Notas

[1] Estando ya en imprenta este libro, el 28 de julio de 2010 el Parlamento de la Comunidad Autónoma de Cataluña tomó la decisión de abolir los festejos taurinos por 68 votos a favor, 55 en contra y nueve abstenciones. La prohibición entrará en vigor en enero de 2012. <<

[2] Dijo George Orwell que «hay personas, como los vegetarianos o los comunistas, con las que es imposible discutir». La lista de afectados por este bloqueo —y por la carencia de sentido del humor concomitante— no deja de crecer. Me temo que hay que apuntar también en ella a los partidarios de los llamados «derechos» de los animales. <<

[3] Esta capacidad de actuar al margen del puro instinto y en ocasiones aparentemente contra él es precisamente la causa de la perpetua amenaza de discordia entre los humanos. Como dijo Leszek Kolakowski, podemos imaginar la hermandad universal de los lobos pero no de los humanos, puesto que las necesidades de los lobos son limitadas y definibles, por tanto es concebible satisfacerlas completamente, mientras que las necesidades humanas no tienen límites que puedan ser definidos de una vez por todas. De modo que el hombre nunca es solo lobo para el hombre sino siempre la posibilidad de algo mucho mejor… o peor. Quienes protestan de la maldad humana y sostienen que deberíamos aprender de otros animales normas de buen comportamiento se están quejando en realidad de la libertad ligada al uso de la razón y la imaginación que nos distingue como especie. <<

[4] Esta reflexión no equivale a «espiritualizar» o, aún peor, «sobrenaturalizar» radicalmente la moral. Un pensador tan escasamente materialista en el sentido reduccionista del término como Henri Bergson afirma en su tratado Las dos fuentes de la moral y la religión (de lo más interesante que se escribió sobre la cuestión el pasado siglo): «toda ética tiene una base biológica». Lo cual no quiere decir para el autor que la moral sea siempre una sofisticada estrategia evolutiva, sino que la ética está al servicio de la vida… pero de la vida humana, cuyos proyectos e ideales tienen como fundamento la biología pero nunca se reducen a ella. <<

[5] Suele decirse que la cría humana ha «mejorado» las especies domésticas, pero esto es algo muy discutible en términos absolutos. Me cuesta admitir que ninguna raza de perros sea «mejor» que los lobos de los que descienden. Lo único que puede asegurarse es que los perros responden mejor a las necesidades o caprichos humanos que los lobos. Y, desde luego, que sin esas necesidades y caprichos no existirían perros… Lo mismo es válido para las vacas, los cerdos, los caballos de carreras y los toros bravos. Son obras de arte humanas, no productos espontáneos de la naturaleza. Hablando en lenguaje ontológico, los animales domésticos no son en sí ni para sí, sino para nosotros, los humanos. <<

[6] Una palabra sobre el amor romántico a los animales. Como los otros amores, es una forma de discriminación: amamos a algunos animales y no a otros; les amamos porque son hermosos, grandes, majestuosos, fieros, o pequeños pero conmovedores, exóticos, vinculados a la mitología o a aventuras ancestrales, enemigos soberbios o dioses tutelares. En cualquier caso, les amamos porque encarnan los riesgos de la vida sin compartir las razones e inhibiciones de la humanidad. O sea, porque viven como nosotros pero no son como nosotros: carecen de derechos porque tampoco tienen deberes. Por supuesto, solo los satíricos y los cínicos predican que «deberíamos aprender de ellos»; y solo los imbéciles exclaman con los ojos en blanco que son «mejores que nosotros»… <<

[7] Una cierta interpretación de la teoría evolucionista convierte las normas morales en simples derivados de las estrategias de adaptación al medio, a partir de la estricta continuidad en todos los planos de los seres vivientes. Aparte de que sus demostraciones son más bien tautológicas (cualquier pauta moral, puesto que existe, debe encontrar a posteriori su utilidad evolutiva, tanto da que sea la caridad o el canibalismo ritual), confunde la explicación más o menos convincente de la conducta con su legitimación ética. De modo que de esta última nada queda ya más humanamente complejo que el rechazo de causar dolor innecesariamente… a cualquier ser que pueda sentirlo. <<

[8] Cuando el diestro Julio Aparicio sufrió una espeluznante cogida en la pasada feria de San Isidro, hubo un debate en televisión sobre la oportunidad de exhibir reiteradamente la fotografía del dramático momento en que el cuerno de la res aparece por la boca ensangrentada del torero. Varios espectadores llamaron para comentar que peor lo pasó el toro, banderilleado y estoqueado luego a muerte. Incluso alguno insinuó que Aparicio se lo tenía merecido. Sin duda esta es la voz de la barbarie, no de la ilustración ni el humanismo. <<