Capítulo 7
LA primavera en Sydney suele ser con días soleados, temperaturas suaves y una fresca brisa del océano.
Es una ciudad espaciosa, con alrededores agradables que se extienden por las colinas y con el centro lleno de torres de cristal y acero, donde el tráfico bulle intenso.
La población es muy cosmopolita, con residentes asiáticos y europeos casi en mismo número que los australianos.
A Mikayla le gustaba llamarla su hogar, ya que en allí donde nació y se crió, donde había estudiado y trabajaba.
La ambición de viajar lejos había sido fuerte en su momento, pero no había podido hacerlo cuando estudiaba, y solo habla estado en Nueva Zelanda y Fiji de vacaciones con unos amigos; luego, no había tenido oportunidad de hacerlo más.
Consecuentemente, la perspectiva de viajar a Nuevo York le resultaba excitante. El colegio y las lecciones le ocuparon la mayor parte de los días de espera, junto con las visitas a su padre en el hospital.
Y por las noches estaba Rafael.
Se negaba llamar a lo que estaban haciendo hacer el amor. Solo dos personas que se quisieran realmente hacían el amor. Entonces, , ¿que era lo que tenían?
Un trato. Lo que tenían era solo eso.
Nueva York era increíble. Le encantó el frenético ritmo de la ciudad, el ruido de las calles, la espontaneidad de la gente ..
El hotel era impresionante, la suite magnífica y el servicio para morirse.
Rafael le dijo en un momento dado que iba a estar ocupado por negocios todo el día, pero nada podía bajarle a ella el buen humor y la excitación, por lo que respondió que iría a ver la Galería de Arte.
Se podría pasar allí el día entero, y luego estaban los museos y varios otros lugares de interés, eso por no mencionar los enormes almacenes.
Rafael le dio un teléfono móvil y le dijo:
- Llévalo contigo y utilízalo para ponerte en contacto conmigo. Cuando quieras. Usa los taxis y no te metas en el metro, ¿de acuerdo?
- Yo he vivido toda mi vida en una gran ciudad.
La expresión de él se endureció.
- Nueva York no es Sydney - dijo él ofreciéndole un fajo de billetes-. Y usa también esto,
- Yo tengo dinero.
El de su sueldo, que había cambiado en dólares americanos,
- Tómalo
- No lo necesito - insistió ella.
-Madre de Dios -exclamó él-. ¿Por qué tenemos que discutir?
-¿Por qué lo haces tú? No soy tonta y no saldré del hotel sin dinero suficiente para los taxis y para comer. Si me quedo sin dinero, te llamaré, ¿de acuerdo?
Él metió el dinero en la caja fuerte de la suite y le dio la llave.
- Esto lo pone más fácil.
- Gracias
Rafael miró su reloj.
- Tengo que marcharme. ¿Te vas a quedar un rato aquí o vas a empezar ya a explorar la ciudad?
- Me voy ya mismo - dijo ella sin dudarlo.
Y lo hizo empezando por un museo.
Rafael la llamó al móvil a mediodía, justo cuando ella se estaba comiendo un perrito caliente con mostaza y mayonesa.
Tenia demasiadas cosas que ver y no iba a perder el tiempo comiendo en un restaurante.
- Debería estar de vuelta en el hotel a eso de las cinco y media. Saldremos fuera a cenar - le dijo él.
- Muy bien,
-¿Dónde estás?
- En un puesto de perritos calientes.
- Pero, ¿dónde?
- Ya estamos... No puedo ver el nombre de la calle,
- Mikayla.,,
Pero ella lo interrumpió antes de que pudiera decir nada más.
- Tengo un plano, pero todavía no lo he mirado. Si me pierdo, lo único que tengo que hacer es preguntarle a alguien - dijo y cortó la comunicación.
Él se metió el teléfono en el bolsillo, agitó la cabeza y se reunió de nuevo con sus tres socios en el comedor del restaurante, mientras luchaba con la tentación de olvidarse de esa deliciosa comida a cambio de disfrutar de un perrito caliente en la calle con ella.
Mikayla se estaba divirtiendo. Caminó por Central Park, miró escaparates, se tomó un refresco y luego se metió en el metro. Era de día, por Dios y ella llevaba unos vaqueros, zapatillas y una chaqueta vaquera. Nadie se metió con ella ni se sintió amenazada en ningún momento cuando salió unas estaciones más adelante.
Pero cuando llegó a la calle, se percató de que algo había cambiado. El ambiento era diferente, de una forma que no sabía explicar, y el instinto le dijo que no tenía que quedarse allí.
Su primer pensamiento fue tomar un taxi, pero no se veía ninguno. Muy bien, volvería al metro y tomaría uno que la llevara en la dirección de donde habla venido.
Eso debería ser fácil si no se pasaba la estación. Entonces sonó su teléfono móvil.
Solo podía ser una persona.
-¿Rafael?
-¿Donde están?
Ella parpadeó ante su evidente ira.
-¿Con exactitud?
- No sigas con eso, Mikayla.
Entonces pasó un taxi y ella le hizo una seña desesperada y se sintió enormemente aliviada cuando se detuvo.
- Estoy a punto de tomar un taxi. Estaré pronto en el hotel.
Media hora después, veinte minutos más tarde de lo que deberia haber sido lo normal, estaba en el hotel.
Minutos más tarde, abría la puerta de la suite. Rafael la estaba esperando y ella solo tuvo que mirarlo una vez para darse cuenta de que estaba muy enfadado.
-¿Tienes idea de la hora que es? - dijo él muy controladamente.
Ella, sin embargo, hubiera preferido que le gritara,
- Lo siento.
Mikayla no le estaba dando excusas vacías, solo se disculpaba, pero eso no hizo que disminuyera su enfado.
-¿Me vas a explicar porqué llegas tan tarde?
- Me metí en el metro pretendiendo salir en la siguiente estación para luego volver en taxi al hotel, pero me equivoqué y fui demasiado lejos.
- Así que no me has hecho caso y te has metido sola en el metro» ¿no? ¿Y no se te ha ocurrido que yo podría estar preocupado porque no hubieras vuelto al hotel a la hora que habíamos quedado? No sabía nada de ti y no contestaste cuando te llamé al móvil.
- No lo oí sonar.
- No me sorprende.
- Muy bien, de ahora en adelante solo iré en taxis.
- De ahora en adelante – la corrigió Rafael -, tendrás una limosina alquilada a tu servicio para que te lleve donde quieras ir
- Eso es ridículo.
Rafael se metió las manos en los bolsillos del pantalón.
- O eso o te quedas en el hotel..
-¡No me lo puedo creer! ¿Qué derecho tienes...?
- El derecho de un hombre que ha pagado por tus servicios.
Eso fue como si la hubiera golpeado físicamente y el dolor la dejó sin habla momentáneamente,
- Por supuesta - dijo ella por fin -. He sido una tonta por olvidarlo.
Luego, se acercó al armario, sacó ropa interior limpia y fue al baño,
-No tardaré mucho en estar lista.
No pensaba siquiera en la comida, pero cualquier cosa le parecía mejor que permanecer allí-
Mikayla salió un cuarto de hora más tarde, ya maquillada. Una vez en el dormitorio, se puso unos pantalones negros de seda, una blusa del mismo color y una chaqueta roja. Luego, se puso los zapatos de tacón y tomó su bolso.
Rafael la miró fijamente y se percató de la forma en que ella levantaba la mandíbula y la aparente frialdad de sus ojos. Se preguntó si ella tendría idea de lo mal que lo había pasado durante la hora que había estado esperando sin saber nada de ella,
Míkayla se dirigió a la puerta y luego se volvió y lo miró,
-¿Vamos? - preguntó.
En el ascensor permanecieron en silencio y luego Rafael la condujo al lujoso restaurante del hotel, donde los instalaron en su mesa y pronto se les acercó el sumiller.
Rafael pidió un conocido rioja y luego estudiaron la carta. Mikayla pidió una sopa de primero y luego una ensalada César. Cuando el camarero se hubo retirado, Rafael la miró extrañada
-¿No tienes hambre? - le preguntó.
- No.
Él tomó su copa de vino y lo probó.
-¿Pretendes que mantengamos la conversación a base de monosílabos?
Mikayla le sonrió dulcemente.
-¿Cómo te ha ido el día? ¿Ha ido bien la reunión?
- Te estas pasando.
-¿De verdad? Creía que querías una conversación agradable.
- Vamos empezar ya con esto, ¿quieres?
-¿Con qué?
Rafael levantó su copa en un saludo silencioso.
- Con la discusión que estamos a punto de tener.
- No me gustan las demostraciones acaloradas en público.
- Creo que nos las podemos arreglar para ser civilizados,
- No tenemos nada de que discutir.
- Sí que tenemos.
El camarero apareció entonces con la sopa de ella y el primer plato a base de marisco para Rafael.
- No - dijo ella luego -. Tengo muy claros los derechos que te da el contrato que firmamos por mis servicios. Y ahora, ¿comemos?
- Si no recuerdo mal, tus servicios fueron sugerencia tuya.
- Sí, por supuesto. Me disculpo por no haber recordado mi lugar. En el futuro llamaré si voy a llegar tarde y habiendo experimentado ya el metro de Nueva York, sola y a la luz del día, te prometo que no repetiré la experiencia. ¿Te parece bien?
- Ahora te estás poniendo molesta.
Mikayla lo miró fijamente.
- Hay que ver lo inteligente que eres. Te has dado cuenta de que esa era mi intención.
Terminaron con el primer plato y, minutos más tarde, el camarero les llevó el segundo.
- Sabiendo lo cabezota que eres - dijo Rafael -, nunca debería haberte dejado ir sota por la ciudad.
Ella lo miró con ojos brillantes.
- No soy cabezota.
- Sí que lo eres.
- No, no lo soy.
Rafael arqueó una ceja y dijo:
-¿Quieres que empecemos una partida de volei-bol verbal?
-¡No te pongas en plan paterno conmigo, maldita sea!
-¿Y lo estoy haciendo?
- Me estas tratando como a una niña.
- Mikayla. Doy gracias todos los días porque no seas nada más que una niña.
Ella entendió eso inmediatamente y Rafael vio cómo se ruborizaba.
-¿No dices nada a eso?
- Estoy intentando decidir si eso ha sido un cumplido o una acusación.
- Tal vez debieras dedicarte a terminar tu cena.
- Creo que he perdido el apetito.
Rafael cortó un pedazo de su filete miñón y se lo ofreció a ella.
- Prueba esto.
Mikayla miró el pedazo de carne y luego agitó la cabeza.
Eran casi las once cuando volvieron a la suite y Mikayla se quitó la chaqueta mientras Rafael hacía lo mismo,
Sin pararse a pensarlo, ella se volvió y se acercó a. él.
- Deja que te ayude - le dijo.
Si dudaba, estaba perdida. Le soltó la corbata y empezó a desabrocharle los botones de la camisa.
-¿Qué haces?
- Me sorprende que lo preguntes - dijo ella mientas seguía desabrochándole la camisa -. ¿No es eso lo que hace una amante?
-¿Darle placer a su... benefactor? Mikayla lo miró a los ojos.
- Sí.
- Pues como quieras.
El tono de su voz la animó a seguir
Con movimientos deliberados, se quitó la blusa y los pantalones, lo que la dejó en bragas, sujetador y zapatos de tacón.
Esos zapatos le daban más altura, y había algo sofisticado y sexy en unos zapatos de tacón. Mikayla necesitaba de toda la sofisticación sexy que pudiera conseguir
- Llevas demasiada ropa - le dijo a é1.
- Me imagino que pretendes quitármela.
Y así era. Le quitó los zapatos y calcetines. El resto fue sencillo, ya que, tan pronto como le bajó la cremallera de los pantalones, estos cayeron al suelo y él salió de ellos. Los calzoncillos siguieron el mismo camino y entonces él quedó gloriosamente desnudo delante de ella. Y excitado.
Rafael vio la forma en que se le movió a ella la garganta y le brillaron los ojos. Si Mikayla quería jugar, él estaba más que contento de que lo fuera a hacer.
Empezó tentativamente, acariciándole los costados y el pecho con suavidad. Cuando llega al estomago de él, se le tensaron los músculos y luego ella siguió rozándole la parte interna de los muslos hasta que terminó abarcándole la virilidad con una mano.
Rafael respiró agitadamente cuando ella empezó a frotarlo con un toque delicado que casi lo llevó al éxtasis.
Mikayla se preguntó si sería capaz de besarlo de la forma mas íntima posible. ¿No le había dado él ese placer a ella? ¿.Por qué no le iba a devolver el favor?
Deseaba ponerse de rodillas, sensual, sexualmente. Hacerlo gemir ante su contacto, que perdiera el control y se volviera completamente salvaje, como lo hacía ella en sus brazos.
¿No era eso lo que tenia que hacer una amante? ¿Satisfacer los deseos de un hombre y proporcionarle un placer desinhibido?
Fue una mezcla de instinto e imaginación lo que hizo que pronto él la hiciera levantarse; y la besara profundamente.
Rafael se tumbó en la cama con ella, haciéndala rodar de forma que la atrapo debajo. Pronto empezó a moverse rápida y duramente, hasta que todo estalló en pedazos.
Para los dos.
Mikayla lo sintió estremecerse y luego desplomarse sobre ella mientras los dos trataban de recuperar el control de sus respiraciones.
Él la besó en el cuello y ella le puso las manos, en la nuca, besándolo a su vez en la boca. Estaba tan extasiada que casi no se dio cuenta de que él se volvía de espaldas, arrastrándola con él y la sujetaba con firmeza por los hombros.
Le rozó un pezón con los dientes y luego se lo chupó. Con cuidado al principio. Luego con una sensualidad que la hizo gritar mientras é1 la llevaba a la frontera entre el dolor y el placer.
Sus hábiles manos crearon el caos en los sentidos de ella, hasta que perdió el control por completo.
Y cuando Mikayla pensaba que no podía soportar mas, él la llevaba hasta mayores alturas todavía de placer.
Después, ella quedó tumbada a su lado tan saciada que no se podía mover, y suspiró cuando él la envolvió en sus brazos.
Lo ultimo que ella recordó fueron los labios de él contra la sien, hasta que cerró los ojos y se dejó llevar por el sueño.
La reunión de Rafael no iba a ser hasta las dos de 1a tarde y, después del desayuno, Mikayla llamó al hospital de Sydney para saber cómo estaba su padre.
No había cambios, lo que la alivió.
A las nueve, bajaron a la calle y tomaron la limosina que había alquilado Rafael para dar un paseo por el centro de la ciudad.
- Esta fue tu ciudad de origen - dijo ella.
- Sí.
-¿Qué parte de ella?
El Bronx. donde la ciudad decaía y las calles eran de lo peor. Pero eso había sido hacia toda una vida, aunque sería algo que él nunca olvidaría
- Una de las menos atractivas - respondió. Con esas palabras lo había dicho todo y nada. Un vacío que llegaba al alma.
Y ella lo oyó, lo sintió e, instintivamente, supo que ese hombre tenía las raíces de un niño que habla sobrevivido a la calle.
- Salgamos y caminemos un poco - dijo Mikayla, necesitando sentir el aire fresco en la cara.
- Vamos a Central Park, a la Quinta Avenida - le dijo é1 al conductor
Después, almorzaran en uno de los muchos cafés y luego el conductor les llevó donde iba a tenor lugar la reunión de Rafael. Mikayla hizo que la llevara a continuación a Greenwich Village, donde compró unos regalos para llevarlos a casa.
A las cinco, volvió al hotel, se duchó y se estaba vistiendo cuando Rafael entró en la suite.
Cenaron fuera, en Greenwich Village, donde había muchos restaurantes y una vida nocturna muy animada y bohemia,
A Mikayla le encantó ese ambiente, y convenció a Rafael para que fueran a ver una pequeña obra de teatro en uno de los cafes.
Aquello era magia, y a ella le encantaron los días que pasó en esa ciudad. Rafael pudo pasar algunas mañanas con ella y fueron juntos a Staten Island en el ferry, exploraron los jardines botánicos... Por las noches cenaban fuera e iban al cine, a los teatros...
Las noches eran otra cosa y, a cada una de ellas que pasaba, Mikayla era mas consciente de sus traidoras emociones y necesidades.
Experimentaba una sensación de plenitud que no había experimentado nunca antes, un conocimiento sensual que florecía en su interior.
Se decía a sí misma que no tenía que darle su corazón a Rafael, pero ella misma no se hacía mucho caso, segura de su capacidad para controlar sus propias emociones.
El día de su marcha llegó demasiado pronto, y volaron a Sydney el domingo por la mañana temprano.
Ese mismo día, Mikayla fue al hospital a ver a su padre. Parecía cansado y había cambiado de color. ¿O sería porque llevaba toda una semana sin verlo?
Eso la preocupó. Cuando se marchó, se pasó por la tienda de Maisie y estuvo una hora con su amiga.
Cuando volvió a casa. Rafael estaba en el despacho, trabajando con el ordenador. Él la miró y cuando vio las ojeras que tenia, lo cerró todo y dijo:
- Creo que es mejor que nos acostemos.
- No estoy cansada.
- Sí que lo estás.
- No, no lo estoy.
Él la tomó en brazos con facilidad y la llevó al dormitorio, luego se desnudó e hizo lo mismo con ella y la hizo meterse en la cama.
Él era cálido y sólido, y Mikayla no protestó cuando se tumbó junto a ella.
- Duerme - le ordenó y ella lo hizo.
Larga y profundamente, y se despertó justo antes de amanecer.
Fue entonces cuando hicieron el amor, lentamente y con tanto cuidado que ella casi deseó llorar.