HIPNOSIS. SOFROLOGÍA
La palabra hipnosis viene del griego hypnos, sueño. La hipnosis no es un sueño inducido, se trata de un fenómeno más complejo de intensa concentración. Una diferencia esencial es que en el sueño la atención focal es casi nula; en cambio, está muy potenciada en el estado hipnótico; tanto en el sueño como en la hipnosis disminuye la vigilancia periférica. Es fundamental esta disociación entre vigilancia focal y vigilancia periférica. Durante la hipnosis opera muy intensamente el fenómeno de la transferencia con el terapeuta; por tanto, ocurren dos clases de hechos simultáneos: por una parte, el estado de disociación de la concentración o trance y, por otra, la estrecha dependencia, de sumisión irracional, que el paciente tiene del hipnotizador.
Desde tiempo inmemorial se conocen descripciones de fenómenos hipnóticos, pero su empleo sistemático con fines curativos arranca de fines del siglo XVIII con Mesmer, quien les dio el nombre de magnetismo animal. Tras una fase de descrédito, fue utilizada a fines del XIX por médicos tan importantes como Charcot y Janet. El fracaso de Freud como hipnotizador le hizo buscar otro sistema de lograr los mismos efectos terapéuticos; así nació el psicoanálisis, y simultáneamente se demostró que todo lo que en clínica se puede obtener por medio de hipnosis se logra también por otras vías; la ventaja de la hipnosis en ciertos casos es su rapidez de acción.
El empleo de la hipnosis por curanderos y en exhibiciones circenses desacreditó de nuevo el método, que reinicia un camino científico desde los años treinta de este siglo, de la mano de Erikson. En España un grupo de médicos que utilizan esta técnica acuñó la palabra sofrología para deslindar la aplicación estrictamente médica de la hipnosis de sus otros usos.
La capacidad para ser hipnotizado depende de la habilidad que tiene esa persona para elevar la concentración y la de abandonarse para que pueda ser manejada por el terapeuta. Lo que realiza el hipnotizador es provocar las circunstancias más favorables para que el paciente se induzca este estado de disociación-concentración; suele utilizar ciertas maniobras o ceremoniales, como fijación de los ojos, levitación del brazo o inducción del sueño. En clínica se usa como prueba rápida y fiable de quien es capaz de ser hipnotizador el test de la rotación de los ojos. Al dirigir la mirada hacia arriba y simultáneamente bajar el párpado superior queda visible un fragmento de la esclerótica debajo del borde inferior de la córnea. La amplitud de esta zona predice con bastante nitidez la hipnotizabilidad del sujeto.
El llamado trance hipnótico tiene tres fases, que se superponen. La primera o de percepción del aura es la anticipación expectante del sujeto ante la figura del hipnotizador y los pasos iniciales de transferencia. La segunda presenta las variantes psicofisiológicas inducidas en el momento en que el paciente realiza las maniobras que se le indican. En la tercera fase o de inmersión el paciente abandona su autocontrol y se entrega a una obediencia ciega en estado disociado.
El trance completo tiene distintos grados de profundidad, y en los más hondos se logran obediencia posthipnótica, anestesias, alucinaciones sensoriales con sus respuestas vegetativas correspondientes (por ejemplo, ante la sugerencia de que hace calor, el paciente suda), amnesia selectiva o hiperamnesia (recuerda hechos que tiene olvidados, por ejemplo, la lista completa de sus compañeros de colegio).
En psiquiatría la hipnosis se utiliza para abreviar las psicoterapias, lograr una transferencia más intensa y rápida, aumentar el control del paciente sobre ciertos síntomas, lograr un cambio de actitud y descubrir conflictos psicológicos reprimidos.
En otras ramas de la medicina (odontología, obstetricia, cirugía, etc.) la hipnosis se utiliza también como un eficaz medio para anestesiar al paciente.
En la actualidad, y pese al interés que sigue suscitando el tema, no están totalmente aclaradas las relaciones entre la hipnosis inconsciente y la acupuntura o el parto sin dolor.