Capítulo 3

Mick rodó maldiciendo la brillante luz solar que se vertía en su habitación. Arrastró las cubiertas encima de su cabeza, pero los golpes no se detenían.

No podía ser de una resaca. Las conocía. Abrió un ojo y escuchó.

Alguien estaba en la puerta.

Oh, sí. La habitación del hotel.

Tiró los cobertores, esperando encontrar a Tara en la cama con él.

Pero no estaba. Al doblar la esquina del cuarto de baño, se dio cuenta que tampoco estaba allí.

"Limpieza". El golpeteo se intensificó.

"No estoy vestido. Vuelva más tarde."

"La salida fue hace una hora, señor," la persona que estaba afuera de la puerta, dijo con un suspiro evidente de frustración que Mick no tuvo problemas de entender.

Mick pasó las manos por su pelo. "Oh. Lo siento. Me iré en breve."

Se fue al baño y se dio una ducha rápida, después empacó sus cosas, tratando de no pensar en la mujer que con la que había compartido la cama la noche anterior. No era uno de los que se preocupara por la mujer con la que dormía, debido que era generalmente las sacaba de su habitación antes de irse a dormir. Lo último que quería era hacer era enfrentarlas a la mañana siguiente y a la posibilidad de que una mujer quisiera estar al día siguiente con él. No había otro día o próximas citas o nada junto a las mujeres.

Pero con Tara fue diferente. Estaba decepcionado como el infierno por encontrar que había desaparecido cuando había despertado.

¿Dónde diablos estaba? Lo último que recordaba era a ella acurrucándose junto a él. Tenía que haber sido cerca del amanecer, cuando finalmente se quedaron dormidos, porque recordaba que se rieron del cielo clareándose al momento en que habían llegado por fin a hartarse el uno del otro.

No era que él hubiera estado siquiera cerca de conseguir estar satisfecho. El agotamiento había llegado finalmente, pero Mick no estuvo cerca de conseguir lo bastante de Tara.

Quería otro día con ella. Y no tenía idea de cómo contactarla, no le había pedido su número. Sin embargo, sabía cómo averiguarlo.

Después de hacer su salida del hotel y se subió a su auto, sacó su teléfono y marcó el número de Elizabeth. Si alguien podía encontrar a alguien, era su agente.

"¿No deberías estar practicando con tu entrenador o en la cama con una mujer caliente? Y si estás en la cama con alguna modelo o actriz caliente, hazme saber cuando y donde para enviar a un fotógrafo y conseguir una foto, ¿Está bien?"

Él se echó a reír. "No. necesito que encuentres a una mujer para mí".

"Estoy horrorizada que pienses en mí como tu proxeneta, Mick. Es algo cierto, pero estoy horrorizada. ¿Quién es ella?"

"Tara Lincoln. Fue la organizadora del evento de ayer por la noche de la fiesta del equipo".

"¿Por qué quieres dar con ella?"

"No es asunto tuyo. Consígueme esa información."

"¿Planificas una pequeña velada por cuenta propia?"

Mick rió. "Sí, me conoces. Sólo un salvaje hombre fiestero.”

"Por favor. Si fuera así, mi trabajo sería mucho más fácil. Conseguiré la información y me pondré en contacto contigo.”

Mick cerró el celular y se dirigió a casa, a su condominio al Este de la Bahía. Entró en el garaje, cerró la puerta y agarró su equipaje. Su celular vibró antes de llegar a la cocina.

"Eso fue rápido," dijo él, tomando el jugo naranja y apretando el altavoz de su celular.

Sabía que Liz estaría sonriendo. "Soy tan buena, Mick. Tara Lincoln, propietaria de “El Toque Perfecto”. El negocio está ubicado en Concord. Toma una pluma y te daré su número de teléfono y dirección. Este es de su negocio, dirección y número de teléfono de la oficina. Si quieres su información personal, tal vez me tome toda una hora."

"Me asustas, Liz." Él tomó una pluma y el bloc de papel del mostrador de la cocina. "Con la información del negocio bastara. No te necesito hurgando en sus ancestros."

"Puede ser si estás pensando salir con esta mujer. Necesito saber más sobre ella."

"Ni siquiera mi madre sabe tanto sobre mujeres con las que me cito como tú."

"Tu madre no ha invertido en tu carrera como yo. Un paso en falso y estás jodido."

"Y todo ese dinero que haces de mí se iría por el desagüe."

"Estoy devastada, Mick. Sabes cuánto te adoro."

Mick sacudió la cabeza y sonrió. ¿Dónde estaría sin Elizabeth Darnell en su vida? Una caliente pelirroja que se parecía más a una de esas modelos de moda con las que salía, nadie que la viera pensaría que era una agente deportivo con el instinto asesino de un tiburón hambriento. Ella era la principal razón por la que él y su hermano eran multimillonarios.

"Sí, sí. Estoy conmovido por tu sinceridad. Sólo dame lo que tienes.”

Después de colgar con Liz, se cambió y fue a correr al parque primero, necesitaba limpiar su cabeza y llevar un poco de oxígeno a sus pulmones. Era mediado de junio y hacía calor en el Este de la Bahía, sobre todo porque había comenzado tarde. Por lo general despertaba al amanecer y corría temprano. Ahora era tarde, y el sol caía sobre él mientras daba la vuelta, en la pista de carreras, ignorando el sudor que corría por su espalda, concentrándose sólo en su respiración y en su tiempo.

Treinta años estaban acumulándose en este atleta de la NFL. Pero estaba lejos de sentirse realizado con el deporte que amaba. Estaba en gran forma física, y tenía la intención de permanecer de esa manera. No estaba para nada listo para jubilarse todavía.

Después de cinco millas, desaceleró para caminar y regresó a su condominio. Una hora más tarde se había duchado y subido en su coche nuevo, esta vez dirigiéndose a Concord, a la dirección del negocio de Tara. Era sábado, así que probablemente ni siquiera estaría allí. Podría estar cerrado. Por otra parte, podría hacerse una idea de su lugar, nada más.

Sí, y no tienes idea de lo que estás haciendo. Le podrías haber llamado, imbécil.

No perseguía a las mujeres, nunca. No era su ego hablando, era sólo que Liz lanzaba las mujeres sobre él todo el tiempo. Y las que Liz no le tiraba venían a él por su cuenta. Por lo general tenía que defenderse o retirarse, por lo que nunca había tenido que ir tras de ninguna. Ese era un territorio nuevo para él.

Llegó al centro donde su negocio estaba ubicado, se estacionó, y fue al ventanal donde decía EL TOQUE PERRFECTO grabado letras blancas. Había luces encendidas y unas pocas personas en el interior. No vio a Tara de inmediato, por lo que entró por la puerta.

Definitivamente era el arquetipo de lugar de una mujer. Lotes de tela y de papel se extendían sobre mesas y cubrían las paredes. Algunas parecían invitaciones. Y había copas de champaña y gigantes libros cargados de... cosas.

"¿Puedo ayudarle?"

Se volvió y sonrió a una menuda pelirroja con gafas de carey encaramadas en el puente de la nariz. "Estoy buscando a Tara.”

Los ojos de la pelirroja se agrandaron y dio un paso atrás, obviamente reconociéndolo. "Oh. Claro. Está en la parte posterior. Voy a buscarla para usted."

La pelirroja se alejó, y Mick decidió pasear por el local de Tara, aunque con todos los artefactos frágiles aquí y él tan grande era como el dicho ese de “Un toro en una cristalería china", definitivamente aplicaba. Tal vez sólo debería quedarse donde estaba.

"Mick".

Se volvió y sonrió a Tara. "Hola".

Llevaba una falda negra que le llegaba a las rodillas y una blusa sin mangas color amarillo que parecía femenina y sedosa, y quiso tirar de ella a sus brazos y besarla. Pero no estaba sonriendo y no se veía feliz de verlo.

"¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo te enteraste de dónde trabajo?"

"Mi agente te encontró. Te fuiste sin despertarme esta mañana."

Tara miró alrededor de la tienda, y entonces Mick vio a tres mujeres mirándolos y susurrando entre sí. Oyó su nombre mencionarse.

Amaba a las fans femeninas del fútbol. Las deslumbró con una gran sonrisa. "Hola, señoras."

Tara lo arrastró por el brazo. "Ven a mi oficina".

La siguió, dándoles un guiño a las tres mujeres que lo miraban mientras caminaba.

La oficina de Tara era una pequeña habitación en la parte posterior de su tienda. Se sentía como un gigante de pie en ese pequeño espacio.

Su escritorio estaba limpio y ordenado, con un ordenador portátil en el centro y ordenadas pilas a cada extremo.

Cerró la puerta y dio la vuelta al escritorio, claramente usando el mobiliario como defensa. "¿Por qué estás aquí?"

Él arqueó una ceja. "¿No es obvio? Quería volver a verte."

"Oh." Sus labios se levantaron por un segundo, entonces frunció el ceño. "No es una buena idea."

Él cruzó los brazos sobre su pecho. "¿Por qué no es una buena idea?"

"Eh, tú y yo... pues, digamos que estoy muy ocupada con mi carrera."

"¿Así que el sexo fue malo?"

Sus ojos se abrieron. "Oh, Dios mío, no. Fue maravilloso." Ella camino alrededor de su escritorio y puso su mano sobre su brazo. "Mick, lo pase muy bien anoche. Seguramente ya lo sabes."

"Lo pasé muy bien también. Quiero verte otra vez."

Ella negó. "No puedo".

"¿Por qué no?" Entonces todo lo golpeó. "Oh, mierda. Estás casada." Él no se metía con mujeres casadas. Nunca.

"¡No! Por supuesto que no estoy casada. ¿Qué tipo de mujer crees que soy?"

"No tengo ni idea. Eso es lo que quiero saber. Cenemos esta noche."

"No puedo. Por favor, vamos a dejarlo en una gran noche juntos."

"Así que te divertiste anoche.”

"Sí".

"Conmigo. Disfrutaste haber estado conmigo."

"Lo hice."

"Pero no quieres volver a verme. Nunca".

Ella se frotó el lado de la cabeza. "Lo sé, no tiene sentido. Pero no puedo.” Miró el reloj. "Lo siento, pero tengo una cita. Realmente tengo que irme."

"Está bien." Él no tenía necesidad de tener un zapato que le empujara el trasero para saber que estaba siendo despedido. Sintiéndose como un idiota, dio media vuelta y se dirigió a la puerta. "Hasta luego".

Ella se veía tan miserable como se sentía. Él no lo había captado.

“Adiós, Mick".

Oyó el lamento en su voz y se detuvo, se volvió y se dirigió hacia ella, la atrajo a sus brazos y la besó, cubriendo con su aliento sus labios. Le tomó dos segundos responder, apoyarse en él, envolver sus brazos alrededor de él, y hacer todo tipo de ruidosos gemidos.

Mick deslizó un brazo alrededor de su cintura y tiró de ella contra él, profundizando el beso, deslizando su lengua en su interior, saboreando la dulzura en ella. Tara rompió el beso, dio un paso atrás, con los ojos vidriosos de pasión, con sus pezones visibles a través de la blusa.

Sí, lo sentía también. Lo que había entre ellos no era unilateral. Y su despedida no fue porque ella no quisiera estar con él.

"Hasta luego", dijo, y salió por la puerta, dejándola allí de pie lanzando profundas bocanadas de aire.

Lo pasó muy bien, él lo pasó bien, pero ¿No quería volver a verlo? Algo estaba mal. Y él iba a descubrir lo que era.

Podría haber perdido esa, pero Mick siempre se levantaba para la siguiente jugada.

 

Demonios.

A Tara le tomó diez minutos recuperarse antes de poder salir de su oficina. Para cuando su potencial clienta llegó, y pasó la siguiente hora mostrándole todo lo que había que saber sobre su compañía y los servicios que ofrecían.

O por lo menos pensaba que era lo que hizo. No tenía ningún recuerdo de esa reunión con la clienta. Por todo lo que sabía, podría haber estado recitado el menú del Burger King a la pobre mujer. Por otra parte, la clienta había firmado el acuerdo por los servicios, por lo que debió haber hecho algo bien.

"Tara, ¿Tienes alguna idea de quién era?"

"¿La Sra. Stenson?"

Maggie, su ayudante puso los ojos en blanco. "No. El caliente hombre que rodó por aquí antes que la señora Stenson lo hiciera."

"Oh. Te refieres a Mick."

Maggie la miró atónita "¿Usas el primer nombre con Mick Riley, el mariscal de campo de los San Francisco Sabers? ¿Qué ocurrió exactamente en la fiesta de anoche?"

"No quiero hablar de ello." Tara regresó a su oficina, pero Maggie la siguió con sus tacones sonando en el azulejo del piso, junto con los de Tara y otras dos empleadas, Ellen y Karie.

Con la decisión de no hacerle caso, Tara se sentó en su escritorio y abrió el libro de citas de su portátil.

"Tara, tienes que darnos la primicia", Ellen dijo.

"No hay nada que contar. Lo siento."

"Cuando salió de tu oficina, sus mejillas estaban rojas y parecía que te había besado. En realidad, besado en serio. ¿Te besó?"

Tara miró a Maggie. "No es de tu incumbencia".

Maggie sonrió. "Así que te besó. Oh. Mi. Dios".

Tara dejó escapar un suspiro. "No hay nada entre Mick Riley y yo, así que absténganse de llamar a la prensa del corazón, ¿de acuerdo?"

"¿Vino o no para invitarte a salir?" Maggie dio golpecitos con su pie.

Tara se sintió como si fuera la parte demandada en una inquisición mientras tres pares de ojos muy decididos miraban al suelo.

"Tal vez".

"Y le dijiste que sí, ¿verdad?" Ellen preguntó.

"Le dije que no."

Karie levantó las manos al aire. "Tara, es magnífico. Talentoso. Rico. ¿Es posible que tus normas no estén sólo un poco altas?"

Ella miró a sus empleadas… que en realidad, eran sus mejores amigas, el trío de rubia, morena y pelirroja, todas mujeres hermosas, solteras que nunca rechazarían a un tipo como Mick. Pero ellas no tenían la vida - la complicada vida – que ella tenía. Ellas no lo entenderían.

"No estoy buscando un hombre."

"¿Por qué diablos no?", Preguntó Maggie. "Eres joven, hermosa y única. ¿Por qué no deberías estar en busca de un chico?"

“Conoces mi vida. Estoy ocupada aquí y en casa. No hay lugar en mi vida para un hombre."

"La peor excusa." Ellen sacudió la cabeza, sus cortos rizos rubios se balancearon adelante y atrás. "No te estás volviendo más joven, sabes."

"Vaya, gracias."

"Y los tipos como Mick Riley solo se dan una vez en la vida. Si alguna vez se dan", agregó Karie, moviendo de un tirón su oscura cola de caballo encima de su hombro.

"Y nadie dice que tienes que casarte con el hombre. Sin embargo, vamos, Tara. ¿Por qué no sales con él?" Maggie le preguntó.

Por una sola razón. Una muy buena razón.

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 4

Mick no se había convertido en estratega líder de la NFL por echarse al suelo y hacerse el muerto. Se quedaría cerrando el paso sin importar la presión sobre él, y daría pases completos, tanto en el campo como fuera de él. Si eso significaba que tenía que tomar algo del entusiasmo para hacer el trabajo, eso sería lo que haría.

Así que esperó a que Tara dejara su oficina el lunes y procedió a atacar, sabiendo que las mujeres no podrían estar en su mejor línea ofensiva.

La linda pelirroja se apresuró hacia él. "Mick Riley."

Le tendió la mano. “Sí, señora. ¿Y usted es?"

Ella empujó sus gafas hasta el puente de su nariz y estrechó su mano. "Soy Maggie, la asistente de Tara. Y estas son Ellen y Karie."

"Hola, señoras." Estrechó sus manos, también con creciente confianza después de ver su amplia sonrisa. Grandioso. Eso significaba que al menos una de ellas podría estar dispuesta a ayudarlo.

"Lo siento, pero Tara se ha ido", dijo Maggie.

"Ella acaba de salir para una junta."

"En realidad, estaba esperando que me ayudaran. Tara piensa que no es una buena idea que nos veamos, y yo creo que sí."

"Oh. Ya veo." Maggie sonrió en señal de triunfo. "Bueno, Tara no siempre tomas las mejores decisiones".

"Así que estaba esperando que tal vez me pudieran ayudar."

Los ojos de tres mujeres brillaron.

Las mujeres representaban las mejores casamenteras, especialmente si se trataba de una de sus amigas.

"¿Qué podemos hacer para ayudarte?", Preguntó Maggie, buscando la aprobación de todas las hadas madrinas de Cenicienta.

¡Anotación!

 

Tara estaba muy emocionada ante la posibilidad de otro nuevo cliente, aunque eso significara que estaría trabajando con su trasero fuera el fin de semana. Gracias a Dios era su fin de semana libre, de lo contrario, sería una pesadilla. Si Nathan no tuviera ya planes para el fin de semana, estaría en un aprieto, a pesar de que solía estar ocupada los fines de semana de todos modos en estos días. Sin embargo, no le gustaba dejarlo.

Entró en el estacionamiento de un restaurante y salió de su auto. Era un bonito lugar en Sausalito, en lo alto de una colina con vista hacia la ciudad.

Entró y dio su nombre. La recepcionista la llevó a un comedor privado que estaba cerca del restaurante. La vista era espectacular, cuatro ventanas mostraban San Francisco por la noche.

Una mesa estaba puesta en la esquina con un blanco mantel de lino, un jarrón en el centro, con media docena de rosas rojo sangre, de porcelana blanca brillante, y cubiertos perfectamente ubicados. La cristalería era cara y era el tipo de lugar que establecía que fue elegida por un cliente para quien el dinero no era problema.

¿Quién era ese cliente potencial de todos modos? Esperaba que quien fuera, tuviera dinero para gastar en un evento.

¿Y por qué tanto secreto? O bien Maggie había fallado en anotar toda la información, o este cliente potencial era una especie de bicho raro.

No es que le importara. Trabajaría con excéntricos, siempre que el cliente tuviera suficiente dinero como para reservar un evento. Hacer crecer su negocio lo era todo.

"Tome asiento. Estará aquí dentro de poco, " le dijo la recepcionista.

"Gracias."

Tara bebió un sorbo de agua, tratando de aplacar sus nervios. Cuando oyó la puerta abrirse, se puso de pie y dio vuelta, con su brillante sonrisa ensayada.

Su sonrisa se volvió un ceño fruncido mientras veía a Mick cerrar la puerta.

"Mick ¿Qué estás haciendo aquí?"

Él se acercó y levantó su mano, dándole un beso en la parte de atrás, y doblándola entre sus extras grandes manos. "Tara ¡Hola!".

Ella trató de mirar a su alrededor, segura de que su potencial cliente entraría caminando en cualquier momento. "Tienes que irte. Estoy esperando a alguien."

"No, no lo estás."

Entonces comprendió. Su esperanza para su nuevo negocio murió, y creció en su lugar la irritación. "Tú armaste todo esto."

Él sonrió. "Sí".

"Pero Maggie dijo..." Entonces cayó en la cuenta.

Maggie. Por supuesto. La pequeña casamentera. "Por supuesto. Has hablado con Maggie."

"Tus amigas como yo".

Ella puso los ojos en blanco y sacudió su mano.

"Obviamente, todas las mujeres te encuentran irresistible." Fue a tomar su bolso.

"Excepto tú al parecer, ¿verdad?"

Su sonrisa le indicó que no estaba en absoluto ofendido por su inminente salida.

"Me voy. No me gusta que me pongas trampas."

Él mantuvo la puerta abierta para ella, lo que sólo la irritó aún más, como si fuera sólo a dejarla salir de la habitación. Ella la empujó cerrándola y puso su bolso sobre la mesa junto a la puerta, entonces avanzó hacia él. "Mira, Mick. Me lo pasé muy bien contigo. Pero fue una vez y punto, ¿de acuerdo?"

"¿Por qué?"

"¿Qué?"

"¿Por qué será sólo una vez y ya? ¿No nos llevamos bien?"

"Por supuesto que nos llevamos bien. Tú estuviste allí."

"Sí, yo estaba allí. Tuvimos una gran química, dentro y fuera de la cama."

Ella abrió la boca para objetar, pero en realidad, ¿Qué podía decir? Estaba en lo cierto. Tenían un gran química. Y ella había disfrutado como el infierno esa noche. "No estoy en el ‘modo de citas’ ahora mismo."

"Debido a tu carrera."

”Sí".

"Debido a que toma cada minuto de tu tiempo."

Ella se cruzó de brazos. "Cuando estás jugando fútbol, ¿No toma cada minuto de tu tiempo?"

Él le brindó de nuevo esa sonrisa. "No. No dejo que mi carrera dicte mi vida. Me gusta tener realmente una vida. Debes intentar tener una, también. Y te las arreglaste para tener una pasando una noche conmigo, ¿verdad?"

"Eso fue diferente."

"Así es. Tienes que parar y comer de vez en cuando, mientras estás ocupada llegando a ser rica y famosa, así que vamos a comer."

"No aprecio tu mentira para conseguir una cita conmigo".

Él le lucró una silla para ella. “Entonces, deja de rechazarme".

Esto era ridículo. Ella sólo debería irse. Por otra parte, tenía hambre. Y si él quería pagar porque se comiera una costosa cena, entonces estaba bien para ella. Sin duda se lo debía después de la organización de este ardid.

Ella tomó asiento. ”Muy bien. Pero esta es la última vez."

"Si tú lo dices.” Se sentó frente a ella, y el camarero se acercó con los menús y una carta de vinos.

"¿Quieres un poco de vino?"

Tara miró a Mick desde su menú, cedido a ella.

"Un Sauvignon Blanc estaría bien."

El camarero se fue mientras ellos tenían los ojos puestos en sus menús.

Mick tomó un largo trago de su vaso de agua. "Entonces, ¿el negocio va bien?"

"Lo estaría si hubieras sido un cliente real."

Él sonrió por encima del borde de su vaso. "¿Cómo sabes que no lo soy?"

Ella arqueó una ceja. "¿Tienes planeado un evento?"

"Bueno, no realmente. Pero estoy interesado en la búsqueda de más información acerca de ti. ¿Qué te hizo decidir convertirte en una organizadora de eventos?”

"Caí en ello en realidad. Tenía un trabajo en una empresa de proveedores, mientras estaba estudiando en la universidad, y descubrí que disfrutaba de ese trabajo".

"Ser proveedor es muy diferente a planificar eventos, ¿no es así?"

"Sí, lo es. Pero la mujer para la que trabajaba quería planear bodas. Ella y yo nos hicimos amigas y me dijo su idea. Fue muy emocionante. La idea de llevar todo un espectáculo así, estando a cargo de todo, desde el entretenimiento hasta la decoración… terminó de hacer clic en mí."

"Es una gran responsabilidad, planificar la boda de una persona."

"Lo es, sobre todo si estás haciendo grandes bodas. Pero puede ser muy gratificante tener el esqueleto y crearlo, ver crecer de la nada algo espectacular. De cualquier manera, la ayudé con la puesta en marcha, después me fui a trabajar con ella cuando echó todo a tierra. Fue divertido, y su empresa realmente creció. Pero yo sabía ya entonces que quería algo más que limitarme a hacer bodas. Quería también planear otros eventos, y ahí fue cuando se me ocurrió la idea de ser organizadora de eventos. Así que ahorré dinero, comencé a hacer contactos en la industria, y cuando pude, comencé mi propio negocio."

"Qué miedo".

Tara asintió. "Igual que tener un pie-en-el-borde-de-un-precipicio ese tipo de miedo. Lo pensé durante meses antes de tomar la decisión, pero sabía que era algo de ahora o nunca. Si no podía dar el salto sabía que siempre lo lamentaría. Así que lo hice."

"Bien por ti. ¿Cuánto tiempo has estado haciendo esto?"

"Comencé El Toque Perfecto hace dos años. El primer año éramos sólo otra persona y yo. Era todo el lujo que me podía dar. Éramos muy pequeños, pero Maggie y yo trabajamos en los detalles para construir la empresa. El año pasado me las arreglé para tener el suficiente volumen de negocio como para agregar más personal. Va tan bien que soy aterradoramente optimista."

“Supongo que consigues muchos negocios trabajando de boca en boca."

“Lo tomaré como que sabes más que de fútbol."

Él se echó a reír. "Hice más en la universidad que lanzar un balón. Me las arreglé para obtener un título."

"¿En negocios, supongo?"

“Sí. ¿Te sorprende que no haya sido en algo así como parques y recreación, o educación física?"

Ella soltó un bufido. "Yo no he dicho eso."

"No tenías que hacerlo."

"Estoy impresionada. Un jugador de fútbol es un pez gordo, y también eres inteligente. Con razón maravillosas mujeres acuden a ti."

"Ellas no acuden a mí porque sea inteligente. Acuden a mí, porque mi agente es asistente de relaciones públicas. Es como una proxeneta de actrices hermosas y de modelos. Si quieren ser vistas y fotografiadas, Elizabeth las encuentra y las une a mí."

Tara tomó una rebanada de pan y puso mantequilla él. "Qué bueno para ti."

"Me pone en la portada de muchas revistas, y se venden boletos para el juego, lo que es bueno para el equipo".

"Eso ayuda a que tú también seas el mariscal de campo estelar. Tus estadísticas son impresionantes."

Él se recostó en su silla. "Eres una fanática."

Ella se encogió de hombros tomando un sorbo de vino. "Me gusta el fútbol".

"¿Te gusta de la manera de, 'Oye, sé que son los domingos, lunes y jueves,' o te gusta de la forma en que no puedes vivir sin él y sabes todo lo que hay que saber sobre el juego?"

Ella se echó a reír. "Conozco mucho de fútbol. ¿Por qué, vas a hacerme preguntas del tipo concurso?"

"¿El mejor Mariscal de campo de todos los tiempos?"

"Creo que es una cuestión subjetiva."

"Dame tu respuesta subjetiva, entonces."

"Joe Montana."

"Dices eso porque vives aquí."

"No, digo eso porque es el más grande mariscal de campo que siempre jugó el juego. Cuatro títulos de Super Bowl, tres Super Bowls Premiados con la MVP, y te reto a que cualquier mariscal de campo, pasado o actual, pase su número, por no mencionar el factor de juego bajo presión."

"Ni siquiera era un prospecto de primera ronda. Y ¿Qué pasa con Johnny Unitas o Terry Bradshaw, Tom Brady o Peyton Manning?"

Ella entrecerró los ojos en él. ¿Era en serio? "¿Estás diciendo que crees que esos mariscales de campo son mejores que Joe Montana?"

Él hizo una pausa. "Yo no he dicho eso."

"¡Ajá! Estás de acuerdo conmigo, ¿no?"

Sus labios se levantaron. "En realidad, lo estoy. Y no sólo porque él y yo jugamos en la misma ciudad. Nadie conoce las reglas del juego mejor que Joe."

Ella asintió. "Exactamente. Era un maestro en respaldar las victorias. Y nada podría igualar sus noventa y dos yardas de los últimos minutos del Super Bowl Veintitrés por la victoria contra los Bengals. El mejor. Juego. De todos los tiempos."

Sus labios se levantaron. "Así que podrías saber algo de fútbol."

"Te lo dije".

Él sonrió. "Me alegro. La mayoría de las mujeres que cuelgan encima de mi brazo no podrían decir la diferencia entre una carrera y un pase, y mucho menos una jugada de barrida. Te pueden decir cuál es el actor más taquillero del pasado fin de semana o el diseñador de moda. Pero ¿Fútbol? Olvídalo."

“Entonces, ¿por qué sales con ellas?" Ella agitó su mano. "No importa, ya lo sé. Tu agente."

"Elizabeth sabe lo que está haciendo."

"Tu proxeneta, quieres decir."

"Es muy buena en su trabajo y sólo tiene mis mejores intereses en mente."

Tara se echó hacia atrás, con la copa de vino en la mano, y lo miró. "Si tú lo dices. Pero creería que tu agente, que tiene sus mejores intereses en mente, debería permitirte elegir a tu propia mujer."

El camarero trajo su comida. Tara se atrincheró y empezó a comer. Le llevó un tiempo darse cuenta que Mick no dijo nada, así que le lanzó miradas encima de sus pestañas, pero parecía bastante contenido.

¿Habría dicho algo que lo ofendiera? No era que le importara mucho.

Cuando terminó, él empujó su plato a un lado, tomó un trago de agua, y dijo, "Estoy tratando de escoger mi propia mujer. Pero ella está siendo condenadamente difícil y no me deja."

Tara parpadeó y luego vació su copa de vino de dos tragos gigantes. Nadie la había perseguido jamás así. Ni famoso, hermoso, hombre que-podía-tener-a-cualquier-mujer-que-él-quisiera y que le hubiera dado su día. No tenía idea de qué hacer con Mick Riley. Estaba total y completamente fuera de su liga, y no podría haber llegado a su vida en un peor momento.

Por otra parte, ¿Habría alguna vez un buen momento?

Probablemente no. Pero esta vez no era definitivamente un buen momento. No importaba la cantidad de dedos enroscados de los pies que la idea de ser buscada por un hombre como Mick le hiciera sentir, tenía que pensar en Nathan. Este no era un buen momento.

Y ella sabía exactamente cómo cerrarle la puerta en la cara y conseguir que él huyera del restaurante, como el infierno, más rápido de lo que podía correr una carrera de cien yardas. Odiaba sacarlo a relucir, pero ahora no había otra opción.

"Tengo un hijo de catorce años, Mick".

***

Mick miró por encima de la mesa a Tara. Un hijo, ¿eh? No esperaba eso. Ella no se veía con la edad suficiente como para tener un hijo de catorce años. "Debiste haberlo tenido cuando eras muy joven."

"Tenía dieciséis años."

"Eso lo explica."

"¿Explica qué?"

"No te ves con la edad suficiente para tener un hijo adolescente."

"Confía en mí, soy bastante vieja." Ella dejó la servilleta sobre la mesa. "Probablemente te gustaría irte ahora."

Oh, ahora lo entendía. "¿Crees que quiero cortarte y correr porque me dijiste que tienes un hijo?"

"No soy exactamente el tipo de mujer que con las que te citas en la piscina."

"No, no lo eres."

Ella se puso de pie. Y él también, acercándose a su lado de la mesa.

"Gracias por la cena."

"Siéntate." Tomó sus hombros y suavemente presionó su espalda en la silla, luego se arrodilló frente a de ella. "Si esa fue tu versión de un pase Hail Mary[3] para terminar las cosas conmigo, lo siento… A mí me gustan los chicos."

Ella bajó la mirada hacia él, con una expresión confundida en su cara. "Las mujeres con las que sales son jóvenes y solteras, y estoy segura de que no tienen hijos adolescentes."

Él se encogió de hombros. "No tengo ninguna idea de lo que tienen en casa. La mayoría de ellas tienen esos molestos perritos Yippy[4]."

Tara se echó a reír. "No tengo ningún perro, aunque a Nathan le encantaría uno. Uno grande, como un labrador o un retriever o un pastor alemán."

"Nathan es un chico listo, ¿eh?"

"Sí".

Mick regresó a su silla, ahora que estaba bastante seguro de que Tara no saldría volando. “Háblame de él."

"Tiene catorce casi quince años, realmente. Su cumpleaños es el mes que viene. Acaba de terminar sus estudios de primer año en la escuela secundaria, y es arrogante como el infierno. Él… tu realmente no quieres oír hablar de mi hijo, ¿verdad?"

"¿Por qué no? Ya te lo dije, me gustan los chicos."

"¿Tú tienes alguno?"

"No. Me gustaría algún día. Y en caso de que estés preguntando, no, no he engendrado ninguno al que le pague manutención. Soy muy cuidadoso con las mujeres."

"Yo no lo pregunté."

"Pero lo pensaste."

"Bueno, pensaba eso, por que eras un Súper hombre con las mujeres y todo eso."

Él soltó un bufido. "Sí, claro. No pienso embarazar a una mujer y abandonarla. No es mi estilo ni la forma en que me crié."

"Bueno, eres un santo."

La apuntó con su mirada, queriendo que ella supiera sólo quien era él. Y lo que no era. "Nunca he dicho que fuera un santo, Tara. Sólo que soy responsable."

Ella bajó la mirada hacia su regazo. "Lo siento. Estoy siendo una bruja."

"No, no lo eres. He manejado esto mal. Soy agresivo, lo sé. Te acorralé en una esquina."

Ella levantó su mirada hacia él. "No, no lo hiciste. Si quieres salir conmigo, o lo que sea que quieres hacer conmigo, entonces necesitas saber acerca de Nathan. No estoy tratando de ocultarlo. No me avergüenzo de él. Es sólo que la mayoría de los hombres no quieren el equipaje. Y no hemos tenido aún una cita de verdad, así que entiendo que no quieras seguir con esto.”

¿Con qué clase de idiotas había salido ella? "Debiste haber salido con algunos verdaderos perdedores si te liberaron tan pronto cuando se enteraban que tenías un hijo."

Sus labios se curvaron. "No has conocido a Nathan. Él es... un reto.”

Mick se echó a reír. "Es un chico. Y un adolescente. Todos somos desafiantes a esa edad. Así era yo."

Lo estudió. "Sólo puedo imaginarme."

"Tengo que mantenerte lejos de mi madre. Ella tiene historias sobre mí y mi hermano que te harían salir gritando. La mantuvimos ocupada cuando éramos niños."

Hubo una mirada en su rostro que Mick no entendió. Una especie de tristeza que no tuvo sentido cuando se refirió a su madre y a su hermano. "Oye, éramos buenos chicos. Honestos."

"Estoy segura que lo eran. De todos modos, gracias por la cena. Realmente necesito llegar a casa."

"¿Qué sucede?"

"Nada." Ella se pegó una sonrisa en la cara, pero no había luz en sus ojos. "Lo pase genial esta noche, pero tengo trabajo que hacer."

Él conocía el fin cuando veía uno. Mick le hizo señas al camarero. "Ponlo en mi cuenta, Tim".

El camarero asintió, y Mick llevó afuera a Tara, pero no a su coche, sino al de él. "¿A dónde vamos?"

"A dar un paseo. Te voy a traer de vuelta a tu coche. Me gustaría pasar más tiempo contigo."

Abrió la puerta del lado del pasajero y la tomó de la mano mientras ella se subía, admirando la forma en que su falda se le subía mientras entraba. Ella se volvió a él. "De alguna manera me pareciste del tipo coche deportivo, no de un SUV. "

"Soy demasiado grande para los coches deportivos, y el SUV tiene suficiente espacio para todo mi equipo."

Dio la vuelta y entró, arrancó el coche y se alejó del restaurante, dirigiéndose a las colinas. Típico del verano, la niebla había bajado, por lo que no veían mucho mientras conducía. Eso la dejó calmarse y él se dirigió a la parte superior de una de sus colinas favoritas, donde estaba claro, en la parte superior de la niebla.

"Es como un mar blanco", dijo Tara mientras metía coche en el estacionamiento. Las luces del coche se fundían a lo largo de la niebla.

"Es mejor en el día, cuando la niebla se inicia por primera vez. Pero todavía me gusta aquí. Es tranquilo. Es un buen lugar para pensar y para estar solo."

"¿Y para estacionarte?" Ella le dedicó una burlona mirada. "Bueno, estamos estacionados, pero no me has traído hasta aquí para eso." Ella se desabrochó el cinturón de seguridad y se volvió hacia él. "Me gusta la idea."

"¿De qué? ¿Hacerlo en mi coche?"

"Podríamos empezar con eso, y ver a dónde nos lleva".

"Creo que estás usando el sexo para evitar una conversación honesta."

Hizo una pausa. "¿No es esa la línea de una mujer?"

Se miraron el uno al otro, y ambos se echaron a reír. Tara se levantó sus pies y se arrastró por encima de la consola. Mick tuvo que admitir que le gustaba verla maniobrar en esa apretada falda mientras se sentaba a horcajadas sobre él. Él apretó el botón y deslizó el asiento hacia atrás para darle más espacio.

Ella se acomodó en su regazo y puso sus manos sobre su pecho. "Así que estamos teniendo una inversión de roles. ¿Eso significa que yo te seduciré?"

Había perdido todos los trenes de pensamiento ya que toda la sangre de su cabeza se había lanzado a su pene. "Cariño, estás sentada en mi pene. Estoy bastante seguro de que puedes hacer lo que quieras conmigo."

Ella pasó la palma de su mano sobre el pecho, después se echó hacia atrás, dejando que sus manos viajaran por su estómago hacia el lugar donde su cerebro residía en la actualidad. Su pene tembló, y se balanceó hacia arriba, en su contra.

"¿Estás segura de que quieres hacerlo aquí?"

Ella levantó la mitad de su mirada hacia él. "Tengo muchas ganas de hacerlo aquí. Oh. Siempre que dispongas de protección. Ni siquiera pensé en eso. Quiero decir, por lo general no corro a tener relaciones sexuales en los coches."

Él abrió la consola central y sacó un condón.

Ella sonrió. "Siempre preparado, ¿no?"

"Trato de estarlo."

Ella tomó el condón de su mano y lo puso abajo, luego se inclinó sobre él y apretó los labios en los suyos. Cualquier conversación que hubiera querido tener con ella se alejó con el primer sabor de su boca. Captó el olor del vino en sus labios, pero fue su sabor el que le interesó. Era más intoxicante que cualquier tipo de alcohol, se derivó sobre sus sentidos hasta que se perdió. Él sumergió su mano en su blusa para poder sentir su piel.

Gimió en contra de sus labios cuando sus manos se movieron hasta su espalda y encontró su sostén. Con habilidad práctica abrió el cierre, luego viajó hacia el frente para deslizar su mano debajo de su seno, encontrando su pezón.

Sus pechos eran pequeños, pero sus pezones estaban sensibles, y podía decir que le gustaba cuando se los tocaba, porque su aliento se detuvo cuando deslizó la yema de su dedo pulgar sobre uno. La forma de su pezón contra su dedo pulgar dio un tirón a su pene contra del cierre de su pantalón.

Tara retrocedió, con los ojos ya de esa atractiva manera que parecía convertirlos en vidrio color ámbar.

Ella se echó hacia atrás y se quitó la chaqueta por los hombros, después comenzó a desabrocharse la blusa. La seda parecía quedarle. Era elegante, iba desde la larga columna de su garganta a la forma en que su pelo se rizaba en su cuello. Llevaba el pelo recogido de nuevo, y le gustaba soltárselo, tiró del clip y sacudiendo los rizos con su mano, transformándola de mujer de negocios a diosa del sexo delante de sus ojos.

Con la blusa desabrochada y el corpiño abierto, él se aventó sobre sus pechos.

"Esta es la forma en que me gustas", dijo, tratando de alcanzar sus pechos, deslizando sus dedos sobre sus pezones. "Toda desnuda. Con tus pezones duros, meciendo tu vagina contra mi polla."

Ella tomó su falda y se la subió a lo largo de sus muslos, revelando las sexy bragas color rosa que hacían juego con el sujetador de satén. Dejó que su mano viajara hacia abajo y palmeó su pene. "Esta es la forma en que me gustas" dijo con voz oscura y sin aliento. "Duro y listo para mí."

Ella alcanzó la cremallera y tiró de ella hacia abajo, liberando su pene. Entonces maniobró para poder tirar de sus pantalones hacia abajo, sobre sus caderas. Tara tomó el condón, tomándose unos segundos para acariciarlo, deslizando su dedo pulgar sobre su cresta, capturando el líquido que se estaba derramando allí y lamiéndose los dedos después.

"Cristo. Harás que me corra antes de que llegar dentro de ti si sigues jugando así conmigo."

"Entonces no juguemos más, porque necesito que me folles."

Ella abrió el paquete del condón y lo ajustó sobre su eje, hizo sus bragas a un lado y se sentó a horcajadas sobre él. Vio cómo su pene desaparecía dentro de ella, entre sus caderas mientras se sentaba en él.

Ahora, eso era un espectáculo que hacía que sus bolas se apretaran.

Cuando estuvo totalmente afirmada en él, le clavó las uñas en los hombros y se centró en sus ojos, con su vagina pulsando a su alrededor. Ella no se movió absolutamente nada, limitándose sólo a mirarlo.

"¿Sientes eso?"

Él asintió.

"Oh, Dios, Mick, se siente tan bien. Podría quedarme así y solo sentirte dentro de mí."

Él apretó su carne. "No iré a ninguna parte, cariño."

Le gustaba que ella no tuviera ninguna prisa para mostrarle su gran destreza de movimientos. Todas las mujeres que siempre llevaba a la cama parecían querer impresionarlo con lo buenas que eran, pero siempre eran mecánicas, como si follar fuera una actuación o una audición.

Con Tara, estaba allí con él, compartiendo con él. Le gustaba que hiciera contacto visual. No estaba dándole placer sólo él, sino que se complacía a ella misma, también. Puso su clítoris contra él e hizo una pausa, con los ojos cerrados a la deriva, con sus labios abiertos mientras dejaba escapar un gemido.

No había nada que lo excitara más de una mujer que su propio placer. Porque ella no estaba aquí tratando de sumar puntos a su propio juego para ganarlo. De hecho, estaba muy, muy seguro de que era la última cosa en la mente de Tara.

Ella clavó sus uñas en sus brazos y se levantó, después se deslizó sobre él otra vez, con cada centímetro de lenta agonía volviéndose una sensación dulce. Él no sabía dónde mirar… si hacia abajo a donde se unían o a su cara, llena de placer para que él lo viera.

Él se agachó y acarició su clítoris, sintiendo cuan mojada estaba, sabía que no era una actuación de ella para nada, lo sabía por la forma en su vagina apretaba su pene cada vez que se movía, lo sabía por la mirada opaca de sus ojos y por sus párpados a medio cerrar, lo sabía a partir de los sonidos que hacía y la forma en la que el coche olía a sexo. No, estaba allí ganando el juego para sí misma, y él era parte del equipo.

Él se levantó en ella, penetrándola tanto con su pene como con sus dedos, necesitando que ella se corriera a su alrededor. Sus pezones colgaban justo fuera del alcance de su boca. Rectificó eso tirando de ella hacia él, chasqueando la lengua sobre uno y luego el otro, antes de tomar uno entre sus labios y succionarlo.

Tara se apretó aún más en su boca. "Sí, Mick, sí. Chúpalo. Más fuerte."

Él lo hizo, y ella empujó contra él, levantándose y dejándose caer, después meciéndose hacia él y montándolo más rápido.

"Eso va a hacer que me corra."

Era exactamente donde la quería, en la zona roja y se dirigió a la línea de gol. Dejó su pezón y fue por el otro, chupándola fuerte como ella deseaba. Ella gritó cuando se corrió, su vagina se contrajo en su pene como un tornillo. La sostuvo apretada mientras se deslizaba duro entrando en ella, atorando sus pies en el piso y estremeciéndose mientras su orgasmo lo sacudía.

Después de la anotación, un punto después, el juego se había ganado. Dejó su cabeza entre sus pechos, sintiendo su corazón latir.

"Me hiciste sudar sobre todo mi bonito traje", murmuró ella.

Él sonrió. "¿Eh... lo siento?"

Ella se rió y se echó hacia atrás para sonreír con él. "No lo sientes para nada".

"No, no lo hago."

Se desenredaron y se enderezaron la ropa mientras Tara hacía un intento decente para subirse más en su asiento. "Este no es mi momento más glamoroso. No puedo creer que tuviéramos sexo en tu coche. Difícilmente tengo dieciséis."

"¿Y?" Él se abrochó el cinturón de sus pantalones. "No hay nada malo en actuar así de vez en cuando."

Ella arrugó la nariz. "Debería saberlo mejor".

"¿Así que se supone que actúas como un adulto tapado todo el tiempo?"

Ella se agachó para abrochar sus zapatos y se encogió de hombros. "Tengo un hijo. Y sí, lo debería hacer. Eres una mala influencia para mí."

La atrajo hacia sí y la besó, asegurándose de que entendiera qué tipo de influencia era. Cuando terminó, ella tenía los labios hinchados, con los ojos aturdidos. "Me gusta pensar que soy una buena influencia para ti."

Se dirigieron de nuevo al restaurante y Tara recogió su coche. Tomando la manija de la puerta, se detuvo. "Gracias de nuevo por una... noche interesante, Mick. Pero me adelantaré y te diré que no podemos tener ningún tipo de relación."

Él no lo podia creer. "Porque no te gusto".

Lo miró por la ventana. "Esa no es la razón."

“Porque te da vergüenza ser vista conmigo".

"Esa no es la razón, tampoco."

"Porque estás avergonzada de tu hijo."

Ella rompió su mirada de él. "Por supuesto que no."

"Entonces quiero saber por qué."

"Oh, infiernos, no".

Él arqueó una ceja. "Así que si no hay algo mal conmigo ni con él. ¿Cuál es la razón?"

Ella se frotó la sien. "Ninguna. No lo sé. Me confundes."

Sus labios se curvaron. "¿Bien confundirte o mal confundirte?"

Ella dejó escapar un suspiro. "No lo sé. Tú sólo me confundes."

Él no iba a darle la oportunidad de alejarse esta vez. "Te llamaré."

Ella agitó la mano y abrió la puerta del coche. "Sí, hazlo."

"Buenas noches, Tara".

Ella cerró la puerta y se metió en su coche. Mick esperó hasta que se fue, luego la siguió a través de la niebla, asegurándose de que ella llegara a la carretera sana y salva. No fue hasta que dio la vuelta para regresar a su casa que se dio cuenta que sólo tenía el número de su oficina, no el particular. Y no sabía dónde vivía.

Podría arreglar eso, sin embargo.

Tara era alguien de la quien quería saber más. Y podría poner la línea defensiva que quisiera, pero Mick no era el tipo de persona que se hacía menos ante una buena defensa.

Era el momento de apuntalar su propia ofensiva.