Capítulo 29

Diez cosas que hay que saber sobre primeros auxilios

 

En este capítulo

triangle.png   Lidiar con grandes urgencias y pequeños accidentes

triangle.png   Prepararse para lo peor (aunque nunca suceda)

 

Seguramente no queréis ni pensar que vuestro hijo pueda hacerse daño. Pero vale la pena apretar los dientes y planteárselo. No hay nada peor que no saber cómo actuar cuando al niño le duele algo y os necesita de verdad. Este capítulo os guiará a través de los accidentes infantiles más habituales (algunos son el pan nuestro de cada día, otros asustan de verdad) y los primeros auxilios que debéis conocer para enfrentaros a ellos del modo adecuado. Quiero que lo leáis, aprendáis e interioricéis, pero ésta es la única serie de consejos del libro que espero que nunca necesitéis.

recuerda.pngUna de las cosas más importantes que podéis hacer ahora que sois padres es asistir a un curso de primeros auxilios. Pero no a un curso de primeros auxilios cualquiera; necesitáis uno que trate específicamente sobre bebés y niños pequeños, pues los primeros auxilios para adultos son distintos en algunas áreas clave. Aprenderéis lo que tenéis que hacer si vuestro hijo deja de respirar: técnicas sencillas, paso a paso, que pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Tanto la Cruz Roja (http://www.cruzroja.es/portal/page?_pageid=658,28801996&_ dad=portal30&_schema=PORTAL30) como el Instituto Europeo SES (Salvamento, Emergencias y Seguridad) (http://www.mapfre.es/ salud/es/cinformativo/primeros-auxilios.shtml) tienen cursos excelentes.

consejo.pngDel mismo modo, preparad un botiquín de primeros auxilios. Llenadlo de tiritas (de distintos tamaños), apósitos estériles, vendas, imperdibles, un termómetro y guantes desechables. O comprad uno preparado con todo lo necesario en la farmacia o incluso en la cadena de tiendas de material de deporte Decathlon (http://www.decathlon.es/C-1053715-botiquines-y-accesorios-de-primeros-auxilios).

Le ha salido un chichón

Tropezones, caídas, rasguños, cortes, arañazos, golpes, bultos y chichones. Son las señales que acompañan una infancia activa de lo más normal. Como también el llanto que sigue cinco segundos después del impacto. Podréis detener la mayoría de estos llantos si aplicáis una de las siguientes cosas (o todas): una friega compasiva, una tirita “especial” y una bolsa de hielo. Podéis comprar bolsas de hielo chulas, especiales para niños, y tenerlas en el congelador, o improvisar con un paquete de guisantes congelados envuelto en una toalla.

Limpiad cualquier arañazo o corte (atención: los cortes pequeños en la cabeza y en los labios pueden sangrar mucho) con un antiséptico antes de poner una tirita (por cierto, las tiritas “funcionan” mejor si son extra grandes y están decoradas con dibujos de animales). Si se ha dado un golpe en la cabeza, vigiladle durante las 24 horas siguientes y, si hay vómito, somnolencia o pérdida de coordinación, acudid al médico, pues podría haber una contusión cerebral. Aunque no la haya (esperemos que no), preparaos para la aparición de un bulto monumental en forma de huevo. Asusta, pero es normal.

Se ha hecho un buen corte

Lavadlo bien con agua caliente para ver si el corte es profundo. Si sangra mucho, mantened el brazo o pierna heridos por encima de la altura del corazón del niño y aplicad presión con papel absorbente limpio. Si el corte tiene más de 0,5 centímetros de profundidad, si los bordes se abren, si tiene algo clavado (no intentéis sacarlo vosotros) o si no para de sangrar en los primeros diez minutos, llevad al niño al hospital.

Se ha quemado

Los niños se queman con mayor facilidad que los adultos porque su piel es más fina. Si vuestro hijo se ha quemado, no os entretengáis quitándole la ropa, pues cuanto más lentos vayáis, más profunda y dolorosa será la quemadura. Actuad deprisa y mantened la zona quemada bajo el grifo de agua fría durante al menos diez minutos, aunque el niño grite como un condenado. Es el tiempo mínimo necesario para detener el efecto de “cocción” en una piel joven.

Luego, si la quemadura tiene un tamaño mayor al de una moneda o si parece profunda, cubridla con film transparente o una bolsa para congelar (sí, de verdad) y llevadle a urgencias. Si es más pequeña, cubridla con un apósito esterilizado y comprobadla a diario para aseguraros de que no hay signos de infección (si veis alguno, llevadle al médico). No reventéis las ampollas, cubráis la quemadura con crema ni la envolváis con vendas de algodón o lana, pues la pelusa de la tela se puede pegar a la piel quemada y luego quitarla es una agonía.

Tiene mucha fiebre

Los niños, y en especial los bebés, tienen fiebre a menudo (más de 38º C). En la mayoría de casos se la podéis bajar con paracetamol infantil (seguid las instrucciones de dosificación del prospecto), muchos líquidos y pasándole una esponja húmeda.

Pero si vuestro bebé tiene menos de 3 meses y le sube la fiebre, debéis llevarle al médico enseguida. Si tiene más de 6 meses y además presenta vómitos o diarrea, convulsiones febriles (consulta el apartado “Tiene un ataque”, más abajo), se tira de la oreja o si la fiebre persiste más de dos días, buscad ayuda médica. Y si tiene un sarpullido que no desaparece cuando lo presionáis con un vaso, si respira con dificultad, si tiene los labios azules, si llora débilmente o si está apático y no responde, llevadlo a urgencias.

Si vuestro hijo tiene más de un año, llevadlo a urgencias si la temperatura sube por encima de los 39º C y su respiración es muy rápida, está más somnoliento de lo normal, tiene un fuerte dolor de cabeza o cuello, le molesta la luz, tiene un sarpullido que no desaparece cuando lo presionáis con un vaso o si se niega a tomar líquido durante más de seis horas.

consejo.pngSi vuestro hijo está inconsciente y no respira, decidlo en cuanto alguien responda a vuestra llamada a emergencias. El servicio de ambulancias prioriza la ayuda a pacientes que no respiran, ya que cada segundo cuenta.

Tiene un ataque

A veces, cuando tienen mucha fiebre, los niños pequeños sufren un “ataque”. Los médicos lo llaman convulsión febril y, aunque parece grave, normalmente solo suele durar unos cinco minutos, y en raras ocasiones tiene repercusiones a largo plazo. No obstante, si las convulsiones duran más de 5 minutos, llevadlo a urgencias.

Resistid la tentación de sujetar los brazos y piernas del niño; limitaos a trasladarle a una superficie blanda y esperar a que pase. Cuando haya pasado, calmadle con un abrazo y, para bajarle la temperatura, lavadle con una esponja húmeda y dadle paracetamol infantil (seguid las instrucciones de dosificación del prospecto). Una vez superado, llamad al pediatra para que os aconseje qué hacer si sucede de nuevo.

Se ha tragado algo tóxico

Puede que vomite tras tragarse algo tóxico (y no hay nada que podáis hacer para evitarlo), pero no le provoquéis el vómito: algo que ha causado daño al entrar podría causar aún más daño al salir. Y tampoco le dejéis beber: si están diluidos, el cuerpo absorbe algunos productos químicos peligrosos más deprisa. Mantened la calma (es difícil, lo sé) e intentad averiguar qué se ha tragado y en qué cantidad. Recoged todo el vómito (asqueroso, pero necesario), pastillas que hayan quedado o el envoltorio para ayudar a los médicos a decidir cómo tratarle, y llevadlo al hospital rápidamente.

Se ahoga

No lo zarandeéis ni lo pongáis cabeza abajo. Y no le metáis los dedos en la boca a no ser que estéis absolutamente seguros de que podéis sacar lo que esté atascado, pues podríais atascarlo aún más. En vez de eso, dobladlo hacia delante (o, si es un bebé, recostadlo boca abajo sobre vuestro antebrazo) y dadle cinco golpes secos entre los omoplatos. Y pedidle que tosa, si puede.

Si no funciona, empezad a empujar desde el pecho. Poneos detrás del niño, rodeadlo con los brazos y colocad un puño entre el ombligo y el esternón. Colocad la otra mano encima y empujad hacia dentro y hacia arriba cinco veces. Si se trata de un bebé, ponedlo boca arriba y usad dos dedos para empujar hacia dentro y hacia arriba sobre el esternón.

Repetid tres veces este ciclo de golpes en la espalda y apretones en el pecho. Si para entonces persiste el problema, llamad a emergencias y seguid repitiendo el ciclo hasta que llegue la ayuda.

Le ha picado o mordido algo

Si se trata de la mordedura de algún animal, lavadla con cuidado con agua caliente y jabón, y si es lo bastante profunda como para que sangre, llevadlo al médico.

Si es la picadura de una abeja o avispa, no intentéis quitar el aguijón con unas pinzas ni, peor aún, con las uñas, pues podríais introducirle más veneno. En su lugar, quitad todo el aguijón que podáis rascando con la parte sin filo de un cuchillo. En ambos casos (avispa y abeja), es previsible que se produzca una pequeña hinchazón en el lugar de la picadura: ponedle hielo y cubridla con un apósito estéril. Si el niño respira con dificultad o se le hinchan los labios tras una picadura, podría ser por una reacción alérgica: llevadlo a urgencias.

Le sangra la nariz

Este caso es un poco delicado porque tenéis que lidiar con dos problemas al mismo tiempo: detener la hemorragia y calmar al niño (la aparición repentina de sangre puede asustar a un niño pequeño). Como no podéis hacer lo primero hasta lograr lo segundo, empezad con una caricia o abrazo y aseguradle que todo irá bien. Luego, sentadlo y apretad firmemente la parte blanda de la nariz haciendo pinza (justo encima de las fosas nasales) para detener la hemorragia. Mantenedle la cabeza recta, no se la echéis hacia atrás.

No está bien

Confiad en vuestro instinto y llevadlo al médico o al hospital, aunque haya quien crea que os preocupáis demasiado. Vosotros sois quienes mejor conocéis a vuestro hijo, así que es normal que seáis los primeros en daros cuenta de que algo no va bien. Explicad lo que os preocupa y por qué no es normal en vuestro hijo. Sí, es posible que no sea nada serio, pero nadie os echará en cara que lo comprobéis. Y si resulta que, efectivamente, le pasa algo, vuestro hijo recibirá atención médica enseguida.