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Subimos rápidamente las escaleras hasta la primera planta. Alex abrió a toda velocidad la puerta del dormitorio en el que se encontraban los familiares de la ya extinta Joanna Makenzie. El panorama que nos encontramos era dantesco. Un tipo de unos sesenta años, al que rápidamente identifiqué como el reciente viudo, recibía un masaje cardiaco tumbado en el suelo a manos de otro hombre de más o menos su misma edad, mientras un tercer espectador más joven contemplaba atónito la escena sin pronunciar palabra.

 

¡¡Pero qué cojones…!!—nos gritó el médico al vernos  en la puerta desde el suelo inmerso en su urgente tarea—¡¡Salgan de aquí ahora mismo!!

 

Alex cerró de un portazo y los dos nos quedamos mirándonos el uno al otro con cara de estúpidos y, por qué no decirlo, completamente descolocados. Desde el interior seguíamos escuchando gritos desesperados.

 

¡¡David!! ¡¡David!! ¡¡Vuelve, coño!! ¡¡Vuelve!!

 

¡¡Papa!! ¡¡Papa!! ¡¡Por el amor de Dios!!

 

Alex y yo escuchábamos atónitos el ataque de pánico de aquellos dos hombres sin saber muy bien que hacer exactamente. No nos dio mucho tiempo a seguir pensando. A los dos o tres segundos la puerta se abrió rápidamente y tras ella apareció de nuevo el médico corriendo a toda velocidad. Pasó delante de nosotros como si fuéramos una estatua de sal y se precipitó escaleras abajo mientras vociferaba bastante nervioso.

 

¡¡Enfermeros!! ¡¡Enfermeros!! ¡¡Suban urgentemente!! ¡¡A este hombre le está dando un infarto¡¡

 

Alex y yo entramos rápidamente en la habitación a ver si podíamos hacer algo, aunque nuestra especialidad por desgracia se circunscribe más a detener a los responsables  de los muertos que a salvar a los vivos. John Cummings seguía gritando a su padre intentando reanimarle a base de voces, pero el viudo seguía inmóvil en el suelo sin reaccionar. Por fin llegaron los enfermeros. Sacaron de una pequeña maleta que les acompañaba una pequeña caja e introdujeron debajo de la lengua del infartado una pequeña píldora. A continuación comenzaron a aplicarle descargas con un pequeño desfibrilador. El silencio reinante en la habitación podía cortarse con un cuchillo bastante poco afilado y solo era interrumpido de cuando en cuando  por las voces de los enfermeros al contar los segundos que transcurrían rápidamente entre descarga y descarga.

 

¡¡Uno-Dos-Tres-Cuatro-Cinco-Ya!!

 

Tras varias descargas los enfermeros se miraron entre sí completamente agotados, pero en su mirada pudimos observar un mínimo hilo de satisfacción. Poco después el viudo comenzó a balbucear y a mover lentamente la cabeza de un lado a otro, como un púgil de boxeo al que acaban de noquear y se descubre tirado en la lona sin saber muy bien que hace exactamente allí.

 

¡¡Hay que llevar a este hombre urgentemente a un hospital!!—gritó uno de los enfermeros, al tiempo que ponían el cuerpo del enfermo en la camilla que habían subido y le aplicaban una mascarilla de oxigeno—. ¡¡Vamos, ayúdennos, abran todas las puertas de la casa!!

 

John Cummings salió de la habitación rápidamente y se precipitó escaleras abajo para intentar salvar la vida de su padre. Tras él salieron los enfermeros manejando la camilla a toda velocidad, siguiéndoles a escasa distancia el médico de la familia, quien insuflaba ánimos a su amigo

 

¡¡Tranquilo David!! ¡¡Tranquilo!! ¡¡Vamos a salir de esta!! ¡¡Ya lo verás!! ¡¡Aguanta David!! ¡¡Prométemelo!!

 

Toda aquella gente salió por la puerta principal camino del hospital. La montaña rusa había finalizado. Alex y yo seguíamos en el dormitorio de aquella casa desconocida para nosotros sin mucho que hacer allí. Le ofrecí un cigarro y encendí otro para mí.

 

Joder, creí que había visto ya todo en este negocio—dijo Alex dándole un par de caladas al pitillo—.

 

Si, ha sido fuerte—contesté dando buena cuenta de mi Camel—. La madre que me parió, casi la palma el viejo.

 

Hombre, entrar en casa y encontrarte a tu mujer con tres tiros en la cabeza, muy sano para el corazón como que no es…

 

Alex, tenemos que ponernos en marcha rápidamente. Ese tío es juez del Supremo, vamos a tener a la prensa mordiéndonos los talones en menos de un par de horas. Yo voy a hablar con el forense Baranski, a ver si ha averiguado algo más y ya tiene todas las huellas. Tu ponte en marcha para encontrar a la nuera, la tal…

 

Peet. Mary Peet. Ok jefe. Me voy a pasar por su casa a ver qué averiguo por allí. Si no encuentro nada me voy para la oficina y busco información de esta tía.

 

Perfecto. También sería bueno que hablaras con el vigilante de la urbanización. A ver si ha visto o escuchado algo raro esta noche.

 

Ahora mismo, según salga jefe.

 

Confirma que no se haya quedado dormido en ningún momento. Ah, y que te facilite también un listado de la gente que ha entrado y salido de la urbanización desde ayer a eso de las diez de la noche hasta ahora.

 

Cuenta con ello, luego te cuento. Solo una pregunta…

 

En ese momento escuchamos a nuestro forense llamarnos a voz en grito desde la planta de abajo.

 

¡Bob! ¡Alex! Aquí hay una señora preguntando qué ha pasado. ¡Será mejor que bajéis y habléis vosotros con ella!

 

Alex y yo bajamos las escaleras despotricando sobre las vecinas cotillas, cuya insaciable curiosidad por saber lo que había sucedido esa noche en la casa no podía aguantar más. Al llegar al salón pudimos ver a una rubia despampanante de unos cuarenta años con cara de haber dormido poco, vestida con un traje de chaqueta negro de dos mil pavos que a pesar de las incipientes ojeras del cuerpo que lo soportaba le quedaba como un guante.

 

¿Quién coño son ustedes? ¿Qué ha pasado aquí?—nos pregunto desafiante según nos vio la cara.

 

Bob Conway, detective del Departamento de Homicidios, Policía de Nueva York. ¿Y Usted?—pregunté bastante sorprendido por las formas de aquella mujer—.

 

Mi nombre… mi nombre es… Mary Peet—contestó muy descolocada—. Soy familia de los Cummings… soy… soy la mujer de John, la nuera de David y Joanna. ¿Que…? ¿Qué es lo que ha pasado aquí?

 

Siéntese, por favor Señora Peet—contesté—creo que tenemos que hablar tranquilamente sobre varios  asuntos.

 

 

 
Manhattan
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