NUEVO CUADRO DE PARIS EN EL SIGLO XIX

PREFACIO DE 1834

Después de algunas obras análogas, este nuevo cuadro de París en el siglo XIX es algo nuevo aún, si no en el pensamiento, sí al menos en su ejecución.

Nos han prometido muchas veces el París actual, el París auténtico; este París, ¿dónde está? ¿Quién puede jactarse de haber trazado siquiera su esbozo? ¿Dónde está esta Babel de masas confusas, de detalles imposibles de captar? ¿Dónde está la ciudad del movimiento y del bullicio; la ciudad en que todas las fuerzas humanas han alcanzado el grado más elevado de poder, en la que reinan tan pronto los brazos de la multitud como la inteligencia de la minoría, la revuelta brutal o la fecunda civilización?

¿Quién ha interrogado las entrañas de la gran ciudad, ha sondeado las llagas de su cuerpo, como el médico, las heridas de su alma, como el confesor? ¿Quién ha contado su vida, ha manifestado sus pensamientos, ha sincerado sus sueños de oro y de barro? ¿Quién nos la ha presentado radiante de luz, o negra de ignorancia, balanceándose con su gracia de dandy peinado, enguantado, perfumado, o acodándose en un mojón con rostro tatuado y callosas manos? ¿Quién nos la ha pintado asfixiada en sus malolientes callejuelas, y, más allá, respirando en las ventiladas riberas de su río, demoliendo sus costumbres, sus monumentos, sin reedificar más aquéllas que éstos; cretinizada a fuerza de egoísmo; aislada pese a codearse con la muchedumbre; misántropa y buscando el gentío; atormentada por impotentes exaltaciones; escéptica, ávida de creencias, viviendo sin culto, casi sin dios y creando todos los días un dios nuevo; gran señora y enamorada de la igualdad; niveladora y envidiosa de las categorías; mundo de pasiones, de crímenes, de talentos, de placeres, de gastronomía y de suntuosos pasatiempos; de goces, de arte y de inteligencia? Que nos respondan si este París moral ha sido jamás pintado. Esta vida de mil facetas, este múltiple aspecto, ¿han sido tomados a lo vivo, puestos en el molde literario y lanzados al público con tal sello de semejanza que el público ha podido decir: ¡sí, esto es!?

No, esta obra aún está por hacer y nosotros intentaremos realizarla: circunscritos a nuestro objetivo, reproduciremos los mil y un rasgos de esta gran fisonomía, proseguiremos esta labor como una idea única, sin dejar vagar la imaginación fuera del círculo trazado.

Para realizar este plan hemos llamado en nuestra ayuda a todas las imaginaciones contemporáneas, de toques tan variados, tan diversos de colores: a cada especial capacidad hemos confiado las cosas que competen a su especialidad: a unos los cuadros alegres, a otros las pinturas tristes; a éstos la vida de los salones, a aquéllos las alegrías populares. Así, todo será contraste en este libro, pero ¿sería posible describir de otro modo la ciudad de los perpetuos contrastes?

Gracias al cielo, el maravilloso París, de natural acomodaticio y bonachón, no está de humor, según nos parece, para rasgar un retrato en el que reviven sus singulares rasgos. Además, la hora es favorable para hacerlo posar: ha vuelto a sentarse después de una inmensa sacudida, está tranquilo; ¿quién sabe si lo estará mañana?