Trabajo misionero

De acuerdo, supongamos que de momento ya ha llegado hasta donde podía.

Ha separado la basura para su reciclaje, ha engrasado la bici para los viajes cortos a la farmacia, ha hecho un montón cubierto de hojas secas con la basura orgánica y la hierba cortada y ha bajado el termostato. Y le parece que no es bastante. Quiere hacer todavía más.

¿Qué es lo siguiente que puede hacer?

Puede hacer mucho, puede intentar que otras personas sigan su ejemplo. Suena como si fuera un trabajo muy duro. En realidad no lo es. Puede hacer mucho en su tiempo libre sin siquiera salir de casa; todo lo que necesita para ello es un poco de papel de carta y unos pocos sellos: puede escribir cartas.

Puede que no le parezca el tipo de cosa que suele hacer normalmente. Todos tenemos la imagen en nuestra cabeza de los ancianos frustrados que no tienen nada más que hacer en sus vidas que enviar estrafalarias cartas «al director» o a celebridades cuya dirección han conseguido. Está usted seguro de que ése no es usted. Desde luego no quiere que los demás lleguen a la conclusión de que es usted un chiflado excéntrico.

Tranquilícese, no está usted chiflado. Al contrario, intentar educar al mundo sobre los peligros a que estamos sometiendo a nuestro medio ambiente es estar extraordinariamente cuerdo. La conservación de nuestro planeta es una cuestión de preocupación universal y es importante.

No tiene por qué estar ni mínimamente chiflado cuando escribe sus cartas. Puede hacerlo con bastante facilidad y manteniendo su reputación intacta. En todo caso, su reputación estará mejor que nunca, porque con lo que usted escriba resultará evidente que es un buen ciudadano que no está haciendo más que lo que cualquier buen ciudadano debería hacer cuando este tipo de catastrófica amenaza aparece ante nosotros.

No sólo eso, sino que mucha de la gente a la que usted escribe está deseando oírle realmente porque tiene un gran interés en que sea usted feliz y sus cartas le dirán cómo conseguirlo.

Por ejemplo, es una buena elección escribir a la gente que fabrica y vende las cosas que quiere usted comprar.

Supongamos que tiene usted una marca favorita de papel higiénico, compresas o servilletas de papel. Si son blancos o de colores – si son de cualquier color que no sea caqui como las bolsas marrones –, probablemente están hechos con papel blanqueado con cloro. Sabemos que es malo. Usted no quiere fomentar algo así, de modo que tiene toda la razón del mundo para escribir una pequeña nota al fabricante informándole de que le gustaría seguir comprando sus productos, pero que tendrá que cambiar a otra marca si no deja de verter dioxinas en nuestro medio ambiente. La carta podría ser algo así:

Estimado señor:

He sido cliente de su producto durante años y me gustaría seguir comprándolo; sin embargo, no quiero seguir contribuyendo a dañar el medio ambiente. ¿No podría usted en el futuro cambiar a papel sin blanquear y preferiblemente que sea reciclado? ¿Tiene algún plan para hacerlo?

No estaría mal incluir una etiqueta de su compra más reciente, para demostrar que le deben tomar en serio.

O si está usted planeando comprar algún artilugio electrónico, puede escribir a varios fabricantes:

Estimado señor:

Pretendo comprar un ordenador nuevo en un futuro cercano, pero no quiero comprar nada que utilice CFC u otros productos químicos destructores de la capa de ozono en su fabricación. Por favor dígame si es éste el caso de sus productos.

Los periódicos contribuyen en gran medida a los residuos de papel y a la deforestación; el papel de una sola edición dominical de un gran periódico metropolitano cuesta al mundo la tala de 50 000 árboles o más para hacer la pulpa. Escriba una pequeña nota a su periódico:

Estimado señor:

Soy un suscriptor del Herald, pero estoy pensando en cancelar todas las suscripciones a periódicos que no utilicen papel reciclado y así contribuyan a la destrucción de nuestros bosques. ¿Puede decirme qué planes tiene a este respecto?

Como puede ver, el tono de sus cartas puede ser firme sin ser antipático, y las contestaciones seguramente serán igual de correctas.

Su carta puede incluso ayudar a persuadir a sus destinatarios a empezar a hacer cambios reales. Si reciben muchas cartas como ésa, no lo dude, seguro que harán esos cambios.

Puede enviar el mismo tipo de carta a todos los fabricantes e incluso a todos los comercios de los que es usted cliente – o pueda serlo – protestando por el exceso de embalaje y los procesos de fabricación destructores del medio ambiente. Dígales todo lo que hacen que a usted no le gusta.

A algunos les encantaría cambiar, anímeles; sencillamente no tienen ninguna prueba de que a alguien le importe.

Después está esa larga lista de corresponsales que tiene: los parientes, los compañeros del colegio, los antiguos vecinos.

Les va a escribir de todas maneras. Cuando lo haga, ¿por qué no hacerles saber qué es lo que opina sobre el deterioro del medio ambiente?

Lo puede hacer fácilmente, incluso sin miramientos. Supongamos que hay una noticia en el periódico sobre la crisis de las basuras, o sobre contaminación del agua en la zona o sobre reciclaje, seguro que habrá una casi todos los días en todos los periódicos de Estados Unidos. Haga una fotocopia, péguela a su carta y añada un párrafo:

Estamos intentando contribuir al reciclaje (o a cualquier otra cosa) pero, como ves por el artículo que te mando, queda mucho por hacer. Me preocupa en qué clase de mundo van a vivir nuestros nietos.

Si tiene la costumbre de mandar cartas con noticias sobre lo que sucede en su casa por Navidad, puede incluir algo en ellas.

Por ejemplo, podría hacer una lista de normas ecológicas para el año nuevo para su familia, copiarla y enviar una copia con cada carta. Este tipo de cartas adjuntas es lo que en correos llaman «material de relleno» y no cuesta prácticamente nada enviarlo, puesto que muy pocas cartas alcanzan el límite de peso de 28 gramos, en Estados Unidos, que necesita franqueo suplementario, así que puede rellenar sus sobres con algo que sea útil.

Y después está la clásica práctica de escribir cartas a los directores. No hay duda de que si es usted un jubilado normal y corriente, éste es un paso importante más allá de cualquier cosa que hayamos sugerido hasta ahora. Supone salir a la luz, exponer sus creencias personales al mundo en general.

No obstante, intervenir en público de esta manera no es ninguna equivocación. Está usted en su derecho y la Primera Enmienda de la Constitución le protege cuando deja que la gente sepa cómo se siente exactamente respecto de los asuntos públicos… y algunos incluso dirían que además es su obligación hacerlo.

¿Cuándo debe escribir una carta al director? Siempre que quiera, pero es más eficaz hacerlo cuando ha habido algún artículo nuevo o algún comentario en una columna relacionados con el tema que haya atraído su atención:

Estimado director:

Su editorial oponiéndose a la emisión de bonos para el nuevo sistema de tratamiento de aguas residuales es un gran error. Todo el país está tratando de limpiar sus residuos, ¿por qué debemos negarnos a contribuir con nuestra parte?

No necesita limitarse a su periódico local. ¿Qué otras publicaciones lee? ¿Dice alguna cosa con lo que no está usted de acuerdo su hoja parroquial, el periódico de su centro comercial o la publicación de su asociación de propietarios? Deje que los demás lo sepan. ¿Y qué pasa con las revistas nacionales? Por ejemplo:

Estimado director de Time:

En su información sobre la reciente orden presidencial sobre la eliminación de los residuos militares tóxicos y peligrosos, no mencionó que algunos de estos residuos ya están contaminando el agua que consumen cientos de miles de personas en todo el país. La orden se queda corta. Necesitamos que el Congreso proporcione más fondos extraordinarios y necesitamos asegurarnos de que el dinero no es retenido por la Administración sino que realmente se gasta en hacer el trabajo de inmediato.

Quizá lo más importante de todo: haga que la gente que realmente tiene que tomar las decisiones importantes se entere de lo que usted quiere. Estas personas son sus congresistas, senadores, presidente, vicepresidente, gobernador, legisladores estatales, alcalde, autoridades locales y del condado, miembros de la junta de ordenación, de la junta municipal de sanidad, del servicio de parques o cualquier otra persona que esté en posición de votar o tomar una decisión que afecte al medio ambiente. Casi todos ellos tienen que decidir cada día sobre alguno de estos temas. Muchas veces no tienen una idea clara o preconcebida de cuál debe ser esa decisión. El hecho de que no estén seguros sobre qué hacer, no les ayuda a salir del apuro. Cuando se vean empujados a hacerlo, tendrán que tomar la decisión en uno u otro sentido. Su carta puede inclinar ligeramente la balanza. Algunas de las veces pueden haber tomado una decisión firme previamente, pero si hay suficiente mar de fondo por la presión del público en otra dirección, puede que después de todo cambien de opinión.

¿Sobre qué debería escribirles?

Si hay un tema determinado que sabe que les va a ser presentado, entonces, sea concreto:

Estimado miembro de la junta de ordenación:

Le insto a que vote en contra de la solicitud de construir 52 nuevas viviendas unifamiliares en la zona de Old Smith. Necesitamos más espacios verdes y bosques, no más construcciones.

O bien:

Querido congresista Brown:

Por favor, apoye a HR XXXX, que pide la conservación de los bosques nacionales de Alaska. No podemos criticar a los campesinos de Brasil por talar sus selvas cuando nosotros estamos haciendo lo mismo con una de las pocas regiones de bosques frondosos del norte que todavía permanecen vírgenes.

¿Cómo se sabe a quién escribir? Los artículos de los periódicos le dirán qué agencias gubernamentales están implicadas en cualquier decisión; si no sabe el nombre de las personas que trabajan en ellas y quiere dirigirse a uno o más de ellos personalmente, llame a la secretaría del municipio, al condado o a la ciudad y se lo dirán. Puede encontrar los números de los empleados en el listín telefónico. Es de suponer que conoce usted el nombre de sus dos senadores, sus congresistas y del presidente de Estados Unidos, o por lo menos sabe lo suficiente como para buscarles en el periódico.

¿Adónde enviar las cartas? Para el presidente, a la Casa Blanca, Washington DC, y llegará. Para los senadores: «Senador James White, Cámara de Representantes, Edificio de oficinas del Senado, Washington DC», también será suficiente. Es mejor si conoce usted los distritos postales, que puede obtener llamando a su oficina local (todos los congresistas y senadores mantienen oficinas en sus lugares de origen) o a la oficina de correos. Pero no es fundamental. Para otras autoridades, el mismo empleado (u otro) del condado también le dará la dirección adecuada si se lo pide. No dude en llamar y no se preocupe porque pueda molestarles. Para eso pagan a la gente que trabaja en esas oficinas – ¡con su dinero! –, para servir a la gente de su distrito, a alguien como usted.

Puede que crea que una carta suya a un senador no va a ser tomada en serio.

Aunque le sorprenda, está equivocado. Por supuesto, no es probable que el senador lea y estudie su carta por sí mismo; pero emplea a un equipo de personas cuyo único trabajo es registrar el correo que llega y, como mínimo, le entregarán unas tablas sobre cuántos votantes le han escrito y de qué lado están en todas las controversias del momento. En las oficinas menos importantes, en las que los representantes reciben mucho menos correo, la gente a la que se escribe a menudo lee directamente las cartas y, lo que es más, les prestan atención. Puede que sus argumentos no les hagan inclinarse hacia sus posiciones… pero si no les deja que sepan lo que usted quiere, es seguro que nunca lo harán.

Por otro lado… no hay duda de que dos cartas pesan más que una y unos pocos cientos pesan mucho más para cualquier autoridad elegida, incluido el Presidente. A lo mejor quiere multiplicar sus fuerzas enrolando a otros en sus actividades.

Es más fácil de lo que piensa. En el capítulo siguiente le diremos cómo.