Capítulo 6

 

F

ue lo que hice, lo que traté de hacer, sí, será mejor que diga que lo intenté. Cogí de nuevo por el codo a la Larga y trotamos detrás de Del Busto, que se encontraba ya cruzando la calzada. Acababa de soltar el brazo de la Larga, dispuesto a situarme delante de Del Busto para detenerle e interpelarle cuando advertí que éste se dirigía, ahora con decisión, hacia una pequeña sucursal de una caja de ahorros, Caja Castilla La Mancha. Nos encontrábamos ya en la avenida Barber.

Pensé que sería mejor esperar a que saliera de la Caja, adivinando que Del Busto iría a efectuar alguna gestión urgente y mi interpelación podría molestarle.

—No pareces muy valiente —crujió en mi oído la voz de la Larga.

—No es el momento oportuno para abordarle, cada cosa tiene su tempo.

—¿La traducción de esa palabra es "miedo"?

Quise captar un amistoso tono irónico en su voz, pero no encontré nada de eso.

—Éste es un asunto para profesionales, así que déjalo en mis manos. Soy un profesional. Observa.—Un perro salchicha, marrón claro, con una correa verde y un cascabel amarillo, cruzaba a nuestro lado; me dirigí a él, enérgico, con las manos en las caderas —: ¿A cuántos has mordido hoy, eh?

Helga dejó escapar un profundo suspiro.

Nos dedicamos a esperar. Yo mirando a la Larga de vez en cuando, de reojo, calculando su estatura en palmos, ¿ocho... nueve palmos? Con aquellas piernas-zancos, si echaba a correr, para atraparla me vería forzado a robar una moto.