CAÍTO
Déjala-déjala, pero ellos qué mierda saben.
Dicen “déjala”, lo dicen así mandándolo, como lo del condón en la tele: póntelo y pónselo. Con lo chungo que tiene que ser el condón.
Y la droga, déjala o vas a terminar malamente. Lo ponen por ahí; en la calle La Palma y en los Callejones los pusieron los carteles. Y sale en la tele. Lo mismo. Déjala-déjala.
¿Terminar malamente por qué, esa gente qué sabe?, ¿es que están malamente los del Yanki del Cerro’l Moro, el Ambrosio y Arsenio y el pegón ese, el Boli?
Y son viejos, el Arsenio ¡uh!, los veinticinco-los treinta los tiene que tener.
Y si yo mi caballo me lo busco, me lo trajino y lo vendo pa sacarme el que me pongo, ¿qué pasa?
Ella, la vieja, no se entera. Y mi hermano Pablín, menos, qué se van a enterar.
Toma y ve vendiendo esto, y a ver si eres un tío o un niñato mojón, Caíto, me dijeron los del Cerro’l Moro con sus muertos, al Yanki mismo no lo he visto más que una vez de refilón.
Pero lo que es vender, se van a enterar: estoy vendiendo y pagándoles y sacándome lo mío un día con otro. Lo que me pongo yo.
Tranqui.
Yo tranqui y con dos cohone.
Se van a enterar.