Capítulo VIII

NICK no sabía si el detective privado tardaría poco o mucho en levantarse. Lo que sí sabía era que Matt Barrows peleaba mucho mejor que él, así que optó por darse a la fuga.

Matt no pudo impedírselo.

Paula Seymour tampoco lo intentó, claro. En el fondo, se alegraba de que Nick no hubiera sido atrapado por el detective. Y había faltado muy poco para que eso sucediera.

De no haber sido por el golpe sucio de Nick…

Paula se arrodilló junto al detective y le puso la mano en el hombro.

—Matt…

—¿Qué?

—Lo siento.

—Tu amigo es un marrano, Paula.

—Lo sé.

—Si no llego a seguirte…

—Por eso apareciste tan oportunamente, ¿eh?

—Claro.

—No debiste seguirme.

—¿Me reprochas que te librara de ese puerco?

—No me hubiera pasado nada.

—¿Que no…? Te estaba golpeando cuando yo entré —recordó el detective.

—Porque estaba furioso.

—¡Es una rata cobarde!

—Le di motivos para que se enfureciera, te lo aseguro.

—Le acusaste de haber asesinado a Dorothy Colman, ¿eh?

—No, porque sé que él no la mató.

—¿Estás segura?

—Sí.

Matt trató de incorporarse.

—Deja que te ayude —dijo Paula agarrándolo del brazo.

—Estoy bien.

—No puedes estarlo, después de lo que Nick te hizo.

—Le devolveré el golpe cuando lo pille.

—Siéntate y descansa un poco.

Se dejó llevar por Paula y se sentaron los dos en el sofá.

—¿Por qué mentiste? —preguntó el detective mirándola a los ojos.

—¿A qué te refieres?

—Tú sabías quién había perdido las cerillas del Royal Club en el dormitorio de Dorothy Colman, y por qué figuraba tu número de teléfono anotado en el cartón.

Paula se mordió los labios.

—No estaba segura. Matt.

—Las perdió tu amigo Nick.

—Él lo niega.

—¿Has tenido relaciones íntimas con él?

—¿Con Nick…?

—Sí.

La muchacha sonrió de forma extraña.

—Hubiera estado muy feo, Matt.

—¿Por qué?

—Nick es mi hermano.

* * *

La revelación de Paula Seymour dejó perplejo a Matt Barrows.

—¿Que ese gusano es tu…?

—Sí —asintió la joven.

—¡No es posible!

—Será todo lo gusano que tú quieras, pero es mi hermano.

—¡Por eso trataste de encubrirle!

Paula movió la cabeza.

—No; porque es mi hermano, no. Lo hice porque no creo a Nick capaz de asesinar a nadie. Tiene muchos defectos, pero no es un criminal. Es posible que conociera a Dorothy Colman y que se acostara con ella de vez en cuando, porque a mi hermano le gustan las mujeres casadas. Entre otras cosas, porque les saca más fácilmente el dinero que a las solteras. Pero…

Matt elevó las cejas.

—¿Tu hermano vive de eso…?

—Desgraciadamente, parece que sí —suspiró Paula—. No le gusta trabajar. Nunca le ha gustado. Y como tiene un buen físico, lo utiliza para conquistar a las mujeres. Se le da muy bien, te lo aseguro. Las satisface sexualmente y les saca todo lo que puede. Para eso no tiene el menor escrúpulo.

—Menuda joya —rezongó el detective.

—Nunca ha matado a nadie, créeme.

—El hallazgo de las cerillas demuestra que tu hermano estuvo en el dormitorio de Dorothy Colman.

—No seré yo quien lo niegue. Pero pudo haberlas perdido la noche anterior. O la otra. No hay pruebas de que las perdiera anoche. Y, aunque así fuera, eso tampoco demuestra que él matara a esa mujer. Pudieron asesinarla después, cuando Nick ya se había ido.

El meneó la cabeza.

—No creo que Dorothy Colman tuviera dos amantes.

—¿Y qué me dices del marido?

—¿El marido?

—Pudo matarla él. Si sabía que su mujer le ponía los cuernos con mi hermano…

—El marido es mi cliente, Paula. Si él hubiera asesinado a Dorothy, no me habría contratado para averiguar quién mató a su mujer. ¿No te parece?

—Quizá pretenda cargarle el crimen a Nick.

Matt guardó silencio.

Paula siguió hablando:

—Es posible lo que digo, ¿verdad, Matt? El tipo sabía que su mujer le engañaba y con quién, así que decidió matarla a ella y contratarte a ti, para que descubrieras lo que él ya sabía: que su esposa se acostaba con mi hermano. Y, una vez averiguado eso, lo normal es que sospeches de Nick. Lo que tu cliente quería.

—Te olvidas de algo, Paula.

—¿De qué?

—Del atentado que sufrí cuando salí del edificio en dónde vives. El tipo que me disparó era el asesino de Dorothy Colman. Y si Francis Colman hubiera matado a su mujer y me hubiese contratado para cargarle el crimen a tu hermano, como tú sospechas, ¿cómo iba a querer liquidarme…?

Paula se mordió el labio inferior.

No tenía respuesta para la pregunta del detective.

Matt se pasó la mano por el cabello.

—Lo siento por ti, Paula, pero creo que tu hermano estranguló a Dorothy Colman, en su propia cama, des pues de hacer el amor con ella. Y creo, también, que fue él quien me disparó, con una pistola provista de silenciador, y se dio a la fuga en el Dodge azul.

—¡Nick no tiene ningún Dodge azul!

—Sospecho que lo robó.

—Tampoco tiene ninguna pistola provista de silenciador.

—¿Cómo puedes saberlo?

—¡Nick no tiene nada que ver!

—Lamento no estar de acuerdo, Paula. Para mí, Nick es un mal tipo, y le creo capaz de lo peor. Lo atraparé y lo interrogaré. Y no tendrá más remedio que confesar.

La muchacha no replicó esta vez.

Tenía los ojos húmedos y parecía que iba a romper en sollozos de un instante a otro. Matt Barrows sintió pena por ella y levantó la mano para acariciarle el rostro.

—Lo siento, créeme.

Paula le soltó un zarpazo.

—¡No me toques!

—¿Así agradeces que te salvara del salvaje de tu hermano?

—Ojalá no hubieras intervenido.

—Sí, debí quedarme fuera, oyendo tus gritos y las bofetadas que él te daba —masculló el detective—. Me habría evitado el puntapié en los genitales. Todavía me duelen, ¿sabes?

Paula se mantuvo callada, aunque, por su expresión, se adivinaba que lamentaba sus últimas palabras. Matt hizo ademán de levantarse, pero ella prendió su brazo.

—Un momento, Matt —rogó, en tono quedo.

—¿Qué quieres?

—No he sido justa contigo.

—Vaya, menos mal que lo reconoces.

—Perdóname por lo que he dicho. Nick es mi hermano y, aunque sé la clase de vida que lleva, no puedo evitar el…

—Le quieres a pesar de todo, ¿eh?

—Sí.

—Lo comprendo, aunque no se lo merece.

—Es posible, pero…

—¿Me soltarás otro zarpazo, si te acaricio la cara?

—No.

Matt lo hizo y preguntó:

—¿Habrá bofetada si te beso?

—No creo.

—En tu apartamento la hubo.

—Porque estaba enfadada.

—¿Y ya no lo estás?

—No.

—Menos mal —sonrió Matt, y la besó.

Paula, como afirmación a sus palabras, no sólo se dejó besar sumisamente, sino que incluso puso bastante de su parte, logrando entre los dos que el beso fuera largo y apasionado.