en que página podías encontrarlas para hacerte un show en vivo a cambio de mandar dos sms a un precio irrisorio que luego se convertiría en siete mensajes a un precio de escándalo y todo por por ver un video pregrabado de una tía buena masturbándose... o eso es lo que me han contado. Al final se reducía todo a un montón de salidos hablando con máquinas. Daba la sensación de estar en una orgía futurista. Cogí la lista de usuarios de ese chat y fui bajando nombre por nombre. En cada nick que me parecía de mujer hacía click para abrirle un privado con el mismo mensaje: “hola preciosa, q tal estás?” Siempre el mismo, colocado con un simple “copia y pega” en una cadena sin fin. Normalmente, como ya había predicho, cada tía que me contestaba era para soltarme la gilipollez de su puto show. Que yo veo bien que se ganen la vida con nosotros. Sin salidos no tendrían trabajo, pero no a mi costa, gracias. Iba por la mitad de usuarios cuando me contestó el primer ser humano: Jessy.
Jessy hablaba mi idioma; eso ya era un logro. Empezamos con las típicas preguntas de cortesía: edad, nombre, lugar de nacimiento y qué le gustaba hacer en su tiempo libre cuando no hacía la subnormal como yo conectado a un chat.
Tengo que hacer un inciso para aclarar que cuando pregunto a alguien por sus aficiones me repatea las pelotas que me suelte “dormir”. ¿Qué cojones pasa? ¿Acaso cuando no estás currando o comiendo el resto del tiempo lo pasas hibernando como un puto oso? Vete a tomar por culo, tía.
Después de las preguntas de rigor empezamos a hablar de todo tipo de paridas. Sobre todo de su vida; la mía no es tan interesante... en realidad la suya tampoco me importaba mucho. Yo quería saber como era, así que me hice el simpático durante un buen rato hasta que conseguí su whatsapp. Una vez tienes el whatsapp de alguien ya tienes media presa en el saco. En realidad es más sencillo de lo que aparenta, pero ya he contado demasiados trucos. Poned algo de vuestra parte. ¿De qué estaba hablando? Ah, sí. Nos fuimos al whatsapp y a los cinco minutos ya había visto una foto suya. La tía estaba bastante buena como para intentar tirármela. Así que inicié la fase: “AparentoQueMeGustasPeroEnRealidadQuieroFollarteACuatroPatasNadaMas”.
Que en resumen es la fase que buscamos todos. Dos horas de conversación estúpida después ya habíamos dejado claro que nos gustábamos y la tía de vez en cuando me lanzaba alguna broma de tipo sexual o me lanzaba algún comentario provocándome. Y sí. Si me empieza a hablar del tipo de lencería sexy que guarda en sus cajones o los últimos juguetes porno que se ha comprado, está provocándome. Así que llegados a este punto yo ya estaba “palote”. Es evidente que empecé a decirle guarradas. No le iba a hablar del puto Euribor; entre otras cosas porque no sé lo que es y porque creo que eso no se folla; como mucho te folla a ti.
Pues la chica se mosqueó. Después de decirme que se perdería conmigo en la cama, que tenía un conjunto muy sexy reservado para mí y que se quedaría en tanga lanzándome el resto, va y me suelta que ella no es ninguna guarra y que si quiero sexo con alguna que me meta a un chat que las hay a patadas. Pero... pero... ¡será zorra! Eso fue lo que la llamé antes de bloquearla. Benditas redes sociales y su botón de eliminar. Puedes quitar de en medio a indeseables como yo en cualquier momento.