Capítulo 21
JAKE
Lo he visto en la mirada de Logan; he visto que lo sabe todo. Conoce mi historial militar, los informes del psiquiatra, los atestados… Todo eso es confidencial y está guardado en algún sistema informático seguro en algún edificio impenetrable. Si ha podido acceder a eso, puede haber accedido a cualquier cosa. No pienso permitir que use esa información como munición para separarme de Cami. Ella sabe lo que le he contado, pero no lo sabe todo. Aún no estoy preparado; necesito redención. Necesito arreglar muchas cosas y aceptarme antes de pretender que Camille me acepte por completo, con mi oscuridad y mis pecados.
La dejo en la habitación, donde no pueda oírnos, y cierro la puerta con sigilo. Si las cosas se ponen feas, no quiero que esté en la línea de fuego. Entro en la gran zona que uso como sala de estar, tomando nota de dónde se encuentra cada cosa y cada persona mientras voy preparando mi estrategia mentalmente.
Miro a Lucinda. Aunque por fuera mantiene su apariencia de mujer de acero, hace muchos años que la conozco. Sé cuándo está nerviosa, y ahora lo está; no porque se sienta amenazada, sino porque sabe tan bien como yo que esta escoria de hombre tiene el poder y los contactos para hacerle mucho daño a la agencia.
—Ella puede irse —digo, asegurándome de que no suene como una petición.
Lucinda titubea, pero Logan lo ve claro. Asiente y ella se dirige hacia la salida, sacudiendo la cabeza.
En cuanto cierra la puerta, empiezo a hablar.
—Lo que siento por su hija es serio —confieso poniendo en marcha la fase A del plan. Sólo atacaré si no me queda otro remedio. Espero no tener que recurrir a eso. Logan es muchas cosas, pero no es idiota, y enfrentarse a mí sería una estupidez. Aunque tal vez me sorprenda. Si decide poner sobre la mesa todo lo que ha descubierto sobre mí, perderé la cabeza, y eso sería una idiotez por parte de los dos. Y una auténtica lástima, ya que llevo mucho tiempo dominando a la violenta bestia que llevo dentro y que lucha desesperadamente por liberarse—. Cuanto antes acepte que su hija no es ninguna damisela en apuros, antes solucionaremos las cosas.
Como si nos hubiera oído, Cami empieza a dar golpes en la puerta.
—¡Eh! ¿Por qué has cerrado con llave?
No, de damisela no tiene un pelo.
Logan entorna los ojos y arruga la nariz, lo que me da una pista sobre lo que se avecina: esto no va a ser ni fácil ni limpio.
—Aléjese de ella y no romperé su ilusión de que es un héroe ni haré público que el principal guardaespaldas de su agencia se acuesta con su joven clienta.
Ladeo la cabeza.
—¿Cree que podrá apartarme de ella con amenazas? En estos momentos, la agencia me importa una mierda. Mi misión es otra.
—¿Cuánto quiere? —pregunta Logan mientras Cami sigue aporreando la puerta.
—Me está tomando el pelo, ¿no? ¿De verdad piensa que puede comprarme como a ese despreciable drogadicto?
Logan acusa el golpe. Desconocía que yo estaba al corriente. Pues ahora ya sabe que no es el único que ha desenterrado mierda.
Me aproximo a él, sin hacer caso de los dos gigantes sin cerebro que se acercan desde ambos lados. Podría librarme de los dos en un suspiro si hiciera falta.
—Largo de mi casa.
—No sin mi hija. —Logan echa una mirada a la salida por encima del hombro.
Me detengo porque me doy cuenta de que no ha sido un gesto de escape. Además, en ese momento, el montacargas se pone en marcha.
—Ah, la policía —comenta en tono despreocupado—. Lo que le hizo a Sebastian Peters fue una salvajada, ¿no cree?
Aunque no puedo evitar fruncir el ceño, las piezas comienzan a encajar.
Logan me dirige una sonrisa irónica.
—No podrá ver a mi hija si está entre rejas.
«¡Hijo de la gran puta!»
Pete y Grant se abalanzan sobre mí, uno por cada lado. No gasto energías quitándomelos de encima. Dejo que me atrapen y que piensen que han ganado.
—¿Cuánto le ha pagado a Sebastian Peters para que me denuncie, capullo inmoral? —le pregunto con los dientes apretados—. ¡La atacó! —Mi enfado está creciendo rápidamente—. ¡La golpeó!
Logan frunce el ceño, lo que me indica que desconocía esa parte de la historia. Para él, Sebastian Peters es simplemente un adicto que arrastró a su hija temporalmente hacia el mal camino. No sabe que le pegaba porque Cami no quiere que lo sepa. Logan recupera rápidamente su expresión anterior, dejándome claro que esto no va a cambiar las cosas.
—Adiós, Sharp —se despide sin poder disimular que se siente victorioso.
Pete y Grant me sujetan con más fuerza, como temiendo que vaya a resistirme.
No tengo intención de hacerlo.
Cami está a punto de echar la puerta abajo con sus golpes.
—¡Déjame salir!
Mantengo la calma el tiempo suficiente para que los hombres de Logan bajen la guardia. Entonces echo la cabeza hacia atrás y alcanzo a Pete en la nariz. Me suelta y comienza a chillar cuando se da cuenta de que se la he roto.
Se aleja tambaleándose y, antes de que Grant pueda reaccionar, le agarro la muñeca, se la retuerzo, me agacho y lo hago volar sobre mi espalda. No le suelto la muñeca y veo cómo su cuerpo describe un giro extraño y choca contra el suelo. El crac que hace su hombro al romperse resuena en la sala.
—¡Eh! —Logan levanta las manos en un gesto defensivo.
Pero cuando estoy a punto de ir a por mi última presa, el ruido del montacargas al llegar a mi planta me recuerda que tengo una amenaza más apremiante: la policía.
«¡Joder!»
Miro a Logan con los labios blancos de tanto apretarlos.
—Si alguien la toca aunque sólo sea un pelo mientras no estoy con ella, lo mataré con mis propias manos, Logan.
—Está hablando de mi niñita. ¿Cree que dejaría que alguien le hiciera daño?
Sus palabras no valen una mierda, pero no tengo tiempo para andarme por las ramas.
—Su hija sigue en peligro, y lo sabe. No me lo ha contado todo y pienso averiguar la razón. —Oigo el chirrido de las puertas del montacargas—. Deseará no haberme conocido, Logan.
A continuación, echo a correr hacia la única ventana que se abre en todo el piso.
Al parecer, ahora soy un hombre en busca y captura, un fugitivo de la policía.
Y, lo que es peor, no tengo ni puta idea de dónde está Camille. Tiene el jodido teléfono apagado o alguien se lo ha quitado. Si su padre cree que se va a librar de mí, lo tiene claro. No descansaré hasta que descubra de qué coño va todo esto.
Voy al único sitio adonde puedo ir; espero que no me ponga las cosas muy difíciles. Lucinda abre la puerta. Lleva puesta una bata demasiado grande y me mira con desdén. Entro sin esperar a que me invite.
—Pasa, pasa —me indica con condescendencia.
Voy directo al mueble bar y me sirvo un buen vaso de whisky.
—Deja de lloriquear; fuiste tú la que los condujo hasta mí. —Me lo bebo de un trago, buscando un poco de estabilidad en este mundo que se tambalea.
—¿Dejaste que se la llevara? —Cierra de un portazo y se acerca a mí. Coge un vaso y me lo planta delante para que se lo llene.
—No dejé que se la llevara —gruño—. Ese hijo de puta pagó al cerdo del exnovio para que me denunciara a la policía. —En vez de servirle una copa, vuelvo a llenar la mía. Una más. Necesito una más—. La policía se presentó en mi casa y salí huyendo.
Me alejo del mueble bar bebiéndome el whisky, despacio esta vez, y me coloco frente a la ventana.
—Perdona —dice Lucinda perpleja—, no lo entiendo. ¿Pagó al ex para que te denunciara? ¿Basándose en qué?
—¿Sabes la foto de la revista? La tomaron cuando la estaba alejando de su ex. Le rompí la cara…, al menos, la nariz, y tal vez también lo dejé incapaz de reproducirse. Le he hecho un favor al mundo, joder. Deberían darme un premio, no una orden de detención.
—¡¿Que hiciste qué?! —grita, y es una de las pocas veces en que la he visto perder la compostura.
—Ni se te ocurra decirme nada —le advierto señalándola con un dedo—. La acorraló en el baño de señoras y la golpeó antes de tirarla al suelo como si fuera basura.
Lucinda tiene la sensatez de recular. Coge la botella de whisky y se sirve ella misma.
—Sabes que nada de esto habría pasado si hubieras respetado la regla número uno: no involucrarse emocionalmente. Si fuera otra persona, aún podría entenderlo, pero siendo tú… Las mujeres te adoran el rato que tardas en correrte. Luego las cabreas y te odian. ¿Qué coño ha cambiado?
—Camille Logan —susurro mientras dejo caer la cabeza hacia atrás, buscando en los cielos a un dios en el que no creo. Pero es que necesito que alguien me ayude.
Lucinda tiene razón. Hacía mucho, muchísimo tiempo que las emociones no formaban parte de mis relaciones. No puedo culparla por estar sorprendida. ¡Soy Jake Sharp, joder! El rey de los capullos. Yo no hago el amor, yo follo.
Mis pensamientos dan un frenazo tan brusco que me sobresalto. Lucinda frunce el ceño al verlo y me observa mientras rebobino mentalmente. Cuando encuentro la palabra que estaba buscando, me doblo hacia delante, como si estuviera a punto de vomitar. ¿Amor? Camille Logan siempre logra convertirme en una nenaza, y me temo que ha vuelto a hacerlo.
Amor.
Jodido amor… ¿De dónde coño ha salido eso? Me echo a reír, aún doblado por la cintura, mientras trato de encontrar una explicación lógica a mi elección de una palabra tan absurda. Me gusta su pelo, me encantan sus ojos, adoro observarla mientras está perdida en sus pensamientos, me encanta lo fuerte, decidida y apasionada que es, adoro…
Vuelvo a tener ganas de vomitar.
Estoy enamorado de ella.
—¿Jake? —Lucinda me apoya la mano en el hombro, y noto que me pasa la corriente. Enderezo la espalda y de un brinco me aparto de ella, que me mira alarmada. La mano que había estado apoyada en mi hombro se queda en el aire—. ¿Estás bien?
—¡Mierda! —exclamo, y apoyo las manos en el mueble más cercano, agachando la cabeza y luchando contra el caos que se ha apoderado de mi mente.
«La amas.»
Me siento estúpido; noto que me estoy volviendo loco. La quiero, la quiero tanto… Ésa es la única razón que explica el penoso estado en que se encuentra mi corazón. Estoy asustado; me da pánico la idea de perderla.
—¡Jake, por el amor de Dios! —La impaciencia en la voz de Lucinda me ayuda a superar este colapso nervioso.
La miro a los ojos para que entienda que no estoy bromeando.
—Me he enamorado de ella, Luce.
Me observa en silencio unos instantes.
—Joder —susurra cuando recupera la voz y se acaba la copa de un trago—. Oh, Jake.
Sus palabras lo dicen todo. Lucinda es una de las pocas personas que conocen mi historial personal además de la profesional. Es consciente de la magnitud de la realidad a la que me enfrento. Sabe que Camille debe de ser muy importante para mí para ponerme en esta situación.
—Exacto: joder.
—¿Lo sabe ella? —Lucinda no se refiere a si sabe que la amo, aunque eso pienso aclarárselo en cuanto la encuentre. Se refiere a si Camille conoce todas las cosas que podrían hacer que me rechazara. La sola idea me parte en dos.
—Sabe que estuve en el SAS; sabe que hubo otra mujer y que me echaron del ejército porque dejé que las emociones personales interfirieran en mi misión.
Busco una silla y me desplomo sobre ella.
—Pero no sabe nada de… —Lucinda deja la frase a medias, consciente de que no soportaría oír las palabras.
Niego con la cabeza. Cómo puedo pretender que otra persona me comprenda si ni siquiera yo lo he superado cuatro años después.
—El padre de Camille me ha mandado investigar.
—No es información reservada, Jake. Si alguien quiere enterarse, lo encuentra. Si Logan aún no lo sabe, pronto lo sabrá.
—Camille sigue en peligro, Luce. Los tres días han pasado; se ha acabado el tiempo. No sé qué coño está sucediendo, pero tengo que averiguarlo. —Calma. Tengo que calmarme.
Ella asiente y respira hondo.
—Lo averiguaremos —me asegura dirigiéndose a su estudio—. Venga, mueve el culo, pequeño poni enamorado.
Sonrío y la sigo.
—¿Has descubierto algo más?
—Sí, y es interesante. —Se agacha para ver mejor la pantalla del ordenador.
—¿Qué? —He cruzado la habitación antes de que tenga tiempo de responderme.
—La esposa de Logan está embarazada.
—¿Cómo?
—Lo que oyes. He encontrado en su ficha médica que se visitó hace cuatro semanas. Y me apuesto algo a que el bebé no es de papi Logan.
—¡Joder!
—Y que lo digas. Y, al volver del médico, se pasó por Selfridges y se compró unos Louboutin.
La miro asombrado.
—¿De dónde coño sacas todo esto?
Ella se encoge de hombros.
—La pregunta es quién coño se pone unos Louboutin estando embarazada.
Sacudo la cabeza aturdido. Mi mente no puede centrarse en nada que no sea encontrar a Cami. Necesito saber adónde la ha llevado Logan y qué le ha dicho. Me da miedo lo que haya podido contarle. Es un cabrón manipulador y, aunque sé que mi ángel piensa por sí sola, debe de estar confusa igual que yo.
—¿Crees que esa información tiene alguna relevancia?
—¡Y yo qué sé! —protesta Luce—. Yo estoy buscando cualquier cosa.
—Sé que Logan se ha librado de mí por algo que no tiene nada que ver con mi relación con Cami. Estoy seguro. ¿Qué está escondiendo? ¿Qué debía de haber en aquel archivo adjunto que eliminó?
Saco el teléfono del bolsillo y marco el número de Cami una vez más. Salta directamente el buzón de voz y maldigo sin parar.
—¡¿Qué demonios está ocurriendo?! —grito, más frustrado a cada segundo que pasa.
Camino hacia la puerta, pensando en que nada de esto me importa una mierda. Lo único que me importa es recuperar a Cami y protegerla de su padre. Mientras sepa que Camille está a salvo, los problemas de Logan me importan bien poco. ¡Que los resuelva él solo! ¿Cómo puede verme como una amenaza para su hija? No lo entiendo. Tengo ganas de matarlo, y cada vez con más crueldad.
—Vigila esa cuenta de correo.
—Jake, ¿adónde vas? —Lucinda me sigue, pero no miro hacia atrás. Que le den a la agencia; que le den al trabajo y que le den a la policía—. ¡No hagas una estupidez!
Me echo a reír. ¿Una estupidez? Me he enamorado, joder. No puede existir una estupidez mayor que ésa.