[1] Conozco por ratona a un pajarito que no sé cómo se llama en buen romance. En inglés es titmouse, pajarito ratón. Un animalito pardo, de largo pico frágil, de hábitos prolijos y delicado reclamo. El pueblo de Bánfield (F. C. S.) está lleno de ratonas. <<

[2] Curioso que, en una carta de abril de 1818, Keats anticipe esta idea de May Sinclair: «Las horas más desdichadas de nuestra vida son aquellas en que recordamos tiempos pasados que nos hacen sonrojar. Si somos inmortales, eso ha de ser el Infierno». <<

[3] Keats and Shakespeare, pp. 38-39. <<

[4] Los interesados pueden constituirse ipso facto en el capítulo «Poética», especialmente en la segunda parte. <<

[5] La imagen del «sueño de Adán» procede del pasaje del Paraíso perdido en que Jehová adormece a Adán para extraerle una costilla y crear con ella a Eva. Aún dormido, Adán ve con «el ojo interior» esa cirugía demiúrgica, y ve surgir la imagen de Eva como pura belleza. Despierta luego, y en la realidad está la mujer a su lado, «tal como la vi en mi sueño…» (Libro VIII, 460-490). <<

[6] Oneness: unidad, unicidad, identidad en el tiempo, identificación. <<

[7] Cito de la versión española (Ensayo sobre el destino actual de las letras y las artes, Emecé, 1943, pp. 191 y ss.). Todo el capítulo merece lectura para entender mejor este asunto. <<

[8] A Critical Introduction to Keats, p. 85. <<

[9] La expresión es de Du Bos, que la aplica a Benjamin Constant. <<

[10] No uso por juego esta expresión que concreta un modo infantil. Cuando John llega a la prodigiosa gruta de Staffa, en su viaje a pie por Escocia en 1818, su asombro salta con esta inmediata asociación:

Not Aladdin magian

Ever such a work began…

(Ningún mago aladino / empezó jamás obra tal…)

Y del mismo modo podría señalarse una conexión keatsiana con la visión oriental, diciendo «mundo vathek». John había leído a Beckford, y cita a Vathek (carta del 11-7-1818). <<

[11] Gaston Bachelard encontraría acaso materia aprovechable en las presentaciones de los elementos en la poesía de Keats. Antes de alejarnos de esta arquitectura del agua, recuerdo a los austeros que el surrealismo vuelve hoy por esas presencias y sustituciones elementales. Y que un Malcolm de Chazal, por ejemplo, imagina que «por obra de sustancias radiactivas mezcladas al vidrio para hacerlo invisible, y de la futura “radiodización” del agua —fruto de la era atómica— una jarra llena de agua, al desaparecer el vaso escamoteado por los rayos, nos pondrá sobre la mesa agua suspendida. Y los comensales verán aparecer sobre el mantel, en lugar de la jarra con flores, unos minúsculos estanques aéreos sembrados de rosas, violetas o lirios, como los jardines colgantes de Aladino…» (La Vie filtrée). <<

[12] En cuanto a la poesía, así entendida y al margen del sentimiento mitopoyético, se presenta al Keats de Endimión como la operación de aprehender lo «etéreo» de las cosas, que revelan entonces su eternidad de belleza, pero teniendo cuidado de no desnaturalizarlas. Más que el logro, Endimión adelanta la ambición de esta poesía; luego vendrán las odas. <<

[13] Es cierto que, a modo de prueba indirecta de su «falta de identidad», Endimión aparece en todo el poema como arrastrado por fuerzas exteriores a él. Tal sería el destino del poeta, botella al mar. Pero hay elecciones inconscientes —como lo muestra Freud, como lo demuestra el existencialismo—, y la botella llega al fin a la costa. Endimión obedece a las voces, como Juana. ¿Reabriremos la polémica sobre la naturaleza de esas voces? ¿Debatiremos cuántos ángeles caben en la punta de un alfiler? <<