Capítulo 2

Mick no había mentido acerca de sus razones de llevar a Tara a su habitación; tenía muchas ganas de pasar más tiempo hablando con ella. Pero obviamente, ella quería algo más que eso—o necesitaba algo más que eso—y él estaba malditamente feliz de otorgárselo. Ella sabía a champaña y a menta, y deslizar su lengua dentro del calor de su boca había reforzado sus bolas en un doloroso nudo.

Estaba tan excitada como él, su boca moviéndose bajo él, con su cuerpo como una bola de energía mientras desabrochaba los botones de su camisa. Su corazón latía con fuerza contra su pecho. Se preguntó si podría sentirlo, si se reiría porque él estaba tan atrapado en esto. No era como si se tratara de su primera vez. Las mujeres se lanzaban a él. Debía estar un poco cansado de todo el asunto. Pero ella era tan diferente de las otras mujeres con las que estuvo. Fresca y emocionante y... normal.

Ella levantó los labios de los suyos. "Tu corazón está acelerado." Ella puso la palma de su mano plana contra su pecho. "Pensé que era sólo yo, la que estaría entusiasmada con esto."

Él arqueó una ceja. "¿Crees que no estoy afectado por tu beso?"

Ella se encogió de hombros. "Las mujeres probablemente te besan cada día."

Él se echó a reír, después se precipitó con ella al sofá. "No todos los días. Y no cualquier mujer".

Ella deslizó sus piernas por encima de su regazo. "Ah, cierto. Soy especial".

"Los eres".

"En serio. ¿De qué manera?"

"No eres famosa."

Ella inclinó la cabeza hacia atrás y se echó a reír, entonces subió su vestido, dejando al descubierto sus muslos mientras, montaba a horcajadas sobre él. Así como él se había imaginado, tenía unos muslos asesinos.

"Oye, seguro sabes cómo darle cumplidos a una mujer".

Ella sujetó su cuello y se inclinó, con sus senos acariciando su pecho.

Tenía muchas ganas de pasar más tiempo hablando con ella, para demostrarle que él no estaba principalmente interesado en meterse en sus bragas.

Pero con su cuerpo lleno, contra el de él, dejándole inhalar el olor de su champú, algo dulce lo hacían querer lamer su piel, y pensó que lo estaba volviendo loco. Realmente quería entrar en sus bragas. Él movió la mano por su espalda, recorriendo el camino a través de una mezcla de piel y de su brillante vestido. Metió la mano en el interior, sin duda prefiriendo la parte de la piel.

Tara gimió y se acercó, como si quisiera que rastreara en su interior.

Oh, sí. Este era el calentamiento. Estaba dispuesto a entrar en el juego ahora. Él se acercó y comenzó a tirar de las horquillas de su pelo. Ella inclinó la cabeza hacia atrás y apartó sus labios.

"Decidido a destruir mi imagen de Cenicienta, ¿no es cierto?"

Él quitó el alfiler de una cadena de oro y lo dejó caer al suelo, luego se zambulló en la suavidad de su pelo. "Te verás más hermosa y yo caeré muerto."

Ella arqueó las cejas. "Eres muy bueno con eso."

"A mi hermana le gustaba tener el pelo todo hacia arriba."

"No, no eso. En las líneas".

Él negó. "No hay líneas. Lo prometo. Eres magnífica."

Ella se veía como que no le creía. Obviamente, nadie le dijo últimamente lo impresionante que realmente era. Una lástima, puesto que la desnuda honestidad en sus ojos podía hacer que un hombre hiciera cualquier cosa que ella quisiera. Sacó el último pasador de su pelo y lo desprendió, dejándolo caer a través de su cuello y mejillas.

"Increíble. Suave." Él lo inhaló. "Como duraznos".

Ella rió, y el sonido vibró contra su pecho. "No conozco a ninguna mujer que huela a duraznos".

"El champú está a la venta en Walmart".

Sí, esta mujer le podía gustaren serio.

 

Tara impulsó una sucesión rápida de respiraciones. Hiperventilarse y desmayarse sería la cosa más vergonzosa que podría hacer ahora, pero con el rostro de Mick sepultada en su cuello, y siendo esta una seria zona erógena. Si la lamía allí, robaría un banco para él.

Cuando sintió que su lengua se deslizaba por su garganta, todo su cuerpo se estremeció. Mick apretó su control sobre ella, y entonces el mal nacido lo hizo de nuevo. Escalofríos recorrieron a lo largo de su carne, rugiendo un infierno deseo en su interior. Sus pezones se levantaron, doliéndoles por que su boca hiciera lo que ahora mismo le estaba haciendo a su cuello. Ella ya se podía imaginar cómo le pasaría la lengua a través de sus pezones mientras lo observaba. Se levantó el vestido y movió su mano dentro de sus bragas frotando su palpitante clítoris hasta que el orgasmo que tan desesperadamente necesitaba la hiciera gritar.

Maldita sea, estuvo a solas durante mucho tiempo con su vibrador y tarde en la noche viendo Cinemax. Pero no iba a salir esta noche. Esta noche, Mick la haría correrse, y si lo deseaba, no sería sólo una vez.

Casi se rió de su audacia. Simplemente no era ella en absoluto. Pero maldita sea, deseaba a Mick, y se negaba a pedirle disculpas por ser una mujer en la flor de la vida sexual, que no recibía nada hacía mucho tiempo. Y estaba siendo sostenida y besada por uno de los mejores ejemplares de macho de la humanidad que alguna vez vio… un hombre que por algún razón, realmente parecía desearla. No había forma en que se lo preguntara dos veces o dejara pasar esta oportunidad.

Mick tendió la mano por su pelo, masajeando su cuero cabelludo de una forma que no era en absoluto medicinal. Era sensual, diseñada para volverla medio loca de lujuria. Y oh, ella sentía al deseo creciendo de gran manera.

Su otra mano descansaba en la parte baja de su espalda, con sus dedos tocando la parte superior de su trasero. Tara sintió su erección mientras la pasaba a su regazo, y sus bragas se humedecieron como si fuera la primera vez que estuvo alguna vez cerca de un pene antes.

Se sentía como la primera vez… la primera vez de un largo, largo tiempo. Ella había pensado que negarse a sí misma era una idea sabia, considerando todas las cosas. En ese momento no se sentía sabio de ninguna manera. Se sentía estúpido, porque había olvidado totalmente lo impresionante que era estar cerca, ser besada, ser tocada por un hombre.

Ella se aferró a sus hombros y se recostó, buscando su rostro, queriendo memorizar la forma completamente hermosa que él tenía. Sus ojos eran de un fascinante tono azul, como un lejano océano que probablemente nunca visitaría. No tenía dudas de porqué las mujeres caían todas sobre sí mismas para acercarse a él. Tenía rasgos duros y suaves y unos labios llenos que no parecían pertenecer a un rostro masculino. Tenía la nariz un poco torcida, lo que hacía a su imposiblemente impecable frente ser sólo un poco menos perfecta. A ella le gustaba eso. Si fuera demasiado impecable y ella se sentiría inadecuada.

"Me estás mirando."

Su respiración era dura. Igual que su pene. A ella le gustaba eso. "No puedo evitarlo. Son tus ojos. Tu cara. Tu cuerpo. Infiernos, es todo el paquete, Mick. Eres hermoso."

Él inclinó la cabeza hacia un lado, frunciendo el ceño. "Los hombres no somos hermosos. Las mujeres lo son. Tú lo eres."

Sabía que no lo era, pero bueno, ella se dejaría llevar por la fantasía esta noche. Especialmente cuando él se puso de pie, deslizando sus manos debajo de su trasero para levantarla. Ella envolvió sus piernas alrededor de él, con su vestido avanzando lentamente más arriba en sus muslos. La habitación estaba unos pocos grados más caliente mientras la acompañaba por el pasillo, sin ni una sola vez dejar de mírala.

La hacía sentir especial, y nadie hacia eso por ella desde hacía tiempo.

Empujó la puerta con el hombro, y Tara tuvo una visión de los amplios ventanales y del cielo sin nubes de la noche antes que Mick la colocara en el centro de una increíblemente grandiosa y suave cama extra grande. Él se movió a la parte superior de ella, con sus manos colocadas a ambos lados de sus hombros, manteniéndose a sí mismo fuera de su cercanía, con sólo las más elementales pulgadas, levantándola para acariciar sus pechos contra el suyo.

"Juegas".

"Tú eres quien juega. Ven aquí y bésame", dijo ella necesitando sentir su cuerpo aplastado contra el de ella.

"Soy demasiado grande para estar encima de ti."

Grande. Encima. Evocaba imágenes que la hacían ponerse húmeda. Ella palmeó la zona trasera de su cuello y movió la cabeza hacia abajo. "Creo que puedo tomarte."

Mick lanzó un gruñido y se dejó caer encima de ella, con su cuerpo apretando el suyo. Ella se dio cuenta de su magnitud mientras estaba sobre ella en pleno, pero sabía de la tensión de su cuerpo que sostenía todo su peso sobre ella. Sin embargo, la presión del cuerpo del hombre en la parte superior de ella se sentía tan condenadamente bien que podría llorar. Su pene le frotó el muslo, y una oleada de calor la envolvió, por lo que se elevó en su contra, arqueándose hacia lo que ella quería más que nada.

"¿Estás segura de esto?"

Le encantaba que se lo preguntara y enmarcó su rostro con sus manos. "Definitivamente, positivamente, absolutamente segura".

Sus labios cubrieron los suyos, y la renuencia pasó cuando tomó posesión con su lengua buceando en su interior. Él gimió con una desesperación que la sorprendió. Seguramente lo hacía todo el tiempo. Ella era la que debería estar desesperada, porque seguro que ella no hacía esto todo el tiempo.

Su boca era una maravillosa pieza de arte, llena y suave y devastadora para sus sentidos. Movió sus labios hacia atrás y adelante a través de ella mientras su lengua convertía su cerebro en puré. Y sus manos eran el mismo diablo y sus soldados mientras se movían sobre ella, con suavidad presionándose para navegar a través de cada una de sus curvas a los costados de sus caderas, deslizándose hacia abajo ahuecando su trasero.

Tara resistió la tentación de subirse toda sobre él y desnudarlo para lamerlo totalmente por unos diez segundos. Ella se dio cuenta de que tenía que haber una cierta finura en esto, pero Dios Todopoderoso, deseaba a este hombre con urgencia. Y él parecía estarse tomando su tiempo moviendo sus labios sobre los de ella, con las manos encima de su cuerpo como si tuviera la intención de hacer una mapa a fondo de cada centímetro cuadrado de ella con sus dedos. Y, oh, se sentía tan malditamente bien. Su cuerpo se estremeció en respuesta, pulsando y humedeciendo todos los lugares correctos, pero se encontró con dificultades para respirar.

"¿Estás bien?", Preguntó cuando sacó sus labios de los suyos.

“Sí. Bien. ¿Por qué?"

"Estás respirando agitadamente." Puso su palma de la mano en ella, con sus dedos descansando un poco cerca de su seno.

"Si me tocas no harás que respire más fácilmente."

Él arqueó una ceja, se apoyó sobre un codo, y cubrió su pecho con la mano. "Tengo la sensación de que ha pasado un tiempo para ti. ¿Quieres retrasar las cosas?"

"Sí, ha pasado un tiempo. Qué amable de tu parte haberlo notado. Y Dios, no, no quiero ir más despacio. Me gustaría que ambos ahora estuviéramos desnudos."

Sus labios se curvaron. "Así que las cosas que dices son porque me estoy moviendo demasiado lento."

"Me estás matando aquí, Mick".

"Déjame ver si puedo acelerar las cosas un poco para ti." La empujó sobre la cama para que su cabeza quedara en las almohadas, después abrió sus piernas y se arrastró entre ellas.

Eso era exactamente lo que necesitaba. Tal vez ni siquiera se molestara en quitarse la ropa. Sólo lo necesitaba en su interior. Ahora.

Pero él no se desabrochó los pantalones o se trepó sobre su cuerpo. En su lugar, movió sus dedos mágicos hasta su vestido y jugó con sus muslos, levantándolo mientras sus labios trazaban el camino que sus dedos habían abierto.

Querido Dios. Realmente estaba tratando de matarla, ¿No? El vestido fue a la parte superior de sus muslos, dejando al descubierto la ropa interior que había seleccionado cuidadosamente para su vestido de fiesta, y pesar de que se había reído porque pensaba que nadie lo sabría.

Ahora se alegraba de haberlo hecho, porque Mick levantó la cabeza y sonrió al considerar el escaso encaje dorado de seda, la única barrera entre su boca y su vagina.

"Ahora esto es hermoso." Puso su mano sobre su sexo y lo frotó de un lado a otro.

Chispeantes latidos se propagaron con el placer de su clítoris a su vagina y en todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo. Ella comenzó a temblar al darse cuenta de lo cerca que estaba. Tara se alzó sobre los codos y arqueó su pelvis contra su mano. "Podría correrme si sigues haciendo eso."

Su mano se calmó, pero la otra contra su sexo estaba húmeda. "Así de rápido, ¿eh?"

Lo miró de frente. "Así de rápido."

"Me gustaría que te vinieras en mi boca, Tara. Trata de aguantar." Tiró el material a un lado y plantó su boca sobre su vagina. De repente estuvo abrumada con sus labios y su lengua moviéndose sobre su sexo, lamiendo sus jugos, metiéndose dentro de ella y rodando alrededor de su clítoris.

Un montón de placer sin sentido se apoderó de ella, fundiéndola sobre el colchón. Ella se agachó para cerrar sus dedos en su pelo, perdida en un terremoto de sensaciones que no pudo contener.

"Mick", susurró, y luego se mordió el labio mientras cumplía su promesa. Calientes ondas de un orgasmo se precipitaron sobre ella, y gritó cuando inundó su rostro con su venida. Volvió a caer sobre las almohadas y salió de un soporífero orgasmo que pasó por ella en incesantes olas. Mick se aferró a sus caderas y siguió lamiéndola, chupando su clítoris y vagina hasta que no pudo soportarlo más. Luego se alejó y besó sus muslos, mientras ella disfrutaba algunas sorprendentes réplicas y contenía el aliento.

"Wow", dijo cuando pudo encontrar su voz. "Eso fue realmente increíble."

"Ahora que tienes ya el primero, nos tomaremos nuestro tiempo para el segundo."

"¿Qué?"

Mick ignoró su pregunta. Llegó a las cadenas que sostenían su ropa interior en sus caderas y las arrastró sobre su trasero y por sus piernas. Una vez fuera, utilizó sus hombros para empujar sus piernas y alejarlas.

"Tienes un hermoso coño, Tara. Rosado y húmedo y su sabor dulce hace que mi polla se endurezca."

Y así como así, ella se excitó y estuvo lista para la segunda ronda. Sólo verlo ahí abajo entre sus piernas la hacía temblar con anticipación. Estaba en lo cierto. Había navegado directo a su orgasmo sin tener el tiempo de disfrutar a fondo del tipo de magia que había realizado en ella. Le gustaría tener la oportunidad de verlo y sentir su lengua en ella.

Su aliento tibio fluía a través de su carne dolorida. Como una burla, como una anticipación. Se puso tensa, esperando que su lengua la tocara, y cuando lo hizo, se estremeció. Caliente y húmeda, él deslizó su lengua a través de su carne hinchada, azotando su clítoris hasta que tomó el brote en su boca y lo chupó.

La tensión rápidamente creció de nuevo. Había pasado tanto tiempo, y complacerse a sí misma no era nada como tener a un hombre entre sus piernas, lamiendo su vagina y trayendo todas sus calientes fantasías a la vida. Mick era una de sus más calientes verdaderas fantasías. Su vestido cabalgaba encima de sus caderas y quedó desnuda de la cintura para abajo y, oh, maldita sea, esto era tan alucinante y erótico que no podía soportarlo.

La lengua de Mick y sus labios bailaron sobre su sexo. Él agregó sus dedos a la mezcla, metiendo uno dentro su vagina.

Dios, se sentía bien. Dejó caer la cabeza hacia atrás y apenas dejó de sentir mientras la tomaba lento y metía sus dedos mientras tomaba su clítoris con su boca y ponía su lengua sobre él.

"Sí, así," susurró, apretando su agarre en su cabello mientras las sensaciones alcanzaban su punto máximo, sosteniéndola cerca del borde. "Voy a correrme".

Él puso su lengua contra su clítoris y empezó a follarla duro con su dedo. Ella se estremeció, gritando y brincó en su contra, ese orgasmo fue fuerte como el primero, mientras ola tras ola se estrellaba en ella.

Cuando cayó al colchón estaba exhausta, totalmente sorprendida, y profundamente agradecida. Cuando Mick se arrastró y le sonrió, ella pasó sus dedos por su mentón y le lamió la punta de los dedos.

“Sabes como yo."

Sus fosas nasales se abrieron y sus ojos se oscurecieron. "¿Te has probado a ti misma a menudo?"

Ella se encogió de hombros y envolvió sus dedos alrededor de su nuca. "A veces cuando me toco a mí misma."

No podía creer las cosas que le estaba diciendo, la manera en que se estaba dejando ir. Pero esta era su noche y era de su fantasía e iría de la manera que quería. Y la quería perfecta y sin barreras.

Así que cuando Mick salió de la cama y empezó a desabrocharse la camisa, Tara se levantó sobre sus rodillas para verlo, no queriéndose perder ni un momento del comienzo. Él se sacó la camisa por los hombros, y no la decepcionó. Tenía el pecho ancho, con sus pectorales absolutamente espectaculares. Sus abdominales eran planos y cincelados con ese proverbial paquete de seis que veía en los modelos y en la televisión, pero no creía que existieran. Ella extendió la mano y puso sus manos sobre su estómago, sorprendida por la sensación de dura roca en su abdomen. "Wow, estos seis existen.”

Él rió y se desabrochó los pantalones, los dejó caer al suelo. Tara se lamió los labios por el contorno de su erección presionada insistentemente contra sus bóxers.

"Permíteme." Sacó su vestido y lo arrojó a un lado, después desabrochó su sujetador, no siendo consciente de sí misma cuando la mirada de Mick vagó apreciando su cuerpo. Nunca había puesto mucho énfasis en su aspecto, pero ahora se sentía como una diosa. No había nada como la mirada de un hombre hambriento para hacer a una mujer sentirse deseada.

Ella se movió al lado de la cama para agarrar su ropa interior y la rodó por encima de sus caderas, liberando su pene. Su ropa interior cayó al suelo, ella la pateó y las retiró, dándole a Tara rienda suelta para pasar sus manos sobre su artístico cuerpo, después lo recorrió y agarró su apretado trasero. Wow. Hablando de obras de arte. A ella le gustaría acostarlo y pasar sus manos sobre él durante un par de horas. Y luego degustarlo.

Tara rodeó su miembro con sus manos, necesitando tocarlo, probarlo, antes de que la tomara. La hizo sentirse tan bien, que quería hacerle lo mismo a él.

Le acarició su longitud moviendo una mano debajo de su saco, apretando suavemente sus testículos, él la recompensó con un gruñido áspero. Y cuando ella se inclinó y tomó la suave cresta de su pene entre sus labios, su rugido se hizo más pronunciado. Mick movió sus dedos en su pelo y le empujó la cabeza hacia su eje. Ella gustosa lo tomó, pasando su lengua alrededor de su caliente longitud.

"Eso es bueno, Tara. Me gusta tu boca".

Su sabor era salado y fuerte. Lo admiró al verlo de pie sobre ella, con sus pezones ajustados mientras la chupaba. Recorrió la mano por encima de su pelo en un gesto de ternura, y ella supo que se estaba deteniendo mientras movía su pene a lo largo de su lengua.

Abrió la boca y lo dejó verla, después curvó su lengua por su cresta y lamió el líquido salado que se escapó.

"Jesús, mujer, harás que me corra."

Ella jugó con él con un mordisco lento en la cabeza de su pene, luego envolvió sus dedos alrededor de su eje y lo acarició. "¿No es esa la idea?"

Se alejó, luego la empujó sobre la cama. “Sí. Cuando esté dentro de ti y tu coño me apriete para sacar todo de mí. "

Metió la mano en sus pantalones y sacó un paquete de papel. Tara suspiró de alivio porque estaba preparado. Se puso el condón y se acercó a ella, abriendo sus piernas, deslizando sus manos por sus muslos, su vientre, sobre sus pechos. Ella se arqueó y llenó sus manos con ellos, entonces se inclinó sobre ella y lo tomo en su boca.

Para alguien tan grande como él esperaba que fuera rudo. La sorprendió con un suave tirón de su pezón entre sus labios, atrayéndolo a su interior para deslizar su lengua por su brote. Un calor comenzó a crecer lentamente mientras chupaba y lamía su pezón, luego el otro, llevándola a la anticipación mientras acomodaba su pene entre sus piernas, sin entrar todavía en ella, haciéndola esperar.

“Por favor,” susurró ella, tirando de su cabeza. "Por favor".

Presionó sus labios en los de ella, acariciando suavemente su boca. Tan tierno y sólo lo necesario. Ella levantó su mano y le acarició la cara mientras se situaba entre sus piernas y deslizaba su miembroen su interior.

Ella se quedó sin aliento por su entrada. Era todo lo que había esperado y deseado. Encajaban perfectamente y sabía exactamente qué hacer para darle el tipo de placer que anhelaba. Él metió una mano debajo de ella e inclinó sus brazos, atrayéndola más, tomando su boca en un duro y profundo beso, borrando la dulzura de hacía unos momentos.

Pero suavidad no era lo que ella necesitaba ahora. Ahora quería pasión, y oh, era lo que le daría. Ella envolvió sus piernas alrededor de sus caderas y clavó sus talones en él, logrando meterlo más en su interior.

Mick encontró su mirada y se apoderó de su trasero, empujándolo a profundidad.

"Sí", le susurró mientras rodaba sus caderas más hacia ella, meciéndose contra su clítoris. Sus manos le agregaron calor y placer sensual, mientras se deslizaba sobre su cuerpo, acariciando sus costados, sus pechos, haciendo un túnel en su pelo para atraparlo y mantener su equilibrio mientras que la besaba, con su boca y lengua llevándola en un frenesí de pasión y necesidad que la hacía quedar sin sentido.

Ella pasó sus manos por su espalda, memorizando con su tacto sus músculos a medida que avanzaba, el acero trabajando dentro de los límites de su carne, el calor y el sudor de su piel como una potencia contra ella.

No podía recordar haber hecho el amor con un hombre así de... íntimamente antes, de sentir esa conexión. Ella le acarició un lado, pensando que estaba fuera de práctica. Esto era sólo sexo, y pasó un tiempo, por lo que para ella, esto era monumental. Para él, probablemente era sólo una buena follada.

Pero la forma en que la abrazaba, la acariciaba y la besaba, la forma en la levantaba y luego empujaba, lenta y duramente, tomándose su tiempo, al parecer sin prisa por correr hacia la meta, hacía que su corazón diera flip-flops aun cuando su cuerpo chisporroteaba con el tipo de placer que una mujer sabía que no venía muy a menudo. Se dejaría seducir por la magia de ese momento, por la forma en que la aterrizaba frente a ella y la tomaba de nuevo. Se dejaría sentir cada sismo y temblor de su cuerpo volviendo a despertar al placer de hacer el amor.

La tensión la llenaba, enrollándose alrededor de su cintura mientras Mick le lamía los pezones, mientras él seguía avanzando dentro en su interior. La sensación se disparaba en su vagina, llevándola cada vez más cerca del orgasmo.

"Más fuerte", pidió, y él obedeció, agarrando y doblando la rodilla de su pierna, con su mirada centrada en ella mientras empujaba más profundo, después ponía su pelvis contra la suya.

Ella se quedó sin aliento. "Eso hará que me corra, Mick".

"Oh, sí. Apriétame con tu coño. Córrete para mí."

Él metió la mano entre ellos, sosteniendo sus caderas para poder frotar su clítoris mientras la tomaba, sosteniendo su mirada en su cara.

"Déjame verte," le dijo, usando su pulgar para encontrar la parte más torturada en ella, acariciando con cuidado su nudo sin dejar de meterse en su interior.

Ella centró su mirada en él mientras se dejaba ir, mientras su clímax la golpeaba, con la intensidad de su placer físico combinado con el contacto emocional de él viéndola, en la forma en que su rostro se contraía mientras se venía con ella, haciendo que su espiral se saliera de control con un derroche de emociones y sensaciones.

Y entonces la besó, y ella se agarró con fuerza a él mientras seguía corriéndose, extendiéndose sobre el borde de nuevo mientras él seguía avanzando en su interior, negándose a dejarse ir.

Ella no quería dejarlo ir. No hasta que estuviera exhausta, y Mick salió y la dejó sólo por un momento. Luego se fue hacia atrás, tirando de ella contra él y arrastrando la cobija sobre los dos.

Tara se sentía tan pequeña envuelta en su abrazo. Pequeña y apreciada mientras la besaba en el dorso del cuello, la abrazaba con fuerza y le tocaba el pecho en una forma perezosa que la hacía sentir calor y sonreír a al mismo tiempo.

"Supongo que no dormiré mucho esta noche, ¿Verdad?"

"El sueño está sobre valorado. Puedes dormir más tarde." La mordió en la parte posterior del cuello, y ella se estremeció por los escalofríos que se deslizaron a lo largo de sus terminaciones nerviosas. Se volvió hacia él, empujándolo hacia ella de nuevo para poderse subir encima. Sintió que su pene se endurecía debajo de ella.

“Tienes razón. Dormiré más tarde." Ella se inclinó y lo besó.