6. Meado por un Paquidermo — Jueves 8 de agosto del
2013.
Estaba sentado en un banquito de mimbre muy bajito y hablando con un hombre barbudo con una túnica blanca. Él estaba sentado en algo así como un gran trono. Noté que la escala era irreal y que en realidad era como un gigante. Lo rodeaba un aura blanca.
Él, cruzado de piernas, me explicaba las ventajas de jugar con tres defensores en el fondo y con dos tapones centrales. No entendía por qué Dios se tomaba esta molestia.
Al rato, sin interrumpirlo, me di cuenta que no era Dios, sino Pagani, lo sospeché cuando no paraba de hablar de Riquelme y se ponía cada vez más colorado cuando le hacía preguntas que no le gustaban.
Me desperté sobresaltado, otro sueño así y me tiro del 19.
Mientras me duchaba tuve un deja vu. Sentí lo mismo que aquella mañana que secuestraron al hermano de Cecilia. Esa sensación de que algo importante iba a pasar este día me puso en alerta con la sangre circulando por mi cuerpo pidiendo acción.
Cuando mi cabeza estaba cubierta de shampoo, empezó a sonar el teléfono y el timbre a la vez. Son esas situaciones que uno tiene que tomar una decisión apresurada y no sabe cual es importante y cual urgente.
Como Dios me trajo al mundo, corrí hasta la puerta y al mirar por la mirilla vi que estaba el encargado con un hombre vestido de Correo Argentino. Después de los saludos pertinentes me entregaron una carta documento a mi nombre.
Sin perder mucho tiempo y algo mojado aún, me di cuenta que estaba firmada por mi ex mujer. Supe de inmediato que no era una buena noticia. La carta documento me intimaba a regularizar la cuota alimentaria, abonar todas las cuotas pendientes, 36 meses, con los correspondientes intereses punitorios.
La furia se apoderó de mí, traté de calmarme, supuse que algún sustento legal tenía, pero el tema es que debía ponerme a buscar un abogado con todo lo que ello insume, plata, tiempo y personas indeseables. Me pregunté porque me casé. La respuesta fue sencilla y contundente, influenciados por la iglesia somos empujados al mismo abismo. En fin.
Al volverme a la ducha volvió a sonar otra vez el teléfono. Dude, pero salí para atender. Por mi cabeza se cruzaron muchas cosas, mi cuñado otra vez en cana, me gané el Quini 6, se suicido Rubén, se murió mi mamá. Al atender, descarté la última opción que pensé.
—Hola querido estaba preocupada te llame varias veces y no me contestaste y el celular lo tenés apagado.
—Hola mamá — dije, mientras observaba el enchastre que había hecho por todo el living después de tanto caminar desnudo y mojado por toda la casa. Seguro Cecilia me iba a cagar a pedos — ¿Qué querés?, empecé muy mal el día.
—¿Ésta es forma de tratar a tu madre?, al final te llamo para ver como estás y para recordarte que mañana es lo de la tía, que no te olvides que te van a estar esperando y vos sos tan maleducado
—Sí lo se mamá pero no se si voy a poder ir
—Es que te quieren tanto, hace mucho que no te ven
—OK, trataré de ir con Cecilia — Estaba fastidiado y no quise agarrármela con mi madre — Te dejo porque se me queman las tostadas
—Bueno, no te olvides de llamar a tu hermana que necesita algo de su marido.
—¿Qué le pasa?
—No sé
—Seguro que el infeliz me va a pedir plata. ¿Cuándo va a laburar?, bueno te dejo. Chau
Volví a mi ducha deseando que una bomba estalle y quede solo en el mundo. La ducha matutina es esencial para mí. Con ella me relajo y planifico el día. De hecho tenía todo ya planificado al secarme.
Pasé primero por mi oficina de la secretaría, como casi no había nadie y todo estaba tranquilo, leí los mails, los contesté en veinte minutos y al rato estaba dirigiéndome hacia la fábrica de los Rebollo, y a quien iba a interrogar en primera instancia.
Apenas llegué, me anuncié con la recepcionista de la empresa y le dije mi intención de entrevistarme con Helberto Contironi, Gerente de Finanzas y al parecer el segundo en importancia después del finado.
Me explicaron cómo y me dirigí a su oficina. Como supuse había una secretaria esperándome para anunciarme, maldita burocracia.
—Hola linda— saludé atentamente.
—Buenos días señor… — dijo con el espacio para que completara
—Alvear — Dije, logrando captar su atención y frunciendo su cejas — Federico de Alvear. — repliqué, ella no supo que hacer por varios segundos. — Sabés quién soy, ya te llamaron, Gustavo Calvé. Necesito hablar ahora con Helberto.
—Esperó un segundo — ya la había puesto de mal humor. Y después de parlotear en voz baja me dijo — En este momento el Sr. Contironi está muy ocupado — cortó. Me enojé— Dice que vuelva mañana y que solicite una entrevista conmigo.
—No te hagas problema — dije con voz resignada.— Decile que tengo todo el día para esperarlo. Sabía como sacar de las casillas a un tipo de sus características.
Me senté en unos sillones muy cómodos que había cerca del escritorio de la secretaria, al hacerlo sonó un ruido a descocido que provino de mi pantalón. La secretaria sonrió. Yo seguí engranando. Mi presión iba en aumento. Mi pistola pedía salir.
Pasaron varios minutos, muchos. Mientras veía como la llamaba su jefe y le pedía que se comunique con personas mientras yo estaba ahí.
Treinta minutos, llega otra señorita, supuse que también secretaria. Pronto se pusieron a hablar de cualquier cosa menos de trabajo.
No uso reloj pero supuse que habían pasado más de cuarenta y cinco minutos. Esto se volvió personal. Observé la única puerta que podía comunicarme con el infeliz, mientras seguía sintiendo como mi sangre hervía y resonaban las palabras de autorización del abuelo Rebollo. El tano que llevo dentro de mí pedía acción y mi superyo prudencia.
Lejos de poder controlarme, me harté, me levanté y me dirigí hacia la puerta mientras escuchaba como ella gritaba detrás de mí.
Ni siquiera me anuncié, la abrí con tanta fuerza que rebotó y me golpeó en mi labio que estallo en sangre. En ese mismo instante lo encuentro al Gerente de Finanzas hablando por teléfono con uno de esos aparatos que se cuelgan de la oreja con un palo de golf y varias pelotitas cerca de un hoyo artificial. De seguro no era mi día.
El tipo me miraba desconcertado mientras me dirigía hacia él como un oso en celo, con tal mala suerte que pise una de las pelotas de golf y me caí hacia atrás generando la carcajada de quien, hasta ahora no me caía nada bien y que a partir de este momento ascendía a enemigo personal.
Me levanté, me acerqué tomándolo del cuello y lo empujé hacia la pared.
—Esta no es la mejor manera de empezar — dije mientras me di cuenta que estaba escupiéndolo mientras hablaba — hace una hora que te estoy esperando y vos pelotudeando con las pelotitas. ¿Querés que me enoje de verdad? — el tipo movía la cabeza de un lado al otro sin articular palabra, puede que porque mis dedos lo estaban estrangulando. Lo solté
—Es un día muy ocupado — se excusó, y mientras se recomponía — ¿Cómo se atreve a entrar así a mi oficina?
—Vos te creés que yo no estoy ocupado, pedazo de sorete — dije, mientras pensaba que me había extralimitado un poco
—Voy a llamar a seguridad y lo voy a echar a patadas
—Eso creés vos — dije mientras sacaba mi celular, aunque una parte de mi me pedía sacar la pistola — Voy a llamar al viejo y decirle que no me querés atender. — En ese momento, por la puerta que había entrado su secretaria junto con dos gorilas de seguridad
—Sáquenlo de acá — gritaba ella, mientras que el señor Contironi acomodaba su corbata y se interponía entre los guardias y yo
—Esperen afuera — les ordenó a los guardias — está todo bien, hablaré con este personaje, si llego a necesitarlos llamaré a mi secretaria para que intervenga. Estamos todos un poco nerviosos por lo que ocurrió con Martín.
—Seguí hablando con tu amiguita y traeme un cerveza — ordené mientras me sentaba en el pequeño living que tenía la oficina. Helberto acompañó a la gente hasta la puerta y una vez que la cerró siguió acomodándose la ropa y se sentó frente a mí con cara de pocos amigos. Aún no entiendo por qué.
—Antes de empezar quiero aclararle que esto no va a quedar así
—¿Me estás amenazando? — otra vez estaba poniéndome nervioso, saqué mi grabadora de bolsillo y sin preguntar la encendí
—Es una advertencia — Dijo, mientras sacaba un habano de una cajita que estaba arriba de una mesa ratona y sin dejar de mirarme me dijo — Se ha ganado un enemigo importante en poco tiempo, lo felicito.
—No tengo miedo — me levanté, me desabroché la camisa y mostré el pergamino de bala que llevo conmigo. Decidí darle un corte a la lucha de Alfa Macho — ¿Cuál era su relación con Martín Rebollo?
—Normal — Dio su primer bocanada de humo, odio el cigarrillo, más el habano
—No es lo que me comentaron — dije
—¿Para qué pregunta?
—Porque tengo que hacerlo — pensé en matarlo ahí mismo, pero pregunté — ¿Comentame de la tarjeta nueva y su financiación?
— No hay mucho que contar — sentí que se ponía nervioso — estábamos por sacar una tarjeta con financiación de una empresa tercerizada para fidelizar clientes y aumentar las ventas
—¿Martín estaba de acuerdo?
—Sí, por supuesto
—¿De dónde salían los fondos para financiar las tarjetas?
—Pensamos en hacer un fideicomiso — pitó su cigarro — deuda a largo plazo — exhaló — beneficios a corto plazo — tomé nota mental de este tema. Algún día tendré mi empresa.
—Bien — me levanté, seguía muy enfadado, caminé, pensé, me tomé mi tiempo — Este producto o servicio ya ha salido o todavía es…
—Salió a fines de Septiembre — me interrumpió. Me molestó
—Quiero para ya un informe completo del producto y todas las proyecciones económicas y financieras
—Primero veré si puedo entregárselo, consultaré con el Sr. Rebollo, si él está dispuesto a darle esta información a un infeliz como usted y poner en riesgo la posición de nuestra compañía, se lo haré llegar.
—Este infeliz te va a oler el orto y de encontrar algo, voy a hacer todo lo que pueda para que te acuerdes de mí por el resto de tu vida, ya sea en la cárcel o en el hospital. — me fui de su oficina dando un portazo y ante la mirada atónita de los guardias de seguridad y de la secretaria, que al verme salió corriendo para ver si el Sr. Contironi seguía vivo.
Salí del edificio en busca del aire. Caminé sin que nadie me parara por todo el predio sin dejar de pensar en por qué estoy tan violento. Después de ordenar las ideas que pude, al darme cuenta de la hora del almuerzo, busqué el bufete de la empresa para que mi estómago deje de hacer ruido.
Con la bandeja en la mano, con el sándwich de bondiola y una lata de cerveza negra Icembek, traté de encontrar, sin éxito, una mesa que estuviera vacía, junto al gran ventanal estaba sentando el Gerente de Marketing que había conocido el día anterior, que tampoco me cayó del todo bien
Sin pedir permiso me senté en la misma mesa que compartía con otras dos mujeres muy atractivas, finas y fashion.
—Hola — dije con una sonrisa — ¿Cómo están? ¿Somos todos colegas?
—Sí sentate — Ironizó Pablo Holman Brown — ¿Me vas a pegar a mi también? — Mirando a las chicas, esbozo esa sonrisa burlona que me hubiese gustado borrarla de una vez
—Veo que las noticias corren más rápido que los mails — hinqué mi primer bocado y con la boca llena dije — Por ahora no tengo motivos, el hecho que me muestres tus dientes postizos no es suficiente motivo — Recordé que no era mi mejor día, justo con el silencio
—Bueno, nosotras nos retiramos para que puedan seguir peleando — dijo la rubia mientras nos dejaba solos
—Buena idea — dijimos a la vez con Pablo
—Quiero aclararte algo — dijo el Holman, secándose la comisura de los labios, después de tragar su bocado de ensalada diet — y espero que sepas mantener esto en secreto. Helberto no me cae bien, es más nunca me agradó, pero eso no justifica que te hagas el cowboy por estos lados.
—Buen punto — tome un trago de cerveza — entonces dejaré mi caballo y mi pistola fuera de esto y empezaremos esta charla sin pensar en lo que pasó hace un rato.
—OK — siguió comiendo
—Bien — abrí mi libreta, sabía que no iba a tener mucho tiempo de entrevista así que traté de buscar la mejor pregunta para empezar e ir al grano — ¿Cuál es tu opinión de la tarjeta BA Card y de las financiaciones?
—Es un proyecto de larga data que hace poco sacamos al mercado después de mucho esfuerzo, muchas idas y vueltas. Creo que va a dar fidelidad a muchos de nuestros clientes y que también nos dará flujo de dinero para otros proyectos.
—Pero, ¿la compañía tiene tanto dinero como para financiar préstamos personales? — en realidad me imaginaba la respuesta
—No, bah quizá sí, pero este proyecto es en conjunto con la financiera Tarjeta Argentina, que es quien pone el dinero y parte de la campaña
—¿Y qué queda para BA FARMA?
—Un porcentaje de la financiación y obviamente nos permitirá vender productos en cuotas con mejores precios y financiados
—Lo mismo que te daría las tarjetas internacionales
—Si pero no con nuestro nombre y promociones especiales
—Es probable. — pensé un momento — ¿Desde cuándo está este proyecto?
—Desde mediados del año pasado
—¿Y cuáles fueron las idas y vueltas?
—Ehh — se tomó su tiempo — hubo que implementar varias cosas de sistema, producto, promociones
—Y obviamente a Martín Rebollo, le constó entenderlo ¿no?
—En parte sí — intentó levantarse, le puse mi mano en su muñeca — yo no soy el cobarde de Helberto
—No he terminado — varias personas que seguramente ya conocían la historia nos miraban y a él le importaba mucho la imagen — Sentate que en dos minutos podes volver a pajearte a tu oficina
—Tenés suerte que estamos en público — dijo mientras el color rojo tomaba su cara — Rápido, ¿Qué querés saber?
—¿Martín Rebollo estaba en contra del proyecto?
—Al principio, sí — me dijo en voz baja mirando para todos los lados — Después, de unos meses, de repente, hasta pareció entusiasmado.
—¿Conocés cuál fue el motivo?
—No
—¿Mejoró la relación?
—No
—¿Siempre estuvieron peleados?
—Desde que yo estoy sí, según dicen antes eran amigos inseparables. Ellos estuvieron en diferentes proyectos políticos, por ello pudo crearse algunas diferencias. Espero que te haya ayudado mi información — se acercó y me dijo — si volvés a ponerme una mano encima, no voy a dudar en sacarte por el ventanal
—Creo que tengo diarrea — dije mientras me recosté sobre la silla, tampoco soy tan boludo — tampoco me caes bien
Pablo se levantó hecho una furia casi llevándose la mesa por delante y tirando la cerveza en la mesa. Esto es considerado dentro de los pecados capitales al igual que ser hincha de San Lorenzo. Que día señor.
Traté de tranquilizarme. Mis pulsaciones otra vez en alza. Eran pasadas las tres de la tarde por lo que decidí que ya había hecho demasiado lío en esa empresa. Fui al mostrador, pedí un café cargado con crema y una porción de torta de ricota para mejorar en algo lo que quedaba de la tarde.
Sentado de nuevo frente al ventanal era mucha la información que tenía y consideré que era la hora de trabajar verdaderamente en equipo. Llamé a mi asistente Eduardo, a Nacho y los cite a las seis de la tarde en la oficina para organizar como seguir con todo esto.
De camino y para continuar con todo este día enyetado, mientras manejaba por la Av. Santa Fe recibí el llamado de Alfredo Rebollo, el padre de Martín, diciéndome que había recibido una denuncia de su Gerente de Finanzas por amenazas de mi parte y que si bien necesitábamos encontrar la verdad, la violencia no era el mejor camino. Me sentí algo avergonzado. Para colmo, al finalizar la charla, me hicieron una multa por manejar hablando por celular. ¿Me tendré que bañar en vinagre?
Cerca de las siete de la tarde llegó Nacho a la oficina y pudimos empezar a trabajar. Los tres juntos éramos una expresión heterogénea de lo que es una sociedad.
Yo observaba a Eduardo con un sweater escote en V y una bufanda rosa vieja al tono, y por otro lado, Nacho, con su particular manera de peinar un pelo ingobernable lleno de rulos, su tez pálida, resaltada por una camisa, campera y borceguíes negros.
En el escritorio grande puse las cervezas negras y la picada que había comprado para presidir una reunión de semejante importancia.
—Muchachos — expresé la seriedad de un verdadero líder de una compañía — éste es el caso más importante desde que hemos reinaugurado esta agencia. Es el momento en que trabajemos en equipo para poder resolver lo que ha pasado esa trágica noche
—Estamos para lo que necesites Gus — acotó Eduardo
—Gracias, el problema más importante es que no tenemos mucho tiempo y al no tener otro investigador conmigo — me acordé de Rubén, mi ex compañero — tengo que pedirles tareas extras.
—Esencial Watson — dijo Eduardo
—Mañana necesito avanzar en dos puntos, por lo que cuento especialmente con ustedes. — hice una pausa, comí algo, lo bajé con cerveza. — Hoy hablé con el comisario y vamos a poder ir a la casa de los Rebollo mañana a la madrugada. Eduardo, vos me vas a acompañar ya que sos muy detallista y mejor fotógrafo que yo
—Si jefe
—Cuando terminemos vas a venir acá y te vas a reunir con Nacho para hacer otra cosa importante. Necesito que investiguen varias cosas acerca de Helberto Contironi y sobre una financiera que se llama Tarjeta Argentina.
—Ajá — Por fin dijo algo Nacho que no paraba de comer.
—Y vos Nacho, ya que mañana es viernes, necesito un favor muy especial
—¿Qué? — expresó sin entusiasmo
—Necesito que mañana Eduardo te disfrace de Emo, o algo similar, y te vayas a un recital del grupo que tocaba este chico. Tenés que infiltrarte, tomar nota visual de todo. Quienes son, que hacen, si hay droga. Algo que pueda despertarte alguna razón por la cual este chico haya asesinado a su propia familia.
—Aja — Este chico no tiene sentimientos — no son más Emos.
—Lo que sean, soy viejo y no entiendo, tampoco me voy a las escaleras del Abasto, aún quedándome cerca, ¿Te animás? ¿O creés que no vas a poder? — Pregunté
—Sí — levantó los hombros y siguió comiendo.
—Y por favor, dejá de apretarte esos granos horribles, te estás deformando todo. Parecés la Junta Nacional de Granos.
—Sí — dijo con inocencia y siguió comiendo.
—Eduardo, entrá en la página del grupo Vela—torio, tocan canciones depres y averiguá cómo se visten, cómo hablan, cómo se relacionan, cómo cagan, todo. Edu ¿lo entrenás a Nacho? ¿Puedo contar con vos?
—Sí, claro
—Bien a dormir que mañana va a ser un día muy agitado
Terminamos la reunión me fuí a casa y llamé a Marisa, charlamos muy por arriba lo que habíamos hecho y nos propusimos encontrarnos al mediodía para seguir trabajando sobre el caso.
Eran las diez de la noche, la botella de cerveza negra daba su fin. En la tele no había nada. Prendí mi notebook para ver qué pasaba en el mundo. Sobre la mesa estaba la carta documento que me había mandado mi ex. Sabía que iba a tener que multiplicarme para atender tantos frentes.
Después de un día tan complicado necesité hacer algo para y por mí. El mejor remedio que encontré fue hacerle algo a mi archienemiga, mi vecina del 18D.
Gracias a la ayuda de mi amigo Nacho pudimos hackear una de las páginas de Internet más consultadas para la adquisición de una señorita por unas horas y logramos cambiar el teléfono de atención por el de la vieja Elena.
Suspiré, ser vengativo, lleva sobre todo, mucho tiempo e ingenio.
Antes de dormir llamé a Cecilia, hablamos de cosas de la vida y me dormí esperando que las cosas mejoren de un momento a otro.