Capítulo 6

MIKAYLA se despertó tarde, miró la hora y corrió a la ducha. Rafael se reunió allí con ella.

-¿A qué viene tanta prisa? - le preguntó,

- Me olvidé de llamar a Maisie. Tengo que ir a ayudarla en la tienda.

Soltó una maldición cuando se le escapó el jabón y se inclinó para recogerlo.

- Quédate quieta - le dijo él y le quitó el jabón de la manos-. Y explícate.

- Maisie es una amiga y trabajo para ella los fines de semana. Le dije que ayer no iba a poder ir pero me olvidé de hoy. Y va a haber mucha gente en la tienda.

Entonces ella se dio cuenta de lo que estaba haciéndole él con el jabón y trató de apartarle la mano.

-¿Quieres dejar eso?

Él sonrió.

- No.

- Rafael..,

Pero su cuerpo empezó a responder a la que estaba haciendo él.

Entonces Rafael le dio el jabón.

- Me puedes devolver el favor.

- Tu brazo está sanando bien.

Solo tenía una fina línea roja y las marcas de los puntos ya estaban empezando a desaparecer.

Mikayla lo miró y vio la pasión en sus ojos, así que supo que, si se quedaba allí, sería para bastante rato.

- De verdad que tengo que irme.

Él se inclinó y la besó con ganas.

- Entonces vete pequeña - le dijo en español

- Estaré allí hasta la tarde.

- Y después irás a visitar a tu padre. Muy bien, yo haré la cena.

La vio dudar y añadió:

- Tienes diez segundos, Mikayla, si no, no vas a salir de aquí antes dentro de una hora.

Ella salió corriendo y solo minutos más tarde ya estaba saliendo de la casa.

El dia fue muy agitado y ni ella ni Maisie tuvieron ni un minuto para hablar hasta la tarde. Solo entonces le pudo decir a su amiga que se había mudado y con quién, y que tal vez no la pudiera ayudar mas en el futuro.

-jVayal ¿estas de broma? ¿Y estás viviendo y teniendo sexo con él? – le pregunto maravillada su amiga- Tiene que ser algo importante. Tú siempre has dicho que no lo harías sin pasar por la vicaría.

Mikayla se encogió de hombros.

- Bueno, una chica puede cambiar de opinión.

- Tú no, querida. Siempre has tenido unos principios muy fuertes.

Ella deseó decirle que no había tenido más remedio que olvidarse de ellos. Pero mientras menos supiera Maisie de la verdad, mejor.

-¿Por qué no te vas antes y te pasas por el hospital? Ahora esto está mas tranquilo y me las puedo arreglar sola.

-¿Estas segura?

- Vete, Mikayla. Llámame alguna vez, ¿quieres? No vamos a perder el contacto

- Lo haré.

Su padre parecía muy cansado cuando lo fue a visitar y eso la deprimió un poco. La enfermera le dijo que era inevitable que fuera sintiéndose cada vez peor gradualmente.

Mikayla se quedó un rato y ayudó a darle de comer, lo que la deprimió más, ya que él mostraba muy poco interés por la comida.

Cuando volvió a la casa y entró en la cocina, Rafael vio la cara que tenia y tomó la decisión inmediata de retrasar la cena,

-¿Qué pasa? - le pregunto acercándose -. ¿Tu padre?

Ella le contó lo que le había dicho la enfermera y, cuando terminó, él le puso una mano en la barbilla e hizo que la levantara. Tenía ojeras y estaba pálida.

-¿Has almorzado?

Ella casi no lo recordaba.

- Hemos estado muy ocupadas. Creo que he comido un sandwich.

- He hecho pasta con salsa de marisco - dijo él y le sirvió algo de vino.

- Esto me va a hacer dormir.

Tal vez eso no fuera mala idea, pensó Rafael.

- Bebe.

Brindaron y los dos bebieron un sorbo.

- Debería ducharme y cambiarme de ropa - dijo ella.

-¿Por qué no vas a hacerlo mientras yo termino con esto?

Ella dejó la copa y subió las escaleras. Diez minutos más tarde, volvió sintiéndose mucho más descansada. Se había puesto unos pantalones y una blusa y se había dejado suelto el cabello, dándose algo de color en los labios.

Rafael estaba sirviendo dos platos cuando ella entró en la cocina. El aroma del pan de ajo le llenó el olfato, tomó su copa y se acercó a la mesa.

- Mmm, Esto esta muy bueno -dijo después de probar la comida.

- Gracias - respondió Rafael en español.

Mikayla pensó repentinamente que le gustaría saber más de él

-¿Has vivido toda tu vida en Australia? - le preguntó.

-¿Sientes curiosidad por mis raíces?

- Más bien interés.

- Soy el menor de tres hijos cuyos padres emigraron a Nueva York desde Barcelona y no llegaron a encontrar el sueño americano. Mi padre consiguió luego un trabajo en Sydney, trabajó duramente y la familia lo siguió unos años más tarde.

Y la vida le había enseñado a él más de lo que pudiera haber deseado saber,

Mikayla lo miró fijamente, consciente de que aquella era una explicación muy sucinta y nada completa.

-¿Y terminaste aquí el colegio y fuiste a la universidad?

- SI - respondió él al tiempo que terminaba con su plato y lo dejaba luego a un lado -. ¿Y tú?

- Una familia de clase media, fui a un colegio privado, hice algunos deportes, tuve amigos, fuí a la Universidad. Lo normal - respondió Mikayla encogiéndose de hombros -. Nada en particular

- Eso hasta que tu madre sufrió ese accidente que la dejó en coma y con  la necesidad de ser mantenida con vida artificialmente.

Esa pérdida había sido traumática, pero peor fue descubrir lo que había hecho su padre y sus problemas de salud. Era ese conocimiento lo que la había hecho tomar la decisión desesperada de efectuar ese trato con e\ hombre que ahora tenía delante.

- No ha sido un buen año.

- Y ahora estás atada a mí - dijo él mientras observaba como ella levantaba la barbilla. Orgullo y valor, pensó.

- Si.

Lo iba a estar durante catorce meses, tres semanas y cuatro días. Más de cuatrocientas noches con un hombre que se le estaba empezando a meter bajo la piel. Alguien a quien había querido odiar, pero, en vez de eso, su cuerpo cantaba bajo sus hábiles caricias y sentía cosas que ella no habría soñado ni en sus sueños más salvajes.

Tenía que poner algo de espacio entre ellos, pensó y se puso en pie. Recogió los platos y los llevó a la pila.

Rafael la observó mientras lo hacía y resistió la tentación de ir tras ella, de tomarla entre sus brazos y besarla.

Tenían toda la noche y pretendía hacer uso de ella de una forma que le estaba dando más placer del que había sentido desde hacía tiempo.

- Has mencionado los depones. ¿Alguno en particular? - le preguntó.

Mikayla le respondió sin mirarlo.

- Tenis, natación. Thai-Boxing.

- Aquí tengo una pista de tenis, una piscina y gimnasio. Úsalos cuando quieras.

Ahora, ella lo miró con interés.

- Tenis - dijo.

Rafael inclinó la cabeza,

-¿.Media hora?

- De acuerdo.

Cuando él llegó a la pista, Mikayla ya lo estaba esperando allí y empezaron a pelotear para calentar los músculos, antes de comenzar el partido.

Ganó él, por supuesto. Mikayla no se había esperado menos, ya que él tenía la fuerza, la habilidad y la agresividad necesarias para sacarla de la pista. Pero no lo hizo, ni a ella le dio la impresión de que hubiera jugado por debajo de sus posibilidades para agradarla a ella.

- Ya basta - dijo Rafael -. Si no,  te vas a hacer daño en el brazo.

Entraron juntos en la casa y subieron al dormitorio.

- ¿Quieres darte un jacuzzi conmigo? - le preguntó él

Mikayla lo miró yluego agitó la cabeza.

- Me daré una ducha.

Todavía tenía que perder sus inhibiciones, pensó Rafael, anticipando el día en que fuera ella la que iniciara el juego sexual. Ansiaba la delicia de su contacto, su suave risa mientras la llevaba hasta el borde y luego lo abrazara mientras él se estremecía entre sus brazos.

¿Era ella consciente del poder que tenía en sus manos?. De alguna manera, lo dudaba.

- Es una pena - dijo mientras entraba en el dormitorio y se dirigía al cuarto de baño.

Ella tomó algo de ropa y se dirigió también a la ducha. Cuando entró de nuevo en el dormitorio, se detuvo en seco al ver a Rafael completamente desnudo. Ni siquiera había tenido la decencia de enrollarse una toalla en las caderas.

El la miró, vio su expresión y levantó una ceja.

-¿Es que mi desnudez te ofende? - dijo.

Luego se acercó a un cajón, sacó unos calzoncillos y se los puso.

Pero no antes de que ella se fijara en un pequeño símbolo oriental que tenia tatuado en la parte superior de uno de sus glúteos.

- Representa al honor por encima de todas las cosas - le explicó é1

-¿Y debería preguntarte por qué?

Él no respondió durante unos segundos.

- En su tiempo lo consideré apropiado.

- Y no has querido quitártelo.

Era un recuerdo vivido de otro tiempo de otra vida.

- No.

Rafael se puso unos vaqueros negros, he hizo lo mismo con un polo del mismo color.

Esa ropa negra le daba un aspecto peligroso y. por un momento, ella tuvo una visión de lo que debería haber sido él. De lo que podía volver a ser si se le obligaba.

- Tengo algo de trabajo que hacer - dijo ella -. Las lecciones de mañana. Puede que larde varias horas.

Rafael pensó que podía pasar ese tiempo en su despacho.

- Yo haré café - dijo.

A Mikayla le gustaba el ambiente amigable de la cocina y se instaló en la mesa para trabajar. Ya eran las once cuando terminó, metió todo en su cartera y estiró los brazos por encima de la cabeza para relajar los tensos músculos. Minutos más  tarde, apagó las luces y se dirigió arriba.

No se veía a Rafael por ninguna parte; se desnudó y se metió en la cama donde se quedó dormida casi enseguida.

En algún momento de la noche, notó unos dedos acariciándole la cadera y se movió levemente cuando llegaron a su seno. Unos labios le rozaron el hombro para ir bajando hasta sus muslos, donde permanecieron un momento para luego hacerla apartar las rodillas y empezar su viaje hacia arriba.

Ningún sueño podía ser tan vivido y tragó saliva cuando Rafael le dio el beso más íntimo posible.

Aquella era una flagrante seducción y Mikayla llegó rápidamente a la cima, gritando y suplicando su posesión, castigándolo con unos golpes cuando el no se lo dio.

Rafael la quería caliente, apasionada y sin que pudiera pensar en nada. Cuando sintió  los golpes en sus hombros se dio cuenta de la desesperación de ella. Entonces se levantó sobre ella y la penetró, esperando a continuación hasta que sintió los músculos de Mikayla rodeándolo. Empezó a moverse aumentando el ritmo hasta que los dos estuvieron sudando y fueron completamente uno.

Tardaron un rato en bajar de las alturas y Mikayla gimió no muy segura de su capacidad para moverse.

La boca de él le cubrió la suya con tanto dulzura que ella casi murió, ¿Es que después de jugar era siempre tan dulce? Rafael la siguió acariciando hasta que ese calor del cariño se volvía fuego de nuevo.

Esta vez hicieron el amor lentamente y ella murió un poco, sabiendo en lo más profundo de su ser que tal vez nunca conociera a nadie como é1.

Se quedó dormida y despertó con el contacto de una mano de él.

- Son las siete y media - le dijo él.

Ya se había duchado y afeitado y estaba parcialmente vestido.

- Voy a hacer el desayuno

Mikayla salió de la cama y se dirigió al cuarto de baño, de donde salió un cuarto de hora más tarde, limpia y vestida. Fue a la cocina, tomó dos platos y los llevó a la mesa antes de volver a por el café.

Zumo de naranja, huevos revueltos, tomates asados, tostadas.. Los probó y suspiró,

- Haces esto muy bien - dijo.

-¿- Solo la comida, Mikayla?

Sus miradas se encontraron y ella arrugó la nariz.

- Eso también - dijo.

Rafael le dejó al lado unas llaves, junto con un mando a distancia y un teléfono móvil.

- Son de la puerta exterior, el garaje y la casa. Cuando salgamos te enseñaré la programación del sistema de la alarma. Y te sugiero que des el número de este teléfono en el hospital.

La mención del hospital la hizo ponerse seria.

- Gracias.

- No volveré a casa hasta eso de las siete - dijo él y se sirvió otra taza de café.

- Yo puedo hacer la cena. Me sale bien un pollo a la tailandesa con curry y arroz.

Rafael tomó su cartera y sacó un billete.

- Compra lo que necesites - le dijo. Mikayla no tocó el billete.

- Tengo dinero - dijo.

No mucho, pero bastante. Él entornó los párpados,

- Tómalo - insistió.

- No.

Con movimientos controlados ella terminó de desayunar, se levantó y llevó los platos al fregadero.

Rafael dejó el billete sobre la mesa y la siguió. Él ya había fregado sus cosas y solo tardaron un momento en dejar los platos en el lavavajillas.

Luego, él tomó su chaqueta de la silla donde la habla dejado, se la puso y tomó su maletín y el ordenador portátil mientras ella tomaba su cartera.

Cuando él se volvió, el billete seguía sobre la mesa.

Y seguía estando exactamente en el mismo sitio cuando volvió a casa esa tarde y lo recibió un tentador aroma a especias y curry.

-¿Tengo tiempo para ducharme y cambiarme? - le preguntó a Mikayla.

- Un cuarto de hora. Te he dejado a ti la elección del vino - respondió ella sin dejar de cocinar.

Cuando volvió a la cocina, había una ensalada lisia para ser aderezada y el arroz estaba en su punto.

- Tienes razón - dijo él después de haber probado el pollo-, Esto te sale muy bien. ¿Qué más sabes cocinar?

- Pato a la pequinesa, rissotto con langostinos, filete moñón, buey a la borgoñona. ¿Quieres que siga?

-¿Has recibido algún curso de cocina?

-A mi madre le encantaba cocinar y yo lo heredé de ella.

-¿Cómo estaba hoy tu padre?

Rafael no veía la necesidad de decirle que él recibía un informe médico detallado de su salud todos los días.

- Igual,

-¿Y Sammy?

- Deberían darle el alta dentro de uno o dos días.

Rafael rellenó las dos copas de vino.

- Y de vuelta al mismo entorno.

- Es bueno en los estudios. Es inteligente y quiere aprender. Espero que logre salir adelante.

- Pero lo tiene todo en su contra - dijo él.

- No, si lucha por ello.

Mikayla se sentía ferozmente protectora de ese chico y se le notó.

-¿Pretendes ocuparte de que lo logre?

- Quiero intentarlo.

La expresión de él se endureció.

- Los ángeles guardianes pueden ser derribados.

- No soy completamente inocente en lo que se refiere a la juventud de hoy día.

- Sí. Lo eres.

- No - respondió ella enfadada -. No lo soy. Y además, puedo cuidar de mi misma.

- Tal vez. ¿Te importaría demostrarlo?

- Cuando quieras.

-¿En el gimnasio dentro de una hora?

- De acuerdo.

Recogieron la mesa en silencio y luego ella trabajó un poco en las lecciones del día siguiente. Más tarde, subió a ponerse unos vaqueros y un top.

Mikayla esperaba que él fuera un experto en artes marciales, pero con lo que no había contado era con que él le controlara y bloqueara todos sus movimientos. La sesión terminó por resultar una demostración de inutilidad, la de ella.

- Ahora aprenderás - dijo Rafael. Ella estaba sudando bastante mientras que él apenas se había movido.

-¿No temes que pueda aplicarte alguna de estas técnicas en medio de la noche? - le preguntó ella.

- Tengo un sueño muy ligero.

- ¿De verdad? ¿Sabias que roncas?

Él se rió.

- Buen intento, pequeña, Y ahora, ¿vamos a jugar o nos ponemos serios?

Luego se dedicó a enseñarle los trucos que nunca le enseñarían en ningún gimnasio y se los hizo repetir una y otra vez.

Una hora más tarde, terminaron y, después de apagar las luces, subieron al jacuzzi y Rafael no le dio otra opción que bañarse con él.

La terapia de relajación debería haber funcionado si hubiera estado .sola, pero la proximidad de Rafael le afectaba los sentidos y la hacía sentirse enormemente consciente de él como hombre, como amante.

Solo tenía que mirarle la boca para recordar vívidamente lo que era sentirla sobre la suya, el deslizarse de su lengua, la sensual curvatura de sus labios y la pasión...

No quería admitir que disfrutaba de estar entre sus brazos o de sentir sus cuerpos juntos, las sensaciones que él despertaba en ella tan fácilmente.

Mikayla sabía que no tenia ninguna razón para que él le gustara. Y menos para que le importara. Pero había alguna cualidad intrínseca que le despertaba sus emociones.

Se dijo a sí misma que eso era por el buen sexo que compartían. No tenia que confundirlo con ninguna otra cosa.

Ella no significaba nada para él. Nada. Era un nuevo juguete sexual, nada más. Y, como todos sus nuevos juguetes, tenia su caducidad. Lo mismo que é1. En catorce meses su deuda estaría pagada.

Se repetía a si misma que no se tenía que involucrar emocionalmente.

- El semestre escolar termina al final de esta semana – dijo Rafael sacándola de sus pensamientos -. ¿No es cierto?

- Sí. Luego tenemos dos semanas de vacaciones.

- Yo me voy el sábado a Nueva York para unos días, Y tu vendrás conmigo.

Mikayla abrió la boca para decir algo, pero la volvió a cerrar.

-¿Tienes el pasaporte en regla? - añadió él

- Sí. No sabía que viajar entrara en el trato.

Él la miró con expresión enigmática  - No estaba mencionado específicamente.

¿Qué se suponía que significaba eso? ¿Que quería que ella fuera con él? Se dijo a sí misma que era una tonta por pensar eso.

- Tienes unas facciones muy expresivas - observó Rafael indolentemente-

- Mientras que las tuyas son como un libro cerrado.

-¿Y eso te molesta?

-Sí- Te da una ventaja injusta.

Luego, ella tomó una toalla, se puso en pie y se la enrolló alrededor de los senos.

Rafael la dejó ir y, cuando entró en el dormitorio, ella estaba sentada sobre unos cojines, tomando notas.

Ella lo miró cuando se sentó a su lado.

- Tengo que terminar esto - le dijo -. Si te va a molestar, tomaré una bata y lo haré abajo,

-¿Cuánto vas a tardar? Mikayla frunció el ceño.

-¿Perdona?

- Qué cuánto vas a tardar.

- Un cuarto de hora, más o menos.

- Tienes veinte minutos. Luego tendrás que dejarlo.

Ella sintió la necesidad de darle con el cuaderno, pero entonces él le agarró la muñeca.

- No lo intentes.

Mikayla le dedicó una mirada fulminante.

- Me lo llevaré abajo - dijo y trató de marcharse, pero él la sujetó -. Déjame.

- Termina con lo que estás haciendo,

-¡Eres imposible!

- Ya me lo han dicho.

- Yo podría..,

-¿Qué, pequeña?

Mikayla lo miró irritada.

- ¡Golpearte! - logró decir con los dientes apretados.

Entonces se enfadó más todavía por la risa de él.

- Hay formas de castigo mucho más sutiles.

-¡Tu no tienes nada de sutil en todo el cuerpo!

- Ya has gastado cinco minutos.

Mikayla le respondió con una poderosa palabrota y volvió a colocar el cuaderno en el regazo y volvió al trabajo.

Rafael cruzó los brazos tras la cabeza y se dedicó a observarla. Él lápiz se movía con rapidez por la pagina y él se preguntó si ella sabría que tenia el hábito de morderse el labio inferior cuando estaba concentrada.

Le cayó sobre la cara un mechón de cabello y Rafael contuvo el impulso de apartárselo.

Estaba claro que la camiseta iba a tener que desaparecer. Sonrió levemente cuando pensó en la respuesta que ella le daría si se lo sugería

Cualquier otra mujer de las que conocía habría envuelto en seda sus atributos femeninos, o no habría llevado nada encima para provocar su interés.

Cerró los ojos y enfocó la mente en los negocios en los que estaba en ese momento y que, si salían bien, incrementarían notablemente su patrimonio.

Mikayla terminó con la última página de las lecciones del día siguiente,  tomó unas notas en los márgenes y luego se llevó el lápiz a la boca. Si utilizaba algún ejemplo divertido para demostrar un punto esencial, los alumnos se quedarían con é1. SI, decidió satisfecha. Eso haría.

Cerró el cuaderno, puso una marca en el principio del capitulo, miró primero la hora y luego al hombre que tenía al lado.

De todos los…Lo miró con una mezcla de resignación y admiración, ¡Con tantas prisas y se había quedado dormido.!

Sus rasgos en reposo la fascinaban y se tomó su tiempo en examinarlo.

Solo podía admirar sus músculos y ese vello del pecho que desaparecía bajo las sábanas...

¿Qué haría él si le acariciaba levemente la boca con la punta de los dedos?

En ese momento, Rafael abrió los ojos y la miró solemnemente.

-¿Has terminado ya? - le preguntó.

¿Era consciente de que lo había estado observando?. Esperaba que no.

- Sí.

Rafael sonrió,

- Muy bien - dijo y la tomó en sus brazos.  LA besó cariñosamente, pero de una forma que era una evidente promesa de la pasión.

¿Sería siempre así? Mikayla se lo preguntó mientras se liberaba de las inhibiciones y dejaba que él la siguiera besando. El dulce placer que le producía ese contacto le calentó la sangre y afectó sus nervios de tal manera que solo la posesión de él podría sofocar el fuego que la consumía.

Rafael la hizo ponerse en una posición más cómoda y se lo tomó con calma mientras le recorría todos los puntos sensibles de su cuerpo, hasta que la dejó casi sin capacidad de raciocinio y suplicándole que la satisficiera.

Después, ella estaba tumbada de boca, con los ojos cerrados y se puso a llorar por el intenso placer.

Rafael se dio cuenta de ello y la emoción le encogió el corazón. Con un gesto involuntario le enjugó las lágrimas con los dedos y luego hizo lo mismo con los labios.