Capítulo 19
JAKE
Sigo a Camille mientras camina entre la multitud, ignorando a cualquiera que trate de darle conversación. Sus prisas me tranquilizan. No me gusta nada que esté aquí. Me da igual que sea la casa de su padre. Estamos en el tercer día y no puedo olvidarlo. Estoy muy inquieto, y que Logan piense prescindir de mis servicios no ayuda en nada.
Lo de agarrarla y vaciarle mi alma en una esquina no estaba previsto, pero a medida que avanzaba la tarde notaba cómo ella se iba alejando de mí, y no he podido soportarlo. Haría cualquier cosa por tenerla en mi vida. Incluso abrirle mi corazón, incluso perder la cordura. Aunque me temo que eso ya no puedo hacerlo; me temo que ya estoy como una puta cabra.
No tengo nada que perder. Acabo de ponerme a sus pies, por mucho que me pese. Ya sé lo que es que una mujer te destroce. No tenía previsto volver a permitírselo a ninguna otra. Me siento vulnerable; tengo miedo, y, sin embargo, la esperanza nunca había latido con tanta fuerza en mi pecho.
Camille Logan puede hacerme más daño que cualquiera de las personas que he conocido en mi pasado. Tiene mucho poder sobre mí; si quisiera podría destrozarme, pero, al mismo tiempo, es mi única esperanza de volver a ser feliz, de liberarme de las garras del pasado.
Ahora mismo no estoy listo para ofrecerle más que ese breve resumen de mi historia, así que me autoconvenzo diciéndome que ya tiene bastante con sus problemas como para encima tener que cargar con los míos. Es una salida fácil, aunque parte de mí se siente muy culpable por no darle toda la información necesaria antes de que se adentre en mi oscuridad. Debería ser honesto y abrirme del todo para que pudiera tomar una buena decisión, pero otra parte de mí está demasiado desesperada y no quiere soltarla. No soy capaz de poner en peligro lo que tenemos antes de asegurarlo. Cuando le conté parte de mi historia, no vi repugnancia en sus ojos; sólo dolor. Lo malo es que no se lo conté todo, sólo un fragmento. No sé cómo, pero tengo que sacar fuerzas para contarle el resto. Debo enfrentarme a esa parte de mi antigua vida. Tengo que hacerlo si quiero enterrarla de una vez y seguir adelante.
Camille no pierde el tiempo y se abre camino entre los amigos de su padre, disculpándose con una sonrisa por interrumpir la conversación. Trevor Logan me busca con la mirada y entorna los ojos antes de concederle a su hija la atención que ha ido a buscar. Su mirada me ha dado toda la información que necesitaba. No soy la clase de hombre que quiere para ella. Sé perfectamente que es un tipo poderoso e influyente que podría acabar conmigo. Podría hacer que me echaran de la agencia, así que tengo que andarme con cuidado.
Los matones de Logan se interponen entre nosotros y me vigilan mientras él habla con ella. Su esposa actual, Chloe, también se encuentra cerca, pero no presta atención a su marido ni a Camille porque está charlando con otro hombre. Se hace la tímida y, cuando se da cuenta de que Camille está allí hablando con Logan, los mira con desconfianza. El hombre levanta la mano y le acaricia el brazo discretamente, y ella se la aparta sacudiendo el hombro. Se aleja y le dirige una mirada de advertencia. Él, alarmado, mira a ver si alguien los ha visto, pero se tranquiliza al comprobar que Logan y los demás están pendientes de Camille. Por desgracia para él, no se ha fijado en mí. Saco el móvil del bolsillo, escribo un mensaje, le hago una foto con discreción al tipo y la adjunto al correo electrónico.
Creo que la esposa de Logan tiene una aventura. Adjunto foto. ¿Quién es?
Le doy a «Enviar» y recibo la respuesta al instante:
Recibido. Me pongo enseguida. Acabo de descubrir que Logan pagó la rehabilitación de Sebastian Peters. Y he revisado las cuentas del chico. Le hicieron una transferencia de cien mil libras el día que ingresó. Qué casualidad, ¿no?
Mantengo la calma, pero no me resulta fácil. ¿Logan le pagó a ese capullo? Muy bien pensado. Lo único que ha conseguido ha sido financiarle el vicio durante un año o dos. Lo que tendría que haber hecho es lo que pienso hacer yo: matarlo. Logan ni siquiera sabe que ese gilipollas pegaba a Camille. Sé que haría cualquier cosa por mantener a Sebastian Peters apartado de su hija, y en eso tengo que darle la razón, aunque su plan haya sido una mierda. Su modo de actuar confirma mis sospechas sobre lo que hará cuando se entere de lo que hay entre ella y yo.
Vuelvo a guardarme el móvil en el bolsillo y veo que Chloe se acerca entonces a su marido con una sonrisa falsa. Cuando llega junto a Camille, le pasa un brazo por los hombros y la abraza. Ella se tensa. Luego otro hombre se acerca al grupo y el neandertal que vive en mí grita como un demonio cuando ve que se inclina sobre ella y le da un beso en la mejilla. Logan sonríe afectuosamente, pero Camille se lo quita de encima haciendo una mueca. ¿Un pretendiente? ¿El hijo de un amigo con quien Logan planea casar a su hija? Gruño en lo más hondo de la garganta. Ese tipo la repugna a ella tanto como me repugna a mí. Camille se aparta del grupo y su padre hace una mueca de decepción, pero ella no le da la oportunidad de retenerla por más tiempo.
Pasa por mi lado a toda velocidad; parece tener tantas ganas como yo de largarse de la enorme mansión. La sigo y luego acelero el paso para poder abrirle la puerta. Mientras la sostengo abierta, echo un último vistazo al interior del invernadero. Logan nos está observando y me mira pensativo. Yo le devuelvo la mirada un instante más de lo adecuado y no puedo evitar entornar los ojos. Sé que es muy estúpido por mi parte, que no debería despertar sus sospechas, pero verlo con ganas de echar a Camille a los brazos de ese idiota me saca de quicio.
—Tengo que despedirme de Heather —dice Camille dirigiéndose a la piscina.
No me queda más remedio que seguirla, aunque lo que en realidad me apetece hacer es llevármela a casa, cerrar la puerta y alejarla del degradante mundo de su padre.
Da con su amiga enseguida y le susurra algo al oído. Aunque la expresión de Heather permanece seria, sus ojos brillan mientras asiente en respuesta a lo que le dice Camille. Noto que alguien me observa. Al volverme, encuentro que una mujer más mayor me está mirando con intención. Es la madre de Heather. Mantengo una actitud profesional, que ni confirma ni desmiente lo que sea que esté pensando.
—¿Listo? —me pregunta Camille al acercarse.
—No pares —murmuro al ver que los guardaespaldas de Logan salen del invernadero y examinan la zona de la piscina.
Cami sigue andando sin detenerse tal como le he indicado y yo aprovecho para observar discretamente a los invitados mientras la sigo. Estoy en alerta máxima, recordando todas las caras. Me llevo la mano a la espalda para asegurarme de que la pistola continúa en su sitio, dispuesto a volarle los sesos a cualquiera que trate de interponerse en nuestro camino. Me doy cuenta de que mirar así a Logan ha sido un error. Se lo ha tomado como un desafío.
Salimos del jardín y, mientras rodeamos la casa, me sitúo junto a Camille y le apoyo la mano en la parte baja de la espalda para que vaya más deprisa.
—Estás inquieto. —Me mira mientras yo calculo la distancia que nos separa del Range Rover—. ¿Por qué?
—Sólo quiero llevarte a casa. —Abro la puerta del vehículo, la levanto y la siento antes de rodear el coche a toda prisa y entrar de un salto.
Mientras pongo el motor en marcha, veo que los dos gorilas se acercan corriendo.
—Eh, ¿qué querrán Pete y Grant? —Camille me dirige una mirada de curiosidad, pero yo arranco más deprisa de lo debido porque oigo un zumbido en los oídos—. ¡Jake! —protesta.
—No lo sé, Cami —respondo sin dejar de acelerar.
—Podrían tener noticias —insiste ella con inocencia—. Tal vez papá ha averiguado quién enviaba las amenazas.
—No creo que quieran hablar sobre las amenazas.
No le estoy confesando toda la verdad, pero ¿qué puedo decirle? ¿Le digo que creo que su padre esconde algo? No me siento culpable por haberle ocultado las últimas fotos que encontré, las que estaban en el parabrisas de su coche, ya tiene bastantes cosas de las que preocuparse.
—Entonces, ¿qué?
—¿Qué crees que haría tu padre si se enterara de lo nuestro?
La miro un instante y veo que me devuelve una mirada horrorizada.
—Diría que nadie es lo bastante bueno para mí. Sólo el hijo idiota de alguno de sus socios.
—Eso ya lo sé, ángel, pero no has respondido a mi pregunta.
—Haría cualquier cosa para apartarte de mí —admite con tristeza—, pero se equivoca: tú eres bueno para mí —añade en voz baja.
—No creo que tu padre estuviera de acuerdo contigo, ángel. —Le cojo la mano y se la aprieto para tranquilizarla.
De momento me guardo la información de que su padre pagó cien mil libras para librarse de Sebastian. Es irrelevante, ya que no ha funcionado, y sólo serviría para disgustarla, puesto que sé que ella odia que su padre manipule su vida. Entiendo los motivos de Logan; la necesidad de independencia de Camille no siempre es algo bueno, sobre todo cuando reaparecen exnovios maltratadores en el horizonte. Mi chica es muy tozuda.
—Me da igual lo que piense, Jake —replica con decisión—. Siempre quiere controlarlo todo, pero a mí no me controla. ¡No pienso casarme con nadie para que mi padre gane unos cuantos millones más!
—Se preocupa por ti. Quiere cuidarte —le digo sin saber muy bien por qué.
Ella se vuelve hacia mí con los ojos brillantes de pasión.
—Pero ahora te tengo a ti para que me cuides.
Se me hace un nudo en la garganta. Nunca había oído unas palabras que me sonaran tan bien.
—Me tienes a mí —le confirmo en un susurro antes de devolver la atención a la carretera.
No llevo a Cami a su piso, sino al mío. No quiero que Trevor Logan sepa dónde encontrarnos; así, sus matones sólo darían con nosotros si hackearan la base de datos de la agencia…, y no lo harán.
Aparco frente a la nave industrial en la zona portuaria aguantándome la risa al ver la cara de preocupación de Cami.
—¿Dónde estamos? —me pregunta mirando a su alrededor nada convencida.
—En mi casa.
Bajo del vehículo y me cuesta no reír al ver su expresión horrorizada. La ayudo a bajar.
—¿Vives aquí?
—Así es, ángel.
Echo a andar y espero oír el sonido de sus tacones al seguirme, pero no oigo nada. Llego al viejo montacargas, marco mi clave de acceso y me vuelvo. Está mirando la inmensa nave industrial, las altas vigas de acero y el tejado cubierto de placas de metal acanalado. La luz del atardecer que entra por uno de los paneles rotos le da en la cara. Sonrío, no porque Cami haya ido a colocarse en el sitio más ruinoso, sino porque estoy loco por ella y no puedo evitarlo.
—¿Vas a venir o te bajo un café aquí?
Ella aparta los ojos de las vigas y me dirige una mirada molesta.
—No es lo que esperaba, francamente.
—Bueno, tampoco me esperabas a mí, ¿no? —Enarco una ceja, disfrutando al ver cómo se esfuerza por no arrugar la nariz.
—Exacto —admite, y se acerca al fin—. ¿Por qué me has traído aquí?
—Porque sospecho que tu padre nos ha mandado seguir.
—¿Por Pete y Grant?
—Sí. —La invito a entrar en el montacargas y cierro ruidosamente la oxidada reja de hierro—. Muy discreto no es este ascensor.
—Pues como tú —replica riendo y señalándome con un dedo, indicando mi tamaño.
Le guiño el ojo y la abrazo por los hombros mientras ascendemos, atrayéndola hacia mí. Me gusta sentirla cerca.
—Para mi trabajo es importante tener una presencia imponente, Camille, que ésta sea un aviso por sí sola.
—A mí nadie me avisó.
En ese instante le suena el teléfono. Mira quién es y yo también miro. Es su padre. Camille no responde y apaga el móvil, que es lo que habría hecho yo si ella no se me hubiera adelantado. Vuelve a arrebujarse entre mis brazos, canturreando feliz hasta que el montacargas se detiene bruscamente, indicando que hemos llegado.
Camille protesta cuando la suelto para abrir las puertas, pero sus gruñidos se transforman en exclamaciones de admiración cuando mi vivienda aparece ante sus ojos.
—¿Esto te gusta más? —le pregunto mientras ella avanza con prudencia mirando a su alrededor.
—¡Vaya! —Da una vuelta en redondo y me mira con los ojos muy abiertos—. La verdad es que… Vaya…
Sonrío y la sujeto por los hombros, empujándola hasta que llegamos al dormitorio. Tengo tantas ganas de tumbarla sobre la cama y arrancarle la ropa que casi no puedo controlarme, pero antes quiero hacer varias cosas. Así que me obligo a seguir empujándola mientras le sonrío y veo que sus preciosos ojos se iluminan de deseo.
El panorama de la ciudad se abre al fin ante nosotros. Si quisiera, Cami ya podría estar disfrutando de él, pero no aparta la mirada de mis ojos. Es un halago increíble porque la vista es espectacular.
—Date una ducha —le ordeno, quitándole el coletero para que el pelo le caiga sobre los hombros.
No puedo resistir la tentación y agacho la cabeza, hundiendo la cara en su pelo rubio y aspirando su aroma, un aperitivo de lo que me espera cuando haya acabado de ocuparme de los temas de trabajo.
—¿Yo sola? —protesta apoyándome las manos en los hombros y clavándome las uñas.
Gruño al notar que mi erección crece.
—Espérame en mi cama dentro de diez minutos —le ordeno apartándole las manos—. Las toallas están en el estante. —Ella hace morritos mientras me alejo de espaldas y me dirige una mirada de decepción—. Diez minutos —insisto antes de volverme e irme de allí. No me resulta fácil, pero sé que no voy a estar tranquilo hasta que haya aclarado unas cuantas cosas.
Recorro la zona de estar, me quito la americana y la corbata y las tiro sobre el sofá al pasar junto a él. Me siento en mi silla de despacho, saco el móvil del bolsillo y llamo a Lucinda mientras me desabrocho el botón superior de la camisa.
—Estaba a punto de telefonearte —me saluda.
—¿Por qué?
—Hemos hackeado la cuenta de correo electrónico de Logan.
—Pero si teníamos sus e-mails… —Frunzo el ceño—. Él nos había dado acceso.
—A esta cuenta no. Nos dio acceso a todas menos a ésta. ¿Se te ocurre por qué?
—Lo sabía, joder. —Sonrío con ironía—. Sabía que nos ocultaba algo.
—Exacto. Recibió un correo hace dos días. La dirección IP es desconocida y la cuenta ilocalizable. Lo había borrado del servidor, pero puede verse que llevaba un archivo adjunto.
—¿Qué era? —Me incorporo un poco en la silla.
—No puedo asegurártelo, pero es muy sospechoso que la dirección IP sea desconocida y que borrara el correo del servidor tan deprisa. Además, Logan llamó para confirmar que prescindía de tus servicios. Le hablé de las fotos que llegaron por correo ordinario y de las que encontraste en el coche de Camille, pero me dijo que su equipo de seguridad personal se estaba encargando del asunto y casi tenía localizada la fuente de las amenazas. No me creí nada.
—Yo tampoco. —Inspiro hondo y me echo hacia atrás en la silla, frotándome la barba incipiente del mentón—. ¿La amenaza no ha desaparecido y quiere despedirme justamente ahora? —reflexiono en voz alta y oigo que Lucinda canturrea al otro lado de la línea.
—Eso parece. ¿Por qué crees que será, Jake?
—No tengo ni idea —la interrumpo antes de que pueda seguir por ahí—. ¿Has averiguado algo sobre su esposa actual?
—¿Por qué me has pedido que investigue a la esposa?
—Actúa de un modo sospechoso; no me gusta.
—Para ti todo el mundo actúa de un modo sospechoso. —Se echa a reír—. No entiendo qué interés podría tener esa mujer en hacerle daño a su hijastra.
—Sólo dime lo que has encontrado —gruño frustrado. Estoy harto de toparme con callejones sin salida a cada paso que damos. ¡Tenemos que encontrar algo que nos dé una pista!
—Ya sé cómo se llama el tipo de la foto. Es Simon Sanders. Es el abogado de Logan; su abogado matrimonialista.
—¿La esposa de Logan está liada con su abogado matrimonialista? —pregunto sorprendido. Eso no me lo esperaba.
—Sip. Y, al parecer, llevan varios meses. Se han escrito un montón de correos. No te los leeré para que no te ruborices.
Me echo a reír.
—Sigue investigando; te llamaré por la mañana.
Cuelgo y marco otro número. Logan responde al instante, a pesar de que, sin duda, sigue ejerciendo de anfitrión en la fiesta de cumpleaños de su adúltera esposa. Está claro que esperaba mi llamada.
—Sus hombres parecían muy interesados en hablar conmigo cuando nos hemos ido —le digo yendo directo al grano.
—Sí, quería que habláramos en privado, pero parecía tener usted mucha prisa —replica con desconfianza, una desconfianza que es mutua.
—Me paga para que proteja a su hija y no me gustaba la expresión de sus caras.
—Sólo iban a pedirle que volviera un momento para que pudiéramos tener una conversación en privado. Mi equipo de seguridad no supone ningún peligro para Camille.
¿Equipo? Su seguridad es de chiste. Podría tener un ejército de gorilas como ésos, que un solo hombre con medio cerebro los derrotaría con facilidad.
—Todo el mundo es un peligro —refunfuño—. ¿De qué quería hablar?
—De que sus servicios ya no son necesarios.
Aunque me dice lo que ya sabía que me diría y, a pesar de que podría contraatacar diciéndole que sé que nos ha estado ocultando información, decido abordar la situación desde otro ángulo. Hay una razón por la que no comparte la información conmigo, y pienso llegar hasta el fondo de la cuestión.
—Eso me han dicho. ¿Puede saberse por qué?
—Nos estamos ocupando nosotros del tema —responde tan tranquilo. Su actitud me enfurece porque sé que me está mintiendo a la cara—. Eran unos rivales descontentos, pero nada de lo que preocuparse; de esos que ladran mucho y muerden poco.
—¿Sus nombres?
—Probablemente será mejor que me ocupe en persona.
—Y ¿piensa arriesgar la seguridad de Cami por algo que sólo es probable? —Espero que diga que no, o juro por Dios que regresaré a esa jodida mansión y le pegaré un tiro.
—¿Cami? —Logan ignora el resto y se concentra en el único fallo que he cometido. «¡Mierda!»—. ¿Desde cuándo se ha ganado el privilegio de llamar a mi hija por un diminutivo?
Su tono de voz me dice que su opinión sobre mí deja mucho que desear. «Vamos, Logan, no te cortes ni un pelo.»
Soy consciente de que estoy hablando con su padre, pero lo que sé de ese hombre no despierta en mí las ganas de tratarlo con respeto.
—Desde que ella me lo pidió —respondo apretando los dientes—. Siempre y cuando las peticiones de mis clientes no los pongan en peligro, procuro complacerlos en todo lo que puedo, señor Logan. —No puedo evitarlo. Sé que va a leer entre líneas, pero me da igual—. No creo que llamarla por un diminutivo vaya a ponerla en peligro, ¿verdad?
Me gustaría añadir que su nombre suena mucho mejor cuando sale de mis labios en mitad de un gemido de placer, como cuando me estoy clavando en ella hasta el fondo. Me gustaría decirlo, pero no lo digo, porque eso sería de mal gusto y no serviría más que para confirmar lo que ya piensa de mí.
Tengo que distraerlo, es imprescindible. No es fácil porque estoy rabiando por dentro. Sé que no está siendo honesto en cuestiones que afectan a la seguridad de su hija, y no lo soporto, pero debo calmarme como sea. Me temo que ese hombre está dispuesto a poner en riesgo la vida de Cami sólo por apartarla de mí. ¿Es que no se da cuenta de la gravedad de la situación? Yo no soy ningún patético niño rico con problemas de adicción. A mí no va a poder comprarme ni con todo el oro del mundo. Por primera vez en su vida, voy a hacer que Trevor Logan se sienta débil y vulnerable…, y pienso disfrutarlo.
—Pues lo que mi hija quiera… —murmura.
Elevo la comisura de los labios.
—Lo que Camille quiera —repito—. Yo mismo me apartaré del servicio cuando tenga pruebas convincentes de que Cami ya no corre peligro. Mi historial de servicio está inmaculado, Logan. Por eso me contrató, ¿recuerda?
Cuelgo, luchando contra la tentación de añadir que voy a darle a su hija lo que realmente quiere: a mí.
También logro no avisar a ese capullo arrogante de que su esposa está pidiéndole lo que realmente quiere a su abogado matrimonialista. Al fin empieza a llegar la información, pero decido que, de momento, será mejor no compartir con Cami lo que hemos descubierto. Mi instinto protesta, no obstante, no pienso dejarme vapulear por la culpabilidad. Esto es una guerra y no pienso perderla. Voy a guardarme todas las municiones posibles para cuando me hagan auténtica falta: el dinero con que Logan compró al ex de Cami, la infidelidad de su esposa, la cuenta de correo secreta…, todo.
Dejo el teléfono sobre mi mesa de despacho, apoyo los pies en la madera y echo la cabeza hacia atrás. A pesar de todas las revelaciones, me siento relajado por primera vez hoy. Y la razón es que ella está aquí, conmigo. El día ha sido largo y agotador, pero se me ocurre una buena manera de mejorarlo.
Me levanto y me dirijo al mueble bar. Destapo la botella y disfruto del familiar aroma de mi Jack Daniel’s. Hace semanas que no bebo, y no se me ocurriría hacerlo estando de servicio, pero es que no suelo estar de servicio dentro del santuario que es mi apartamento. Cojo un vaso, me sirvo una buena ración y disfruto una vez más de su aroma antes de bebérmelo de un trago y dejar el vaso bruscamente sobre el mueble. El licor me calienta la garganta y sigue su ardiente camino hasta llegar al estómago.
Mientras me dirijo hacia el baño, me voy desabrochando los botones de la camisa. Al acercarme oigo el sonido del agua que cae sobre un cuerpo desnudo. Me quito la camisa y la dejo caer antes de desabrocharme los pantalones. Me detengo en la puerta del dormitorio para quitármelos, igual que los zapatos. Completamente desnudo, doy los pasos que faltan para llegar al baño. El ruido del agua es cada vez más fuerte. Entro en silencio en el baño lleno de vapor de agua y me abro camino hasta llegar a la ducha.
Su esbelto cuerpo desnudo está de espaldas a mí, una auténtica invitación. Podría pasarme la noche entera aquí quieto, observando cómo se recorre la piel con las manos, con la cabeza echada hacia atrás, aceptando el agua que le cae por la cara. Tiene el pelo rubio empapado, pegado a la espalda, rozándole su precioso y respingón trasero. Levanta las manos y las apoya en las baldosas, ante ella. Mi erección se envalentona, desesperada por tomarla en ese mismo momento.
Abro la mampara de la ducha y noto que se sobresalta un poco. Sabe que estoy aquí. Separo los labios y me preparo psicológicamente para el placer que estoy a punto de sentir. La observo mientras ella aparta las manos de la pared y ladea la cara, ofreciéndome su perfil. No me mira a los ojos. No hace falta. Todo su cuerpo me está llamando a gritos, pidiéndome que la tome con la misma intensidad que mi miembro.
Su aspecto es tan frágil que debería darme miedo tocarla, pero sé que no voy a romperla. Es una mujer fuerte y, aunque me cuesta explicármelo, cuando conectamos, su fuerza crece. Ella se alimenta de mí igual que yo me alimento de ella. Me desea. Tal vez la opinión que tiene de mi persona sea un poco ingenua, pero me he prohibido cuestionarme los motivos que me llevan a ocultarle información que podría hacerla cambiar de idea. Ahora mismo, el peligro más real es el corrupto de su padre; protegerla de él es mi prioridad. Proteger a esta mujer no es sólo mi trabajo y mi deber: es mi misión en la vida.
Levanto la mano y le sujeto el pelo. Me lo enrosco en el puño y lo aparto para poder disfrutar de la perfección de su espalda. Sigue de perfil y veo cómo la boca se le abre un poco al comprobar lo que hago. Me ayuda, llevándose el pelo hacia delante. Llevo los dedos hasta su nuca y ella responde arqueando la espalda y sacando el pecho.
El animal que habita en mí me grita que la empotre contra la pared y me apodere de lo que ella está dispuesta a darme, pero mi corazón se ablanda y me lo prohíbe. Todas las mujeres que han venido a mi casa han recibido el mismo trato: me las he follado, duro, rápido, sin tener en consideración su placer. No pienso tratar a Cami como si fuera una de esas mujeres sin rostro.
Con lentitud y delicadeza, trazo una línea recta en su espalda, de arriba abajo, sabiendo el efecto que le causará. Oigo que se le acelera la respiración y me paso la lengua por los labios. Es como una droga, muy adictiva. Le rozo con un dedo el suave valle que se le forma al final de la espalda trazando círculos antes de abrir la palma y agarrarle una nalga de manera posesiva. Camille se sobresalta y apoya las manos en la pared, ante ella. Un grito apagado empapa el aire.
Me acerco, incapaz de seguir manteniéndome a distancia, pegando mi pecho húmedo a su espalda. Su suave piel se desliza contra la mía de un modo muy provocador, y mi erección se instala entre sus nalgas, obligándome a soltar la mano. No me importa mucho porque la estoy tocando con todo el cuerpo. Su cuello, reluciente por el agua, me llama. Me inclino hacia él y lo recorro con la lengua mientras le cubro los pechos con las manos.
—¿Qué te gustaría que te hiciera, Camille? —le murmuro al oído, y la obligo a inclinarse hacia delante hasta que queda atrapada bajo mi cuerpo.
Ella vuelve el cuello y me acaricia la cara con la nariz hasta que encuentra mis labios.
El beso que me da me deja la mente en blanco.
—Haz lo que quieras; toma lo que quieras. —Pronuncia las palabras perfectamente, empujándolas hasta que las siento en lo más hondo de mi pecho. Siento que me abrasan el corazón, haciendo que esa otra parte de mí también regrese a la vida.
Gruño como una fiera salvaje. El gruñido nace en lo más hondo de mi cuerpo y sale disparado, resonando en todos los rincones del baño. Le doy la vuelta, la agarro por los muslos y la levanto, empotrándola contra la pared. Ella contiene el aliento, se retuerce contra las baldosas y se agarra de mis hombros. Sus movimientos no hacen más que aumentar el hambre que despierta en mí, y creo que ella lo sabe. Si estuviera para juegos, alargaría los preliminares, haría que me rogara, sólo para disfrutar comprobando lo mucho que me desea, pero hoy estoy demasiado desesperado. El día ha sido largo y difícil, y no puedo más. La levanto, me coloco en posición y dejo que descienda sobre mí.
La sensación de su sexo empapado rodeándome me causa el efecto esperado. Absolutamente todo desaparece de mi mente, y sólo hay sitio para Cami. Ella lo es todo: todo lo que veo, todo lo que siento. Todo en ella me pertenece: su cuerpo, su alma y su corazón. Quiero adorarla con todo mi ser. Que se entere todo el mundo… A Dios pongo por testigo de que mataré a cualquiera que trate de interponerse entre nosotros, ya sea su exnovio, su padre o una amenaza desconocida. Si tengo que derramar sangre, la derramaré, y no sentiré ningún remordimiento por la carnicería que deje a mi paso.
Amén.
Me retiro saboreando cada segundo y luego, lentamente pero con precisión, vuelvo a clavarme en ella, que grita con la espalda pegada a la pared. Pienso alargarlo durante toda la noche, hasta que esté físicamente exhausta. Entonces la llevaré a mi cama y la tumbaré allí. Saber que ella desea lo mismo que yo hace que sea fácil tomármelo con calma. Busco sus labios hinchados y la beso con delicadeza, moviendo la lengua lentamente y explorando todos sus rincones. Sus gemidos me espolean; me acaricia los hombros hasta llegar al cuello y me devuelve el beso con igual pasión y entusiasmo. Muevo las caderas en círculos, buscando llegar lo más adentro posible de ella y, con cada embestida, me resulta más difícil no dejarme llevar. Cada vez que me retiro, mi polla late con más fuerza. Mantener el control no resulta fácil cuando veo que está tan perdida en el momento como lo estoy yo.
No pienso permitir que esto acabe tan pronto.
Me sorprendo a mí mismo la siguiente vez que me retiro, con las caderas temblorosas de ganas de volver a unirme a ella. En vez de rendirme a mis deseos, la dejo en el suelo y la sujeto hasta que me aseguro que ha recuperado el equilibrio. Luego me agacho y la miro mientras le beso la cara interna del muslo.
—Oh, Dios mío… —Me agarra del pelo y tira de él, resistiéndose mientras trazo una línea con la boca hasta llegar a su sexo. Está abierto, hinchado, expuesto ante mí.
—Mmm… —Le doy un lametón decidido y le mordisqueo el clítoris al pasar junto a él. Joder, es deliciosa.
—¡Jake!
Empieza a temblar, vibrando contra las baldosas. Sé que se correría en segundos si dejara la lengua ahí, pero, aunque me daría mucha satisfacción, no es suficiente.
Sigo recorriéndole el cuerpo con la lengua de abajo arriba. Paso por su cintura y continúo ascendiendo hacia los pechos. Sus pezones son como dos piedrecitas que claman por mi atención. Se la doy, repartiendo el tiempo entre ambos. El agua me sigue golpeando en la espalda mientras ella me tira del pelo con fuerza.
—¿Quieres que vuelva a entrar en ti, ángel? —le pregunto mordiéndole uno de los pezones erectos y tirando de él hasta que se libera—. Dime, Cami, dime dónde me quieres.
Desesperada, deja caer la cabeza y jadea.
—Quiero esto. —Me agarra la polla y contengo el aliento—. Quiero esto dentro de mí.
No sé cómo coño lo logra, pero me hace caer de culo de un empujón. Luego se sienta sobre mi regazo y vuelve a empujarme hasta que me tumba de espaldas. Yo me dejo hacer, sonriendo como un idiota por dentro, inmune a la dureza de la ducha. Ella no aparta la mirada de mis ojos mientras se incorpora ligeramente, baja la mano y me atrapa la polla.
Joder, va a montarme y, aunque así me va a costar más controlarme, estoy encantado con la nueva perspectiva. Cruzo las manos debajo de la nuca y disfruto del espectáculo de ver cómo me lleva a su interior con la boca entreabierta y los ojos entornados. Ésta acaba de convertirse en mi posición favorita de todos los tiempos. Sus pechos, su cara y, si bajo la vista, mi polla entrando en ella…, todo está a mi alcance. ¡Dios, estoy en el cielo!
Camille deja caer el peso sobre mí. Jadeo para resistir la necesidad de echar las caderas hacia arriba para clavarme más. Dejo que sea ella la que haga lo que quiera conmigo; que se adueñe de mi cuerpo igual que se ha adueñado de mi mente.
—¡Jo-der! —Bajo la vista y veo que estoy a mitad de camino, cerca de la penetración total.
Ella está tan alterada como yo. Le tiemblan las piernas por el esfuerzo de sostenerse sobre las rodillas para alargar esta deliciosa tortura.
—Hasta el fondo, ángel, tómame hasta el fondo.
Camille contiene la respiración. Esta postura no le está poniendo las cosas fáciles.
—Un segundo. —Jadea, cierra los ojos con fuerza, relaja los muslos y se deja caer sobre mí.
Grito y alzo las caderas. Cami se une a mi grito y entre los dos ahogamos el martilleo del agua. La agarro y la mantengo inmóvil, sujetándola por los muslos. Aún no ha empezado a moverse y esto es ya insoportable. En cuanto se mueva, voy a explotar. ¡Y aún no quiero que acabe!
—Tranquila, ángel —le digo embriagado por las sensaciones—, tómate tu tiempo.
Ella gruñe y me apoya las manos con decisión en los abdominales, dejando caer la cabeza hacia delante.
—Puedo hacerlo —afirma haciendo rodar las caderas mientras inspira hondo.
Me obligo a permanecer inmóvil, aunque para ello tengo que echar mano de todo mi arsenal de fuerzas. Cuando vuelve a trazar un círculo con las caderas, me quedo sin respiración. Le clavo los dedos en los muslos mientras ella hace otro movimiento de rotación.
Mi mundo se desmorona en una espiral de felicidad que nada podrá superar. No sé de dónde saca las fuerzas para seguir montándome, con la cabeza echada hacia atrás y gritando de placer. Nunca había experimentado nada parecido y dudo que vuelva a experimentarlo, a menos que pueda volver a gozar con este ángel, que parece estar a punto de explotar.
Cuando noto que tensa los brazos, clavándome las manos, la sangre que circulaba por mi miembro se abalanza hacia la punta, obligándome a echar las caderas hacia delante, como si tuvieran vida propia.
—Cami… —Trato de avisarla, trato de decirle que no puedo aguantar más, pero en ese momento ella gime con fuerza y me mira con los ojos muy abiertos, tan hambrientos como los míos—. ¡Sí, oh…, sí! —exclamo, sujetándole los muslos y moviéndola adelante y atrás para aumentar el roce y las sensaciones.
—¡Jake!
Veo que abre la boca y leo mi nombre en sus labios, pero lo único que oigo es la sangre que bombea por mis venas cuando exploto y me corro en su interior, en una marea inagotable que me deja exhausto e incapaz de seguir admirando el rostro de Cami perdida en su propio clímax.
Con los ojos cerrados, noto que se desploma sobre mí agotada. No sé de dónde saco energías para abrazarla mientras el corazón me late desbocado en el pecho.
Pronto la llevaré a la cama, pero, hasta entonces, la tengo bien sujeta entre mis brazos. Aquí está bien, y no pienso dejar que nadie se la lleve.