Capítulo 8
EL colegio la llevó de vuelta a la realidad y a una rutina diaria que incluía a Sammy en la clase. El chico se estaba curando bien y se comportaba con la arrogancia clásica de los adolescentes.
El último semestre del año solíaa ser frenética con la preparación de los exámenes finales, e incrementaba el nivel de estrés tanto para los estudiantes como para los profesores.
Los días parecían unirse unos con otros para Mikayla, yendo al colegio, visitando a su padre por las tardes y atendiendo a los eventos sociales con Rafael por las noches.
Sus apariciones como su compañera estaban causando bastantes especulaciones y, mientras que nadie cuestionaba la elección de compañía femenina por parte de Rafael Velez- Aguílera, había una curiosidad evidente acerca de la procedencia y estatus social de
ella.
Un estatus que no era nada en comparación con la élite que asistía a una cena privada dada por uno de los más ricos personajes de la ciudad, famoso por la devoción que tenía por buscar dinero para obras de caridad, pensaba Mikayla algunas semanas más tarde,
mientras estaba al lado de Rafael conversando educadamente con el resto de los comensales.
-¿Y a qué se dedica usted? - le preguntó la mujer con la que estaba hablando,
- Enseño literatura inglesa - respondió ella.
- Qué interesante. Supongo que en un colegio privado, ¿no?
- Estatal - respondió ella y vió como la mujer entornaba levemente los párpados.
Rafael Velez-Aguilera despertaba el respeto y daba grandes cantidades de dinero para obras de caridad, así que, a toda costa, debía ser agradado. Mikayla se percató de que era eso lo que la mujer estaba pensando, y le hizo bastante gracia.
En ese momento él se volvió, vio su expresión y le preguntó:
-¿Otra copa?
- No, gracias.
-¿Algo te ha hecho gracia?
- El objetivo económico del año de la Fundación de Caridad se alcanzaría con facilidad si todas las mujeres presentes donaran las joyas que llevan.
- Tal vez debieras sugerirlo.
Ella lo miró fijamente.
-¿Y causar una revolución? No creo.
Y hablando de revolución, en ese momento entró en la sala nada mas y nada menos que la hermosa Sasha, agarrándose como una parra a su compañero masculino.
Mikayla pensó que aquello era un montaje deliberado. El blanco era Rafael y el arma los celos.
Pero no parecía funcionar y Mikayla casi sintió lástima por ellos, cuando se sentaron para cenar.
La mesa era larga y estaba elegantemente puesta, con porcelana china, brillantes cubiertos de plata y vasosy copas de cristal dispuestos a ser llenados con una buena selección de vinos de magníficas cosechas y grandes reservas.
Bien fuera por accidenti o deliberadamente, Sasha se sintó junto a Rafael y Mikayla se aseguró a sí misma que no le importaba
Los camareros uniformados sirvieron una magnífica cena de cinco platos, durante la cual Mikayla tuvo una interesante conversación con el hombre que estaba sentado a su lado, acerca de la política económica del gobierno para financiar el sistema educativo
Eso la ayudó a ignorar Ion sutiles gestos que Sasha empezó a hacer. Las manos elegantes y bien cuidadas que de vez en cuando posaba en el brazo de Rafael, su leve sonrisa, su risa, el ronroneo felino de su voz...
Rafael estaba encantador y solícito con Mikayla y ella le respondía igualmente. Siguiendo su papel, pensó ella.
-¿Mas vino?
Miró a Rafael, vio el destello de sus, ojos y deseó golpearlo. El muy canalla se estaba divirtiendo con todo aquello.
Le resultó fácil ofrecerle una sonrisa, le puso una mano en el muslo y le clavó las uñas, luego empezó a acercarle Ievemente los dedos hasta el vientre.
- No, gracias.
- Ten cuidada, pequeña - le advirtió él,
Mikayla abrió mucho los ojos.
- No sé a qué te refieres.
- Me pregunto si serás tan valiente cuando estemos solos.
- Cuenta con ello.
-¿Me estas retando?
- Al parecer, nadie se atreve a hacer eso contigo.
-¿Y tu crees que eso me puede hacer bien? - bromeó Rafael
- Sí,
Los cafés se sirvieron en otra sala y fue allí donde comenzó el verdadero propósito de la velada, cuando numerosos e interesantes objetos fueron subastados.
Pinturas, objetos de arte, joyas.. Era una mezcla de todo y el proceso de la subasta la intrigaba, ya que la cosa no se trataba de los objetos en sí mismos, sino de quién podía pujar y quién podía superar a quién.
-¿Ves algo que te guste? - le preguntó Rafael y ella le señaló un pequeño cuadro.
- Cuando se subaste, tú puja.
Luego le dio un límite y ella lo miró sorprendida
-¿Lo dices en serio?
- Si no, no te lo diría.
Mikayla observó con interés renovado y, cuando salió a subasta el cuadro, ella fue fa primera en pujar. Sasha la siguió y, según subían las pujas, lo mismo sucedía con las especulaciones de los invitados, ya que era evidente que estaba teniendo lugar una batalla particular entre las dos.
Aquello era por una buena causa, se repetía Mikayla para sí según iban subiendo las pujas por pasos de cien dólares. Rafael se lo podía permitir, pero de todas formas, ella no quiso superar el límite que le había puesto. Lo mismo que tampoco quiso mirar a Sasha cuando el subastador levantó el mazo.
- A la una, a las dos...
- Mil.
Se produjo un murmullo ante la puja de Rafael y Mikayla vio incrédula como Sasha se tomaba ganar como un reto personal.
Ahora no le cabía a nadie la duda de que aquello era una batalla entre la la novia y la amante.
- Tres mil dólares A la una, a las dos,., Vendido al señor Rafael Velez- Aguilera.
-¿Eso lo has hecho para demostrar algo? - le preguntó Mikayla.
- Sí, eso creo.
-¿Y tenias que hacerlo tan públicamente?
-A ti te ha gustado el cuadro y yo lo he comprado. El dinero va para obras de caridad. Fin de la historia,
- No. No es así.
- Tu razonamiento me fascina.
- Enhorabuena, querido.
Los dos se volvieron al oír a Sasha.
- Es una bonita pintura. Espero que le guste a Mikayla.
- Me siento halagada - dijo ella educadamente y vio la mueca de Sasha.
- Rafael es muy generoso, ¿no es así, querido ? - dijo Sasha.
Luego se volvió al hombre que tenia al lado y lo presentó como Enrico Alvarez,
Enrico tomó la mano de Mikayla, se inclinó y se la besó, sosteniéndola Un poco más de lo debido.
- Encantado.
Mikayla le dedicó una sonrisa educada y luego retiró la mano. Rafael se limitó a saludarlo inclinando la cabeza. La tensión era evidente y después de murmurar una excusa, Mikayla se dirigió al tocador de señoras.
Salió cinco minutos más tarde y se encontró con que Sasha la estaba esperando.
- Ah, estás aquí. A Rafael le ha preocupado tu ausencia.
-¿De verdad?
- Todavía no he descubierto cuál es tu atracción. pero debe ser algo fuerte para haber capturado a Rafael.
-Tal vez se me dé bien el sexo, ¿no?
La mirada de Sasha se endureció.
- No te pases de lista, querida.
- No se me ocurriría. Y ahora, si este pequeño encuentro viene a algo, es mejor que vayas al grano.
- Enrico está fascinado contigo.
Aquello era increíble, pensó Mikayla.
-¿Me estás ofreciendo a Enríco a cambio de Rafael?
- Enrico es rico y encantador.
- Y mientras haya dinero... ¿No?
Sasha sonrió como una gata.
- Ya veo que nos entendemos.
- No, no nos entendemos
-¿Entonces no vas a jugar?
-A ninguno de tus juegos, - respondió ella, y se alejó,
Rafael observó cómo Mikayla se acercaba a él, Había algo en ella que le había llegado al corazón. Sintió cómo se le agitaban las entrañas como siempre que la veía y el deseo ardió en su interior. Luego, su mirada se endureció cuando vió a Enrico Álvarez interponerse en su camino.
¿Celos? No era una emoción que le gustara, y la desechó cuando Mikayla le ofreció una sonrisa educada a Enrico, puso a su lado y continuó hasta donde estaba él.
-¿Quieres más café? - le preguntó él cuando estuvo a su lado.
-¿Podría ser algo mas fuerte?
Rafael sonría.
- Deja que me lo imagine, Sasha te ha dicho algo,
- No ha sido divertido.
- La subasta casi ha terminado ya,
-¿Entonces nos podemos marchar ya?
Rafael se rió.
- Tu ansiedad por volver a casa me sobrecoge.
- Es una cuestión de opciones. El le acarició entonces el cuello.
- Diez minutos, pequeña.
Esperaron hasta que estuvieron en el coche y ya lejos.
-¿Quieres hablarme de ello'? - le dijo.
En la oscuridad, Mikayla no le podía ver la expresión del rostro.
- El dinero tiene sus propias reglas - dijo.
- Explícate.
- Bueno, déjame ver. Dos hombres ricos, dos mujeres. ¿Importa algo realmente quién está emparejado con quien? Sasha me propuso un cambio de pareja y yo no quise.
Le dedicó una mirada rápida y vio el movimiento de la boca de él a la luz de los faros de un coche que pasaba.
- No tiene gracia - dijo.
Si é1 se hubiera reído, le habría pegado. Pero no lo hizo, y ella permaneció en silencio durante el resto del trayecto.
Rafael la dejó entrar primero en la casa y, una vez en la habitación, Mikayla se desnudó en silencio, se desmaquilló y se cepilló los dientes más vigorosamente de lo habitual, luego se puso la camiseta de dormir y. cuando volvió al dormitorio, vio que Rafael ya se había acostado.
Estaba apoyado en las almohadas, con el pecho desnudo y las sábanas por la cintura. Cuando ella se acostó, lo hizo de manera que le dio la espalda.
Segundos más tarde, él apagó la lámpara de la mesilla de noche y la habitación quedó en la oscuridad.
Mikayla no se movió y acompasó deliberadamente la respiración para hacerse la dormida, obligándose a relajarse mientras contaba mentalmente los minutos.
Pero no lograba dormirse. ¿Por qué su imaginación no dejaba de darle vueltas al hombre que estaba a su lado?
Tuvo que admitir que lo deseaba. Que necesitaba sus caricias, la sensación de su boca.
Unas imágenes evocadoras surgieron en su mente y se agitó. Estiró una pierna y luego se preguntó qué pasaría si dejaba que su mano izquierda vagabundeara un poco...
-¿Quieres jugar?
Mikayla se quedó helada cuando unas manos se deslizaron bajo ella y la hicieron colocarse sobre él.
Rafael le colocó luego las manos en la nuca, haciéndola bajar la cabeza y tomó posesión de su boca con un beso profundo y apasionado mientras le recorría la espalda con las manos. Luego la hizo sentarse sobre él
Con un solo y primitivo movimiento, la levantó y luego la hizo bajar, oyéndola gemir cuando sus músculos se estiraron para acomodarlo y empezaba a moverse lentamente hasta que ella tomó su ritmo.
Ella solo pudo dejarse llevar y tragó saliva cuando él la hizo rodar, de forma que sus posiciones quedaron invertidas.
Cada vez que se unían, ella pensaba que no podía ser más. pero lo era. Se pegó contra él y gritó cuando la boca de él le chupó un pezón y se lo mordisqueó levemente.
Las sensaciones le inundaron el cuerpo y le apoyó las manos en los hombros, acariciándoselos, y luego se los puso en la nuca, atrayendo su cabeza y tomando posesión de su boca con tanta ansia que casi perdió la noción del tiempo y del lugar, hasta que solo quedaron el hombre, el momento y la pasión.
Había pasado una semana desde que habían llevado a Joshua a una habitación privada y, cuando Mikayla preguntó por la razón de ello, le dijeron que eran instrucciones de Rafael Velez-Aguilera.
-¿No prefieres que tu padre muera con dignidad en la intimidad de su propia habitación? – le preguntó Rafael cuando ella le pidió explicaciones.
- Sí, pero.,.
Él la hizo callar poniéndole un dedo en los labios.
- Nada de peros, pequeña. Yo me ocupare de todo.
Algo por lo que estaría más atada a él todavía.
Cuando lo dejará, pretendía devolverle todo lo que pudiera. Era una cuestión de orgullo, del suyo.
Las visitas al hospital empezaron a dejarla agotada emocionalmente, ya que su padre parecía estar peor a cada día que pasaba y, se le rompió el corazón cuando un lunes entró en su habitación y vio que le habían puesto oxígeno y estaba inconsciente.
Mikayla no quiso dejarlo y localizó a la jefa de enfermeras, le hizo las preguntas pertinentes y luego llamó a Rafael.
Segundos mas tarde, él le preguntaba:
-¿Problemas?
Mikayla lo había interrumpido en mitad de una reunión y se disculpó,
- Es mi padre. Me gustaría quedarme un tiempo con él.
- Mantente en contacto conmigo - dijo él sin más.
- Sí.
Mikayla cortó la comunicación y se quedó mirando a la pared ausentemente.
Llevaba meses sabiendo que eso iba a suceder, pero nada podía haberla preparado para el momento en que su padre desapareciera realmente de este mundo.
Se volvió lentamente, volvió a la habitación de su padre y se sentó, tomándole la mano.
Fue así como la encontró Rafael una hora más tarde. Había dispuesto que le sirvieran la comida allí, y permaneció a su lado hasta poco antes de medianoche, cuando murió Joshua.
Rafael la acompañó fuero de la habitación y la abrazó.
Mikayla no pudo llorar; estaba como atontada y al cabo de unos minutos, levantó la cabeza y retrocedió un paso.
-Estoy bien – dijo.
Pero estaba lejos de eso. Su rostro estaba muy pálido y el dolor se notaba en sus grandes ojos verdes.
Fue Rafael el que se ocupó de las formalidades y luego la llevó de vuelta a casa, donde llenó el jacuzzi, tomó una botella de vino fría y dos copas y luego la desnudó. Él también se despojó de sus ropas. Entraron en el agua y la abrazó por la espalda.
Más tarde, se secó, se acostaron y él la siguió abrazando.
Las semanas siguientes tuvieron una cualidad de irrealidad y Mikayla se centró en su trabajo. Por las noches planeaba cenas muy elaboradas que requerían intensos preparativos y Rafael se percataba de lo pálida que estaba y de cómo estaba perdiendo peso. Entonces, un día decidió que ya bastaba, hizo unas cuantas llamadas telefónicas y se aseguró de estar en casa cuando ella llegó a casa la tarde siguiente.
Mikayla la miró sorprendida.
- Has llegado pronto - dijo. Tenía un aspecto frágil y Rafael se tuvo que meter las manos en los bolsillos para no abrazarla.
- Nos vamos a la Costa Dorada a pasar el fin de semana.
Ella abrió mucho los ojos.
- Estas de broma, ¿no?
- No, Tenemos que estar en el aeropuerto dentro de una hora.
- Pero no podemos irnos con tan poco tiempo...
- Sí, podemos. Y ahora, ¿haces tú tus maletas o te las hago yo? Tú eliges.
-¿Por qué?
El ya estaba subiendo las escaleras.
-¿Necesitas una razón específica?
- jSÍ, maldita sea! - dijo ella y lo siguió, enfadada.
La ira era algo que él podía soportar. Lo que no podía era el comportamiento, como atontado, que ella había mostrado desde la muerte de su padre.
Llegaron al dormitorio y allí habíaa dos bolsas de viaje, una llena y la otra vacía,
- No quiero ir a ninguna parte
- Pues vas a ir - insistió Rafael mientras abría el armario de ella y empezaba a sacar cosas.
Mikayla lo observó incrédula mientras tiraba sus ropas sobre la cama.
-¿Qué te crees que estás haciendo?
- Salimos de aquí dentro de diez minutos.
Ella se acercó entonces y lo apartó
-¡Maldita sea! Ya lo hago yo.
Minutos después, había colocado de nuevo en sus perchas la ropa que él había elegido y luego hizo su propia selección.
- Me sería de ayuda si me dijeras si este viaje es por negocios o solo por placer
- Por placer - le informó Rafael.
- Eres el hombre más enervante y autoritario que haya tenido la desgracia de conocer.
-¿Desgracia. Mikayla?
- Bueno, eso no es exactamente cierto»,
- Gracias - dijo él mientras ella seguía haciendo el equipaje.
Llegaron al aeropuerto con muy poco tiempo y fueron de los últimos en embarcar en un vuelo que, una hora más tarde, los dejó en Coolangatta.
Rafael alquiló un coche. Ya era de noche cuando llegaron a la zona turística costera, que estaba situada a treinta kilómetros al norte.
Unos altos edificios de apartamentos y hoteles parecían centinelas iluminados del litoral y Rafael condujo por la Playa Principal hasta el complejo turístico Sheraton, un edificio bajo y construido junto al océano.
La suite era espaciosa y con una vista como paro morirse. Había champan en un cubo de hielo, flores, frutas frescas y bombones para darles la bienvenida
- Decadente - dijo Mikayla mientras miraba por la ventana la gran laguna, con un bar en una isla y puentes que llevaban a él.
Ya estaba un poco menos pálida, pensó aliviado Rafael. Y su sonrisa era recompensa suficiente para el esfuerzo que había hecho.
-¿Podemos pasear un poco por ahí fuera?
El champán podía esperar.
- Si eso es lo que quieres...
Mikayla se volvió hacia él.
-¿Es que me estás mimando?
- Un poco - respondió él y ella sonrió levemente.
- Eso puede ser peligroso.
- Ya lo había pensado.
- Creo que deberíamos ir a dar ese paseo- respondió ella solemnemente y se dirigieron a la puerta.
El fresco aire de la noche les dio en la cara cuando salieron a la zona de la laguna, y ella no dijo nada cuando Rafael la tomó de la mano y entrelazó los dedos con los suyos.
Se acercaron a la playa y caminaron por ella hasta salir de la zona iluminada, luego volvieron, entraron de nuevo en el hotel y cruzaron el puente que daba a la marina.
Allí había cafés, restaurantes, tiendas e inmediatamente al lado, estaba el Palazzo Versace, donde no se había reparado en gastos para completar su lujoso diseño.
Se tomaron un café con licor en una de las terrazas que daban a la marina con sus lujosos yates.
La zona tenía un ambiente que era a la vez refinado y casual, además de que debía ser muy popular, por la cantidad de gente que había por allí.
Mikayla pudo sentir cómo se disipaba en ella algo de la tensión. ¿Tal vez por el aire del mar? ¿La perspectiva de dos días a solas con Rafael sin que nada los interrumpiera? ¿El hecho de que no hubiera ninguna clase de reunión social en perspectiva?
Mar, sol y arena, pensó, y eso la llenó de placer.
Rafael la miró aprobándola. El moño que llevaba en el cabello se estaba empezando a deshacer y él contuvo la tentación de quitarle el resto de las horquillas.
Deseó abarcarle el delicado rostro y acariciarle la boca con la suya, saboreándosela para luego deslizar la lengua en su interior y tomar posesión de ella como preludio de una intimidad mayor.
En ese momento, Mikayla lo miró y él vio como ella abría más los ojos y se ruborizaba. Entonces sintió algo en el corazón cuando ella le sonrió,
- Estás cansada - le dijo él amablemente y Mikay1a levantó una ceja.
-¿Lo estoy?
- Definitivamente.
- ¿Por qué me da la impresión de que mientras que la cama es una opción, dormir no lo es? Él le acarició entonces la mejilla.
- Eso en su momento.
Rafael se levantó y le dio la mano para ayudarla. Su mirada tenía una promesa de pasión y algo más.
- Yo me ocuparé de hacer todo el trabajo - dijo. Mikayla tragó el nudo que, repentinamente, se le había hecho en la garganta.
- Bueno, eso es un alivio.
Mucho más tarde, ella pensó que la intimidad no llevaba a nada mucho mejor que eso. Él tenía el tacto, la habilidad, el conocimiento suficientes como para volver loca a una mujer
Un leve roce de sus dedos, un roce de su boca y ella estallaba en llamas.
Cuando estaba a punto de dormirse, pensó que podría ser que él hubiera empezado aquello, pero había sido ella la que lo había terminado. Gloriosamente exultantes en una culminación mutua que los había llevado hasta lo más alto. Lo había oído gemir un instante antes de que hubiera cortado sus gritos con los labios, y sus cuerpos se convulsionaron juntos. Luego, se estremecieron con un calor de pasión tan intenso que ella dudó mucho que nunca hubiera experimentado nada igual.
Mikayla se quedó dormida y despertó cuando los experimentados dedos de él la volvieron a acariciar y volvieron a empezar. Se pegó a él cuando le chupó los senos, torturándola hasta que gritó.
Luego le cubrió de besos hasta la base del cuello y a continuación, tomó posesión de su boca con un beso que le quilo la respiración.
Con un solo movimiento. Rafael se puso de espaldas arrastrándola con él y ella sonrió cuando le tocó el turno de acariciarlo antes de tomarlo en su interior, montándolo duramente hasta que la respiración se le escapó entre los dientes apretados.
Después, él la siguió abrazando y le apartó el cabello del rostro.
- Espero que no tengas planes para nada aventurado durante las próximas horas - dijo ella.
-¿Nada de unas carreras vigorosas por la playa? ¿Un baño en la laguna? ¿Un partido de tenis mañanero? - bromeó él y le dio un beso en la frente.
- Como mucho un desayuno en la cama a las ocho.
-A las ocho y media- respondió él acariciándola,
- Muy bien.
Mikayla cerró los ojos sin ser consciente de que Rafael la estaba mirando mientras se quedaba dormida,
Se despertó cuando oyó el timbre de la puerta. Era un botones que les llevaba el desayuno. Se puso una bata mientras Rafael lo llevaba todo a la mesa.
Él había descorrido las cortinas y tenían una vista magnífica sobre el océano.
Zumo de naranja, cereales y un café aromático para ella y beicon, huevos y tomates para Rafael.
Después, se ducharon y se dedicaron a explorar el Palazzo Versace. Volvieron al hotel para tumbarse lánguidamente bajo una sombrilla junto a la laguna.
Aquello era maravillosamente relajante, pensó Mikayla mientras paseaba la vista por el agua de la laguna. Había una pacifica sensación de aislamiento y de estar fuera del tiempo, ayudada por la inmensidad del océano. Podía cerrar los ojos e imaginarse que estaban en el borde del mundo.