24

TAD SE INTRODUJO POR LA COMPUERTA TRES hasta la esclusa de aire que había en el extremo del tubo de acceso, ascendiendo luego por el tubo hasta la cubierta A. Con el traje espacial puesto, era preciso volver al nivel A por la compuerta. Cuando dio media vuelta vio a Bap, a escasa distancia de él, sosteniendo un contador de radiaciones.

—Sal de ese traje lo más deprisa que puedas. Tad —explicó Bap a través de los auriculares—. Nos acaba de llegar un informe de Kennedy por la radio de la Fénix Dos. Algo ha ido mal. Seguía caliente fuera, cuando saliste. Quítate ese traje y comenzaremos a trabajar en ti inmediatamente.

—¿Caliente? —preguntó Tad. Sintió un pequeño vacío detrás mismo del esternón, dándose cuenta de que ninguno de los otros se acercaba para ayudarle con el traje—. ¿Muy caliente? ¿Estoy muy caliente, ahora?

Comenzó a luchar con el traje espacial.

—No sabemos cómo habrá sido ahí fuera —respondió Bap. Miró el contador que sostenía en la mano y vaciló—. Respecto a ti, es difícil decirlo. La aguja se mueve todo el tiempo. Digamos… ciento ochenta rem; la mayoría en el traje, probablemente.

Tad se quitó el casco y percibió el sordo zumbido del contador. Se despojó del traje, dejándolo caer al suelo. Luego terminó de desnudarse completamente.

—Muy bien —aprobó Bap—. Ahora, a la ducha.

Tad marchó ante él por el tubo de acceso hasta el nivel B. hacia la cabina de eliminación de desperdicios.

—Si contamino esto —comenzó, bromeando sólo a medias—, vais a tener que ir sucios hasta que acabe la expedición.

—Podemos cambiar el agua —contestó Bap—. De todas formas, ya veremos. Restriégate con fuerza.

Tad cerró la puerta de la ducha y abrió el grifo. Permaneció bajo el chorro hasta que oyó la voz de Bap llamándole. Salió y se vistió con la ropa nueva que Bap había preparado.

—Ahora viene la parte desagradable —previno Bap.

Su voz era tranquila, pero los sentidos de Tad, plenamente alerta, captaron cierta diferencia en su modo de hablar, una cuasi ternura que contribuyó a aumentar su alarma. No hacía falta que preguntara cuál era la parte desagradable. Todos ellos habían sido bien aleccionados respecto a la forma de tratar los casos de envenenamiento por radiación, tanto si la radiactividad procedía del espacio como de los grandes motores nucleares de la lanzadera que serían su principal fuente de energía una vez llegaran a Marte.

Tad se encaminó a la enfermería de la nave, seguido por Bap, y se tendió sobre una mesa de operaciones. Junto a ella, en una mesita, se veía una gran cantidad de tubos de cristal llenos de un líquido rojo. Era sangre fresca, como acabada de extraer, gracias a los recientes adelantos en las técnicas de congelación instantánea y almacenamiento criogénico que les permitían transportar su propia provisión de sangre congelada. Seguramente Bap había comenzado a deshelarla en los calentadores de alta temperatura antes de que Tad hubiera salido del tubo de acceso a la cubierta A.

Bap se inclinaba ahora sobre él, protegido tras una máscara, bata y guantes especiales, pues había llegado el momento en que debía tocar el cuerpo de Tad, que indudablemente emitía una radiactividad peligrosa. El reglamento exigía el uso de estas prendas protectoras pero, aun así, daban a Bap un aspecto extraño que le resultaba muy incómodo. Tad sintió el pinchazo de varias agujas, cuando Bap conectó su organismo a la máquina que extraería toda su sangre contaminada, sustituyéndola por la sangre fresca de los tubos. Hubo nuevos pinchazos y Tad sintió que su ansiedad iba apaciguándose. Bap debía haberle dado algún sedante. Cada vez sentía mayor somnolencia. Cerró los ojos. La superficie de la mesa en que estaba acostado casi parecía mullida…

—¿Quieres un cigarrillo? —Los gruesos dedos de Bill Ward temblaban ligeramente cuando ofreció el paquete a Wendy.

—No, gracias. No fumo —respondió Wendy. Tras un segundo, añadió—: Ya lo sabes.

—Sí, claro —contestó Bill. Devolvió el paquete de cigarrillos a su bolsillo—. Por supuesto.

La mujer contempló la gran habitación vacía desde la mesa de conferencias a la que se habían sentado. Era la sala de lanzamiento que no habían llegado a utilizar nunca.

—Supongo que esperabas encontrarme histérica o algo así —comenzó Wendy, sin la menor emoción en su voz—. Por eso me has traído aquí.

—Yo… —Bill se encogió de hombros, con aire de indefensión—. No estaba seguro.

—Pues no es así. Ya hace mucho tiempo que espero una situación como ésta.

—Bueno —dijo Bill, y se aclaró la garganta. Sin embargo, no continuó hablando. Ella le miró, de pronto, con expresión preocupada.

—Es muy grave, ¿verdad?

—No, no… —comenzó Bill.

—¡No me mientas! Sólo sirve para empeorar las cosas.

—¡No estoy mintiendo! —estalló Bill—. No te digo lo grave que es porque yo mismo no lo sé. No sabemos cuánta radiación ha recibido. No lo sabemos. Nadie lo sabe. Es probable que no sea nada grave y, además, todos los de la nave saben exactamente qué hacer en un caso como éste. Seguramente, dentro de uno o dos días nos enteraremos de que ya se ha recuperado.

Ella siguió sentada en la silla del extremo de la mesa, llamándole de nuevo mentiroso sin necesidad de pronunciar una palabra.

—Mira —explicó Bill—, No es probable que sepamos nada seguro hasta dentro de algún tiempo, pero si prefieres quedarte aquí podemos arreglar uno de los despachos. Puedo llamar y enviar a alguien para que se encargue de la casa y los niños, mientras tanto.

Ella asintió, pausadamente.

—Sí, me gustaría quedarme por aquí cerca —respondió, poniéndose en pie—. Pero primero quiero ir a casa. Quiero explicar la situación a los niños antes de que se enteren por otra persona. Volveré después.

Bill también se había puesto en pie.

—Te llevaré yo mismo —ofreció.

Wendy casi le sonrió.

—No. Tienes otras cosas más importantes que hacer. Quédate aquí. Yo tengo el coche abajo: puedo ir a casa y volver sin ayuda.

Bill vaciló.

—Mandaré a alguien que te acompañe, en todo caso. Y no lo discutas. Hay mucha gente de la que podemos prescindir, por ahora. Se lo diré a Ed Ciro.

—De acuerdo —aceptó.

—Muy bien. Y recuerda esto: nadie sabe con certeza la gravedad del accidente. Pueden pasar varios días antes de que lo sepamos.

Regresaron a la sala de control del vuelo y Bill cambió unas palabras con Ed Ciro. Ed llamó por teléfono a su familia, para avisar que tal vez acabarla tarde su jornada, y salió con Wendy hacia el aparcamiento.

—¿Quieres que conduzca? —preguntó Ed.

—No. Prefiero estar haciendo algo.

De vuelta a casa, detuvo el coche en el jardín, en el breve camino que llegaba a la puerta del garaje doble. Ed siguió a Wendy por una puerta lateral, hasta el silencioso interior de la vivienda.

—¡Tom! ¡Cassy! —llamó Wendy, al pasar junto a la puerta principal. Pero la casa acogió sus palabras sin que nadie respondiera.

—Siéntate, Ed. Te traeré una cerveza.

Ed negó con la cabeza.

—No, gracias.

—Claro que tomarás una cerveza —insistió.

—No, en serio. A menos que tú también quieras una…

Ahora fue ella quien sacudió la cabeza.

—Yo tomaré algo caliente. Café. Pero tú puedes tomarte una cerveza. No tienes nada que hacer hasta que volvamos al control.

—En serio…

—No discutas, por favor. Tengo que preparar algo de ropa, y llamar por teléfono para que vuelvan los niños a casa y pueda hablar con ellos. Quiero verte sentado en un rincón, con una botella de cerveza y fuera de mi camino. Siéntate.

Se sentó. Wendy le trajo una botella abierta de cerveza. Permaneció en uno de los grandes sillones de la sala, bebiéndola lentamente, mientras ella penetró en un dormitorio. Podía oírla hablar tras la puerta cerrada.

Al cabo de unos diez minutos, volvió a aparecer con un pequeño maletín negro, que dejó junto a la puerta lateral.

—Estarán aquí enseguida —anunció a Ed.

El primero en llegar fue el hijo menor, seguido por la chica y el mayor, que apenas tenía un año menos que el hijo de Ed.

—Hola, señor Ciro —saludó Tom, con el acento arrastrado que usaban todos los jóvenes, por aquel entonces—. ¿Qué hay?

—Tu madre está en el dormitorio, con tus hermanos. Creo que quiere deciros algo.

Había intentado hablar con tono neutro, pero el rostro de Tom cambió instantáneamente de expresión y se dirigió rápidamente a la alcoba, con tanta rapidez, de hecho, que no llegó a cerrar del todo la puerta a sus espaldas. En su sillón de la sala, sin otro sitio donde ir, Ed no pudo evitar oír la voz de Wendy, que le llegaba débil pero inteligible.

—Pasa Tom, y siéntate aquí con los otros.

—¿Qué pasa? —preguntó Tom.

—Se lo estaba contando a Cassy y Jimmy. Papá ha sufrido un accidente en la expedición. Por ahora se encuentra bien, dice Bill Ward, pero quería contároslo a los tres antes de que saliera en las noticias u os lo dijera otra persona.

Se produjo una ligera pausa, como si estuviera esperando algún comentario de los niños, pero todos permanecieron en silencio.

—Papá ha recibido la radiactividad de una tormenta solar —explicó Wendy—. Sucedió en un momento en que las naves estaban fuera de contacto con el control de la expedición, y el control no pudo avisarles que sería peligroso para papá salir de la nave. Bap ayudó a cuidarlo desde el mismo momento que volvió dentro y ahora papá está descansando mientras los demás esperan a ver cómo se encuentra. Ahora mismo, no hay nadie que sepa cómo está. Quiero que os acordéis bien de esto. No hagáis caso de nada que podáis oír, porque nadie lo sabe. Tan pronto como alguien sepa algo, me lo dirán antes que a nadie, y yo os lo diré a vosotros. Ahora volveré al control, a pasar la noche allí, por si hay alguna noticia. Ya vendrá alguien a preparar la cena y a quedarse con vosotros esta noche. O. a lo mejor, a los Swann no les importaría teneros uno o dos días, como cuando el lanzamiento, si vosotros lo preferís. ¿Os gustaría ir con los Swann?

—No —respondió Tom, sin dudar—. Nos quedaremos aquí.

—Muy bien —aprobó Wendy, volviéndose más seca—. Ya está decidido. Yo ahora me voy con el señor Ciro.

—Mamá —dijo Tom.

—¿Sí?

—Depende de la radiación que haya habido, ¿verdad? Podría ser grave, ¿no es verdad?

—Si —contestó Wendy—. Siempre hay peligro. De momento, nadie parece creer que sea muy grave, y todos rezamos para que no lo sea, pero siempre hay peligro.

—¿Nos llamarás cuando sepas… cualquier cosa? Como cuánta radiación había, o cualquier cosa.

—Os llamaré tan pronto como sepa algo —asintió Wendy—. Ahora, dadme un beso: tengo que irme.

Un momento después. Wendy salía del dormitorio seguida por los tres niños. El más pequeño. Jimmy, tenía unos ojos grandes y asombrados que no se apartaban de su madre, y su hermana tuvo que retenerle de la mano, pues comenzaba a seguir a Wendy y Ed por la puerta lateral.

—Estaremos bien —se despidió Tom—. Llámanos.

Los tres pequeños permanecieron junto a la puerta. Cassy todavía con el menor cogido de la mano, mientras Wendy sacaba el coche a la calle en marcha atrás y enfilaba hacia la calzada.

Tad recobró gradualmente la conciencia, encontrándose en la cama de su propio compartimiento: Bap, a su lado, estaba dejan do una jeringuilla hipodérmica sobre la mesita. Tad recordó vagamente haber sido trasladado allí desde la enfermería. Se sentía lleno de lasitud, pero, aparte de eso, en muy buen estado. Tal vez la jeringuilla que acababa de ver tuviera algo que ver con eso.

—¿Cómo estoy? —preguntó a Bap.

—Ahora es posible tocarte sin peligro —sonrió.

Conforme iba despertando. Tad comenzó a sentirse preocupado.

—¿Cómo está la nave? ¿Cómo va todo? ¿Qué ha sucedido?

—Nuestro LCO sigue estropeado —informó Bap—. Hemos estado hablando por radio con la Fénix Dos, y ellos con la base. La tormenta nos ha afectado a los dos más de lo que esperábamos. Hay toda clase de sistemas averiados en ambas naves. Estamos reparando lo que podemos.

Tad se incorporó sobre un codo.

—Tengo que levantarme.

Bap lo mantuvo sujeto a la cama.

—No. Tienes que descansar.

—Al menos, acércame un teléfono hasta la cama —pidió—. Conéctame al sistema de comunicaciones, para que pueda hablar con Fedya. Quiero saber cómo va todo.

—De acuerdo. Supongo que eso no te hará daño.

Salió de la cabina. Al cabo de unos diez minutos, la unidad de comunicación interna que había junto a la cama emitió un zumbido. Tad apoyó su almohada sobre la pared que formaba la cabecera de su cama y se recostó sobre ella. Inclinándose hacia delante, accionó el interruptor y el rostro de Anoshi apareció en la pantalla.

—Tenemos a Fedya en la radio —anunció Anoshi—. Espera un instante.

El sonido crepitante de la estática sustituyó la voz de Anoshi y, aunque su cara permanecía en pantalla, las siguientes palabras que se oyeron procedían de Fedya.

—¿Tad?

—Soy yo. ¿Puedes oírme?

—Te oigo muy bien. ¿Me entiendes?

—Un poco distorsionado por la estática, pero te oigo. ¿Por qué no has vuelto a ensamblar la Fénix Dos, todavía?

—La tormenta… —Un súbito incremento de la estática apagó la voz de Fedya—… sistemas de control averiados en toda la nave. Los cohetes de maniobra no responden correctamente. No estoy seguro de poder controlar la maniobra de acoplamiento. Ya están bastante mal las cosas sin necesidad de una colisión que acabe de deshacer las dos naves. Ni siquiera nos atrevemos a acercarnos demasiado a vosotros.

—Quizá podamos hacer la maniobra nosotros, mientras vosotros permanecéis quietos —propuso Tad.

—Imposible. Anoshi me dice que vuestros sistemas de control tampoco ofrecen confianza.

Los labios de Anoshi se movieron en la pantalla junto a la cama.

—Es cierto, Tad —confirmó Anoshi.

—¿Por qué no se han podido reparar, aquí y en la Fénix Dos?

—La importancia de los daños —intervino Fedya, interrumpiendo a Anoshi, que iba a comenzar a hablar—. Y la falta de piezas de repuesto.

Tad miró fijamente la pantalla.

—Repite eso.

—He dicho la falta de piezas de repuesto —respondió Fedya—. Tanto nosotros como la Fénix Uno. Los dos tenemos componentes en buen estado, y piezas de recambio, pero no tantos como necesitamos. Recuerda, ciertas secciones de ambas naves que originalmente estaban previstas como compartimientos de carga para equipo de reserva y piezas de repuesto, terminaron alojando material para los experimentos del programa.

Tad pasó sus piernas sobre el borde de la cama y quedó sentado directamente frente a la pantalla, sin apoyarse en la almohada.

—Y ahora pagamos las consecuencias. Nos han enviado sin suficiente material y equipo para reparar las naves.

—No necesariamente —opuso Fedya—. Probablemente enviaron lo que consideraron adecuado. Pero no pudieron prever daños de tanta importancia en ambas naves a la vez.

—¡La cuestión no es ésta! La cuestión es que nos dejaron un margen para reparaciones demasiado estrecho porque necesitaban sitio para instalar los experimentos. ¿Es ésta la situación o no lo es?

—Podrías decirlo así, es verdad —admitió Fedya.

—¿Has hablado con control al respecto?

—Les he mandado un breve informe. Estaba esperando tener información concreta sobre lo que nos hace falta antes de discutir el tema a fondo.

—¿Vuestro LCO sigue funcionando?

—La voz solamente. La imagen no funciona. Pero he estado en contacto con la base desde que realineamos el espejo de la Dos con ellos, tras perder el contacto con la Uno.

—Comunicante con Bill Ward, pues —pidió Tad.

Tad y Anoshi hablaron a la vez, de modo que ninguno de los dos pudo hacerse comprender. Anoshi desapareció de la pantalla, surgiendo el rostro de Bap en su lugar.

—Tad —comenzó Bap—, no estás en condiciones de hablar con nadie.

—Sí lo estoy. Me encuentro muy bien. Fedya, dame contacto con el control de expedición.

La imagen de la pantalla se desvaneció. Se oyó el sonido de varias voces hablando a la vez, pero también se desvanecieron. Tad pensó levantarse de la cama y subir al nivel A personalmente, para decidir la cuestión. Sin embargo, volvió a recostarse. No iban a impedir deliberadamente que hablara con el control de la expedición.

Tal como pensaba, al cabo de varios minutos se iluminó nuevamente la pantalla con el rostro de Anoshi, y el altavoz del comunicador crepitó con la estática.

—Muy bien, Tad —explicó Anoshi—. Te hemos puesto en comunicación con control.

Dejó de hablar, y entre la estática sonó una voz que Tad reconoció enseguida.

—¿Tad? Tad, Wendy está aquí. Ha estado aquí con nosotros desde que supimos lo tuyo.

—¿Wendy? —preguntó Tad. Se inclinó convulsivamente hacia el aparato—. ¿Bill? Eres tú, Bill Ward, ¿no es cierto?

—Soy yo. Espera un momento, Wendy…

—¡Tad! —Era la voz de Wendy.

—¡Wendy! ¿Qué estás haciendo ahí? ¿Dónde están los niños?

—En casa. Están bien. Tad, ¿cómo estás tú?

—Estoy bien —respondió—. Muy bien. No me siento en absoluto distinto a lo normal. Mira, vale más que no pierdas el tiempo por la base. No hace falta.

—Muy bien. Tad, cariño, aquí hay un médico que quiere hablar contigo.

—Wendy… —comenzó Tad, pero ya había otra voz interpelándole.

—¿Tad? Soy Kim, Kim Sung. ¿Me oye bien?

—Perfectamente, doctor —contestó Tad con impaciencia. El Dr. Kim Sung era uno de los médicos de la NASA—. ¿Qué quiere?

—Me gustarla hacerle unas preguntas. Tad. ¿Cómo se siente?

—Muy bien, doctor.

—¿Siente náuseas, vómitos, diarreas?

—No, ya se lo he dicho.

—¿Y antes? ¿Sintió alguna molestia, antes?

—Después de entrar a la nave y que Bap me sacara toda la sangre y me llenara con la de otra persona y me atiborrara de productos químicos, sí. Tuve algunas náuseas, y me encontraba mal. Pero ya pasó. Mire doctor, no deje que Wendy se vaya, ni Bill Ward. Tengo cosas de que hablar con ambos, y cosas que hacer.

—Creo que será mejor que se lo tome con calma, de momento —contestó Kim Sung—. ¿Cómo va su apetito?

—No tengo mucha hambre, pero acabo de despertarme. En serio, doctor, me encuentro bien. No se me cae el pelo de la cabeza ni nada.

—Dígame, después de entrar en la nave, ¿sintió fiebre o calores en algún momento?

El interrogatorio prosiguió. Gradualmente. Tad fue comprendiendo que no tendría oportunidad de hablar con Bill Ward sobre los repuestos, al fin y al cabo. No sólo eso: conforme la voz del médico le obligaba a concentrarse en las respuestas, su preocupación por la expedición comenzó a desaparecer de su mente, siendo sustituida por una atención más personal. La chispa de emoción inmediata que había sentido como un dedo helado tras su esternón cuando Bap le informó por primera vez de que había estado expuesto a la erupción solar volvió a aparecer, y esta vez parecía dispuesta a prender.