Capítulo 10
Jugar, aprender y relacionarse
En este capítulo
Estimular el desarrollo físico del bebé
Animarle a decir sus primeras palabras
Saber cuándo es hora de jugar y aprender, y cuándo es hora de parar
Para los padres, el primer año de vida de su bebé es una suma constante de cambios físicos, mentales y emocionales. Y también lo es para el hijo, que cambia a un ritmo vertiginoso: bastan solo 12 meses para que aquel pequeñuelo con la cabeza colgando y los dedos del pie curvados se transforme en un niño que gatea y tal vez incluso camina, balbucea, se ríe y es capaz de ensuciarte el pelo de yogur en un santiamén.
Algunos de estos cambios se producen con paso lento, pero seguro, mientras que otros parecen aparecer de la noche a la mañana. Y pueden coincidir, en el orden y en el tiempo, con los que experimentan los bebés de vuestros amigos, pero no siempre es así. A veces pueden darse, deshacerse y volver a darse, por lo general cuando ya se ha perdido la esperanza.
En este capítulo no os explicaré cómo se producen estos cambios, sino que os enseñaré a sacarles el máximo partido. Y eso implica consejos y trucos que os ayudarán a animar a vuestro bebé a través de los cambios de desarrollo clave del primer año, así como a ver las cosas en su medida, pues no estaría bien que pensaseis que los hijos de los demás avanzan a pasos agigantados respecto al vuestro. Cada bebé tiene su ritmo y es importante que siempre lo tengáis presente.
Grandes movidas para bebés pequeños
Vuestro bebé terminará su primer año mucho más movido de lo que lo empezó. Y, para gestionar esta movilidad no solo crecerá y se fortalecerá, sino que también tendrá que trabajar sus habilidades motrices. O al menos eso afirma el pediatra...
En definitiva, se trata de que el bebé aprenda a coordinar los principales músculos de su cuerpo para moverse. Y se las arregla bien, pues poco a poco aprende a sostener la cabeza, rodar, sentarse, gatear, ponerse de pie y, por fin, caminar.
Lo maravilloso de este proceso es que viene programado en el bebé, de manera que acabará haciéndolo todo por su cuenta de manera natural. Por supuesto, esto no significa que la única función de los padres sea sentarse, mirar cómo evoluciona y aplaudir cuando conquista una habilidad nueva. Debéis ser protagonistas y estimular ese proceso de aprendizaje de vuestro hijo, pero sin forzarlo. No podréis hacerle alcanzar cualquiera de esas metas antes de que su cuerpo esté preparado. Eso sí, cuando lo esté, haréis que le cueste menos lograrlo.
La hora de la barriguita
Los bebés pequeños pasan mucho tiempo tumbados boca arriba, ya sea porque duermen en una cuna (poner a un bebé a dormir boca arriba reduce el riesgo de muerte súbita; para más información, repasad el capítulo 8) o porque parecería bastante tonto atarlo a la sillita de coche del revés.
El problema es que estar siempre tumbado boca arriba puede hacer que, a la larga, vuestro bebé tenga el síndrome de la cabeza plana. Es decir, que el área de la parte posterior de la cabeza (donde se forman los huesos, todavía blandos) quede algo aplanada por la presión.
Con el tiempo, este síndrome suele corregirse solo. Pero, aun así, os recomiendo que cuando vuestro bebé controle los músculos del cuello para aguantar la cabeza (por lo general, hacia los 2 meses), le dejéis pasar unos minutos al día tumbado boca abajo en la alfombra o en una mantita de juegos.
Al principio hay que ir con cuidado y vigilar que el tiempo que pase boca abajo sea muy breve. Vuestro bebé puede lloriquear cuando le cambiéis de postura por primera vez (no sería el único), pero si perseveráis, veréis cómo aumenta su confianza. Pronto no solo tendrá un bonito cráneo redondo que ya no os dará problemas para encontrar un sombrero que le quede estupendamente, sino que también aprenderá a levantar la cabeza y se fortalecerán su pecho, cuello y los músculos de los brazos, preparación esencial para dominar el arte de rodar y, con el tiempo, el de arrastrarse hasta llegar a gatear.
Nunca dejéis a vuestro bebé solo mientras está boca abajo. Siempre hay el riesgo de que los músculos del cuello se cansen y deje caer la cabeza en una posición en la que no pueda respirar.
Y... ¡siéntate!
Casi todos los bebés aprenden a sentarse en algún momento durante sus primeros nueve meses. Pero, para desgracia de los padres más impacientes, que lo consigan antes o después depende más de los genes heredados que de la presión y las enseñanzas paternas. Dicho esto, papá y mamá pueden emplear algunos trucos que faciliten esa postura al niño:
Limitad el tiempo en el portabebés. Es lógico pensar que un bebé que pasa el tiempo sujeto no tendrá muchas oportunidades de practicar cómo sentarse.
Levantad un poco el asiento del cochecito. A los 3 meses, podéis elevar suavemente la parte posterior del asiento del cochecito. Si el bebé no está dispuesto a sentarse así (o se cansa), os lo hará saber, ya sea desplomándose, con un deslizamiento lateral o cogiendo un buen berrinche. Si está listo, le encantará descubrir una nueva perspectiva de la vida.
Sentadle entre vuestras piernas en el suelo. Es una forma agradable y tierna de darle al bebé una vista previa del mundo desde una posición sentada. Puede mirar a su alrededor, ver dónde están sus juguetes, sentir sus músculos posturales en acción y, además, tener una posición cómoda que le permita caer de nuevo cuando se canse.
Haced un círculo de cojines. Una cosa es que el bebé sea capaz de sentarse por su cuenta y otra muy distinta que pueda permanecer así durante un tiempo más o menos largo. Para que no pierda la confianza, rodeadle de almohadas o cojines para que, cuando se canse y se deje caer, tenga un aterrizaje suave.
La locomoción
Si es difícil saber cuándo va a sentarse el bebé, predecir cuándo gateará es casi imposible, y no hablemos ya de ponerse a caminar... El hecho de arrastrarse es una parte tan difusa en la línea de tiempo del desarrollo programado de cada niño que habitualmente queda fuera de las estadísticas que elaboran los pediatras.
No es una noticia muy satisfactoria para nosotros, los padres impacientes, especialmente si nuestro hijo ni se inmuta (literalmente) ante las sugerentes llamadas del suelo. Y menos aún si Juan, el hijo del vecino de la misma edad, hace tiempo que les hizo caso y no para de corretear arriba y abajo.
Es difícil no comparar a un bebé con los demás, y muy fácil asumir que tienes el más listo, lento, deportivo o perezoso del mundo solo porque hace algo o deja de ir de A a B antes que los demás. Pero haz caso a alguien que pasó por lo mismo, comparó y se desesperó. El juego de comparar bebés no es más que una enorme pérdida de tiempo.
He sufrido por un niño que empezó a caminar tarde, otro que tardó bastante en gatear y un tercero que echó a andar antes de que estuviéramos preparados. En todos esos casos, ¡ojalá hubiera evitado el estrés! Ahora sé que mis dos tardones estaban ocupados trabajando en otras cosas (uno habló muy pronto y el otro tenía una obsesión importante con la construcción de torres de Lego). Y también sé que los más intrépidos representan un desafío para los padres, pues cuanto antes se sueltan a andar, menos precaución natural tienen, y eso nos obliga a no perderles de vista un instante y a correr y saltar para salvarlos de un desastre inminente.
Pero, por encima de todo, sé que al final todos los bebés, cada uno a su manera, aprenden a arrastrarse, gatear y andar. Y lo único que podemos hacer los padres es darles la mano y animarles con entusiasmo cuando lo hacen.
Os dejo algunos consejos para ayudar al pequeño gateador:
Que se ensucie. El suelo no tiene que estar fregado y esterilizado antes de que vuestro bebé entre en contacto con él. Quitad todo lo que moleste y poned al niño ahí. Cuanto más tiempo pase en el suelo, antes aprenderá a desplazarse.
Enseñadle una “zanahoria”. Poned su juguete favorito o una cosa nueva y fascinante a unos centímetros de distancia. Intentará cogerlo. Y, claro, para ello tendrá que estirarse y desplazarse.
Olvidaos del estilo. Cuando se trata de gatear todo vale, desde la tradicional posición de apoyo sobre manos y rodillas, hasta el desplazamiento con el culo levantado y el arrastre sobre la barriga, el reptar al estilo comando o el arrastrarse sentado con el culito. ¿Realmente importa el método si le lleva adonde quiere ir?
Y para ayudar a un pequeño caminante:
Olvidaos de los zapatos. Y de los resbalosos calcetines. A medida que los bebés dan sus primeros pasos de ensayo, utilizan los dedos de los pies para agarrarse mejor, por lo que ir descalzos les facilita las cosas.
Moved los muebles. Si a vuestro bebé le gusta levantarse y pasear a lo largo del borde del sofá, colocad un sillón al final de su recorrido para que pueda pasar hacia él. Y, cuando lo consiga, poned el sillón un poco más lejos, para que tenga que dar un pequeño paso sin apoyo.
Dadle algo con ruedas. Empujar un correpasillos o un carrito de juguete es una gran manera de practicar cómo caminar cuando todavía necesitas algo a lo que aferrarte y los brazos de mamá están en otro sitio. Mantened el correpasillos o el carrito lejos de la escalera y aseguraos de que es lo bastante resistente como para no salir corriendo por su cuenta o caerse si se tambalea demasiado.
Cuando el niño se mueva, quitad, reorganizad o esconded todo lo que pueda hacerle daño o todo lo que él pueda coger y romper (para más información sobre un hogar a prueba de niños, consultad el capítulo 14).
¿La compra de sus primeros zapatos? Resistid la tentación de los zapatos de diseño en miniatura: son bonitos, pero no tienen el corte adecuado para caminar. Elegid un calzado bajo y ligero, con una suela flexible y antideslizante, que no interfiera en el movimiento natural del pie. Medid bien la longitud y anchura de los pies de vuestro hijo antes de comprar, y no dejéis de comprobar cada dos meses su número de pie.
Agita, suena y rueda. La verdad sobre los juguetes para bebés
Entrar en el mundo de la paternidad comporta adentrarse en el mundo de los juguetes. Existen más juguetes de los que uno pueda imaginarse: peluches, juguetes de madera, de plástico, electrónicos, que cantan y bailan, educativos, de diversión salvaje, éticos... La elección es interminable y, francamente, desconcertante. ¡Y encima es fácil que te dejen el bolsillo pelado!
Permitidme desconcertaros un poco más: los niños adoran los juguetes, cierto, pero en su primer año no son lo suyo. Sí, los bebés necesitan un montón de oportunidades para practicar cómo mirar, alcanzar y agarrar lo que les rodea para mejorar su coordinación (lo que los expertos llaman motricidad fina). Pero durante los primeros seis meses, prefieren mirar a su alrededor y cualquier cosa que se les ponga a mano, como vuestro pelo, vuestra nariz, vuestro collar o vuestras gafas, les sirve como juguete.
Después de eso, les encanta juguetear girando, empujando y golpeando casi cualquier cosa que puedan coger con sus manos regordetas. Un juguete interactivo hecho a mano para la estimulación de bebés y comprado en la mejor tienda del mundo no les importa. O no más que una cacerola y una cuchara.
Y otra cosa: la velocidad de desarrollo de la motricidad fina no depende de lo que el niño tenga en su baúl de juguetes. En esta etapa de su vida, encontrará gran placer y estímulo en cuatro o cinco cosas que le son familiares (echad un vistazo a las sugerencias que doy a continuación). Por tanto, os ahorraréis dinero y estrés si de momento controláis esos impulsos de comprar juguetes. Hacedme caso y no tengáis prisa, que ya tendréis ocasión de ir a las tiendas de juguetes en los años venideros. Agradeced, pues, este breve respiro.
No subestiméis el valor de los objetos de uso cotidiano que tenéis en casa como fuente de entretenimiento. Los bebés pequeños adoran las lavadoras, por ejemplo. Se ponen delante en su sillita y se quedan hipnotizados por la ropa que gira, el agua que salpica y el zumbido de la máquina. Y los bebés mayores son grandes seguidores de las cajas de cartón, geniales para sentarse, llenarlas de juguetes y empujarlas por todo el piso.
Aseguraos de que los juguetes que le deis a vuestro bebé sean seguros. Buscad la marca en la caja o la etiqueta, y comprobad que no tiene piezas desmontables o que puedan desprenderse y acabar en la boca de vuestro bebé. Nunca dejéis juguetes con pelaje largo o con cuerdas largas junto a vuestro bebé.
Lenguaje de bebés, lenguaje de colegas
Probablemente, vuestro bebé no será capaz de decir muchas palabras antes de cumplir su primer año, pero será capaz de entender un montón de las vuestras. Tampoco estará demasiado interesado por conocer a extraños, pero le encantará el ambiente de una reunión familiar (siempre y cuando papá y mamá estén cerca). ¿Por qué digo esto? Pues porque en sus primeros 12 meses el bebé sienta las bases del aprendizaje de los idiomas y las habilidades sociales que se darán en su segundo año, y vale la pena ayudarle.
Oyoyoy: por qué funciona hablar así
Una de las mejores formas de estimular al bebé a que hable es hablándole mucho. Y eso significa charlar alegremente con él desde que nace.
Los expertos coinciden en que, cuanto más se le hable, mayor será su capacidad de captar las palabras y soltarse a hablar. Por eso, desde el primer momento, explicadle qué estáis haciendo mientras le cambiáis el pañal, le vestís, le dais de comer, jugáis juntos, le bañáis y lo lleváis a pasear.
Esta charla constante puede sonar muy tonta (“¡Ooh, mira los árboles, cariño, no les queda ni una hoja!”), pero funciona. Aunque vuestro bebé no tiene la más remota idea de lo que pasa a su alrededor, escucha el sonido de vuestra voz y la calidez de vuestras palabras. Y en cuanto crezca su comprensión del habla, comenzará a gorjear y murmurar, de ahí a balbucear y, antes de que os deis cuenta, estará formando palabras.
Fases del habla: los primeros seis meses
Cuando charléis con vuestro bebé, tratad de:
Mantener el contacto visual. Aprenderá tanto de ver las expresiones faciales como de escuchar las palabras.
Mantenerse en el presente. Hablad de lo que se puede ver, oír y sentir en este momento. Vuestro bebé todavía no tiene un concepto del pasado o del futuro.
Que pueda decir la suya. Parad al final de una oración y esperad su respuesta, ¡incluso un bebé no verbal puede ser muy vocal!
Fases del habla: de los 6 a los12 meses
Vuestro bebé empieza a entender ciertas palabras. Para ayudarle, tratad de:
Ir poco a poco. Dadle la oportunidad de captar cada palabra de forma clara.
Repetir. Pensad en las palabras que describen las cosas cotidianas en la vida de vuestro bebé (pañal, leche, coche) y usadlas a menudo.
Dar instrucciones. Ha llegado el momento de empezar a decir: “Dale el juguete a mamá” o “Dime adiós”. Si no lo hace, ayudadle a hacer lo que se le pide. Pronto se pondrá al día.
¿Nos conocemos? Ser consciente de sí mismo y los demás
En el primer año de vuestro bebé, la vida social se divide en dos fases: la feliz y la más realista y angustiante. Ambas son tan naturales como normales, pero, como habréis adivinado, una es más difícil de manejar que la otra.
Hasta los 6 meses más o menos, vuestro bebé es una delicia risueña y ruidosa, y será probablemente feliz con casi cualquier adulto que le sonría y responda a sus risitas y gorjeos. Esto no quiere decir que no os quiera, solo que su memoria a corto plazo aún no puede asumir el concepto de ausencia o falta. Como los peces, no aprecia que os habéis ido hasta que regresáis a su lado.
A partir de los 6 meses, sin embargo (y por lo general antes del año), vuestro bebé empieza a ponerse triste cuando no os ve y os echa de menos. Y no solo eso, sino que también empieza a aceptar la idea (intimidante) de que es una persona independiente y no una parte de vosotros. En esa fase puede volverse muy tímido o cauteloso con los extraños, de modo que esconda su cabeza en vuestro hombro cuando alguna amable abuela le salude por la calle.
Aunque esta sensación de inestabilidad social repentina puede durar pocas semanas, a veces se alarga más. En todo caso, cesa cuando el niño aprende que siempre volvéis con él y que, en vuestra ausencia, también estará bien con su cuidador. Durante este tiempo es recomendable ser más paciente con su carácter posesivo y construir su confianza y autosuficiencia con actividades como:
Jugar al escondite. Además de divertiros con él, le estáis enseñando sobre la “permanencia del objeto”, es decir, que las cosas existen aunque no las vea. Esto hace que ya no tenga (tanto) miedo cuando desaparecéis un día, por ejemplo para ir a comprar o a trabajar.
Hacer un álbum de fotos. Llenad un pequeño álbum con fotos vuestras y de otros familiares cercanos para que pueda verlas y hablar de su familia. Una vez más, está reforzando la idea de que la gente está ahí aunque no estén a su lado. ¡Y no os olvidéis de incluir algunas fotos suyas!
Tomarse las cosas con calma cuando haya caras nuevas. Si vais a casa de unos amigos, sentad al bebé en vuestro regazo hasta que se acostumbre a las nuevas caras, imágenes y sonidos. De ese modo cogerá confianza y será más abierto a los mimos y zalamerías de vuestros amigos.
Evitar un cambio de cuidador. Si no se puede evitar, estad preparados para el hecho de que vuestro bebé necesite más confianza y que le cueste más aceptar las manos de un nuevo cuidador.
Dejarle con una sonrisa. Tanto si os vais al trabajo como si salís una hora, haced lo posible para que la despedida sea corta y dulce. Sus llantos se intensificarán si la alargáis llevados por un sentimiento de culpa.
El lenguaje de signos
La enseñanza de lenguaje de signos para bebés, habitualmente en una clase especial, está de moda en Estados Unidos y empieza a llegar a Europa, aunque en España todavía es muy poco conocida. Pero este lenguaje ¿es tan bueno como dicen?
La idea que hay detrás es simple: los bebés controlan sus manos antes que sus cuerdas vocales, por lo que, si se les enseñan los signos específicos, pueden tener “conversaciones” significativas antes de ser capaces de hablar.
Los fans de esta práctica aseguran que sus bebés de 10 meses pueden expresar mediante signos que tienen hambre, sed o cansancio, y que rara vez se sienten frustrados por no poder expresar sus necesidades y deseos. También afirman que los estudios demuestran que un niño que de bebé habla con signos, a los 7 u 8 años suele tener un coeficiente intelectual 12 puntos por encima de un niño que no lo hace.
Otros no lo ven tan claro y señalan que los bebés que no dominan este lenguaje también hacen gestos, y que si escucháramos con atención sus “palabras”, sabríamos qué quieren. Para rebatir los estudios sobre coeficiente intelectual, apuntan a otras investigaciones que sugieren que la ventaja lingüística de los niños que dominan el lenguaje de signos sobre los niños que no lo hacen desaparece por completo a los 3 años.
Entonces, ¿qué pensar? La mayoría de expertos coincide en una cosa: la lengua de signos para bebés no hace daño y puede ser muy divertida, así que si tienes la oportunidad y te apetece, ¿por qué no lo pruebas? Pero no te preocupes si no te convence.
Cinco cosas divertidas que, tarde o temprano, deben hacer las nuevas mamás
Incluyo aquí algunas actividades divertidas para añadir al plan semanal de vuestro bebé. No las he elegido por ser superestimulantes (aunque todas lo son), sino porque son divertidas, y lo serán aún más cuando el bebé entre en sus primeros años de vida y os exija más acción.
No hay que apresurarse, no pasa nada si vuestro bebé no consigue hacerlas en sus primeros seis meses, ni por ello se ralentizará su desarrollo. Pero estaría bien que las hiciera antes de su primer cumpleaños.
1. Cantar. A todos los bebés les encanta la música y se muestran radiantes cuando se les toca o se les canta algo. A partir de los 3 meses responden a las canciones infantiles, y gradualmente aprenden a anticipar las acciones que vienen a continuación. Si vuestro repertorio no va mucho más allá de “Un elefante se balanceaba...”, buscad un grupo de madres con bebés. Podéis preguntar en la ludoteca de vuestro barrio, en el centro cívico o buscar por internet. Vuestro hijo disfrutará de la energía de una canción en grupo y, a medida que crezca, correrá en pos de un instrumento que golpear y rasgar.
2. Id a la ludoteca. Las ludotecas organizan todo tipo de actividades para promover la lactancia materna, reciclar juguetes, talleres y sesiones de cuentacuentos. Averiguad lo que ofrece la vuestra.
3. Mojaos. Comprad a vuestro bebé un pañal de natación e id a la piscina local, preferiblemente alguna con una piscina separada para niños pequeños y con agua más caliente. Incluso los bebés pequeños consiguen moverse y flotar en tus brazos, y no digamos los de 8 y 9 meses. Salpicar en el agua es una manera fantástica de liberar energía.
4. Id al parque. Cuando vuestro bebé se mantenga sentado, ya puede ir a los columpios para bebés y bajar por los toboganes (primero con vuestro apoyo, luego podéis esperarlo al final). Id por la mañana o la tarde, cuando los niños mayores están en la guardería o en el colegio.
5. Haced burbujas. Es la mayor diversión que se puede tener con un bebé ¡y con el mínimo cansancio! Al principio, haced burbujas para que pueda mirarlas y tocarlas. Después, soplad para que vuelen. Sonrisas garantizadas desde los 3 meses hasta los... 13 años.
Cosa de chicos o chicas: ellas hablan, ellos caminan
Bien, no nos andaremos con rodeos políticamente correctos no sexistas. Ahí va: al nacer, los cerebros de los niños y las niñas no tienen las mismas conexiones.
Las niñas vienen mejor equipadas para adquirir el lenguaje y enfrentarse a las emociones, mientras que los chicos llegan mejor preparados para seguir objetos con la vista y desarrollar la conciencia espacial. No solo eso, sino que niños y niñas comienzan a desarrollar y usar varias partes de su cerebro en un orden diferente.
Por eso no es extraño que ambos sexos tiendan a alcanzar sus hitos de desarrollo en aspectos muy diferentes durante su primer año. En términos generales, los niños empiezan el desarrollo físico en primer lugar, mientras que las niñas se centran en lo mental y emocional.
¿Para qué sirve saberlo? Pues en parte para que no cunda el pánico cuando la niña de vuestro mejor amigo sepa decir 50 palabras y vuestro niño apenas balbucee “ba-ba”. Y en parte para que los padres tengan un poco más de vista y no jueguen con los puntos débiles de sus hijos en vez de valorar sus puntos fuertes.
Es maravilloso ver la cara iluminada de vuestra niña cuando cantáis juntos, pero también vale la pena dejarle que dé alguna patada a los juguetes que tiene en su cuarto. Y, por supuesto, jugar de forma un tanto bruta con vuestro niño está bien, pero sin que eso nos haga olvidar que necesita algún que otro abrazo silencioso, tal vez más que una chica emocionalmente más avanzada.
Cómo evitar la saturación de estímulos
Un bebé recién nacido es una criatura muy simple: come, duerme, llora, hace caca, y eso es todo. Responde maravillosamente a un buen abrazo y a algunas palabras cariñosas, pero se satura en cuanto a su alrededor sucede algo más emocionante. Por supuesto, a medida que crecen su tamaño y capacidades, comienza a tomar interés más activo por la vida. Pero eso no significa que desde que se despierta por la mañana hasta que llega la noche necesite de una inyección masiva de entretenimiento multisensorial y estimulante.
Os digo esto porque al principio creía que solo sería una “buena madre” si llenaba el día de mi bebé con todo tipo de experiencias increíbles. Pero luego empecé a preguntarme por qué él siempre estaba cansado e irritable, y yo agotada hasta la extenuación.
La verdad es que no tenéis que probar nada especial para estimular a un bebé, pues sus pequeños cerebros se activan con las cosas más banales y cotidianas. Pensaréis que un paseo por las tiendas no es nada del otro mundo, pero para él es tan emocionante como un viaje a París. Todas las vistas, olores y sonidos constituyen una experiencia nueva, maravillosa, vibrante y... agotadora.
Si exageráis ese “viaje a París”, el bebé se satura, se cansa y se sobreexcita. ¿Y quién tiene que enfrentarse a las consecuencias? Vosotros, sus padres. Si queréis un final de día feliz para vuestro hijo, no programéis demasiadas cosas emocionantes; no hagáis caso de las madres que corren de una actividad estimulante a otra (porque cometen el mismo error que yo). Limitaos a una experiencia estimulante al día.
Es más, ni siquiera vuestra casa tiene que ser una zona de entretenimiento continuo controlada por un padre. Es fundamental que os sentéis y juguéis con vuestro hijo, y que lo animéis a probar cosas nuevas, pero es importante:
Ser breve. No esperéis que un bebé pequeño preste atención a cualquier cosa (incluidos vosotros) durante más de dos minutos. Incluso uno de 10 meses tendrá que luchar para concentrarse en una sola cosa durante más de cinco minutos. Los bebés no pueden hacerlo. Cuando lo aceptéis, la vida será menos frustrante para ambos. Debéis disfrutar de la vida juntos durante breves momentos.
Olvidar las enseñanzas en casa. No tiene sentido tratar de “enseñar” algo al bebé con fichas y similares porque no tiene la capacidad mental para recordarlo más de un día. Los bebés menores de un año pueden aprender a reconocer las caras y las palabras habladas, pero hasta los 21 meses no empieza a madurar el área de memoria de su cerebro.
No tengáis miedo de dejarle a su ritmo. De vez en cuando, como nosotros, los bebés necesitan relajarse. A veces se sienten felices jugando con un juguete por su cuenta o mirando cómo la luz del sol ilumina las hojas del jardín. Sí, crecen y aprenden con todas las cosas increíbles que ofrece la vida, pero no tienen tiempo para todo.
Aunque no sea capaz de expresarse, vuestro bebé puede transmitir que ya ha tenido suficiente. Mirad con atención mientras juguéis con él. Si aparta la mirada y no mantiene el contacto visual, ha llegado el momento de terminar el juego y seguir con otra cosa.
¿Sí o no? Los bebés y la tele
Los bebés no comprenden la televisión. Antes de los 6 meses, es un espectáculo de luz parpadeante, así que no ven la diferencia que hay entre los dibujos de Bob Esponja o un debate de política. A los 6 meses, en cambio, un programa en el que aparezcan grandes caras bonitas y música alegre es probable que llame su atención, aunque sea durante un breve espacio de tiempo. Casi todo lo demás le parecerá demasiado rápido para que tenga sentido.
Por tanto, ¿hay que dejar que vuestro bebé vea la televisión? ¿Sí o no? Si ello mantiene a vuestro hijo feliz durante un par de minutos mientras os tomáis una taza de té, no veo por qué no. No le hará daño.
Pero sed conscientes de la costumbre que le estáis inculcando para el futuro, pues ver mucha televisión puede tener efectos no muy agradables en los niños pequeños y no tan pequeños (consultad los capítulos 15, 18, y 24 para saber más). Os recomiendo que recurráis a la caja tonta en momentos cortos y puntuales o acabaréis marcando un patrón que os será difícil romper en los próximos años.