Al cabo de cuarenta años del descubrimiento oficial de América, los asentamientos de colonos españoles se distribuían de forma más o menos razonable por millones de kilómetros cuadrados, tanto en las ínsulas antillanas como en la vasta Tierra Firme. Miles de europeos viajaban al Nuevo Mundo ilusionados ante las perspectivas que se abrían ante ellos. El incipiente comercio comenzaba a inundar los mercados del viejo continente con alimentos y materias primas hasta entonces desconocidos y que mejoraron ostensiblemente la calidad de vida de sus poblaciones. América se transformó en un sueño tangible y una oportunidad única para escapar de situaciones poco o nada deseables. El imperio español aumentaba su gloria gracias a los pactos de Estado y a las batallas ganadas ante sus enemigos ancestrales. El emperador Carlos era el hombre más importante e influyente de su tiempo y los invictos Tercios se paseaban por media Europa sin oposición aparente. Mientras tanto, las riquezas llegadas de las nuevas posesiones ultramarinas fortalecían el Estado español asegurándole un destino envidiable.

Sin embargo, la expansión debía proseguir por el Nuevo Mundo. Al norte de México se ofrecían innumerables posibilidades para el flujo constante de pioneros, soldados, exploradores, busca-fortunas… Por su parte, al sur de Nueva España se recogían magníficos frutos en Centroamérica, donde se consolidaba el dominio español en territorios como Guatemala, Honduras, Panamá, Nicaragua o El Salvador, mientras que la gesta de Pizarro engrandecía al imperio español con la inmensidad representada por el mundo inca.

No obstante, a pesar de estos innegables éxitos y avances, aún restaban grandes zonas pendientes de su exploración y conquista, y no pocos adelantados dispuestos a consumar tal propósito. Era momento, pues, para que diferentes expediciones hispanas se adentrasen por los territorios todavía extraños al conocimiento de la época. Las futuras hazañas, en ese sentido, se iban a dar en el cono sur de América, mientras que los mayores trasiegos tendrían como escenario la inmensidad que representaba el sur de los actuales Estados Unidos de América.