7. La honradez de la fiera

Para don Eduardo Miura

Entre las obras de arte —de artificio e industria— producidas por los seres humanos, algunas son vivientes, biológicas: mucho antes de que futuros comerciantes avispados patenten hombres y mujeres sin defectos ni vicios, fabricados gracias a la ingeniería genética, con medios menos tecnológicamente sofisticados se han creado (y criado) ya desde hace siglos animales que responden a ideales antropocéntricos de eficacia o belleza. La nómina es amplia, pero entre todos ellos me importan dos: el caballo de carreras y el toro de lidia.

Purasangre y toro: ambos han sido concebidos y pacientemente moldeados a través de la selección genética para cumplir con creciente perfección su papel en el éxtasis de emoción que tiene lugar en dos espectáculos sociales, uno en los hipódromos y otro en los ruedos. La carrera y la corrida cumplen el doble papel de finalidad de la cría y también de instrumento para mejorarla. Se cría para obtener mayor esplendor en la competición y en la lidia, pero se utilizan los resultados de ambas para depurar y acendrar los ejemplares futuros que han de participar en ellas. Purasangre y toro comparten también el raro privilegio (en el reino zoológico) de poseer nombre propio y genealogía individualizada. A diferencia del resto de los animales, que no hacen sino repetir anónimamente su especie, cada caballo de carreras y cada toro de lidia tienen su linaje propio, documentado, y cada uno de ellos solo es válido a partir de la precisa nobleza de esta ascendencia. Nacen y mueren únicos e irrepetibles, como cualquiera de nosotros…

¿Cuál es el objetivo de la cría taurina? O quizá tengo que escribir, pues no faltan las perversiones y tergiversaciones interesadas: ¿Cuál debiera ser su objetivo? Fabricar una fiera honrada. Es decir, un animal cuya defensa es el ataque y cuya única astucia es la reiteración sin malicia de la imprudencia. La fiesta taurina y el arte del torero se basan en el mantenimiento de esa fiereza sin doblez ni desfallecimiento. Todo consiste en hacer perdurar la fiera honradez del animal emblemático. No solo es una empresa ganadera sino, como siempre que hay creación por medio, se trata de un empeño poético. De modo que, como en otras ocasiones, quizá sea lo mejor recurrir a un poeta para inspirarnos y saber el camino a seguir en la cría durante el próximo siglo:

Antes de tu existir, antes de nada,

se enhebraron un duro pensamiento

las no floridas puntas de tu frente:

Ser sombra armada contra luz armada,

escarmiento mortal contra escarmiento,

toro sin llanto contra el más valiente.

Rafael Alberti, elegía «El toro de la muerte»

Mayo de 2005